1980/03/26

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | HA MUERTO EL CRÍTICO Y ENSAYISTA FRANCÉS ROLAND BARTHES

Ha muerto el crítico y ensayista francés Roland Barthes.
Carlos Gurméndez | El País, 1980-03-26

https://elpais.com/diario/1980/03/27/sociedad/322959601_850215.html 

Ayer falleció en París Roland Barthes, escritor y filósofo francés, de 64 años de edad, a consecuencia de las heridas sufridas en un accidente de tráfico el pasado 25 de febrero.

El creador del estructuralismo literario nació en Cherburgo el 12 de noviembre de 1915. Se licenció en la Soborna en Letras Clásicas y fue profesor en Biarritz y en París. A partir de 1947 comenzó a publicar una serie de crónicas literarias en el periódico ‘Combat’. En 1960 entró en la Escuela Práctica de Altos Estudios. Con la publicación de ‘Le Degré Zero de Vecriture’ (1953) inicia una nueva crítica literaria en que se valoran las superestructuras, el símbolo, la imagen, la fantasía, la metáfora y el signo lingüístico de las creaciones literarias y artísticas. La nueva escuela crítica, como se la denominó, se apoyaba también en el psicoanálisis y la lingüística estructural para descifrar la textura de los textos. Por ello se le incorporó un poco frívolamente dentro de la filosofía del estructuralismo. Pero en este amor al texto por el texto literario mismo fue precedido por Lucien Goldmann, creador del estructuralismo genético y discípulo de Luckas. Texto, dice Barthes en unas declaraciones a El País (28-1-1979), procede de ‘textus’, participio pasivo de ‘texo’, que quiere decir tejer, el texto es un tejido de sentidos enmarañados; luego se trata de descubrir los sentidos múltiples de ese sentido único que constituye una obra literaria Después de publicar ‘Michelet por él mismo’ (1954), alcanza con ‘Mitologías’ (1957) -libro en que se ocupa de los mitos de la modernidad- una dimensión universal. La obra sobre ‘Racine’ (1963) y sus ‘Ensayos críticos’ (1964) suscitan en Francia vivas y ásperas polémicas entre los críticos literarios y los profesores de literatura, negándose a aceptar muchos de ellos una interpretación absoluta y literalmente formalista de la literatura. La querella de la nueva crítica ha sido el primer acto público de una vasta conmoción en las ideas sobre el cual se ha pegado, sin duda abusivamente, la etiqueta de estructuralismo, cuya moda, al menos hoy, ha pasado.

Raymond Picard, en un panfleto contra Barthes, ‘Nueva crítica o nueva impostura’, ataca el argot lingüístico que emplea Barthes en su ‘Racine’, a lo que responde este último con ‘Crítica y verdad’, donde defiende el sentido subjetivo de su crítica literaria. Más tarde publica ‘L'Empire des Signes’ (1970), donde prosigue la investigación semiológica iniciada en sus ‘Elementos de semiología’ (1965). Luego fue designado profesor de esta asignatura en el Colegio de Francia. Esta inquisición de las significaciones adquiere en ‘Le Plaisir du Texte’ (1973) su cima señera. En ‘Sade, Fourier, Loyola’ (1970) parece abandonar la crítica literaria y comienza una interesante indagación sobre sí mismo.

‘Roland Barthes por Roland Barthes’ (1975) y ‘Fragmentos de un discurso amoroso’ (1977), tentativa incompleta de describir el amor como objeto supremo de la reflexión humana, completan, con su reciente ensayo sobre la fotografía, su producción bibliográfica.

Fragmentos de un álbum
En uno de sus libros más recientes, ese ‘colláge’ de opiniones, textos, apuntes de lecturas y juegos que es ‘Roland Barthes por Roland Barthes’, decía el escritor:

«Del pasado, mi infancia es lo que más me fascina: lo único que al mirar no me hace lamentar el tiempo abolido. Pues no es lo irreversible lo que en ella descubro sino lo irreductible: lo que sigue en mí aún, de cuando en cuando. En el niño leo, a cuerpo descubierto, el reverso negro de mí mismo, el tedio, la vulnerabilidad, la aptitud para las desesperaciones (afortunadamente plurales), la conmoción interna cercenada, para su desdicha, de toda expresión.»

La estructura del espacio
«Tengo dos espacios de trabajo, uno en París y otro en el campo. Entre uno y otro, ningún objeto en común, pues no se traslada nunca nada. Sin embargo, los dos son idénticos: ¿por qué? Porque la disposición de los útiles (papel, plumas, pupitres, relojes, ceniceros) es la misma: la estructura del espacio es lo que configura su identidad. Este fenómeno privado bastaría para esclarecer el estructuralismo: el sistema prevalece sobre el ser de los objetos.»

«El uso desenfrenado de la paradoja corre el riesgo de implicar (o implica simplemente) una posición individualista, y podría decirse, una suerte de dandysmo. Sin embargo, aunque solitario, el dandy no está solo: (...) toda la clase intelectual, si no milita, es virtualmente dandy.»

«Al recordar las pequeñas cosas de las que había tenido que privarse en su infancia descubrió las cosas que le gustan actualmente: por ejemplo, las bebidas heladas (la cerveza muy fría), porque en aquella época no había todavía refrigeradores (el agua del grifo, en B., durante los veranos muy pesados, estaba siempre tibia).»

Fotografías de la ausencia.
José-Miguel Ullán | El País, 1980-03-26

Quiso escribir el cuerpo. Y ahora queda el vacío de aquel cuerpo en mi propia escritura letal. En el fondo sin fondo, la mueca de una vida: estudios, enfermedades, nombramientos. ¿Y lo demás? Eso se preguntaba: ¿y los encuentros, las amistades, los amores, los viajes, las lecturas, los placeres, los miedos, las creencias, los goces, las dichas, las inclinaciones, las miserias; en una palabra, las resonancias? En el texto, nos respondía, pero nunca en la obra. A la manera última de un novelesco laberinto. Cámara oscura. Ante la muerte de R. B., un no poder anula en mí todo oscuro sentido del deber. Contemplo con dolor su foto. Y recurro a la cita fotográfica. Reconstruyo dos breves instantáneas de nuestra última conversación.

Primera cita: «La fotografía es algo que me fascina, algo que siempre me ha fascinado, porque veo en ella la representación, en la medida en que se supone que la fotografía debe representar algo real, retener algo real; con una fotografía se tiene, o al menos puede tenerse muy a menudo, una relación de deseo hacia el objeto que representa, pero, al mismo tiempo, como este deseo sólo está ahí, sobre el papel, a través de una especie de añagaza, el deseo aparece, en cierto modo, ¿cómo decirlo?, sí, corno algo constituido por la falta, por la carencia, y a ello se debe el hecho, por otra parte, de que la fotografía tenga una relación, profunda con los juegos del deseo -también con la neurosis-, con la fetichización... Y es que, en efecto, en la fotografía se desea y, al mismo tiempo, no se alcanza. La fotografía representa, y lo sentimos delante de cualquier fotografía, aquello que ya ha sido, no lo que es, sino lo que ha sido, lo que ya está sepultado en el tiempo. »

Segunda cita: «Creo que la verdadera relación de la fotografía es una relación con la muerte; esto es palpable aquí en mayor medida que en cualquier otro arte. La fotografía tiene una relación esencial con la muerte. Por ello haría falta interrogar a la fotografía, aunque, digámoslo de entrada, no a todas las fotografías que se ven por el mundo: las de la prensa, las fotografías de reportaje, que ya son un grado algo elaborado de la práctica social, sino, por ejemplo, a la foto de los seres queridos que ya no están, que han muerto, que han desaparecido, y, paralelamente, preguntarnos sobre la relación que nosotros tenemos con esa imagen. Las fotos que me conmueven son siempre aquellas que quebrantan en mí, a la par y mezclados, el afecto fundamental del amor y el de la muerte.»

Quien habla desde esas fotos, veladas por la emoción, tuvo además un estilo. Estilo -me repito, pues el llanto no inventa- de sucesos y juicios particulares, asentados sobre lo movedizo. Concuerda con esta característica el tono conmovedor que se desprende de él, aun cuando a veces rechacemos el esqueleto de lo metafórico, gracias a los detalles elegantes de inteligencia, de saber y de sensibilidad. Es, a placer, el estilo legítimo de la fértil imprecisión subrepticia. Metamorfosis estilística, la exclusión llega a ser expresión.

Definitivamente, llegó.

1980/03/11

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | ÁNGEL VÁZQUEZ, UN ESCRITOR FUERA DE NÓMINA

Ángel Vázquez un escritor fuera de nómina.
Emilio Sanz de Soto | El País, 1980-03-11

https://elpais.com/diario/1980/03/12/cultura/321663614_850215.html 

Es bien sabido que en cada momento de la historia hubo escritores «en nómina» y escritores «fuera de nómina». Decía Rafael Cansinos -Assens-, que es a quien le robo ‘de la nómina’, que: «En el desconcierto del concierto de las letras las nominaciones son, por supuesto, un problema de tiempo. Pero como la escala de valores del tiempo, aunque algunos opinen lo contrario, es variable, hay que andarse con cuidado a la hora de las valoraciones: existen nominados que luego desaparecen e ignorados que un día se descubren en una biblioteca, y entran en nómina.» Y como acaba de morir un novelista ‘fuera de nómina’ -más por propia voluntad que por ceguera de los críticos, pues los hubo que fueron fieles a su obra-, quisiera dar un simple toque de atención sobre una de las cuatro novelas que publicara. El novelista se llamaba Ángel Vázquez, y su novela, ‘La vida perra de Juanita Narboni’ (1).

Adelanto que fui íntimo amigo de Ángel Vázquez y puedo asegurar -al igual que otros que le conocieron- que tanto su insólita persona como su insólita vida fueron tan inseparables como imposible -ahora- de resumir en unas líneas. Ángel Vázquez no necesitaba inventarse originalidad alguna. Le bastaba con la propia. Era la suya una originalidad de origen. Y esta originalidad es la que ilumina el estilo personalísimo de ‘La vida perra de Juanita Narboni’.

De siempre he procurado -cosa difícil, lo sé- separar al autor de la obra cuando el autor es o era amigo. En este caso, sin embargo, sí creo poder separar a ambos -aunque, en definitiva, como en toda obra importante, sean inseparables- para afirmar que, aun ignorando el lugar que esta novela pueda ocupar en nuestro actual panorama literario, creo vislumbrar ante tanto esfuerzo -pocas veces conseguido- por crear un lenguaje propio -lo que un hispanista norteamericano ha calificado de «lenguaje de sacacorchos»- que Ángel Vázquez, sin las pretensiones y pedanterías de algunos, consiguió con ‘La vida perra de Juanita Narboni’ una novela de novedad pasmosa donde, cosa siempre rara, contenido y forma son inseparables, restituyéndonos al vivo ese castellano en vías de desaparecer que, en su día, se habló en el norte de África -concretamente en Tánger-, donde los giros sefardíes y los giros andaluces se confunden luminosamente. En una luminosidad típicamente mediterránea. De igual forma que su personaje Juanita Narboni también confundía luminosamente la ironía con el sarcasmo, lo elegante con lo cursi, lo lírico con lo cotidiano, lo soñado con lo vivido. Y todo ello a través de un monólogo en tres tiempos -Juanita piensa, habla, contesta...-, mientras toda una ciudad y sus personajes desfilan ante el lector en una cabalgata de feria que se desmorona tristemente. Una ciudad, Tánger, origen y motivo de no poca literatura exótica y cosmopolita de baja calidad que, por vez primera, se nos aparece como fue y como dejó de ser, sin aspavientos ni asombros, íntimamente. En la intimidad de una clase media de hebreos, españoles, italianos... que allí fueron, allí vivían, allí se conocieron, a la busca de una vida mejor, y un día descubrieron que esa tierra que creían «tierra de nadie» tenía su dueño. Y del dueño de esa tierra se encargaría de darnos su testimonio -todo hay que decirlo- otro novelista español: Juan Goytisolo.

De las otras tres novelas de Ángel Vázquez no hablo, a pesar de sus méritos, porque sinceramente creo que ésta, la que aquí comento, que fue la última publicada -deja otra inacabada que iba a titularse ‘El viaje de Jonás’-, las eclipsa en calidad. En las anteriores se dejaba sentir su pasión por cierta literatura inglesa vinculada al mundo de Bloomsbury. Superada esta pasión se encontró a sí mismo y escribió su ‘obra’.

De las notas que sobre Ángel Vázquez aparecieron en la prensa con motivo de su repentina muerte, hubo una, en concreto, que nos devolvió toda esa amargura -conocida por repetida- con que ciertos medios, desgraciadamente muy españoles, entierran a sus muertos ‘borrándolos’.

Ángel Vázquez vivió, insisto, por propia voluntad, de espaldas a nuestro «mundillo literario». Concretamente al de Madrid, donde residía. Eduardo Haro Ibars -el único que, por el momento, ha escrito sobre Ángel Vázquez y su obra sabiendo de quién escribía- me aseguraba que le resultaba difícil encontrar otro novelista español y actual, tan marginado de sus contemporáneos. Es cierto. Pero tampoco debemos de olvidar que, a pesar de ello, el único premio realmente serio de este país -el Premio de la Crítica- seleccionó ‘La vida perra de Juanita Narboni’ el año en que, muy justamente, lo obtuvo Rosa Chacel por su ‘Barrio de Maravillas’. El poeta surrealista y erudito en arte, el norteamericano Edouard Roditi, escribió en ‘World Literature Today’: «A esta novela, estoy convencido, le llegará su hora.» Esperemos que así sea. Máxime ahora en que -hay que reconocerlo- los hispanistas ingleses y norteamericanos nos están ayudando a ordenar nuestro natural desorden.

(1) Ángel Vázquez (Antonio Ángel Vázquez Molina). (Tánger, 2 de junio de 1929-Madrid, 26 de febrero de 1980). Obras. 1958: El cuarto de los niños. 1962: Se enciende y se apaga una luz, Premio Planeta. 1964: Fiesta para una mujer sola. Y en 1976: La vida perra de Juanita Narboni. Todas publicadas por la editorial Planeta.

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // Este trabajo, no podría ser de otra manera, está dedicado e...