2005/12/09

DOCUMENTACIÓN | LITERATURA | EL HOMBRE NO TIENE NATURALEZA. CRISTIANO Y HOMOSEXUAL

El hombre no tiene naturaleza.
Rafael Conte | El País, 2005-12-09

https://elpais.com/diario/2005/12/10/babelia/1134175161_850215.html 

Nacido en Santander en 1939, Álvaro Pombo se educó en el cristianismo más convencional y ortodoxo, por lo que su descubrimiento de la homosexualidad supuso al mismo tiempo su gran rebeldía y su liberación personal, que ahora proclama sin ambages. Con el patrocinio de Juan Benet (con quien riñó después) y bajo Rosa Regàs publicó un libro de cuentos, ‘Relatos sobre la falta de sustancia’, una novela, ‘El parecido’, y otros dos libros de poemas, antes de caer en brazos de Jorge Herralde, quien le proporcionó el premio que lleva su nombre en 1983, con ‘El héroe de las mansardas de Mansard’, con lo que ya se estabilizó el ritmo de crucero con Anagrama, con quien ha publicado un total de 15 libros. Su formación filosófica, el temblor poético y la ternura de su prosa, sus riesgos expresivos y la riqueza cultural y conceptual que respira su prosa han hecho todo lo demás. Al mismo tiempo, siempre refleja un ámbito burgués, de clase media alta, del que escapa mediante un dato de rebeldía, que a veces se instala en ámbitos latinoamericanos, de la teología de la liberación, o de la revolución cristera mexicana, temas a los que se ha acercado llevado de su inspiración religiosa más profunda (en ‘El cielo raso’ y ‘Una ventana al norte’).

Pero Pombo es filósofo de formación, lo cual le permite refutar de antemano la acusación, en el fondo religiosa, de calificar de "contra natura" el amor homosexual, pues como decía Ortega, "el hombre no tiene naturaleza sino historia". Prefiero esta afirmación a lo que el editor afirma en la solapa de que "no hay homosexualidad sino homosexualidades". La novela, que empieza ‘in media res’, se origina en la convivencia entre tres alumnos de un seminario norteño, futuros homosexuales, entre los que se anuda un amor homoerótico y místico que terminará trágicamente cuando uno de los tres confiese su amor a uno de ellos quien lo rechazará violentamente, y que será al fin y a la postre el protagonista de la novela que también terminará no menos trágicamente (lo que me recuerda ‘Los delitos insignificantes’, pues en el fondo no los hay). Quizá este paralelismo final sea lo menos convincente de la novela, como si se tratara de un castigo divino del "mal homosexual", un alto ejecutivo ya jubilado, homosexual refinado y elegante y confortablemente instalado en la vida, pero incapaz de asumir los riesgos de una vida de verdad. Pero, si no hay homosexualidades, sino homosexuales, lo que los une es su inevitable promiscuidad, que Pombo describe con toda minuciosidad -y a veces con realismo escatológico y cruel-, pese a su fundamental delicadeza, pues se trata de una novela escrita contra la superficialidad, que rechaza todo pensamiento correcto, o mitologizar todas las "leyendas doradas" sobre la homosexualidad, que es lo que más va menudeando por ahora -incluido el matrimonio homosexual, que será igual de bueno o malo que el heterosexual, eso Pombo lo tiene claro-, por lo que no ganamos nada al final.

Quizá el episodio que más disuena es el de la madre asesinada de uno de los personajes (inocente, aunque homosexual), por otra parte irresuelto, donde quizá haya un ajuste de cuentas familiar, la de la malagueña Chipri, brutal e intenso, pero que no conduce a nada, pese a estar muy bien escrito. Pues además, Pombo ha añadido un epílogo, donde explica sus intenciones, que sobra quizá por su excesivo moralismo. Pues su fondo religioso, cargado de crueldad, cultura, citas y filosofía -y de un tremendo realismo que a veces resulta profundamente "incorrecto"- le lleva a declarar que hay homosexuales "buenos" y "malos" y a salvar a los primeros y condenar a los segundos. En fin, que así no aclaramos nada, y que al final de tanta poesía y de tanta filosofía, todos seguimos dividiéndonos en buenos y malos, como en las películas del Oeste, que es donde metafóricamente seguimos viviendo. Y que es lo que sigue haciendo la santa Iglesia católica, que continúa proclamando la homosexualidad como "contra natura", y cerrando el paso a sus seminarios a sus adeptos, con lo que el lector no hubiera podido leer esta novela, que es una intensa, poética, tierna, cruel y profunda obra de arte.

Cristiano y homosexual.
El País, 2005-12-09
https://elpais.com/diario/2005/12/10/babelia/1134175162_850215.html

Álvaro Pombo ha escrito ‘Contra natura’ desde la cumbre de su éxito (con su ingreso en la RAE hace menos de dos años) conseguido a base de trabajo, tesón y fidelidad, una fidelidad que transparenta en todo lo que hace, hasta la que supone hacia su editor, Herralde, que le ha publicado todos sus libros (menos dos, sus poemas reunidos y una biografía que denomina "paráfrasis"), sus amigos (José Antonio Marina el primero) y sus afectos y relaciones (como sus fidelidades a San Juan de la Cruz, Rilke y Sartre). Además hay que subrayar que su literatura, de raíces filosóficas, tiene dos orígenes: la religión y la homosexualidad. En su discurso de ingreso en la RAE, habló de "verosimilitud y verdad", y dejando aparte lo estrictamente filosófico, hay que declarar lo cerca que está esta gran novela de los dos términos planteados en esta aparente antinomia (ficción y realidad) que en realidad no lo es, pues trata de unirlos de manera irremediable. Y para verlo, recordaré una escena televisiva, contemplada en Francia, hace pocos años, de una entrevista que le hicieron a un escritor francés muy conocido en vida, Marcel Jouhandeau, cristiano y homosexual, cuando respondió a la pregunta de cómo podía conciliar su homosexualidad con su profundo cristianismo: "Yo me encontré con el cuerpo de Cristo joven, reposé en su regazo, y eso me ‘desgració’ a las mujeres para siempre". Es la mejor imagen (pese a la posible blasfemia) de lo que la filosofía ortodoxa y convencional (sobre todo religiosa) llamaba hasta hoy "contra natura", expresión que Pombo utiliza hoy para negarla en esta magnífica novela, una de las dos o tres mejores que nos ha dado hasta hoy, del conjunto de las doce que nos ha entregado y que le han colocado en la primera fila de nuestra narrativa actual. Recuerden -sobre la santidad- ‘El metro de platino iridiado’ (1991, Premio de la Crítica) o la pacifista ‘La cuadratura del círculo’ (1996, Premio Fastenrath de la RAE), sus obras maestras, junto a ‘Donde las mujeres’ (1999, Premio Nacional de Literatura) y la que ahora comento y recomiendo vivamente.

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