2019/01/19

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | "NO SOMOS MACHOS, PERO SOMOS MUCHAS"

“No somos machos, pero somos muchas”
Martí Sales | Barcelona Metrópolis, 110 [2019-01-19]

https://www.barcelona.cat/metropolis/es/contenidos/no-somos-machos-pero-somos-muchas 

Es fascinante la alegría transgresora que transmiten las fotografías recopiladas en este exhaustivo repaso de la Barcelona ‘queer’ desde principios del siglo XX hasta hoy. Todas las fotografías muy diferentes pero con un hilo que las recorre: las protagonizan personas que se atreven a vivir y amar tal como son y como quieren, y no como marcan las normas de la sociedad de la época. ‘Gent de ploma i marabú’ es un libro sobre ser rebelde por el simple hecho de quiere existir sin perder la identidad: es la historia de esta lucha.

Empiezo hablando de la belleza. De una belleza que salta a la vista desde la portada y cuando lo ojeas por primera vez: este libro es precioso. Cuando se hace una reseña literaria, a menudo se tiene en poco la formalización, el diseño. En el caso de ‘Gent de ploma i marabú’, escrito por Thais Morales y Carme Pollina y editado por el Ayuntamiento de Barcelona, sería una barbaridad no hacer una mención especial a la excelente labor que ha realizado el diseñador Roger Adam para pensar gráfica y objetualmente el conjunto de textos y fotografías que conforman este exhaustivo repaso de la Barcelona ‘queer’ desde principios del siglo XX hasta hoy. La división a dos colores (rosa pálido y blanco) de cada página, la disposición del material gráfico y textual, la identidad tipográfica, el mapa y el desplegable, todo ello hace que sea una delicia tenerlo entre las manos.

Y sigo hablando de su belleza. De una belleza que por primer vez se nos muestra como tal: es fascinante la alegría transgresora que transmiten las fotografías recopiladas —extraordinario trabajo de documentación de Marta Delclòs a partir de más de una veintena de archivos—, que muestran escenas en blanco y negro del Barrio Chino de los treinta, espectáculos que rezuman excitación, manifestaciones o las fiestas multitudinarias actuales. Todas muy diferentes pero con un hilo que las recorre: las protagonizan personas que se atreven a vivir y amar tal como son y como quieren, y no como marcan las normas de la sociedad de la época. ‘Gent de ploma i marabú’ es un libro sobre ser rebelde por el simple hecho de quiere existir sin perder la identidad: es la historia de esta lucha.

Thais Morales y Carme Pollina se saben la ciudad de los pies a la cabeza, y, sobre todo, el Raval, génesis de la movida LGBT+: desde el año 2015 organizan rutas para explicar la relación geoemocional de este colectivo con la ciudad. Este libro es un documento de ello, y muy necesario, porque, así como la época de antes de la guerra está muy bien explicada en el libro de Paco Villar ‘La Criolla. La puerta dorada del Barrio Chino’ (Comanegra, 2017), ‘Gent de ploma i marabú’ traza una panorámica que da mucha información sobre otros momentos clave de la historia del colectivo LGBT+ en Barcelona, como por ejemplo el período 1977-1997, que es el de la batalla por los derechos y la construcción de diversos epicentros del ambiente que acabarían desembocando en la creación del Gaixample. Es muy loable el esfuerzo de las autoras por reivindicar el papel de las mujeres, lesbianas y trans —demasiadas veces las siglas LGBT+ acaban enmascarando una sola G—: su ímpetu es crucial, desde el colectivo graciense La Nostra Illa, con más de cuarenta años de activismo, la empresaria Mer, la deportista y anarquista Ana Maria Martínez Sagi o la editorial y local feminista La Sal, entre tantas otras.

Capítulo tras capítulo, conoceremos el primer bar de ambiente de Barcelona (Cal Sacristà, abierto en 1929 en el Barrio Chino) y salas de fiestas como el Gambrinus, que en 1968 “supuso un renacimiento del transvestismo que había dado tanta fama al barrio durante la Segunda República.” Veremos a Trotsky y a su mujer en el reservado del mítico La Criolla con la estrella trans Flor de Otoño, y viviremos el esplendor del Paral·lel, con su incesante desfile de divas en el escenario de El Molino. Nos estremecemos al enterarnos de la existencia del Pabellón de Clasificación de Montjuïc, una especie de centro de internamiento de delincuentes y homosexuales en los años treinta donde ahora están los jardines de Joan Maragall. Reviviremos el cabaret Barcelona de Noche y las noches en que Madame Arthur enamoraba a Fellini mientras Paco España soltaba frases tan míticas como “No somos machos, pero somos muchas” (hoy es la infausta comisaria de Nou de la Rambla). Asistiremos al despuntar de Bibi Andersen o Pavlovsky, gritaremos bien fuerte con los activistas de la primera manifestación LGBT+ del Estado en 1976 [i.e. 1977], saldremos de juerga con Ocaña y recordaremos la Bodega Bohemia y los inicios de El Cangrejo con Gilda Love, Carmen de Mairena o el Gran Gilbert. Las autoras nos acompañaran por la Gràcia de los ochenta (la malograda Martin’s abrió en 1985 cuando la Riera de Sant Miquel estaba llena de locales de ambiente), por Sant Gervasi, donde las chicas empezaron a tener puntos de encuentro con tanta solera como el Member’s, el Daniel’s, el Patmos, Bahia o La Rosa, y nos explicarán la eclosión del Gaixample en los noventa (Satanassa y Metro abren en 1989, Punto en 1990 y Arena en 1996).

‘Gent de ploma i marabú’ es un paseo minucioso, sorprendente y emocionante, por un siglo de historia LGBT+ barcelonesa, un libro que indaga para reivindicar las entrañas de lentejuelas de esta ciudad que siempre ha sido puerto en ebullición.

DOCUMENTACIÓN
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Ruta arcoíris por el Raval.

Esta recorrido guiado sigue el rastro de antiguos cabarets con regusto a Moulin Rouge y rincones míticos de la historia LGTB de Barcelona. Desde El Molino hasta La Paloma.
Abel Lacruz | OnBarcelona, 2020-01-17
https://www.elperiodico.com/es/onbarcelona/visitar/20200117/ruta-lgtb-raval-7801660

2019/01/14

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | LAS DISCOTECAS DE GIPUZKOA QUE MARCARON VARIAS GENERACIONES

El Diario Vasco / Una imagen de KU en 1994 //

Las discotecas de Gipuzkoa que marcaron a varias generaciones.

Recordamos con un cierto punto de añoranza las salas de fiestas más míticas de nuestro territorio. Casi todas han cerrado al compás de la caída de la noche, aunque los recuerdos son interminables.
Mikel Madinabeitia | El Diario Vasco, 2019-01-14
https://www.diariovasco.com/gipuzkoa/discotecas-gipuzkoa-20180601155145-nt.html

Hubo un tiempo en que fuimos gamberros. Un tiempo en que sólo se vivía para salir de noche, cuando éramos más Dráculas que personas, cuando no había reparos en coger el coche... Por eso, porque siempre funciona activar el poderoso chip de la nostalgia, hemos seleccionado varias de las discotecas más míticas de Gipuzkoa, abarcando las comarcas más representativas del territorio. La mayoría no están o si se mantienen en pie, apenas tienen vida nocturna. Pero han sido motor de la diversión durante décadas y han marcado a varias generaciones de guipuzcoanos. Primero, como escenario de música más o menos popular. Posteriormente, como recinto de conciertos de grupos de alcance nacional e internacional. Al principio se escuchaba la música de siempre, la de aquí, luego el funky, la música disco y el rock and roll.

En los noventa la mayoría se reconvirtieron en templos del bacalao, la música electrónica que pegó fuerte en la costa de Valencia hasta extenderse por todos los rincones, cuando mucha gente hacía kilómetros y kilómetros en unas fiestas que llegaban al amanecer. Aquella época acabó, llegó el reguetón y comenzó el ocaso, al mismo tiempo que cambiaron las rutinas de ocio de los jóvenes y se intensificaron los controles de la policía, entre otros factores.

Pasar por delante de las pocas que quedan en pie provoca algo parecido a un escalofrío. Así son las sobras de los seres humanos. Lo que antaño fueron templos de Dionisos, hoy son locales más cerrados y en peor estado que las pirámides, las tumbas de nuestra faraónica juventud. Pero lo dicho, vamos a introducirnos en el túnel del tiempo. Y, por cierto, si se acuerdan de alguna discoteca famosa más que debería estar en esta lista, ya saben dónde escribir.

1/ Young Play (Hernani). Una de las discotecas más conocidas por parte de los donostiarras, sita en Galarreta, que tuvo casi 50 años de vida hasta que se cerró para dar cobijo a un supermercado. Las sesiones vespertinas de los sábados fueron el estreno de muchos jóvenes en el mundo de la diversión y el baile. Esta discoteca ha acogido actuaciones de los más populares y famosos músicos, grupos y bandas de los años 60, 70 y 80 hasta que se cerró hace cinco años y sólo quedó vivo su gigantesco aparcamiento, donde se han examinado de conducir miles de guipuzcoanos. El Play, como se le conocía popularmente, era un local enorme y seguro del que muchos se acordarán de sus pistas de baile y sus sofás, donde empezaron tantas y tantas conversaciones...

2/ KU (San Sebastián). Otro local de renombre en un lugar tan paradisiaco como puñetero para acceder a él, abierto en 1970. Después de las curvas de Igeldo, incluida la de la muerte, al lado del restaurante Akelarre, estaba una discoteca pequeña y baja (¡los altos tenían que estar pendientes del techo!) pero con mucho encanto, un diseño ibicenco y unos amaneceres inolvidables. En la década de los setenta casi ningún joven tenía coche, por lo que KU organizó autobuses gratuitos desde la plaza de Gipuzkoa hasta la entrada de la discoteca los viernes por la tarde, sábados, domingos y festivos. Decenas de jóvenes utilizaron aquella cafetera para disfrutar de unas horas de bailoteo en la ultramoderna sala de Igeldo. A las 21 y a las 22 horas el autobús bajaba a toda aquella tropa de chicas y chicos, básicamente donostiarras. El diseño rompía con toda la tradición de discotecas del momento (Tiffanys, Clavius, Parisien, Penny Lane de Errenteria, Jennifer en Irun): techos simulando un terreno lunar, pequeñas estalactitas, bafles potentes y luces sicodélicas por todos lados. Los asientos eran de escayola, alargados y diseminados por la amplísima sala. Había mesitas bajas de caña y una barra larga completaba el decorado. Atrás, lejos de las luces y la pista, había una salita pequeña para intimidades. ¿Recuerdan? Por las noches, el ambiente juvenil cambiaba radicalmente. Los numerosos noctámbulos de la capital y sus alrededores anidaban en KU como los gorriones en sus nidos. Era un ambiente casi familiar y las gogós parecían traídas de la mismísima Carnaby street londinense, lo más progre de esos años.

En junio de 1977, los días 8, 9 y 10, la Orquesta Mondragón ofreció tres conciertos que pasaron a la historia por delirantes… Quizá otros recuerden ese mismo año una fiesta que se llamó 'Noche Brasileira', a la que fue imprescindible acudir con atuendo de inspiración más o menos brasileña. Con el paso de los años, la discoteca KU se fue remodelando y rejuveneciendo (incluso abrió su sala hermana en Ibiza). El aparcamiento exterior se amplió dos o tres veces más porque los coches no cabían y hasta llegaban a ocupar el sembrado lateral. En el interior, se abrió una barra lateral, abierta al Cantábrico, donde uno podía oxigenarse con aire fresco tras las contorsiones de la noche. Muchas fiestas del Zinemaldia acababan allí y, si no, que se lo pregunten a Willem Dafoe, que aún se debe de acordar de aquella jarana... Los djs de la última época fueron Julen e Idoia y el local fue reconvertido por Pedro Mari Subijana en un pequeño hotel de lujo. Si aquellas paredes hablaran...

3/ Keops (San Sebastián). Levantada en los terrenos de Anoeta, muy cerca del actual apeadero del topo y la ikastola Amara-Berri, estaba otra discoteca que también cerró sus puertas en 2003. Ahora hay un aparcamiento para motos. De la capital donostiarra muchos recordarán también el Drugstore, Tiffanys, Zorongo 66 o Paladín, entre otras.

4/ Gwendolyne y Jennifer (Irun). La primera la inauguró Julio Iglesias en 1970 y tomó el nombre de la canción con la que el cantante madrileño participó aquel año en Eurovisión representando a España. Más tarde se llamó Zona Límite y en 2010, ZL Club.

Mientras, Jennifer ocupó un espacio en la calle Pinar durante más de 30 años y al final cedió su hueco a un supermercado después de un epílogo en el que la discoteca aparecía en demasiadas ocasiones en las páginas de sucesos. Pero fue la primera que importó la música valenciana (el bakalao) a Gipuzkoa en unas sesiones vespertinas de sábado que se llamaban ' Jenny Power'.

5/ Itzela (Oiartzun). Una de las discotecas más emblemáticas, lugar de peregrinación de locales y muchos franceses. Primero se llamó Erne y en 1994 vivió un episodio trágico con el derrumbe del suelo en un concierto de Bad Religion. Hubo 15 heridos. A mediados de los 90 se reconvirtió, como tantas otras, en uno de los locales más célebres de la música electrónica. Y acogió al público de Txitxarro tras la explosión de ETA en la discoteca del alto de Itziar. Así se mantuvo hasta su declive y derribo en 2017 para hacer hueco a un concesionario de Renault-Nissan.

6/ Jazz Berri (Arrona, Zestoa). Nos desplazamos al oeste del territorio para cubrir otra zona plagada de discotecas. En Arroa Bekoa, entre Zumaia y Zestoa, aún sigue en pie aunque está cerrada desde hace años la sala Jazz Berri. Bien comunicada, tenía un apeadero al lado y en sus buenos tiempos un autobús recogía gente de Zarautz, Getaria y Zumaia para dejar a los jóvenes en la puerta. Fue entre otras cosas cuna del bumping, un subestilo de música electrónica procedente del hardhouse que incita a botar (bailar). Aunque quizá el tema más logrado fuera éste, más melódico y bailable […]

Fuentes consultadas por este periódico nos indican que el solar fue vendido a la constructora Altuna y Uría para construir casas.

7/ Txitxarro (Deba). Muy cerca del alto de Itziar se ubica otra sala legendaria, que fue reventada por una bomba de ETA en el año 2000 (al igual que sucedió en 2001 en las discotecas navarras Universal de Lakuntza y en 2005 en Bordatxo de Doneztebe/Santesteban). Txitxarro fue inaugurada en 1976 y en sus orígenes fue una sala de fiestas que comenzó acogiendo verbenas con grupos como Egan. Tras esta época vino otra, la de los conciertos. En este espacio, desde 1988 hasta 1994, hubo noches gloriosas con Green Day, Sonic Youth... Entre los ciclistas también dejó recuerdo porque gracias a una idea de Marino Lejarreta, Sabino Angoitia y Rubén Gorospe se organizaron unas carreras a comienzos de los 80 como final de temporada. Este día se acababa con una fiesta en la discoteca y en una de esas noches es cuando, por ejemplo, Miguel Indurain y su mujer Marisa se conocieron... Finalmente, llegó la época del bakalao y Txitxarro fue un templo del trance y el progressive con himnos como el siguiente, el último que sonó antes de la explosión de ETA […]

Reabrió en 2003 tras las obligadas obras de reconstrucción por el atentado pero también ha sido víctima del paulatino abandono, de los cambios en la rutina de ocio, de la crisis... De tantas cosas. El edificio sigue en pie pero ya sólo manda el silencio.

8/ Venecia (Mutriku). En la misma muga entre Gipuzkoa y Bizkaia, encima de la playa de Saturraran, entre Mutriku y Ondarroa, está la discoteca Venecia, una de las pocas que aún tiene vida de cuando en cuando. Abierta en 1970, fue muy conocida y albergó conciertos con Julio Iglesias, Camilo Sexto, Juan Pardo o Los Bravos. De la reconversión al bacalao y su mítico 'Hori hori' (que se escuchaba desde la cabina) se acordarán muchos.

9/ The Sound (Irura). Otra discoteca que echó el telón hace años, en 2005 en concreto. Abrió sus puertas más tarde como Mission 439 pero ya en la era de la cuesta abajo. Sus propietarios originales quisieron emular el efecto del Gure Txokoa de Belauntza y la abrieron con un concierto de Egan. Al principio se llamaba Chaston.

10/ Golden (Urretxu). La sala mítica de esta zona de Gipuzkoa. Y una de las más famosas del territorio. Abierta el 7 de diciembre de 1969 por el matrimonio formado por José Miguel Ormazabal y Gregoria Otaegi, sus cinco hijos y sus parejas también trabajaron duramente en el negocio familiar hasta que en 1997 lo alquilaron al oñatiarra Antxon Galdos. La sala de fiestas, de 700 metros cuadrados, causó furor en Gipuzkoa durante las décadas de los 70, los 80 y los 90. De un diseño italiano y una decoración muy moderna para la época, atraía cada fin de semana a cientos de jóvenes del Alto Urola, del Goierri, de Altsasua, de Elorrio... En Tolosa se montaban muchos rumbo a Urretxu en un tren que se llegó a llamar 'el goldenero'. Por el Golden pasaron orquestas y grupos musicales como Fórmula V, el Dúo Dinámico, Los Guaranís, Duo Gala, Rudy Ventura, Los Tres de Castilla, Joselu Anaiak, Los Comodines... Según aseguran sus propietarios, «el ambiente en general era muy bueno. Teníamos una clientela fiel y trabajamos mucho durante muchos años. Obviamente, la vida ha cambiado en todo este tiempo y en la discoteca ha ocurrido lo mismo. Y aunque el declive no gusta a nadie, lo cierto es que estamos muy orgullosos de todas las experiencias vividas, del negocio y de los clientes». El local sigue en venta, «a buen precio», según confiesan. Ubicado en pleno centro de Urretxu, una visita a sus instalaciones evoca tiempos pasados y el contraste entre el recuerdo bullicioso y el presente silencioso es cuando menos chocante.

11/ Gure Txokoa (Belauntza). Otra discoteca celebérrima, muy popular en Tolosaldea, fundada por José Antonio Mokoroa y José Luis Eizagirre. Era grande, la más grande del valle, y vivió su boom particular en los años ochenta. Acogía música en directo por la tarde y, por la noche, se transformaba en una discoteca al uso. Con un ambiente sano, euskaldun, recibía a cantidad de vecinos de casi todos los puntos de Gipuzkoa.

El éxito fue tal que a su vera abrieron tres bares que se hartaron de dar bocadillos y cubatas, entre otras cosas.

El Gure Txokoa coincidió en el tiempo con otro local famoso, el Maithuna del barrio de Belate de Tolosa, y a su vez tomó el relevo del Phaeton y Lovely o el Thunders, la primera de Tolosa. Los viernes solían acudir los solteros, los sábados había conciertos y los domingos tenía una particularidad. De 18.30 a 22.00 iban jóvenes (18-22 años) y por la noche se volvía a llenar de veteranos. Cantidad de parejas y bodas surgieron de este local.

12/ Guass-Azkena (Elgoibar). Esta famosa sala de Elgoibar abrió sus puertas en los años ochenta y echó el telón en 2010 para trasladarse a Bergara, donde ha ocupado el espacio de la antigua sala Jam. El Guass fue la heredera de la discoteca Pelousse, ubicada en el barrio de San Roke, después de que el fuego acabara con ella a finales de los años 70. Su emplazamiento, al otro lado del río Deba y a unos pocos pasos de la zona de ambiente de Maala, la convirtió en el punto de encuentro de muchos elgoibarreses las noches de los fines de semana, pasando a ser en muchos casos la última estación antes del retorno a casa. Pero esta ubicación junto al cauce del río Deba también fue su causa de disgusto, que en un tiempo cambió de nombre y pasó a llamarse Azkena antes de recuperar después su denominación original. Las inundaciones que sufrió esta localidad en los años 80 también dejaron su huella en la sala, que terminó anegada por las aguas y sufrió enormes destrozos. A pesar de ello logró salir a flote para seguir siendo uno de los motores de la animación nocturna de Elgoibar. Con la aparición de la música electrónica y el bacalao, el ambiente de la sala fue cambiando hasta convertirse en uno de los principales puntos de referencia en el País Vasco para los seguidores de este tipo de diversión.

13/ Txalaparta (Bidania).
A rebufo de Malloak (Azpirotz, Navarra), se quiso tener en el interior guipuzcoano una sala de fiestas de este estilo. Gracias a Javier Zurutuza, recogemos esta deliciosa anécdota que resume buena parte de las claves de la época, de las salas de fiestas de aquellos tiempos, del público, de los gustos musicales: «Para inaugurarla trajeron a Mecano. El público apenas les hizo caso y terminaron la actuación con más pena que gloria. Se retiraron a los camerinos y allí esperaron pacientemente a que les pidieran 'beste bat'. El dj Iñigo Etxenike me cuenta que los hermanos Cano empezaron a discutir entre ellos porque veían que nos les pedían volver a salir y habían guardado lo mejor de su repertorio para el final. Todavía están esperando a que aquella gente tan fría y que no se había movido de la barra en toda la noche, les pidieran: ¡Beste bat!».

14/ Penny Lane (Errenteria). La canción de los Beatles dio nombre a esta sala de fiestas. Fue la primera que se puso en marcha en Orereta, allá por 1969, en el barrio de Iztieta. Al poco tiempo y justo al lado, en la misma calle y a escasos veinte metros de su puerta de entrada, se inauguró Apolo y, con un par de años de diferencia, más o menos, fue Cerebros la discoteca que se puso en marcha. Pero era Penny Lane la que manejaba el cotarro. Hasta el mito Nino Bravo actuó allí el sábado 3 de marzo de 1973. Tan bien funcionó el negocio que abrieron otro local en Huesca.

15/ Euromar (Zarautz). La discoteca referente de esta zona junto a Naya, que estaba al lado del parque de la estación. Según nos informa el corresponsal Antxon Etxeberria, ambas abrieron en 1963 y cerraron a finales de los setenta. Cada domingo entraban 1.000 personas de todo el territorio en el Euromar. En el piso superior tocaban las orquestas u orquestinas, como se les llamaba entonces, y abajo estaba la discoteca. Imanol Urbieta, músico y pedagogo guipuzcoano, autor de conocidas canciones infantiles, tocaba frecuentemente allí. El edificio sigue pero ahora funciona, básicamente, como cafetería y restaurante. Ya en la zona del malecón, muchos se acordarán del Mimos o del Flash, pubs de éxito.

16/ Gautxori (Azpeitia). En el valle del Urola muchos terminaban aquí la noche. Estaba en una bajera de la calle Pablo VI, según nos cuenta la corresponsal Eli Aizpuru, en una especie de sótano en el que había que tener valor para entrar (hoy en día sería inconcebible tener esas medidas de seguridad). Más tarde hubo un caserío llamado Ezkerretegi o Xoxote, en las faldas del macizo de Izarraitz, donde pinchaban música electrónica. Un contraste curioso. El relevo lo cogió la discoteca Inox, en la calle Garmendipe.

17/ Ariznoa (Bergara). Fue la primera que abrió, en 1967, en pleno centro de la localidad del Alto Deba. Más tarde le llegó el turno al Tartufo (en referencia a la comedia escrita por Molière). La última que dominó el panorama nocturno fue el Txibisto, muy grande, donde ETB grababa festivales de fin de año. Abrió las puertas con Egan y las cerró con Ian Gillan, antiguo vocalista de Deep Purple, y entre medias acogió a la mismísima Sabrina, tal y como nos recuerda el corresponsal Juan Antonio Migura. Estuvo abierta durante ocho años y cerró en 1992.

18/ Zigor (Ordizia). Bernardo Oronoz, Juan Yurrita y Alfredo (del bar Ayala) lo pusieron en marcha a finales de los sesenta. Organizaba, como tantos otros, actuaciones en directo y también dejaba un hueco para los grupos locales que arrancaban con tanta ilusión como vértigo. No muy lejos, en la vecina Beasain, la que pasó a la historia fue el Sunday. Estaba en los bajos de una torre alta.

19/ Alexander (Arrasate). Estaba en la avenida Ulibarri. También nos han hablado del Jaizale, que hoy sigue abierto con otro modelo de negocio y, finalmente, del Otamendi, en el pabellón industrial Legarre.

Aquella noche loca con una motosierra en Malloak...
Antaño, los jóvenes no tenían reparos en coger el coche y hacer carretera y manta para divertirse. Por eso, las salas de fiestas de Navarra también fueron muy solicitadas por los guipuzcoanos. Ahí destacan los nombres de Malloak (Azpirotz), Ilargi (llamada luego Matraka y Universal, en Lakuntza), Bordatxo (Doneztebe), Dollar (Lesaka)..., donde las fiestas eran tan entrañables como salvajes. La gente que ronda los 50, 60 y 70 años guarda en la memoria anécdotas indescriptibles, como las que se vivían en Malloak: aquel concierto de Massiel, el día que le tiraron un huevo a Bertín Osborne y, especialmente, dos noches locas. En la primera, un cliente no tuvo reparos en arrancar una motosierra y provocar el pánico entre los asistentes... Otra noche, el baño estaba deteriorado y a otro no se le ocurrió otra cosa que arrancar la taza del váter y exhibirla en la pista de baile... En fin, cosas de la noche. Y de otros tiempos.

2019/01/11

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | PLANTANDO CARA 40 AÑOS DESPUÉS

Noticias de Gipuzkoa / Olga Alarcón //

Plantando cara 40 años después.

Hoy se cumplen 40 años desde que se publicase en el BOE la modificación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social que supuso la despenalización de la homosexualidad. Quienes vivieron el momento lo recuerdan.
Arantxa Lopetegi y Aner Gondra | Noticias de Gipuzkoa, 2019-01-11
https://www.noticiasdegipuzkoa.eus/sociedad/2019/01/11/plantando-cara-40-anos-despues-3873635.html

Era una noche más de fiesta y trabajo en Las Cortes de Bilbao hasta que apareció la policía. Era una redada con un objetivo claro. “Se llevaron a todos los travestis”, recuerda Imanol Álvarez, uno de los fundadores de EHGAM. La asociación, que ya trabajaba por los derechos del colectivo a finales de los años setenta, se dedicó a hablar con los locales en los que trabajaban las personas detenidas y con las autoridades.

Pasaron los días y se hicieron manifestaciones. Una semana después los travestis aparecieron de nuevo en sus casas. Habían pasado todo ese tiempo en calabozos y regresaban con los cuerpos llenos de cardenales. “Les dieron candela”, se lamenta Álvarez.

Es un ejemplo de la represión que sufrieron los homosexuales hace cuatro décadas. La herramienta utilizada para ello tenía nombre: Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. “No formaba parte del Código Penal, era un ley por la que con la mera sospecha de que alguien era homosexual bastaba para que fuera internado en algún centro de rehabilitación”, relata Imanol. Estos centros, de los que no había ninguno en Euskadi, eran verdaderas cárceles camufladas en las que se incluían los trabajos forzados. Era tal el colapso en estos centros que los hombres que no cabían en ellos eran derivados a cárceles como la de Basauri.

El caso de las mujeres era otro y lo recuerda Olga Alarcón, veterana activista del movimiento LGTBI que evoca que para cuando el 11 de enero de 1979 se publicó en el BOE la modificación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, “el camino de los hombres homosexuales era la cárcel y el de las mujeres homosexuales, el manicomio”, instituciones en las que acababan, en muchas ocasiones, empujadas por sus familias. “No se ha podido investigar mucho porque un gran número de esos centros se han cerrado. Es una historia que yo doy por perdida”, afirma.

Encuadra aquel momento de despenalización de la homosexualidad en sus “primeros meses de ‘armarización’”. La noticia “le sorprendió”, le provocó “sensaciones extrañas” y le hizo pensar “que las cosas podían cambiar”. Y es que la ley no fue derogada hasta 1995, aunque en 1978 se eliminara la palabra homosexualidad.

Olga Alarcón se sumó casi desde el inicio al movimiento LGTBI, en torno a 1979, poco tiempo después de que incluso en el Congreso se planteara “que lo que pasaba, socialmente era insostenible. De hecho se reflejó en que 288 diputados votaron que sí a la despenalización y hubo 6 u 8 abstenciones”. “Empezábamos a abrirnos a Europa y había que limpiarse un poco la cara”, añade Alarcón.

Fue una victoria importante para el colectivo LGBTI, pero la represión continuó, “que es de lo que la gente se olvida”, señala Imanol Álvarez. No acabó la represión porque seguían utilizando contra los homosexuales tres artículos del Código Penal: dos que hablaban del escándalo público, que fue cambiado en 1985, y otro que hablaba de corrupción de menores. “Hasta 1989, aunque la mayoría de edad eran los 18 años, en el Código Penal seguía considerándose la corrupción de menores hasta los 23 años”, detalla Álvarez.

Esa persecución hizo que gays y lesbianas mantuvieran parte de su vida en la clandestinidad. Un síntoma de ello era que entre los homosexuales se extendiesen los motes. “Se usaban porque públicamente tú no podías decir el nombre de una persona gay”, recuerda José Ignacio Sánchez, un bilbaino nacido en Cuba que acumula décadas de activismo por los derechos LGBTI. “Por ejemplo, yo tenía un amigo que trabajaba en una naviera y por eso le llamaban 'Onassis'. Como yo nací en Cuba, me llamaban 'La Coquitos', que era una vedete cubana”. A pesar de la injusticia y de la precariedad en la que tenían que desarrollar su vida social, no faltaba el humor: “A otro chico le llamábamos ‘La Salipum’, porque salías de fiesta y ¡Pum! te lo encontrabas en todos sitios. Más tarde se quedó solo con ‘La Sali’”.

Imanol Álvarez advierte de que aquellos alias eran “un 99% en femenino para hombres”. “La mitad era por cuestión folklórica, pero también había un contenido inconsciente de rebelarse contra lo que ahora se llama binarismo, para romper el concepto de género”, explica.

La hazaña de ligar
Pero, ¿cómo podían conocer y entablar relación con otros gays y lesbianas si tenían que ocultarse? Mientras que Imanol Álvarez asegura que era “una comunicación a base de miradas”, José Ignacio asegura que tenían sus propios códigos: “Si a las 12.30 de la noche no habías ligado, te dabas un paseo por la Gran Vía, pero tenías que subir por la acera de la izquierda. Si te cruzabas varias veces con una persona ya sabías lo que había”. Durante años los váteres públicos de Bilbao e incluso los de El Corte Inglés fueron puntos de encuentro para gays.

Yolanda, por su parte, asegura que las lesbianas lo tenían más complicado. “Las miradas no funcionaban con nosotras”, lamenta. Por lo que apostaron por otro tipo de señales: “Optamos por llevar el pelo corto y ropas más ambiguas. Jugábamos a la ambigüedad para poder diferenciarnos del resto”.

Activismo
EHGAM fue el pistoletazo de salida para el activismo LGBTI en Bizkaia. Imanol lo vivió en primera persona y fue, junto a Antonio Quintana, uno de sus precursores. “Él venía de estudiar en el Reino Unido y allí había visto grupos gays en la universidad”, relata el hoy presidente de EHGAM. “Yo le conocí por casualidad porque era la pareja de un alumno mío. En noviembre de 1976, en la feria del libro de Durango, me los encontré y empezamos a hablar. En menos de una hora me propuso hacer algo así en Euskal Herria. Mi contestación fue que era imposible, porque esto es muy católico y muy tradicional, pero que, si tenía ganas, por intentarlo no pasaba nada”.

Para su sorpresa fue todo sobre ruedas y a finales de enero de 1977 organizaron una asamblea pública en una sala de los Franciscanos de Iralabarri. “Convocamos a gente de nuestro entorno y nos pusimos el nombre oficial”, recuerda con nostalgia, “nos sorprendió el éxito de convocatoria, porque vinieron unas 40 personas”.

Pero tras la despenalización la situación seguía siendo dura y la de la mujeres más compleja por estar invisibilizadas. “Todo se enfocaba a los hombres. El tema del lesbianismo también se condenaba, pero las mujeres que pasaban por las cárceles fueron bastante menos y a nosotras no se nos adscribía a un centro determinado. Íbamos a cualquiera y, en general, rodeadas de prostitutas”.

“Con las lesbianas no se metían tanto porque las mujeres eran invisibles, sobre todo las homosexuales”, recuerda Yolanda Martínez, una empresaria y activista nacida en Burgos pero que lleva la mayor parte de su vida en Bilbao. “La situación de la mujer era catastrófica y se daba por hecho que no había mujeres lesbianas. Si dos vivían juntas era porque eran amigas”.

Estos días Olga Alarcón ha estado investigando el tema y ha encontrado dos fallos judiciales contra dos mujeres homosexuales. El primero data de 1951 y se sitúa en Barcelona, con una mujer a la que se aplicó la Ley de Vagos y Maleantes.

Otro caso mucho más tardío ocurrió en Granada en 1974. “Afectó a una mujer muy joven y la sentencia dice que era una rebelde contra la familia. A la novia no la encarcelaron”. Aquella mujer recuerda hoy que no vivió mucha agresividad, rodeada de otras mujeres que le decían cosas como “¿tú lesbiana? Tú lo que eres es una puta como nosotras”.

A aquella mujer “le fue bien la vida”, actualmente regenta un negocio con su compañera pero relata que “durante mucho tiempo tuvo manía persecutoria y que a día de hoy sigue teniendo costumbre de mirar hacia atrás”. Sobre los casos de lesbianas en la cárcel, afirma, hay poco investigado.

“En aquella época si ya hablar de sexualidad era una escándalo, hablar de sexualidad de mujeres que se suponía que solamente estábamos para el placer del hombre... ¿Qué hacían con nosotras que no había hombre por medio?”, reflexiona esta mujer que reconoce “que el castigo visibilizaba y era más sutil el camino de la discreción de la familia hacia el manicomio”.

“Seguimos siendo más invisibles que los hombres. No en el mismo grado que entonces pero sí”, afirma Alarcón, que tiene claro que “han hecho bien los deberes”. “Tengo muchas amigas que hemos sido visibles hace tiempo, también como activistas, pero parece que incluso en prensa es más espectacular sacar a los hombres” critica, e ilustra esta denuncia con un ejemplo: el mundo del deporte en el que “han salido más mujeres del armario que hombres y no trasciende. ¡Imagina si lo hubiera hecho el capitán de un equipo de medalla olímpica!”.

Volviendo la vista atrás hay que recordar que hubo que esperar veinte años más, hasta 1988, para que se suprimiera del Código Penal el delito de escándalo público por relaciones entre personas del mismo sexo. “Darte un beso en la calle era un escándalo. No sé si cuando Rafaella Carrá hizo la canción pensaba en nosotras, pero era un escandalazo” apunta Alarcón.

Cuenta una anécdota. En 1983 les recibió por vez primera la Alta Asistencia de Justicia y también Rafael Vera, en aquellos tiempos director general de Seguridad del Estado. Hay que recordar que, pese a la despenalización, las fichas policiales de las personas detenidas por ser homosexuales no se destruyeron. Cuando una delegación, en la que participaba Alarcón, reclamó a Vera esa eliminación respondió que la suya, “por lo visto había sido rojo antes, la tenían todavía”.

Desde 1995 esas fichas, explica, solo pueden ser consultadas por estudiosos de la materia.

“Posteriormente la represión siguió y siguió hasta 2005”, declara y hace una pausa para afirmar “que sigue hoy”. “Ahí está el acuerdo de Vox y el PP y aunque no hayan derogado la ley para proteger a la comunidad LGTBI, en materia de educación volvemos a ser ideología”. Y es que, incide, “la reivindicación siempre ha sido que no hablamos de ideología, sino de derechos humanos. Cualquier ser humano tiene derecho a ser como es”.

Jugar con el odio

Lamenta que se abran las puertas a que padres y madres se nieguen a que sus hijos “reciban información sobre diversidad de todo tipo, no solo la sexual”. “Espero que en Andalucía, como en todo el Estado, tanto el movimiento feminista como el LGTBI sigan la consigna de que nos tendrán enfrente. Lo vamos a tener que pelear”.

“Están jugando con el odio, y cuando se despierta este odio las consecuencias pueden ser terribles”, apostilla e informa que los últimos días ya se han dado agresiones en algunos municipios andaluces, ataques que “no son producto del azar”.

Aunque en el marco legal estatal considera que el colectivo LGTBI está en “plena igualdad”, cree que el problema reside en trasladar esta igualdad “a un derecho real”. La ley en defensa de este colectivo “está en el parlamento y esperamos que salga más pronto que tarde”.

Mientras, diversas comunidades autonómicas se han armado con herramientas legales propias en este sentido, como Valencia, Catalunya, Nafarroa y un largo etcétera. La de Euskadi está en marcha y, según Alarcón, “un poco verde”.

“Lo que se pretende es abarcar todas las etapas vitales de las personas LGTBI e incorporar como obligación a las administraciones lo que está en la ley y que se hagan políticas proactivas. Para ello hay que hacer un estudio sobre las necesidades reales que tenemos”.

Los ejes fundamentales son la sanidad/salud, el sistema educativo y la formación en materia jurídica y enseñanza. “Hay un tema que preocupa mucho: garantizar la seguridad de los y las jóvenes que sufren acoso en los centros escolares, que sigue siendo un número muy, muy alto”, añade esta activista de Gehitu, que asegura que siguen atendiendo numerosos casos en esta línea.

“Creíamos que no se podía dar un paso atrás y estoy convencida de que el discurso del odio no se impondrá”, analiza Alarcón. “Nos encontrarán enfrente y creo que tenemos por detrás la suficiente resistencia para no recular, pero hay que pelearlo. Es increíble que a un partido del que se ve claro que es inconstitucional no se le haya pedido la ilegalización”, más cuando propugna un discurso que aboga por dar acicate “al odio al de al lado”.

Han pasado 40 años desde la despenalización de la homosexualidad y más desde que el franquismo planteara que el trato a este colectivo era de delincuentes. “No sé si estos son los hijos de aquellos, pero es verdad que en la política de la derecha se repiten muchos apellidos del pasado. Pero no es justo criminalizar a toda la derecha, porque ha habido voces contra este pacto, como en Euskadi”, concluye Alarcón.


Y TAMBIÉN…
Este viernes se cumplen 40 años de la legalización de la homosexualidad.

Este viernes se cumplen cuarenta años de que entrase en vigor la legalización de la homosexualidad en España, cuando la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social dejó de poner el foco sobre el colectivo LGBTI.
Aner Gondra | Deia, 2019-01-07
https://www.deia.eus/actualidad/sociedad/2019/01/07/viernes-cumplen-40-anos-legalizacion-4810869.html

2019/01/07

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | 40 AÑOS DE LA LEGALIZACIÓN DE LA HOMOSEXUALIDAD

Deia / Yolanda, José Ignacio e Imanol //

Este viernes se cumplen 40 años de la legalización de la homosexualidad.

Este viernes se cumplen cuarenta años de que entrase en vigor la legalización de la homosexualidad en España, cuando la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social dejó de poner el foco sobre el colectivo LGBTI.
Aner Gondra | Deia, 2019-01-07
https://www.deia.eus/actualidad/sociedad/2019/01/07/viernes-cumplen-40-anos-legalizacion-4810869.html

Era una noche más de fiesta y trabajo en Las Cortes hasta que apareció la Policía. Era una redada con un objetivo claro. “Se llevaron a todos los travestis”, recuerda Imanol Álvarez, uno de los fundadores de EHGAM. La asociación, que ya trabajaba por los derechos del colectivo a finales de los años setenta, se dedicó a hablar con los locales en los que trabajaban las personas detenidas y con las autoridades. Pasaron los días y se hicieron manifestaciones. Una semana después los travestis aparecieron de nuevo en sus casas. Habían pasado todo ese tiempo en calabozos y regresaban con los cuerpos llenos de cardenales. “Les dieron candela”, se lamenta Álvarez.

Es un ejemplo de la represión que sufrieron los homosexuales hace cuatro décadas. La herramienta utilizada para ello tenía nombre: Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. “No formaba parte del Código Penal, era un ley por la que con la mera sospecha de que alguien era homosexual bastaba para que fuera internado en algún centro de rehabilitación”, relata Imanol. Estos centros, de los que no había ninguno en Euskadi, eran verdaderas cárceles camufladas en las que se incluían los trabajos forzados. Era tal el colapso en estos centros que los hombres que no cabían en ellos eran derivados a cárceles como la de Basauri.

“Con las lesbianas no se metían tanto porque las mujeres eran invisibles, sobre todo las lesbianas”, recuerda Yolanda Martínez, una empresaria y activista nacida en Burgos pero que lleva la mayor parte de su vida en Bilbao. “La situación de la mujer era catastrófica y se daba por hecho que no había mujeres lesbianas. Si dos vivían juntas era porque eran amigas”.

Esta ley no sería derogada hasta 1995, pero en diciembre de 1978 se eliminó de ella la palabra ‘homosexualidad’, entrando en vigor su legalización el 11 de enero de 1979. Fue una victoria importante para el colectivo LGBTI, pero la represión continuó, “que es de lo que la gente se olvida”, señala Imanol Álvarez. No acabó la represión porque seguían utilizando contra los homosexuales tres artículos del Código Penal: dos que hablaban del escándalo público, que fue cambiado en 1985; y otro que hablaba de corrupción de menores. “Hasta 1989, aunque la mayoría de edad eran los 18 años, en el Código Penal seguía considerándose la corrupción de menores hasta los 23 años”, detalla Álvarez.

Códigos secretos y alias
Esa persecución hizo que gays y lesbianas mantuvieran parte de su vida en la clandestinidad. Un síntoma de ello era que entre los homosexuales se extendiesen los motes. “Se usaban porque públicamente tú no podías decir el nombre de una persona gay”, recuerda José Ignacio Sánchez, un bilbaino nacido en Cuba que acumula décadas de activismo por los derechos LGBTI. “Por ejemplo, yo tenía un amigo que trabajaba en una naviera y por eso le llamaban ‘Onasis’. Como yo nací en Cuba, me llamaban ‘La Coquitos’, que era una vedette cubana”. A pesar de la injusticia y de la precariedad en la que tenían que desarrollar su vida social, no faltaba el humor: “A otro chico le llamábamos ‘La Salipum’, porque salías de fiesta y ¡PUM! te lo encontrabas en todos sitios. Más tarde se quedó solo con ‘La Sali’”.

Imanol Álvarez advierte de que aquellos alias eran “un 99% en femenino para hombres”. “La mitad era por cuestión folklórica, pero también había un contenido inconsciente de rebelarse contra lo que ahora se llama binarismo, para romper el concepto de género”, explica.

¿Pero cómo podían conocer y entablar relación con otros gays y lesbianas si tenían que ocultarse? Mientras que Imanol Álvarez asegura que era “una comunicación a base de miradas”, José Ignacio asegura que tenían sus propios códigos: “Si a las 12.30 de la noche no habías ligado, te dabas un paseo por la Gran Vía, pero tenías que subir por la acera de la izquierda. Si te cruzabas varias veces con una persona ya sabías lo que había”. Durante años los váteres públicos de Bilbao e incluso los de El Corte Inglés fueron puntos de encuentro para gays.

Yolanda, por su parte, asegura que las lesbianas lo tenían más complicado. “Las miradas no funcionaban con nosotras”, lamenta. Por lo que apostaron por otro tipo de señales: “Optamos por llevar el pelo corto y ropas más ambiguas. Jugábamos a la ambigüedad para poder diferenciarnos del resto”.

Activismo
EHGAM fue el pistoletazo de salida para el activismo LGBTI en Bizkaia. Imanol lo vivió en primera persona y fue, junto a Antonio Quintana, uno de sus precursores. “Él venía de estudiar en el Reino Unido y allí había visto grupos gays en la universidad”, relata el hoy presidente de EHGAM. “Yo le conocí por casualidad porque era la pareja de un alumno mío. En noviembre de 1976, en la feria del libro de Durango, me los encontré y empezamos a hablar. En menos de una hora me propuso hacer algo así en Euskal Herria. Mi contestación fue que era imposible, porque esto es muy católico y muy tradicional, pero que, si tenía ganas, por intentarlo no pasaba nada”.

Para su sorpresa fue todo sobre ruedas y a finales de enero de 1977 organizaron una asamblea pública en una sala de los Franciscanos de Iralabarri. “Convocamos gente de nuestro entorno y nos pusimos el nombre oficial”, recuerda con nostalgia, “nos sorprendió el éxito de convocatoria, porque vinieron unas cuarenta personas”.

A pesar de que todavía estaba vigente la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social ellos no sintieron miedo. “Era el momento de dar pasos hacia delante”, confirma Yolanda Martínez. En los siguientes meses una serie de acontecimientos sirvieron para azuzar la lucha activista en Euskadi. En noviembre de 1977 una prostituta falleció quemada en su cama de la cárcel de Basauri. “Nadie sabe lo que pasó, pero estaba encerrada y nadie abrió la puerta de la celda”, lamenta Imanol Álvarez, “estaba ahí porque le habían aplicado la misma ley que nos oprimía a nosotros”. EHGAM ya había tenido contacto con movimientos feministas, antimilitaristas y con un comité de prostitutas, por lo que lanzaron juntos una ‘coordinadora de marginados’. “Hicimos varias movilizaciones”, relata Imanol, “la más grande fue el 25 de noviembre de 1977, una manifestación de unas 4.000 personas. Desfilamos por Las Cortes, San Francisco, la Ribera y el Casco Viejo”. Pero en cuanto la comitiva se dispuso a cruzar el puente de El Arenal aparecieron ‘los grises’. “Nos pararon y nos pegaron”. Para mucha gente esa manifestación fue todo un hito: “Hay quien lo considera el primer día del orgullo gay de Bilbao, un 25 de noviembre”. En Gipuzkoa, sin embargo, la gota que colmó el vaso fue en 1979, cuando un policía mató a un travesti en Renteria: “Se armó la marimorena, huelga general en el pueblo, asambleas y manifestaciones”.

El 11 de enero de 1979, sobre el papel, desapareció una amenaza para el colectivo LGBTI, pero los cambios en el día a día tardaron en llegar. “Quitas la palabra homosexual de la ley, pero sigue la represión. Y tú estabas luchando contra las represiones”, sentencia José Ignacio Sánchez. Tras décadas luchando contra la injusticia, lamenta que las nuevas generaciones no sean conscientes de lo que sufrieron: “Nos tocó luchar contra una represión por nuestra orientación sexual y contra un dictador. Esta gente ha vivido en libertad y sus prioridades son diferentes”. Su amigo Imanol advierte de que no hay que relajarse: “Tenemos que volver a tomar conciencia de que todos y todas debemos trabajar juntos si queremos conseguir algo. No debe haber compartimentos estancos. La lucha es de todos. Es luchar por la libertad y la libertad nos afecta a todos”. 
 

Y TAMBIÉN…
Plantando cara 40 años después.

Hoy se cumplen 40 años desde que se publicase en el BOE la modificación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social que supuso la despenalización de la homosexualidad. Quienes vivieron el momento lo recuerdan.
Arantxa Lopetegi y Aner Gondra | Noticias de Gipuzkoa, 2019-01-11
https://www.noticiasdegipuzkoa.eus/sociedad/2019/01/11/plantando-cara-40-anos-despues-3873635.html  

2019/01/01

DOCUMENTACIÓN | CINE | 'QUERELLE' DE FASSBINDER, ESCÁNDALO PARA LAS AUTORIDADES EN EL ESTRENO DEL FESTIVAL DE DONOSTIA

El año en que Fernando Trueba arrojó un cubo de agua a Diego Galán.
El director de cine se vengó así en el Festival de San Sebastián de 1982 de una mala crítica escrita por el periodista, que años después acabaría dirigiendo el certamen.
Boquerini | El Correo, 2019-01-01
https://www.elcorreo.com/butaca/cine/fernando-trueba-arrojo-20190101191401-ntrc.html

En los festivales de cine suceden muchas cosas, y el de San Sebastián de 1982 será recordado por 'el cubo de agua'. «Fernando Trueba agrede al crítico de 'El País'», tituló el diario el 22 de septiembre de aquel año.

Veamos los antecedentes: Fernando Trueba, antes de consagrarse como director con 'Ópera prima', ejerció como crítico de cine. Fundó la revista 'Casablanca' y fue el primer crítico de 'El País', trabajo que pasó a Diego Galán, que venía de ejercer la crítica en la revista 'Triunfo'.

Fernando Trueba triunfa con 'Ópera prima', su debut como director de largometrajes, todo un éxito de taquilla, acogída con simpatía por la crítica y que estuvo muchos meses en cartel. A partir de ella se empezó a hablar de 'la nueva comedia madrileña'. El cineasta quiso romper radicalmente con su debut y para su segundo largo se decantó por un documental sobre su amigo el cantante, filósofo y escritor Chicho Sánchez Ferlosio. Su título 'Mientras el cuerpo aguante'. La película la producía el propio Trueba a través de la productora que había creado a raíz del éxito de su anterior obra, Ópera Films, y tenía a su amigo y protagonista de 'Ópera prima', Oscar Ladoire, como productor ejecutivo. Se estrenó en los primeros meses de 1982.

La trayectoria de 'Mientras el cuerpo aguante' por la cartelera fue, contra lo que el propio Fernando Trueba esperaba, muy discreta. Salvo los 'progres' de la época, nadie sabía quién era Chicho Sánchez Ferlosio. Diego Galán no le hizo una mala crítica, solo dijo que consideraba la película más apta para la televisión que para la pantalla grande, lo que para su director contribuyó a que los espectadores no fuesen a verla en masa, como esperaba.

Aquel septiembre de 1982 el Festival de San Sebastián cumplía 30 años. Acababa de perder su categoría A, y el gran premio lo otorgaba la crítica especializada. El certamen lo inauguró 'Querelle' de Rainer Werner Fassbinder, fallecido poco antes, para escándalo de autoridades y aburrimiento de espectadores. El certamen lo dirigía Luis Gasca, y para celebrar el aniversario se preparó una tarta gigante de cuyo interior salió la niña Chispita, que acababa de estrenar 'Chispita y sus gorilas'. El gran premio del Festival lo ganaría Manuel Gutiérrez Aragón con 'Demonios en el jardín'. Por la sección oficial pasaron también Bertand Tavernier, José Luis Cuerda con su 'Pares y nones', Fernando Ayala, Werner Herzog con 'Fitzcarraldo'...

En la sección 'Nuevos realizadores', en cuyo jurado estaba Mario Vargas Llosa, se presentaba 'Laberinto de pasiones', de Pedro Almodóvar, y por otras secciones pasaron Costa Gavras y su 'Desaparecido' que asiste a la proyección. El chileno Miguel Littin recibe un homenaje, y entre las estrellas que desfilaron por la alfombra roja del certamen están Joan Fontaine (que recibió el fugaz premio 'Roberta di Camerino' a la elegancia), Van Johnson, Franco Nero, Annie Girardot, Laura Betti, Xavier Cugat... y lo más florido del cine español de la época.

En la mañana de aquel 22 de septiembre Diego Galán (aun faltarían algunos años para que se convirtiese en director del certamen), salía del Teatro Victoria Eugenia tras asistir a una de las matinales proyecciones para la prensa, sin suponer que estaba a punto de recibir un cubo de agua fría. Fernando Trueba, disgustado por lo que Diego había dicho sobre 'Mientras el cuerpo aguante', le esperaba en la adyacente plaza de Okendo con un cubo lleno de agua y con un fotógrafo para que inmortalizase su reacción. Dicho y hecho, cuando menos lo esperaba Diego Galán recibió sobre su cuerpo el cubo de agua fría. Pero contra lo que Trueba esperaba, Diego Galán apenas se inmutó con lo que no hubo foto posible. «¿Qué pasa, no reaccionas?», le espetó Fernando Trueba. Pero el cuerpo de Diego Galán aguantó perfectamente el remojón.

El propio periodista reconoció tiempo después que aquello fue lo más comentado del 30 Festival de San Sebastián: «Uno de los regocijos de esta edición consistió en el berrinche de un director español, que vació un cubo de agua sobre el espíritu crítico de un pobre periodista...», escribió años después en su libro '50 años de rodaje', en el que recogía la historia de los primeros 50 años del Festival de San Sebastián.

Con el tiempo, Fernando Trueba y Diego Galán se han hecho amigos; «Después he hablado varias veces con Trueba, sobre todo porque averiguamos que muchos de los que se habían solidarizado con uno también lo hicieron con el otro y ese descubrimiento nos llenó de estupor», comentó Diego. Está claro que el agua no llegó al río.

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // Este trabajo, no podría ser de otra manera, está dedicado e...