1984/06/25

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | MURIÓ MICHEL FOUCAULT, UNO DE LOS PRINCIPALES PROTAGONISTAS DE LA CORRIENTE ESTRUCTURALISTA DEL PENSAMIENTO FRANCÉS

Murió Michel Foucault, uno de los principales protagonistas de la corriente estructuralista del pensamiento francés.
El País, 1984-06-25

https://elpais.com/diario/1984/06/26/cultura/457048801_850215.html 

El filósofo e historiador francés Michel Foucault, uno de los principales de la corriente estructuralista del pensamiento francés, murió ayer lunes, a los 57 años de edad, en él hospital la Pitie-Salpetriere de París, según informó la agencia France Presse. Michel Foucault fue internado en dicho centro en los primeros días de junio, pero la noticia de su internamiento no trascendió hasta el pasado día 21. Al parecer, el filósofo padecía una grave enfermedad del sistema nervioso, sin que se hayan facilitado detalles sobre su naturaleza. Hasta el momento no ha sido posible determinar las causas concretas del fallecimiento.

El profesor, escritor y filósofo francés Michel Foucault fue internado en los servicios de reanimación de la citada clínica, especializada en enfermedades del sistema nervioso, en estado muy grave, pero no se hizo ninguna precisión sobre la naturaleza de la enfermedad que le aquejaba, ni de las posteriores causas de la muerte del escritor.

El pasado día 22, el doctor Sáuron, jefe de los servicios de cuidados intensivos del hospital de la Pitie-Salpetriere, comunicó a los medios de información que los resultados de los primeros exámenes a que el paciente fue sometido tras su internamiento eran en principio satisfactorios. Añadió el doctor Sauron que estaban previstos nuevos controles médicos sobre su estado en días posteriores. No obstante, no hubo nuevos comunicados clínicos sobre la salud del filósofo, hasta que ayer se dio a conocer la noticia de su muerte.

Obra monumental
La enfermedad ha interrumpido brutalmente la edificación y consumación de una obra ya monumental pero que, dada la edad del escritor y sus vastos planes de trabajo, puede considerarse dramáticamente amputada, al quedar algunos de sus estudios, desarrollos y futuras conclusiones finalmente inacabados por la prematura muerte del pensador.

En 1981, en una encuesta efectuada por la revista literaria parisiense ‘Lire’, Michel Foucault fue considerado por los escritores, periodistas, políticos, artistas y especialistas consultados, junto al etnólogo Claude Levy-Strauss y al ensayista político Raymond Aron, como uno de los tres intelectuales franceses contemporáneos más influyentes en la vida francesa.

Este referéndum, que fue convocado para conmemorar el primer aniversario de la muerte de Jean Paul Sartre, fue planteado a seiscientas personalidades de la vida pública e intelectual francesa. Respondieron a la pregunta 448 personalidades, entre las que estaba el presidente de la República Francesa François Mitterrand. Levy-Strauss obtuvo en este referéndum un, total de 101 votos; Raymond Aron 84 y Michel Foucault 83, situándose muy por encima del cuarto intelectual elegido, el filósofo y psicólogo Jacques Lacan, que obtuvo 51 votos.

La influencia de Foucault en los medios culturales, universitarios y políticos franceses era muy grande, sobre todo a partir del giro de mentalidad que se produjo en Francia como consecuencia de los acontecimientos políticos de mayo de 1968. A partir de entonces, el prestigio y la audiencia del pensamiento de Foucault creció incesantemente, hasta convertirse en un revulsivo permanente de la vida intelectual francesa.

Filósofo y político
Michel Foucault nació en el centro de Francia, en Poitiers, el 15 de octubre de 1926. Hizo estudios de psicología antes de convertirse en profesor de filosofía en la Universidad de Clermont-Ferrand. En 1968 Foucault fue trasladado a los alrededores de Paris, concretamente a la universidad de Vincennes, donde permaneció durante dos cursos, antes de ingresar como catedrático en el College de France, centro universitario considerado de élite intelectual, donde el filósofo fallecido ocupó la cátedra de Historia de los Sistemas del Pensamiento.

Era el de Foucault un pensamiento que no tenía fronteras, y que buscó la universalidad a través del abordaje de todo tipo de materias y disciplinas. El centro de su inquietud fue humanista, de tal manera que es el hombre, en todas sus dimensiones, eje absoluto de su filosofía. Junto al análisis, Foucault impregnó a su obra de acción civil, de tal manera que, en él, echar luz en los abismos del comportamiento humano era inseparable de su defensa cotidiana del hombre, y en concreto del hombre oprimido y sojuzgado, en una singular coincidencia entre pensamiento especulativo y ética.

De ahí que, junto al filósofo Foucault, estuvo siempre el militante de los derechos del ser humano y que, a la altura de sus obras teóricas, estén sus obras polémicas, que hicieron de él una figura pública de gran repercusión y peso en la vida política francesa.

Y TAMBIÉN...
La destrucción del sujeto.
Francesc Arroyo | El País, 1984-06-25 

https://elpais.com/diario/1984/06/26/cultura/457048802_850215.html

1984/06/22

DOCUMENTACIÓN | 28J | EMPAR PINEDA: LA DICTADURA DEL HETEROSEXISMO

La dictadura del heterosexismo.
Empar Pineda | El País, 1984-06-22

https://elpais.com/diario/1984/06/23/opinion/456789610_850215.html

Todavía hoy en numerosos ambientes causa escándalo, o como mínimo estupor, oír que una mujer dice que es lesbiana. A mí estas reacciones me resultan, cuando menos, curiosas, ya que amar a otra mujer, sentirse atraída por mujeres, es algo que nosotras, las feministas lesbianas, vivimos con la mayor naturalidad, como algo cotidiano, como un sentimiento que no necesita de sesudos argumentos que lo justifiquen. Una afirmación como ésta puede resultar chocante. Hoy día, sobre lesbianismo -o sobre homosexualidad en su caso-, se manifiestan muchas opiniones del más variado tipo, pero rara, rarísima vez, en ellas se plantean las relaciones amorosas entre personas del mismo sexo como algo tan satisfactorio, tan legítimo, tan natural, como las relaciones entre personas de distinto sexo.

Habrá quien dirá que exagero, que en la actualidad son ya muchas las personas que así lo plantean. Permítaseme, cuando menos, dudarlo. Porque ¿a qué viene, entonces, el casi, casi inevitable: "¿Ustedes, por qué son lesbianas?", de los coloquios y debates cuando de lesbianismo se está tratando? Cuando poca, poquísima, gente se ha preguntado: "¿Y yo, por qué soy heterosexual?, ¿por qué no soy capaz, por qué rechazo la posibilidad de sentir atracción hacia personas de mi sexo?". No nos engañemos: hoy día sigue siendo necesario responder con 1.000 razones sesudas, pensadas, argumentadas, para demostrar la evidencia: que sentir atracción hacia personas del mismo sexo, que amar a las mujeres -en nuestro caso- es algo bueno, legítimo, satisfactorio. ¡Que está muy bien, vamos! ¿A qué viene el escándalo o el estupor ante mujeres u hombres que siempre, o en determinados momentos de sus vidas, se sienten eróticamente atraídas y atraídos por otras mujeres u otros hombres respectivamente? Sencillamente, a que no se nos considera, a las personas, como ‘seres sexuales’, sino como ‘seres heterosexuales’. O, dicho de otra manera, a que es la sociedad, y solamente ella, quien nos obliga a ser exclusivamente heterosexuales. Y, en lo que tiene de particular la consideración social del lesbianismo, es innegable el peso del pensamiento profundamente machista que podría resumirse así: es imposible que existan relación y goce sexuales entre mujeres sin la presencia masculina. Lo que, en el fondo, tiene todo que ver con la no consideración de las mujeres como sujetos -que no objetos- sexuales, tan querida del patriarcado.

De lo anterior fácilmente puede deducirse que para las feministas (tanto para las que mantienen preferente o exclusivamente relaciones heterosexuales como para las que mantenemos preferente o exclusivamente relaciones lesbianas), para nosotras, las personas, las mujeres y los hombres, somos seres sexuales.

Años ha que visiones desprejuiciadas, libres de anteojeras sexistas, describen el impulso o pulsión sexual de los seres humanos como algo enormemente flexible, de una plasticidad tal que las respuestas eróticas de las personas son de una gran variedad: un hombre, una mujer, pueden erotizarse en situaciones bien distintas y ante personas u objetos bien diferentes. Tal es la variedad, que resultaría inútil intentar definir con precisión los elementos que determinarían las preferencias sexuales de hombres y mujeres. Inútil, igualmente, intentar extraer generalizaciones. El impulso sexual en las personas estaría, pues, caracterizado porque su objeto de deseo no está predeterminado y las preferencias sexuales de cada cual es algo que tiene que ver con su historia individual. Historia individual inmersa -obvio resulta señalarlo- en una historia colectiva, en una sociedad muy concreta.

Y la nuestra es una de esas sociedades en las que, con mayor o menor elegancia, con mayor o menor brutalidad, el lesbianismo y la homosexualidad están condenados. Sociedades en las que, de un modo o de otro, se nos obliga a orientar nuestro deseo sexual hacia personas de distinto sexo. Y es que el lesbianismo y la homosexualidad no encajan ni bien ni mal en las normas de estas sociedades.

Una de estas normas es la ‘norma heterosexual’. Nos llevaría demasiado espacio rastrear en la historia hasta encontrar las causas que explican por qué la heterosexualidad ha llegado a ser ‘norma de obligado cumplimiento’. Simplificando un poco, en cualquier caso, no resulta aventurado afirmar que en la base de la imposición de la conducta heterosexual se halla una hipócrita (¿cómo puede seguirse defendiendo en la actualidad?) equiparación entre sexualidad y procreación y también -al menos en el ámbito de la tradición judeocristiana- un rechazo, un miedo al placer sexual y una especie de necesidad compulsiva de justificar este placer, tan poco ‘espiritual’, con la existencia de algún fin más sublime, como el que parece atribuirse al hecho de ‘traer hijos al mundo’.

Así, pues, nos educan en la norma heterosexual desde que nacemos: "A las mujeres sólo les pueden gustar los hombres, y a éstos, sólo las mujeres". De una u otra manera, nos inculcan la idea de que la sexualidad son las relaciones sexuales entre mujeres y hombres, más legitimadas si pasan por un juzgado o por un altar, y mejores aún si de ellas hay una descendencia.

Es tan fuerte la presión de estas ideas, cuenta la sociedad con tantos medios y tantas instituciones para mantenerlas -la familia patriarcal está en la base-, que la inmensa mayoría de la gente acaba, consciente o inconscientemente, creyéndose la gran falacia de que somos seres heterosexuales, de que solamente sentimos atracción sexual, deseo erótico, hacia las personas del otro sexo. La norma heterosexual, el deseo heterosexual convertido en norma, es tan aceptada socialmente, que mucha gente llega incluso a negar la evidencia cuando siente atracción sexual hacia alguien de su mismo sexo. ¿Cuántas mujeres, cuántos hombres no han sublimado, alguna o muchas veces en su vida, los sentimientos que les despertaban amigas o amigos, respectivamente? Sentimientos turbadores, inconfesables, que había que reprimir, desvirtuar, sublimar, negar en suma, porque aceptarlos en su verdadero sentido no encajaba en las normas de conducta sexual socialmente sancionadas. La fobia hacia la conducta homosexual o lesbiana es algo tan personalmente interiorizado en sociedades ‘homofóbicas’ como la nuestra que, en muchos, muchísimos casos individuales, aquélla ha podido más que el deseo o sentimiento propios.

Hasta tal punto se ha equiparado sexualidad con heterosexualidad, que la mayoría de la gente que mantiene relaciones sexuales con personas de distinto sexo considera que esto es lo normal, lo legítimo, lo natural. Y no reparan en la idea de que, de hecho, ‘la heterosexualidad’ se ha convertido en ‘norma de obligado cumplimiento’. Cuando todo en esta sociedad empuja en esa dirección, creo que, honestamente, resulta difícil defender la idea de que se elige libremente la heterosexualidad. Cuando la opción lesbiana o la homosexual no aparecen en nuestras vidas, cotidianamente, como opciones sexuales legítimas, tan satisfactorias y normales como la opción heterosexual; cuando en cuentos infantiles, novelas, teatro, poesía, o desde la radio, prensa, cine o televisión, es la pareja heterosexual el modelo que se brinda por doquier; cuando desde la infancia a las niñas se les van adjudicando novios y a los niños novias; cuando en ambientes progresistas se siente mucha incomodidad al tener que defender a lesbianas y homosexuales porque se tiene miedo a que te vayan a confundir si los defiendes; cuando se exige que lesbianas y homosexuales nos comportemos con seriedad en la calle y reprimamos nuestros sentimientos amorosos; cuando, con el Código de Justicia (¿?) Militar en la mano, se sigue condenando a soldados y marineros por su conducta homosexual... Cuando todo esto y mucho más ocurre en relación a opciones sexuales que no sean la heterosexual, ¿quién puede atreverse a decir, honestamente, que la heterosexualidad no se ha convertido en ‘una obligación’ en esta sociedad?

Así -no pudo ser de otro modo-, junto a la norma heterosexual, mal conviviendo con lo que se considera ‘normal’, las demás opciones sexuales se desarrollan contra viento y marea, brutalmente reprimidas a veces, de mala gana toleradas otras. "Enfermedad, degeneración, vicio, error de la naturaleza, inmadurez sexual..." Con éstos y otros epítetos se ha nombrado -y descalificado- y se sigue nombrando a la opción homosexual y lesbiana.

Espero que nadie se escandalice si digo que una sociedad heterosexista que disimula mal su homofobia cuando no hace ostentación de ella es una sociedad enferma. Una sociedad que no sólo hace desgraciadas y desgraciados a lesbianas y homosexuales, sino que impide, mediatiza el libre desarrollo de la vida sexual de sus gentes normales al limitar y constreñir a la heterosexualidad las diferentes opciones sexuales en las que puede expresarse el impulso, el deseo sexual de mujeres y hombres. Heterosexualidad en la que se manifiesta, como en los demás ámbitos de la vida, el predominio, la prepotencia de los hombres sobre las mujeres.

El tan traído y llevado ‘1984’ ha sido el año elegido por la Asociación Internacional de Lesbianas y Homosexuales como un ‘año de acción’ en todo el mundo. Para septiembre, se prepara la celebración de una conferencia internacional y una marcha en la ciudad de Nueva York. De este modo, este año, la conmemoración anual el 24 de junio del Día Internacional por la Liberación de Lesbianas y Homosexuales adquiere unas características particulares. A los cuatro vientos queremos difundir ideas tan elementales como que todo el mundo tiene derecho al placer, al disfrute, al gozo, a la alegría, a la comunicación, que se logran en el desarrollo de una sexualidad no opresora, gratificante. Y que nadie tiene derecho a convertir en norma de obligado cumplimiento ninguna de las posibles formas de desarrollar nuestra sexualidad, ninguna de las opciones sexuales posibles.

Si defendemos estas ideas de libertad sexual, de no imposición, de negarnos a la normalización de nuestras vidas, lo hacemos con el convencimiento de que vale la pena atreverse a vivir la sexualidad desafiando todo tipo de limitaciones, vengan éstas de donde vengan, ya que nadie tiene derecho a inmiscuirse en nuestra vida sexual. Y, por el contrario, toda persona, sea cual sea su opción sexual, tiene el legítimo derecho a disfrutar de una vida sexual satisfactoria y placentera.

Empar Pineda es miembro del Colectivo de Feministas Lesbianas de Madrid.

1984/06/19

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | LEOPOLDO MARÍA PANERO: ACERCA DE LA LITERATURA

Acerca de la literatura.
Leopoldo Maria Panero | El País, 1984-06-19

https://elpais.com/diario/1984/06/20/cultura/456530403_850215.html 

El autor hace una reflexión sobre la mala conciencia de quien se sabe mal escritor. Y arremete contra el concepto del posmodernismo y los que se sienten ridículamente seguros por haber conseguido entrar en el "parnasillo literario circense" español y no saben nada de la muerte.

Cabe aplicar a la literatura la crítica sartreana del psicoanálisis: no se trata de represión o de corte epistemológico, sino de mala fe. El mal escritor sabe, de alguna manera, que lo es, y tiene por ello una indudable mala conciencia. Perseguido por su sombra, ve como una amenaza para él un tipo de autores que, como Poe, sabían demasiado bien lo que era escribir. Dicen que Poe, en una sola noche, hizo 40 críticas de las obras de todos sus contemporáneos: a ellos se los llevó el viento, y no queda más que un nombre, el de Poe. A los de aquí se los llevará, sin duda, también el viento, como al sombrero de Escarlata O'Hara, pero mientras tanto, ellos permanecen como algo incómodo. Se sienten ridículamente seguros por haber conseguido entrar, a base de adulaciones, en el "parnasillo literario circense" español, y no saben nada de la muerte. Sin embargo, parece como si los que hoy me atacan pertenecieran al dominio más ‘hard-boiled’ de la literatura española: Eduardo Haro Ibars y Alberto Cardín. No sé si son, como se dice, ‘posmodernos’. Lo que sé de los posmodernos me dice bien poco en favor de esta palabra. Esto es, su calidad. Lo que sé de los modernos me dice exactamente lo mismo. La única modernidad que nunca pasará de moda es la del suicidio -no por nada Jacques Rigaut decía que le consolaba "lo infinitamente moderno que él era" (*)- o la locura. Mi caligrafía tiembla al escribir esto: es, sin duda, ‘posmoderna’. Mi conciencia parece un dragón. Creo que, en definitiva, lo que cuenta es saber hacer bien lo que se pretende hacer, sean cualesquiera su estructura o sus pretextos ideológicos. Y eso no se aprende en escuela alguna. Eliot era católico. Pound, fascista. La enorme tragedia del sueño sobre las espaldas del campesino. Que los gusanos devoren al novillo muerto.

Frente a mí, un niño autista ríe al oír los ruidos de la cocina. Su sordidez secreta. Un hombre ya maduro, instalado en una silla de ruedas, golpea sin cesar su cabeza con la mano. Otro lleva la cruz de hierro sobre el pijama. Todos se ríen de nosotros. En las paredes hay nombres de dioses muertos: Varem, Icso, Yahvé, seguidos de una cruz a manera de breve y modesto epitafio. Mañana morirá otro loco. Las paredes absorberán el hedor de la tinta.

Después de Lacan, ¿qué? ¿La ‘tasa social sobre el fracaso’? ¿El triunfo de Eduardo Haro Ibars, contento como un niño con zapatos nuevos por haber entrado en el "parnasillo literario circense"? O el de Alberto Cardín, que, si no he leído mal su vasta obra dedicada a la erradicación de la tierra de Fernando Savater, tiene como singular paraíso artificial el comer muchas pastas?

Sin duda, como decía Edwin Lemert en ‘La maggioranza deviante’, el paranoico tiene realmente perseguidores. En la televisión, un niño gordezuelo, parecido al que imagino en mi guión sobre 'La extraña historia del doctor Jekyll y Mr. Hyde’, canta ‘El de la mochila azul’,

"El de la mochila azuuul / me dejó gran inquietud".

Sentado en el suelo, con la cabeza entre las manos, cedo al acoso del recuerdo. Luego me levanto, aderezo los órganos del muñeco, me dirijo finalmente al estanque de los patos, los contemplo chillar y pelearse entre sí. En cambio, ellos no me miran. Vuelta al pabellón: otro loco mastica su bata. Se les dice, injustamente, ‘enfermos’. No, la locura no es una enfermedad. Son víctimas del mayor de los aplastamientos sociales. No son locos, sino enloquecidos. La locura es una reacción ‘normal’ ante determinadas situaciones de ‘jaque mate’ social o microsocial. Cualquier individuo reaccionaría de la misma manera ante parecidos estímulos. Y esto no es Lacan, sino Giovanni Jervis. Pienso en irme con él a Italia e intentar trabajar en este campo tan cercano a la poesía. Es una idea. Tengo conceptos muy claros acerca de la locura. Entiendo a todos los ‘enfermos’ de por aquí, incluso a los más graves.

Todo hombre es en sí un continente, no una isla. El deseo del hombre es deseo del otro. Por ello cuando alguien cae caemos todos con él. Por ello ninguna tragedia es concebible en solitario, llovida del cielo. Es más, la soledad es imposible: está poblada de fantasmas.

Y viceversa, de mi tragedia, tu oscuridad emana. No eres un hombre, estás marcado por la oscuridad. Por no haberte arriesgado a perder el sentido, he aquí que careces de él. Lo dijo Derrida: "Todo poema corre el riesgo de carecer de sentido, y no sería nada sin ese riesgo". La literatura no es nada si no es ‘peligrosa’. Lo mismo que se arriesga el psicoanalista a depositar como un óbolo su razón en lo inconsciente, la literatura, que es la misma búsqueda, no debe protegerse.

Si hay fallos en mi obra -particularmente lo reconozco a propósito de ‘El que no ve’-, tengo, sin embargo, la satisfacción de haber siempre considerado la literatura como un en-sí indiferente a su inscripcion social -"el vicio radical estriba en la transmisión del discurso"-; es decir, en definitiva, como algo serio. Si los demás ‘no se comen el tarro’, es problema suyo. Que no entren en el bosque de la noche. Desde el principio supe que no había salida. Que no usen mi torpe biografía para juzgarme. La literatura no es un modo de vida. "La no-vida es un estado de disolución / del yo en vida, causa de la escritura y a la vez su resultado", decía ya en ‘Teoría’. Por lo demás, me agrada el que tanto vitalmente como por escrito haya cumplido la profecía. ‘Si yo no fuera yo, tampoco Dios habría sido’.

* Jacques Rigaut, Écrits. Gallimard Editions.

Leopoldo María Panero, escritor, es autor del libro de cuentos ‘En el lugar del padre’.

1984/06/10

DOCUMENTACIÓN | MORALIDAD | RÉPLICA DE MARTÍN VIGIL A UMBRAL

Réplica de Martín Vigil a Umbral
José Luis Martín Vigil · Cartas al Director | El País, 1984-06-10

https://elpais.com/diario/1984/06/10/opinion/455666411_850215.html

En su ‘Elipse’ dominguera del pasado día 3, Francisco Umbral, dando por buenas unas pretendidas declaraciones que jamás hice en esos términos, me atribuye un acto "guzmaniano-heroico" del que rechazo ser sujeto. Me proclama también "ácrata", y, la verdad, no es para tanto. Me tilda, asimismo, de "lumpen moral/amoral", lo que, aun siendo hermoso a su juicio, no me cuadra. Y, finalmente, considera "admirable la trayectoria personal de Martín Vigil", idea que, con modestia, no comparto. Obvio es decir que estoy del mismo modo en absoluto desacuerdo con el resto de sus desahogadas afirmaciones, que, en opinión de expertos, encontrarán su mejor destino en el juzgado, salvo una, quizá: no es imposible que Corín Tellado tenga sobre mí "gloria y ventaja literaria" -cada uno piensa como quiere-; me lleva, sin duda, de adelanto la amistad con que la distingue Paco Umbral. Más difícil se hace, a estas alturas, verle a él dispensando patentes de moralidad/amoralidad o, lo que es más gracioso, tutelando, en función depuradora, "las almas blanco/almidón" de los hijos de derechas, que en mi sentir, por contra, bien pueden leer a Umbral, incluso con provecho, siempre que lo encuentren de interés. Dirán gentes, sin embargo, ¿comienza, acaso, la caza de brujas a cargo de Umbral/Mac Carthy? Tranquilas, madres -en especial si sois marquesas-, pero, ¡temblad, malditos! Y en cuanto a nosotros, Paco, dondequiera que nos encontremos, la misma sonrisa de costumbre. Alguien, aunque no Ortega, dijo una vez que lo cortés no quita lo valiente. Punto final. No volveré sobre este tema.

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // Este trabajo, no podría ser de otra manera, está dedicado e...