2017/04/25

DOCUMENTACIÓN | OFENSIVAS | PÍO MOA: CELA, HOMOSEXISMO, GARCÍA LORCA

Cela, homosexismo, García Lorca.
Pío Moa, 2017-04-25

https://www.piomoa.es/?p=5533

Unos días en Moscú: la ciudad más impresionante que conozco, algo inesperado. Pero, en fin, para antes de dormirme releí a trozos ‘Cela, el hombre que quiso ganar’, de Ian Gibson. Gibson es bastante agudo cuando trata a Cela, aunque cuando le toca hablar del franquismo o de temas progres, no pasa de soltar necios tópicos de propaganda. Qué se le va a hacer, el antifranquismo es así: ‘Para los socialistas, Cela no era un demócrata genuino sino, más bien, un señor que nadaba con la corriente del momento, que nunca había arriesgado nada y que, en primerísimo lugar, pensaba en sí mismo y en su carrera.’ Y concluye Gibson, virtuosamente: “a mi juicio, con ello no andaban muy desencaminados”. Resulta chusco, por no decir algo realmente fuerte, poner como referentes o jueces morales, en política, literatura o cualquier cosa, a los políticos más corruptos del siglo XX y lo que va del XXI, los mayores ladrones (¿por qué no se habla mucho más del ‘Vita’?), organizadores de guerra civil, con un largo historial de terrorismo, de chekas, de colaboración con la ETA y los separatismos... y de oposición al franquismo casi nula, con tantos de ellos habiendo prosperado como funcionarios de aquella ‘horripilante tiranía’... ¡Demócratas genuinos!

Pero voy a otra cosa. En junio de 1998, Cela declaró: ‘Ojalá dentro de cien años los homenajes a Lorca sean más sólidos, menos anecdóticos y sin el apoyo de los colectivos gays. No estoy ni a favor ni en contra de los homosexuales, simplemente me limito a no tomar por el culo.’ Salta a la vista lo que decía, aunque las ceremonias de la confusión corrientes obliguen a aclararlo: Cela criticaba el turbio folklore político-cultureta en torno a García Lorca, así como el intento de los homosexistas de hacer de Lorca un icono gay, y al mismo tiempo expresaba una indiferencia despectiva hacia esos colectivos. Algo que debiera ser perfectamente normal en un país democrático, con libertad de expresión y de conciencia.

Pero en España, como en la UE, eso no se entiende así. Naturalmente las camarillas homosexistas y quienes se sintieran menospreciados por Cela tienen su derecho a replicarle; pero el carácter de sus réplicas es peculiar, buscan imponer por ley sus ideas y aplastar la expresión de discrepantes como Cela. Vivimos bajo un nuevo despotismo totalitario, cada vez más fuerte, y convendría que nos percatásemos a tiempo.

Así, el socialista (claro) Almunia, declaró que Cela no estaba a “la altura de los tiempos”. Los tiempos del neodespotismo “de género”, naturalmente. La ignorante –también socialista y abortista—Matilde Fernández sugirió a Cela que leyese la Constitución”, cosa que ella probablemente nunca hizo. Maruja Torres, una chabacana estrella de ‘El País’, creo recordar, afirmó que “es mucho más digno tomar por el culo que lamerle el culo al poder, como Cela ha hecho tantas veces”. En esos lametones pocos han superado a ‘El País’ y su gente, por cierto, recibiendo por ello el adecuado premio.

‘El País’, que llamaba “sindicato del crimen” a los periodistas que destapaban la corrupción socialista, publicó una carta contra Cela firmada por más de doscientos escritores, editores, periodistas, libreros y lectores. Todos ellos demócratas empedernidos, naturalmente.

Otro necio laureado, comunista de IU, Felipe Alcaraz, exigió que el Ayuntamiento de Granada declarase a Cela persona non grata porque a su juicio Cela había insultado a García Lorca, asesinado “entre otras razones, por ser homosexual”. Etc.

Zerolo “célebre por su fama”, que diría Heine, diagnosticó que Cela era “un reaccionario intolerante, insolidario, machista, misógino y homófobo”. Estos estúpidos calificativos son el santo y seña para condenar a muerte civil a la víctima de ellos, le ha ocurrido a mucha gente, aunque ello resultara imposible con Cela, que podía reírse del intento con su flamante Nobel aureolándole la testa.

Y así sucesivamente. Lo primero que llama la atención es la furia y amplitud de una reacción que quería ser aplastante. Claro que, de todas formas, con Cela no podían pasar de ciertos límites, como hacen con personajes menos notorios. Por ejemplo, un servidor ha publicado en las redes sociales comentarios como este: ‘El primer derecho de un niño es a un padre y una madre reales, no a una parodia de dos papás y dos mamás. Los niños no son mascotas.’ Resultado: un alud de insultos, amenazas, deseos de muerte, jactancias de que me queda poca vida, obscenidades... Expresiones de odio enfermizo realmente preocupantes por parte de quienes intentan destruir la libertad de expresión y de conciencia haciéndose las víctimas y con la argucia de que los discrepantes de ellos “incitan al odio”: al despotismo por el victimismo, sería su lema.

Hemos llegado a una situación en la que se pretende impedir cualquier expresión molesta o denigratoria hacia homosexistas, feministas y demás gente “del género”. En cambio la denigración de la Iglesia y el cristianismo, raíces de la cultura occidental, no solo se admiten, sino que se promueven muy activamente. La burla y el escarnio del patriotismo, de la familia, de la maternidad; la promoción de la liquidación de vidas humanas en el seno materno, etc., están a la orden del día; las calumnias al franquismo no solo son continuas, sino obligadas en cualquier intelectual de la recua que se precie, como el propio Gibson. Parece que una cosa va con la otra, que “el amor estéril” implica mil odios.

Por lo demás, ni García Lorca fue asesinado por ser homosexual ni él mismo estaba particularmente orgulloso de serlo, como muestran sus poemas. Muchos de estos fanáticos lo tildarían de “homófobo”. Un tal Fernando Delgado interpretaba que lo que Cela temía era la gloria de García Lorca, la cual permanecería dentro de cien años, y la de Cela no. La verdad es que uno se pregunta si García Lorca, que parece haber tenido cierta amistad con José Antonio, recibiría hoy el mismo culto si en lugar de ser asesinado por gente de derecha, lo hubiera sido por los rojos. Posibilidad nada irrealista, por cuanto el Frente Popular asesinó a más intelectuales que sus contrarios, y otros muchos (Ortega, Marañón y tantos otros) escaparon de él como pudieron.

Por mi parte, he explicado muchas veces la diferencia entre homosexualidad y homosexismo u homosexualismo, y no lo repetiré ahora.

Un poema de García Lorca (de Poeta en Nueva York)…

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.
Contra vosotros siempre, que dais a, los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
‘Faeries’ de Norteamérica,
‘Pájaros’ de la Habana,
‘Jotos’ de México,
‘Sarasas’ de Cádiz,
‘Apios’ de Sevilla,
‘Cancos’ de Madrid,
‘Floras’ de Alicante,
‘Adelaidas’ de Portugal.
¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico…

...Y otro de Cela (‘Donación de órganos’)

Quiero el día que yo muera
poder donar mis riñones,
mis ojos y mis pulmones.
Que se los den a cualquiera.
Si hay un paciente que espera
por lo que yo ofrezco aquí
espero que se haga así
para salvar una vida.
Si ya no puedo respirar,
que otro respire por mí.
Donaré mí corazón
para algún pecho cansado
que quiera ser restaurado
y entrar de nuevo en acción.
Hago firme donación
y que se cumpla confío
antes de sentirlo frío,
roto, podrido y maltrecho
que lata desde otro pecho
si ya no late en el mío.
La pinga la donaré
y que se la den a un caído
y levante poseído
el vigor que disfruté.
Pero pido que después
se la pongan a un jinete,
de esos que les gusta el brete.
Eso sería una gran cosa
yo descansando en la fosa
y mi pinga dando fuerte.
Entre otras donaciones
me niego a donar la boca.
Pues hay algo que me choca
por poderosas razones.
Sé de quien en ocasiones
habla mucha bobería;
mama lo que no debía
y prefiero que se pierda
antes que algún comemierda
mame con la boca mía.
El culo no lo donaré
pues siempre existe un confuso
que pueda darle mal uso
al culo que yo doné.
Muchos años lo cuidé
lavándomelo a menudo.
Para que un cirujano chulo
en dicha transplantación
se lo ponga a un maricón
y muerto me den por culo.

2017/04/24

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | RENFE, EL CÓDIGO DE LA INFAMIA


25 años del código de la infamia.

Érase una vez que yonquis, maricas, prostitutas e insumisos éramos expulsados de las estaciones de tren.
José García Fernández | Cuerpos Periféricos en Red, 2017-04-24
https://cuerposperifericosenred.blogspot.com/2017/04/25-anos-del-codigo-de-la-infamia.html

Corría la primavera de 1992, cuando los maricas no éramos aún objeto de una regulación económica, jurídica, farmacológica, pornográfica tan rigurosa; cuando el sida diezmaba la vida de compañeros, amigos, trabajadoras y trabajadores del sexo, de tantos usuarios de droga por vía intravenosa; cuando el estado todavía no se había deshecho de esa herencia de virilidad castrense que nos había legado el viejo régimen franquista en forma de servicio militar obligatorio para todas aquellas personas a las que el poder médico asignó el sexo ‘biológico’ varón al nacer; cuando las putas, chaperas, yonquis, maricas, insumisas, maricas insumisas fuimos, por virtud del discurso epidemiológico dominante en aquellas décadas tan aciagas, asimiladas a la categoría de ‘grupos de riesgo’; que a la dirección de seguridad de la empresa pública RENFE se le ocurrió distribuir unas instrucciones internas en las que se ordenaba expulsar de las estaciones de trenes a todos los individuos que aparecieran como miembros identificables con los asimismo denominados en la propia circular de seguridad como “grupos de riesgos”.

RENFE se decidió a acosar a este tipo de personas asignándoles el código de incidencias número 54. Era una circular interna. Pero se filtró rápida y anónimamente. Primero cayó en manos del Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC), luego se discutió en la Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español (COFLHEE), luego con los Colectivos de Feministas de Lesbianas, luego con el Movimiento de Objeción de Conciencia y otras organizaciones antimilitaristas. La llama de un orgullo indignado había comenzado a prender en los estertores de aquel fin de siglo de signo tan mortecino que nos había tocado vivir.

Aquellos apenas eran tiempos para sentar el culo en los despachos de las administraciones públicas, a platicar amigablemente con los responsables políticos sobre la próxima declaración institucional, la próxima izada de bandera, la próxima subvención para sostener opulentas organizaciones sociales de carácter asistencial. Eran tiempos de acción directa. Los culos apoltronados ya vendrían después. Así lo imaginamos. Y así sucedió.

A principios de mayo de aquel año, la COFLHEE anunciaba en rueda de prensa que se ocuparían estaciones ferroviarias y trenes por todo el país en protesta por la aparición y aplicación de esta instrucción de seguridad. El movimiento LGTBQI se había empezado a diversificar, y en aquellos meses tuvo lugar en Madrid la aparición de La Radical Gai, a la que perteneció quien esto escribe, y que con un discurso rupturista e innovador sostuvo siempre entre sus prioridades estratégicas la ocupación de los espacios públicos, la conjura de la violencia que la norma heteropatriarcal instaura en ellos y la erradicación de las formas de exclusión, real y simbólica, de las que seguíamos siendo víctimas los maricones.

En las primeras semanas de mayo se fueron ejecutando los actos de ocupación de las estaciones ferroviarias que se habían anunciado en los principales puntos del país contra la instrucción que tan explícitamente señalaba a drogadictos, homosexuales, objetores y prostitutas como seres indeseables que, decía la empresa pública, perturbaban el viaje de los usuarios de los servicios ferroviarios. Primero se produjeron en Euskadi y Navarra, luego en Barcelona. La última fue en Madrid. En la estación de Chamartín. Varias decenas de esos ‘apestados sociales’ surgimos desde todos los rincones de la estación y extendimos nuestra pancarta: “Renfe empeora nuestro tren de vida”. Recorrimos toda la estación ante el estupor de personal y pasajeros. Llegamos a bajar hasta el andén. Estuvimos en un tris de subir a los trenes para impedir su salida.

Pero aquella era la crónica de una protesta anunciada y vociferada por todos los medios posibles de aquella época pre-2.0. Y no tardaron en llegar varios furgones de la policía antidisturbios. El dispositivo estaba completamente planificado. Sabían lo que iba a ocurrir y en qué momento exacto. Cincuenta personas fuimos retenidas para nuestra identificación. Se aplicó por primera vez en el estado la entonces polémica ‘Ley Corcuera’ de Seguridad y se interpuso una denuncia contra nosotros por alteración del orden público. Pero la batalla de la opinión pública ya estaba ganada. La dirección de la empresa pública se vio acorralada. Y terminó citándonos para llegar a un acuerdo y deshacer el agravio. Así que nos permitimos por un par de horas sentar nuestro culito en los sillones de polipiel tan propios de estos despachos que a la postre terminarían resultándonos tan familiares.

Recuerdo que por parte de los manifestantes acudimos quien todo esto rememora y Empar Pineda, representante de los colectivos de feministas lesbianas. La dirección de RENFE no ofrecía más que sonrojantes disculpas y, desde luego, la paralización de una circular que, según argumentaron, fue producto de un desajuste organizativo. A la semana, la empresa pública anunciaba a bombo y platillo una línea de descuentos en los trenes para parejas homosexuales que quisieran hacer uso de sus servicios.

Y así comenzó la operación lavado: de perseguir a los maricones que buscaban sexo furtivo en los urinarios de las estaciones, a fomentar las bendiciones de la pareja estable homosexual. Se iniciaba así un nuevo proceso regulatorio del cuerpo y de la sexualidad del que prefiero dejar a cada uno y cada una sacar sus propias conclusiones.

2017/04/15

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | ELIAD COHEN, EL PRODUCTO PERFECTO DEL GAYPITALISMO

Eliad Cohen, el producto perfecto del gaypitalismo.
Raúl Solís | Paralelo 36 Andalucía, 2017-04-15

https://www.paralelo36andalucia.com/eliad-cohen-el-producto-perfecto-del-gaypitalismo/

Eliad Cohen, un gay israelí, rico, musculado, con pelo en pecho y con un gran poder de convocatoria en discotecas estadounidenses y un «olfato innato para los negocios», según sus biógrafos, será el próximo participante en el programa de Telecinco ‘Supervivientes’. El muchacho, de 29 años, cuyo negocio es lucir músculos por discotecas estadounidenses donde le aclaman como si fuera un ser divino, dice que viene a España a “normalizar” la imagen de los gays.

Cuando dice que quiere “normalizar”, lo que nos está queriendo decir es que viene a mostrar que se puede ser gay y muy macho, gay y muy hombre, gay y muy musculado. Maricón sí, pero con pelo en pecho y de ademanes muy heterosexuales. Vamos, que normalizar viene a ser a decir que los gays con pluma, afeminados, gordos, pasivos, calvos, feos, rurales, pobres, albañiles o peluqueros no son normales. La ultraderecha pop era esto: homofobia fomentada por homosexuales.

No es baladí que Telecinco haya escogido a un gay de estas características y no a otro, con pluma, gordo y, por ejemplo, cajero de un supermercado. Desde que la liberación de los homosexuales y transexuales se ha reducido a que aparezcamos en las portadas de revistas de moda, en la lista de los más ricos del mundo y restringido la condición sexual a una cosa con músculos, existe un discurso dominante en el que, incluso fomentado desde muchas entidades LGTB que nos venden en los stands de FITUR como si fuéramos ganado, los gays sólo somos ‘normales’ si servimos para que las empresas hagan caja. Da igual que sea comprando vientres de mujeres pobres o yendo a Zara a consumir como posesos.

En esa normalidad no entra como mérito ser inteligente, ni ser culto, ni tener un historial honorable en defensa de la igualdad, ni las personas mayores que abrieron las rejas de los penales franquistas para ir conquistando terreno en el día a día y a las que hoy estamos encerrando nuevamente en cárceles de soledad, ni quienes lucharon por la abolición de la Ley de Peligrosidad Social, que fue abolida en 1979, tres años después de la amnistía a los presos políticos del franquismo. Sí, para los homosexuales y transexuales la dictadura duró tres años más que para el resto de represaliados.

Tampoco entran en esa normalidad las mujeres transexuales o los gays muy afeminados, que fueron quienes dieron comienzo a las revueltas de Stonewall de 1969, el germen de los movimientos de liberación sexual en todo el mundo, al menos en la parte occidental. No son normales las bolleras, los maricones y las personas transexuales que convocaron en 1977 las primeras marchas del Orgullo en ciudades como Barcelona, Sevilla o Madrid. Héroes y heroínas que todavía eran ilegales, que habían sido expulsados de sus casas por su orientación o identidad y que en lugar de armarios nos regalaron vitrinas de visibilidad para mostrar la evidencia, provocar cambios y reivindicar el derecho a ser felices.

Para este gaypitalismo que sólo promociona la normalidad de quien se la puede pagar, tampoco son normales los gays, lesbianas y transexuales como Carla Antonelli, Boti García, Antonio Poveda, Pedro Zerolo, Shanghai Lilly o Beatriz Gimeno, quienes fueron visibles en los 80 y 90 y nos ayudaron a las personas LGTB de mi generación a descubrir que no estábamos solos, que no éramos unos locos, que la idea del suicidio no merecía la pena, que existían redes de ayuda y que nos podríamos casar si nos daba la gana con quien quisiéramos y gritar que éramos tan normales como el que más. Estos activistas, ahora invisibilizados, nos regalaron la felicidad de la que gozamos hoy, pero lo suyo no fue normalizar porque teníamos que esperar a que viniera un israelí rico, de pelo en pecho y sin cerebro, a que nos salvara. ¡Por Dior!

En Andalucía, este año se cumplirán 40 años de que una pancarta de color rosa, con el eslogan ‘Amnistía Sexual’, fuese colgada del monumento más emblemático de Sevilla, de manera clandestina, por el Movimiento Andaluz de Liberación Homosexual, un pequeñísimo grupo de valientes que reclamaba la derogación de la Ley de Peligrosidad Social, el derecho al propio cuerpo y la libertad para las personas presas por su condición sexual.

Entre quienes promovieron aquella histórica manifestación en Sevilla, que la policía franquista intentó detener, estaba Mar Cambrollé, transexual que abandonó su casa a los 19 años para no sentir que su padre la odiaba por ser quien era. Y quien se subió a la Giralda a colgar la pancarta que pedía libertad para los presos homosexuales y transexuales, otra mujer transexual, África Ossorio, también con kilos de desprecio e incomprensión a sus espaldas. Ambas eran insultantemente jóvenes por entonces y hoy, casi con 60 años, son referentes, un ejemplo de generosidad y memoria viva de lo que la solidaridad es capaz de lograr.

A personas como estas es a quienes les debemos poder andar libres por las calles, que es nuestra normalización. No le debemos nada a los ‘normales’ que van a los programas de máxima audiencia a mostrar que para ser un gay normal hay que renunciar a tener cerebro, despreciar la pluma, rendirle culto al cuerpo, ser rico y modelo para que las marcas comerciales nos cuelguen de sus escaparates. Para esa normalidad, algunos serían más útiles siendo invisibles.


COMENTARIOS
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José Antonio Frías | 2017-04-15

En general estoy bastante de acuerdo con tu planteamiento (lo de comprar vientres de mujeres es un asunto discutible, eso existe pero no creo que sea legítimo denominar así a todas las situaciones en las que se practica la gestación subrogada). Una puntualización histórica: la generación de activistas que citas es de los años 90, cuando muchos grupos LGTB optaron por incidir más en la política institucional (eso, junto con una mayor aceptación social de las reivindicaciones de los grupos LGTB, hizo que algunos partidos políticos incluyeran esas reivindicaciones en sus agendas al mismo tiempo que algunxs activistas optaron por participar en la política institucional presentándose a las elecciones en las listas de algunos partidos). Pero nada de eso habría ocurrido sin la lucha de muchxs activistas que, en un contexto social más hostil, mantuvieron los colectivos y las reivindicaciones LGTB en los años 80. En general los liderazgos de los grupos en los años 80 fueron menos personalistas que en los 90 pero hay muchos nombres que reivindicar: Jordi Petit, Eugeni Rodríguez, Empar Pineda, Miguel Benlloch... y tantas otras personas que han contribuido a los logros del movimiento LGTB en el Estado Español. Muchas personas (yo mismo) hemos trabajado en los grupos que se coordinaban en la COFLHEE en los años 80. La historia de la FELGTB en los años 90 es otra etapa pero no es toda la historia del movimiento LGTB en el Estado Español.

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // Este trabajo, no podría ser de otra manera, está dedicado e...