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2015/10/01

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN: "GIL DE BIEDMA NO ES EL SÍMBOLO GAY EN EL QUE LE HAN CONVERTIDO"

García Martín: «Gil de Biedma no es el símbolo gay en el que le han convertido».
La rumana Ioana Gruia se alza con el Premio Alarcos de Poesía con su obra 'Carrusel'.
A. Villacorta / I. Rey | El Comercio, 2015-10-01
https://www.elcomercio.es/culturas/libros/201510/01/garcia-martin-biedma-simbolo-20151001001754-v.html 

El espíritu de Jaime Gil de Biedma sobrevoló ayer el salón de actos de la Biblioteca de Humanidades del Campus del Milán, donde la Cátedra Emilio Alarcos Llorach organizó un encuentro literario con el que rindió homenaje al poeta con motivo del 25 aniversario de su muerte.

Porque, como aseguró Josefina Martínez, viuda de Alarcos y directora de la Cátedra, Gil de Biedma fue «la voz poética quizás más viva, directa, personal y descarnadamente autobiográfica de la llamada Generación del 50». Una voz que era, al tiempo, resumió la catedrática de Lengua Española, «la represión y la culpa, el remordimiento de clase de un señorito adinerado, de familia monárquica, metido a revolucionario», acompañada por una «falta de indulgencia consigo mismo que contrasta con una profunda voz melancólica». Con varias constantes en su poesía: «Sobre todo, el amor y la sexualidad desesperada, y la presencia aterradora del paso del tiempo».

Pero es que, además, resumió Martínez, el barcelonés era «un hombre que no se mordía la lengua» y a quien «no le temblaba el pulso si tenía que emitir un juicio inconveniente fuera quien fuese el destinatario. Como cuando dijo de Juan Ramón Jiménez: 'Nunca le embargó el pudor de disimular lo que en él había de pelendrín, de mezquino y malicioso señorito de casino de pueblo de Huelva».

Tampoco la directora de la Cátedra Alarcos titubeó a la hora de agradecer la presencia de los representantes de Somos en el Ayuntamiento de Oviedo -Ana Taboada y Fernando Villacampa- para recomendarles, acto seguido, «no acabar con todo», toda vez que «son jóvenes y acaban de llegar». Destacó también el poeta Carlos Marzal de Gil de Biedma «esa voz propia, mitad melancólica, mitad cínica, de su poesía», los versos con «un tono de bolero» del «mejor poeta erótico de su generación», que contaba con «una legión de merecidos admiradores». «La herencia que ha dejado en la poesía española ha sido inmensa», sentenció Marzal. Y eso que «deja de escribir muy pronto, lo que le rodeó de un halo de leyenda», porque, además, «muere relativamente joven y víctima de una enfermedad de la que en aquel momento (1990) se sabe poco: el Sida».

Quizá por eso el escritor José Luis García Martín se dedicó a desmontar los tópicos que rodean a quien «en el 70 era ya un mito», además de «la inteligencia absoluta, la caballerosidad, la cortesía, un caballero inglés antiguo». Eso, «hasta que llegó, para fastidiarlo todo, un señor llamado Miguel Dalmau, que escribió la biografía más horrorosa que se puede hacer de un poeta. Supongo que Gil de Biedma se levantaría en su tumba».

Porque, según el profesor y crítico, lo que hizo Dalmau fue «buscar una expareja de Gil de Biedma», algo así «como si uno se divorcia, buscan a su exmujer, que le odia, y todos los chismes que le cuenta los escribe en un libro sin contrastar nada, una cosa ofensiva que solo pasa en España». Y, para colmo, recordó, «luego se hizo una película con aspectos de la vida que él no quería que formasen parte de su vida pública: sus relaciones sentimentales». «Sería como hacer una biografía de Leopoldo Panero, que era muchas cosas, pero también se emborrachaba con cierta frecuencia y visitaba prostíbulos, y que solo se contasen sus relaciones con las señoritas», zanjó.

De ahí, resumió el colaborador de El Comercio, que «el mito que le convierte ahora en un símbolo gay, escandaloso, en cierto modo tapa lo que él quiso ser». Lejos de eso, aseveró, «Gil de Biedma es un poeta erótico, pero a su manera. Habla del amor. No habla del amor homosexual. No entra en detalles. No es Luis Antonio de Villena. No escribe para un gueto. Escribe para todo el mundo». Y, así, reclamó «que se le vuelva a leer al margen de las peripecias de su vida personal». Mientras, Luis García Montero defendió que el poeta, al que se le negó la entrada en el PCE, «sabía que en la España en la que vivía ser homosexual no iba a ser entendido».

Ya por la tarde, los protagonistas del tributo se trasladaron al Palacio del Conde de Toreno, donde se falló el Premio Alarcos de Poesía, que recayó en Ioana Gruia por su obra 'Carrusel', presentada bajo el seudónimo Anna Wulf. Gruia (Bucarest, 1978) enseña Literatura Comparada en la Universidad de Granada y ha publicado la novela 'La vendedora de tiempo'; los libros de poemas 'El sol en la fruta' y 'Otoño sin cuerpo'; el ensayo 'Eliot y la escritura del tiempo en la poesía española contemporánea' y el cuento 'Nighthawks'.

El jurado, presidido por Luis García Montero, la eligió por unanimidad y destacó «la intensidad lírica con frescura literaria y una poesía con reflexiones sobre la identidad y la infancia y con tratamiento poético de la identidad femenina» y Gruia se declaraba, poco después, «muy feliz» por alzarse con «un premio tan prestigioso» -dotado con 7.200 euros y acompañado por la publicación del libro- y al que se presentaron 150 poemarios. Durante el acto, clausurado por un recital, también tuvo lugar la presentación de la obra ganadora del Premio Emilio Alarcos 2014, titulada 'Saber de grillos', de Vicente Gallego.

2014/12/30

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | DE VILLENA SE METE EN CASA DE LOS PANERO

De Villena se mete en casa de los Panero
Publica un intenso libro sobre la familia de escritores, los «asesinos de los ruiseñores» en palabras de Neruda
Diego Medrano | El Comercio, 2014-12-30
https://www.elcomercio.es/culturas/libros/201412/30/villena-mete-casa-panero-20141230001849-v.html 

Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951) publica intenso libro sobre la familia Panero, bajo singular título y hoguera no menos ácida y siniestra: 'Lúcidos bordes de abismo. Memoria personal de los Panero' (Fundación José Manuel Lara). La fama de bebedor, putero y maltratador del patriarca, Leopoldo Panero, poeta del franquismo a quien Neruda dedicó aquello de: «La caterva infiel de los Panero,/ los asesinos de los ruiseñores». La presencia magmática del tío, Juan Panero, también poeta, figura mucho más importante de lo que se piensa. La indolencia, y un poco fantasía intermitente de Felicidad Blanc, a su modo «niña bien», «señora bien», y «madre mártir», torturada y escasamente torturadora, de toda la plaga de hijos-monstruo y saqueadores. Por fin, el caldo gordo del libro, la descendencia enloquecida e incendiada. Las borracheras de Juan Luis Panero, a su manera, influencia decisiva en lo que serían los 'Postnovísimos' (antología, sí, del propio Villena donde se sitúa como cabeza visible de esa generación y máxima influencia, aún en la sombra) y gran amigo del autor (Premio Loewe de Poesía de por medio, donde todo el jurado sabe que es él quien se presenta y se cuenta, por extenso, deliberaciones, fallo y galardón). La noche gay madrileña vivida junto a Leopoldo María (drugstore de la calle Velázquez de por medio) y las innumerables orgías del piso familiar de la calle Ibiza; los sucesivos ingresos psiquiátricos de Leopoldo María, sí, desde Ciempozuelos a Mondragón, viajes a Tánger entre medias, el tercer o cuarto regreso de París, de donde viene ya muy tocado, mojando los cruasanes en los charcos negros de la calle y con un discurso cada vez más difícil de seguir; las también novias de Leopoldo (mujeres raras, apasionantes, Mechita y Marava) por esos años. Michi, José Moisés Panero, cada vez más decrépito, víctima de enfermedades varias, quien vende y hace menguar la biblioteca familiar, quien quiere escribir y no lo hace, cuya novia regenta un bar llamado el Universal y, a su modo, es leyenda de la llamada Movida madrileña. La sombra familiar de Luis Rosales, cada vez más enigma, cada vez más lejos de todos ellos. Villena da en la diana del abismo que bien conoció: «Se saltaron esa moral de sacristía que abunda en este país y proclamaron la destrucción absoluta. Su historia global bien podría definirse como una consumada de teoría de la destrucción. Nada debió haber y, al final, nada quedó».

El periplo no puede ser más explosivo: desde el estreno de la conocida película de Chávarri ('El desencanto') hasta la muerte o fin de Leopoldo María Panero. Lo mágico del libro es la disección de la obra poética de Juan Luis y Leopoldo María en planos diferentes, contraponiendo una a la otra, mezclando santoral y heráldica. Juan Luis, siempre dentro de la estética del señorito canalla venido a menos; Leopoldo, en la tragedia personal de drogas y locura. Muy gracioso, telúrico, cuando Villena me nombra, la correspondencia entre Panero y Medrano ('Los héroes inútiles') que tanto disgustos nos trajo y nos sirvió para reunir en Madrid a los últimos amigos de Leopoldo, más majaras que él. Cuenta Villena cómo quise yo quitar del texto algo que él no me dejó, toda esa parte donde Leopoldo dice que «Luis Antonio vive de la pensión de su tía, que es lesbiana», y menciona también cuando Leopoldo en el vídeo de Bunbury, sí, carga contra él, asegurando que «Es más cursi que las ratas». Villena, como los grandes tímidos, se crece en la dificultad y todo lo afronta sin miedo ninguno a guillotinas íntimas, ajenas o de plurales orígenes. El dandi, a la manera de Wilde, puede con todo y no hay más pose que la de la caída.

Libro imprescindible, libro literario y metaliterario, carnaval de máscaras a la manera de Lorrain («Nuestros vicios volverán máscaras nuestros rostros») y de autopsia no menos necrológica (es la máscara, siguiendo al clásico, quien no deja de mentir mientras dice o susurra toda la verdad). Anecdotario distendido, divertido, distinguido a su modo, que resulta inevitable que acabe como lo hace, en la más rotunda tristeza o sinrazón: Juan Luis con sus tres cánceres y Leopoldo ido, ya sin vuelta, en poemas cada vez más cutres por culpa de la enfermedad, películas que progresivamente son pesadillas ('Después de tantos años' de Ricardo Franco) y una poética del propio autor donde la vida suspira volver («Estar loco o no es tener o no tener amigos»). El trío entre Juan Luis, Villena y Gil-Albert, el odio que Gil de Biedma tenía a los Panero, la presencia ineluctable y parpadeante de Gimferrer (obsesión de Leopoldo hasta la médula) y la vida literaria (copetines, noches, madrugadas, publicaciones) como ornato de una miseria abisal (por debajo de todo lo bueno) y cada vez más abismal (pozo que crece, haciéndose hondo, comiéndose la mejor luz de las posibles). Derrumbe integral, entre juergas macabras, donde la muerte o el desastre llevaban siempre las mejores bazas. La entrada salvaje de Leopoldo María, en el sepelio de la madre muerta, queriendo resucitarla por medio de un beso largo en la boca. Todos valientes, todos cínicos, todos viciosos, todos sabios, todos cultos, cuando vivir era llevar careta y llorar, en secreto, su justo precio. 
 
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