2021/06/28

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | PRIMERA MARCHA DEL ORGULLO EN MADRID: "FUE UN ROTUNDO ÉXITO"

Vanity Fair / Mani del Orgullo en Madrid, 1978-06-25 //

"Fue un rotundo éxito": la historia de la primera marcha del Orgullo en Madrid, contada por sus protagonistas.

Ocho años después de las primeras marchas por el Orgullo LGTBI en Estados Unidos, Madrid se unió a las ciudades españolas que siguieron la estela de la pionera Barcelona.
Álex Ander | Vanity Frair, 2021-06-28
https://www.revistavanityfair.es/cultura/articulos/primer-desfile-orgullo-madrid-1978-historia/50569 

Lo que hoy todo el mundo conoce como Orgullo español nació, en realidad, como una marcha por la liberación de los derechos de las personas homosexuales, bisexuales y transexuales. Lo hizo además en Barcelona, en el mes de junio de 1977, apenas nueve años después de que un grupo de personas LGTB decidieran rebelarse contra la brutalidad policial y la discriminación a las puertas del Stonewall Inn —un bar gay del Village neoyorquino—, y se echaran a la calle para reclamar sus derechos —gesto que las personas LGTB de todo el mundo conmemoran cada 28 de junio desde 1970—.

Aquella marcha pionera, organizada por el Front d'Alliberament Gai de Catalunya (FAGC), contó con unas 4.000 personas que recorrieron Las Ramblas exigiendo la derogación de la Ley de Peligrosidad. Tal y como señala el periodista y escritor Rubén Serrano en su libro ‘No estamos tan bien’, a esta manifestación se sumó el movimiento feminista, vecinal y obrero: "Aquella interseccionalidad se debió a que sus organizadores habían mostrado su apoyo y acudido anteriormente a concentraciones como la del Día del Trabajador, la del 8 de marzo y a las del movimiento estudiantil".

La marcha estuvo encabezada por mujeres trans como Miryam Amaya, que recuerda el miedo inicial que sintieron muchas de las manifestantes. "Todas íbamos acojonadas", comenta a nuestra revista. "La manifestación en sí no la disolvieron los grises, pero porque estaba allí toda la prensa mundial. Y la prensa estuvo allí porque era insólito e inimaginable que, habiendo tenido una dictadura, nos atreviésemos a salir a manifestarnos como 'maricones' (que era como nos llamaban a todas entonces). Ahora bien, a partir del día siguiente sí que hubo muchas represalias, sobre todo hacia nosotras, las mujeres trans. Pasaban los furgones de la policía y, aunque estuvieras dentro de un bar, entraban, te sacaban de allí, te metían dentro de la lechera (así llamábamos a sus furgones) y te llevaban a comisaría. Allí te tenían luego una noche, o bien los tres días, o igual, después de cansarse de insultarte y decirte de todo, te soltaban".

En 1978 se unieron a Barcelona las ciudades de Madrid, Bilbao y Sevilla. La que fue la primera manifestación del Orgullo celebrada en la capital española tuvo lugar el 25 de junio de 1978 y estuvo organizada por el Frente de Liberación Homosexual de Castilla (FLHOC) —la provincia de Madrid no se había conformado aún como comunidad autónoma—. Varios medios de la época cifraban en más de 7.000 las personas que participaron en aquella marcha que partió a las siete de la tarde de la calle de O'Donnell y discurrió por la avenida de Menéndez Pelayo hasta la plaza de Mariano de Cavia.

El actor y activista ecologista Ramón Linaza recuerda que fue uno de los encargados de pedir permiso a la autoridad gubernativa correspondiente: "La solicitud de autorización al Gobierno civil la firmamos el actor Carlos Patiño (con quien me casé en 2005) y yo en nombre del FLHOC, junto con Alonso Puerta [entonces teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid] y un diputado del PSUC-PCE". Linaza también cuenta que el PSOE y PCE "aportaron la firma para que la manifestación fuera autorizada, pero no acudieron a ella".

La marcha estuvo encabezada por una pancarta del FLHOC que reclamaba la despenalización de la homosexualidad. Algunos manifestantes portaban pancartas con lemas como ‘Aquí estamos, no nos ocultamos’, ‘Libertad sexual’ y ‘No están, no se ven, las maricas de UCD’. También hubo pancartas en recuerdo de todas las personas homosexuales y trans represaliadas y encarceladas por el franquismo, y de las 600 personas que pasaron aquel día entre rejas por delitos tipificados como sexuales. A mitad de la marcha, incluso, se guardó un minuto de silencio por Esmeralda la Francesa, un hombre homosexual que tiempo atrás se había suicidado tirándose por el hueco de una galería ubicada en la tercera planta de la cárcel de Carabanchel —un complejo penitenciario construido por el régimen franquista y que, aunque nunca fue exclusivamente una prisión política, albergó a numerosos presos políticos y sociales—.

"Todos estos gritos se convirtieron en griterío cuando un bote de humo fue lanzado a los manifestantes desde un punto no determinado. A pesar de ello, este incidente no tuvo mayor repercusión y la manifestación llegó al término de su recorrido sin mayores trascendencias, entre canciones y risas", rezaría después una crónica publicada en el ya desaparecido periódico ‘Hoja del lunes’. "Fue una manifestación muy alegre, divertida y enormemente diversa", comenta Linaza. "El único incidente que recuerdo es que la policía estaba muy nerviosa y nos obligaron a andar muy deprisa para que aquello se acabara lo antes posible. Entonces, nos pusimos a caminar bailando y cantando 'qué buenas son las fuerzas represivas, / qué buenas son que nos llevan de excursión'. Fue un rotundo éxito tanto por la asistencia como por el hecho de que fuera legalizada y no hubiera ninguna agresión ni detención, como sí ocurrió en las Ramblas de Barcelona el año anterior".

La crónica del evento que apareció en el diario ‘El País’ apuntaba igualmente que "Al margen de los miles de personas que participaron en la manifestación, eran muchos los que desde las aceras presenciaron el desfile sin atreverse a participar". En efecto, algunos mirones, vecinos y turistas aplaudían desde la orilla de la calle. Otros, se limitaban a contemplar el evento intercambiando tímidas miradas de complicidad con los manifestantes. Una reacción bastante lógica, teniendo en cuenta que muchísimos ciudadanos se encontraban aún encadenados a la ignorancia y los prejuicios hacia la comunidad LGTBI.

El éxito de aquella manifestación y la presión social en las calles acabarían llevando a la despenalización de la homosexualidad en el mes de diciembre de 1978 —aunque la policía continuó hostigando a homosexuales, bisexuales y trans, y los jueces siguieron aplicándoles a todos ellos el delito de escándalo público—. La antropóloga y profesora de la UOC Begonya Enguix comenta que, en los años ochenta, tras la eliminación de los homosexuales de la lista de 'peligrosos sociales' y la legalización del FAGC y otros colectivos, "el activismo se debilitó y florecieron los sitios de ambiente como espacios de sociabilidad". Habría que esperar hasta 1997 —un año después de que comenzase la participación de carrozas— para alcanzar nuevamente una participación de cinco mil personas en el Orgullo.

Enguix opina que ha llovido mucho desde aquella primera manifestación en Madrid. "Se ha pasado de la lucha por la liberación sexual a la lucha por los derechos (el matiz es importante) LGBT o LGBTIQ. Cuando la manifestación de Madrid se convierte en manifestación estatal del Orgullo, aglutina a colectivos de toda España y mueve sus fechas a principios de julio. Ambas cosas consolidan el modelo de 'manifiesta' [término acuñado por Ruth Toledano] cuyo potencial político y reivindicativo es frecuentemente cuestionado pero que yo afirmo", explica.

Resulta indiscutible que la manifestación de Madrid —que, al contrario de lo que ocurre en otros países democráticos, sigue estando controlada por activistas— no ha dejado de adquirir relevancia pública, hasta el punto de que la ciudad organizó en 2017 el WorldPride, considerado el evento LGTB internacional más importante del mundo. Tal y como señala Enguix en su artículo ‘No desfilamos, nos manifestamos: activismos y manifestaciones LGTB en España’, el enorme éxito de convocatoria del Orgullo estatal (tanto en lo que respecta a participación como a público) "promueve cierto 'contagio emocional' del significado último de la manifestación, la igualdad de derechos. Un buen ejemplo de este contagio —también rentable económicamente hablando— es la proliferación de banderas del arcoíris en locales y gentes en Madrid. La manifestación estatal puede ser vista como una catarsis colectiva y emocional: sin duda, es un caso paradigmático para entender mejor las lógicas que nos rigen y cómo se relacionan e interseccionan".

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