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2022/12/07

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | MUERE ANTONIO D'AMICO: FUE NOVIO DE GIANNI VERSACE, PERO DONATELLA NUNCA LE QUISO

Gianni Versace y Antonio D'Amico //

Muere Antonio D'Amico: fue novio de Gianni Versace, pero Donatella nunca le quiso

Antonio y Gianni Versace fueron novios durante 15 años, hasta que la muerte los separó
RTVE, 2022-12-07
https://www.rtve.es/television/20221207/muere-antonio-damico-gianni-versace/2411233.shtml 

La noticia la ha dado Rody Mirri, su manager y amigo, a través de su cuenta de Instagram. "Antonio D'Amico, estilista, expareja de Gianni Versace, murió en la noche. Nacido en 1959, había estado luchando durante meses contra una enfermedad que resultó ser fatal. Durante este período siempre dio a todos un ejemplo de fuerza y ​​coraje. Antonio había inaugurado hace un año su nueva línea de trajes a medida 'Principe di Ragada". La noticia ha pasado con cierta frialdad entre la prensa italiana, y eso que era un personaje popular, dada su relación con el gran modista italiano, fallecido el 15 de julio de 1997, hace justo 25 años.

Antonio D' Amico conoció a Gianni en 1982, cuando tenía tan solo 23 años. Empezó a trabajar en la casa Versace a tiempo parcial, y poco a poco fue escalando y llegó a encargarse de la línea deportiva, 'Versace Sport'. Antonio y Gianni estuvieron juntos durante 15 años, hasta que la muerte los separó. En más de 20 años solo ha concedido dos entrevistas, y ha optado por mantener un perfil bajo, alejado de los focos y la prensa amarilla. De todos es sabido la mala relación que mantenía con Santo y Donatella, los hermanos de Gianni, incluso llegó a renunciar a una parte de la herencia que le dejó el diseñador tras su muerte. ​

Una muerte que conmocionó al mundo
Gianni Versace murió asesinado aquel día a las 8:40 horas a las puertas de Casa Casuarina, cuando regresaba de comprar la prensa y se disponía a desayunar rodeado de revistas y diarios. Antonio D'Amico y un empleado de la casa, el cocinero Charles Podesta, fueron los primeros en ver el cuerpo sin vida y avisar a la policía. La información que dio Merisha Colakovic, la única persona que lo vio todo, condujo a los policías hasta Andrew Cunnanan, que tras matar a Gianani Versace se fue caminando por Ocean Drive. Cuando le localizaron y se vio acorralado se pegó un tiro en la cabeza.

Antonio D'Amico y Donatella Versace nunca se llevaron bien, pero desde ese momento su relación empeoró, e incluso se llegó a decir que la italiana culpaba a Antonio de la muerte de su hermano, al que estaba muy unida. Hace unos días, el 2 de diciembre, la diseñadora recordaba a Gianni con estas palabras: "Las palabras simples no pueden expresar el genio creativo de Gianni. En su cumpleaños, hoy y todos los años, celebro cómo su talento envió ondas al mundo de la moda y más allá. Gianni, te amo y te extraño mucho. feliz cumpleaños xxx".

De la realidad a la ficción
La historia del asesinato de Gianni Versace causó una enorme conmoción en todo el mundo y un terrible impacto emocional en el mundo de la moda. Parecía una película, y con el paso de los años pasó de la realidad a la ficción con la serie American Crime Story: El asesinato de Gianni Versace. Penélope Cruz es Donatella Versace, Darren Criss es Andew Cunnanan, Édgar Ramírez es Gianni Versace y Ricky Martin es Antonio D'Amico.

2022/06/12

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | LOS AMORES DE CÉSAR MANRIQUE, DE PEPI GÓMEZ A PEPE DÁMASO

RTVE / César Manrique y Pepe Dámaso //

Los amores de César Manrique, de Pepi Gómez a Pepe Dámaso.

César Manrique tuvo dos grandes amores a lo largo de su vida, uno platónico y otro romántico.
RTVE, 2022-06-12
https://www.rtve.es/television/20220612/cesar-manriquez-amores-parejas-pepi-gomez-pepe-damaso/2367602.shtml 

La creatividad y el amor por cuanto y quienes le rodeaban estallaban a borbotones en el artista total que fue César Manrique. Con la honestidad y la valentía que supone ser siempre uno mismo, en su profesión y en su vida personal, este pintor y arquitecto de pasajes naturales, creador de ventanas al futuro, siempre buscó la forma de situarse bajo la luz de la celebración, al amparo del afecto profundo que daba y recibía.

Así lo describen quienes mejor lo conocieron. Más allá de una simple orientación sexual, el cariño y amor que profesaba el artista canario no tenía etiquetas. Pepe Dámaso, con quien Manrique vivió una intensa relación sentimental hasta el final de sus días, siempre defendió su derroche de amor.

Un amor que trasciende la amistad: Manrique y Dámaso
La suya fue una amistad profunda, de admiración mutua, de compañía y respeto. Una relación inquebrantable, primero epistolar, luego muy cercana, que los dos artistas mantuvieron juntos durante cerca de 40 años, y que da cuenta de su fortaleza.

Se conocieron en 1954, mientras Dámaso hacía el servicio militar en Madrid, en un encuentro que no fue casual. Dámaso fue a conocer al artista que inauguraba una exposición en la capital. En una entrevista concedida en la revista de arte Atlántica, narró aquel cruce de caminos, cómo Dámaso le confesó a Manrique que era gay y cómo César respondía diciéndole “serás amigo mío para toda la vida” e invitándolo a cenar.

Así se fraguó una amistad a la que siguieron un numeroso intercambio de cartas, viajes por el mundo, con un respeto a la creación del otro admirables y una manera de comprenderse que, a pesar de no ser pareja, trascendía a la amistad. Sin duda, desde lo más platónico de su vínculo, este fue uno de los grandes amores de la vida de Manrique, interrumpido de forma trágica en 1992, a consecuencia de un accidente de tráfico que truncó la vida del artista canario.

El otro gran amor de Manrique
Pero antes de conocer a ese gran amor, atravesó el corazón de César de manera muy profunda, a un nivel más elevado, romántico y lleno de tragedia. Durante 18 años, casi desde su juventud, Manrique compartió su vida con una mujer llamada Pepi Gómez. Una mujer bohemia, bien situada y de mentalidad abierta que le abrió las puertas de Madrid. Durante sus años de noviazgo, ella alimentó su libertad y su alegría de vivir.

Compartieron vivencias y amor en su famoso ático de la calle Covarrubias de la capital, una avanzada del buen gusto en la que celebraban fiestas únicas, al estilo de los actores de Hollywood. Pepi Gómez fue para Manrique un refugio de amor, impulso cultural, recreo festivo y singular en años grises.

“Pepi fue el único ser que me ha comprendido y que me amó como no me amó nadie. Era un ser con el que me pude comunicar durante 18 años de manera profunda y auténtica”, confiesa el propio Manrique en los audios de archivo que recoge ‘Utopía Manrique’ (2022), el documental que estrena este 12 de junio ‘Imprescindibles’.

El suyo fue un primer amor, una relación de descubrimiento que duró 18 años hasta que un cáncer acabó de forma repentina con la vida de Pepi. “Pensé que casi perdía el conocimiento y tuve que desbaratar mi casa de Madrid y cambiar absolutamente todo, hasta de lengua”, contaba el propio Manrique. Madrid se oscureció para él. Para superarlo y no mirar atrás, el artista se marchó a Nueva York, la ciudad en la que logró evadirse del dolor.

Y TAMBIÉN...
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Pepe Dámaso: "Entre César y yo no hubo homosexualidad".
Pablo Peñate / Diego F. Hernández | La Provincia, 2019-09-26
https://www.laprovincia.es/videos/cultura/2019/09/26/pepe-damaso-cesar-hubo-homosexualidad-8122745.html

2020/11/08

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | HERVÉ GUIBERT, LA TIERRA SALVAJE DEL HOGAR

Hervé Guibert, la tierra salvaje del hogar.
Con el autor francés, fallecido de sida en 1991, la autoficción de las últimas décadas nace, se reproduce, se desmorona y finalmente se disuelve. En ‘Mis padres’ escribe sobre sus orígenes familiares.
Jesús Ferrero | El País, 2020-11-08
https://elpais.com/babelia/2020-11-08/herve-guibert-la-tierra-salvaje-del-hogar.html 

Guibert, Hervé (2020). Mis padres. Madrid: Cabaret Voltaire.

En la adolescencia se enamora de Terence Stamp, el ángel desestabilizador de ‘Teorema’ de Pasolini. “Me pierden los asesinos”, confiesa. Sufrió tanto la violencia de sus padres como su amor, y prometió arrancarles los cabellos cuando estuviesen muertos. Una noche se masturba furtivamente mientras escucha a su madre, que le habla desde el camarote adjunto al suyo del barco del padre. Otra noche, presidida por la fiebre y la locura, le suplica un beso en la boca a su progenitora, que huye aterrorizada. Él la sigue entre las sombras. No vuelve en sí hasta que no se mira al espejo y redescubre su propia imagen. La secuencia condensa en sí misma toda la historia de Edipo y el psicoanálisis. Sus relaciones con su madre estremecen a veces, pero es más interesante el vínculo con el padre, con el que mantiene, sobre todo en la infancia, una relación que sin ser sexual es muy táctil y muy carnal, además de sorprendente. Cada cultura establece una gramática familiar diferente, y los padres franceses tienden a ser relativamente distantes, por eso sorprende.

‘Mis padres’, el libro que estamos comentando, parece una exploración de lo que ya dijo Adam Phillips en su momento, que la familia es el laboratorio en el que los niños experimentan los límites de su sexualidad y la de sus padres. Como ya dijera la novelista china Chen Ran, “el hogar es una tierra salvaje”. En ese sentido, nos hallaríamos ante una familia bastante canónica, lo digo para no equivocar al lector, pues solo quiero indicar que nos encontramos ante un texto honesto y audaz, en las antípodas de todos los que dibujan una imagen condescendiente y mistificada del laberinto familiar. Las fuentes narrativas de ‘Mis padres’ han de buscarse en ‘I remember’ de Joe Brainard, quizá por primera vez, pues es sabido que ‘I remember’ es el libro que más ha repercutido en la narrativa contemporánea vinculada al recuerdo. Guibert encadena recuerdos, sin atender demasiado a la linealidad, si bien deteniéndose más en ellos que Brainard.

‘Mis padres’ conforma un díptico fundamental con ‘El hombre que no me salvó la vida’. En el primero habla de su amor con T. (Thierry Jouno) y en el segundo de sus relaciones con Michel Foucault. Es común que muchos libros, incluso cuando son buenos, dejen un trazo más bien frágil en la memoria con el paso del tiempo, no me ocurre eso con ‘El amigo que no me salvó la vida’. Tengo la impresión de recordarlo bien, porque es una obra desnuda y definitiva sobre una doble agonía: la del autor y la de Foucault, que fue su amante y en muchos aspectos también su maestro. En algún momento la narración adquiere un aire bárbaro y despiadado, cuando refiere peligrosos escarceos sexuales, en plena enfermedad y en plena crisis existencial. Pero lo que más conmueve y a la vez hace pensar, es la dignidad ante la muerte que mostró Foucault, cuando ya supo que estaba sentenciado y lo ingresaron en el hospital de la Pitié-Salpêtrière, tan mentado en la ‘Historia de la locura’, por haber sido antes un manicomio. Ahí el escéptico Foucault vio la extraña geometría del destino, según dijo a sus allegados. Una geometría que se teje y se desteje en las profundidades del subconsciente más que en la zona esclarecida de la conciencia.

La escritura de Guibert es minimalista y aspira a la limpieza formal, huyendo del barroquismo tanto en los conceptos como en la estructura (de hecho ‘Mis padres’ ni siquiera tiene estructura), y procura no caer en la tentación sentimental. Como le ocurrió a Levé, su obra se diversificó desde sus comienzos, y supo desplegar con bastante solvencia su talento en la novela, los guiones de cine, la fotografía y las adaptaciones teatrales, si bien lo más valioso de su quehacer es su narrativa, anclada en su propia existencia y estrechamente vinculada a su noche personal. Fue generoso hasta la extenuación, e intentó narrar su propia agonía en directo, desde la escritura y el vídeo, sin sucumbir al narcisismo extremo, como creyeron sus enemigos. Guibert quería desenmascarar el sida y disipar las sombras que lo rodeaban, y para eso necesitó mucho valor y mucha voluntad. Dicho de otra manera: deseaba hacer una autopsia física y psicológica de la enfermedad tal como va modificando el cuerpo y oscureciendo la mente. Toda una experiencia límite, tanto desde el punto de vista literario como vivencial.

Poco antes de morir, salió en el programa televisivo ‘Apostrophes’ para hablar de ‘El hombre que no me salvó la vida’. Guibert parece una sombra de sí mismo, y ni siquiera es capaz de sonreír, pero explica bien su huía del sida, de su mismo concepto, hasta que tuvo que enfrentarse crudamente a la verdad, y entonces ya no dudó. El resultado fue un libro sobrio y despellejado sobre el crepúsculo prematuro de la vida y sobre lo mal que el Estado suele gestionar las crisis sanitarias.

Puede decirse que con Hervé Guibert la llamada autoficción francesa de las últimas décadas nace, se desarrolla, se desmorona y se disuelve finalmente en la muerte. Desde que él falleció, tras ingerir un veneno que tardó en hacerle efecto, llevamos demasiado tiempo descendiendo a los infiernos del yo, pero pocos con el rigor, el tesón y la belleza que Guibert supo desplegar. Hay algo extremadamente delicado en su ejercicio de la verdad.

2018/08/24

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | RAFAEL RODRÍGUEZ RAPÚN, EL GRAN AMOR DE GARCÍA LORCA, MURIÓ EN SANTANDER EN 1937

Rafael Rodríguez Rapún, el gran amor de García Lorca, murió en Santander en 1937.
‘Las tres erres’, como acostumbraba a decir Federico al referirse a quien durante algún tiempo había actuado en calidad de secretario particular en el grupo teatral ‘La Barraca’, falleció en el Hospital de sangre nº 4, de Santander, el 18 de agosto de 1937, ocho días antes de caer la ciudad en manos de las tropas franquistas.
José Ramón Saiz Viadero | El Diario Cantabria, 2018-08-24
https://eldiariocantabria.publico.es/articulo/memoria/rafael-rodriguez-rapun-gran-amor-garcia-lorca-murio-santander-1937/20180824201016049560.html

Rafael Rodríguez Rapún (Madrid, 1912-Santander, 1937), el gran amor de Federico García Lorca, falleció en el hospital de sangre nº 4, de Santander, el 18 de agosto de 1937, ocho días antes de caer la ciudad en manos de las tropas franquistas. Hacía dos meses que había cumplido veinticinco años.

Conocíamos este hecho por haber sido incluido en el libro de recuerdos de Luis Sáenz de la Calzada sobre ‘La Barraca’, pero recientemente se ha corroborado y ampliado la información gracias a la publicación de las últimas investigaciones efectuadas por un estudioso de la vida y la obra de Federico García Lorca: el escritor irlandés nacionalizado español Ian Gibson.

Después de morir Lorca –a los pocos días de que también fuera asesinado su amigo Constantino Ruiz Carnero (1887-1936), director del periódico republicano ‘El Ideal de Granada’—, Rafael Rodríguez Rapún (‘las tres erres’, como acostumbraba a decir Federico al referirse a quien durante algún tiempo había actuado en calidad de secretario particular en el grupo teatral La Barraca), tomó la decisión de alistarse en el Ejército republicano. Esta versión, más o menos parecida, la escuchó también Cipriano Rivas Cherif (1891-1967) al salir de prisión en El Dueso, pero nunca supo si era verdad o leyenda.

La escritora María Teresa León (1903-1988), esposa de Rafael Alberti, conocía bien a Rapún y estaba al tanto de la relación que existía entre él y Lorca. Cuando en octubre de 1936 se publicó en los periódicos de Madrid la respuesta del coronel González Espinosa al telegrama de H. G. Wells, quedando confirmado con toda certeza que el poeta había sido asesinado en Granada, María Teresa fue a ver a Rapún. "Nadie como este muchacho silencioso debió sufrir por aquella muerte –escribe en sus memorias—. Terminadas las noches, los días, las horas. Mejor morirse. Y Rapún se marchó a morir al frente del Norte. Estoy segura de que después de disparar su fusil rabiosamente se dejó matar. Fue su manera de recuperar a Federico", dejará escrito en sus memorias.

Después de hacer un curso de artillería –nada menos que en Lorca (Murcia)- Rapún consiguió la graduación de teniente, y en el verano de 1937 se encontraba destinado al frente de una batería no lejos de Reinosa, en la localidad cercana de Matamorosa. Uno de los hombres a sus órdenes lo ha recordado como persona seria, cultivada y que hablaba poco. Eran los días de la ofensiva franquista contra Santander, y la lucha era intensa en toda la zona. La mañana del 10 de agosto la batería entró en acción contra la aviación rebelde y, alrededor del mediodía, ante un fuerte avance del enemigo, Rapún se adelantó con dos soldados para ocupar una nueva posición. Se apostaron en las afueras de Bárcena de Pie de Concha, donde un ataque aéreo inesperado los sorprendió. A diferencia de sus compañeros, Rapún no se echó al suelo, permaneciendo sentado en un parapeto. Una bomba explotó cerca y fue mortalmente herido.

“El certificado de defunción de Rafael Rodríguez Rapún precisa que éste murió el 18 de agosto de 1937 en el hospital militar de Santander, a consecuencia de las heridas de metralla recibidas en la espalda y en la región lumbar. Lorca había sido asesinado exactamente el mismo día hacía un año. Nadie en el hospital sabía la edad, lugar de nacimiento o los nombres de los padres del teniente de artillería fallecido. No hay testimonio alguno acerca de sus últimas horas, de sus últimas palabras. Fue enterrado en el cementerio de Ciriego, en una de las muchas tumbas que se iban abriendo paso loma abajo hacia el mar Cantábrico”.

Diez años más tarde, el 8 de septiembre de 1947 sus restos fueron trasladados por solicitud de su padre, Lucio Rodríguez, y en la actualidad se encuentran en las Urnas Centro 3 norte nº 214, del mismo cementerio.

Una idea nos ronda insistentemente: si Lorca hubiera podido cumplir la promesa hecha en el verano de 1934 en su visita el estudio santanderino del pintor Antonio Quirós de regresar a la ciudad para recoger el cuadro que con que éste quería obsequiarle, su destino quizás hubiera tomado un rumbo bien diferente. Pero en el mes de julio de 1936 negras premoniciones se cernieron sobre un temeroso poeta que prefirió refugiarse en el seno familiar de su Granada, en vez de dirigirse hacia el Norte. El desarrollo de los hechos es bien conocido: en Granada cayó en manos de sus verdugos pronto sublevados, mientras que en Santander hubiera permanecido durante algo más de un año bajo el paraguas protector del Frente Popular. Quizás, también, la decisión desesperada de Rapún no hubiera estado sujeta a la fatalidad de los acontecimientos vividos. En ambos casos, todo ello sometido al quizás de un guerra cruenta y sujeta a un trágico desenlace para las personas de su mentalidad.

"Buen futbolista y socialista apasionado"
Rafael Rodríguez Rapún se incorporó a ‘La Barraca’ en los primeros meses de 1933, cuando el grupo ensayaba la obra ‘Fuenteovejuna’, sustituyendo a Miguel González Quijano en el puesto de secretario del grupo que éste dejaba vacante.

Así le describe Gibson: "Es de constitución atlética, buen futbolista y socialista apasionado. Hace unos meses que se ha incorporado a La Barraca, y es ya su secretario, cargo que desempeña con tanta eficacia y con contabilidad tan transparente que todos lo respetan”. El diplomático chileno Carlos Morla Lynch (1888-1969), que asiste a la función, ha conocido a Rodríguez Rapún hace un mes con motivo del estreno de Don Perlimplín, de Lorca, interpretado por el santanderino Santiago Ontañón (1903-1989), encontrándolo "simpático, de fisonomía franca, insolente y gentil a un tiempo, y lleno de personalidad", impresión que ahora se confirma.

Luis Sáenz de la Calzada (1912-1994), uno de los componentes de La Barraca, nos ha dejado una descripción más completa del aspecto de Rapún: “Cabeza más bien grande, braquicéfala, cabello ensortijado, frente no muy amplia surcada por una profunda arruga transversal; nariz correcta emergiendo casi de la frente, lo que le daba, en cierta medida, perfil de estatua griega; boca generosa de blanquísimos dientes con mordida ligeramente cruzada; ello hacía que, al reírse, alzara una comisura mientras descendía la otra. Barbilla enérgica, cuerpo fuerte con músculos descansados, poco hechos al deporte; me parece que no sabía nadar; solía ir vestido de oscuro, color que hacía más luminosa su sonrisa. Pisar seguro y andar decidido”.

Gibson, recogiendo declaraciones del director escénico Modesto Higueras (1910-1985), afirma que Rapún no era homosexual pero que acabó sucumbiendo a la magia de Lorca y ya no hubo vuelta atrás: "A Rafael le gustaban las mujeres más que chuparse los dedos, pero estaba cogido en esa red, no cogido, inmerso en Federico. Lo mismo que yo estaba inmerso en Federico, sin llegar a eso, él estaba inconscientemente en este asunto. Después se quería escapar pero no podía... Fue tremendo", dice Higueras, ayudante que fue de Federico en ‘La Barraca’.

En 1933 ‘La Barraca’ actúa en Cantabria. No es la primera vez que acude a la provincia de Santander, puesto que ya en el verano de 1932, al regreso de su gira norteña por Galicia y Asturias, por recomendación de Carlos Morla sus componentes estuvieron en Santillana del Mar a finales de la primera decena de setiembre, y ante el mal tiempo reinante se contentaron con visitar la romántica villa, penetrando en las cuevas de Altamira, cuyas pinturas asombraron a Lorca, para después asistir a la lectura de una obra de Federico en la tranquilidad del hotel Pereda, "donde en la noche junto a la chimenea nos leyó Federico "Así que pasen cinco años", obra que nos causó impacto y asombro", recordará una de las más activas componentes del grupo: la actriz Mari Carmen García Lasgoity. Los santanderinos, conocedores de la gira, tenían todavía esperanzas de poder asistir a una de las representaciones, pero no hubo ocasión para ello.

En el verano de 1933, Carlos Morla Lynch, asiduo veraneante de la localidad trasmerana de Somo en una casita situada cerca de la bahía, espera que el conjunto universitario visite el pueblo y que Federico cumpla su promesa hecha en Madrid de montar una representación para sus rústicos habitantes. Con Morla y su mujer Bebe se encuentra otro matrimonio, compuesto por los escritores franceses Marcelle Auclair –que después será biógrafa de Federico— y Jean Prevost, y entre las visitas que reciben está la del historiador Américo Castro, uno de los profesores de la Universidad Internacional de La Magdalena.

Una tarde de agosto desembarcan de una de las lanchas que unen al pueblito con Santander tres muchachos, uno de los cuales es Rafael Rodríguez Rapún: "Los cuatro visten el mono azul que constituye el uniforme del teatro ambulante de Federico". Otro es Luis Sáenz de la Calzada. Ese día Federico no acude a la visita, pero sí lo hace posteriormente vistiendo también el mono azul, en esta ocasión acompañándole el guitarrista Regino Sainz de la Maza (1896-1981), yerno ya de la escritora Concha Espina, con la cual ha coincidido en una noche neoyorkina de 1929. La vuelta a Santander la hacen con el poeta Gerardo Diego (1896-1987), profesor en los cursos de la Universidad Internacional de La Magdalena y que ha caído por el lugar inopinadamente. Calzada, Ugarte, Federico y Rapún fueron a la casa de Gerardo Diego, donde éste tocó el piano para sus visitantes y después lo hizo el propio Federico.

Según Gibson, habría una visita más en compañía de Rafael, porque dice que Lorca va con Rapún a Somo y a Tudanca para saludar a José María de Cossío, donde nombraron a éste "barraquito de honor" entregándole una certificación firmada por todos los componentes; después ‘La Barraca’ cumplirá su gira apalabrada con las representaciones en Santander, sin poder hacer la prometida en Somo, para desencanto de Carlos Morla: debido a un accidente automovilístico, el grupo se ha visto obligado a reducir sus actuaciones en la capital montañesa de cuatro a tres, puesto que en el puerto asturiano de Pajares se fundieron las cuatro bielas del automóvil y perdieron tres días en la espera de la reparación.

En el verano de 1934 Santander recibe nuevamente la visita de ‘La Barraca’, que llega a finales de la primera quincena de agosto. Federico se hospeda esta vez en el Hotel Real, coincidiendo con el ex-ministro Fernando de los Ríos, profesor en esta ocasión en los cursos de la Universidad que tanto contribuyó a crear y por lo cual le había sido otorgado el título de "hijo adoptivo de Santander". El día 13, primero de las representaciones, les llega la noticia de que Ignacio Sánchez Mejías ha muerto en Madrid a consecuencia de una cogida en la plaza de toros de Talavera de la Reina. Dos días más tarde, tenía lugar la representación de ‘El burlador de Sevilla’, en cuyo reparto artístico el joven Rapún –que se ha librado del servicio militar— tiene el papel del pescador Coridón. Carlos Morla también asiste a la representación y dejará escrito en su diario:

"Es tan bonito todo, tan sugestivo, tan lleno de encanto propio; y es tan cautivador el ambiente. Los muchachos con su mono azul -entre los cuales se mueve más que ninguno Rafael Rodríguez Rapún- corrigen los desperfectos: acomodan el escenario, disponen la colocación adecuada de las luces, dirigen el desarrollo del espectáculo, a la vista del público, como en los teatros japoneses. Impresión de algo único, maravillosamente logrado dentro de la espontaneidad de una cosa improvisada" .

El día 18 dan su última representación en Santander, y salen para la localidad de Ampuero, donde por sugerencia de Alfredo Matilla actúan el día 21 en la plaza de la Constitución representando los entremeses cervantinos ‘La cueva de Salamanca’, ‘Los dos habladores’ y ‘El retablo de las maravillas’. Federico se retrata con un grupo de ampuerenses en una comida celebrada en el Café La Juventud, entre los cuales se encontraba el abogado Alfredo Matilla, veraneante en la villa del Asón y principal promotor de esta visita. Después pasan por Limpias y suben el puerto hasta llegar a Medina de Pomar y Villarcayo, itinerario inverso al que unos años antes hiciera Alberti.

Ya habían comenzado a ser bien palpables las dificultades económicas de ‘La Barraca’, puesto que el Gobierno, ahora de Centro-Derecha, no hace efectivos sus compromisos, quizás en un intento de impedir que continuaran su labor los animosos estudiantes. Rapún, consciente de la dificultad en que se encuentran, escribe en el ‘Anuario’ de 1935 sobre las posibilidades existentes. De todas formas, en una tumultuosa junta de la Unión Federal de Estudiantes Hispanos (UFEH) celebrada a finales de 1935, Rapún, que en este año ya había actuado en calidad de secretario personal de Lorca, decide dejar su puesto vacante: desde las fechas posteriores a la fracasada Revolución de Octubre de 1934, algunos componentes de ‘La Barraca’ se habían cuestionado si era adecuado seguir con las representaciones cuando "en España hay tantas viudas".

“El gran amor de Lorca murió en Santander”, ahora revisado, se publicó por primera vez en Crónica de Cantabria, Santander, 12-18 de febrero de 2000, p. 30.

2017/10/09

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | VICENTE MOLINA FOIX: "SOLO AMÉ UNA VEZ"

Vicente Molina Foix: “Solo amé una vez”.
En 'El joven sin alma', el escritor ajusta cuentas con su juventud. Desdoblándose para convertirse en personaje, recrea su relación con Terenci Moix y las alegrías y tristezas de los 'Nueve novísimos'.
Juan Cruz | El País, 2017-10-09
https://elpais.com/cultura/2017/10/09/babelia/1507538057_694863.html 

No hay trampas en este libro, aunque haya ficción. 'El joven sin alma' (Anagrama) es la historia personal de Vicente Molina Foix. En primera persona, aunque empiece (y acabe) siendo él dos Vicente, afrontados por un espejo inquietante. Los nombres propios (Pedro, Guillermo, Ramón, Ana, Leopoldo) son los nombres que tuvieron entonces, en los años 60 del siglo XX, algunos de los escritores más notorios de la generación del autor que es, él lo dice, “el joven sin alma”. Él tuvo amores con Ramón, que pasó luego a la historia como Terenci Moix. El resto (Pere Gimferrer, Guillermo Carnero, el citado Terenci, Ana María Moix, Leopoldo María Panero) son los amigos de Vicente. Es una historia, tantas veces triste, de amores y de amistad y de cine y de alegría de un grupo que, en parte, consagró Josep Maria Castellet en ‘Nueve novísimos’.

Pregunta. Eran la ‘coqueluche’.

Respuesta. Así lo bautizó Castellet, sí. En el libro se habla de este grupo, del personaje llamado Vicente cuando los encuentra. Es una novela muy de formación porque es la historia de cómo se forma una conciencia: un grupo de personas en el tiempo de un cambio no sólo político, aunque haya política, sino sobre todo moral y personal, de un cambio de vida.

P. Existe un juego literario, el de los dos Vicentes. ¿Quién es Vicente Molina-Foix de los dos?
R. No es un ‘alter ego’, ni un super­ego ni un ego. Hay un narrador que es Vicente, el protagonista del libro y también vividor de lo que se cuenta, un verificador. Lo dice al principio: “Yo no me voy a llamar de ninguna manera”. Y nunca se dice quién es, aunque se sabe que es él mismo. Me gustó hacer este juego, y tiene esta finalidad: que el Vicente con nombre y apellido quiere ser personaje en este libro, no quiere ser autor. Soy autor y personaje.

P. ¿Cuál de los dos vive ahora con usted?
R. Yo sigo siendo el primero, el que tiene la memoria interior de todo aquello, el que retrata todas las cosas; igual que sucede en ‘El abrecartas’, aunque yo no lo sabía, ahí no soy yo, soy el que escribe las cartas de todos los personajes. En este caso yo he vivido muchas de las cosas, desde mi encuentro con Cela en mi adolescencia al conocimiento de unas hermanas bellísimas y a mi descubrimiento de un grupo de personas que me cambió la vida cuando entré en contacto con ellas en Film Ideal. Esa es la persona que soy. Pero como el libro no es una memoria ni una autobiografía, sino una novela, una novela romántica, he tenido una enorme libertad.

P. “Sin alma”. El apellido del título es muy terminante. ¿Es así como se ve?
R. Me veo sin alma en el sentido amoroso de la palabra, en el sentimental, porque la novela tiene una parte sentimental muy importante. No me veo como una persona desalmada. El “sin alma” es, además, una manera de hablar de los personajes; disfruté mucho siendo personaje, tratándome de personaje. De todos los personajes de este grupo de seis, Vicente es el que menos ama, el que no sabe amar, el que ama el cine, la amistad, sus vivencias, su ideología, sus abrigos, pero no se entrega amorosamente en una novela en la que todos los demás, excelentes escritores en la realidad conocida, saben amar y de alguna forma viven pendientes del amor. Únicamente en ese sentido se dice “sin alma”.

P. ¿Usted era así?
R. Sí. Yo solamente he amado, lo que se dice amar, una vez en mi vida. Las otras veces no es que hiciera cabronadas, al menos no intencionadamente. No. Yo no sabía amar, o quizá no me interesaba tanto amar durante un periodo. Ese es el joven sin alma. Luego el personaje cambia, claro, en todo caso esa es también otra de las maneras por las que yo los veo unidos; se cuenta en ‘El invitado amargo’ (que con ‘El abrecartas’ constituye una especie de trilogía): ahí sí hay amor.

P. Hay muchas referencias a la carencia de alma. Como si fuera una autocrítica.
R. Sí, es una autocrítica. El libro tiene autocrítica en la parte que corresponde. Ahí es muy importante que un Vicente le diga al otro que no mienta. Se habla de un tiempo en que el joven no traiciona, sino que no sabe llegar. No es la historia de una traición ni de una maldad premeditada. Mis amigos estaban suicidándose continuamente por amor… Los demás tomaban cosas y amenazaban con irse de este mundo. Y mi carácter siempre fue un poco más frío, más prudente.

P. ¿Y no hay ego? Escribe usted: “1969. Y todos habían publicado menos yo”.

R. Es una declaración muy verdadera. Ahí me reivindico como un alumno, he sido siempre muy buen alumno. Ahora que ya tengo una edad muy provecta hago una especie de mirada sobre la vida y me doy cuenta de que para mí el elemento creativo, en mi carácter y en mi obra, ha sido el aprendizaje de gente que he tenido la suerte de tener como maestros, algunos mayores, pero algunos de mi edad. Pedro, Ramón, Ana, Leopoldo, Guillermo fueron maestros coetáneos… Luego los he tenido de todas las edades. Y eso de no haber publicado como ellos no eran celos, quizá si lo hubieran sido me hubiera apartado de ellos: la mía era una voluntad de impregnación.

P. Ramón le dice: “Presumido indeciso”. Ana María le espeta: “Vicente, eres un triste, no morirás joven, lo cual no significa que serás un triste para siempre”. Ahí se quiebra el ego...

R. No, el libro no es egocéntrico. Es lo que más he trabajado, no sólo contar la trayectoria de Vicente, sino la vida de este con otras personas. Pedro va a presentar el libro en Barcelona: creo que es la primera vez que un personaje de ficción presenta un libro. Él dice que se ha reconocido cuando habla, aunque no del todo. Es muy importante en el libro Guillermo Carnero, que aún no lo ha leído. Otros por desgracia han muerto. Y para mí era fundamental crear compactadamente esta aventura que nos junta entre 1964 y 1969, el periodo que en realidad cubre el libro con mayor extensión. Y las voces están escritas por mí o, en el caso de algunas de las cartas, reescritas por mí, para darles la verdad que yo mismo me doy a mí mismo. Para darles una densidad que no traicionara su verdad.

P. ¿Y es un libro triste?
R. Es un libro lleno de humor. El arma de construcción masiva de mis libros y de mi vida es el humor; me considero un humorista, si no fuera tan tímido querría dedicarme a ser humorista en la tele. Pero al mismo tiempo hay una tristeza que es consustancial a mi carácter, una especie de pesimismo o melancolía contra la que yo mismo lucho con el humor. No lo quita pero lo palia un poco y lo hace más llevadero.

P. Con todos esos personajes tuvo mucha relación. Con Ramón (Terenci) hay una ruptura dramática. ¿Volvió la amistad o aquella se rompió?
R. Volvió la amistad. Con Ramón tardó tiempo pero volvió; con Pedro y el personaje llamado doctora Mabuse, se produjo el corte que se cuenta. Volvió con Guillermo Carnero, con el que no hubo ningún incidente, simplemente nos separamos por la vida. Y con la persona con la que más crisis hubo fue con quien probablemente fue mi mejor amigo de todos ellos, Leopoldo María. Con Leopoldo viví durante un periodo corto una relación de una intensidad amistosa enorme. Me deslumbró mucho Ramón, me intrigó mucho Ana María, también Pedro con su cultura y su manera de ser. Pero el Leopoldo que yo reflejo en el libro fue verdaderamente la persona más refulgente de aquel periodo. Me deslumbró, pero luego se apagó el fuego.

P. ¿El libro le ha servido para recuperar el alma?
R. Sí, yo creo que me he planteado muchas dudas sobre mí mismo; también coincide que el libro está escrito a una edad en la que uno tiene que hacer balances de todo tipo. Creo que si al lector de este libro, el que no haya leído nada mío antes, le interesara y le intrigara, podría volverse a ‘El invitado amargo’, porque ahí se da respuesta a esa pregunta; aquella sí que fue una relación en la que el autor se implicó y luchó mucho. No llegó a suicidarse porque yo no soy del género suicida, y eso es una especie de predisposición, pero tuve un gran sufrimiento.

P. Es la vez que usted amó.
R. Sí, esa es la vez que amé, exacto.

2016/01/07

DOCUMENTACIÓN | LITERATURA | 'PARIS-AUSTERLITZ', EL DESAMOR HOMOSEXUAL SEGÚN RAFAEL CHIRBES

ABC / Rafael Chirbes //

«Paris-Austerlitz», el desamor homosexual según Rafael Chirbes.

Con su novela póstuma, «Paris-Austerlitz», el escritor valenciano cerró su ciclo narrativo y regresó al universo de «Mimoun».
José María Pozuelo Yvancos | AVC, 2016-01-07
https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-paris-austerlitz-desamor-homosexual-segun-rafael-chirbes-201601071525_noticia.html

Cuando alguna vez se analice la historia de la novela corta en España, el nombre de Rafael Chirbes se situará en lugar destacado. Le vino el éxito y el reconocimiento generalizado en Alemania a partir de «La larga marcha» (1998) y años después en España con el díptico sobre la crisis y la corrupción urbanística que formaron «Crematorio» (2007) y «En la orilla» (2013). Antes de que estos reconocimientos masivos llegaran con sus novelas extensas, gozaba de una nutrida minoría de seguidores que lo habían descubierto en sus novelas breves, desde que, con «Mimoun» (1988), apareció como escritor, hasta la que puede considerarse su obra maestra: «La buena letra» (1992), sin olvidar «Los disparos del cazador» (1994).

Rafael Chirbes ha terminado su vida literaria dando cima, tras veinte años de escritura y reescritura , a esta última obra, «Paris-Austerlitz», que elige otra vez la forma de novela corta, y que en cierto modo actúa de cierre de un círculo, pues si «Mimoun», su ópera prima, ambientada en Marruecos, situaba como fondo el tema de la relación homoerótica, en «Paris-Austerlitz», que se publica póstuma, vuelve a ese asunto, pero para darle la vuelta. Los desasosiegos nacidos de la incapacidad de comunicarse con una cultura ajena se convierten aquí en algo radical, personal, íntimo, como si Chirbes hubiera querido dejar sobre la relación amorosa un testamento descarnado, tremenda elegía que sepulta el amor en la ruina de su descomposición.

Mirada lacerante
El sida, que en estas páginas no se nombra directamente, sino a través de metonimias (se lo llama la plaga, o el mal), no es la única causa de esa mirada descarnada, casi lacerante, que Chirbes arroja. El verdadero tema va más allá del sida, y se nutre de dos motivos que le obsesionan: el amor como cosificación, como posesión del otro; y la infertilidad, cuando el amor termina siendo cárcel.

Ni que decir tiene que, tratándose de Chirbes, no se oculta una mirada marxista, pues la relación entre el joven pintor español (el narrador) con su amante, Michel, un obrero parisino ya maduro, no puede salvar la diferencia económica y de estrato social , que termina siendo corrosiva para la propia relación. Mucho más que la diferencia de edad, les separa la cultura, el dinero, las posibilidades que uno tiene y de las que el otro carece.

Una novela también es lo que elige no contar. Mientras la leía, no pude dejar de acordarme del famoso poema de Jaime Gil de Biedma «París, postal del cielo» , que contiene estos versos: «Aun vive en mi memoria aquella noche / recién llegado. Todavía contemplo, / bajo el Pont Saint Michel, de la mano, en silencio / la gran luna de agosto suspensa entre las torres / de Notre-Dame, y azul / de un imposible el río tantas veces soñado. / Its too romantic, como tú me dijiste / al retirar los labios». Ese «too romantic» del que se han llenado muchas evocaciones idealizadas del amor homosexual es lo que Chirbes ha dejado de lado.

Cielo gris y plomizo

La novela discurre por un París de tabernas, café-«tabacs», obreros e inmigrantes. La habitación donde vive su amor esta pareja es mugrienta y Chirbes termina trasladando a toda la ciudad de París esa misma sensación de cielo gris y plomizo, de panza de burro, escenario de un amor que va agotando sus recursos.

El autor ha hecho gala de gran habilidad al evitar que las secuencias narrativas sigan cronológicamente los tiempos de la relación. De hecho, la trama comienza por el final, en las tremendas escenas del hospital de Saint-Louis, donde Michel está internado, dado el avanzado estado de su enfermedad. Chirbes también evita el eufemismo o la caridad de lo implícito y sugerido. Antes al contrario, hace explícita descripción de las miserias que el cuerpo sufre durante la enfermedad. Pero, sobre todo, cuando la historia comienza, en esa situación casi terminal, sabemos que entre el joven pintor (el narrador) y el maduro obrero, Michel, se ha tejido un muro de reproches, de celos, de incomprensión. El diálogo se tiñe de silencios elocuentes.

Chirbes ha clausurado de este modo amargo su literatura. No ha querido compensar con el amor el pesimismo creciente de su visión de la cultura del dinero; antes al contrario: esta novela, que es una joya de honda expresividad, actúa como si quisiese decirnos que nada queda al margen del dominio de unos sobre otros.

2003/04/06

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | LAS DOS VIUDAS DEL FARAÓN TERENCI

Las dos viudas del faraón Terenci.
En una vida repleta de amores con hombres, resulta paradójico que Terenci Moix agotara su última etapa entre dos mujeres. Inés, su guardiana, y su hermana Ana María Moix. El novelista catalán ha muerto sin dejar testamento. La escritora Cristina Peri Rossi, amiga de la familia, cuenta cómo son ellas.
Cristina Peri Rossi | Crónica, El Mundo, 2003-04-06
https://www.elmundo.es/cronica/2003/390/1049639033.html 

El 3 de abril de 2003, día de las exequias fúnebres del enfant terrible, del Rimbaud de la literatura castellana y catalana, Terenci Moix, un hermoso anuncio con su fotografía, publicado en las páginas de El Mundo decía: «Siempre estaré a tu lado»; firmaba: Tu Seshat invicta. Los lectores atentos podrían recordar que su último libro, 'El arpista ciego', que en marzo había recibido el premio de la Fundación José Manuel Lara a la mejor novela, estaba dedicado a «Inés González, Seshat invicta». La clave se había revelado: detrás de este gran hombre, había una mujer, por lo menos. No era la primera vez que la nombraba; aparecía también en la lista de agradecimientos de sus memorias, 'El peso de la paja', junto a Ana María Moix y a Pere Gimferrer. Pero le había hecho otra dedicatoria célebre, la de 'La Venus Bonaparte', de l994: «A Inés González, la guardiana de las cosas más bellas de mi vida, este libro que le pertenece por entero».

Desde entonces, muchos amigos y conocidos del escritor, como Manolo Vázquez Montalbán, la han llamado «la guardiana». Le pertenecía porque esa novela histórica fue fruto de una investigación detallista y minuciosa que realizaron conjuntamente, revisando archivos, leyendo decenas de libros, recorriendo librerías de viejo. «Hasta conseguimos un catecismo que había pertenecido a Napoleón», recuerda Inés.

No hay ni una gota de vanidad en ese plural, sino la admiración y la devoción que sintió por él, desde que lo conoció, en Madrid, cuando Terenci Moix realizaba para TVE el programa cinematográfico 'Más estrellas que en el cielo', en l989. Por el plató desfilaron algunos de los grandes mitos (Kirk Douglas, Lauren Bacall) y duró 19 semanas; Terenci era el director y guionista, desarrollaba una actividad febril, porque, además, escribía una crónica en el diario ABC: ‘Mis inmortales del cine’.

Detallista, exigente, ansioso, necesitaba una ayudante y secretaria, y TVE le hizo el mejor regalo de su vida, según las palabras del autor: le adjudicó a Inés González, una jovencita de 20 años, nacida en Madrid, que había hecho Relaciones Públicas y que se sintió deslumbrada, fascinada por la personalidad del escritor y por el programa (entonces, Terenci Moix se había separado del actor catalán Enric Majó, el gran amor de su vida. La separación fue muy dolorosa y sufrió una fuerte depresión de la cual la ansiedad y la euforia parecían ser los síntomas maníacos. Enric lo visitó días antes de morir y lo acompañó con muchísimo cariño).

Terenci Moix no ha dejado testamento, por lo cual sus herederos son los legales. Sus archivos, su valiosa cinemateca, su numerosa correspondencia, sus manuscritos, su gran biblioteca y todas sus colecciones forman un material muy importante para conocer su vida y su obra. Inés González y Ana María Moix están dispuestas a colaborar conjuntamente para abrir una fundación donde se pueda estudiar toda esta documentación. La sede estará en Barcelona y la vestal o guardiana será Seshat invicta.

Sólo los varones heterosexuales creen que a los homosexuales no les gustan las mujeres; las mujeres, y ellos, saben que no es así. En algunos casos, los varones homosexuales han tenido intensas relaciones afectivas con mujeres, con independencia o no de mantener relaciones sexuales con ellas. Es el caso de Terenci, de nuestro entrañable Terenci del Nilo, autor de las memorias más introspectivas y psicológicamente sutiles de la literatura en castellano.

Todos los merecidos y emocionados homenajes que ha recibido al morir demasiado joven (Terenci siempre fue demasiado joven para todo, salvo para escribir: para emigrar a Roma y a Londres, para el sexo, para morir) hay que hacerlos extensivos a dos mujeres que lo cuidaron con amor, cariño, ternura, que lo mimaron, que cumplieron todos sus deseos -a veces de niño mimado y caprichoso-: su hermana, la escritora Ana María Moix y su secretaria, asistente, dama de compañía, enfermera, discípula y admiradora Inés González.

A Terenci le atraían las mujeres fuertes e inteligentes, como su madre, a quien había admirado especialmente porque en una época oscura, provinciana y represora como la posguerra, había osado tener un amante. Es posible que todas las que admiró fueran un reflejo especular e idealizado de su madre; lo cierto es que despertaba en las mujeres un sentimiento maternal, protector, que disfrutaba con ello, porque era una especie de salvoconducto para los aspectos más infantiles de su carácter: el despotismo, los caprichos, la autocomplacencia y el narcisismo.

A pesar de la juventud de Inés, Terenci reconoció en ella la fortaleza, la capacidad de entrega y de protección de las vestales y de las madres coraje. A partir de esta primera colaboración, Inés se convirtió en imprescindible y fueron inseparables: cuando el escritor terminó su trabajo en Madrid y volvió a Barcelona, le pidió que lo acompañara. La joven madrileña del barrio La Paz (nacida el 20 de abril: Aries con ascendente Leo, reconoce, con cierto orgullo: un carácter firme, invulnerable. Sin embargo, completamente sensible a las demandas, a las exigencias a veces desbordantes de Terenci) vivía con sus padres.

Cuenta que su madre se opuso, en principio, a que siguiera al escritor a Barcelona, pero el flechazo se había producido y era imparable. Dejó la televisión para contraer este «perfecto matrimonio blanco», como ambos llamaban a su estrecha relación de colaboración, apoyo y compañerismo. Porque para estar al lado de Terenci había que compartir todos sus mitos, sus entusiasmos y proyectos.

Inés fue su discípula, algo que considera un privilegio: se matriculó en Historia Antigua en la Universidad de Barcelona, obtuvo excelentes calificaciones y Terenci estaba orgulloso, porque él no había estudiado académicamente. Era mucho más que una secretaria, aunque conservaba cierta independencia territorial: el escritor alquilaba dos pisos en la calle Muntaner (uno, entero, estaba dedicado a su cinemateca, compuesta por más de 3.000 películas, a sus libros, sus discos y sus vastos archivos) y ella, por las noches, regresaba al suyo, tres calles más allá.

Inseparables
Terenci fue un gran noctámbulo: amaba la noche. Era entonces cuando prefería escribir mientras fumaba ansiosamente, le gustaba volver a ver sus viejas películas, reunirse con sus amigos o pintar. Inseparables (título de un apasionante film de David Cronemberg), en una entrevista el escritor había dicho: «Sólo podría amar a alguien igual a mí mismo», ingenua confesión de narcisismo, pero lo cierto es que consiguió transferirle sus gustos y sus pasiones.

Sin embargo, Inés conservó siempre su propia personalidad; para sorpresa de Terenci le gustan los deportes, y solía enfundarse un chándal y hacer footing, acompañada, a veces, por Ymelda Navajo, durante el tiempo en que la directora de Planeta vivió en Barcelona. También le gusta nadar, y ganó un trofeo, del cual se siente orgullosa, en la tradicional competencia del Puerto, en Navidad.

La otra mujer sin la cual no podía vivir era su hermana, la escritora y editora Ana María Moix. Nacida unos años después, en l947, fue una poeta y narradora precoz, mimada por la ‘gauche divine’. Íntima amiga de Carlos Barral, de Jaime Gil de Biedma, de José María Castellet, compartió sus noches de vino y rosas, su amores, su Cadaqués o su Calafell. Demasiados ‘gin’ y demasiados ‘dry martinis’ para alguien tan joven y tan sensible, pero fue una época inolvidable. Yo la conocí en l973 y desde entonces somos grandes amigas; generosa, tierna y dotada de un humor corrosivo supo elegir la vida al alcohol, el compañerismo a las pasiones desbordadas de la juventud. Terenci sentía admiración y respeto por su hermana, más lírica, y en noches intensas le leyó siempre los largos capítulos de sus novelas todavía inéditas; decía que era ella quien le ponía las comas, y tratándose de un escritor meticuloso y a veces inseguro, las comas tenían mucha importancia.

Ana María lo cuidó siempre, estuvo a su lado y en los últimos años compartió con Inés González las vicisitudes de la enfermedad. Toda su ternura se ha volcado en los homenajes que le ha rendido en estos días, donde no faltó un detalle conmovedor: haber colocado en la solapa de Terenci la escarapela del club de admiradores de Sal Mineo, que el escritor había comprado a través de una subasta en Internet.

Son dos escritores completamente diferentes. Ella fue incluida en la famosa antología de Castellet 'Nueve novísimos poetas españoles', junto al amigo común, Pere Gimferrer, pero en esa antología no estaba Terenci. Recientemente, Ana María ha publicado una crónica sobre el periodo más particular de la cultura catalana de los últimos 50 años: '24 horas con la gauche divine'.

A pesar de las grandes diferencias de la literatura de ambos, hay algo que los une: las formas del neorromanticismo -el gusto por el fetichismo, los iconos y el cine- y la capacidad de renovación, de transgresión. Quizás compartieron lo más profundo: el amor por las mujeres de carácter fuerte, las clásicas malas de las películas (las actrices favoritas de Terenci fueron Bette Davis y Joan Crawford).

En este gineceo no puede faltar la gran amistad y colaboración que lo unió a la actriz Nuria Espert. Hace pocos meses, cuando ya estaba muy enfermo y apenas podía caminar, presentó en Barcelona la biografía de la actriz: 'De aire y fuego'. Como siempre, estuvo alegre, mordaz, brillante y sarcástico. Fumaba y simulaba estar sano: detestaba parecer enfermo, el narcisismo se lo impedía. Ambos colaboraron mucho y bien (en 'Yerma', dirigida por Víctor García, por ejemplo, versión muy polémica). Conmovida, Nuria Espert me confesó que había perdido a su mejor amigo y recitó, en el homenaje de despedida, el poema de Kavafis 'Itaca'.

Terenci solía decir que las mujeres lo amaban más que los hombres, aunque él los prefería, y es cierto que fue consentido, mimado y querido por muchas mujeres, pero también es verdad que las trataba con gran admiración. Silvia Querini, directora actual de la editorial Lumen, me contó que el mayor y más hermoso ramo de flores lo recibió de Terenci: 50 rosas, disculpándose por haber entregado tardíamente un prólogo. Y las mujeres lo quisieron como a un Peter Pan seductor, incorregible y lleno de encanto (el segundo volumen de sus memorias se titula, precisamente, 'El beso de Peter Pan'). Un fragmento de ese musical cerró los actos de despedida. Frente a su casa de la calle Muntaner, los vecinos colgaron una pancarta que decía: «Gracias, Terenci».

Cristina Peri Rossi
presenta el próximo jueves «Cuando fumar era un placer», editado por Lumen.

1998/12/07

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | GLORIA Y LOS SANTOS INOCENTES

Gloria y los santos inocentes.
Vicente Molina Foix | El País, 1998-12-07

https://elpais.com/diario/1998/12/08/cultura/913071605_850215.html 

¿Es posible que un gay o una lesbiana se acerque a los niños sin tocarles ni mancharles? Mucha gente -y entre ellos muchos padres de familia- piensan que no. Dicen, dirían algunos, preguntados en las encuestas, que sí, pero profundamente piensan que no. La tentación de meter al homosexual en el saco de los pederastas psicópatas y agresivos es muy fuerte para la sociedad. ¿Hay que explicarles en la escuela a los niños, al margen de las enseñanzas de vida sexual, que numerosos artistas que están leyendo o viendo en sus libros de texto eran homosexuales, y que ese particular deseo erótico cobra a menudo relevancia en su obra? También sospecho la respuesta mayoritaria a esta pregunta, aunque tengo delante un pequeño libro ejemplar, ‘Luis Cernuda para niños’ (introducción y antología preparadas por Antonio José Domínguez), parte de una colección extensa que las Ediciones de la Torre llevan años publicando sobre poetas españoles y americanos. Después de sacar limpiamente el asunto a propósito de la auto-reconciliación que Cernuda sintió en un momento de su formación, debida en parte a la lectura de Gide, A. J. Domínguez escribe: "Para Cernuda, su homosexualidad no es sólo sinónimo de libertad, en contra de lo que afirma Octavio Paz, sino expresión de su reciedumbre y su valentía moral. Confesarse homosexual en un mundo regido por prohibiciones, normas y preceptos, desborda, en este caso, cualquier atisbo de provocación. Es una afirmación, un reto a la moral social". Del perfil biográfico no se omite la importancia que en la escritura de los impresionantes ‘Poemas para un cuerpo’ tuvo el amor por un muchacho mexicano, ni faltan en la antología algunos de los poemas más contundentes y conflictivos del poeta sevillano. Cuando entrevisté a Gloria Fuertes para ‘La edad de oro’, la serie de retratos dialogados aparecidos semanalmente en el dominical de El País y luego en forma de libro, la conversación fue sin tapujos. En su mejor poesía y en la intimidad, Gloria no los usaba. Puesto que había entre nosotros confianza hablamos de las cosas del corazón. "Sólo sé de poesía y de amor". La poeta tenía entonces 77 años. "A mi edad sigo amando, pero me freno. Ahora mismo hay alguien en mi vida". No conozco mejor obra de arte total que la ilusión amorosa de una persona vieja. Pero Gloria, como en sus grandes poemas, tenía el don de transformar la emoción en disparate, y el amor, sentimiento dislocado donde los haya, no escapaba a sus tratamientos de choque. Y así me contó, mientras yo tomaba notas a diestra y siniestra, que en cierta ocasión, al sufrir un desengaño, pensó seriamente en el suicidio. "Fui al metro decidida a matarme. Pero al ir a sacar el billete ligué, y en vez de tirarme al tren me tiré a la taquillera". Cuando me harté de reír, le pregunté: "¿Puedo contar esto, Gloria?". "No. Ahora no. Yo vivo de mis libros infantiles, y estas cosas podrían asustar a los padres, que son los que los compran". Naturalmente, respeté su deseo.

Ahora que Gloria ha muerto y sus libros (esperemos que no sólo los infantiles pervivan, pues hay mucha maravilla en su obra adulta) seguirán poniendo rima a los sueños de sus pequeños lectores, podría ser un buen momento para plantear una hipótesis. A la niña que lee en su cuarto ‘El dinosaurio y doña Flora’, al niño a quien su padre le endilga ‘La pulga Federica’ con la cucharada de los fideos, les importa un bledo con quién se va a la cama la autora de aquellos versos juguetones. El lector está en su derecho a disfrutar de la imaginación de un escritor sin tener que tragarse ni la cocina donde cuece él los productos ni sus costumbres de alcoba; del mismo modo que el artista no por el hecho de publicar ha de vender en pública subasta todo su espíritu, como temía Emily Dickinson. Pero qué dulce y reconfortante, qué prometedor de una vida óptima sería que la privacidad, que en sí misma ni mejora ni trasciende las obras de arte, tampoco fuese el territorio del forzado encubrimiento y los disimulos. En esa vida de sueño la encorbatada "mujer de verso en pecho", como gustaba de llamarse Gloria, quizá podría haber completado con naturalidad, sin recelo a los padres de los niños -y también sin por ello hacer una provocativa reivindicación sexual-, las iniciales de las "siete grandes personas amadas de mi vida" que en mi entrevista y en un poema suyo evocó. ¿Demasiado pedir o demasiado pronto? Me acuerdo de otros versos de Gloria Fuertes: "Sólo una vida es poco / para esto / de querer sin recompensa".

DOCUMENTACIÓN
Gloria Fuertes. Madrid, 1917 – Madrid, 1998.
Sonia Díaz Chacón | Gibralfaro: Revista de Creación Literaria y Humanidades, n. 64 (2009), 7

http://www.gibralfaro.uma.es/biografias/pag_1590.htm
[Consideraciones de Camilo José Cela sobre Gloria, me sirve para ligarlo con su homofobia]

1993/09/07

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | EL BIÓGRAFO DE FRANCIS BACON ASEGURA QUE SU ÚLTIMO AMANTE FUE UN BANQUERO ESPAÑOL

El biógrafo de Francis Bacon asegura que su último amante fue un banquero español.
Lourdes Gómez | El País, 1993-09-07

https://elpais.com/diario/1993/09/08/cultura/747439202_850215.html 

"Mi madre me hizo prometerle que nunca crecería", contó Francis Bacon (1909-1992), pintor de origen irlandés y padres ingleses. Y continuó: "Ahora entiendo lo que quería decía". Ambas frases permiten al escritor británico, Andrew Sinclair, hablar sobre el miedo que sentía Bacon hacia la muerte. "Bacon se fue atemorizado de la muerte, como siempre había estado, y sin reconciliarse con Dios", afirma Sinclair en una edición revisada y actualizada de su obra, ‘Francis Bacon: Su vida y tiempos violentos’, que sale a la venta hoy en el Reino Unido.

Pero, según cuenta el biógrafo, Bacon confesó una semana antes de su muerte que se sentía cada vez más feliz y que quería morir divirtiéndose. Quizá, su último amante, "un banquero español que permanece en el anonimato por expreso deseo del pintor", de acuerdo a las recientes revelaciones de Sinclair, contribuyó a mejorar el estado de felicidad de sus últimas horas.

La muerte sobrevino a Bacon en Madrid, la ciudad que inspiró a sus maestros favoritos: Velázquez y Goya. Sinclair relata que Bacon viajó a la capital española en la primavera de 1992 para "ser consolado por su banquero español". Y continúa: "Bacon se sintió mal e ingresó en un hospital. Sufrió un ataque de corazón y no pudo sobrevivir. Murió el 28 de abril a los 82 años y en la cumbre de su descubrimiento", cuenta su biógrafo en el nuevo capítulo que complementa su obra, editada anteriormente por Thames & Hudson.

Según Sinclair, Bacon "retuvo el control de sus facultades, sus pinturas y su herencia hasta su muerte". En cierta forma, el escritor deja entender que los deseos e ideas fundamentales de este artista que plasmó la realidad violenta de nuestra época, se han respetado incluso después de su muerte.

1993/02/15

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | COSTUS, UNA TRÁGICA HISTORIA DE AMOR Y ARTE

Costus, una trágica historia de amor y arte.
La Casa de América expone la obra de la pareja que inspiró la movida madrileña.
Rocío García | El País, 1993-02-15
https://elpais.com/diario/1993/02/16/cultura/729817204_850215.html

La actividad artística de Enrique Nayas y Juan Carrero no se puede entender sin la apasionante y trágica historia de amor que vivieron a lo largo de 15 años. El inquietante y transgresor estilo personal de Costus, nombre artístico de la pareja, se expone a partir de hoy y hasta el próximo 11 de abril en la Casa de América de Madrid (paseo de Recoletos, 2) a través de 70 obras que reflejan su trayectoria. Auténticos pilares del movimiento conocido como movida madrileña, Enrique Naya murió, víctima del sida, en la primavera de 1989, y un mes después, Juan Carrero se suicidó.

La historia de Costus -Enrique Naya (Cádiz, 1953) y Juan Carrero (Palma, 1955)- se inicia en 1975, cuando deciden abandonar Cádiz y llegan a Madrid, donde encuentran la libertad que se les negaba en una ciudad pequeña. Se habían conocido el año anterior en la Escuela de Artes Aplicadas de Cádiz y necesitaban salir de un control social y familiar -Juan era hijo de marino y Enrique de militar- que les coartaba el desarrollo de sus' fantasías vitales y artísticas. "Era lógico que se vinieran a Madrid", recuerda Eugenia Suñer, de la galería Sen de Madrid y comisaria de la exposición, "resultaba realmente chocante en aquella época que dos hombres con el pelo hasta la cintura y vestidos impecablemente de blanco salieran a pasear con su enorme perra ‘Lala’ por las calles de Cádiz". En Madrid, después de vivir un tiempo separados -Enrique en casa de su tío el coronel José Ignacio San Martín, posteriormente involucrado en el golpe del 23-F, y Juan con su tío el escultor Luis Sanguino, autor de los ángeles guerreros del Valle de los Caídos-, se instalan en la calle de La Palma del barrio de Malasaña, convirtiéndola al poco tiempo en centro aglutinador de la modernidad y verdadera cuna de la movida madrileña. Por allí pasarían Tino Casal, Alaska, Miguel Bosé, Pablo Pérez Mínguez, Carlos Berlanga, Guillermo Pérez-Villalta o Pedro Almodóvar, que rueda en la casa de la calle de La Palma su primera película comercial, ‘Pepi, Luci, Bom...’ Tras varios cambios y estancias largas en Cádiz y México, la pareja se instaló en 1988 en Sitges (Barcelona), después de descubrir la gravedad de la enfermedad de Enrique. En la primavera del año siguiente, con un intervalo de un mes, Costus desaparecía.

Cuatro etapas
La terrible personalidad de Enrique, el encanto irresistible de Juan y la vistosa imagen de ambos está reflejada, en palabras de Txomin Salazar, de la galería Sen y buen conocedor de la pareja, en la exposición que hoy se inaugura, y que ha contado con la colaboración de la Junta de Andalucía y la Comunidad de Madrid. La muestra recoge una selección de la obra de los pintores expuesta el año pasado en Cádiz, centrada principalmente en cuatro periodos: ‘El chochonismo ilustrado’ (1978-1981), ‘Pinturas mejicanas’ (1982-1983), ‘El Valle de los Caídos’ (1980-1987) y ‘La Andalucía de Séneca’ (1985-1989). Enrique era monástico, trabajador, poco frívolo y muy minucioso en su pintura; por el contrario, Juan era un gran vividor, más expresionista y psicodélico. Su obra conjunta -en una primera etapa, Enrique pintaba la figura y Juan el fondo, algo que se invirtió posteriormente- reivindica las raíces más tradicionales y profundas de la España de siempre plagada de ironía y mordacidad. Profundamente españoles -despreciaban aquella adoración que existía por todo lo foráneo-, encontraron en la esencia de la cultura popular de nuestro país la inspiración para su obra artística. El folclor, la religión y el poder, bajo el prisma del sarcasmo más feroz, se convirtieron en el eje de su trabajo plástico. La exposición que hoy se inaugura en la Casa de América de Madrid. exhibe desde un retrato de Carmen Polo, la viuda de Franco, o la Virgen de la Macarena, o Carmen Sevilla, o Lola Flores, hasta la serie más espectacular de Costus, ‘El Valle de los Caídos’, con su particular interpretación de cada una de las imágenes religiosas existentes en dicha basílica madrileña. Son setenta obras en la que a través de su colorido, estética ‘kitch’, humor y un punto de crueldad, se da a conocer la cultura de lo que algunos llamaron ‘movida madrileña’ y cuyos restos serán hoy debatidos por algunos de sus más famosos protagonistas: el cineasta Pedro Almodóvar, la cantante Alaska y el periodista Borja Casani.

1992/05/22

PELÍCULAS | Kerbosch, Roeland | For a Lost Soldier

Kerbosch, Roeland (Director) (1992). For a Lost Soldier [Voor een verloren soldaat]. Sigma Film Productions.


For a Lost Soldier [Voor een verloren soldaat]. 1992. Países Bajos. Estreno: 1992-05-22 [NL]. 92 min. Dirección y guion: Roeland Kerbosch. Obra: Rudi Van Dantzig. Reparto: Maarten Smit, Jeroen Krabbé, Andrew Kelley, Freark Smink, Elsje de Wijn, Derk-Jan Kroon, Wiendelt Hooijer, Iris Misset, Gineke de Jager. Sigma Film Productions.

Narra la historia de iniciación sexual entre un niño y un soldado canadiense en Holanda, durante la liberación de los aliados en la II guerra mundial.

‘For A Lost Soldier’: películas que hay que ver con la mente abierta
Asier Manrique · El fotograma | El Diario Vasco, 2018-08-21

https://blogs.diariovasco.com/fotograma/2018/08/21/for-a-lost-soldier/

Es probable que en estos cuatro años que llevo escribiendo este espacio nunca me haya enfrentado a una película tan complicada en su temática como la holandesa ‘For a lost soldier’. Esta película, basada en la novela autobiográfica del bailarín Rudi van Dantzig, narra cómo un niño de Ámsterdam es separado de su familia durante la II Guerra Mundial y llevado a vivir con una familia al campo. En ese proceso de adaptación se encontrará con unos soldados canadienses que liberarán a su país de los nazis, arrancando el auténtico quid de la cuestión.

El pequeño Jeroen entablará una amistad con un joven soldado canadiense llamado Walt. En los días posteriores a la liberación de los Países Bajos, un grupo de soldados se queda a pasar unos días antes de regresar a su país. Es en este periodo donde el adolescente y el soldado se conocerán más a fondo.

Entre paseos en bici, charlas en idiomas que ni uno ni otro entendían, y bailes, el soldado le enseña al niño a bailar, su relación crecerá hasta llegar a las relaciones sexuales que mantendrán. Rodada con exquisita pulcritud, la película no profundiza en el morbo sencillo que tenía a mano, optando por una vía mucho más romántica e idealizada de este encuentro que inevitablemente pone al espectador en alerta. Pero no deja de ser una relación que ambos personajes buscan, desean y, aquí el punto importante, consienten.

Desconozco si en el libro la historia cambia mucho, no he podido encontrarlo para poder hacer una comparación, pero en la película, si el espectador la ve con la mente abierta, difícilmente encontrará este encuentro (este, no todos los de este tipo) condenable. Socialmente es una relación inaceptable, sí, pero igual que no toda relación sexual entre adultos es violación, tampoco toda relación de este tipo es pedofilia, y la película se posiciona en esta tesis. El niño está en ese momento donde se cuestiona su orientación sexual y se encuentra con un adulto que no lo fuerza en este viaje, son ambos los que van dando pasos en esa dirección. La película no los juzga y yo tampoco lo haré, eso como espectador es labor de cada uno el cómo posicionarse ante esta situación.

La cinta dirigida por Roeland Kerbosch toma la valiente decisión de mostrar una relación de este tipo sin caer en el morbo y sin censurarla. Sería muy complicado encontrar una película como esta en el cine de Hollywood, y mucho menos en esta época de lo políticamente correcto. ‘For a lost soldier’ es una película que exige al espectador verla con la mente abierta, con una temática tan compleja y polémica, es incluso complicada de juzgar sin sentir que tu opinión, sea en una dirección o en otra, está equivocada. Pero si tú dejas tus prejuicios fuera, es posible que no te guste, pero al menos darás una oportunidad a la película, una oportunidad que creo que necesita.

En cuanto a lo técnico, la película no es ningún derroche. Imagino que se rodaría con un presupuesto ínfimo, no lo imagino, se nota, y que se haría en un tiempo cortito. Su principal valor está en lo dicho previamente, se atreve a abordar temas espinosos, principio básico de cualquier disciplina artística el no ponerse barreras de ningún tipo, y en un guion bien construido que evita a toda costa cualquier rastro de morbosidad.
  • Lo mejor: Es atrevida, y eso ya es de aplaudir, aunque el atrevimiento en este caso puede no convencer a muchos, y lo entiendo.
  • Lo peor: No destaca por nada más que su temática.

1986/11/13

PELÍCULAS | González-Vigil, Antonio | Delirios de amor

González-Vigil, Antonio (Director) (1986). Delirios de amor. RTVE.


Delirios de amor. 1986. Estreno: 1986-11-13 [La Vanguardia]. 81 min. Dirección: Antonio González-Vigil, Luis Eduardo Aute, Cristina Andreu, Félix Rotaeta. Guion: Luis Eduardo Aute, Jaime Botella, Antonio González-Vigil, Félix Rotaeta, Domingo Sánchez. Reparto: Antonio Banderas, Fernando Fernán Gómez, Adolfo Marsillach, Yolanda Ríos, Rosario Flores, Juan Calot, Laura García Lorca, Gonzalo García Pelayo, Amparo Muñoz, Pepe Navarro, Mario Gas, Paula Molina, Jaume Sisa, Viviane Vives, Luis Eduardo Aute, Terele Pávez. RTVE

Tres historias de amor. Tres delirios. Delirio 1. Una ex estrella de la televisión y una actriz venida a menos viven una enloquecida historia de amor. Con el tiempo su relación se deteriora y para salvarla recurren a un antiguo amigo. Pero su estrategia no hará más que complicar las cosas. Delirio 2. Un joven matrimonio queda estupefacto ante una noticia del periódico. La llegada de unos peculiares vecinos les influye de tal forma que acabarán convirtiéndose ellos mismos en protagonistas de la noticia. Delirio 3. Un conocido anticuario celebra una fiesta en su casa en la que asiste un joven de inquietante belleza. Los dos inician un romance que les llevará a límites insospechados.

Tras el éxito del largometraje ‘Delirios de amor’ (1986), Antonio González-Vigil (que también había producido el largometraje) produjo la serie de televisión para TVE de 13 capítulos, que fueron emitidos en 1989. El concepto era llevar a cabo 13 historias de amores atípicos en un escenario urbano, todas ellas serían dirigidos por distintos directores españoles; principalmente directores atípicos en el panorama cinematográfico español, como Luis Eduardo Aute, Emma Cohen, Imanol Arias o Iván Zulueta. [Wikipedia]

DOCUMENTACIÓN
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Aute, Andreu, Rotaeta y González-Vigil

Cuatro 'novatos' se estrenan como directores de cine
Joaquina Prades | El País, 1986-11-18
https://elpais.com/diario/1986/11/19/ultima/532738802_850215.html
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Tres pañales y un buen augurio
Ángel Fernández-Santos | El País, 1986-11-28

https://elpais.com/diario/1986/11/29/cultura/533602810_850215.html

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // STARS COFLHEE es un trabajo realizado por Julen Zabala Alon...