2016/01/07

DOCUMENTACIÓN | LITERATURA | 'PARIS-AUSTERLITZ', EL DESAMOR HOMOSEXUAL SEGÚN RAFAEL CHIRBES

ABC / Rafael Chirbes //

«Paris-Austerlitz», el desamor homosexual según Rafael Chirbes.

Con su novela póstuma, «Paris-Austerlitz», el escritor valenciano cerró su ciclo narrativo y regresó al universo de «Mimoun».
José María Pozuelo Yvancos | AVC, 2016-01-07
https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-paris-austerlitz-desamor-homosexual-segun-rafael-chirbes-201601071525_noticia.html

Cuando alguna vez se analice la historia de la novela corta en España, el nombre de Rafael Chirbes se situará en lugar destacado. Le vino el éxito y el reconocimiento generalizado en Alemania a partir de «La larga marcha» (1998) y años después en España con el díptico sobre la crisis y la corrupción urbanística que formaron «Crematorio» (2007) y «En la orilla» (2013). Antes de que estos reconocimientos masivos llegaran con sus novelas extensas, gozaba de una nutrida minoría de seguidores que lo habían descubierto en sus novelas breves, desde que, con «Mimoun» (1988), apareció como escritor, hasta la que puede considerarse su obra maestra: «La buena letra» (1992), sin olvidar «Los disparos del cazador» (1994).

Rafael Chirbes ha terminado su vida literaria dando cima, tras veinte años de escritura y reescritura , a esta última obra, «Paris-Austerlitz», que elige otra vez la forma de novela corta, y que en cierto modo actúa de cierre de un círculo, pues si «Mimoun», su ópera prima, ambientada en Marruecos, situaba como fondo el tema de la relación homoerótica, en «Paris-Austerlitz», que se publica póstuma, vuelve a ese asunto, pero para darle la vuelta. Los desasosiegos nacidos de la incapacidad de comunicarse con una cultura ajena se convierten aquí en algo radical, personal, íntimo, como si Chirbes hubiera querido dejar sobre la relación amorosa un testamento descarnado, tremenda elegía que sepulta el amor en la ruina de su descomposición.

Mirada lacerante
El sida, que en estas páginas no se nombra directamente, sino a través de metonimias (se lo llama la plaga, o el mal), no es la única causa de esa mirada descarnada, casi lacerante, que Chirbes arroja. El verdadero tema va más allá del sida, y se nutre de dos motivos que le obsesionan: el amor como cosificación, como posesión del otro; y la infertilidad, cuando el amor termina siendo cárcel.

Ni que decir tiene que, tratándose de Chirbes, no se oculta una mirada marxista, pues la relación entre el joven pintor español (el narrador) con su amante, Michel, un obrero parisino ya maduro, no puede salvar la diferencia económica y de estrato social , que termina siendo corrosiva para la propia relación. Mucho más que la diferencia de edad, les separa la cultura, el dinero, las posibilidades que uno tiene y de las que el otro carece.

Una novela también es lo que elige no contar. Mientras la leía, no pude dejar de acordarme del famoso poema de Jaime Gil de Biedma «París, postal del cielo» , que contiene estos versos: «Aun vive en mi memoria aquella noche / recién llegado. Todavía contemplo, / bajo el Pont Saint Michel, de la mano, en silencio / la gran luna de agosto suspensa entre las torres / de Notre-Dame, y azul / de un imposible el río tantas veces soñado. / Its too romantic, como tú me dijiste / al retirar los labios». Ese «too romantic» del que se han llenado muchas evocaciones idealizadas del amor homosexual es lo que Chirbes ha dejado de lado.

Cielo gris y plomizo

La novela discurre por un París de tabernas, café-«tabacs», obreros e inmigrantes. La habitación donde vive su amor esta pareja es mugrienta y Chirbes termina trasladando a toda la ciudad de París esa misma sensación de cielo gris y plomizo, de panza de burro, escenario de un amor que va agotando sus recursos.

El autor ha hecho gala de gran habilidad al evitar que las secuencias narrativas sigan cronológicamente los tiempos de la relación. De hecho, la trama comienza por el final, en las tremendas escenas del hospital de Saint-Louis, donde Michel está internado, dado el avanzado estado de su enfermedad. Chirbes también evita el eufemismo o la caridad de lo implícito y sugerido. Antes al contrario, hace explícita descripción de las miserias que el cuerpo sufre durante la enfermedad. Pero, sobre todo, cuando la historia comienza, en esa situación casi terminal, sabemos que entre el joven pintor (el narrador) y el maduro obrero, Michel, se ha tejido un muro de reproches, de celos, de incomprensión. El diálogo se tiñe de silencios elocuentes.

Chirbes ha clausurado de este modo amargo su literatura. No ha querido compensar con el amor el pesimismo creciente de su visión de la cultura del dinero; antes al contrario: esta novela, que es una joya de honda expresividad, actúa como si quisiese decirnos que nada queda al margen del dominio de unos sobre otros.

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