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2022/03/17

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | 'GALOPA Y CORTA EL VIENTO': LA HISTORIA DE AMOR ENTRE UN ABERTZALE Y UN GUARDIA CIVIL QUE ELOY DE LA IGLESIA NO LOGRÓ RODAR

‘Galopa y corta el viento’: la historia de amor entre un ‘abertzale’ y un guardia civil que Eloy de la Iglesia no logró rodar.
En 1981 el director de ‘El pico’ y Gonzalo Goicoechea escribieron un guion que hubiera supuesto una película rompedora. Ahora el libreto se publica en una edición crítica.
Gregorio Belinchón | El País, 2022-03-17
https://elpais.com/cultura/2022-03-17/galopa-y-corta-el-viento-la-historia-de-amor-entre-un-abertzale-y-un-guardia-civil-que-eloy-de-la-iglesia-no-logro-rodar.html 

En 1981, España estaba para pocas bromas. El guion de ‘Galopa y corta el viento’ no lo era, pero chocó por su temática con todo tipo de oposiciones. Algunas de ellas ya eran evidentes en la época, otras se han desvelado con el tiempo. Obviamente, una historia de amor entre un guardia civil —andaluz, casado y recién destinado al País Vasco— y un ‘abertzale’ contada en una película de Eloy de la Iglesia sonaba a controversia. Y eso acabó hundiendo la producción de la película. Desde entonces el libreto dormía físicamente en la Biblioteca Nacional y solo la obcecación de la editorial Niños gratis* y de Eduardo Fuembuena, estudioso de De la Iglesia, ha logrado sacar a la luz ese guion, coescrito junto a Gonzalo Goicoechea, que ahora se publica en un volumen con un estudio crítico, otros materiales relacionados con la producción y prólogo de Eduardo Mendicutti. ‘Galopa y corta el viento’ podría haber sido la gran obra de De la Iglesia, y es desde luego, como siempre advirtió el crítico Diego Galán, “el de mayor calidad literaria” de los creados por ambos cineastas.

De la decena de guiones que escribieron Goicoechea y De la Iglesia, nueve acabaron siendo películas. En 1981 ya llevaban a sus espaldas ‘Los placeres ocultos’ (1977), ‘El diputado’ (1978), ‘Navajeros’ (1980) y ‘La mujer del ministro’ (1981). Como explica Fuembuena por teléfono: “Era cine político y comprometido con los desfavorecidos que mostraba prácticamente en tiempo real lo que estaba sucediendo en la España de la Transición y que contaba con el respaldo del público”. Se alimentaban de noticias de prensa y así surgió ‘Galopa y corta el viento’: el 6 de noviembre de 1980, tres miembros de ETA militar asesinaron a tiros al policía nacional José Alberto Lisalde Ramos, granadino de 26 años, y a su amigo Sotero Mazo Figueras, peluquero cacereño residente en Eibar, de 36 años. Ambos estaban casados y con hijos, y ETA justificó el acribillamiento a balazos de Mazo acusándole de confidente. Goicoechea, que era quien mecanografiaba los textos, y De la Iglesia elucubraron un posible amor, convirtieron al primero en guardia civil y al segundo en dueño soltero de un comercio con una hermana en ETA, y los llamaron, respectivamente, Manolo y Patxi.

“De los 49 proyectos no realizados de Eloy de la Iglesia que he documentado, algo más de una tercera parte coescritos con Gonzalo Goicoechea, este es el que estuvo más cerca de rodarse”, explica Fuembuena, autor de 'Lejos de aquí', monumental volumen que reconstruye las vidas de De la Iglesia y de su actor fetiche, José Luis Manzano, y que ahora mismo está en pleno proceso de transformación en serie. “Ese texto no se hizo para ser leído en papel, y además los guiones de Eloy de la Iglesia y Gonzalo Goicoechea fueron escritos para ser rodados con inmediatez”, explica el especialista, que por ello ha realizado hasta 3.000 correcciones para su publicación. La editora Paz Olivares lo define: “No es un ‘best-seller’, claro. Es un libro para un público especializado, aunque ojalá llegue a más lectores. Mi socio Weldon Penderton llevaba siete años detrás de él”.

Aunque existe un argumento ya firmado en enero de 1981, el guion acabó de escribirse en Madrid a inicios de septiembre de 1981. Es un libreto de 81 secuencias y 201 páginas para una película que superaría las dos horas. Y las fechas son importantes, porque entre medias transcurrió el intento de golpe de Estado del 23 de febrero, que pilló a De la Iglesia rodando la primera secuencia de ‘La mujer del ministro’, en el hotel Barajas en Madrid. Esa asonada aparece en la secuencia 0 de ‘Galopa y corta el viento’. En ella se superpondrían imágenes documentales del 23-F en el Congreso de los Diputados con los títulos de crédito y como música, el pasodoble ‘Mi jaca’, interpretado por Estrellita Castro. De una de las ventanas del Congreso se ve salir a varios guardias civiles muy jóvenes: uno de ellos es Manolo, “un joven de veinticinco años y su aspecto, de marcados rasgos meridionales, es muy bello. Sobre su rostro se congela la imagen”, dice el guion. En la primera secuencia ya se pasa a un féretro envuelto en una ikurriña en una iglesia parroquial en Gipuzkoa, y de ahí a una historia de amor y atracción nacida tras un par de encuentros ocasionales iniciales y la mutua afición por Estrellita Castro.

El productor iba a ser el catalán Josep Anton Pérez Giner, que le contó a Fuembuena que habría sido “la mejor y más comercial película de Eloy de la Iglesia”. El cineasta tenía tanto tirón en taquilla como oposición entre la crítica, que nunca le tuvo aprecio. Y empezaron las localizaciones. El 29 de octubre de 1981, De la Iglesia se movía entre Zumaia, San Sebastián y Zarautz, donde había nacido, cuando el diario ‘abertzale’ ‘Egin’ le entrevistó. En esa charla aseguró que se rodaría el siguiente mes de enero y que “la película va a ser incómoda para todos”. Fuembuena apunta ahí el inicio del hundimiento de ‘Galopa y corta el viento’: “Pérez Giner me dijo que la campaña posterior a esa entrevista de ‘Egin’ que les aconsejaba abstenerse de ridiculizar a un luchador ‘abertzale’ les asustó". En el libro se pueden ver recortes de esos artículos.

Otra posible cortapisa les podía caer desde la Dirección de Cinematografía y del Libro, enfrentada al cine de De la Iglesia. Los productores se temieron que fuera calificada S —película erótica o con violencia explícita— como ‘El diputado’ y ‘La mujer del ministro’. Eso coartaba su distribución en salas. Pero esos títulos habían salido bien parados por su bajo coste. En cambio, ‘Galopa y corta el viento’ iba a ser cara, con 50 millones de pesetas de presupuesto, con 42 de las 201 páginas del guion con diálogos en euskera, rodajes en exteriores en el País Vasco y aun había que pedir la colaboración de las fuerzas de seguridad del Estado. Riesgos que asustaron a los productores. “No tuvieron la calma de esperar a 1982, cuando Felipe González se convirtió en presidente del Gobierno. Los socialistas no habrían censurado este filme”, apunta el experto.

Aparcado aquel rodaje, Goicoechea y De la Iglesia escribieron ‘Colegas’ (1982) y ‘El pico’ (1983), de la que el director aseguró en su presentación: “’El pico’ ha nacido sobre las cenizas de otro filme que jamás llegué a rodar, ‘Galopa y corta el viento’”. En 1985 rehicieron el guion para encarar de nuevo su posible realización. Pero la política cinematográfica del Ministerio de Cultura fue a la contra del proyecto, porque ya había dimitido Pilar Miró, que respetaba a De la Iglesia, de la dirección de cinematografía. “Y en 1986 España había cambiado mucho, después de las imágenes de los atentados sangrientos del ‘comando Madrid’. Además, ese libreto es mucho peor. Cae en el melodrama exacerbado y genera un contraste de tono que desorienta, perdiendo la unidad de tono de 1981”, explica Fuembuena. Por si fuera poco, en 1984 se estrenó ‘La muerte de Mikel’, de Imanol Uribe, amigo de De la Iglesia y que narraba una historia similar. Curiosamente, la versión de 1985 de ‘Galopa y corta el viento’ estaba perdida y ahora, en el proceso de edición, ha aparecido con anotaciones a lápiz de De la Iglesia.

Fuembuena resume: “Se acumularon los infortunios, el proyecto no encontró su tiempo, se anunció demasiado su producción y los productores tuvieron demasiadas cautelas. La película habría llevado a Eloy de la Iglesia a otra liga, sobre todo internacional. Le habría acercado a la obra de, por ejemplo, Gillo Pontecorvo o Pasolini”.

2021/04/17

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | ELOY DE LA IGLESIA Y JOSÉ LUIS MANZANO: UNA HISTORIA DE AMOR, CINE, HEROÍNA Y AUTODESTRUCCIÓN

Eloy de la Iglesia y José Luis Manzano: una historia de amor, cine, heroína y autodestrucción.
El libro ‘Lejos de aquí', que se convertirá en serie de televisión, explora la tortuosa relación entre el director y el actor de películas como ‘El pico’ o ‘La estanquera de Vallecas’, fallecido por sobredosis a los 29 años.
Gregorio Belinchón | El País, 2021-04-17
https://elpais.com/cultura/2021-04-17/eloy-de-la-iglesia-y-jose-luis-manzano-una-historia-de-amor-cine-heroina-y-autodestruccion.html 

Esta es una historia de amor. Y de adicciones, a las drogas y a las personas. Es también una historia de cine y de una parte de España empujada a las alcantarillas de la historia por la versión oficial y sus creadores culturales, que escondieron bajo la etiqueta de cine quinqui a muy distintas visiones de lo que ocurría a espaldas de la movida. Es, sobre todo, la historia de una relación atormentada, tóxica y apasionada, la del director Eloy de la Iglesia y su actor fetiche, José Luis Manzano. Juntos rodaron ‘Navajeros’ (1980), ‘Colegas’ (1982), ‘El pico’ (1983), ‘El pico 2’ (1984) y ‘La estanquera de Vallecas’ (1987). Se conocieron en otoño de 1978 en la puerta de los Billares Victoria, en el centro de Madrid, donde chavales de extrarradio se ofrecían a gays por dinero; el actor murió en el piso del director por una sobredosis de heroína el 20 de febrero de 1992.

Entre medias, un drama y dos vidas, ilustradas por el zaragozano Eduardo Fuembuena en 'Lejos de aquí', un libro autoeditado que está en fase de desarrollo para convertirse en serie de televisión. Ochocientas páginas que radiografían ese amor/odio, cartografían la España de esa década, y reproducen cada conversación gracias a los 10 años que Fuembuena ha dedicado a la investigación. En 2017 publicó una primera versión del libro, que ahora ha reescrito en un 70%, en pro de la exactitud de los hechos y del material aportado por nuevas fuentes sobre la relación entre De la Iglesia (Zarautz, 1944 - Madrid, 2006) y Manzano (Madrid, 1962-1992).

Fuembuena estudió en la ECAM, la escuela de cine de la comunidad de Madrid, donde coincidió una vez con De la Iglesia. “Recuerdo que por curiosidad pasé por la puerta de la clase donde él estaba dando una charla y hubo un momento en que nuestras miradas se cruzaron”, cuenta el cineasta y escritor. Ya le atraía su cine, aún no había convertido aquella historia en la historia de su vida. “Mi libro ha sido un acto de necesidad”, reflexiona. Hoy forma parte de la segunda promoción del programa Residencias de la Academia de Cine, donde está desarrollando, tutorizado por Agustí Villaronga, una serie de televisión centrada en este amor. “Porque siempre tuve una intención audiovisual para plasmar esta pasión”.

En el libro De la Iglesia explica: “Cuando escribo, siempre asumo como referencia de destino un cine de barrio. Lo que cuento debe llegar al mayor número posible de espectadores; el de autor es un término que desprecio como marxista que soy”, y Fuembuena añade: “Sus películas son autobiografías encubiertas”. A finales de los ochenta, el director ya se había ganado un nombre como cineasta con películas como ‘Juegos de amor prohibido’ (1975) o ‘El diputado’ (1978). Metido en la preproducción de un drama sobre José Joaquín Sánchez Frutos, ‘El Jaro’, precoz delincuente y mito popular tras morir en febrero de 1979 con 16 años, De la Iglesia recordó a un chaval bellísimo de Vallecas que se sacaba de vez cuando dinero con su cuerpo. Era José Luis Manzano, al que llamaban ‘Muñequita Ortopédica’ por el arnés que durante mucho tiempo llevó para curar una grave lesión de espalda.

Y así Manzano pasó de la UVA (unas viviendas proporcionadas por el Estado) de Vallecas a la casa de De la Iglesia, que le pagó una educación y le preparó para el rodaje. Comenzaron una apasionada relación sentimental, que el chaval compaginaba con varias novias, y el cineasta, maestro de las imágenes explícitas, con otros pretendientes. El estreno de ‘Navajeros’ convirtió a Manzano en el gran rostro de ese género de cine, que Fuembuena prefiere llamar “poesía del lumpen” y que se acuñó como “cine quinqui”. Un corpus fílmico “producido por el choque entre un vasco marxista materialista de educación humanista y un adolescente de Vallecas de familia desestructurada”. En esa película también debutó José Luis Fernández, ‘Pirri’, otro mito de los ochenta que falleció de sobredosis. ”Como decía Diego Galán, eran películas de crónica con olfato comercial”.

La carrera de Manzano es la perfecta ejemplificación de lo que pudo ser y no fue. Su relación sentimental y profesional con De la Iglesia, en la que por etapas uno fue parásito del otro, fagocitó su recorrido profesional. Solo trabajó con él (solo tuvo pequeños papeles en otras dos películas). Era un monumento de actuación auténtica, natural, sin poses. Su talento acabó cercenado por un parón de un año al realizar la mili y por su adicción a las drogas, un enganche que compartió con su mentor. “El carácter de José Luis, débil, siempre le hizo depender de alguien”, se cuenta en el libro, construido a la manera anglosajona de las biografías: mucha investigación, más de un centenar de voces, relato novelizado basado en abundantes fuentes. Así se asiste al triunfo del cine de De la Iglesia, a pesar de la oposición que encontró en los creadores procedentes del PSOE. El mejor ejemplo es que tras ‘La estanquera de Vallecas’ estuvo sin dirigir 16 años. Volvió en 2003 con ‘Los novios búlgaros’, ya con el PP en el poder (dejó 47 guiones sin filmar en diversas fases de desarrollo). Era un cine que encontró su público, que llegó a ir a festivales como el de San Sebastián y que a cambio recibió furibundos ataques en contra en las críticas periodísticas.

En ‘Lejos de aquí’ hay también sordidez, podredumbre moral y física, y una hábil reconstrucción de la fauna cinematográfica, política y social de la época. La heroína (y la posterior llegada del sida) acabó destruyendo a varias generaciones. Tras ‘La estanquera de Vallecas’, De la Iglesia, para desengancharse, echa de su mundo a Manzano, que se apoya en un cura de Getafe, Pedro Cid, que lucha por rehabilitar a chavales como él. Por eso, el rostro del actor aparece en un mural sobre la Última Cena en la iglesia getafense de Nuestra Señora de Fátima. Encontró un trabajo de ayudante en una productora, pero le despidieron por robarles material y venderlo para pagarse la droga. Hundido, acabó atracando a un peatón en la Gran Vía e ingresó en la cárcel de Carabanchel para cumplir una condena de 18 meses.

Al salir de prisión, Manzano entró durante dos semanas en un nuevo tratamiento de desintoxicación y buscó a De la Iglesia, que se arrastraba de piso en piso, sin levantar ningún proyecto, aunque apoyado por Juan Diego y Juan Antonio Bardem, viejos compañeros de luchas comunistas. “La industria cinematográfica en España se diluye en esos años y solo se filman los proyectos subvencionados desde el Estado”, explica el escritor. Manzano se coló en la casa de De la Iglesia el 18 de febrero de 1992 y dos días después, al despertarse el director a las seis de la tarde, encontró a su examante en el baño, sin vida por una sobredosis. “Es una historia de desencantos”, resume Fuembuena. “De la Iglesia, marxista convencido, en cuanto a lo ideológico y lo cinematográfico. Manzano, en lo vital, porque había rozado un sueño que se le escapó entre los dedos. Él aprendió a vivir a través del cine”.

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | PROSTITUCIÓN, HEROÍNA Y COMUNISMO: LA TERRIBLE HISTORIA DE AMOR DE ELOY DE LA IGLESIA Y MANZANO

José Luis Manzano y Eloy de la Iglesia en Donostia //

Prostitución, heroína y comunismo: la terrible historia de amor de Eloy de la Iglesia y Manzano.

En 'Lejos de aquí', el historiador e investigador Eduardo Fuembuena destripa, tras una investigación de once años, los secretos de esta pareja de amigos, amantes y dependientes que triunfaron con el cine quinqui.
Lorena G. Maldonado | El Español, 2021-04-17
https://www.elespanol.com/cultura/20210417/prostitucion-comunismo-terrible-historia-eloy-iglesia-manzano/573694224_0.html 

Eloy de la Iglesia era una santería de navajas y besos con lengua, de cabinas reventadas, de voltios en el coche y chupetes mojados en heroína. Un héroe inrreinsertable que quiso airear las cloacas de la Transición y dejó al irse un rosario de esquelas tristes, aunque con él pudo sólo un tumor maligno. De la Iglesia llevaba los años perros de España en las cavidades de la cara, en los hundimientos que van de la mejilla a la boca. Homosexual gozoso, comunista de médula: alojado para siempre en una marginalidad que no terminó de subsanar la democracia.

Extraño y auténtico en medio del tiempo, dueño de un cine vilipendiado por los biempensantes, y por toda la crítica, hasta hace poco -que nos llenamos de nostalgia de su talento-: porque habló de las drogas, de la prostitución, del sexo. El cine quinqui era una oda a los niños malos del extrarradio, al lumpen tierno y atroz, a los excluidos de la verbena democrática: todos aquellos chicos analfabetos que vivían de robos modestos. Ahí José Luis Manzano (Paco en ‘El Pico’) soplando las velas de su dieciocho cumpleaños con la ‘Obertura 1812’ de Tchaikovsky de fondo y los antebrazos negros. "¿Quieres un tirito?". Busca la paz. Ráscate esos picores. "Revienta de potro", como dicen en la película.

Felipe González salía en la televisión. Los Calis cantaban aquello de "Más chutes no, ni cucharas impregnadas de heroína, no más jóvenes llorando noche y día". Las paredes de Bilbao rezaban ETA. La población crecía a la vez que el paro. Las clases ricas salían a exhibir sus alegrías como pavos reales. Claro que la vida era la obra y también el retrato de la España bochornosa. Claro que la realidad se extendía como un virus por las periferias. Eloy -que había dejado Filosofía y Letras en el tercer curso y se había puesto a escribir para medios televisivos- ya llevaba metiéndose desde los 60. Y no sólo se juntó con otros adictos como él, sino que casi los creó, como le sucedió con Manzano.

En ‘Lejos de aquí’, un libro autopublicado por el cinéfilo, cineasta, historiador e investigador Eduardo Fuembuena, se cuenta por fin la historia verdadera -hiperrealista hasta el dolor- de Eloy de la Iglesia y José Luis Manzano. Once años de trabajo para destripar y abrazar un amor de esos locos y viejos, entre la amistad, la complicidad, la prostitución, la simbiosis, el compañerismo, la pasión, la devoción ante el cine, la supervivencia y el tremendo dolor de dos adictos a la heroína y también dos adictos a sí mismos. El uno al otro.

Cuando Eloy conoció a José Luis

Manzano era un chaval de la UVA de Vallecas, aún menor de edad, cuando una noche en medio de su calamidad le dio por rondar los billares del centro de Madrid en busca de algún curro, algún favor, alguna tropelía para pillar algo de pasta. Allí conoció a Eloy de la Iglesia, quien iba a ser su mentor, su maestro, su media mitad, su tremendo amante. Se habían encontrado una vez primera, cuando el chaval tenía 15, pero a los 17 empezarían a ser uno.

“Se vieron en la trasera del cine Carretas. José Luis era uno de tantos chavales que saltaba de un oficio a otro para ganarse la vida”, cuenta Fuembuena a este periódico. Ahí se le ofreció a cambio de subsistencia. A cambio de resquebrajar su destino de lumpen. Primero en cuerpo, evidentemente: luego llegó todo lo demás. Algo había que vender a cambio de esa Derbi Diablo 80 CX5 roja que le compró Eloy, algo había que entregar a cambio de protagonizar las películas más taquilleras de su época, de ‘Navajeros’ a ‘Colegas’ pasando por ‘El Pico’ o ‘La Estanquera de Vallecas’. Fue el rostro de un tiempo roto. De todos esos chavales jóvenes y viejos al mismo tiempo que no tenían futuro desde el momento de su nacimiento.

Venía de una familia muy desestructurada, Manzano. “Una familia con valores férreos, pero populares, digamos, no exactamente tradicionales, sino muy telúricos, muy conectados a la tierra. Eran inmigrantes manchegos de la ola migratoria que se desplazó a finales de los años cuarenta hacia el centro de la península. Su madre era de Urda y el padre que le dio el apellido era de Consuegra, pero si investigas un poco más, la historia es diferente: a lo mejor el padre biológico de Manzano era gato”, desliza, sin querer concretar más. “Esa es otra historia”.

Sin amor y sin futuro

“Manzano tenía muchas carencias emocionales y educacionales. Eran ocho hermanos de distinto grado. Él era el tercer varón. Era de una de esas familias que vivían en focos chabolísticos, en cuevas. El Instituto de la Vivienda creó en esas barriadas viviendas provisionales que se conocían como UVAS. La construcción que se les prometió en el 63 se les entregó a finales de los ochenta, lo que dice mucho de la historia de este país”, expresa. José Luis nunca recibió educación primaria: era casi analfabeto. Su vida era como aquel poema de Mark Strand: “En un campo / yo soy la ausencia de campo. / Donde quiera que esté / yo soy lo que falta”. Su vida era una oquedad constante, un grito silencioso pataleando por atención. Por cuidados. Por dignidad.

Tanto fue así que cuando tuvo un terrible accidente en el que se rompió la columna vertebral, Manzano pasó once meses en el hospital de San Rafael. “Lo recordará toda su vida con cariño porque a sus doce años y medio recibió por fin un afecto que no había tenido anteriormente. La operación fue tremenda. Se le extrae la tibia y se le coloca en la columna con unos clavos. Su crecimiento se detiene. Nunca llegó al 1,70. Pero además jamás tendrá vello facial ni corporal, lo que subrayaba esa apariencia aniñada de eterno adolescente”, relata Fuembuena.

A ojos del investigador, es escandaloso que ese chaval que demostró tantos talentos interpretativos no tuviera una carrera mayor, de corte internacional. ¿Por qué no tuvo más oportunidades a partir del 86, con ‘La Estanquera de Vallecas’, hasta su fallecimiento en el 92? La belleza de Manzano era descacharrante. Desarmante. Había algo desquiciantemente triste en su cara, una hermosura herida que avisaba de todos los malos presagios, de todas las malas horas. El cabello rizado. La mandíbula cuadrada. Una diminuta nariz de boxeador. Una especie de ángel maldito, frágil, gamberro a la vez, callejero, envalentonado sólo en la ficción, colmado de una ternura incomparable.

Sexo y víctimas

¿Fue una víctima Manzano de Eloy de la Iglesia? “Bueno, consensuaron un pacto según el cual Manzano obtendría algo que hacer en la vida, ya que no había tenido la oportunidad de desarrollarse profesionalmente por las tasas de paro de la juventud, tan altas… estos chicos no eran del interés de los políticos reformistas, no. Entonces él acepta y Eloy lo elige como intérprete, así que le enseña a leer, a transmitir, le da nociones de cultura… lo convirtió en un privilegiado, y Manzano responde como había aprendido a responder: con disposición, estando prácticamente a su merced”, revela.

“Claro que había una faceta sensual y carnal. La relación nació así. De ese intercambio: un encuentro sexual a cambio de compensación económica. Pero todo va más allá y Eloy tiene la intuición y la valentía de apostar por este chaval. No creo que José Luis fuese consciente de que se estaba prostituyendo. Era algo muy común en la época y también lo hacían los militares totalmente heterosexuales”, comenta. “Para demostrar su hombría o para redondear su sueldo o para tener un estatus económico mínimo le hacían este tipo de servicios a los señores. No sólo a los señores. Mucha gente humilde tenía esa apetencia sexual y buscaba a chavales de 15 o 16 años”.

La policía, dice, hacía oídos sordos. “Sabían que existía esta actividad económica subterránea en plena puerta del Sol, pero el código penal no contemplaba que eso pudiese pasarle a un varón. Además, entonces la edad de consentimiento eran 14 años, ahora 16. Y además vivimos en la dictadura de lo políticamente correcto y todo tiene estos aires tan puritanos… es lógico que ahora nos resulte chocante y escandaloso”, concluye.

Pero había amor, recalca, porque “el amor pertenece al mundo de las ideas y significa poner tus ideas en otro ser, proyectarse en otro ser, y eso fue lo que hicieron juntos”. Ambos fueron vulnerables, ambos fueron dependientes y ambos -juntos- construyeron una gran poética del lumpen. “En la crítica triunfaba más Manzano que Eloy, porque era un estupendo actor natural, pero las películas de De la Iglesia no eran bien recibidas en las publicaciones de masas, sólo se celebraban en revistas del partido comunista, Mundo Obrero, o en revistas marxistas… pero todo el mundo destacaba la interpretación de aquel joven de 17 años como el Jaro en ‘Navajeros’. Destacaron su valor interpretativo y lo llegaron a comparar con José Luis Gómez en ‘La estanquera de Vallecas’”.

Heroinómanos y amantes

Mientras tanto, obviamente, “los amores y las apetencias de José Luis iban por otros derroteros”: “Tuvo sus novias y se las ocultaba a Eloy de la Iglesia o él apartaba la mirada. Era un chaval heterosexual, aunque sentía mucha dependencia emocional de Eloy. Tampoco Eloy le era exclusivo, porque era muy promiscuo y él estaba en una situación de privilegio”. Pero había algo de posesión ahí, porque el cineasta se encargó de que nadie más contratase a Manzano, de que todos entendieran que era suyo. Pronto la atracción física se diluyó y su relación se centró en el mundo del cine.

“Aunque por otra parte a Eloy le venía bien tener a una persona que estaba siempre a su servicio, que le solucionaba un montón de problemas y cualquier necesidad cotidiana que pudiera tener. José Luis era extremadamente servicial, pero todo se complicó cuando ambos se engancharon a una sustancia tremenda como los opiáceos, la heroína, y a partir de ahí todo gira alrededor de conseguir la dosis. Eran heroinómanos que se aislaban en su mundo aunque estuviesen rodando una película”, cuenta. Si hacían falta 4 gramos de caballo al día, Eloy los compraba. Luego llegaron los tiempos malos, la falta de chavos. Las peleas. Las tensiones. Incluso las amenazas por parte del chaval al director para que le diese más heroína.

En el 88, al contrario de lo que se pensaba, Eloy dejó de consumir heroína, pero Manzano vivió siempre con reenganches y recaídas, como El Pirri. ¿Qué cree Fuembuena que hubiera sido de él si hubiera seguido vivo? “Lo he hablado con sus familiares y con sus seres cercanos. Pensamos que en José Luis había una tendencia muy marcada a la fatalidad. Si miras a los chicos que se criaron con él, a sus primos maternos o sus compañeros de la UVA de Vallecas, acabaron igual. El camino iba a ser siempre terrible, o incluso peor. Se hubiera enganchado al caballo igual, hubiera tenido una muerte violenta como la que tuvo. Quizás menos cinematográfica, pero habría muerto por enfermedades derivadas del VIH, un tiroteo con la policía o una sobredosis. O hubiera durado menos. Él era consciente de la desgracia que le marcaba”, revela.

Marxismo y muerte

Habla del niño como un chaval “con una personalidad no construida, pero una persona muy generosa, de alma muy bella, muy entregado a los demás”. Un chico desclasado, sin más signo político que la supervivencia, aunque acabó diciendo, por ósmosis con Eloy, que era comunista, aunque no sabía enunciar ningún dogma marxista. No le importaba, en verdad, traicionar a los de su clase. Tenía que vivir. Vivir, también, para consumir. Consumía por pánico a la soledad, por miedo, por aislarse del horror del mundo.

Cuando intentó salvarse -o dejarse ayudar por los sacerdotes que acogían a los errantes en sus parroquias- ya era demasiado tarde. El único reproche que se le puede hacer a alguien es a las clases altas de la sociedad y a los supuestos popes de la democracia. Al final, Eloy acabó temiendo a Manzano. “Temía su propia creación, el monstruo que había construido y que le reclamaba droga con violencia… ya le era casi un objeto abandonado en un Rastro”. Un día apareció muerto en su apartamento en la calle Rafael de Riego número 5, cerca de Atocha. Eloy no fue al tanatorio ni a entierro. Temía a su familia.

La intención de Fuembuena con este libro ha sido retratar “cómo dos historias humanas se unen para cambiarlo todo”, aunque al final no cambien nada: “Por un lado ese mundo de los chavales de barrio con un pie en la delincuencia que necesitan sustancias y luego un grupo de intelectuales marxistas… ambos, juntos, intentan cambiar este país como buenamente pueden; los primeros, de manera inadvertida, sin ser conscientes del hecho, y los segundos, intentando imponer un modelo de sociedad que no se producirá”. Es tan hermosa y desgarradora esa frustración. “Quisieron cambiarlo todo, pero al final no consiguieron siquiera cambiarse a ellos mismos”.

2019/02/08

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | HISTORIA NEGRA DEL CINE QUINQUI: LA REIVINDICACIÓN DE UN GÉNERO QUE NO DEJÓ SUPERVIVIENTES

Historia negra del cine quinqui: la reivindicación de un género que no dejó supervivientes.
Rosalía o C. Tangana lo recuerdan musicalmente y películas recientes como 'Quinqui Stars' le rinden homenaje. Se diría que este género tan español está más vivo que nunca, pero sus artífices nos dejaron hace tiempo de forma trágica.
Guillermo Alonso | Icon, El País, 2019-02-08
https://elpais.com/elpais/2019/02/06/icon/1549449208_098050.html

Jose Antonio Valdelomar, muerto a los 36 años. Lali Spinet, muerta a los 34. Sonia Martínez, muerta a los 34. José Luis Manzano, muerto a los 30. José Luis Fernández Eguia, muerto a los 23. Todos ellos eran intérpretes célebres entre la juventud de los ochenta gracias a películas como ‘Deprisa, deprisa’, ‘Colegas’ o ‘El pico’. Si el cine quinqui mantiene hoy un poder de fascinación perenne incluso entre espectadores que no habían nacido cuando reinaba en taquilla se debe, en gran parte, a ser el retrato literal de una generación perdida.

¿Qué era el cine denominado quinqui (un mote que no gustaba nada a algunos de sus artífices)? Eran historias de delincuencia, drogas y amor que triunfaron a finales de los setenta y principios de los ochenta y casi siempre tiraban de actores no profesionales, directamente recogidos de las calles. No eran prodigios visuales y tampoco tenían guiones redondos, pero con su mezcla de tragedia, lumpen, sexo y honor se cuentan entre las películas más efectivas y exitosas que ha dado el cine español y han alcanzado, con el tiempo, el estatus de radiografía social de ese extrarradio que el poder olvidó.

Estos días se vuelve a hablar mucho de él gracias a la interpretación que Rosalía hizo de ‘Me quedo contigo’ (canción de Los Chunguitos que aparecía en la banda sonora del clásico del género quinqui ‘Deprisa, Deprisa’, de Carlos Saura). A su vez, figuras del ‘trap’ como Yung Beef, La Zowi o C. Tangana reivindican, de forma voluntaria o no, cierto espíritu de una juventud desencantada que ha preferido optar por los placeres efímeros e inmediatos de la vida.

El propio Tangana fue mucho más explícito en su vídeo de ‘Bien duro’, homenaje en toda regla a la estética y el espíritu del cine de Eloy de la Iglesia o José Antonio de la Loma. La película independiente 'Quinqui Stars', de Juan Vicente Córdoba, lleva diez semanas triunfando en los cines Renoir Princesa de Madrid. Y después de muchos años de espaldas al género, la cultura oficial también reconoce la trascendencia de este cine: el pasado año el Kutxa Kultur Artegunea de San Sebastián organizaba 'Oscuro objeto de deseo', una completa retrospectiva a Eloy de la Iglesia, director de clásicos del género como ‘Colegas’, ‘El Pico’, ‘Navajeros’ o ‘La estanquera de Vallecas’.

¿Pero es este ‘revival’ sociocultural o puramente mercantil? “No hay comparación posible ya que la situación social es otra y el ciudadano está mucho más controlado y es más dependiente del sistema", dice Eduardo Fuembuena, autor de ‘Lejos de aquí’ (que será reeditada esta primavera con material extra por la editorial Applehead). Su libro no es solo la biografía más completa que se ha publicado sobre Eloy de la Iglesia y su ‘muso’ José Luis Manzano, sino un tratado sobre aquella España democrática que echaba a andar con entusiasmo desmedido, pero olvidando ciertos flancos, y sobre una intelectualidad comunista (como Eloy de la Iglesia) que se rendía a todos los placeres, legales o no, que podía comprar el capital.

"Se han perdido la militancia política, la defensa y reivindicación de los derechos del trabajador y la conciencia de clase –añade Fuembuena–. Los ‘quinquis’ originales no tenían conciencia política, pero sí de clase o de procedencia, eran lumpen o niños delincuentes que se vieron abocados a la lucha callejera para subsistir en un contexto de país en el que se les miraba bajo sospecha solo por ser jóvenes. Eso terminó por quitarles cualquier atisbo de dignidad y exterminarlos con la pandemia de heroína y sus consecuencias. Sin duda, la fea realidad que mostraba De la Iglesia en su cine no era la imagen del país que interesaba mostrar a los gobiernos de turno".

Ese trágico destino de casi todas las estrellas del género es uno de los motivos por los que el cine quinqui sigue teniendo hoy tanto poder de fascinación. Sus intérpretes eran, casi siempre, actores sacados de la calle y que, de alguna manera, se interpretaban a sí mismos. Lo hacían, según Fuembuena, "de una manera natural, sin métodos, remitiéndose a la realidad que conocían por observación directa y que les había tocado padecer. En el caso de José Luis Manzano, interpretar significaba incorporar prototipos de la juventud del momento, vivir en el personaje y no soltarlo después de la claqueta final".

José Luis Manzano (Toledo, 1963-Madrid, 1992) fue el Jaro en ‘Navajeros’, José Luis en ‘Colegas’, Paco en ‘El pico’ y ‘El pico 2’ y Tocho en ‘La estanquera de Vallecas’. Procedente de la UVA (Unidad Vecinal de Absorción) de Vallecas (Madrid), conoció al director de cine Eloy de la Iglesia cuando, para sacarse un dinero, se prostituía en unos billares cercanos a la Puerta del Sol de Madrid. El director pronto se quedó fascinado con él. Entre los dos surgió una relación ambigua: creador y ‘muso’, ¿pero amantes? Manzano tenía novias y coqueteaba con sus admiradoras, pero a la vez su relación con De la Iglesia se tornó enfermiza. No solo por la dependencia a las drogas, sino por la dependencia laboral y, al final, en cierto modo, emocional.

La imposición de Eloy para que Manzano no trabajase con ningún otro director pudo afectar a la carrera del joven, que pese a ser un sus inicios prácticamente analfabeto y no tener ningún tipo de formación actoral, tenía carisma para parar un tren, una belleza entre cruda y apolínea que la cámara amaba y un talento innato para seducir al espectador. Tras ‘La estanquera de Vallecas’, su última colaboración en 1988, director e intérprete se distanciaron.

"Estos jóvenes fueron seres humanos explotados por un sistema industrial, como era el cine español entonces, y desechados cuando dejaron de ser útiles", denuncia Fuembuena. Manzano recibió ayuda de un cura de Getafe y consiguió un trabajo en 1990 como el de chico de los recados en algún programa de TVE. Pero la adicción no desapareció. En 1992 fue condenado por un robo con intimidación en plena Gran Vía. Tras salir de prisión (donde concedió su última entrevista a la revista ‘Interviú’), fue hallado muerto en el apartamento madrileño de su mentor, Eloy de la Iglesia, debido a una sobredosis de heroína.

Una historia semejante se repitió con José Luis Fernández Eguia (Madrid, 1965-1988), alias El Pirri. Llamativo secundario en el cine de Eloy de la Iglesia y otras películas de los ochenta, su voz y porte de macarra le dieron, sin embargo, más oportunidades que a Manzano: aparte de en las películas de De la Iglesia trabajó con Emilio Martínez Lázaro, Gutiérrez Aragón y Carlos Saura y llegó a tener una breve aparición en 'The Hit', de Stephen Frears. Sin embargo, el cine no le dio la oportunidad de cambiar su vida: en 1985, ya convertido en un rostro famoso, confesó a El País que seguía viviendo con sus abuelos y no tenía “ni una ‘lechuga’ [como se llamaba al verde billete de mil pesetas, unos seis euros] para tomar unas cañas”. Durante la entrevista, la periodista narra cómo uno de los amigos del Pirri, que se preparaba para ir a Sevilla a promocionar una película, le cuenta que en el barrio de Triana de la capital hispalense “te ofrecen de todo y por kilos”, refiriéndose a sustancias ilegales.

El 9 de mayo de 1988 un transeúnte descubrió el cuerpo sin vida del Pirri en un descampado de la carretera de Vicálvaro a San Blas. Tenía una aguja colgando del brazo. Era el Pirri, el actor que recientemente acaba de dar el salto también a la televisión y la radio y se había hecho todavía más reconocible entre el público.

Fuembuena añade un caso menos conocido de la órbita de De la Iglesia, pero igualmente trágico: el de Lali Spinet, que rodó con el director vasco ‘El Pico’. Era una "talentosa actriz del cine de la Transición que también se enganchó, poco antes de rodar con De la Iglesia ‘El pico’, y llegó a estar detenida y recluida en la cárcel Modelo de Barcelona por tráfico de estupefacientes antes de fallecer a causa de enfermedades derivadas del sida, en 1994".

José Antonio Valdelomar (Ciudad Real, 1958 - Madrid, 1992) conoció la gloria como protagonista de ‘Deprisa, deprisa’, la película que lo sacó del barrio madrileño de Villaverde Alto y lo llevó hasta Berlín, donde la cinta se llevó el Oso de Oro en 1981. Solo dos semanas después de esa victoria y tres antes del estreno de la película en España, Valdelomar fue detenido en Madrid después de atracar un banco en la calle Ríos Rosas y huir en un taxi robado con un botín de 167.000 pesetas (algo más de mil euros en su día, pero equivalentes a casi cinco mil de hoy).

No hizo ninguna película más. El cine no lo salvó de continuar con sus problemas de criminalidad y adicción a las drogas y la siguiente vez que los medios se refirieron a él fue para anunciar su muerte en 1992, con solo 34 años, debido a una sobredosis que sufrió cuando cumplía otra condena en la cárcel de Carabanchel.

El caso de Sonia Martínez fue muy diferente. Sonia era de clase media, tenía formación actoral (y dominaba el inglés) y participó en más películas más allá del género quinqui (‘Epílogo’, de Gonzalo Suárez, o ‘Violines y trompetas’, de Romero Marchent), series (‘Segunda enseñanza’) y programas de televisión (‘3,2,1, contacto’ y ‘Dabadabadá’). Incluso rodó en alemán. Fue también una de las protagonistas de ‘Perras callejeras’ (1985), de José Antonio de la Loma, uno de los últimos estertores del género, y su destino fue a partir de ahí semejante al de Manzano y Pirri.

La muerte de su madre en 1985 le dejó muy tocada anímicamente y poco después empezó a consumir cocaína y posteriormente heroína (como ella misma confesó en una cruda entrevista con Isabel Gemio). En 1989 ingresó en un centro de rehabilitación y al año siguiente concedió una entrevista con Isabel Gemio. “La gente se cree que sigo pinchándome, pero estoy viva, con muchas ganas de vivir y de trabajar”. Llevaba, según confesó, solo 17 días sin pincharse. Al final de la entrevista, un momento que hiela la sangre: “Me he hecho los análisis del sida y aún no tengo los resultados. Puedo tenerlo o no puedo tenerlo”. Se supo poco después (ella misma lo declaró) que los resultados eran positivos. Falleció el 4 de septiembre de 1994, con solo 30 años.

Estas fueron las víctimas más visibles y célebres de ese cine de los ochenta que creó industria, pero abocó a sus estrellas al abismo. Pero hay más: en el plano musical, relacionado también con este movimiento cultural, podemos citar a tres cantantes que fallecieron, casualmente, en 1995: Juan Antonio Jiménez ‘Jeros’, de Los Chichos (que se tiró del balcón de su casa de Madrid), Antonio Flores (uno de los protagonistas de ‘Colegas’ junto a José Luis Manzano, que sucumbió a una sobredosis dos semanas después de la muerte de su madre Lola) o Tina Muñoz, de Las Grecas, que tras alternar la calle, la prisión y algunos psiquiátricos, falleció de sida.

Es posible que ningún género haya caminado de forma más paralela y trágica a la realidad de sus directores e intérpretes. Eloy de la Iglesia, para la posteridad el gran director de cine quinqui (aunque su carrera, que duró unos 35 años, conoció muchos más estilos y contiene grandes hallazgos), moriría en 2006. Antes, en una entrevista a El País, declaró que no creía que fuese el éxito lo que los hubiese llevado a todos hacia el abismo. Aclaró a continuación que, más bien, "se podría decir que fue el fracaso". Sea cual sea la causa, la consecuencia fue devastadora y Eduardo Fuembuena la resume de un modo punzante y seco: "Salvo algunos como Javier García (Urko en ‘El pico’) o Manuel Álvarez (el Chus en ‘Navajeros’), que han optado por vidas anónimas, todos los demás están muertos".

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // STARS COFLHEE es un trabajo realizado por Julen Zabala Alon...