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2021/06/16

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | MARIC*NES CONTRA WOJTYLA Y OTRAS AVENTURAS DE NAZARIO

El Periódico / Nazario (d) en el bar Kike //

Maricones contra el papa Wojtyla y otras aventuras de Nazario en la Barcelona de los 80.

El artista recupera en 'El bar Kike y Paca la Tomate' la memoria de la Ciutat Vella homosexual preolímpica.
Ramón Vendrell | El Periódico, 2021-06-16 ***
https://www.elperiodico.com/es/ocio-y-cultura/20210616/nazario-homosexuales-barcelona-anos-80-bar-kike-11830176

Nazario Luque es una de las contadas personas que en los últimos 2021 años han tenido sexo con un papa. No es que menospreciemos a sátiros como Alejandro VI, es que al fin y al cabo ha habido 264 papas y por alegres que hayan sido son 264 y ni uno más, lo cual da para lo que da: contadas personas han tenido sexo con un papa en 2021 años.

Nazario cuenta en 'Sevilla y la Casita de las Pirañas' (Anagrama) que folló en los váteres públicos de la plaza del Duque, Sevilla, con Clemente Domínguez, más adelante el papa Clemente del Palmar de Troya. Un papa hereje, sí, pero un papa.

De modo que tras haber conocido de primera mano estas conductas papales libertinas no es extraño que le fastidiara un pontífice homófobo como Juan Pablo II, Wojtyla. Quizá por hipócrita. El caso es que en 1986 una comitiva se plantó ante la catedral de Barcelona para protestar contra Wojtyla. 'Ens estimen com volem', decía la pancarta desplegada. Pero además circularon estampitas de san Pollardonio de la Sagrada Metida. "Líbranos a todas de la sífilis y el sida", decía la leyenda, para quien tuviera ojos para algo más que la imponente verga de san Pollardonio.

Eran las estampitas obra de Nazario, claro está. Y una parte importante de la procesión había salido del bar Kike, en la calle de Rauric, en el Gòtic. Era el Kike antes de ser el Kike un bar de repostaje de putas, chulos y camellos. Se convirtió al ser el Kike desde 1983 en un bar de fiesta eterna desde que abría por la tarde, no solo para maricones. Las putas, los chulos y sobre todo los camellos seguían pasando por ahí, así como punks y modernos, pero sobre todo era el cuartel general de Nazario y sus desfasados amigos y amigas.

Locos no, loquísimos
'El bar Kike y Paca la Tomate', nuevo libro de Nazario, nos recuerda que si los años 70 en Barcelona fueron locos, los años 80 fueron loquísimos, pasados de vueltas, sin freno. El Kike era un ejemplo: ya no más bares clandestinos para maricones; un bar abierto a la calle donde podía suceder cualquier cosa. A costa quizá de trauma de algún niño que fuera con sus padres a El Ingenio, la tienda de fantasías en papel maché que estaba casi enfrente.

La Paca la Tomate del título es la tragedia del relato. Un transformista (ni travesti ni disfrazado, puntualiza Nazario) que se vino arriba en el Kike tras sus pinitos en el Dickens y que acabó muriendo en el arroyo, tras volver a ser Paco trabajando en bares de mala muerte ya como camarero otra vez. Como reconoce Nazario, su club de fans la convirtió en una estrella y después la dejó caer sin demasiada compasión.

A lomos del tebeo 'El Víbora', Nazario alcanzó tal popularidad con su personaje Anarcoma que en una redada en el Kike el guardia urbano que lo llevó al lavabo para cachearlo e interrogarlo le confesó su admiración y su vergüenza por la tarea.

Por el Kike pasaron Keith Haring y Marc Almond. El primero hizo grafitis hasta en la cisterna del váter, por no hablar de la barra, ojalá los hubieran conservado. El segundo le pidió a Nazario una portada para un disco que no prosperó por sobrada. Si Almond frecuentaba Barcelona en los 80 quiere decir que Barcelona en los 80 era una caña. Se alojaba siempre en el hotel Colón, unos skins le robaron las Dr. Martens que llevaba y era el tío más tatuado de una ciudad donde solo existía un estudio de tatuajes, Barna Tatoos, en la calle de Obradors, espontáneos talegueros y profesionales guiris en reboticas de bares al margen.

Es 'El bar Kike y Paca la Tomate' la recreación de Nazario de su arcadia en Ciutat Vella en los 80, cutre, disparatada, grotesca e hipersexual. Más arriba también pasaban cosas. En el club Martins de los Jardinets de Gràcia un neón alertaba antes de entrar en el cuarto oscuro: 'Vigila tu cartera'. Marc Almond también lo frecuentaba.

El Ayuntamiento de Barcelona cerró el bar Kike en 1987. "Una ostentosa capa olímpica, como una vistosa alfombra de oropeles, terminaría cubriendo una parte de la ciudad y su memoria, que quedaría para siempre sepultada, como basura, bajo ella", escribe Nazario.

2020/02/24

DOCUMENTACIÓN | VIH-SIDA | UN VIRUS EN LA INSTITUCIÓN: POR QUÉ EL ARTE VUELVE AL SIDA

Un virus en la institución: por qué el arte vuelve al sida.
El homenaje de Arco a Félix González-Torres demuestra el creciente interés que museos e instituciones (y, ahora, también el mercado) demuestran por los años de la epidemia.
Álex Vicente | El País, 2020-02-24
https://elpais.com/cultura/2020/02/24/babelia/1582564844_427444.html 

“Quiero ser un virus en la institución”, anunció Félix González-Torres en 1994, durante una conversación con el artista estadounidense Joseph Kosuth. “Todos los aparatos ideológicos se están replicando porque es así como funciona la cultura. Si funciono como un virus, un impostor, un elemento infiltrado, podré replicarme con estas instituciones”. En tres frases escasas, el artista cubano sentaba las bases de su práctica artística, pero también de su proyecto político. Uno de sus correligionarios en el Nueva York de los ochenta, Keith Haring –que nació un año después y murió seis antes que él, víctima de la misma enfermedad—, funcionaba, pese a las diferencias de forma, de una manera casi idéntica: adoptando los códigos gráficos del mundo capitalista para inocular en él ideas susceptibles de destruir su dogma blanco y heterosexual. Cada dólar gastado en los productos derivados que reutilizan los motivos de sus obras supone una victoria para su causa.

El homenaje a González-Torres que le dedica ahora Arco, que arranca mañana en Madrid, es sintomático del creciente interés que las instituciones –y, ahora, también el mercado— demuestran por una generación de creadores que, mientras el sida hacía estragos, cambiaron la manera de hacer arte y activismo político. En los últimos tiempos, los nombres de artistas como Nan Goldin, David Wojnarowicz, Mark Morrisroe, Dana Wyse o Zoe Leonard –que exigía “una persona con sida de presidenta” en una obra firmada en 1992— se han vuelto omnipresentes en museos y bienales de todo el mundo, a la vez que el legado de colectivos como General Idea o Group Material, que forzaron la conversión de los museos en espacios para el debate y el pensamiento, parecía cada vez más relevante en el contexto actual.

“No es una simple moda, sino una puesta al día, que sigue el paso de la cultura popular, donde la cuestión está más avanzada que en los museos. Siempre ha habido exposiciones sobre el sida, pero ha hecho falta un salto de generación para ver las cosas con perspectiva”, analiza la crítica de arte francesa Élisabeth Lebovici, que acaba de publicar 'Sida' (Arcàdia), que reúne sus ensayos sobre esta cuestión. La autora lleva años indagando en la relación entre el arte de los ochenta y noventa y las distintas formas de militancia que surgieron durante la epidemia. “Los activistas de la época fueron a buscar herramientas en el arte conceptual. Por eso, la lucha contra el sida empezó a usar la fotocopia, la instalación y la ‘performance’, produciendo una contracultura que se oponía a la representación mediática del enfermo de sida como un ser monstruoso”, señala Lebovici. El más conocido de todos fue el llamado ‘die-in’, variante del ‘sit-in’ de los ‘hippies’ que popularizó la organización Act Up. Los manifestantes se tumbaban en el espacio público y simulaban estar muertos, en una puesta en escena simbólica de las defunciones masivas que tenían lugar ante la indiferencia general.

Los museos y los investigadores llevan años regresando a este turbulento periodo y corrigiendo su deficiente representación. En 2015, una exposición itinerante, ‘Art AIDS America’, lanzó una mirada sobre la época en Nueva York y Los Ángeles. Pero, por bienintencionada que fuese, la iniciativa levantó protestas, recordando el difícil encaje de estas radicales propuestas en un contexto institucional: un colectivo organizó un ‘die-in’ en las salas de la muestra para protestar contra la ausencia de artistas negros, que consideraban sistemática en las instituciones del arte. En 2018, sucedió algo similar con una gran retrospectiva dedicada a David Wojnarowicz, que luego recaló en el Museo Reina Sofía de Madrid. Durante su paso por Nueva York, la muestra no gustó a Act Up, en la que militó el mismo Wojnarowicz, que murió de sida en 1992. La asociación acusó al museo de inscribir la epidemia del VIH en un pasado lejano y de no reconocer que seguía matando, mientras que la revista especializada ‘Frieze’ denunció que la muestra vehiculaba una versión “saneada” y “digerible” de la obra de Wojnarowicz, azote de la sociedad estadounidense que llegó a tildar a sus compatriotas de “esvásticas andantes”. ¿Era correcto hacer entrar en el canon occidental a un artista que escupía sobre él?

Los ejemplos abundan. Dos muestras recientes en Nueva York y Berlín han rescatado la figura del artista y director teatral Reza Abdoh, iraní establecido en Los Ángeles que murió en 1995 por complicaciones ligadas al sida. Al mismo tiempo, ‘Ángeles en América’, la obra que Tony Kushner estrenó en 1991, regresaba a Broadway, protagonizada por una estrella como Andrew Garfield. La Comédie Française de París, el gran templo del teatro público que fundó Luis XIV en 1680, acaba de incorporar ese texto a su repertorio, con un montaje del director Arnaud Desplechin. Mientras tanto, en Bruselas, el museo Bozar propone una retrospectiva dedicada a Keith Haring que presta atención a ese compromiso político que el ‘merchandising’ ha logrado disimular.

En España, existe la iniciativa del Anarchivo Sida, ambicioso proyecto de investigación que recopila prácticas artísticas y experiencias colectivas relacionadas con el VIH, atendiendo al espacio geográfico no anglosajón, a cargo del Equipo Re, formado por Aimar Arriola, Linda Valdés y Nancy Garín. El resultado ha sido visto, entre otros lugares, en centros como el Macba, en Barcelona, donde el proyecto se expuso en 2018 y 2019. "En nuestro proyecto museográfico figura la idea de releer la década de los noventa e introducirla en la narrativa del museo, que hasta hace poco estaba anclada en los setenta", explica el jefe de programas del Macba, Pablo Martínez. "Cuando se analiza ese momento histórico, es imposible no entender que el sida fue un acontecimiento fundamental, que afectó no solo a los artistas como individuos, sino también a sus formas de hacer. La crisis del sida reclamó una concurrencia pública del arte, un compromiso claro ante un conflicto concreto". Además, el genio individual y las prácticas en primera persona regresaron contra pronóstico, invalidando la muerte del autor enunciada por Roland Barthes y Michel Foucault. "Vuelve el yo, aunque sea un yo distinto al de antes. Ya no se puede entender como una entidad individual o atada al sujeto", añade Martínez.

Lebovici coincide en que esa primera persona fue "un yo plenamente político, como demuestran los casos de Wojnarowicz o González-Torres". A esta especialista, la presencia estelar de este último en Arco no le supone un problema, pero sí le genera ciertas dudas. "Nunca dijo que no quisiera vender su trabajo, pero puso condiciones drásticas: él no vendía bienes ni objetos, sino posibilidades", señala la crítica de arte. Es decir, las características de sus relojes de pared o el número de caramelos necesarios para recrear una de sus obras, pero nunca la instalación en sí. "Cuando esa potencialidad se reserva a quienes tienen el poder de comprar esas obras –es decir, un círculo reducido de coleccionistas e instituciones muy ricas— se produce una contradicción respecto a su concepción del arte", apunta Lebovici. Para Martínez, si el sida se infiltra incluso en una feria como Arco es porque nuestra época no es tan distinta a la que se enfrentó a aquella epidemia desbocada. "La era de la expansión del sida coincide con un momento ultraconservador, el del thatcherismo y el reaganismo, cuando se atacan los avances de las mujeres y los de las minorías negras y homosexuales. Hoy vuelven a estar en peligro las identidades subalternas", concluye. Y las lecciones de aquel tiempo remoto siguen siendo útiles.

2019/03/22

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | DAVID WOJNAROWICZ: UNA FÉRTIL PARANOIA

David Wojnarowicz: una fértil paranoia.
Una exposición reúne la fotografía del versátil artista norteamericano, cuya obra resuena en tiempos de incertidumbre política.
Gloria Crespo MacLennan | El País, 2019-03-22
https://elpais.com/cultura/2019/03/20/babelia/1553082043_468844.html 

Durante la década de los ochenta, en las maltrechas calles del Lower East Side neoyorquino, una generación de inmigrantes, artistas y marginados buscaba su lugar en el mundo alejada de una sociedad intolerante, a la que sin duda alguna contribuía a enriquecer. En este núcleo de efervescencia de la cultura ‘underground’ encontró David Wojnarowicz (1954-1992) su voz, y la alzó como figura central. Veinticinco años después de su muerte, la obra del polifacético autor está siendo revisada dentro del canon del arte contemporáneo más allá de la etiqueta de contestatario artista gay. El Whitney Museum abrió la brecha, tras dedicarle una gran retrospectiva que llegará al Reina Sofía a finales de mayo. Mientras, el KW Institute of Contemporary Art de Berlín exhibe 'David Wojnarowicz. Photography & Film 1978-1992', donde a través de 150 obras (que incluyen fotografías, películas en 16 mm y super-8 y vídeos) se profundiza en una obra “tan sumamente personal como fuertemente política”, tal y como la describe su comisaria, Krist Gruijthuijsen.

Wojnarowicz fue el paradigma del ‘outsider’. Descreído ante cualquier tipo de institución, lo suyo eran los márgenes, la búsqueda de la belleza en medio de la fealdad, un grito de ira contra la injusticia y la discriminación, en una época en la que el sida, categorizado como un azote divino por algunos sectores de la sociedad americana, diezmaba la comunidad gay. También acabó con él. A los 37 años dejaba tras sí cientos de obras de arte donde exteriorizaba su rabia y dolor a través de la fotografía, el cine, la pintura, la ‘performance’, así como la escritura. “El infierno es un lugar en la tierra. El cielo es un lugar en vuestros corazones”, escribía el artista. “La furia y la desconfianza que manifestaba el artista con respecto a la negligente actitud del gobierno de Reagan en los ochenta resuena en la política actual, donde se ponen en marcha estrategias similares”, señala la comisaria. “Utilizó su voz de artista para luchar por una causa y enfatizó que lo personal es ciertamente político”.

Nació en Nueva Jersey. Su infancia estuvo marcada por la soledad, la violencia y el abandono. Tras el divorcio de sus padres se trasladó a Nueva York con su madre. Pronto comenzó a pasear por los lugares más sórdidos del extrarradio de la ciudad. A los 12 años un hombre le pagó por tener sexo, sería el comienzo de su experiencia como chapero. Estudió en el High School of Music and Art de Manhattan, pero nunca se graduó. A los 17 años abandonó la casa materna. La calle se convirtió en su hogar; la cocaína, y más tarde la heroína, en su refugio. La vida sin un techo era sinónimo de libertad para su alma indómita. El arte y el sexo se convirtieron en el motor de su vida. Ambas llevaban implícito el riesgo. Siempre se consideró un superviviente en lucha con su instinto de autodestrucción. “¿Qué significa que tu deseo sea ilegal? Miedo, frustración, ira, sí, pero también un despertar político, una fértil paranoia. Mi homosexualidad fue una cuña que lentamente me distanciaba de una sociedad enferma”, escribió.

Trabajó junto a Keith Haring de camarero. Tuvo una banda, 3 Teen Kill 4, donde los sonidos interpretados con juguetes de niños se mezclaban con sonidos grabados indiscriminadamente. A principios de los setenta, realizaría una serie de fotografías en blanco y negro, donde posaba o hacia posar a sus amistades con una careta del poeta Arthur Rimbaud en distintos lugares de la ciudad. Estos estaban relacionados con sus experiencias personales. Yuxtaponía anacrónicamente el tiempo, el espacio y la actividad, relacionando la identidad del poeta simbolista con la suya propia.

“Mi hermano, mi padre, mi lazo emocional con el mundo”. así se refería Wojnarowicz a otra figura, fundamental en su vida: su amante y mentor el fotógrafo Peter Hujar. “Fue él quien le indujo a convertirse en un artista visual, destaca Cynthia Carr, su biógrafa, autora de 'Fire in the belly. The life and times of David Woijnarowicz'. “Por aquel tiempo practicaba fundamentalmente el dibujo. Había publicado su primer libro, 'Sounds in the distance', una serie de monólogos de los personajes marginados que iba encontrando en sus viajes. Ya había finalizado la serie de Rimbaud pero no se consideraba un artista visual. Hujar consiguió incluir una de sus obras en una exposición comisariada por un conocido, en la que participaban Julian Schnabel y David Hockney. Así comenzó a producir más obra y pasó a ser representado por una de las galerías del East Village”.

Con frecuencia la fotografía constituyó la base de su obra, que a veces combinaba con otros medios. Muchas veces la practicaban en colaboración con otros artistas. “Eran pocas las veces que podía contar con un laboratorio o tener el suficiente dinero para alquilar uno”, recuerda su biógrafa. “Cuando murió Hujar, se trasladó a su apartamento donde había un cuarto oscuro, lo que le habilitó a indagar más en el medio”. Hujar murió de sida en 1987. Wojnarowicz filmaría y fotografiaría entonces su cabeza, sus manos y sus pies. El vídeo ‘Fragments for a film about Peter’ incluye parte de este material y supone un duro testimonio, tan crudo como tierno. “Hujar era lo más importante de su vida. Tenía mucha influencia sobre él. Consiguió alejarle de la heroína. David le cuidó hasta el final”, cuenta Carr. “Cuando la gente que le rodeaba empezó a enfermar y fue consciente de su lucha por mantenerse vivos, se dio cuenta de que no podía seguir relacionándose con gente autodestructiva”. Meses después de la muerte de Hujar, Wojnarowicz fue diagnosticado también de sida.

Uno de los motivos que llevó a Carr a escribir la biografía del artista fue “querer mostrar a las nuevas generaciones lo que supuso la epidemia. Creo que la gente joven no sabe lo que fue. Es difícil imaginarlo”, afirma. Pero también quiso profundizar en la escena artística de East Village y las guerras culturales. “Wojnarowicz fue una figura central en estas tres vertientes. Fue objetivo de la censura junto con Mapplethorpe y Andrés Serrano. Por aquel entonces la derecha quiso suprimir las ayudas de la National Endowment for the Arts (Fundación Nacional para las Artes), y la Asociación Americana de la Familia le acusó de inmoral por utilizar la figura de Cristo pinchándose como un yonki en una de sus obras. Mi opinión es que utilizó la figura para destacar la cercanía tanto de Cristo como de sí mismo con los marginales y desfavorecidos”.

La exposición también incluye la serie ‘Untitled, the sex series (for Marion Scemama)’ (1989), compuesta por fotomontajes en blanco y negro donde se yuxtaponen imágenes de sexo inscritas en un círculo sobre distintos paisajes. El círculo hace referencia a las imágenes captadas a través de prismáticos o telescopios en clara alusión a la injerencia del Estado y la Iglesia en la vida privada. “Fueron varios los que pensaron que este trabajo no había sido realizado por el artista, debido a la complejidad que implica en el laboratorio”, dice Carr. “Pero tenía un talento increíble. Y era muy carismático. La gente gravitaba a su alrededor en busca de cierta autoridad moral".

“Algo que pasé por alto en mi libro fue su sentido del humor, que a veces quedaba camuflado por su ira. Era muy político”, resalta Carr. “No le importaba el estatus, ni el dinero. Existe un mensaje en su obra que él quería lanzar. Lo importante es el mensaje y esto es algo que aún funciona hoy en día. Algo que resulta estimulante para la gente, porque, en cierto sentido, no predomina en estos días. Tuvo el coraje de hacer exactamente lo que creía que estaba bien. Y eso es realmente admirable”.

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // STARS COFLHEE es un trabajo realizado por Julen Zabala Alon...