2019/11/16

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | 30 AÑOS DE INSUMISIÓN, EL MOVIMIENTO QUE LLENÓ CALLES Y CÁRCELES DE DESOBEDIENCIA CIVIL

Cuarto Poder / Manifestación por la Insumisión en Albacete //

30 años de insumisión, el movimiento que llenó calles y cárceles de desobediencia civil.

El 16 de noviembre de 1989 se celebraron los primeros juicios militares contra insumisos en nuestro país contra Josep María Moragriega y Carlos Hinojosa. “El rechazo a la mili era compartido por la mayoría de la sociedad, era muy transversal”, afirma Nacho Murgui, juzgado por insumisión en 1996. “Nuestra lucha sigue siendo un referente para los movimientos sociales”, señala José Manuel López, antimilitarista e insumiso a principios de los años 90.
Miguel Muñoz | Cuarto Poder, 2019-11-16
https://www.cuartopoder.es/espana/2019/11/16/30-anos-de-insumision-el-movimiento-que-lleno-calles-y-carceles-de-desobediencia-civil/

Año 1989. Mes de noviembre. El PSOE de Felipe González gobierna con una mayoría absoluta obtenida, en esta ocasión, por la mínima. En las calles aún resonaban los ecos de la huelga general celebrada un año antes. Y de las movilizaciones anti OTAN surgidas años antes del referéndum de permanencia celebrado en 1986. 1989 sería un año clave para entender un movimiento político histórico en nuestro país: la insumisión. El rechazo a formar parte del ejército, al servicio militar obligatorio. A “la mili”. Tal día como hoy, 16 de noviembre, se celebraron hace tres décadas los primeros juicios militares contra insumisos en nuestro país.

Josep María Moragriega y Carlos Hinojosa fueron los nombres propios de aquel día. Ambos formaron parte de los 57 primeros insumisos declarados. Se presentaron, coordinadamente, el 20 de febrero del citado año 89, ante diferentes gobiernos militares. Solo 11 fueron detenidos. Moragriega fue uno de ellos. Pasó quince días en prisión preventiva. Y posteriormente fue citado, junto a Hinojosa, a juicio militar para el mes de noviembre.

“Organizamos una movilización estudiantil muy potente, hubo huelga ese día. Culminó con una macromanifestación a las puertas del gobierno militar donde se realizaba el juicio en Barcelona”, recuerda el propio Moragriega en conversación con cuartopoder. El juicio se celebró un año después de la primera presentación. La condena fue de 13 meses de prisión. “Intentaron hacer una condena suave para intentar desmovilizar a los futuribles insumisos. Eso no fue así porque en la segunda presentación se incrementó el número de manifestantes”, señala Moragriega.

Aunque el primer objetor de conciencia por razones no sólo religiosas fue Pepe Beunza, que se declaró insumiso en 1971 y estuvo preso hasta 1974, el año 1989 marca un antes y un después. Se había anunciado la próxima puesta en marcha de la Prestación Social Sustitutoria (PSS) por parte del Gobierno. Es decir, realizar un servicio social en sustitución de la mili. Además, se comenzaron a denegar las declaraciones colectivas de objeción de conciencia que habían sido aceptadas en años anteriores. Los colectivos antimilitaristas, entre los que destacan el Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC) o el Mili KK, intensificaron sus acciones.

“Usaban la represión selectiva de baja intensidad, con el objetivo de intentar frenar la ola que se les venía encima. Fue una ola que creció exponencialmente. No tuvo fin ni siquiera cuando sacaron la ley civil para regular la PSS”, reflexiona. La variedad de movimientos también produjo diferentes estrategias que variaban entre hacer visible la causa entrando voluntariamente a la cárcel o la “insumisión total”, que incluía no presentarse a los juicios.

La sentencia de Moragriega tardó en llegar tras varias vistas. No ingresó en prisión hasta el año 1991. “Del juicio militar salí por la puerta, la sentencia salió 48 horas después”, recuerda. Entonces pasó a situación de clandestinidad para no ser detenido. La idea era entregarse cuando más le interesara al movimiento, para que causara mayor impacto. Ese momento llegó el 15 de Mayo, Día Internacional de la Objeción de conciencia.

Moragriega fue detenido. Se presentó solo porque Hinojosa seguía la línea de la “insumisión total”. “Fui al gobierno militar, dije que ahí estaba y que procedieran a hacer lo que tuvieran que hacer. Me trasladaron a Cartagena después de un viaje larguísimo, incomunicado. Me aplicaron ley antiterrorista, estuve desaparecido más de 72 horas, todas de conducción. Pisé cuatro prisiones: Modelo y Trinidad en Barcelona. Modelo de Valencia, Sangonera (Murcia) y finalmente Cartagena, en el Penal Naval de Santa Lucía”, relata. Pasó allí unos 11 meses.

Dentro de prisión, la lucha seguía. Entre otras cuestiones, aportaba textos que eran leídos en actos del movimiento insumiso. “Había que mantener alta la moral antirepresiva. Yo desde la cárcel poca cosa más podía hacer, confiar en todos mis compañeros y esperar mi día”, apunta. Moragriega “celebró” su 25 cumpleaños en prisión y allí acabó su carrera universitaria. Luego empezó a trabajar como profesor.

Con los años se vinculó mucho a la situación creada por la Guerra de los Balcanes. “La insumisión continuaba activa pero ya dejé paso a nuevos insumisos. A nivel de organización me retiré y pasé a fundar y trabajar en Maestros por Bosnia”, señala. En febrero de este año, aprovechando el aniversario de aquella primera presentación ante los gobiernos militares, la prisión de la Modelo en Barcelona, convertida ahora en un centro de memoria, organizó un acto de recuerdo y homenaje de aquellos pioneros.

Coordinación y multiplicación de casos

El número de personas insumisas creció exponencialmente con el paso de los años. Los juicios pasaron a ser de carácter civil por la entrada en vigor de la PSS. Las historias son innumerables. Otros hitos a tener en cuenta tuvo lugar en 1991 en Albacete. Allí tuvo lugar el primer juicio contra insumisos a la PSS. Los juicios siguieron mientras la administración ejecutaba esa “represión selectiva” o “de baja intensidad”. Entre otras cosas esto derivaba en diversidad de condenas dependiendo del juez en cuestión e incluso absoluciones.

El periodista Joan Canela es autor del libro ‘Insubmissió. Quan joves dearmats van derrotar a un exércit’ (Sembra Libres, 2019). También fue activista, en su caso del Mili KK. “El movimiento fue muy potente pero más tarde, no en sus primeros años”, señala a este medio. Canela destaca que la estrategia a seguir era dura, había que asumir que se iba a la cárcel y no se sabían bien las consecuencias de las acciones. “Al principio hubo muchas dudas y debates, si seguir una estrategia u otra, si había posibilidades, etc.”. El periodista recuerda además la actuación del PSOE amnistiando a todos los objetores acumulados en espera de aprobar la nueva ley. “Se hizo para quitarse un grueso de activismo de en medio”, afirma.

“El movimiento antimilitarista fue muy capilar. En número y cantidad, Catalunya y País Vasco fueron los puntos fuertes, pero hubo insumisos en todos sitios. En sitios con escasa presencia de movimientos sociales alternativos, había insumisos. Fue muy generacional y transversal”, describe este periodista. Además, destaca la coordinación estatal que había entre diferentes partes del Estado. El MOC y el Mili KK eran coordinadoras estatales, asamblearias. Tenían núcleos locales, intercomarcales y una coordinación estatal que cada dos meses iba a Madrid a reunirse durante el fin de semana.

“Era un nivel de militancia muy intenso, la gente estaba muy comprometida”, señala. La actividad era incesante, y en época pre-redes sociales. “Era muy espectacular, detenían a dos insumisos en Sevilla y desde allí llamaban por teléfono, local por local, a todo el Estado. A la mañana siguiente ya había concentración en Valencia, Madrid, etc. Había cierta cohesión de colectivo. Eso ayudó mucho a mantener la lucha contra la represión”, argumenta Canela.

Esa coordinación estatal la vivieron personas como Carlos Herrero Canencia. En 1988 descubrió el movimiento insumiso mientras estudiaba Filología en la Universidad Complutense. Además, participó en unas pioneras jornadas antimilitaristas en Zaragoza ese mismo año. “Me daba al principio mucho miedo, era algo ilegal, podías entrar en la cárcel”, reconoce. Su condición de homosexual, además, fue relevante para su lucha. “Tenía claro que el ejército era un sitio completamente homófobo. En el juicio, una de las razones que alegué era el hecho de ser gay y estar en contra del ejército por su homofobia”, afirma. En marzo de 1990 se presentó como insumiso y tuvo el juicio cuatro años más tarde.

Herrero pertenecía a la Coordinadora Antimilitarista. “Fueron años de muchísimo activismo, dando charlas, montando manifestaciones, acompañamiento a los presos, etc. En Madrid se hizo un trabajo antirrepresivo muy importante”, comenta. Recuerda una acción concreta en la prisión militar de Alcalá de Henares, donde el director de la prisión provocó agresiones entre algunos soldados presos y los insumisos. A él le tocó visitar a los presos el día de los hechos. “Llegué a casa, llame a toda la gente, se organizó mucho follón, una manifestación, etc. Aparte de que fue algo muy bonito y surgió un efecto grande. Contamos con el apoyo de varios diputados y el director de la prisión se acojonó”, señala.

Aquello fue en 1998. Pero antes, Herrero pasó por su proceso judicial. Juicio. “Fue, por un lado, muy tenso y por otro muy emocionante porque se montó un acto de solidaridad brutal. En el momento del discurso final vi que había entrando gente y la sala estaba hasta arriba”, apunta. Su condena fue de un año de cárcel por lo que te podían hacer firmar la libertad condicional y no entrar. “Me pasaba que no sabía qué hacer. Si firmaba me quitaba de problemas. Fue muy duro pero no lo firmé. Me volvieron a llamar pidiendo que firmara un papel diciendo que no había firmado el otro papel. Yo dije que no iba a firmar ya nada. Los meses que mayor tensión tuve fueron ahí cuando tenía la orden de búsqueda y captura. Me podían detener en cualquier momento”, recuerda.

La estrategia pasaba por elegir alguna acción concreta llamativa para provocar la detención y darle un sentido político. Pero había mandos policiales y políticos que preferían no dar más publicidad al movimiento y no los detenían. Finalmente, Herrero se presentó a entregarse junto con tres compañeros más. “Convocamos a la prensa y una concentración y fuimos. Fue muy emocionante, tener a toda la gente coreándote y gritando consignas mientras entras en prisión”. Cumplió su condena en Carabanchel, luego en Yeserías y finalmente en Valdemoro en régimen abierto. Desde entonces ha seguido vinculado a movimientos sociales y ha impulsado un colectivo en Madrid de Docentes LGBTi.

Referente de los movimientos sociales actuales
“Nuestra lucha sigue siendo un referente para los movimientos sociales”. Habla con José Manuel López, activista antimilitarista que formó parte del MOC desde el año 1987. Él estuvo presente, acompañando, aquel 20 de febrero, en Madrid en la primera presentación de insumisos pese a que todavía no lo era.

También pasó por la cárcel. “Hubo jueces que pensaban que no deberíamos ir a la cárcel y se inventaban eximentes. Es lo que pasó en mi caso, me condenaron a 6 meses”. Un tiempo que repartió entre las cárceles de Carabanchel y Valdemoro. “La PSS no tenía ninguna intención social, era simplemente un castigo. Durante los años que duró era una chapuza. Muchas organizaciones sociales se negaron a colaborar con el Estado. Como Cáritas, por ejemplo”, apunta.

Recuerda este activista aquellos años al movimiento “bastante coordinado y con muchos colectivos”. Y señala su vigencia. En su caso, el MOC pasó a llamarse Alternativa Antimilitarista. “A día de hoy se nos sigue llamando en muchos movimientos para pedirnos talleres sobre acción directa no violenta, desobediencia civil, campañas, etc. Desde el 15M hasta los movimientos por la crisis climática”.

Y es que los insumisos fueron en cierto modo pioneros en acciones llamativas. “Lo de colgarse de una pancarta en un puente, encadenarse en juzgados, ocupar cuarteles, etc. Fueron los primeros en actuar de esa forma. Supieron usar los medios de forma muy inteligente”, apunta por su parte el periodista Canela.

“El hecho de la desobediencia civil tiene una capacidad de impacto enorme. Se pusieron en juego todo un repertorio de acciones que de alguna manera fueron novedad y lograron que el movimiento tuviera mucha visibilidad: acciones en los cuarteles con las entregas de insumisos, encadenamientos en el gobierno militar, en el cuartel general del ejército, etc. Con no mucha gente lograbas un impacto enorme”. Quien habla es Nacho Murgui, insumiso en los años 90 y actual concejal de Más Madrid en el Ayuntamiento.

El movimiento, como decía López, sigue vigente. Su “horizonte utópico” es la desmilitarización de la sociedad. Por ello han desarrollado varias campañas. Una, contra el gasto militar. Más antigua aún que la insumisión que es la objeción fiscal a los gastos militares. Se lleva haciendo desde principios de los años 80. “En el 15M tuvo un importante impulso”, apunta López. También se realizan campañas contra fabricación y venta de armamentos, que incluye, por ejemplo, denunciar las ferias de armas que se celebraban en Ifema. La militarización de las fronteras, en colaboración con otros colectivos como Caravana Abriendo Fronteras, es otro de los temas que siguen.

Amplio apoyo social
“En el tiempo que estuve en busca y captura a mí me avisaban todo el rato los vecinos. El frutero de la esquina, que no era un hombre de izquierdas precisamente, estaba pendiente y cada vez que veía alguna cosa extraña de que fueran a por mí, me avisaba. Lo viví con mucho apoyo, se generó una comunidad potente”. Son los recuerdos de Murgui, que fue juzgado en 1996 tras estar más de un año en busca y captura. En su caso, optó por no asistir a la citación judicial y formaba parte de un pequeño colectivo autónomo madrileño.

Una de las acciones que realizaban era mandar cartas a los juzgados, una vez citados a declarar, exponiendo sus razones políticas para no asistir. "No reconozco a ningún tribunal la capacidad de juzgar las conciencias y mucho menos a un movimiento social ampliamente reconocido por la población”, destaca uno de los alegatos de Murgui en su momento.

“El rechazo a la mili era compartido por la mayoría de la sociedad, era muy transversal”, destaca el actual concejal. La gran cantidad de personas que se fueron declarando insumisas suponía un problema incluso práctico a la hora de que el Gobierno aplicará la ley. “Era una ley inaplicable por la extensión del movimiento de desobediencia civil”, comenta.

Por su parte, el periodista Canela comparte que la insumisión generaba muchas simpatías sociales. Y además pone de relevancia que, visto desde la perspectiva actual, al movimiento insumiso lo trataban muy bien en los medios de comunicación. “En el momento, el movimiento no se sentía demasiado apoyado. Pero si lo comparas con cómo se tratan ahora los movimientos similares, es impresionante. Destacaban al movimiento antimilitarista como un actor político, no como una tribu urbana. Después sacaban las barbaridades del ministro o artículos criminalizando. Pero también salía la otra parte. No fue un apoyo pero sí una cobertura seria”. Un ejemplo: el diario El País publicó un artículo de Moragriega e Hinojosa el día que fueron juzgados.

Otro aspecto curioso fue la cierta presencia del cristianismo de base. “El MOC, en sus orígenes, tiene cierta conexión con el cristianismo de base”, destaca el periodista. Conviene recordar que el mencionado Pepe Beunza venía de ahí. Esas conexiones se van diluyendo a partir de los 80 y 90 pero agrupaciones con peso en la base, como Justicia y Pau, representada por Arcadi Oliveres, tuvieron su importancia. No obstante, aunque desde la jerarquía católica tuvieron su reflexión interna, se hizo una pastoral criticando a los insumisos. “La Iglesia en sí no apoyó nunca la insumisión”, apunta Canela.

Un movimiento que logró vencer
La mili acabó porque el gobierno de José María Aznar lo pactó con la CIU de Jordi Pujol en el famoso pacto del Majestic, en 1996. Se hizo efectiva en 2001. “En una década acabar con la mili está bastante bien. Teniendo en cuenta que veníamos de una dictadura militar, que el ejército en este país era una institución sagrada, el éxito es bastante grande, nosotros así lo vivimos. Supuso un impulso importante y 30 años después seguimos luchando”, señala López.

“El movimiento murió de éxito. Al principio todos los insumisos formaban parte de un colectivo, estaban coordinados, tenían abogados del movimiento. Pero llega un momento en que se desborda, empiezan a salir montones de insumisos, no se pueden juzgar a todos. Se creó como un manual para hacer campañas, se replican de formas autónomas, se desbordó el movimiento”, destaca, por su parte Canela. El periodista considera que el movimiento no tuvo la fuerza necesaria para vender políticamente su victoria. “Creo que estaba un poco decaído pero también hay que entender que del 89 al 92 o 93 fue la dinámica de activismo frenético. Desgastó a muchos activistas. En el 95 o 96 había mucha gente en segunda línea porque no podía más”, añade.

“Fue una victoria enorme. El movimiento partía de un discurso de mayor alcance, logró acumular mucha fuerza contra la mili pero cuando esa cuestión se acaba, el movimiento antimilitarista queda mucho más aislado de la sociedad”, apunta Murgui. Considera, además, que “cuando los movimientos sociales logran algunos de sus objetivos muchas veces languidecen”. Murgui reconoce que no recuerda que por ejemplo hubiera actos celebrativos. “En estos ámbitos siempre tenemos un carácter muy crítico y cuesta reconocer las victorias. Pasa en los movimientos sociales y en la izquierda. Pero el acabar con una institución como la mili, tan arraigada en un país como éste, tiene un mérito tremendo, fue una transformación de un alcance tremendo. No se ha reconocido, ni siquiera por quienes formamos parte de él, el papel que tuvo el movimiento”, concluye.

2019/11/15

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | LA INCREÍBLE VIDA DE CORÍN TELLADO: 400 MILLONES DE LIBROS VENDIDOS Y UNA CONVERSACIÓN INSÓLITA

400 millones de libros vendidos y una conversación insólita con Vargas Llosa: la increíble vida de Corín Tellado
A pesar de ser la escritora más leída en castellano después de Cervantes, pocos conocen hasta dónde llegó el talento y la obra de la escritora asturiana.
Carmen López | SModa, El País, 2019-11-15
https://smoda.elpais.com/moda/400-millones-de-libros-vendidos-y-una-conversacion-vargas-llosa-la-increible-vida-de-corin-tellado/

Corín Tellado se levantaba a las 5 de la mañana, cogía su cajetilla de tabaco y empezaba a teclear en su máquina de escribir. Si estaba inspirada, a la hora de comer ya tenía 50 folios escritos y en dos días, una novela terminada. Trabajaba en una habitación con un cenicero al lado y un montón de libros a su alrededor. Allí creó 5.000 novelas de las que se vendieron 400 millones de ejemplares. La crítica, salvo en contadas excepciones, consideró su obra como menor pero los números siempre han estado del lado de la autora.

Este año se cumple una década de su muerte en su casa de Gijón a los 81 años, víctima de un infarto. Casualmente hace unos días una usuaria de Twitter publicó un inspirado hilo sobre la vida de la escritora, exigiendo respeto por su figura en respuesta a un tuit ofensivo. Porque con pocas y pocos escritores se ha tenido menos piedad que con Tellado pese a su amplia legión de seguidores. O precisamente por eso.

La trayectoria de María del Socorro Tellado López –su nombre completo– bien podría haberse convertido en material de novela. Por eso quizás no le gustaba dar entrevistas y esquivaba las preguntas personales como si fuesen balas. De hecho, hay anécdotas puntuales de su biografía que no están muy claras porque sus respuestas a los periodistas tampoco lo eran. Le gustaba divagar y, de paso, despistar. Por algo fue capaz de driblar a la censura durante tantos años.

De profesión, escritora
La escritora nació en 1927, en un pueblo asturiano llamado Viavélez. Era hija de un maquinista de la marina mercante y de un ama de casa y tenía cuatro hermanos, todo chicos. Cuando aún era una niña, su padre ascendió a primer oficial y la familia se mudó a Cádiz después de pasar por Bilbao. Vivió una adolescencia feliz hasta que su padre enfermó y murió en 1945.

Fue ella la que se puso al frente de su familia y, contra pronóstico, le fue muy bien económicamente. Escribió su primera novela con 16 años, aunque la publicó con 17, después de que su padre falleciese. Se titulaba ‘Atrevida apuesta’ y cobró por ella 3.000 pesetas que la editorial Bruguera le pagó en dos tandas. Un librero de la ciudad con el que tenía confianza la puso en contacto con los editores y le abrió la puerta al éxito.

Hay quien dice que comenzó a escribir para demostrar que lo podía hacer mejor que uno de sus hermanos, aunque a mediados de los 80 explicó en el programa Autorretrato (TVE) de Pablo Lizcano que “le contaba historias a mi madre como si fuesen películas y la encandilaba. Me di cuenta de que servía para escribir”.

En 1947 ya tenía un contrato fijo con Bruguera para publicar una novela corta a la semana. Se convirtió en una de las estrellas de la editorial junto a Marcial Lafuente Estefanía, aunque la especialidad del segundo era el lejano oeste. Tellado escribía historias de amor encendido con final feliz y escenarios de lujo. Gracias a los dos, mucha gente se inició en la lectura en aquellos tiempos oscuros de la posguerra. La propia Tellado declaró que la suya era “literatura sencilla, no acepto el término pseudo-literatura”.

En 1951 se instaló definitivamente en Gijón y firmó un contrato con la revista cubana ‘Vanidades’ (que, por cierto, dejó de publicarse hace unos meses), con quien colaboró durante más de 50 años. Sus dos novelas cortas mensuales hicieron crecer la tirada de la revista de 16.000 ejemplares quincenales a casi 70.000.

A esas alturas de su vida ya había demostrado con creces su capacidad para valerse por sí misma, pero en 1962 lo dejó claro del todo. Después de cuatro años de matrimonio, se separó de Domingo Egusquizaga Sangroniz, con quien se había casado vestida de negro en la basílica de Covadonga. Dejar al marido no era algo que se hiciese en aquellos años, de hecho era un escándalo, pero Tellado no dudó.

“Yo habría aguantado la disparidad de opiniones y conceptos a mi marido, pero había dos niños que no tenían la culpa de nada y no quería que crecieran acomplejados. Renuncié, presenté la separación y me la dieron en seis meses. Soy amiga de mi marido, amiga espiritual”, afirmó en el programa de Lizcano.

De rompe y rasga
Como las protagonistas de sus novelas, Tellado fumaba, conducía y llevaba pantalones. Era las concesiones que les hacía la escritora ya que, por lo demás, sus personajes femeninos siempre caían en brazos de señores ‘alpha’ que las trataban regular pero con los que terminaban casándose.

Esos finales edulcorados eran prácticamente exigencia del público (y de la editorial, claro): las novelas que terminaban mal, como aquella en la que el protagonista se metía a cura, no se vendían. Y ella trabajaba para cobrar como todo el mundo, aunque escribir fuese su vocación.

Era difícil catalogarla basándose en sus actos. Pese al contenido de sus libros, que la censura devolvía constantemente por libidinosos, ella se reconocía como católica practicante. Y, tras esas decisiones vitales que dejaban en shock al patriarcado, se definía como “feminista, pero moderada”.

Pero de lo que no cabía duda era de que tenía un carácter fuerte y que no se amilanaba con facilidad. Lo mostró, por ejemplo, en el programa Tres más una de Canal Sur (1990), en el que Andrés Aberasturi, Forges y José Luis Garci entrevistaban -despatarrados en un sofá y bien de testosterona- a una invitada. Corín Tellado, cigarro en mano, despejó balones sin pestañear y les dejó claro que “yo soy la típica persona que sale a la calle y hace lo que le da la gana”.

La intelectualidad, con todos sus prejuicios, la dejó sin premios literarios. Obtuvo otros pero que estaban relacionados con la calidad sino con la cantidad. La UNESCO la declaró en 1962 como la escritora española más leída después de Miguel de Cervantes. En 1994 entró en la edición española del Libro Guinness de los récords por ser la autora en lengua castellana más vendida. En 1998 le concedieron la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo y en 1999 la Medalla de Asturias.

Hubo dos escritores reconocidos a nivel internacional que sí le prestaron atención. Uno fue Guillermo Cabrera Infante, que había trabajado como corrector en ‘Vanidades’ y se había leído sus novelas. Sostenía que parte de su interés por la lectura había nacido de las obras de Tellado y en su libro ‘O’ (1975), le dedicó un ensayo y la definió como “una inocente pornógrafa” (ella no estaba muy de acuerdo con el ‘título’).

El otro fue Mario Vargas Llosa, que en 1981 la entrevistó para el Canal Cinco de televisión de Lima. El peruano viajó a Asturias (como recordó un entusiasta Forges en el programa de Canal Sur) para hablar con ella, fascinado por el fenómeno sociocultural que encarnaba aquella mujer que escribía novelas como churros. «Corín es una mujer amable, empeñosa, sin pretensiones, una escritora que no tiene conciencia exacta de su influencia en su legión de lectores. Pero, para bien o para mal, durante treinta años ha sido la encargada de satisfacer nuestro hambre de irrealidad», diría el peruano sobre ella.

Sin embargo, y aunque Tellado siempre recordaba orgullosa aquella entrevista, Llosa fue más condescendiente que admirador de su obra. Cuando murió, el escritor dijo que: “Me sorprendió lo poco que se conocía de la enorme difusión de su obra. No tenía consciencia de su repercusión”. Sorprendente, porque ella no era nada modesta y conocía perfectamente su éxito, que no negaba en las entrevistas. De hecho, cuando en ‘Tres más una’ habló del encuentro, sostuvo que cuando el peruano le dijo que si sabía que era casi tan leída como Cervantes, ella le contestó: “Y más que tú”.

En 1981 ya se habían hecho fotonovelas basadas en su obra (llegaron a venderse 750.000 ejemplares en una semana), se había estrenado el serial radiofónico ‘Lorena’ y la adaptación al cine de ‘Tengo que abandonarte’, dirigida por Antonio del Amo en 1969. Además, decenas de sus títulos se habían convertido en culebrones televisivos y había escrito más de 20 novelas eróticas bajo el nombre de Ada Miller (en homenaje a Henry Miller). Si Llosa se llevó la impresión de que la escritora no era consciente de su éxito es porque le consiguió engañar con falsa modestia.

Tampoco era “una mujer poco formada”. Además de terminar el bachillerato (a finales de los años 40 y siendo una mujer tampoco era tan común en España), Corín Tellado era una ávida lectora con pocos prejuicios. Leía todo lo que caía en sus manos, desde autores desconocidos hasta los grandes como Víctor Hugo, Miguel Delibes, Alejandro Dumas o el propio Vargas Llosa.

Después de liberarse del asfixiante contrato que tenía con Bruguera cuando la editorial quebró en 1986, abrió su campo y escribió cuentos juveniles para Júcar y Cantábrico. También se inició en las narraciones largas, más trabajadas y en el año 2000, con 73 años, publicó su primera novela en Internet, ‘Milagro en el camino’. Fue de las primeras escritoras en tener página web.

Su última década la vivió con un precario estado de salud, teniendo que someterse a tres sesiones de diálisis a la semana. Ya no podía escribir, pero le dictaba las novelas a su nuera. De hecho, su último título lo terminó una semana antes de fallecer. Tuvo una vida como mínimo peculiar, pero según su opinión, plena. Como declaró una vez en televisión: “¿En que me reencarnaría? Yo no lo pasé muy mal con Corín Tellado. Creo que me volvería a reencarnar en mí misma”.

2019/11/01

LIBROS | Subrat, Piro | Invertidos y rompepatrias : marxismo, anarquismo y desobediencia sexual y de género en el estado español (1868-1982)

Subrat, Piro (2019) [11-01]. Invertidos y rompepatrias : marxismo, anarquismo y desobediencia sexual y de género en el estado español (1868-1982). Madrid : Imperdible.

Ed. digital: Open Access | Invertidos y Rompepatrias
https://invertidosyrompepatrias.noblogs.org/

¿Ha sido la izquierda históricamente tan tolerante con la homosexualidad como se piensa? ¿Qué le aportó en épocas de absoluto rechazo a nivel social? ¿Qué le ha diferenciado de la derecha en ese punto? ¿Cuál fue su postura al respecto frente a la inusitada represión que llevó a cabo el franquismo? ¿Fue unánime su apoyo al nuevo ‘movimiento gay’ una vez muerto el dictador? ¿El movimiento LGTB siempre ha permanecido al margen del resto de luchas, como a veces parece traducirse de su deriva actual, o hubo sectores muy representativos del mismo que lucharon por algo más que por sus derechos, mejoras legales y beneficios institucionales en los convulsos años de la llamada ‘Transición’ e incluso más allá? ¿Qué papel tuvo la existencia de una lucha antifranquista organizada de cara a la creación de los primeros movimientos de liberación (homo)sexual? ¿Han sido gais masculinos de clase media-alta provenientes de partidos de izquierda quienes engrosaron sus filas principalmente, o hubo todo un mundo paralelo de travestis, maricas con pluma, elementos radicales y algunos de los primeros grupos de lesbianas autónomas a quienes la historiografía ha relegado a un plano secundario o directamente ha invisibilizado?

Estas preguntas y algunas más las responde esta completa e innovadora investigación que arroja luz sobre los precedentes históricos de un tema que lleva años en la palestra: ¿cómo ha sido la relación entre la izquierda y la homosexualidad? Contribuye a desmitificar una izquierda que se ha popularizado como principal vertiente ideológica que defiende los derechos LGTB, sin haber hecho una autocrítica profunda de un pasado repleto de rechazo a cualquier expresión sexual no normativa. A su vez, permite comprobar como ha sido su evolución frente a ellos entre la Revolución de 1868 y la victoria del PSOE en 1982, poniendo un énfasis mayor del habitual en grupos políticos que habitualmente no lo tienen en la historiografía oficial, como el anarquismo y otras prácticas de base similar.

 
Invertidos y rompepatrias.
Todo por hacer, 2019-11-00

https://www.todoporhacer.org/ensayo-invertidos-rompepatrias/

Publicado por primera vez en 2011 tras una investigación menos minuciosa, llega ahora la segunda edición de este libro. La nueva versión nos aporta una visión mucho más detallada de cómo a lo largo de algo más de un siglo se trató la liberación sexual, las orientaciones sexuales no hegemónicas y las identidades trans por parte del movimiento obrero organizado y demás corrientes anticapitalistas en el estado español. A su vez, se establece un paralelismo entre estas luchas y la primera década de historia del llamado “movimiento gay” en el territorio, que se vio indudablemente influenciado por la lucha antifranquista y las ideas revolucionarias que imperaban en su seno, algunas de las cuales generaron la existencia colectivos de lesbianas, maricas y travestis de tendencia muy radical que han quedado al margen tanto de la historiografía oficial de la supuesta ‘Transición a la democracia’ como de la gran mayoría de la historiografía LGTBI.

De igual forma, este libro contribuye a acabar con multitud de mitos que se han afianzado en la relación entre izquierda y homosexualidad: ni la izquierda toleró ni respetó la disidencia sexual y de género hasta bien avanzado el siglo XX, ni faltaron personas en su seno que, desafiando infinidad de tabúes del momento, se manifestaron a su favor. Este último dato situaría a algunas fuerzas marxistas y especialmente anarquistas entre los sectores de la población más benevolentes hacia la diferencia de sexo-género durante la Restauración Monárquica, la II República y el Franquismo, y tendría su eco en el mayoritario apoyo que ofrecieron a la ‘liberación gay” una vez muerto el dictador. Pero tampoco escatima en mostrar la infinidad de resistencias que hubo hasta llegar a ese momento, materializadas en infinidad de posturas que buscaban curar la homosexualidad, condenarla al ostracismo o incluso clamaban por intervenciones gubernativas en los vecindarios en los que se daba.

En resumen, una obra imprescindible para realizar una revisión histórica sobre el trato que las fuerzas de izquierda dispensaron a quienes rompían con las normas sexuales y de género en cada época. Y también para recordar que en un pasado bastante cercano la lucha ahora llamada ‘LGTBI’ se aproximaba más a la ruptura con lo establecido a nivel sexual y más allá, sentando las bases de una corriente radical dentro del movimiento que llega hasta la actualidad, pese a los discursos asimilacionistas y ‘gaypitalistas’ que han gozado de mayor difusión en los últimos años.

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // Este trabajo, no podría ser de otra manera, está dedicado e...