2019/06/29

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | 'EPENTISMO': ASÍ ERA LA 'MASONERÍA GAY' DEL 27

"Epentismo": Así era la «masonería gay» del 27.
Los poetas homosexuales de la época, forzados a esconder su tendencia sexual, crearon códigos de reconocimiento entre ellos, de los que, el más llamativo, fue la invención de Lorca de una palabra que les sirviera, en tono jocoso, para definir su mutuo entendimiento.
Gonzalo Núñez | La Razón, 2019-06-29
https://www.larazon.es/cultura/epentismo-asi-era-la-masoneria-gay-del-27-HA23984113/ 

Si colocáramos en fila todas las palabras y expresiones que, a lo largo de la historia, han servido de eufemismo a la condición de homosexual, habría suficientes letras como para recubrir no una, sino dos, tres o cuatro plazas de Chueca. Nada como «el amor que no osa decir su nombre» (Oscar Wilde) se ha expresado con más cantidad de silencios, sobreentendidos, medias palabras o nombres encubridores, caretas y máscaras de una orientación reprimida. Muchos han sido los idiomas y las contraseñas de la homosexualidad a lo largo de la historia, el idiolecto de los «entendidos», fuese éste un lenguaje gestual, social (ropa, hábitos compartidos, etcétera) o realmente fonético. En el Londres de los 50 y 60, por ejemplo, el Polari (contaminado del italiano y las lenguas romances) se convirtió en el «slang» de los maricas de la la metrópoli británica. Y en Estados Unidos, el enorme éxito de «El mago de Oz» llevó a los gays a usar la expresión «amigos de Dorothy» («Friend of Dorothy», abreviado como FOD) para vincularse y reconocerse en medio de un entorno hostil.

Intelectuales y torerillos
Y así llegamos al «epentismo», que sería la palabra clave, el «amigo de Dorothy» de la intelectualidad homosexual española de los años 30: la contraseña con la que se engarzaban y se parodiaban Federico García Lorca y el círculo de invertidos, muchos de ellos grandes poetas, que pululaban por el Madrid a caballo entre la dictadura de Primo de Rivera y la II República. Lo primero que habría que decir es que el «epentismo» no es un fenómeno extendido. Es más bien la broma interna de una serie de creadores que, como era habitual en la época, escondían de puertas afuera su orientación sexual. Pero estos «epentes» no eran moco de pavo: Lorca, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Carlos Morla Lynch, Eduardo Blanco Amor, una galaxia a la que se sumaban como satélites aquella cofradía de amigos homosexuales de distinta extracción (a veces hasta buscavidas o torerillos) que tenían algo en común: el pecado nefando.

A Luis Antonio de Villena, fue un ya anciano Vicente Alexandre quien le puso en antecedentes de aquel término: «''Epentismo'' y ''epente'' eran (según todos, pero yo lo supe primero por Aleixandre) términos inventados por Federico para aludir a la homosexualidad o a los homosexuales en contextos donde la palabra –en los años 30 y aún con la libertad de la República– eran indecibles. Por ejemplo, todos sabían (en intimidad) que el gran erudito José María de Cossío era homosexual, pero eso era secreto y nadie lo hablaba. Así, en una comida Federico le decía a Vicente: ''He oído que Cossío es un gran estudioso del epentismo. ¿Tú lo sabías?''. Y Aleixandre contestaba: ''Sí, lo sabía. Sé que lo ha estudiado mucho. Es un ''epente'' muy notable''».

El origen: «intercalar»
Buena parte de lo que narra Ian Gibson en «Lorca y el mundo gay» le viene de sus conversaciones con Luis Antonio de Villena, que trató a Aleixandre y Blanco Amor ya en los años 70 y quienes le confiaron mucho de sus vidas privadas. Pero el biógrafo del poeta granadino añade datos jugosos, como la raíz etimológica y la metáfora que dio pie a la palabra: según el británico viene del griego «epéntesis», o sea, «intercalar», y añade Gibson que se trata de una «figura de dicción, según la Real Academia de la Lengua, que consiste en añadir algún sonido dentro de un vocablo, como ''coránica'' por ''crónica''». El hecho de consistir en una intercalación ya da idea de por dónde iban los tiros de la palabra «epente». Según Saiz de la Calzada –añade siempre Gibson–, se referiría también con el término «a los que crean, pero no procrean».

«¡Somos la gran masonería epéntica!», solía decir Lorca con humor. Las cartas entre todos ellos ofrecen ejemplos del uso jocoso de esta palabra. Letras de Lorca a Aleixandre, a Blanco Amor... Y, desde luego, a Rafael Sánchez Nadal, gran íntimo amigo del poeta. «El epentismo granadino es ya epidemia. ¡Qué barbaridad!», le escribe a este último en una misiva en 1934.

Y es que, más allá de los, digamos, socios preferentes, en el círculo del «epentismo» se movían, como es natural, los amantes pasajeros de estos artistas. Algunos incluso rebotaron de unos a otros. Ese fue por ejemplo el caso de Serafín Fernández Ferro, un gallego de familia de anarquistas y formación autodidacta que se ganaba la vida a los 17 años en Madrid ejerciendo todo tipo de profesiones, incluida la de chapero. Fue en el café El Universal, en 1931, cuando conoció a los «epentistas». Según el relato de los orígenes de esa relación, parece ser que el gallego se acercó a Lorca y Rafael Martínez Nadal, y les pidió un pepito de ternera porque llevaba días sin comer. Se supone que se insinuó al poeta andaluz, pero éste rechazó la oferta, aunque otras fuentes indican que pudo tener un «affaire» con él más tarde. Lo que está claro es que Lorca le procuró contactos para trabajar y le consiguió un amante fiel: Luis Cernuda. Morla Lynch descirbe a Serafín Fernández como un bello muchacho de cara «chispeante, simpática y agraciada. Pequeño de estatura, pero proporcionado, de cabellera ondulada y de tez ligeramente broncínea, tiene esa expresión, entre risueña y dolorida, propia de los adolescentes que acaban de atravesar por una infancia triste», según dejó escrito el músico y diplomático, de orígenes acomodados, pero que se sentía cómodo con las clases más populares.

El dinero de Cernuda
Cernuda lo adoptó y financió, y Serafín se dejó querer, tanto que Aleixandre, otro de los «epentes» a quien Lorca recomendó el chaval y que presenció la toxicidad de la relación, llegó a calificarlo de «un chulito de barrio que le hizo sufrir mucho, pues el pobre Luis se enamoró perdidamente y el tal Serafín le hacía poco caso, salvo para pedirle dinero». Sin embargo, este «chulito de barrio», según su descripción, tocó en el poeta sevillano las cuerdas precisas para extraer de él un poemario que se encuentra entre lo más alto de nuestra lírica, «Donde habite el olvido». Blanco Amor también lo tuvo bajo su tutela, y se supone que tuvieron una relación, pero sus recuerdos de Serafín no eran halagüeños y se desconoce si dejó algún fruto literario. El joven gallego acabaría inmerso en el mundo del teatro y, al haber compartido ambiente con los escritores, probó suerte en la poesía. En 1939 tuvo un pequeño papel en «L’espoir-Sierra de Teruel», de Malraux, y luego se le pierde la pista en México.

La guerra disgregó aquella «masonería gay» que refulgió en los años 30. El triste destino de Lorca ya se sabe que hay que buscarlo bajo tierra, quizá cerca de Víznar, donde fue asesinado, mientras Blanco Amor se exilió a Argentina hasta 1965. Cernuda acabó sus días en México presa de otro amor totalizante por un fornido culturista que le inspiró la maravillosa «Palabras para un cuerpo», a Ernesto Guerra de la Cal, otro «epente», la guerra le pilló en Nueva York y en aquellos lares se quedó. Por último, a Aleixandre le tocó en suerte el exilio interior y custodiar la memoria de aquella cofradía de talentosos homosexuales que nunca pudieron decir demasiado alto el tipo de amor que cultivaban.

Morla Lynch, el diplomático y los «garzones»
Por los salones de su distinguida casa del barrio de Salamanca, con vistas al Retiro, pasó lo más granado de la intelectualidad y la literatura española de la Edad de Plata. Carlos Morla Lynch, fue embajador de Chile en España entre 1928 y 1939. Nacido en París en 1888 era conservador, cercano a los falangistas y hasta admirador de Hitler en los años 30, pero todo ello no obstaculizó su admiración y amistad con los «epentistas» y, especialmente, con Lorca, ese granadino que describe como «guasón, bromista, chacotero, disipador de nubarrones», según sus palabras. Llegó a Madrid en 1928 por primera vez y regresó en 1930 tras residir en varios países. Hombre de mundo y elegante, sintió siempre, sin embargo, una querencia hacia las clases bajas y cultivó amores con todo tipo de jóvenes de humilde extracción. Como escribe Andrés Trapiello esa «afición a los guapos garzones le franqueó las puertas del muy clandestino club del que eran socios Lorca, Cernuda y otros artistas del 27».

«El Público», para buenos entendedores
Francisco Umbral veía a Lorca «el cantor de las tres grandes razas postergadas de nuestra civilización: los gitanos, los negros y los homosexuales». Pero, respecto a esta última, ni Lorca hizo gala de esta condición, por no ser aceptada en la época, ni sus obras se pueden leer directamente desde su homosexualidad. Aunque en todo su trabajo hay trazas de ello y de sus amores (como en «Los sonetos del amor oscuro», escritos bajo la influencia de Rafael Rodríguez Rapún), fue con la obra de teatro «El público» donde más cerca estuvo el escritor de mostrar su condición sexual. Eso sí, lo hizo a través de una dramaturgia rupturista, nada clásica, mostrando tanto como escondiendo. Sin embargo, Lorca llegó a proyectar un drama, éste sí realista, tradicional, sobre el asunto de la homosexualidad. Se iba a llamar «La bola negra» y en él quedaría claro el tema. Pero nunca llegó a escribirse.

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | SANT REPRIMONI BENEÏT, L'STONEWALL DE MALLORCA

Ara Balears / Sant Reprimoni beneït //

Sant Reprimoni beneït, l’Stonewall de Mallorca.

Els primers anys de la història del moviment LGTBI estan marcats per accions polítiques, un barri de Gomila convertit en centre neuràlgic gai i l’arribada de la sida.
Maria Fuster | Ara Balears, 2019-06-29
https://www.arabalears.cat/societat/sant-reprimoni-beneit-stonewall-mallorca_1_1122455.html 

La performança-processó lúdica i irreverent de Sant Reprimoni és l’Stonewall del moviment LGTBI de les Illes. L’acció es va fer en contra del llavors batle socialista de Palma, Ramon Aguiló, i va acabar amb la policia forcejant i arrossegant per terra els activistes que feien resistència passiva. “He vist i m’han explicat moltes coses, però una acció com aquesta, mai”, diu Jordi Petit, possiblement un dels qui coneixen més a fons la història LGTBI d’Espanya i del món, perquè ha estat secretari internacional del moviment.

La protesta va tenir lloc davant Cort el 16 de novembre de 1984. Ginés Quiñonero -que ara és la veu veïnal de Son Gotleu més contrària a la immigració i que fa poc demanava el vot per a Vox- era llavors el tinent de batle i regidor de Sanitat d’Aguiló. Dies abans de la protesta, Quiñonero havia decretat el tancament de 32 locals. La majoria eren de prostitució i tres eren bars d’ambient gai ubicats al centre de Palma: el MAX-O, el Bronx i el New Way. “El tancament arbitrari i sense motiu d’aquests bars va fer que s’organitzàs la processó. Era un pas de Setmana Santa amb un ninot que representava el batle Ramon Aguiló, gent disfressada i fins i tot un encenser”, explica. I continua: “També es llançava confeti i serpentines i es cantava una versió adaptada de ‘Sor Tomasseta’: Sant Reprimoni beneït, no et pots amagar, perquè els gais et cerquen i qualque dia cauràs”. L’impulsor d’aquesta acció va ser Juan López, president del FAGI, el Front d’Alliberament Gai de les Illes, “un heroi dins d’una societat conservadora com la mallorquina”, diu Petit.

Aquell dia hi havia molta policia que no deixava que els manifestants entrassin a l’Ajuntament, i això va fer que optassin per fer voltes a l’olivera de la plaça de Cort. A la concentració de Sant Reprimoni, formada per una trentena de persones, comenta López, hi havia feministes, ecologistes, sindicalistes i anarquistes, però no hi havia representat cap partit polític que no fos extraparlamentari.

Finalment, després d’esperar molt varen poder entrar a l’Ajuntament de Palma a lliurar en mà a Ramon Aguiló les signatures que havien recollit en contra del tancamentdels bars d’ambient gai. Però el batle no els va voler atendre i, segons expliquen, els va menyestenir.“‘D’aquí no ens mourem fins a obtenir una resposta satisfactòria’, vàrem dir. Al cap de cinc minuts va venir la policia i ens varen treure, ens varen agafar i, com que ens resistíem, ens varen fer fora a ròssec”, recorda López.

A final del anys 70, el FAGI va començar a funcionar amb persones destacades del món de la cultura com Biel Mesquida. Posteriorment el va liderar, com s’ha assenyalat abans, Juan López, qui l’any 78 va contactar amb Jordi Petit i se’n va fer amic. Des de llavors el Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) i el de les Illes editaven una revista comuna. Juan López també era militant del Partit Comunista, cofundador de la secció d’hostaleria de CCOO, i com a sindicalista va ser detingut en diverses ocasions. Una, durant tres dies per fer una vaga de deu minuts. En la detenció, explica, va patir tortures: mans fermades, galtades, amenaces de cremades amb cigarretes i fins i tot amb una pistola. “Vaig perdre tres quilos en aquells tres dies”, recorda.

Petit aplaudeix la feina que va fer. “Se li ha de reconèixer l’empenta de lluita que va tenir amb una correlació de forces impossible, ni l’esquerra estava al seu costat ni tot el col·lectiu tampoc”. De fet, quan es varen mobilitzar pel tancament dels bars d’ambient, un gai anomenat la Diabla li va pegar una galtada. “Ell tenia un bar a Gomila, i, tot i que només varen tancar els del centre, tenia por que la nostra reivindicació afectàs el seu negoci”, explica López, que després de 14 anys d’activisme al FAGI va partir a Catalunya. “A Barcelona vaig poder respirar. No m’agradava l’etiqueta de ser el marieta oficial de Mallorca”, diu. L’altre daltabaix mediàtic que va protagonitzar abans d’anar-se’n va ser demanar el iot ‘Azor’ de Franco per fer creuers gais a les Illes.

Gomila, barri gai
A final dels anys 80 i principi dels 90, el FAGI es va anar diluint, en part pel desgast dels voluntaris. En aquella època, Gomila era el barri gai per excel·lència. Va arribar a tenir més de 12 locals d’ambient, dos hotels i diferents saunes. “Hi havia qui al seu poble quedava dins l’armari , però després baixava al Black Cat i es posava la perruca. A Gomila es creaven espais segurs i de llibertat i altres tipus de vincles com de família. Per exemple, qualsevol ‘drag queen’ que començava tenia la seva padrina: una ‘drag’ amb experiència”, explica l’activista LGTBI Marcos Augusto.

“A l’ambient de Gomila hi havia molts gais dels pobles i també n’hi havia que venien a fer feina de la Península, als hotels, per fugir de la família”, recorda Jaume Horrach, més conegut com a Jimmy, que va ser el primer que va sortir vestit de dona a un espectacle en temps de Franco i qui ha representat més vegades el personatge de Divine, immortalitzat per John Waters a la pel·lícula ‘Pink Flamingos’. Ell es reividica com a ‘showman’. “Transvestit, per a mi, és una persona que s’hormona i duu pits, jo som un transformista, com quan a l’època de Shaskespeare els homes es vestien de dones”, explica. De fet, damunt l’escenari sempre ha sortit amb unes perruques desafiants, tot el maquillatge necessari, unes pipelles infinites i, tot això, sense afaitar ni amagar els pèls al pit. Comenta que tant a la seva perruqueria com al Desván, un local que tenia el centre de reunió d’artistes al Jonquet, ell personalment mai no havia tingut “cap problema amb ningú” perquè sempre ha basat tot el que fa “en el respecte”.

“Als inicis del moviment les dones lesbianes lluitaven més des del feminisme. De fet, el discurs LGTBI en beu molt”, assegura l’activista feminista lesbiana Lena Castells. “Les lesbianes moltes vegades no ens hem sentit representades dins el col·lectiu”, afegeix. “En moltes llluites comunes se sobrerepresenta la part masculina. I com hi ha homes gais feministes, també n’hi ha de misògins”, afirma. Castells també manté que precisament la reivindicació de les dones va fer que, a les sigles LGTBI, la lletra ‘L’ es posàs abans que cap altra lletra, justament per reividicar la visibiltiat de les lesbianes. Actualment Castells també creu que encara són necessàries “accions no mixtes -sense homes- per visibilitzar que existeix aquesta desigualtat”, i alhora entén que, com a col·lectiu, tenen més força si estan units.

Arrels, Ben Amics i la sida
Als anys 80 va néixer Arrels, la primera organització antisida de les Illes Balears. “En aquell moment hi havia pocs recursos i molta desinformació. Es començà a parlar del càncer rosa”, recorda l’activista Marcos Augusto, que creu que a causa del context d’estigmatització de les persones homosexuals el discurs del col·lectiu és més de caire social que polític. L’any 1991 es posar en marxa Ben Amics. “Fèiem una revista que repartíem i et podia arribar gratuïtament a ca teva o la podies trobar a locals d’ambient. La maquetava Toni Socies, de Diabéticas Aceleradas, i fèiem tirades de 2.000 exemplars”, recorda Pere Morey president de l’entitat l’any 1994.

A final del 1999 es va posar en marxa el telèfon rosa, que funcionva dues hores al dia i donava assessorament sobre temes relacionats amb el VIH. En aquella època també es va obrir una delegació a Manacor i una altra a Menorca. “Hi havia un grup de joves i un de tercera edat i el nostre local era molt gran, fins i tot teníem un bar on organitzàvem actes”, recorda Morey. En aquell moment Ben Amics va arribar a tenir sis persones fent feina -una part a temps parcial- i sumaven més de 200 socis. Ara hi ha la meitat del personal i la tercera part dels socis, i això malgrat que “no deixa de ser difícil ser gai en un poble petit i la demanda d’atenció i de formació LGTBI augmenta cada dia”, lamenta Morey.

Ben Amics està desbordada de feina i necessitada de personal
Fa deu anys, Ben Amics tenia personal tècnic de salut, d’educació, de joventut, d’activitats i del telèfon rosa. En total hi havia nou persones treballant. “Actualment fa falta més gent, perquè llavors s’encarregaven de l’àrea de l’entitat i avui no donam l’abast, perquè les administracions públiques de totes bandes ens demanen més del que podem assolir les tres persones que som”, assegura Jan Gómez, portaveu de l’entitat. Després de tres anys de llei contra la LGTBIfòbia es lamenten que es troben sols davant una augment constant de la demanda. “Enguany tenim 50 nous casos, i és que com més difusió es fa de la llei més peticions arriben”, diu. Però les subvencions de les administracions, que permetrien tenir més gent, no s’incrementen d’acord amb la necessitat.

DOCUMENTACIÓN
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40 años de lucha LGTBI

https://web.conselldemallorca.cat/es/40-anys-lluita-lgtbi
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TRADUCCIÓN [automática de Google]
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San Reprimoni bendito, el Stonewall de Mallorca.
Los primeros años de la historia del movimiento LGTBI están marcados por acciones políticas, un barrio de Gomila convertido en centro neurálgico gay y la llegada del sida.
Maria Fuster | Ara Balears, 2019-06-29

La performance-procesión lúdica e irreverente de Sant Reprimoni es el Stonewall del movimiento LGTBI de las Islas. La acción se hizo en contra del entonces alcalde socialista de Palma, Ramon Aguiló, y acabó con la policía forcejeando y arrastrando por tierra a los activistas que hacían resistencia pasiva. "He visto y me han explicado muchas cosas, pero una acción como ésta, nunca", dice Jordi Petit, posiblemente uno de los que conocen más a fondo la historia LGTBI de España y del mundo, porque ha sido secretario internacional del movimiento.

La protesta tuvo lugar ante Cort el 16 de noviembre de 1984. Ginés Quiñonero -que ahora es la voz vecinal de Son Gotleu más contraria a la inmigración y que hace poco pedía el voto para Vox- era entonces el teniente de alcalde y concejal de Sanidad de Aguiló. Días antes de la protesta, Quiñonero había decretado el cierre de 32 locales. La mayoría eran de prostitución y tres eran bares de ambiente gay ubicados en el centro de Palma: el MAX-O, el Bronx y el New Way. “El cierre arbitrario y sin motivo de estos bares hizo que se organizara la procesión. Era un paso de Semana Santa con un muñeco que representaba al alcalde Ramon Aguiló, gente disfrazada e incluso un incensario”, explica. Y continúa: “También se lanzaba confeti y serpentinas y se cantaba una versión adaptada de 'Sor Tomasseta': Sant Reprimoni bendito, no te puedes esconder, porque los gays te buscan y algún día caerás”. El impulsor de esta acción fue Juan López, presidente del FAGI, el Front d’Alliberament Gai de les Illes, "un héroe dentro de una sociedad conservadora como la mallorquina", dice Petit.

Aquel día había mucha policía que no dejaba que los manifestantes entraran en el Ayuntamiento, y eso hizo que optaran por dar vueltas al olivo de la plaza de Cort. En la concentración de Sant Reprimoni, formada por una treintena de personas, comenta López, había feministas, ecologistas, sindicalistas y anarquistas, pero no había representado ningún partido político que no fuera extraparlamentario.

Finalmente, después de esperar mucho pudieron entrar en el Ayuntamiento de Palma a entregar en mano a Ramon Aguiló las firmas que habían recogido en contra del cierre de los bares de ambiente gay. Pero el alcalde no quiso atenderles y, según explican, les despidió. “De aquí no nos moveremos hasta obtener una respuesta satisfactoria”, dijimos. Al cabo de cinco minutos vino la policía y nos sacaron, nos cogieron y, como nos resistíamos, nos echaron a rastras”, recuerda López.

A finales de los 70, el FAGI empezó a funcionar con personas destacadas del mundo de la cultura como Biel Mesquida. Posteriormente lo lideró, como se ha señalado antes, Juan López, quien en el 78 contactó con Jordi Petit y se hizo amigo. Desde entonces el Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) y el de las Islas editaban una revista común. Juan López era también militante del Partido Comunista, cofundador de la sección de hostelería de CCOO, y como sindicalista fue detenido en varias ocasiones. Una, durante tres días por realizar una huelga de diez minutos. En la detención, explica, sufrió torturas: manos firmes, mejillas, amenazas de quemaduras con cigarrillos e incluso con una pistola. “Perdí tres kilos en esos tres días”, recuerda.

Petit aplaude su trabajo. "Hay que reconocerle el empuje de lucha que tuvo con una correlación de fuerzas imposible, ni la izquierda estaba a su lado ni todo el colectivo tampoco". De hecho, cuando se movilizaron por el cierre de los bares de ambiente, un gay llamado la Diabla le pegó una mejilla. "Él tenía un bar en Gomila, y, aunque sólo cerraron los del centro, temía que nuestra reivindicación afectara a su negocio", explica López, que después de 14 años de activismo en el FAGI partió a Catalunya. “En Barcelona pude respirar. No me gustaba la etiqueta de ser el mariquita oficial de Mallorca”, dice. El otro descalabro mediático que protagonizó antes de marcharse fue pedir el yate Azor de Franco para hacer cruceros gays en las Islas.

Gomila, barrio gay
A finales de los 80 y principios de los 90, el FAGI se fue diluyendo, en parte por el desgaste de los voluntarios. En esa época, Gomila era el barrio gay por excelencia. Llegó a tener más de 12 locales de ambiente, dos hoteles y distintas saunas. “Había quien en su pueblo estaba en el armario, pero después bajaba al Black Cat y se ponía la peluca. En Gomila se creaban espacios seguros y de libertad y otro tipo de vínculos como de familia. Por ejemplo, cualquier 'drag queen' que empezaba tenía su madrina: una 'drag' con experiencia”, explica la activista LGTBI Marcos Augusto.

“En el ambiente de Gomila había muchos gays de los pueblos y también había quienes venían a trabajar de la Península, en los hoteles, para huir de la familia”, recuerda Jaume Horrach, más conocido como Jimmy, que va ser el primero en salir vestido de mujer a un espectáculo en tiempos de Franco y quien ha representado más veces al personaje de Divine, inmortalizado por John Waters en la película 'Pink Flamingos'. Él se reividica como showman. "Travesti(do), para mí, es una persona que se hormona y lleva pechos, yo soy un transformista, como cuando en la época de Shaskespeare los hombres se vestían de mujeres", explica. De hecho, sobre el escenario siempre ha salido con unas pelucas desafiantes, todo el maquillaje necesario, unas pestañas infinitas y, todo ello, sin afeitar ni esconder los pelos en el pecho. Comenta que tanto en su peluquería como en el Desván, un local que tenía el centro de reunión de artistas en el Jonquet, él personalmente nunca había tenido "ningún problema con nadie" porque siempre ha basado todo lo que hace "en el respeto" .

“En los inicios del movimiento las mujeres lesbianas luchaban más desde el feminismo. De hecho, el discurso LGTBI bebe mucho”, asegura la activista feminista lesbiana Lena Castells. "Las lesbianas muchas veces no nos hemos sentido representadas dentro del colectivo", añade. “En muchas luchas comunes se sobrerrepresenta la parte masculina. Y como hay hombres gays feministas, también hay misóginos”, afirma. Castells también mantiene que precisamente la reivindicación de las mujeres hizo que, en sus siglas LGTBI, la letra 'L' se pusiera antes que ninguna otra letra, justamente para reividicar la visibilidad de las lesbianas. Actualmente Castells también cree que todavía son necesarias "acciones no mixtas -sin hombres- para visibilizar que existe esta desigualdad", al tiempo que entiende que, como colectivo, tienen más fuerza si están unidos.

Raíces, Ben Amics y el sida
En los años 80 nació Arrels, la primera organización antisida de las Islas Baleares. “En ese momento había pocos recursos y mucha desinformación. Se empezó a hablar del cáncer rosa”, recuerda el activista Marcos Augusto, quien cree que debido al contexto de estigmatización de las personas homosexuales el discurso del colectivo es más de índole social que político. En 1991 se puso en marcha Ben Amics. “Hacíamos una revista que repartíamos y podía llegar gratuitamente a tu casa o la podías encontrar en locales de ambiente. La maquetaba Toni Socies, de Diabéticas Aceleradas, y hacíamos tiradas de 2.000 ejemplares”, recuerda Pere Morey presidente de la entidad en 1994.

A finales de 1999 se puso en marcha el teléfono rosa, que funcionaba dos horas al día y daba asesoramiento sobre temas relacionados con el VIH. En esa época también se abrió una delegación en Manacor y otra en Menorca. "Había un grupo de jóvenes y uno de tercera edad y nuestro local era muy grande, incluso teníamos un bar donde organizábamos actos", recuerda Morey. En ese momento Ben Amics llegó a tener seis personas trabajando -una parte a tiempo parcial- y sumaban más de 200 socios. Ahora está la mitad del personal y la tercera parte de los socios, y eso a pesar de que "no deja de ser difícil ser gay en un pueblo pequeño y la demanda de atención y formación LGTBI aumenta cada día", lamenta Morey.

Ben Amics está desbordada de trabajo y necesitada de personal
Hace diez años, Ben Amics tenía personal técnico de salud, educación, juventud, actividades y teléfono rosa. En total había nueve personas trabajando. "Actualmente hace falta más gente, porque entonces se encargaban del área de la entidad y hoy no damos abasto, porque las administraciones públicas de todos lados nos piden más de lo que podemos alcanzar las tres personas que somos", asegura Jan Gómez, portavoz de la entidad. Después de tres años de ley contra la LGTBIfobia se lamentan de que se encuentran solos ante un aumento constante de la demanda. “Este año tenemos 50 nuevos casos, y es que a mayor difusión de la ley más peticiones llegan”, dice. Pero las subvenciones de las administraciones, que permitirían tener a más gente, no se incrementan de acuerdo con la necesidad.
 
NOTA: La separación de gays y lesbianas es un tema recurrente y debe ser replanteado. Parece que estamos de acuerdo en que al incio la mayoría de los grupos eran mixtos, pero que la separación llegó con rapidez. Las mujeres prefirieron tener su espacio propio (o no, porque acabaron ocultándose en el feminismo). Que los colectivos antepusieran el término feminista, "feministas lesbianas", es más que un síntoma. Si es muy cierto, como dice Lena Castells, que había mucho gay machista y, sobre todo, misógino, no podemos obviar que había mucha gayfobia entre las lesbianas (no soportaban la pluma, el afeminamiento, el que habláramos en femenino y una mayoría, podríamos afirmar, odiaba a las travestis e, incluso, ni las querían considerar mujeres. También hay que mencionar la pluma lesbiana y cuanto había de "marimacho" y de miedo a lo "transboy". En cuanto al cambio en las siglas, dando la preferencia a la L, señalar que en la Federación no se dio hasta el año 2000, en su I Congreso pasando a ser FLG. En el segundo, dos años después, se incorporó la T, convirtiéndose en la FELGT (desde fuera del reformismo asociativo la considerábamos, sin más, "la flagélate"). No deja de ser curioso que ese cambio de siglas se debe a una visibilidad a la que renunciaron y que se solicitara con su vuelta a los grupos que ya se consideraban "mixtos". Y no olvidar la trayectoria de las colectivos de lesbianas, por ejemplo, el congreso de 1988.

2019/06/28

DOCUMENTACIÓN | VIOLENCIA | 40 AÑOS DEL ASESINATO DE FRANCIS, LA TRAVESTI CUYA MUERTE IMPULSÓ EHGAM EN GIPUZKOA

Asesinato de Francis en ABC, 1979-06-12 //
 
40 años del asesinato de 'Francis', el travesti cuya muerte impulsó el movimiento LGTB en Euskadi.
Strambotic, Público, 2019-06-28

https://blogs.publico.es/strambotic/2019/06/asesinato-de-francis/ 

En la madrugada del 10 de junio de 1979, Antonio Caba Laguna, policía nacional fuera de servicio, entró en el club Apolo de Rentería en estado de notoria embriaguez. De repente, el policía sacó su arma reglamentaria y mató a Vicente Vadillo Santamaría, conocido en el ambiente como 'Francis', de un disparo en la cara.

Al día siguiente, la prensa local hizo mutis sobre el asesinato y algún periódico como el 'ABC' tituló 'Travesti muerto en un club por el disparo de un policía'. En el texto se daba a entender que el policía disparó accidentalmente su arma, si bien en el juicio celebrado cuatro años más tarde, en 1983, los testigos aseguraron que el agente amenazó al encargado del club, momento en el que 'Francis' dijo "¿Y por qué no me disparas a mí?", momento en el cual, Antonio Caba se volvió y disparó a la cara de Vicente, que cayó muerto al instante.

Eran los años de plomo en Euskadi. Rentería era un campo de batalla entre ETA y las fuerzas policiales, y el asesino, que llevaba cuatro días incorporado a su nuevo destino, "llegó con ganas de matar a un vasco", según recuerda Mikel Martin, del Movimiento de Liberación Gay (EHGAM), en una entrevista con Berria.

Sin embargo, Vicente Vadillo no era vasco, sino valenciano, nacido en Torrent, donde fue enterrado su cadáver días después.

Aquel trágico suceso dio un inopinado impulso al movimiento de los derechos de los homosexuales en el País Vasco, hasta entonces en la clandestinidad y la marginalidad. No era para menos, según la insidiosa ley vigente en aquel entonces, y que no fue derogada hasta 1988, un homosexual podía ser condenado a 5 años de cárcel por el mero hecho de serlo. [No es cierto: se mantenía el escándalo público de la LPRS, pero la homosexualidad ya había sido despenalizada el 26 de diceimbre de 1978.]

La muerte de Francis supuso el nacimiento de las primeras manifestaciones a cara descubierta del colectivo de gays y lesbianas de Guipúzcoa. Al día siguiente del asesinato, se organiza una manifestación de protesta que llega hasta el cuartel de la Policía Nacional en Rentería. La protesta es disuelta a pelotazos y porrazos, pero se ha perdido el miedo. El día 12 de junio se organiza una gran manifestación en San Sebastián, la primera que visibiliza al colectivo de gays y lesbianas agrupado en torno a EHGAM en Guipúzcoa y consolida la presencia de EHGAM en el País Vasco. "Parece una mentira, pero nos dio un gran impulso", recuerda Mikel Martín en la citada entrevista.

Antonio Caba (llamado ahora "Antonio Cobo", según este recorte de El País) fue juzgado en 1983 por la Audiencia Provincial de San Sebastián. El fiscal pidió seis años de prisión para el acusado por "imprudencia temeraria", mientras la defensa pedía la pena de seis meses por el mismo delito, imprudencia temeraria. El asesino fue sentenciado a nueve meses, pero nunca entró en prisión. "Fue horrible, no pudimos apelar", recuerda Martin.

Visto en Facebook. Con información de Berria, El País y ABC.

2019/06/26

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | 50 AÑOS DE LA REVUELTA GAY

La Vanguardia / Primera mani en Barcelona, 1977-06-26 //

50 años de la revuelta gay.

Aniversario de Stonewall. Una exposición en el Centre LGBTI Barcelona muestra los primeros años de lucha.
Teresa Sesé | La Vanguardia, 2019-06-26
https://www.lavanguardia.com/cultura/20190626/463122644976/50-anos-de-la-revuelta-gay.html

En junio de 1969, tras los disturbios de protesta por la violenta redada policial que había tenido lugar en el Stonewall Inn, bar predilecto de homosexuales, travestis y lesbianas en el Greenwich Village neoyorquino, el curso del activismo LGBT cambió para siempre. La comunidad gay, cansada de la ola de homofobia y del hostigamiento policial, tomó las calles en actitud desafiante, liberándose del miedo y celebrando su condición, con orgullo y sin vergüenza. Doce meses después tenía lugar el primer desfile del orgullo gay, el llamado Christopher Street Liberation Day –querían sacar el foco del Stonewall, entonces controlado por la mafia–, que luego se expandiría por todo el mundo.

Ahí, en esa primera marcha por las calles de Nueva York que desembocaría en una masiva concentración en Central Park, comienza 'Barcelona–Stonewall: un viaje de ida y vuelta a las primeras manifestaciones LGBTI', una exposición fotográfica que muestra esos años de lucha en un momento en que bailar con un compañero del mismo sexo era ilegal, la OMS todavía incluía la homosexualidad en su lista de enfermedades mentales (no la retiraría hasta 1972) [i.e. 1990, en 1972 fue la Asociación Americana de Psiquiatría, APA, la que la despatologizó] y, en el caso español, el colectivo era perseguido legalmente en base a un artículo de la ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social que no fue modificada hasta 1978. La revuelta de Stonewall marcó también un antes y un después en sus derechos, pero todavía hoy hay once países en el mundo que castigan las relaciones homosexuales con la muerte y en uno de cada tres son ilegales.

La de Stonewall no era la primera vez que personas LGBT se manifestaban o se enfrentaban a la policía, pero resultó ser un punto de inflexión que provocó una ola de activismo. “Se perdió el miedo a utilizar palabras como gay y lesbiana, y de esconderse en bares pasaron a besarse en plena calle”, señala Pol Galofre, coordinador de la exposición que puede visitarse en el Centre LGBTI Barcelona (Comte Borrell, 22) hasta el 31 de octubre. Las imágenes de la histórica manifestación de Nueva York , así como de otras marchas multitudinarias como la de Albany y otras acciones de protesta, han sido cedidas por la LGBT Community Center National History Archive de Nueva York, mientras que la sección dedicada a los primeros años de lucha en Barcelona se nutre del fondo del Arxiu Fotogràfic de Barcelona y la colección de Colita.

En España la comunidad homosexual tuvo que esperar hasta después de la muerte de Franco para tomar las calles. La primera manifestación tuvo lugar el 26 de junio de 1977, encabezada por el Front d’Alliberament Gai de Catalunya y la Coordinadora Feminista. Reunió a 4.000 personas, que desfilaron Rambla arriba hasta ser dispersadas violentamente por la policía con balas de goma. Hubo tres heridos y un cuarto, Oriol Martí, pasó 52 días detenido en la Modelo.

En torno a la exposición, el Centre LGBTI Barcelona que dirige Andreu Agustín, ha organizado diversas actividades que facilitan diferentes aproximaciones a la evolución del movimiento, como un ciclo de cine, un club de lectura dinamizado por Sebastià Portell o una serie de rutas temáticas por la ciudad que, bajo la coordinación de Leopold Estapé, rastrean la huella de la persecución, la Barcelona trans o la literaria.

2019/06/25

DOCUMENTACIÓN | POLÍTICA | POLÉMICA POR UN PREMIO DEL COLECTIVO TRANS TRANSEXUALIA A CIUDADANOS

Polémica por un premio del colectivo trans Transexualia a Ciudadanos.
El galardón ha sido concedido a Ignacio Aguado, pero las organizaciones COGAM y FELGTB no entienden ni comparten la decisión.
Marta Villena | El País, 2019-06-25
https://elpais.com/ccaa/2019/06/25/madrid/1561496159_967567.html 

En vísperas de la nueva edición del Orgullo, continúa la polémica. Esta vez por el anuncio de Ciudadanos Madrid, a través de su cuenta de Twitter, después de recibir el Premio Transexualia 2019, que ha recaído en su candidato a la Asamblea de Madrid, Ignacio Aguado. “Por la libertad, la igualdad y la defensa de los derechos de todos”, decía el tuit de la formación naranja en el que se anunciaba el galardón, otorgado por la Asociación Española de Transexuales Transexualia. El mensaje ha recibido un centenar de respuestas críticas.

La noticia tampoco ha sentado bien a las principales asociaciones LGTBIQ. “No entendemos este premio”, explica Uge Sangil, presidenta de la federación estatal (la FELGTB, que aglutina a más de 50 asociaciones que representan al colectivo. “[Aguado], formando parte de la Asamblea de Madrid, no ha hecho nada por ejecutar la ley trans en la región”. Una opinión que comparten desde COGAM: “Aguado apoyó las dos leyes autonómicas, pero también ha estado sosteniendo un Gobierno del PP que no las ha desarrollado. Y ellos tampoco se han preocupado para que lo hicieran”, cuenta su secretario de comunicación, Santiago Rivero. Y añade: “Cuando se estuvo denegando la tarjeta sanitaria a los menores trans, en Ciudadanos era como si escuchasen llover”. Rivero también denuncia “la falta de voluntad que Cs ha demostrado para aislar a la extrema derecha”.

“No queremos polémica”

“Respetamos la autonomía de Transexualia para otorgar sus premios a quien consideren. Pero si en una o dos semanas sale un Gobierno en la Comunidad vicepresidido por Ignacio Aguado con consejerías y cargos intermedios de Vox, Transexualia tendrá que explicar en qué ha contribuido ese señor a la lucha del colectivo permitiendo que la extrema derecha esté en las instituciones”, añade el secretario de Comunicación de COGAM.

La Asociación Transexualia —declarada de utilidad pública por el Ayuntamiento de Madrid en 2009 y que desde hace unos años ya no pertenece a la FELGTB— no ha querido hacer declaraciones al respecto: “No queremos entrar en esta polémica, las explicaciones de por qué se ha otorgado este premio a Ignacio Aguado se darán en la presentación”. La gala de los Premios Transexualia 2019 se celebrará este jueves, 27 de junio, a las 19.00, en la Casa de Vacas del parque del Retiro.

2019/06/21

DOCUMENTACIÓN | DERECHOS | BEATRIZ GIMENO: LA LUCHA LGTB DESDE LA TRANSICIÓN HASTA HOY, DERECHOS Y LGTBFOBIA

La lucha LGTB desde la transición hasta hoy: derechos y LGTBfobia
Beatriz Gimeno, 2019-06-21

https://beatrizgimeno.es/2019/06/21/la-lucha-lgtb-desde-la-transicion-hasta-hoy-derechos-y-lgtbfobia/ 

No exagero si afirmo que la aprobación en 2005 de la reforma del Código Civil en materia de matrimonio para abrirlo a las parejas del mismo sexo ha sido una auténtica revolución social y cultural a la que no es posible restar importancia; una transformación radical en la consideración social de la homosexualidad y uno de los cambios culturales más importantes que han sucedido en este país en las últimas décadas. Doce años después de aquel logro del activismo LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales), trabajado minuciosamente durante décadas, la mayor parte de la sociedad lo acepta con completa normalidad y la mayoría de los países democráticos han emprendido el mismo camino. También los partidos políticos han asumido que este derecho está completamente incorporado a lo que la mayoría de la gente concibe como un estándar democrático básico y, de manera más o menos abierta, más o menos rápida y más o menos sincera, han pretendido no quedarse fuera de eso que hoy diríamos que es sentido común mayoritario.

Ya hay una generación de españoles que ha nacido pensando que lo normal es que gays y lesbianas puedan casarse si así lo desean y, sobre todo, pensando que lo extraordinario sería que no pudieran hacerlo. Hoy día eso lo defiende incluso la derecha, que celebra sus bodas homosexuales con normalidad y asiste a ellas, incluso, un señor tan sumamente conservador como Mariano Rajoy. Sin embargo, sería un error olvidar que la conversión de la derecha —además de mucho más reciente de lo que se cree— no es, en realidad, sincera. La lucha por la igualdad LGTB se ha llevado a cabo frente al pensamiento reaccionario (aunque oportunista) que anida en el seno del PP y que los llevan a seguir paralizando las leyes contra la LGTBfobia allí donde tienen que aplicarlas o aprobarlas. Su reciente conversión es superficial y estratégica, y su historia en relación con las reivindicaciones históricas del activismo LGTB ha sido siempre la de constituirse en un muro frente a cualquier avance, así como en apoyo de la ideología de la Iglesia católica en lo relativo a esto.

En este sentido, la gran victoria para el activismo LGTB no fue, en realidad, la aprobación de una norma que nos igualaba legalmente,[1] sino que, al contrario, dicha ley fue consecuencia del verdadero éxito, que no es otro que haber conseguido, en muy poco tiempo, cambiar el sentido común mayoritario respecto a la legítima existencia de una minoría sin poder social, estigmatizada desde hace milenios, marginada social y legalmente en la mayor parte del mundo, perseguida y objeto de injuria permanente; y hacerlo, además, en uno de los países europeos en los que la Iglesia ha tenido más poder político y social y en el que el machismo institucional fue un pilar del régimen durante la dictadura franquista. La aprobación de esta ley significó un cambio cultural muy profundo porque supuso, por una parte, la legitimación de la existencia homosexual, pero también la posibilidad de transformar una institución fundacional del patriarcado como es el matrimonio y, con ello, la capacidad para sacudir, aunque sea levemente, un sistema basado en la ‘heteronorma’ sancionada legalmente.[2]

Este simple cambio legal, que afectó a unas pocas frases del Código Civil, ha tenido una importante capacidad performativa que trascendió, con mucho, la reivindicación concreta de las personas LGTB. La posibilidad de la injuria quedó formalmente desactivada (aunque para la desactivación absoluta de la LGTBfobia aún tenga que transcurrir más tiempo) y se produjo, así, un cambio cultural que supuso una ampliación de las posibilidades de felicidad y libertad de mucha gente. Si bien al principio hubo gente que no entendió lo desestabilizador que era el matrimonio igualitario para la propia institución (ya que subvierte completamente su sentido), quien sí lo entendió con meridiana claridad fue la derecha que, en realidad, siempre tuvo razón en sus miedos. Cuando afirmaban que abrir el matrimonio a las parejas del mismo sexo supondría desnaturalizarlo, estaban en lo cierto; ahora podemos decirlo. Por eso, porque ellos entendían el potencial desestabilizador de este cambio, se opusieron con todas sus fuerzas a perder lo que sin duda era un privilegio, un privilegio de la heterosexualidad sobre cualquier otra forma de organizar la sexualidad, la filiación y la familia. Y por eso fue, y está siendo, tan difícil.

Aunque hoy todos los partidos, incluso los de la derecha, pretendan borrar de su pasado la feroz resistencia que opusieron a ese cambio, lo cierto es que dicha resistencia existió de manera continuada desde los años setenta, como vamos a ver a continuación, y los y las activistas nos sentimos muy solos hasta finales de los noventa, cuando algunos partidos de izquierdas comenzaron a hacerse eco de nuestras reivindicaciones. El Partido Popular se resistió con uñas y dientes hasta el último minuto e, incluso, cuando la cuestión ya estaba en el Parlamento, no se abstuvo de pretender humillarnos y ridiculizarnos. Finalmente, su transformación actual es meramente cosmética: parece asumir el cambio mientras que, al mismo tiempo, dificulta, ralentiza y continúa promocionando la LGTBfobia en todas sus manifestaciones.

La historia de las reivindicaciones LGTB en España desde el final de la dictadura se puede dividir en dos grandes periodos. El primero, hasta finales de los años ochenta, en un contexto de lucha a favor de la derogación de las leyes represivas y de la legalización de las organizaciones LGTB y, el segundo, desde entonces hasta 2005, cuando tuvo lugar la lucha por conseguir una legislación igualitaria en lo referente al matrimonio y a la familia. En medio de estos dos periodos encontramos el sida. Y desde 2005 hasta la actualidad, la lucha es contra la LGTBfobia en todas sus formas, una lucha a la que de ningún modo se ha sumado la derecha.

Hasta la dictadura franquista, la homosexualidad en España se vivía como en el resto de Europa: potente homofobia social y posibilidad de llevar adelante la vida entre cierta indiferencia, dependiendo de diversos factores como la visibilidad, la clase social, la profesión, etcétera. La Guerra Civil significó un cambio, ya que cualquier contienda bélica excita siempre la homofobia y el machismo. El general Queipo de Llano marcó el tono cuando dijo: «Todo afeminado o invertido que calumnie nuestro movimiento debe morir como un perro», y después el franquismo identificó identidad nacional con moral católica, determinando para ello que fuera la Iglesia la que fijara los límites de lo permitido y de lo prohibido en todo lo referente a la sexualidad.[3] El comportamiento homosexual, o su mera visibilidad, estaban incluidos en el cajón de sastre de la represión contra el llamado «escándalo público», que permitía sancionar arbitrariamente cualquier cosa que la autoridad determinase que constituía un escándalo. Posteriormente, en 1954 la homosexualidad fue incorporada en la Ley de Vagos y Maleantes, otro cajón de sastre que permitía incluir cualquier comportamiento que se considerase antisocial o desviado de la norma. Dicho esto, y al contrario de lo que se suele pensar, el franquismo no puso al principio un énfasis excesivo en la represión legal de la homosexualidad, simplemente porque no hacía falta. La represión social y policial era lo suficientemente brutal como para que no fuese necesario un refuerzo legal de dicha represión; cualquiera podía ser considerado «maleante» y acabar en la cárcel.

No obstante, en la década de los años setenta España comenzó a abrirse al exterior. El turismo masivo amplió el foco de lo que podía pensarse o verse y, sobre todo, supuso comprobar que España era una excepción en Europa, que esa realidad negra en la que estábamos instalados no era tan negra más allá de nuestras fronteras. Los y las turistas no trajeron solo los bikinis; o, más concretamente, los bikinis no eran solo un traje de baño, sino que eran, en realidad, toda una declaración de principios con relación a otras maneras de vivir el cuerpo, la sexualidad, las relaciones entre hombres y mujeres... la libertad, en definitiva.

Además, esa misma década en la que el turismo aparecía masivamente por aquí fue aquella en la que, en Europa y en Estados Unidos, el activismo LGTB (y feminista) comenzó su lucha por la igualdad y el reconocimiento, una lucha que acabaría transformando las costumbres sociales y sexuales en, al menos, el tercio rico del mundo. Estas nuevas costumbres —que apenas podían entreverse aquí— asustaron no obstante al franquismo, que sospechaba, con razón, que el deseo de libertad de una sociedad no tiene por qué estar organizado políticamente para romper las costuras que lo mantiene preso. Más de treinta años de moral católica institucional habían convertido las costumbres (y no solo las leyes) en una camisa de fuerza; y la mera existencia, en un paisaje gris. La irrupción masiva del turismo enseñó a las mujeres y a las personas homosexuales[4] que otras existencias y otras maneras de vivir el propio cuerpo eran posibles. Esta es la razón por la que la dictadura, a la que ya le quedaba poco tiempo de vida, decidió en 1970 incrementar su legalidad represiva sobre la diversidad sexual con una nueva ley, la Ley sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social, a partir de la cual se juzgaron entre 1970 y 1978 a aproximadamente cinco mil homosexuales por el mero hecho de serlo, y de ellos unos mil fueron enviados a prisión.[5]

La oleada represiva que se desencadenó significó también, además del encarcelamiento y la tortura de miles de personas, el nacimiento de incipientes organizaciones políticas homosexuales que trabajaban en la clandestinidad y cuyo objetivo era, precisamente, despenalizar la homosexualidad. Aparte de exigir la derogación de la ley de peligrosidad social, estas organizaciones defendían un ideario cercano al marxismo y a la lucha obrera que planteaba reivindicaciones de liberación sexual para todas las personas. Es importante señalar aquí que, a pesar de la lucha que se mantuvo, la inquina del régimen y de sus herederos contra la homosexualidad fue tal que la ley de peligrosidad social no se derogó tras la aprobación de la Constitución de 1978, como ocurrió con la mayoría de las leyes represivas. Las personas LGTB no tuvieron nada de que alegrarse con la aprobación de una Constitución que no hizo ninguna referencia a la libertad sexual, que no derogó la ley que la reprimía y que tampoco sirvió para que se legalizara ninguna organización homosexual, mientras que sí se legalizaron los partidos políticos y las organizaciones sociales. Por si fuera poco, los presos que estaban en las cárceles por homosexualidad fueron tratados como presos comunes y no se beneficiaron del indulto de 1975 ni de la Ley de Amnistía del 1977. La Constitución, la de la supuesta reconciliación, se aprobó con presos por homosexualidad en las cárceles y sin que se hubiera legalizado ninguna organización LGTB. La homosexualidad era considerada un peligro social y se le negaba cualquier relación con la lucha política.

Conseguir la legalización de las organizaciones políticas homosexuales fue entonces uno de los principales objetivos del incipiente Movimiento de Liberación Homosexual, junto al de la derogación de la ley de peligrosidad social. Tanto Alianza Popular como UCD se negaban a que organizaciones a las que acusaban de propagar conductas inmorales fueran legalizadas. La mayoría de la gente ignora que en este país costó más legalizar la primera organización homosexual que el Partido Comunista. Así de peligrosos nos veían los herederos del franquismo. No fue hasta 1980 cuando, por fin, el Gobierno de UCD legalizó la primera organización homosexual, aunque no fue hasta 1982, con la victoria del PSOE, cuando se levantó la prohibición general que pesaba sobre las organizaciones homosexuales.

Después de esta primera victoria, las fuerzas se concentraron en conseguir la derogación de la ley de peligrosidad social. Recordemos que esta ley no penalizaba solo la homosexualidad, sino que era un poderoso instrumento de control social sobre cualquiera que el sistema concibiese como «desviado» o «antisocial». Entre estos se incluían quienes practicaran la mendicidad, el vandalismo, el tráfico y consumo de drogas, la venta de pornografía, la prostitución, y cualquier otra persona que fuera considerada peligrosa. El Movimiento LGTB logró, como conseguiría luego con la reivindicación del matrimonio, que su defensa de la derogación de esa ley no fuera vista como un asunto que afectaba únicamente a las personas homosexuales, sino como una cuestión de derechos humanos y de derechos civiles.

Por otra parte, respecto a dicha ley conviene recordar que, aunque algunos artículos referidos a la homosexualidad ya habían sido eliminados en 1979 (siempre con la oposición de UCD y de AP), las personas LGTB podían seguir siendo detenidas por escándalo público, tipo que siguió en vigor hasta 1989. Así, el 23 de octubre de 1986 dos lesbianas fueron detenidas por besarse frente a la antigua Dirección General de Seguridad (DGS) de la Puerta del Sol. Se las retuvo sin explicación alguna durante dos días, en los cuales se les privó del derecho de defensa. Era 1986 y el motivo de su detención fue un beso.

La oposición que, en esta primera etapa de la lucha (desde el final de la dictadura hasta los años noventa), mostró el establishment político —pero especialmente los herederos del franquismo— no es sino la misma oposición que mostraron después ante la reivindicación del matrimonio igualitario. La derecha siempre ha sido contraria a la posibilidad de que las personas homosexuales y transexuales puedan adquirir un estatus de ciudadanía plena. Su oposición está vinculada a la ideología sexual y familiar de la Iglesia católica y está dirigida contra la normalización social de la diferencia sexual, por más que dentro de su partido algunas personas puedan declararse LGTB desde su atalaya de privilegio, igual que ocurría en el franquismo.

La cuestión de los derechos familiares, de pareja, irrumpió en el escenario político debido al sida. En medio de la crisis humanitaria que provocó esta enfermedad, muchos gays murieron y sus parejas padecieron situaciones indignas ante el completo abandono por parte del Estado. Tuve la oportunidad de ver cómo fallecían personas a las que sus familias habían repudiado por gays y a las que llevaban años sin ver ni apoyar y cómo, una vez producido el deceso, dichas familias aparecían de repente para expulsar al compañero —que había sido marido, amante, enfermero, cuidador— y dejarle sin nada, en ocasiones sin poder siquiera recoger sus cosas personales de la casa común. El sida y sus efectos en la comunidad homosexual provocaron que, de pronto, nos hiciéramos todos viejos, y conllevaron también un cambio radical en los objetivos del activismo. Apareció entonces un tipo de activismo relacionado con el sida, que exigía al Estado que protegiese a las personas enfermas y combatiese la homofobia, que era la causa de un poderoso y destructivo estigma que se extendió por todo el tejido social.[6]

Además de las exigencias relativas a la necesidad del cuidado de las personas enfermas por parte de las instituciones, la epidemia del sida también impulsó a las organizaciones a buscar algún tipo de regularización de los derechos familiares, con la idea de proteger a quienes estaban quedando injustamente desprotegidos. Comenzaron entonces a tener lugar las distintas reivindicaciones de legislaciones de pareja que, poco a poco y en un goteo incesante, se fueron aprobando en diferentes instancias y niveles gracias a partidos de izquierdas y, en algún caso, a la derecha nacionalista, como fue el caso del PNV. PSOE e IU, independientes y partidos nacionalistas fueron aprobando reglamentos y ordenanzas municipales que igualaban a las parejas homosexuales con las heterosexuales, en ámbitos que eran competencia de los Ayuntamientos. Más tarde, se aprobaron algunas leyes autonómicas.

Así pues, durante los primeros años noventa la lucha se centró en conseguir una ley de parejas de ámbito estatal que, por una parte, unificara la cada vez más ingente legislación de ámbito menor (que estaba dispersa y era de naturaleza muy heterogénea) y, por otra, otorgara derechos fundamentales a las personas LGTB, algunos tan básicos como poder decidir el tratamiento médico para la pareja enferma, la custodia de hijos e hijas, el usufructo de los bienes de la pareja fallecida, la herencia o las pensiones. Sin embargo, nada de esto encontró el más mínimo eco en la derecha, que no se movió un milímetro de sus posiciones.

El sida, en todo caso, puso de manifiesto una vez más la homofobia social e institucional, que estaba muy lejos de ser residual. La homofobia que anidaba en los aparatos del Estado, en la Iglesia y en la sociedad en su conjunto se instaló de nuevo en la primera línea. A aquella enfermedad que se llevó tantas vidas por delante se le llamó «cáncer gay» o «castigo divino», y a la comunidad LGTB se la abandonó a su suerte. Solo la propia comunidad organizada pudo empezar a crear las primeras pautas de prevención, solo la propia comunidad se cuidó a sí misma y organizó la resistencia ante los prejuicios y la extrema vulnerabilidad en la que la enfermedad nos situó. Para combatir el sida había que hablar de sexualidad, de homosexualidad y de heterosexualidad, y la sociedad homófoba y pacata tardó mucho en hacerlo, aunque en el camino se perdieron miles de vidas.

La derecha y la Iglesia se han opuesto a todas las campañas de prevención destinadas a salvar vidas. Es doloroso recordar hoy que por no poder hablar de condones se permitiera que enfermara y muriera mucha gente, pero así fue y nadie ha pedido perdón por ello. Y no han cambiado tanto, siguen en el mismo lugar, solo que es la sociedad la que les ha pasado por encima. La derecha, el Partido Popular, asumió sin matices el argumentario de la Iglesia: la mejor prevención del sida es la castidad y las parejas homosexuales no pueden formar familias porque la familia es, sobre todo, una unidad destinada a la procreación. Respecto a esto último, su negativa a considerar siquiera la posibilidad de negociar la ley que necesitábamos, así como su no reconocimiento del Movimiento LGTB como sujeto político, propició un cambio de estrategia que, a la postre, nos llevaría a conseguir aquello con lo que en aquel momento ni siquiera soñábamos: la igualdad legal, el matrimonio igualitario.

Porque durante ese tiempo, a la espera de cualquier avance en el ámbito de los derechos, el Movimiento LGTB estuvo debatiendo internamente acerca de la conveniencia de exigir el matrimonio, el mismo matrimonio al que pueden optar las personas heterosexuales, o de seguir reivindicando una ley de parejas. No hay aquí espacio para profundizar en los matices de ese debate, pero el cambio en la reivindicación tuvo que ver, en primer lugar, con una cuestión estratégica: puesto que el Partido Popular no se movía un milímetro de su posición de negativa a cualquier avance en los derechos LGTB, decidimos que nos moveríamos nosotras y nosotros.[7] A la hora de negociar hay que dejar siempre un margen para ceder, así que decidimos exigir la igualdad completa y no conformarnos con lo que, en todo caso, algunos ya considerábamos una legislación apartheid, es decir, una legislación especial para la gente LGTB. Es interesante remarcar que el activismo LGTB español no se sintió nunca (o no de manera mayoritaria) preocupado por el tema de la identidad, algo que, sin embargo, sí fue un asunto recurrente en algunos países anglosajones. La lucha por el matrimonio en nuestro país se hizo en nombre de la igualdad y de los derechos civiles y, en mi opinión, esto fue uno de los aspectos que favorecieron el hecho de que pronto gozáramos de una simpatía social que no dejó de crecer. Explicamos nuestra posición y conseguimos convencer a la mayoría de que no se trataba de una reivindicación particular de gays y lesbianas, sino de una batalla por ensanchar los márgenes de la libertad de todas las personas; pues legislaciones específicas, como por ejemplo la unión civil o cualquier ley de parejas, no dejaban de ser legislaciones que rehuían la verdadera igualdad. Decidimos, por tanto, dar un salto adelante y exigir un acceso pleno al matrimonio, a la igualdad.

Ni siquiera el PSOE asumía esta posición al principio; de hecho, no lo hizo hasta la llegada a la Secretaría General de Rodríguez Zapatero. En todo caso, el Movimiento LGTB fue valiente y se lanzó con una reivindicación de máximos (en lugar de una de mínimos), porque esperábamos que al hacerlo la derecha se viera obligada a negociar la ley de parejas, la cual creíamos que íbamos a conseguir finalmente. Pero la derecha no lo hizo hasta que fue demasiado tarde y, gracias a su torpeza, perdió esa batalla que ellos consideraban fundamental, dado que durante los quince años en los que estuvimos reivindicando el matrimonio —sin que el Partido Popular se moviera un centímetro de los argumentos de la Iglesia— conseguimos que la sociedad española entendiera que la igualdad no admite parcelaciones y logramos generalizar el concepto de «matrimonio igualitario». Conseguimos, además, que la sociedad lo viviera como una cuestión de ampliación de derechos y libertades; de igualdad, en definitiva. La negativa del PP a cualquier legislación, incluso de mínimos, nos permitió saltar por encima, exigir lo máximo y ganar la batalla por incomparecencia del adversario. El PP pareció darse cuenta del error solo cuando la sociedad española y la mayoría de los partidos apoyaban ya el matrimonio igualitario, y pretendió entonces ofrecernos una ley de parejas como mal menor. Por primera vez se dignó a considerarnos como interlocutores válidos y llegamos, incluso, a mantener una reunión secreta en el Palacio de la Moncloa con un asesor de Aznar que nos propuso llevar al Parlamento una ley de parejas tal y como pedíamos veinte años atrás, pero respondimos que ya era tarde. No estamos hablando de los años ochenta, hablamos de la década del 2000.

Cuando la ley de matrimonio comenzaba su trámite parlamentario, el PP entró por fin en el debate y lo hizo con un arsenal de LGTBfobia del que muy pocos meses después renegaría. Así, afirmó de manera reiterada que «lo que no es igual no se puede llamar igual» y mantuvo públicamente argumentos propios de los años ochenta. Parecía que el tiempo no había pasado para el partido de derechas, que se había convertido, como de costumbre, en portavoz de los argumentos más conservadores, algo que demostró con creces cuando decidió enviar a dirigentes de primer nivel a la manifestación convocada por la Iglesia el 18 de junio de 2005 para mostrar su oposición radical a la modificación del Código Civil y, sobre todo, para permitirse sacar a la calle toda la homofobia y la transfobia social que aún existía (y existe) y que estaba siendo rápidamente deslegitimada. Aquella manifestación, de la que hoy la mayoría de los que asistieron quisieran borrar su foto, existió; igual que existieron los insultos, la humillación pública o la equiparación de la homosexualidad con la pederastia. Allí estaban desfilando quienes, muy pocos años después, se han puesto en la cabecera de la manifestación del Día del Orgullo Gay. Era el año 2005. La asistencia a esa manifestación no fue un error de cálculo por parte del PP, no acudieron a una manifestación que después se les fue de las manos, no. Y no fue así porque ese mismo mes de junio, apenas unas semanas antes de la aprobación en el Pleno del Congreso de la reforma del Código Civil, se convocó una sesión de expertos en el Senado para discutir sobre la idoneidad de que las parejas del mismo sexo pudieran adoptar hijos o hijas. De entre los varios expertos y expertas convocados por todos los partidos, los dos del PP no solo fueron los únicos que se mostraron radicalmente en contra de dicha posibilidad, sino que hicieron afirmaciones que parecían sacadas de los tiempos más oscuros de la ley de peligrosidad social, como cuando afirmaron que la homosexualidad era una psicopatía, que los gays eran producto de padres alcohólicos y hostiles y madres sobreprotectoras, o que las niñas lesbianas son fácilmente reconocibles porque son más propensas al ejercicio físico. Sin embargo, la sociedad española ya no estaba en eso y los dos comparecientes llamados por el Partido Popular provocaron escándalo y burla a partes iguales, lo que obligó a ese partido a pedir perdón públicamente. Apenas un mes después se aprobó la ley de reforma del Código Civil en materia de matrimonio, lo cual supuso terminar con la desigualdad ante la ley e implicó también una revolución en una institución milenaria, cuyo objetivo desde su origen era, precisamente, asegurar la primacía de la heterosexualidad sobre cualquier otra forma de organización familiar y social.

Nos habíamos convertido en un ejemplo para muchas democracias y para el activismo LGTB de gran parte del mundo. Aquella ley supuso que España se situara a la vanguardia en materia de defensa de los derechos civiles, algo inusitado para un país como el nuestro y con nuestra historia. En realidad, ganamos a la derecha y a los sectores más retrógrados de la Iglesia. Muy pocos años después, el PP buscaba ponerse en la cabecera del Día del Orgullo, pero lo hacía al mismo tiempo que paralizaba cualquier legislación que buscara combatir la LGTBfobia social. Esta es una derecha que tolera, e incluso celebra, las manifestaciones individuales de homosexualidad, siempre que no estén relacionadas con la igualdad social o que no pretendan ser críticas con el supuesto derecho de la Iglesia de continuar educando en la desigualdad sexual, la homofobia y la transfobia. La lucha por la igualdad legal no fue el final de nada, como a veces se cree, sino el principio desde el cual, una vez conseguido un marco legal indispensable, podemos dedicarnos a trabajar por la igualdad social, mucho más complicada de alcanzar.

[1] Ley 13/2005, de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio. (Nota de la editora).
[2] Sobre la capacidad subversiva del matrimonio igualitario, véase: Gimeno, B.: «La institución matrimonial después del matrimonio homosexual. ¿Seguimos hablando de lo mismo?», 8 de diciembre de 2009, disponible en <https://beatrizgimeno.es/2009/12/08/la-institucion-matrimonial-despues-del-matrimonio-homosexual-%C2%BFseguimos-hablando-de-lo-mismo/>. [Consulta: 25 de abril de 2018].
[3] Para seguir el orden cronológico de la historia, he consultado el libro de Calvo, K.: ¿Revolución o reforma? La transformación de la identidad política del movimiento LGTB en España, 1970-2005, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2017.
[4] Decir «personas LGTB» sería un anacronismo. Entonces no se hablaba de transexualidad y de bisexualidad como identidades separadas de la homosexualidad.
[5] Para rescatar la memoria de estas personas que fueron a la cárcel por homosexualidad surgió y sigue luchando la Asociación de Ex-Presos Sociales de España, que ya ha conseguido que la Ley de Memoria Histórica las incluyera y les ofreciera una reparación económica.
[6] En Estados Unidos y Francia dicho activismo lo encarnaron grupos como Act Up. En España, el grupo que mejor representó este activismo fue la Radical Gay.
[7] Hice un resumen de la estrategia política seguida por el Movimiento LGTB en «Estrategias de acción y organizativas del movimiento LGTB; conquistas jurídicas: el caso del matrimonio igualitario», publicado en VV. AA.: ‘Más allá de lo imposible. La dimensión política de los derechos humanos en el siglo XXI’, Tafalla, Txalparta, 2016. Este capítulo sería la continuación de este que ahora escribo.

2019/06/20

LIBROS | Barbancho, Juan Ramón, & Morterero, Pablo | Lo personal es político. Historia del activismo homosexual en Andalucía

Barbancho, Juan-Ramón, & Morterero, Pablo (2019) [06-20]. Lo personal es político. Historia del activismo homosexual en Andalucía. Cádiz : Diputación de Cádiz.

Esta obra recoge un número importante de testimonios de mujeres trans y hombres gais que sufrieron la represión del régimen franquista por su orientación sexual o su identidad de género, así como la investigación de los distintos movimientos homosexuales organizados en el periodo y varias de las acciones homófobas más importantes, sufridas por las personas LGTBI a lo largo de Andalucía. De este modo se incluye en la obra el cierre del cine-club universitario de Granada por la programación de películas de contenido homosexual en 1979, el escándalo de los carnavales sevillanos de 1979, las agresiones homófobas de vecinos del entorno de Plaza de Armas en 1987, las agresiones en Sevilla de grupos de ultraderecha a homosexuales y establecimientos gais en 1990 y 1991, así como el caso Arny.

Se trata de la explicación y resumen de cómo la vida personal se convirtió en objeto de represión política y escenario de pisoteo de Derechos Humanos contra colectivos con orientaciones sexuales distintas a la moral impuesta en la época franquista. La represiva legislación del Régimen estigmatizó a personas homosexuales que incluso fueron tratadas como presos comunes. La obra ha sido editada por el servicio de Memoria Histórica y Democrática de la Diputación de Cádiz. El libro refleja los resultados de una investigación que apoyó la extinta Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía y que, además del estudio historiográfico, incluye un reconocimiento público dedicado a las personas que sufrieron persecución por su sexualidad. Hombres y mujeres cuyas vidas oscilaron entre la clandestinidad, el terror y la mofa social fomentada desde el Estado.

Juan-Ramón Barbancho es doctor en historia del arte, comisario de arte contemporáneo y autor de más de diez libros sobre varias temáticas, entre ellas la represión de la homosexualidad durante la Dictadura, como “Ser tú misma era un delito”. Además. Es, asimismo, vocal de cultura y memoria de la asociación Adriano Antinoo.

Pablo Morterero, es activista LGTBI. Desde 2000, ha participado en varias organizaciones LGTBI, siendo actualmente presidente de Adriano Antinoo. Fue miembro del Comité Organizador de los actos conmemorativos del 40 aniversario de la exclusión de la homosexualidad de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Es autor de varios artículos de carácter históricos publicados en revistas especializadas, y de la biografía novelada de Mercedes de Velilla, “Las hojas en blanco de la Velilla” (Camas, 2018).

2019/06/05

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | CHUECA, LOS ORÍGENES DEL BARRIO ARCOÍRIS DE MADRID

Chueca, los orígenes del barrio arcoíris de Madrid.
La serie documental “Nosotrxs Somos” repasa los orígenes de Chueca como barrio rosa. Todo un referente para el colectivo LGTBI a nivel internacional que algunos miran con nostalgia.
Somos Chueca | El Diario, 2019-06-05
https://www.eldiario.es/madrid/somos/chueca/chueca-los-origenes-del-barrio-arcoiris-de-madrid_1_6416971.html 

Cuando queda menos de un mes para la celebración del Orgullo LGTBI, ‘La 2’ continúa con la emisión de Nosotrxs Somos, una serie documental producida por RTVE Digital para ‘Playz’ que recorre la historia del colectivo LGTBI en España desde los años 70 a través de los colores de la bandera del arcoíris, su símbolo más universal.

La pasada noche le tocaba el turno a la segunda entrega, la de color verde, dedicada al cambio social que se produce entre los años 80 y 90 con la legalización del colectivo LGTBI y el nacimiento de asociaciones y activistas que buscan la plena igualdad.

Un capítulo en el que también se habla de los orígenes de Chueca como espacio LGTB, de la irrupción de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales en el barrio, de la apertura de negocios de día y la construcción de un espacio seguro para el colectivo que, para algunos, es ya un recuerdo nostálgico del pasado en vías de extinción como barrio rosa.

Además de fragmentos de programas del archivo de RTVE, el documental cuenta con la participación del histórico activista LGTBI Jordi Petit y el artista multidisciplinar King Jedet, que intercambian impresiones sobre la historia del activismo LGTBI y el camino hacia la conquista de derechos para el colectivo, la ‘plumofobia’ y los cuerpos disidentes no normativos, el machismo, el feminismo y la discriminación dentro del propio colectivo LGTBI.

Visibilidad, clave para el movimiento LGTBI español

“Hoy la normalidad es diversidad”, afirma rotundamente Jordi Petit, uno de los primeros activistas (junto a Empar Pineda) en hacerse visible como homosexual en la televisión mientras luchaba por los derechos LGTBI en la retaguardia. Personas como ellos fueron fundamentales para la normalización en la sociedad de esas diversidades afectivas y de género.

Con la Ley de Peligrosidad Social aún en vigor, esos primeros activistas LGTB, agrupados en frentes revolucionarios, tenían un objetivo común: la abolición de este texto legal que criminalizaba a gays, lesbianas, bisexuales y transexuales.

Un nexo común que les lleva a establecer alianzas y formar la COFHLEE, una coordinadora que articulará un lenguaje común entre todos esos grupos regionales y que convocará los primeros orgullos, como el de Barcelona, donde en 1977 tiene lugar la primera manifestación del Orgullo de toda España.

Una vez que la homosexualidad sale de la Ley de Peligrosidad Social, el movimiento LGTB se traslada de las calles a las discotecas y los bares, por lo que surgen desde los organismos más reaccionarios intentos de frenar la noche gay.

En ciudades como Barcelona, donde el gobernador civil cerraba locales con pretextos técnicos y hacía redadas para identificar a quienes estaban dentro, llegó incluso a producirse una huelga en 1981 donde cerraron los pubs y discotecas gays que aún quedaban abiertos.

Mientras en Barcelona continúa activa la lucha reivindicativa LGTBI, en Madrid se produce un frenazo en seco en los años 80. No fue hasta el nacimiento del Colectivo de Gais de Madrid (COGAM) cuando la lucha LGTBI regresa a la ciudad.

La irrupción del VIH-Sida provocó una separación de muchos colectivos, que tenían dos visiones diferentes del activismo LGTBI. Por una parte aquellos que consideraban que era necesario cumplir un papel asistencial y, por otra, quienes defendían una vía reivindicativa.

Una de las escisiones más traumáticas fue la de Manolo Trillo, uno de los fundadores de COGAM y cara visible del Sida en unos momentos en los que reconocer que tenías esa enfermedad era poco habitual por la serofobia que aún reinaba en la sociedad.

Las ‘besadas’ como arma reivindicativa
Arantxa Serrano, activista lesbiana, vivió en 1986 sus propias carnes una brutal detención policial por besar a su pareja en la boca en la Puerta del Sol. Trasladadas a la comisaría de la calle Luna, fueron incluso sometidas a un registro vaginal. Dos años después, su caso llegó a los tribunales y la justicia les dio la razón.

Las lesbianas de toda España se movilizaron respondiendo con una besada en plena calle. Todo un símbolo de visibilidad que aún hoy se emplea para protestar contra la discriminación y la LGTBIfobia.

De la oscuridad al arcoíris

“Chueca era en principio un barrio marginal: había trabajadoras sexuales, trabajadores sexuales, drogadictos, homosexuales, lesbianas, trans... un sitio donde nos podíamos juntar las que éramos en ese momento las peligrosas sociales”, explica el activista Víctor Mora.

Un espacio urbano que va más allá del concepto administrativo de barrio, que para el sociólogo Kerman Calvo cumple un importante papel porque “ayuda a que la gente tenga un camino para la emancipación y la identificación sexual”.

“Chueca fue el embrión de lo que es un barrio gay, porque nosotros abrimos allí el primer negocio de día”, explica Mili Hernández de la Librería Berkana, todo “un pulmón de oxígeno” para el colectivo LGTBI, que llegó hasta Chueca de todas partes de España. “Me gustaría que siguiera siendo ese barrio cultural con ese motor de lucha”, confiesa con nostalgia Mili.

Para Kerman Calvo “el fenómeno Chueca es muy curioso hasta a nivel internacional. No hay tantos lugares en donde haya una demarcación urbana tan extensa, tan variada y de tan fácil acceso para la población LGTB. Barrios que nos protegen, que nos sacan el dinero también, donde podemos enamorarnos y pasarlo bien”.

Menos complaciente es la visión de Ignacio Elpidio Domínguez, que considera que antes Chueca “era un lugar más agradable. Cada vez es un sitio más de copas, más frío, pero sigue siendo un referente importante”, matiza, “es un pariente que ya no te cae bien, pero está ahí”.

Para King Jedet Chueca es un espacio discriminatorio y pensado para hombres gays. “Pubs de lesbianas hay muchos menos, los carteles por Chueca siempre suelen ser de hombres. Se ve que está todo hecho para el placer del hombre”, afirma. “La única vez que me han pegado por ser como soy ha sido en un bar en Chueca”, confiesa Jedet.

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2019/06/01

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | MUERE EL PERIODISTA JOSÉ LUIS MARTÍN PRIETO

Muere el periodista José Luis Martín Prieto a los 75 años.
En 1977, se incorporó al equipo fundacional del diario 'El País' como adjunto a la dirección de este medio y poco después accedió al cargo de subdirector que desempeñó hasta 1981.
Agencias | El Confidencial, 2019-06-01
https://www.elconfidencial.com/comunicacion/2019-06-01/muere-el-periodista-jose-luis-martin-prieto-a-los-75-anos_2048814/ 

El periodista José Luis Martín Prieto, conocido por las iniciales MP, ha muerto este sábado a los 75 años en el Hospital de El Escorial, localidad madrileña en la que residía desde hace unos años con su mujer. Lo adelantaba 'La Razón', el último periódico en el que trabajó. El primero fue 'Pueblo' y después 'Arriba' para pasar a formar parte, en 1970, de la desaparecida publicación madrileña 'Informaciones' como redactor jefe y jefe de reporteros.

En 1977, se incorporó al equipo fundacional del diario 'El País' como adjunto a la dirección de este medio y poco después accedió al cargo de subdirector que desempeñó hasta 1981. En 1982 se convirtió en el delegado de 'El País' para América del Sur, con sede en Argentina. Desde este país, entre otras cosas, organizó la salida clandestina de la última hija de españoles entregada en adopción a los asesinos de sus padres.

En 'El País' realizó importantes trabajos periodísticos como sus crónicas del juicio de los golpistas del 23F, o las relativas al proceso democratizador en Argentina. A su regreso a España, el 1 de marzo de 1988, fue nombrado subdirector de la revista 'Tiempo', donde escribió cada semana. También fue tertuliano en el programa 'Protagonistas', dirigido y presentado por Luis del Olmo en la COPE y, luego, en Onda Cero. Fue asesor de la Presidencia del 'Ya', diario del que fue columnista desde enero de 1990. Un año después se incorporó como columnista a 'Diario 16', desde donde protagonizó diversas polémicas a raíz de la publicación de algunos de sus artículos.

Por ejemplo el aparecido el 6 de julio de 1993, titulado 'Para hijo de puta, Fujimori', que provocó el remite de una carta de protesta del embajador peruano en Madrid, Roberto Villarán, al director del medio, José Luis Gutiérrez. Pero quizá la más destacada fue la provocada por su artículo "Maricones en Bilbao", publicado el 27 [i.e. 25] de agosto de 1993, tras la agresión de un grupo de jóvenes, uno de ellos identificado como miembro de la asociación juvenil Jarrai, a un policía autónomo en las fiestas de la capital vasca. Este fue contestado en una rueda de prensa por portavoces de la organización juvenil abertzale, en la que dieron "un toque de atención a 'Diario 16'".

Esto provocó un editorial del periódico el día 28 y un segundo artículo de Martín Prieto, el 30 de agosto, en el que éste hacía pública su dirección y volvía a enfrentarse a estos jóvenes. La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) le apoyó y condenó las amenazas lanzadas contra el periodista desde una de las agrupaciones de Herri Batasuna. Además, Jarrai presentó una denuncia contra Martín Prieto por un presunto delito de injurias y calumnias.

En septiembre de 1993 volvió a cambiar de medio y fichó como columnista del diario 'El Mundo' en la sección titulada "Bajo el volcán"; al mes siguiente comenzó a colaborar en la sección de opinión de su dominical, el 'Magazine', en el que publicó hasta finales de noviembre de 2009 Coincidiendo con su llegada a este periódico, inició sus colaboraciones en el informativo 'Las noticias' de Luis Mariñas, en Telecinco. Además, desde de 1994 se sumó como colaborador al informativo "Entre hoy y mañana", en un debate con Federico Jiménez Losantos, y desde 1995 con Luis Herrero, en esa misma televisión.

En mayo de ese año dejó su colaboración en "Entre hoy y mañana" por agotamiento, ya que a primera hora de la mañana mantenía el microespacio "El picotazo" en el programa radiofónico "Protagonistas". También, desde 1998 intervino en la tertulia de "El primer café" de Isabel San Sebastián, en Antena 3 Televisión, y entre octubre de 2004 y abril de 2005 en "Alto y claro", en Telemadrid. Desde abril de 2010 era columnista en el diario 'La Razón', en el que también comentaba libros.

En 1983 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo, por la colección de artículos titulada "Técnica de un golpe de Estado", sobre el juicio celebrado en Madrid contra los implicados en el intento de golpe de Estado del 23F. El club Internacional de Prensa le concedió el premio de prensa escrita correspondiente a 1992, por sus crónicas en 'Diario 16' y en 1993 recibió el Premio Continente de Periodismo, por el artículo "Carta a los presos de ETA", publicado en 'Tiempo'.

Además, está en posesión de los premios: Popular del diario 'Pueblo', Fundación Pablo Iglesias, Antonio Machado, Maratón de la COPE y el de la Asociación de Corresponsales de Prensa Iberoamericanos (1994). Cuando se encontraba en Argentina, en 1987 el Gobierno español le concedió la Encomienda al Mérito Civil.

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // Este trabajo, no podría ser de otra manera, está dedicado e...