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2021/03/24

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | ¡LEVANTEN NALGAS! MEMORIA DE LA INSUMISIÓN MARICA

Ilustración de Señora Milton //
¡Levanten nalgas! Memoria de la insumisión marica.

El servicio militar obligatorio fue una escuela de machismo y homofobia. Algunos gais se acogieron a la exención por homosexualidad, otros se hicieron objetores de conciencia legales y otros insumisos. Los colectivos cuir defendieron la desobediencia.
June Fernández | Pikara, 2021-03-24
https://www.pikaramagazine.com/2021/03/levanten-nalgas-memoria-de-la-insumision-marica/

En la Radical Gai había maricas que también eran objetores y querían ser insumisos. Ahí creamos la ‘insumisión gai’, que planteaba: «Al ejército no vamos no porque no creamos en las guerras, sino porque qué vamos a hacer allí con tantos hombres si no nos los podemos follar» (risas). Editamos un dossier muy bonito titulado ‘Levanten nalgas’. La objeción suponía radicalizarse porque la cárcel estaba de por medio”. 
 
Esta cita del activista cuir Sejo Carrascosa en una entrevista para Pikara Magazine es la chispa que enciende este reportaje. La siguiente pista nos lleva a Iruñea, la ciudad que acogió en 1995 un encuentro sobre insumisión marica organizado por EHGAM, el movimiento de liberación gay de Euskal Herria.

“Si tengo que ir, me suicido”
Joan, alias Juanita Márkez, tenía 17 años cuando recibió la temida carta del Ayuntamiento de Cornellà: tenía que presentarse el 24 de octubre de 1988 ante el negociado de quintas para formalizar su inscripción en el servicio militar. Como superviviente de acoso homófobo en el instituto, imaginaba la crueldad que le esperaba en el cuartel. Lo tenía muy claro: “Si tengo que hacer la mili, me suicido”. Acudió al movimiento antimilitarista Mili KK pero no encontró el apoyo que esperaba. Decidió alegar homosexualidad primaria, una exención que contemplaba el Ejército porque la consideraba una discapacidad incompatible con la disciplina militar. La Organización Mundial de la Salud sacó la homosexualidad de la clasificación de enfermedades mentales en 1993 [i.e. 1990], el año en el que Juanita respiró tranquila.

Primero fue al médico de cabecera a pedir el certificado que exigía el negociado de quintas. Este le mandó al urólogo, quien le miró como las vacas al tren y le derivó al psiquiatra, quien le dijo que no sabía cómo acreditar algo así. Al final, la psicopedagoga del instituto le puso en contacto con una amiga psiquiatra de la sanidad privada que le hizo el certificado en dos minutos. Reconoce la incomodad de aceptar ese diagnóstico pero lo compara a que, aún hoy, las personas transexuales tengan que ser diagnosticadas de disforia de género para modificar su nombre en el registro civil.

La respuesta fue un jarro de agua fría: “Examinado el expediente del mozo, esta junta de clasificación y revisión decide declararle útil para el servicio militar”. Juanita Márkez recurrió y, mientras tanto, se declaró objetor de conciencia. Su vía crucis incluyó viajar cada dos años a un hospital militar de Madrid. “El psiquiatra tenía que certificar que yo seguía igual de maricón. Me pedía que me dibujase. Me esforcé por dibujarme muy triste, marginal, callejera”. Para entonces, ya se había hecho okupa, punki y orgullosa marika; iba a las revisiones luciendo su cresta roja y su pluma. Estaba terminando la carrera de Psicología y esa formación le dio aplomo para enfrentarse al poder psiquiátrico.

El tiempo incrementaba la angustia pero también jugaba a su favor: el Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC) registró cien mil objetores y 2.000 insumisos, que desafiaban al sistema con acciones de calle y huelgas de hambre en las prisiones. En 1993, año en el que los parlamentos vasco y catalán aprobaron sendas mociones a favor de despenalizar la insumisión, Juanita se plantó frente a la psiquiatra que tenía que valorar su exclusión de la mili y de la prestación social obligatoria (PSS) y le dijo sin rodeos: “Estoy loca de remate y soy maricón perdido. O me das la incapacidad permanente o me hago insumiso”. Y funcionó.

Elegir la bofetada
El Gobierno de Felipe González aprobó en 1984 la Ley de Objeción de Conciencia. Imponía como única alternativa un servicio civil de duración mayor a la mili, que consistía en trabajar gratis para entidades sociales o gubernamentales. Por si eso fuera poco castigo, estableció penas de dos años, cuatro meses y un día a quienes se negasen a hacer la PSS. Para cuando le concedieron la exclusión temporal del servicio militar por homosexualidad primaria, ya le habían llamado a hacer la PSS. Se negaba a hacer la mili por miedo —“no quería tener a los militares encima riéndose de mí por maricón, eso ya lo viví en el instituto”— y se negaba a hacer la PSS por dignidad política: “Prefería ir a la cárcel. Había iniciado la guerra y esa era la última batalla”.

El movimiento de insumisión —nutrido por hombres y mujeres antimilitaristas, anarquistas, comunistas, independentistas y feministas— se activó como tal en 1988, año en el que se aprobó el reglamento del PSS y se celebraron las Segundas Jornadas Antimilitaristas Estatales en Zaragoza.

Carlos Herrero Canencia
estuvo ahí. Era un estudiante de Filología en la Universidad Complutense, integrante de su Asamblea Antimilitarista. En marzo de 1990, con 21 años, se presentó como insumiso, esgrimió que era gay y que se negaba a participar en una institución homófoba. “Jamás me planteé alegar homosexualidad para librarme; tampoco intenté librarme por pies planos. No quería librarme, quería oponerme”, cuenta. En su entorno, la mayoría de gais optaron por hacer la PSS. “La ilegalidad daba miedo”, reconoce.

La jueza rebajó su condena a un año porque no tenía antecedentes penales, pero se negó a firmar la condicional y entró en la cárcel en 1996. Cumplió un mes y medio en régimen cerrado y después pasó al tercer grado. Le entrevistaron en el diario El Mundo con el titular ‘La mili no es de color de rosa’. “La mili es una cadena de humillaciones, y el último eslabón, que es el soldado, humilla al que considera todavía más débil que él, al marica que tiene al lado”, respondió al periodista.

En ese movimiento antimilitarista de los años 80 había muchos gais, pero la mayoría estaban en el armario. “Entonces, con 20 años, era muy complicado decir que eras insumiso y además gay, muchos eligieron por dónde querían que les llegasen las bofetadas”, valora. La corriente en la que él militaba estaba ligada al Movimiento Comunista, en el que participaban feministas lesbianas como Empar Pineda y Cristina Garaizabal. Por ello, el feminismo y la crítica a la homofobia estaban presentes en el discurso de su colectivo.

Juanjo Compairé,
integrante de la asociación Homes Igualitaris, recogió en un artículo académico en 2011 testimonios de insumisos y objetores de conciencia. Algunos de ellos señalan que la convivencia con homosexuales dentro de estos movimientos les sirvió para revisar su homofobia. “Aprendí mucho del movimiento gay. Eran unos tíos muy divertidos. Me provocaban mucho, me obligaban a reaccionar”, dice un entrevistado. Otro señala que en la cárcel había muchos presos homosexuales y que eran “personas reconocidas, no se escondían y cumplían una función: eran los que hacían las labores femeninas”.

Carlos Herrero no se arriesgó a comprobarlo. “En la cárcel estuve en el armario. Tampoco me hacía el machito, ¿eh? Cuando me entrevistaron en la radio, crucé los dedos para que ningún preso me escuchase”. Cuenta que los insumisos gozaban de un gran respeto: “A los presos les flipaba que hubiéramos elegido cárcel. Además, no éramos lumpen, teníamos estudios. Un preso me dijo: ‘¡Tú no tienes cara de cárcel!’”.

Paradójicamente, el espacio en el que Herrero se sintió peor fue el Colectivo Gay de Madrid (COGAM), que le dio la espalda: “Decidieron acoger a objetores, eso suponía asfixiarnos”.

El asco es mutuo
El día de su juicio, Xabi Sánchez Goronaeta se puso unos pendientes vistosos y la camiseta que había diseñado su colectivo, EHGAM Nafarroa, con el lema “Borrokarako gai” (juego de palabras entre “gay para luchar” y “capaz de luchar”) y una figura que amenaza con un tirachinas dentro de un triángulo rosa. Fue insumiso total, estrategia que consistía en ignorar las citaciones judiciales. Estuvo en orden de búsqueda y captura hasta que lo detuvieron. En la sala dijo: “Las maricas no aceptamos que el Ejército diga de nosotras que somos enfermas, y es por eso que nos negamos a aceptar la salida que se nos ofrece. Nosotras somos quienes repudiamos esa institución”. “Así como en otros lugares fue la crisis del sida lo que politizó a los gais, en Euskal Herria fue la insumisión la que nos llevó a interiorizar el discurso queer y a crear un sujeto marica empoderado”.

También en 1996, pasó unas tres semanas en la cárcel y nueve meses más en tercer grado, pero se sintió arropado por el resto de insumisos. Hacía un año que EHGAM había acogido en el gaztetxe de Iruñea el encuentro estatal sobre insumisión gay de la Coordinadora de Frentes de Liberación de Homosexuales del Estado Español (COFLHEE), con la participación de la Radical Gai, el Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) y Gays Llures [Gais Lluires] Valencia.

EHGAM explica en un dossier en el que incluyeron también el ‘Levanten nalgas’, escrito por José Decadi, que el poco contenido sobre machismo y homofobia dentro del movimiento antimilitarista les llevó a “tres marikas en avanzada situación de desobediencia” a juntarse en una okupa para desarrollar un discurso propio. Señalaban que la mili era “una incubadora del heteropatriarcado” y “un bastión de hombría” construido sobre las vejaciones hacia las maricas y las mujeres. “¿Que pintábamos en una organización que nos odiaba, aborrecía y perseguía? (...) ¿Qué pintábamos en un lugar que, a decir verdad, también nos daba asco a nosotrxs?”. Señalaban que la legislación militar criminalizaba las relaciones sexuales calificándolas de “atentando contra la dignidad militar” y que el miedo llevaba a los soldados gais a la desesperación e incluso al suicidio. Argumentaban que los militares eran asesinos de maricas y que no se les había perdido nada en la mili, ya que era un rito de paso del varón heterosexual.

La insumisión marica interpeló al movimiento antimilitarista, al que reprochaba “un rechazo un tanto disimulado pero evidente”, a abordar las subjetividades ‘queer’ y a romper con el orden heterosexual. No se definían como insumisos gais sino como maricas y, por tanto, insumisos.

También denunciaron que la Coordinadora Gay-Lesbiana del Estado español estaba pidiendo objetores para realizar el PSS y rebatían su discurso reformista de que las personas homosexuales tenían que ser aceptadas también en el Ejército. Desde la Radical Gai contestaron que no se trataba de que el Ejército tolerase la homosexualidad sino de luchar contra “un aparato represivo, reproductor del machismo y el heterosexismo”.

“Fuimos visibles pero no todas fuimos al talego; algunas eran mayores, otras evitaron entrar en la cárcel. Fue relativamente corto, porque en 2001 se terminó la mili”, cuenta Xabi Sánchez. Aunque un cínico José María Aznar se apuntó el tanto, el mérito fue de los y las insumisas, incluidas esas maricas doblemente desobedientes.
  • Historias de disidentes de género
  • “Yo no quería ir a la mili por nada del mundo”, cuenta Jose, un vitoriano que fue transformista de joven. Conocía a un chico que se había intentado suicidar en el cuartel, tirándose por la ventana: “Eso me causó un trauma”. Se plantó frente al negociado de quintas con peluca, vestido y zapatos de tacón. Varios amigos también intentaron esa estrategia, pero solo se libró él, porque una amiga le ayudó a conseguir que un psiquiatra le emitiera un certificado de travestismo.
  • SC Natzab, activista transfeminista, antimilitarista, ecologista y antirracista, participa desde la isla de Lesbos en el documental ‘2 urte, 4 hilabete eta egun bat’, sobre los presos por insumisión en Nafarroa. “La cárcel es, junto con el Ejército, la estructura heteropatriarcal más represiva y que menos respeta al ser humano”, afirma ante la cámara. De joven escuchaba que los soldados buscaban en quien desfogarse sexualmente. “Nunca les llamaban violaciones, pero me daba mucho miedo. Me metí en el movimiento de insumisión para salvarme”. Fue a la cárcel y, un día, su compañero de celda le puso una navaja al cuello. Ese episodio traumático cambió su vida: “Como mujer transexual, no estaba llevando la vida que me correspondía. Si la vida era tan fácil perderla, iba a vivirla según mis dictados”. En cuanto salió de prisión, inició su transición de género.

2019/11/16

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | 30 AÑOS DE INSUMISIÓN, EL MOVIMIENTO QUE LLENÓ CALLES Y CÁRCELES DE DESOBEDIENCIA CIVIL

Cuarto Poder / Manifestación por la Insumisión en Albacete //

30 años de insumisión, el movimiento que llenó calles y cárceles de desobediencia civil.

El 16 de noviembre de 1989 se celebraron los primeros juicios militares contra insumisos en nuestro país contra Josep María Moragriega y Carlos Hinojosa. “El rechazo a la mili era compartido por la mayoría de la sociedad, era muy transversal”, afirma Nacho Murgui, juzgado por insumisión en 1996. “Nuestra lucha sigue siendo un referente para los movimientos sociales”, señala José Manuel López, antimilitarista e insumiso a principios de los años 90.
Miguel Muñoz | Cuarto Poder, 2019-11-16
https://www.cuartopoder.es/espana/2019/11/16/30-anos-de-insumision-el-movimiento-que-lleno-calles-y-carceles-de-desobediencia-civil/

Año 1989. Mes de noviembre. El PSOE de Felipe González gobierna con una mayoría absoluta obtenida, en esta ocasión, por la mínima. En las calles aún resonaban los ecos de la huelga general celebrada un año antes. Y de las movilizaciones anti OTAN surgidas años antes del referéndum de permanencia celebrado en 1986. 1989 sería un año clave para entender un movimiento político histórico en nuestro país: la insumisión. El rechazo a formar parte del ejército, al servicio militar obligatorio. A “la mili”. Tal día como hoy, 16 de noviembre, se celebraron hace tres décadas los primeros juicios militares contra insumisos en nuestro país.

Josep María Moragriega y Carlos Hinojosa fueron los nombres propios de aquel día. Ambos formaron parte de los 57 primeros insumisos declarados. Se presentaron, coordinadamente, el 20 de febrero del citado año 89, ante diferentes gobiernos militares. Solo 11 fueron detenidos. Moragriega fue uno de ellos. Pasó quince días en prisión preventiva. Y posteriormente fue citado, junto a Hinojosa, a juicio militar para el mes de noviembre.

“Organizamos una movilización estudiantil muy potente, hubo huelga ese día. Culminó con una macromanifestación a las puertas del gobierno militar donde se realizaba el juicio en Barcelona”, recuerda el propio Moragriega en conversación con cuartopoder. El juicio se celebró un año después de la primera presentación. La condena fue de 13 meses de prisión. “Intentaron hacer una condena suave para intentar desmovilizar a los futuribles insumisos. Eso no fue así porque en la segunda presentación se incrementó el número de manifestantes”, señala Moragriega.

Aunque el primer objetor de conciencia por razones no sólo religiosas fue Pepe Beunza, que se declaró insumiso en 1971 y estuvo preso hasta 1974, el año 1989 marca un antes y un después. Se había anunciado la próxima puesta en marcha de la Prestación Social Sustitutoria (PSS) por parte del Gobierno. Es decir, realizar un servicio social en sustitución de la mili. Además, se comenzaron a denegar las declaraciones colectivas de objeción de conciencia que habían sido aceptadas en años anteriores. Los colectivos antimilitaristas, entre los que destacan el Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC) o el Mili KK, intensificaron sus acciones.

“Usaban la represión selectiva de baja intensidad, con el objetivo de intentar frenar la ola que se les venía encima. Fue una ola que creció exponencialmente. No tuvo fin ni siquiera cuando sacaron la ley civil para regular la PSS”, reflexiona. La variedad de movimientos también produjo diferentes estrategias que variaban entre hacer visible la causa entrando voluntariamente a la cárcel o la “insumisión total”, que incluía no presentarse a los juicios.

La sentencia de Moragriega tardó en llegar tras varias vistas. No ingresó en prisión hasta el año 1991. “Del juicio militar salí por la puerta, la sentencia salió 48 horas después”, recuerda. Entonces pasó a situación de clandestinidad para no ser detenido. La idea era entregarse cuando más le interesara al movimiento, para que causara mayor impacto. Ese momento llegó el 15 de Mayo, Día Internacional de la Objeción de conciencia.

Moragriega fue detenido. Se presentó solo porque Hinojosa seguía la línea de la “insumisión total”. “Fui al gobierno militar, dije que ahí estaba y que procedieran a hacer lo que tuvieran que hacer. Me trasladaron a Cartagena después de un viaje larguísimo, incomunicado. Me aplicaron ley antiterrorista, estuve desaparecido más de 72 horas, todas de conducción. Pisé cuatro prisiones: Modelo y Trinidad en Barcelona. Modelo de Valencia, Sangonera (Murcia) y finalmente Cartagena, en el Penal Naval de Santa Lucía”, relata. Pasó allí unos 11 meses.

Dentro de prisión, la lucha seguía. Entre otras cuestiones, aportaba textos que eran leídos en actos del movimiento insumiso. “Había que mantener alta la moral antirepresiva. Yo desde la cárcel poca cosa más podía hacer, confiar en todos mis compañeros y esperar mi día”, apunta. Moragriega “celebró” su 25 cumpleaños en prisión y allí acabó su carrera universitaria. Luego empezó a trabajar como profesor.

Con los años se vinculó mucho a la situación creada por la Guerra de los Balcanes. “La insumisión continuaba activa pero ya dejé paso a nuevos insumisos. A nivel de organización me retiré y pasé a fundar y trabajar en Maestros por Bosnia”, señala. En febrero de este año, aprovechando el aniversario de aquella primera presentación ante los gobiernos militares, la prisión de la Modelo en Barcelona, convertida ahora en un centro de memoria, organizó un acto de recuerdo y homenaje de aquellos pioneros.

Coordinación y multiplicación de casos

El número de personas insumisas creció exponencialmente con el paso de los años. Los juicios pasaron a ser de carácter civil por la entrada en vigor de la PSS. Las historias son innumerables. Otros hitos a tener en cuenta tuvo lugar en 1991 en Albacete. Allí tuvo lugar el primer juicio contra insumisos a la PSS. Los juicios siguieron mientras la administración ejecutaba esa “represión selectiva” o “de baja intensidad”. Entre otras cosas esto derivaba en diversidad de condenas dependiendo del juez en cuestión e incluso absoluciones.

El periodista Joan Canela es autor del libro ‘Insubmissió. Quan joves dearmats van derrotar a un exércit’ (Sembra Libres, 2019). También fue activista, en su caso del Mili KK. “El movimiento fue muy potente pero más tarde, no en sus primeros años”, señala a este medio. Canela destaca que la estrategia a seguir era dura, había que asumir que se iba a la cárcel y no se sabían bien las consecuencias de las acciones. “Al principio hubo muchas dudas y debates, si seguir una estrategia u otra, si había posibilidades, etc.”. El periodista recuerda además la actuación del PSOE amnistiando a todos los objetores acumulados en espera de aprobar la nueva ley. “Se hizo para quitarse un grueso de activismo de en medio”, afirma.

“El movimiento antimilitarista fue muy capilar. En número y cantidad, Catalunya y País Vasco fueron los puntos fuertes, pero hubo insumisos en todos sitios. En sitios con escasa presencia de movimientos sociales alternativos, había insumisos. Fue muy generacional y transversal”, describe este periodista. Además, destaca la coordinación estatal que había entre diferentes partes del Estado. El MOC y el Mili KK eran coordinadoras estatales, asamblearias. Tenían núcleos locales, intercomarcales y una coordinación estatal que cada dos meses iba a Madrid a reunirse durante el fin de semana.

“Era un nivel de militancia muy intenso, la gente estaba muy comprometida”, señala. La actividad era incesante, y en época pre-redes sociales. “Era muy espectacular, detenían a dos insumisos en Sevilla y desde allí llamaban por teléfono, local por local, a todo el Estado. A la mañana siguiente ya había concentración en Valencia, Madrid, etc. Había cierta cohesión de colectivo. Eso ayudó mucho a mantener la lucha contra la represión”, argumenta Canela.

Esa coordinación estatal la vivieron personas como Carlos Herrero Canencia. En 1988 descubrió el movimiento insumiso mientras estudiaba Filología en la Universidad Complutense. Además, participó en unas pioneras jornadas antimilitaristas en Zaragoza ese mismo año. “Me daba al principio mucho miedo, era algo ilegal, podías entrar en la cárcel”, reconoce. Su condición de homosexual, además, fue relevante para su lucha. “Tenía claro que el ejército era un sitio completamente homófobo. En el juicio, una de las razones que alegué era el hecho de ser gay y estar en contra del ejército por su homofobia”, afirma. En marzo de 1990 se presentó como insumiso y tuvo el juicio cuatro años más tarde.

Herrero pertenecía a la Coordinadora Antimilitarista. “Fueron años de muchísimo activismo, dando charlas, montando manifestaciones, acompañamiento a los presos, etc. En Madrid se hizo un trabajo antirrepresivo muy importante”, comenta. Recuerda una acción concreta en la prisión militar de Alcalá de Henares, donde el director de la prisión provocó agresiones entre algunos soldados presos y los insumisos. A él le tocó visitar a los presos el día de los hechos. “Llegué a casa, llame a toda la gente, se organizó mucho follón, una manifestación, etc. Aparte de que fue algo muy bonito y surgió un efecto grande. Contamos con el apoyo de varios diputados y el director de la prisión se acojonó”, señala.

Aquello fue en 1998. Pero antes, Herrero pasó por su proceso judicial. Juicio. “Fue, por un lado, muy tenso y por otro muy emocionante porque se montó un acto de solidaridad brutal. En el momento del discurso final vi que había entrando gente y la sala estaba hasta arriba”, apunta. Su condena fue de un año de cárcel por lo que te podían hacer firmar la libertad condicional y no entrar. “Me pasaba que no sabía qué hacer. Si firmaba me quitaba de problemas. Fue muy duro pero no lo firmé. Me volvieron a llamar pidiendo que firmara un papel diciendo que no había firmado el otro papel. Yo dije que no iba a firmar ya nada. Los meses que mayor tensión tuve fueron ahí cuando tenía la orden de búsqueda y captura. Me podían detener en cualquier momento”, recuerda.

La estrategia pasaba por elegir alguna acción concreta llamativa para provocar la detención y darle un sentido político. Pero había mandos policiales y políticos que preferían no dar más publicidad al movimiento y no los detenían. Finalmente, Herrero se presentó a entregarse junto con tres compañeros más. “Convocamos a la prensa y una concentración y fuimos. Fue muy emocionante, tener a toda la gente coreándote y gritando consignas mientras entras en prisión”. Cumplió su condena en Carabanchel, luego en Yeserías y finalmente en Valdemoro en régimen abierto. Desde entonces ha seguido vinculado a movimientos sociales y ha impulsado un colectivo en Madrid de Docentes LGBTi.

Referente de los movimientos sociales actuales
“Nuestra lucha sigue siendo un referente para los movimientos sociales”. Habla con José Manuel López, activista antimilitarista que formó parte del MOC desde el año 1987. Él estuvo presente, acompañando, aquel 20 de febrero, en Madrid en la primera presentación de insumisos pese a que todavía no lo era.

También pasó por la cárcel. “Hubo jueces que pensaban que no deberíamos ir a la cárcel y se inventaban eximentes. Es lo que pasó en mi caso, me condenaron a 6 meses”. Un tiempo que repartió entre las cárceles de Carabanchel y Valdemoro. “La PSS no tenía ninguna intención social, era simplemente un castigo. Durante los años que duró era una chapuza. Muchas organizaciones sociales se negaron a colaborar con el Estado. Como Cáritas, por ejemplo”, apunta.

Recuerda este activista aquellos años al movimiento “bastante coordinado y con muchos colectivos”. Y señala su vigencia. En su caso, el MOC pasó a llamarse Alternativa Antimilitarista. “A día de hoy se nos sigue llamando en muchos movimientos para pedirnos talleres sobre acción directa no violenta, desobediencia civil, campañas, etc. Desde el 15M hasta los movimientos por la crisis climática”.

Y es que los insumisos fueron en cierto modo pioneros en acciones llamativas. “Lo de colgarse de una pancarta en un puente, encadenarse en juzgados, ocupar cuarteles, etc. Fueron los primeros en actuar de esa forma. Supieron usar los medios de forma muy inteligente”, apunta por su parte el periodista Canela.

“El hecho de la desobediencia civil tiene una capacidad de impacto enorme. Se pusieron en juego todo un repertorio de acciones que de alguna manera fueron novedad y lograron que el movimiento tuviera mucha visibilidad: acciones en los cuarteles con las entregas de insumisos, encadenamientos en el gobierno militar, en el cuartel general del ejército, etc. Con no mucha gente lograbas un impacto enorme”. Quien habla es Nacho Murgui, insumiso en los años 90 y actual concejal de Más Madrid en el Ayuntamiento.

El movimiento, como decía López, sigue vigente. Su “horizonte utópico” es la desmilitarización de la sociedad. Por ello han desarrollado varias campañas. Una, contra el gasto militar. Más antigua aún que la insumisión que es la objeción fiscal a los gastos militares. Se lleva haciendo desde principios de los años 80. “En el 15M tuvo un importante impulso”, apunta López. También se realizan campañas contra fabricación y venta de armamentos, que incluye, por ejemplo, denunciar las ferias de armas que se celebraban en Ifema. La militarización de las fronteras, en colaboración con otros colectivos como Caravana Abriendo Fronteras, es otro de los temas que siguen.

Amplio apoyo social
“En el tiempo que estuve en busca y captura a mí me avisaban todo el rato los vecinos. El frutero de la esquina, que no era un hombre de izquierdas precisamente, estaba pendiente y cada vez que veía alguna cosa extraña de que fueran a por mí, me avisaba. Lo viví con mucho apoyo, se generó una comunidad potente”. Son los recuerdos de Murgui, que fue juzgado en 1996 tras estar más de un año en busca y captura. En su caso, optó por no asistir a la citación judicial y formaba parte de un pequeño colectivo autónomo madrileño.

Una de las acciones que realizaban era mandar cartas a los juzgados, una vez citados a declarar, exponiendo sus razones políticas para no asistir. "No reconozco a ningún tribunal la capacidad de juzgar las conciencias y mucho menos a un movimiento social ampliamente reconocido por la población”, destaca uno de los alegatos de Murgui en su momento.

“El rechazo a la mili era compartido por la mayoría de la sociedad, era muy transversal”, destaca el actual concejal. La gran cantidad de personas que se fueron declarando insumisas suponía un problema incluso práctico a la hora de que el Gobierno aplicará la ley. “Era una ley inaplicable por la extensión del movimiento de desobediencia civil”, comenta.

Por su parte, el periodista Canela comparte que la insumisión generaba muchas simpatías sociales. Y además pone de relevancia que, visto desde la perspectiva actual, al movimiento insumiso lo trataban muy bien en los medios de comunicación. “En el momento, el movimiento no se sentía demasiado apoyado. Pero si lo comparas con cómo se tratan ahora los movimientos similares, es impresionante. Destacaban al movimiento antimilitarista como un actor político, no como una tribu urbana. Después sacaban las barbaridades del ministro o artículos criminalizando. Pero también salía la otra parte. No fue un apoyo pero sí una cobertura seria”. Un ejemplo: el diario El País publicó un artículo de Moragriega e Hinojosa el día que fueron juzgados.

Otro aspecto curioso fue la cierta presencia del cristianismo de base. “El MOC, en sus orígenes, tiene cierta conexión con el cristianismo de base”, destaca el periodista. Conviene recordar que el mencionado Pepe Beunza venía de ahí. Esas conexiones se van diluyendo a partir de los 80 y 90 pero agrupaciones con peso en la base, como Justicia y Pau, representada por Arcadi Oliveres, tuvieron su importancia. No obstante, aunque desde la jerarquía católica tuvieron su reflexión interna, se hizo una pastoral criticando a los insumisos. “La Iglesia en sí no apoyó nunca la insumisión”, apunta Canela.

Un movimiento que logró vencer
La mili acabó porque el gobierno de José María Aznar lo pactó con la CIU de Jordi Pujol en el famoso pacto del Majestic, en 1996. Se hizo efectiva en 2001. “En una década acabar con la mili está bastante bien. Teniendo en cuenta que veníamos de una dictadura militar, que el ejército en este país era una institución sagrada, el éxito es bastante grande, nosotros así lo vivimos. Supuso un impulso importante y 30 años después seguimos luchando”, señala López.

“El movimiento murió de éxito. Al principio todos los insumisos formaban parte de un colectivo, estaban coordinados, tenían abogados del movimiento. Pero llega un momento en que se desborda, empiezan a salir montones de insumisos, no se pueden juzgar a todos. Se creó como un manual para hacer campañas, se replican de formas autónomas, se desbordó el movimiento”, destaca, por su parte Canela. El periodista considera que el movimiento no tuvo la fuerza necesaria para vender políticamente su victoria. “Creo que estaba un poco decaído pero también hay que entender que del 89 al 92 o 93 fue la dinámica de activismo frenético. Desgastó a muchos activistas. En el 95 o 96 había mucha gente en segunda línea porque no podía más”, añade.

“Fue una victoria enorme. El movimiento partía de un discurso de mayor alcance, logró acumular mucha fuerza contra la mili pero cuando esa cuestión se acaba, el movimiento antimilitarista queda mucho más aislado de la sociedad”, apunta Murgui. Considera, además, que “cuando los movimientos sociales logran algunos de sus objetivos muchas veces languidecen”. Murgui reconoce que no recuerda que por ejemplo hubiera actos celebrativos. “En estos ámbitos siempre tenemos un carácter muy crítico y cuesta reconocer las victorias. Pasa en los movimientos sociales y en la izquierda. Pero el acabar con una institución como la mili, tan arraigada en un país como éste, tiene un mérito tremendo, fue una transformación de un alcance tremendo. No se ha reconocido, ni siquiera por quienes formamos parte de él, el papel que tuvo el movimiento”, concluye.

2019/07/07

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | EL MOVIMIENTO DE INSUMISIÓN EN NAVARRA | 3. FIN DE CICLO

El movimiento de la insumisión en Navarra (y III): fin de ciclo.
La insumisión, que logró en Navarra un apoyo social trasversal sin precedentes, ganó la batalla de suprimir la mili en 2001.
Pedro Oliver Olmo | Noticias de Navarra, 2019-07-07
https://www.noticiasdenavarra.com/sociedad/2019/07/07/movimiento-insumision-navarra-iii-ciclo-2379106.html 

Por si hubiera alguna duda, a partir de 1994, y con una nitidez especial y algo escabrosa desde la dispersión de los insumisos en septiembre de ese año, la singularidad represiva de la insumisión navarra era ya demasiado visible desde todos los puntos del Estado, una imagen que hubo de perseguir constantemente al biministro socialista Juan Alberto Belloch y a sus aliados: ¿cómo podía haber centenar y medio de insumisos presos sólo en Pamplona y apenas unas decenas en el total de las prisiones de España? Todo indica que aquello, lejos de amilanar a los insumisos presos, por la dureza que desprendía y el sacrificio que conllevaba, coadyuvó a aquilatar su capacidad de resistencia. Por su parte, los insumisos dispersados también eran fuente de agitación propia, por los apoyos que recibían y por las visitas (incluyendo las de parlamentarios). La resistencia y la capacidad de nuevas iniciativas que se desplegaron entre 1994 y 1996 fue realmente encomiables, el culmen de una movilización ya veterana, con repercusiones que lógicamente trascendían con mucho las fronteras de la Comunidad Foral.

El rechazo a la mili se generalizaba por toda la sociedad española y más aún en Cataluña, País Vasco y Navarra. Las juventudes de UPN, IU, HB y EA se posicionaron contra el SMO. Por aquel entonces la objeción de conciencia se disparaba ya a cifras gigantescas. Sin embargo, el Estado se mostraba incapaz de dar una solución al colapso: las plazas para la prestación social sólo cubrían un tercio de la demanda. El 60% de los jóvenes navarros dijeron “no a la mili”, o con la objeción de conciencia o con la insumisión. Si el CNOC había reconocido a 4.610 objetores navarros hasta 1995, de los que 1.216 correspondían a 1994, ya en 1997 el número de objetores superaría por primera vez en Navarra al de reclutas.

Así las cosas, por fin, pero de qué manera, parecía hacerse realidad el lema que tanto se gritaba por las calles de Pamplona: “No hay prisión que pare la insumisión”. El Código Penal de 1995 lo ratificaba. En 1996, el nuevo gobierno del PP, por exigencias de sus socios nacionalistas vascos y catalanes, quienes a su vez se veían obligados a contentar la enorme presión ‘antimili’ de sus poblaciones, anunció la abolición de la mili en 2003. La crisis del sistema de reclutamiento entraba en su fase final, y la objeción y la insumisión también.

El movimiento insumiso navarro en pleno (MOC-KEM, Kakitzat, GAS, Nafarroa Intsumitua y AFOINA) rechazó contundentemente las nuevas penas del Código Penal, aquello que sin ambages se llamará “la muerte civil” de los jóvenes insumisos, por las largas condenas de inhabilitación que podrían recibir, un sintagma que, por cierto, ya había sido formulado en el tardofranquismo contra los objetores de conciencia, “muerte civil”, dejar a los jóvenes disidentes inermes por largo tiempo, no aptos para la función pública, con un futuro lleno de dificultades.

Tanto en la cárcel de Pamplona (con la ‘Huelga de frío’, por la que cada insumiso preso iba tan sólo vestido con una manta), como en la calle, se realizaron acciones contra el cambio en la penalización, algunas multitudinarias (caso de muchas manifestaciones, el ‘Intsumisio Eguna’ de Kakitzat en Berriozar y las inagotables marchas a la cárcel de los familiares de AFOINA).

En 1996 se creó EUDIMA, asociación de ayuntamientos insumisos. El Ministerio de Defensa llegó a denunciar a 63 ayuntamientos por no alistar a los reclutas (25 de los municipios tenían alcalde de HB). Se trataba de otra importante cosecha en la socialización del mensaje antimilitarista, aunque no sería la última: por ejemplo, en 1997 se presentó en Pamplona la campaña Insumisión Rosa (o Insumisión Marica), bajo la promoción del colectivo EHGAM, para denunciar el machismo y la homofobia de los ejércitos y para hacer valer la profundidad de ese debate también en el seno del movimiento antimilitarista y de insumisión.

El MOC inició en 1997 a nivel estatal una nueva estrategia, la ‘Insumisión en los cuarteles’. En ella, y en su diseño, participaron varios insumisos navarros. A partir de 1998 volverá la imagen de los Consejos de Guerra: los navarros Tasio Ardanaz y Jesús Belascoain fueron juzgados por tribunales militares en A Coruña y, condenados a dos años y cuatro meses, cumplirían condena en la prisión militar de Alcalá Meco. En 1998, mientras que la movilización amainaba (en general, tanto en Navarra como en todos los territorios del Estado español), o en todo caso se focalizaba en apoyar la insumisión en los cuarteles (incluso con acciones directas muy audaces, como subirse al tejado del cuartel de Aizoáin), entró en vigor una nueva LOC con carácter retroactivo que igualaba la duración del SMO y la PSS y pasaba a la reserva a miles de objetores en situación de espera. Cerca de 2.000 objetores navarros pasaron a la reserva sin hacer la PSS. La bolsa de los pendientes por prórroga superaba ya el millón de personas en todo el Estado. La crisis del sistema de reclutamiento no se aliviaba con paliativos. Así la ‘mili’ no llegaría a 2003. Popularmente se generalizó una idea jocosa: comienza la campaña ‘tonto el último’.

Por fin, en 2001, quedó legalmente “suspendido” el SMO al tiempo que concluía con éxito evidente un largo ciclo de tres décadas de desobediencia civil. No era de extrañar que aquel primer objetor de 1971, Pepe Beunza, quien conoció las prisiones militares del franquismo por su antimilitarismo y ‘noviolencia’, acudiera en 2001 a la prisión militar de Alcalá Meco a recibir y abrazar a los últimos insumisos.

Pedro Oliver Olmo. Profesor de la Universidad de Castilla La Mancha y colaborador del Instituto Navarro de la Memoria.

2019/07/06

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | EL MOVIMIENTO DE LA INSUMISIÓN EN NAVARRA | 2. EL 'PLANTE'

El movimiento de la insumisión en Navarra (II): el ‘plante’.
El movimiento insumiso respondió al intento de desactivar las protestas del Estado quebrantando el tercer grado de las condenas para devolver el conflicto a las cárceles y las calles.
Pedro Oliver Olmo | Noticias de Navarra, 2019-07-06
https://www.noticiasdenavarra.com/sociedad/2019/07/06/movimiento-insumision-navarra-ii-plante-2380479.html 

El primer “plante” se llevó a cabo el 13 de diciembre de 1993: 4 lo hicieron en Bizkaia, 3 en Asturias, 2 en Tenerife, 1 en Albacete y ¡35 en Pamplona! Antes de la acción de presentación, en la parroquia de la Txantrea, los insumisos que quebrantaban públicamente su condena eran acogidos en los hogares amigos, personalidades y líderes sociales, que de esa manera también se exponían penalmente. El número tan alto de insumisos que quebrantaron el tercer grado en Pamplona de nuevo llevó a la prisión provincial al borde del colapso, sensación que se agravaba sólo al pensar que se preparaban nuevos “plantes” (desde el principio se especuló con el riesgo de una dispersión de insumisos, a veces como un temor, a veces como una amenaza). El contundente “plante” navarro cosechó el beneplácito y la admiración de las organizaciones que apoyaban el movimiento de insumisión. Miles de personas abrazaron emocionalmente a los “plantados” en las calles de Pamplona, dándoles aliento y fuerza. Desde entonces las manifestaciones fueron normalmente multitudinarias, como las marchas semanales a la cárcel de Afoina. El segundo “plante” se realizó el 20 de febrero de 1994, con 13 insumisos encerrados en la UPNA. Desde diciembre de 1993 y a lo largo del período 1994-96, el movimiento insumiso desplegó todo un rosario de iniciativas de agitación política. Volvieron las ocupaciones del balcón del PSOE y de la Cruz Roja, las manifestaciones de estudiantes de la UPNA y de institutos, etcétera.

En esta tesitura de la movilización, mucho más antirrepresiva que nunca, nacieron nuevos colectivos (locales o comarcales, como Erriberako Kakitzat, y otros con vocación coordinadora, como Nafarroa Instsumitua, que albergaba identidades ideológicas de la izquierda abertzale y ‘taldes’ y personas que dentro del movimiento insumiso no se sentían representados por los colectivos centrales del movimiento antimilitarista, KEM-MOC y Kakitzat). Durante la primavera-verano del 94, mientras continuaba la estrategia del quebrantamiento de condena, desde la hacinada cárcel de Pamplona se agitaba la calle: en un sentido plenamente antimilitarista, con la huelga de hambre de mayo, bajo el lema “No des de comer a los ejércitos”; y en un sentido anticarcelario, con la denuncia de las condiciones de vida en la prisión. Se usarán técnicas de desobediencia civil dentro de la prisión, desde “motines no violentos y festivos”, como el que se generó ante el cierre de los patios que pretendía evitar que los insumisos presos disfrutaran del txupinazo alternativo con el que iban a homenajearlos desde la calle el día de la gran fiesta pamplonica, hasta plantarse en comedores y galerías para protestar por distintas muestras de violencia institucional con los presos sociales, sobre todo con los más débiles o debilitados por el propio encarcelamiento, la drogadicción o el sida.

La lucha anticarcelaria conseguía salir a la luz, a través de cartas y artículos y con una publicación propia y manuscrita, el magazín ‘Giltzateko Paranoiak’, que los colectivos de apoyo imprimieron y distribuyeron con provecho. Desde agosto se denunció una “escalada represiva” dentro de la prisión que culminó el 8 de septiembre con la dispersión de 8 insumisos. El movimiento insumiso, pero también buena parte de la sociedad navarra, tragó saliva aquel día, entre la estupefacción y el miedo. Hasta el presidente Alli se dirigió a Belloch para pedirle el retorno inmediato de los insumisos. No faltaron reacciones oficiales de otro tenor. UGT y la dirección de la prisión defendieron la dispersión por el mal comportamiento de los insumisos, incluso violento (una acusación que generó una cadena de reproches contra quienes intentaban criminalizar a los insumisos). Belloch se vio obligado a maniobrar otra vez, preanunciando la futura “despenalización carcelaria de la insumisión” en el nuevo Código Penal.

La asamblea de insumisos presos organizó todo un plan antirrepresivo y en solidaridad con sus compañeros dispersados, en principio, con una huelga de hambre que duró tres semanas. El mejor plan era proseguir la lucha anticarcelaria y agitar la movilización antimilitarista, objetivos que consiguieron mantenerse vivos hasta el final. Mucho más difícil, evidentemente, era mantener el nivel de debate, cohesión y espíritu de lucha en el entorno de los insumisos presos en tercer grado, colectivo a su vez muy numeroso. Pero se intentaba. Los insumisos en 2º grado realizaron un sinfín de iniciativas y movilizaciones exigiendo el retorno de los compañeros dispersados, y muchas acciones desobedientes, como el despliegue de pancartas en el patio y una llamativa “huelga de frío” contra la nueva penalización del Código Penal. En definitiva, acciones directas con mensajes antimilitaristas que en cualquier caso chocaban con la reglamentación penitenciaria, sin dejar de lado la publicación del magazín ‘Giltzateko Paranoiak’ y redactar un anuario y un detallado informe dirigido a la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento foral sobre la realidad de las condiciones de vida en la prisión.

El movimiento antimilitarista persistía en la estrategia del “plante” mientras preparaba el rechazo del nuevo Código Penal. En mayo del 95 se realizó el séptimo “plante” de insumisos navarros, y primero de la Ribera (donde la insumisión se unía a la lucha contra el polígono de las Bardenas), pero la estrategia del “plante” aún continuaría después. De entre 1995 y 1996 son innumerables las iniciativas en barrios y pueblos, las mociones institucionales, los encadenamientos y otras acciones directas no violentas, sobre todo con motivo de presentaciones públicas de insumisos que quebrantaban la condena. En la calle, al calor de la lucha de los insumisos presos, se realizaron ayunos y movilizaciones en institutos y en la UPNA (incluso cosechando el apoyo oficial de la universidad). No faltaron a su cita semanal las incansables madres y familiares de Afoina con sus marchas a la cárcel, como no se apagaba nunca el aliento de la ‘Eguzki Irratia’. El período de movilización del “plante” dio mucho de sí hasta que la excarcelación y el anuncio del fin de la mili trajeron un aire fin de época. Había que cerrar el ciclo.

Pedro Oliver Olmo. Profesor de la Universidad de Castilla La Mancha y colaborador del Instituto Navarro de la Memoria.

2019/07/05

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | EL MOVIMIENTO DE LA INSUMISIÓN EN NAVARRA | 1. EL VERANO CALIENTE DEL 93

El movimiento de la insumisión en Navarra (I): El verano caliente del 93.
Navarra fue desde el principio el epicentro del movimiento de objeción de conciencia e insumisión tanto en compromiso juvenil como en respuesta social y represión policial o judicial.
Pedro Oliver Olmo | Noticias de Navarra, 2019-07-05
https://www.noticiasdenavarra.com/sociedad/2019/07/05/movimiento-insumision-navarra-i-verano-2380380.html 

Un año después de haberse iniciado la campaña de insumisión comenzó a certificarse su impacto político y su éxito social en todo el territorio estatal, y más aún en el País Vasco y Navarra. La intensa actividad desplegada por los colectivos antimilitaristas navarros (KEM-MOC, Kakitzat y GAS) iba ya acompañada de la creación de otros colectivos de insumisión en barrios y pueblos, a veces con una identidad autónoma respecto de los colectivos centrales del movimiento antimilitarista. Desde principios de la década, entre contradicciones y polémicas, se iría notando también la incorporación de la izquierda abertzale a un movimiento que se agrandaba.

En marzo de 1990, mientras que el KEM-MOC destacaba ante la prensa navarra el fracaso político que suponía para la imposición de la ‘mili’ la “no represión fuerte del Gobierno”, Kakitzat conseguía llenar el Pabellón Anaitasuna con un concierto de Tahúres Zurdos, Reincidentes y La Polla Records. La insumisión daba muestras de ser ya todo un fenómeno social y cultural que se extendía. La represión efectiva (aunque minoritaria y selectiva) suponía un alto coste político para el Gobierno. Cada juicio, cada acción frente al Gobierno Militar de Pamplona, cada detención y cada encarcelamiento, multiplicaban los apoyos sociales al movimiento insumiso. Y a todo ese impacto se unirá entre 1990 y 1991 el escándalo de los desertores de las corbetas que participaban en el conflicto del Golfo Pérsico.

En 1991 el Gobierno maniobró cambiando la Ley del Servicio Militar para poner fin a la mala imagen de los consejos de guerra. También comenzó la represión de los insumisos a la PSS. Para finales de 1992 estaban señalados más de 40 juicios en Pamplona. Navarra ya no iba a destacar por el elevado número de insumisos, también lo haría por la represión masiva de la insumisión. Si los señalados antes de la modificación de la ley del servicio militar eran condenados a 1 año, los “nuevos” tendrían que sufrir 2 años, 4 meses y 1 día. Pero los primeros, bajo el lema “o todos o ninguno”, rechazaron el beneficio legal “en solidaridad con sus compañeros”. Y así fue como la cárcel de Pamplona se fue llenando de insumisos: 28 había en junio de 1993, mientras que otros 15 estaban pendientes de ingreso.

En Pamplona, y ya por muchos lugares de Navarra, seguía extendiéndose el tejido de grupos, asambleas y coordinadoras de apoyo a la insumisión. En 1992 se había constituido Afoina, la asociación de familiares que potenciaría la presencia de la insumisión en la calle además de llevarla a las instituciones. Mientras continuaba la intensa actividad judicial contra los insumisos, se reduplicaban las acciones y protestas, los conciertos y las manifestaciones, las autoinculpaciones, las mociones institucionales, los posicionamientos de partidos y sindicatos, y, en fin, un gran ruido mediático que nunca amainaba. Era el verano caliente de la insumisión. Antes de San Fermín 93 una huelga de hambre de insumisos presos espoleó la protesta de manera persistente y multitudinaria. El eco del txupinazo alternativo hubo de escucharse en Madrid. Al término de las fiestas, casi 40 insumisos estaban encarcelados en Pamplona.

Mientras que la justicia navarra procedía con frenesí, las instituciones políticas forales empezaban a resentirse: la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento navarro solicitó reformas legales, UPN y PSN reconocieron la sensibilidad social mayoritaria hacia los insumisos y pidieron al Gobierno de España su excarcelación. Esto último incidía de manera controvertida dentro de un movimiento que estaba practicando la desobediencia civil ‘no violenta’ y encaraba la represión carcelaria como una oportunidad para el cambio político. Distintas culturas políticas de varias generaciones vivas (las izquierdas antifranquistas, radicales, abertzales, los movimientos sociales, autónomos y libertarios) se retrataron en aquella tesitura. MOC y Kakitzat respondieron rechazando cualquier paliativo que no conllevara la abolición de la conscripción, una posición ciertamente difícil de asumir por los familiares de los represaliados.

Con todo, el movimiento insumiso demostraba haberse granjeado un gran afecto social, mientras se empezaba a hacer visible la crisis del sistema de reclutamiento. El Gobierno reconoció que estaba ante un problema de Estado. Faltaban reclutas en algunos cuarteles. Se admitía el fracaso de la PSS: a mediados de 1993, una inspección oficial determinó que “no había actividad” comprobable en el 25% de los casos. El ministro Belloch quiso atajar la crisis en agosto del 93 con un cambio en el Reglamento penitenciario, lo que suponía el pase al tercer grado de los insumisos presos. Intentaba transmitir la imagen de una (falsa) despenalización. Los insumisos presos abandonaron con sana satisfacción la prisión. Eran más de 50 insumisos los que debían presentar cartas de trabajo para justificar su pase al tercer grado, entre polémicas internas, amenazas institucionales e incumplimientos. Las organizaciones antimilitaristas calibraban la respuesta. Mientras tanto, continuaba aumentando el número de insumisos en la prisión pamplonesa que eran declarados en tercer grado con más o menos rapidez. La cifra causaba asombro. Se acercaba al centenar.

El movimiento antimilitarista contestó a nivel estatal con una estrategia radical pero coherente respecto de su trayectoria desde los años 70 y 80: si nunca aceptó ni castigos ni componendas que apuntalaran la conscripción, menos se aceptarían ahora, cuando la “puta mili” estaba en sus horas históricas más bajas. Otra vez el vértigo de la desobediencia. Habrá un antes y un después del primer “plante”.

La apuesta era arriesgada, aumentaba mucho el nivel de compromiso y renuncia del insumiso, y tenía pegas organizativas evidentes, como la disrupción funcional que provocaría la partición entre presos de segundo y de tercer grado. Sin embargo, el hecho de que en algunas prisiones quebrantaran la condena unos pocos insumisos presos, junto con el abultado número de los de Pamplona, iba a desencadenar un impacto profundo en la opinión pública del país y en la política de Estado. El fenómeno de la insumisión no quedó desactivado políticamente después del verano caliente del 93. Al contrario. El “plante” acrecentó la influencia de la desobediencia civil antimilitarista en la crisis final del sistema de reclutamiento.

Pedro Oliver Olmo. Profesor de la Universidad de Castilla La Mancha y colaborador del Instituto Navarro de la Memoria.

2017/06/23

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | LA INFAME ORDENANZA DE RENFE QUE PRETENDÍA "LIMPIAR DE MARICAS" LAS ESTACIONES

Protesta contra la discriminación del 'código 54' de RENFE

25 años de la infame ordenanza de RENFE que pretendía “limpiar de maricas” las estaciones de tren.

Strambotic, Público, 2017-06-23

https://blogs.publico.es/strambotic/2017/06/renfe-maricas/ 

Ha pasado ya un cuarto de siglo desde el fastuoso 1992, año del quinto Centenario, de las Olimpiadas de Barcelona y el AVE a Sevilla, entre otros muchos hitos que nos hicieron creer que vivíamos, ya no en la modernidad, sino directamente en el futuro. Pero cuando vemos las fotos, vemos los programas de la tele o rebuscamos en la hemeroteca nos encontramos con un país rancio y de una moral tercermundista. Un país en el que un alcalde "democrático" se vanagloria de pasar por el túnel de lavado, a la fueza, a los punkis que acudían a la Semana Grande de Bilbao. Un país en el que los "maricas" (lo de "gays" aún no se estilaba y las lesbianas directamente no existían) eran considerados "grupos de riesgo", en el mismo saco que yonkis, insumisos, menesterosos y otros detritus sociales.

La vetusta RENFE estaba en aquel 1992 en pleno proceso de modernización, subiéndose al tren de la alta velocidad, de modo que la empresa pública también decidió darle un lavado de cara a las estaciones. RENFE distribuyó entre el personal de sus estaciones una circular, el infame código 54, en la que se ordenaba identificar y expulsar a "homosexuales, drogadictos, prostitutas, objetores de conciencia y otros grupos de riesgo" de sus estaciones. Nada casualmente los mismos que quería exterminar Travis Bickle en el degenerado Nueva York que muestra 'Taxi Driver' un par de décadas antes. Nos llevan años de ventaja.

¿Por qué esa demonización de los maricas? "Porque en aquella época, y a falta de otro sitio, muchos encuentros sexuales furtivos entre gays tenían lugar en los urinarios de los parques o estaciones de tren o de autobús", me cuenta por teléfono José García, que sufrió, vivió y combatió aquella normativa desde la Radical Gai, una organización de "maricas beligerantes" caracterizada por el compromiso social. El relato de la protesta contra RENFE está narrado en un artículo firmado por el propio García en el blog Cuerpos Periféricos en Red:

"Renfe se decidió a acosar a este tipo de personas asignándoles el código de incidencias número 54. Era una circular interna. Pero se filtró rápida y anónimamente. Primero cayó en manos del Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC), luego se discutió en la Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español (COFLHEE), luego con los Colectivos de Feministas de Lesbianas, luego con el Movimiento de Objeción de Conciencia y otras organizaciones antimilitaristas. La llama de un orgullo indignado había comenzado a prender en los estertores de aquel fin de siglo de signo tan mortecino que nos había tocado vivir".

Puede que, de conocerse hoy semejante circular, todo se hubiera despachado con un hashtag #RenfeHomófoba y un tibio llamamiento al boicot. Quién sabe. Pero aquellas maricas (utilizo el mismo término que enarbola García en el artículo y en nuestra conversación) estaban cabreadas y decidieron salir del armario montando bulla.

"A principios de mayo de aquel año, la COFLHEE anunciaba en rueda de prensa que se ocuparían estaciones ferroviarias y trenes por todo el país en protesta por la aparición y aplicación de esta instrucción de seguridad. El movimiento LGBTI se había empezado a diversificar, y en aquellos meses tuvo lugar en Madrid la aparición de la Radical Gai, a la que perteneció quien esto escribe".

"El código 54 se aplicaba en todas las estaciones de RENFE, pero la protesta fue más fuerte en Barcelona, Euskadi y Madrid, que es donde el movimiento gay era más fuerte", me cuenta el gaditano José García desde Huelva, donde trabaja en la actualidad. "Yo coordiné la protesta de Madrid, en la estación de Chamartín. Desplegamos nuestra pancarta -"RENFE empeora nuestro tren de vida"- en el vestíbulo y tratamos de bajar a los andenes para detener el tráfico, pero la policía debía estar enteradísima porque había cinco furgones de antidisturbios. Éramos más de 100 personas, de las que unas 50 fuimos no detenidas pero sí retenidas (...) Se aplicó por primera vez en el estado la entonces polémica ‘Ley Corcuera’ de Seguridad y se interpuso una denuncia contra nosotros por alteración del orden público".

Al éxito de la convocatoria ayudó mucho su difusión en El País, que entonces era un periódico de referencia para la izquierda, nada que ver con el pasquín que es hoy. Fue la presión de la opinión pública la que obligó a RENFE a recular, revocar la ordenanza y disculparse ante el incipiente colectivo gay: "A la semana, la empresa pública anunciaba a bombo y platillo una línea de descuentos en los trenes para parejas homosexuales que quisieran hacer uso de sus servicios".

El desenlace no puede ser más significativo de la deriva que ha tomado el movimiento de derechos LGTB desde entonces hasta el desfile multi-esponsorizado que tendrá lugar este domingo en Madrid. Según concluye el artículo de García en Cuerpos Periféricos:

"Y así comenzó la operación lavado: de perseguir a los maricones que buscaban sexo furtivo en los urinarios de las estaciones, a fomentar las bendiciones de la pareja estable homosexual. Se iniciaba así un nuevo proceso regulatorio del cuerpo y de la sexualidad del que prefiero dejar a cada uno y cada una sacar sus propias conclusiones".

2017/04/24

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | RENFE, EL CÓDIGO DE LA INFAMIA


25 años del código de la infamia.

Érase una vez que yonquis, maricas, prostitutas e insumisos éramos expulsados de las estaciones de tren.
José García Fernández | Cuerpos Periféricos en Red, 2017-04-24
https://cuerposperifericosenred.blogspot.com/2017/04/25-anos-del-codigo-de-la-infamia.html

Corría la primavera de 1992, cuando los maricas no éramos aún objeto de una regulación económica, jurídica, farmacológica, pornográfica tan rigurosa; cuando el sida diezmaba la vida de compañeros, amigos, trabajadoras y trabajadores del sexo, de tantos usuarios de droga por vía intravenosa; cuando el estado todavía no se había deshecho de esa herencia de virilidad castrense que nos había legado el viejo régimen franquista en forma de servicio militar obligatorio para todas aquellas personas a las que el poder médico asignó el sexo ‘biológico’ varón al nacer; cuando las putas, chaperas, yonquis, maricas, insumisas, maricas insumisas fuimos, por virtud del discurso epidemiológico dominante en aquellas décadas tan aciagas, asimiladas a la categoría de ‘grupos de riesgo’; que a la dirección de seguridad de la empresa pública RENFE se le ocurrió distribuir unas instrucciones internas en las que se ordenaba expulsar de las estaciones de trenes a todos los individuos que aparecieran como miembros identificables con los asimismo denominados en la propia circular de seguridad como “grupos de riesgos”.

RENFE se decidió a acosar a este tipo de personas asignándoles el código de incidencias número 54. Era una circular interna. Pero se filtró rápida y anónimamente. Primero cayó en manos del Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC), luego se discutió en la Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español (COFLHEE), luego con los Colectivos de Feministas de Lesbianas, luego con el Movimiento de Objeción de Conciencia y otras organizaciones antimilitaristas. La llama de un orgullo indignado había comenzado a prender en los estertores de aquel fin de siglo de signo tan mortecino que nos había tocado vivir.

Aquellos apenas eran tiempos para sentar el culo en los despachos de las administraciones públicas, a platicar amigablemente con los responsables políticos sobre la próxima declaración institucional, la próxima izada de bandera, la próxima subvención para sostener opulentas organizaciones sociales de carácter asistencial. Eran tiempos de acción directa. Los culos apoltronados ya vendrían después. Así lo imaginamos. Y así sucedió.

A principios de mayo de aquel año, la COFLHEE anunciaba en rueda de prensa que se ocuparían estaciones ferroviarias y trenes por todo el país en protesta por la aparición y aplicación de esta instrucción de seguridad. El movimiento LGTBQI se había empezado a diversificar, y en aquellos meses tuvo lugar en Madrid la aparición de La Radical Gai, a la que perteneció quien esto escribe, y que con un discurso rupturista e innovador sostuvo siempre entre sus prioridades estratégicas la ocupación de los espacios públicos, la conjura de la violencia que la norma heteropatriarcal instaura en ellos y la erradicación de las formas de exclusión, real y simbólica, de las que seguíamos siendo víctimas los maricones.

En las primeras semanas de mayo se fueron ejecutando los actos de ocupación de las estaciones ferroviarias que se habían anunciado en los principales puntos del país contra la instrucción que tan explícitamente señalaba a drogadictos, homosexuales, objetores y prostitutas como seres indeseables que, decía la empresa pública, perturbaban el viaje de los usuarios de los servicios ferroviarios. Primero se produjeron en Euskadi y Navarra, luego en Barcelona. La última fue en Madrid. En la estación de Chamartín. Varias decenas de esos ‘apestados sociales’ surgimos desde todos los rincones de la estación y extendimos nuestra pancarta: “Renfe empeora nuestro tren de vida”. Recorrimos toda la estación ante el estupor de personal y pasajeros. Llegamos a bajar hasta el andén. Estuvimos en un tris de subir a los trenes para impedir su salida.

Pero aquella era la crónica de una protesta anunciada y vociferada por todos los medios posibles de aquella época pre-2.0. Y no tardaron en llegar varios furgones de la policía antidisturbios. El dispositivo estaba completamente planificado. Sabían lo que iba a ocurrir y en qué momento exacto. Cincuenta personas fuimos retenidas para nuestra identificación. Se aplicó por primera vez en el estado la entonces polémica ‘Ley Corcuera’ de Seguridad y se interpuso una denuncia contra nosotros por alteración del orden público. Pero la batalla de la opinión pública ya estaba ganada. La dirección de la empresa pública se vio acorralada. Y terminó citándonos para llegar a un acuerdo y deshacer el agravio. Así que nos permitimos por un par de horas sentar nuestro culito en los sillones de polipiel tan propios de estos despachos que a la postre terminarían resultándonos tan familiares.

Recuerdo que por parte de los manifestantes acudimos quien todo esto rememora y Empar Pineda, representante de los colectivos de feministas lesbianas. La dirección de RENFE no ofrecía más que sonrojantes disculpas y, desde luego, la paralización de una circular que, según argumentaron, fue producto de un desajuste organizativo. A la semana, la empresa pública anunciaba a bombo y platillo una línea de descuentos en los trenes para parejas homosexuales que quisieran hacer uso de sus servicios.

Y así comenzó la operación lavado: de perseguir a los maricones que buscaban sexo furtivo en los urinarios de las estaciones, a fomentar las bendiciones de la pareja estable homosexual. Se iniciaba así un nuevo proceso regulatorio del cuerpo y de la sexualidad del que prefiero dejar a cada uno y cada una sacar sus propias conclusiones.

1993/02/17

DOCUMENTACIÓN | ACCIONES | EL 70% DE LOS JÓVENES VASCOS Y NAVARROS SE DECLARA OBJETOR DE CONCIENCIA

El 70% de los jóvenes vascos y navarros se declara objetor de conciencia.
Aitor Guenaga Bidaurrazaga | El País, 1993-02-17

https://elpais.com/diario/1993/02/18/espana/729990020_850215.html 

Cerca del 70% de los jóvenes vascos y navarros se declaró objetor de conciencia en 1992 y un 4% del contingente militar se hizo insumiso, según los datos aportados ayer por el Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC). A juicio de los antimilitaristas vascos, este crecimiento de la desobediencia civil ha obligado a la sociedad y a los partidos políticos a tomar una postura de rechazo ante el Ejército, el servicio militar obligatorio y la prestación sustitutoria.

"La sociedad vasca cada vez es más antimilitarista y la insumisión es la herramienta que ha utilizado la juventud para plantarse y desobedecer", según el letrado del MOC Rafael Sainz de Rozas. El 20 de febrero se cumplen cuatro años de las primeras presentaciones de insumisos ante los gobiernos militares. En aquella ocasión se presentaron 65 insumisos en todo el Estado. Hoy día, la cifra de insumisos censados por los grupos antimilitaristas se eleva ya a 3.500, de los que 1.575 proceden del País Vasco y Navarra. Los niveles de objeción han pasado del 12,72% en 1991 al 15,4% durante el pasado año, según datos oficiales. La insumisión en el mismo periodo se ha mantenido en niveles del 0,37%, según el MOC.

Ante la oleada de juicios que se están celebrando en Pamplona en los últimos meses y en solidaridad con los 10 insumisos encarcelados, el MOC ha organizado para el sábado presentaciones ante los gobiernos militares de Euskadi y Navarra. Joseba Lazkano, primer insumiso vasco que ha cumplido la condena por negarse a hacer la ‘mili’, afirmó ayer que "la cárcel no va a cambiar la conciencia de nadie, y menos la de un insumiso".

El abogado del MOC denunció el intento del Gobierno central de judicializar la insumisión y destacó la respuesta de "una gran parte de los jueces que quieren dormir tranquilos y no lo iban a conseguir mientras en sus conciencias les pesara haber encarcelado a gente sólo por no acatar la Ley de Objeción de Conciencia. Esta es la ley más desobedecida de todo el ordenamiento jurídico, actitud de enfrentamiento que genera el mayor apoyo de la sociedad".

Juicio a un insumiso
Por otra parte, Rubén González Cordero Martín, de 20 años de edad, ha sido condenado en Santander a tres meses de arresto mayor por negarse a cumplir el servicio militar y a la prestación social sustitutoria. El ministerio fiscal había solicitado para él 18 meses de prisión menor.

El juez Agustín Alonso Roca hace constar en la sentencia que "la actitud del insumiso no se consolida sobre un mero acto de desobediencia civil, sino sobre unas vías de ejercicio de otro derecho -la objeción de conciencia- que a juicio de Rubén González no son expresión ni cauce formal de las convicciones que le sirven de base ni se adecúan en su desarrollo a las fases que el derecho internacional propugna". Es la primera vez que un juez aplica la atenuante del ejercicio de un derecho.

El joven Rubén González, casado y con un hijo, se había negado a prestar el servicio militar y el social sustitutorio al estimar que "la milicia forzosa es un freno para el desarrollo social y el servicio social sustitutorio refuerza los esquemas propios de aquél".

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // STARS COFLHEE es un trabajo realizado por Julen Zabala Alon...