2022/07/14

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | HACE 25 AÑOS QUE ANDREW CUNANAN ASESINÓ A GIANNI VERSACE: ¿POR QUÉ LO HIZO?

Hace 25 años que Andrew Cunanan asesinó a Gianni Versace: ¿Por qué lo hizo?
Tras la muerte de Gianni Versace se llegó a señalar a la mafia calabresa, pero luego se descartó. Antes de matar al diseñador, Andrew Cunnanan había matado a otros tres hombres.
Rafael Muñoz | RTVE, 2022-07-14
https://www.rtve.es/television/20220714/muerte-gianni-versace-asesino-andrew-cunnanan-testamento/2388298.shtml 

Tenía por costumbre madrugar, salir a comprar la prensa y desayunar rodeado de periódicos y revistas. Ese día no iba a ser una excepción, pero Gianni Versace no pudo completar su ritual matutino. Por muy poco. Compró la prensa y al llegar casa metió la llave en la cerradura, pero no puedo entrar. Dos tiros certeros acabaron con su vida. El diseñador murió el 15 de julio de 1997 a las 8:40 horas a las puertas de Casa Casuarina: la sangre tiñó de rojo las escaleras de la mansión y luego el negro tiñó de luto el mundo de la moda. ¿Quién era el asesino? ¿Qué relación había entre ellos? Los primeros que vieron el cuerpo sin vida de Gianni Versace fueron su novio, Antonio D'Amico, y un empleado de la casa, el cocinero Charles Podesta. Luego llegó la policía y empezó con la investigación. Merisha Colakovic, la única persona que lo vio todo, dijo a los agentes que había sido un hombre que llevaba camiseta, pantalón corto, zapatillas, gorra y mochila al hombro. Así iba vestido Andrew Cunnanan, que tras matar a Gianani Versace se fue caminando por Ocean Drive. ¿Por qué lo hizo? Los agentes le localizaron en una casa flotante y él, acorralado y sin salida, tardó cuatro horas en tomar una decisión: pegarse un tiro en la cabeza con la misma pistola que había matado antes.

Andrew Cunnanan mató antes a tres hombres

El FBI habló con todo el entorno de Cunnanan y descubrieron que no era su primer asesinato, pues meses atrás había matado a tres hombres: en Minesotta asesinó a Jeffrey Trail, un ex oficial de la marina norteamericana, machacando su cabeza a martillazos; en Chicago mató a Lee Miglin, un empresario de 72 años que estaba locamente enamorado de él; y luego asesinó a un policía para robarle una furgoneta e ir a Miami. También se descubrió que Andrew conoció a Gianni Versace en una discoteca gay y que se obsesionó con él, aunque otra versión dice que en realidad estaba obsesionado con un amante del diseñador. La teoría de que se trataba un ajuste de cuentas de la mafia calabresa hizo correr ríos de tinta, pero nunca llegó a probarse.

Andrew Cunanan había nacido en National City, San Diego. Era el pequeño de cuatro hermanos, su madre, italiana, era ama de casa y su padre, filipino, era un corredor de bolsa que casi termina en la cárcel por malversación de fondos, aunque huyó a Filipinas y Andrew no lo volvió a ver. Su vida quedó a cargo de su madre, que no aceptó que su hijo pequeño fuera homosexual y lo echó de casa. El joven se fue a San Francisco y se ganó la vida como prostituto, seduciendo a hombres mayores con dinero y con miedo a que se conocieran sus gustos sexuales.

El testamento de Gianni Versace

La muerte del diseñador, una estrella de la moda, conmocionó al mundo y su funeral impactó de manera extraordinaria. Todos estaban rotos por el dolor, tanto su familia y su pareja como los amigos, entre los que estaban Diana de Gales, Elton John, Sting, Caroline Bessette Kennedy, Valentino, Giorgio Armani, Gianfranco Ferré y Karl Lagerfeld. Junto a ellos las estrellas de la pasarela: Naomi Campbell, Valeria Mazza, Eva Herzigova y Carla Bruni, todas vestidas de negro. Ellas, las diosas del olimpo que creó el diseñador, se hicieron humanas.

Un año antes de morir asesinado, Gianni Versace miró a la muerte cara a cara, cuando le diagnosticaron un cáncer de oído. Por eso hizo testamento. Él tenía el 50% de la sociedad, Santo Versace tenía el 30% y Donatella Versace poseía el 20%, y el diseñador nombró a su sobrina Allegra heredera del 50 por ciento de todos sus bienes y dejó a su sobrino Daniel su colección de arte, con obras de Dalí y Picasso. En el documento no citó a sus hermanos Santo y Donatella.

Gianni era un niño cuando ya hacía dibujos un tanto eróticos en el colegio, imágenes de mujeres poderosas y endiosadas que, años más tarde, vestiría en las pasarelas y revistas de todo el planeta. Empezó ayudando a su madre en las labores de costura y no tardó en hacerle ropa a Donatella. En los años 70 trabajó en firmas como Genny y Callaghan y en 1978 inició su carrera en solitario y abrió su primera tienda en Via de la Spiga, en Milán. Allí nació la Medusa, fuerte y seductora, tanto como para conquistar la moda, el cine y la música. “Quiero crear vestidos que toda mujer desearía tener: sexis y llamativos”, decía. En 1989 lanzó su primera colección de alta costura y luego llegó Versus, una línea joven y más económica que capitaneaba Donatella. Gianni Versace era barroco, excéntrico y maximalista. Su lema era 'más es más' y disfrutaba inventando vestidos sexis que tapaban poco y destapaban mucho. La leyenda cuenta que le dijo a Giorgio Armani "Vedi, tu vesti le donne eleganti e un po' suorine, io le zoccole” / "Mira, tu vistes a las mujeres elegantes y un poco monjas, yo visto a las prostitutas".

La Medusa de Versace, en apuros
Tras la muerte, Donatella tomó las riendas de la casa, y durante años batalló por mantenerla a flote y, a la vez, peleaba por salvar a su hija de la anorexia. La ausencia de Gianni hizo mucho daño a la firma, que atravesó momentos muy difíciles: se cerraron tiendas, se vendieron algunas mansiones, se dejó de hacer alta costura... Pero a pesar de todo Donatella Versace aguantó y se negó a vender la firma a un gran grupo fuerte. En 2011 la medusa volvió a brillar, y todo gracias a la colaboración que hizo con H&M. El éxito de ventas hizo renacer la casa, las cosas cambiaron y, entre otras cosas, se volvió al calendario de la alta costura de París.

En estos años Versace es sinónimo de éxito, es una de las firmas más potentes y Donatella sabe capear los temporales echando mano de su agenda: ya sea llamando a Jennifer López, reuniendo a las diosas de su hermano en la pasarela -logró que Cindy Crawford, Naomi Campbell, Claudia Schiffer, Carla Bruni y Helena Christensen desfilaran en el 20 aniversario de la muerte de su hermano- o haciendo colaboraciones de lujo con la competencia, como Fendace (Fendi+Versace). Gianni murió hace 25 años y su recuerdo sigue muy vivo. Los restos del diseñador reposan en el cementerio de Moltrasio, casi bañados por las aguas del lago Como.

2022/07/10

DOCUMENTACIÓN | OFENSIVAS | CUANDO SER HOMOSEXUAL SE CONSIDERA(BA) UNA ENFERMEDAD: LA HISTORIA TRAS SU DESPATOLOGIZACIÓN

Huffpost / Orgullo en Nueva York, 1989-06-25 //

Cuando ser gay se considera(ba) una enfermedad: la historia tras su despatologización.

Tantos años de criminalización y patologización dan como resultado un estigma que aún pervive. A los activistas LGTBI de entonces hay que agradecerles los logros de hoy.
Marina Velasco | Huffpost, 2022-07-10
https://www.huffingtonpost.es/entry/cuando-ser-gay-se-consideraba-una-enfermedad-la-historia-tras-su-despatologizacion_es_62c80257e4b0aa392d3d9ac4

En una época no muy lejana, los manuales de psiquiatría por antonomasia clasificaban la homosexualidad como una “perturbación sociopática de la personalidad”, como una “desviación sexual”. En una época no muy lejana, si eras gay la iglesia te consideraba pecador, el Gobierno te consideraba un criminal y los psiquiatras te veían como un enfermo. Y así, atrapadas por una triple opresión –reconvertida después en estigma–, sobrevivían como podían las personas LGTBIQ+, ya fuera desde el ocultamiento y la negación o, al contrario, desde la reivindicación y el activismo.

Fueron las y los activistas quienes consiguieron que en 1973 la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA) retirara de su Manual diagnóstico de trastornos mentales (DSM) la homosexualidad, tras una larga lucha del colectivo LGTBI, narrada en el documental Cured, de Patrick Sammon y Bennett Singer. Estaban hartos de oír a psiquiatras como Charles Socarides decir que “no puede haber gais felices” y que la homosexualidad debía tratarse “como la epilepsia o el alcoholismo”; estaban hartos de ser expulsados de su trabajo porque a sus jefes les llegaban “informaciones” sobre su orientación sexual; estaban hartos de enfrentarse al encierro en instituciones mentales, donde la “terapia” recibida podía ser verbal, pero también por medio de ‘electroshock’ y lobotomías.

A finales de los 60, algo empezó a cambiar en todo el mundo: el mayo francés del 68, las protestas contra la guerra de Vietnam, los disturbios de Stonewall en Estados Unidos. Los activistas LGTBI –aún sin ese nombre– se movilizaron como nunca, centrando sus esfuerzos en que la APA dejara de incluir la homosexualidad en la ‘Biblia’ de la psiquiatría. Se propusieron encontrar a un psiquiatra homosexual que reconociera su condición ante el resto de sus compañeros, mostrándoles que no estaba enfermo. Y dieron con él. Se llamaba John Fryer, aunque ante sus colegas, en la Convención de la APA de Dallas en 1972, se presentó como el Doctor H. Anónimo, oculto tras una máscara y una peluca negra y rizada.

Fryer, que había vivido en sus propias carnes la discriminación laboral por ser gay, enumeró todo aquello que podía “perder” una persona en su vida por ser homosexual: “Tal vez no se nos considere para una cátedra, [...] dejen de enviarnos a los pacientes [o] nos exijan que pidamos una excedencia para dejar de trabajar”. “Sin embargo, corremos un riesgo aún mayor al no vivir nuestra humanidad plenamente”, lanzó. “Esta es la mayor pérdida, nuestra humanidad honesta”, dijo.

John Fryer no convenció a todos sus compañeros psiquiatras –y por supuesto tampoco a toda la población–, pero sí a una mayoría. En 1973, el DSM dejó de incluir la homosexualidad como una enfermedad. Y esa primera victoria supo a gloria. De algún modo, el colectivo había “vencido a esos señores” psiquiatras que iban en su contra, explica a El HuffPost Santiago Peidro, doctor en Psicología y profesor en la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Pero, sobre todo, “fue importante para la población en general, que cuando escucha que algo es una enfermedad, lo reproduce”, indica Peidro.

La Organización Mundial de la Salud tardó algo más en dar este paso, y hubo que esperar hasta el 17 de mayo de 1990 –hoy Día Internacional contra la LGTBIfobia– para que el organismo sacara la homosexualidad de su Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud (CIE).

Pero una cosa es que se pronuncien los organismos de la salud y otra es que las leyes cambien. Retomando el caso de Estados Unidos, hasta el año 2003 no se legalizó a nivel federal las relaciones sexuales consentidas entre personas del mismo sexo. Todavía hoy, en alrededor de 70 países se sigue considerando un delito las relaciones entre personas del mismo género.

¿Y en España?
Cuando nació Mili Hernández (Madrid, 1959) existía en España la llamada Ley de vagos y maleantes, con la que la dictadura franquista criminalizaba a los homosexuales dentro de una categoría en la que incluía a “rufianes”, “proxenetas” y explotadores de menores.

Hernández, hoy dueña de la mítica librería Berkana, especializada en literatura LGTBI, no sabía lo que esa ley podía suponer en su vida porque, de hecho, ni siquiera era consciente por aquel entonces de que ella misma era lesbiana.

“Tenía 16 años cuando murió Franco, estaba en plena adolescencia”, recuerda Hernández. “Desde muy pequeñita, desde los 11 años, yo ya sabía que algo me pasaba, me costaba encontrar mi sitio, sentía que era diferente, pero no sabía ponerle nombre”, reconoce la librera y editora. Por fin pudo nombrarlo pasados los 18, con la democracia ya incipiente. “Entendí que lo que me pasaba era que me gustaban las mujeres, que no me gustaban los chicos”, resume.

Y aunque Hernández tampoco era consciente de que la OMS catalogaba aún la homosexualidad como enfermedad mental, sí sabía que ser lesbiana “era algo malo, que estaba fuera de la norma”. “Vivíamos en un país muy en blanco y negro, muy heteropatriarcal. Los padres ya tenían la idea de que sus hijas estudiaran, pero la función principal de las mujeres seguía siendo casarse y tener hijos”, cuenta. “En aquel entonces había dos canales en la televisión, y de la homosexualidad no hablaban. Tampoco en los colegios, tampoco en las familias”, dice.

En su adolescencia más tardía, empezaron a filtrarse otros colores. “Se oían cosas como ‘Mari Trini es lesbiana’, ‘Martina Navrátilová es lesbiana’”, recuerda Hernández. “Yo sabía que Lorca era gay, pero de mujeres no tenía ni idea. Supe ponerle nombre a qué me pasaba cuando encontré algún referente con el que sentirme identificada”, relata.

Reconoce Hernández que en algún momento sí pensó que “quizás tenía que ir al psicólogo” en busca de ayuda emocional. Pero hasta para eso España era un lugar hostil en aquel entonces. “Al psicólogo sólo iban quienes estaban muy muy mal, muy tarados, como decían entonces”, reflexiona.

Más adelante, Hernández se enteraría de que “muchas personas gais, lesbianas y trans” en su época fueron sometidas a “terapias completamente equivocadas de psiquiatras muy retrógrados, adscritos al régimen franquista”, dice.

El psicólogo argentino Santiago Peidro sostiene que esa corriente de psiquiatras que aseguraba que podía ‘curar’ la homosexualidad, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX y en la primera del XX, existía movida por una serie de “intereses”. “Cuando la psiquiatría del siglo XIX se apropia de todos los asuntos relacionados con la sexualidad, comienza a tomarlo como una patología, un desvío respecto a la norma, y empieza a considerarse como una enfermedad del instinto sexual”, señala.

Primero los psiquiatras pensaron que había un “problema físico en el cerebro”; luego vieron que todo estaba normal ahí, que no servía de nada “abrir las cabezas y revisar”. Empezaron entonces a pensar que “todo se debía al instinto sexual”, que a priori debía estar “preconfigurado”, según sus ideas, para que el hombre se sintiera atraído por la mujer, y viceversa.

“Este discurso encontró un límite en Freud”, afirma Santiago Peidro. Sigmund Freud (1856-1939) entiende que no existe ese instinto “innato”, “preconfigurado”, y que no hay nada malo en ser homosexual. Paradójicamente, muchos psiquiatras blandieron después teorías de Freud con la intención de ‘curar’ la homosexualidad, pese a que el propio Freud nunca lo consideró una enfermedad. Los psiquiatras, recuerda Peidro, están “inevitablemente atravesados por prejuicios morales, por sus propias religiones y por sus historias familiares”.

De la patologización y la criminalización a las ‘terapias de conversión’
Igual que el fin de la dictadura franquista no supuso el final de la represión del colectivo en España, el pronunciamiento de los psiquiatras de la APA y de la OMS tampoco acabó en su momento con el estigma asociado a las personas LGTBI en el mundo. En absoluto.

“El proceso no culminó ahí”, explica Alberto de Belaunde, representante de la organización OutRight International por los derechos LGTBQ+. OutRight International publicó en 2019 un informe pionero sobre el alcance de las conocidas como terapias de conversión, en el que concluyó que estas se llevan a cabo, de una u otra manera, en los cinco continentes del mundo. “Está muy extendido incluso en países como España, donde hay un importante reconocimiento de los derechos de las personas LGTB”, señala este abogado y activista peruano.

Saúl Castro, abogado gallego y autor de 'Ni enfermos ni pecadores' (Ediciones B), explica que, bajo el paraguas de esas “terapias de conversión”, cabe cualquier intervención que busca “modificar o eliminar la orientación sexual, la identidad o la expresión de género de una persona”. En 'Ni enfermos ni pecadores', Castro ha documentado la existencia, incidencia y alcance de estas prácticas en España.

Las “mal llamadas terapias de conversión” perpetúan “esa idea antigua de la psiquiatría” según la cual “la orientación sexual, la identidad o la expresión de género de una persona pueden suprimirse o cambiarse siguiendo determinadas prácticas”, afirma De Belaunde.

Quienes las promueven y practican obvian dos aspectos fundamentales: el primero es que la ciencia ya ha desmentido esas pseudoteorías de que la orientación sexual se puede ‘curar’; el segundo y, quizás, más importante, es el daño que generan en las víctimas: en su autoestima, en su salud mental e incluso en su deseo sexual.

Estas pseudoterapias ya no toman tanto la forma del ‘electroshock’ –aunque esto sigue produciéndose en determinados países–, sino que tienden a adquirir otras manifestaciones: “Terapia psicoanalítica, prescripción de determinadas pastillas para eliminar la libido de las personas, a través de charlas, talleres sociales, ritos llevados a cabo por líderes religiosos…”, enumera Alberto de Belaunde.

Uno de los problemas que advierte OutRight International para detectar y denunciar estas prácticas es, precisamente, la facilidad con la que pasan desapercibidas por camuflarse como coaching o charlas de identidad, sobre todo en contextos religiosos o sociales. “No existe una conciencia general sobre ellas, de modo que muchas víctimas o sobrevivientes no reconocen que lo que sufrieron cae dentro de este concepto”, sostiene el representante de la organización.

Iván León, víctima de terapia de conversión y autor de '¡Oh feliz culpa!' (Egales), tampoco fue consciente en un primer momento de que las charlas a las que acudía en la Diócesis de Alcalá de Henares (Madrid) eran lo que realmente eran. Llegado un momento, quienes impartían esos ‘talleres’ empezaron a “vincula[r] la homosexualidad con la pederastia, incluso con la pederastia en la Iglesia, lo que achacaban a los sacerdotes homosexuales. También hacían vinculación con la zoofilia”, explica León en una entrevista con El HuffPost. Este discurso fue lo que le hizo darse cuenta.

“Sin duda, la religión es uno de los factores que explican por qué todavía existe el nivel de intolerancia que conocemos hacia la comunidad LGTBI”, sostiene Alberto de Belaunde. El abogado y activista considera fundamental que se impliquen “no sólo la comunidad LGTB y los legisladores, sino también los profesionales de la salud mental, y por supuesto también líderes sociales y religiosos, especialmente de aquellas iglesias o aquellos credos que tradicionalmente han cumplido un rol en la valoración social negativa de las personas LGTB”.

Recientemente, el Gobierno de España aprobó el anteproyecto de la Ley Trans, que entre otras cosas prohíbe las “terapias de conversión”. Saúl Castro defiende que la mera prohibición no erradica estas prácticas, y que para poder perseguirlas realmente habría que incluir un delito específico sobre las mismas en el Código Penal.

La organización OutRight International alude a tres elementos “fundamentales” para acabar con estas prácticas: un enfoque preventivo que genere conciencia entre la población; la existencia de “canales de denuncia efectivos que eviten la revictimización”; y garantizar a las víctimas el acceso a servicios de salud para superar el trauma vivido.

De manera transversal a todo lo anterior, hay que “asegurar políticas educativas que ayuden a vencer los estigmas en la sociedad”, añade De Belaunde. “Mientras exista sexismo, homofobia y transfobia, lamentablemente estas prácticas van a aparecer. Porque son resultado de la discriminación y la intolerancia contra la comunidad LGTB+”, advierte. Por eso son tan importantes las fechas, las banderas y las reivindicaciones del Orgullo que se celebra estos días.

No hace falta mirar tan atrás...
Si bien la homosexualidad desapareció como enfermedad mental de los manuales del DSM y el CIE en 1974 y 1990 respectivamente, la “orientación sexual egodistónica” –cuando una persona siente una atracción que no se corresponde con lo que entiende por ideal y le genera ansiedad– siguió incluida como categoría de diagnóstico para la OMS hasta 2019.

Hubo que esperar también hasta entonces para que la Organización Mundial de la Salud dejara de considerar la transexualidad como trastorno mental. En su última Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE), la transexualidad pasó a formar parte de la categoría “condiciones relativas a la salud sexual”, saliendo del capítulo dedicado a “trastornos de la personalidad y el comportamiento”.

2022/07/09

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | LA DURA HISTORIA DE AARON LEE, UN VIOLINISTA ENCERRADO POR SU FAMILIA POR SER GAY

Pronto / Aaron Lee //

La dura historia de un violinista encerrado por su familia por ser gay.

Se llama Aaron Lee, nació en Madrid y sus padres son músicos coreanos que no aceptaron su homosexualidad.
Pronto, 2022-07-09
https://www.pronto.es/noticias-del-corazon/noticias-emotivas/dura-historia-violinista-encerrado-familia-gay-42515.html 

En la semana del Orgullo, que reivindica los derechos de las personas LGTBI, la historia de Aaron Lee nos ayuda a comprender lo que supone ser homosexual en determinados países y, todavía, en algunas familias.

Aaron Lee, nacido en Madrid en 1988, es hijo de un director de orquesta, que es pastor de una iglesia evangélica, y de una pianista surcoreanos.

A los 4 años, empezó a tocar el piano y, a los 9, el violín. Todo en su familia era perfecto. Hasta que, a los 16 años, se dio cuenta de que le gustaba un chico, descubriendo así su homosexualidad.

Una noche, su padre le comentó que en la factura telefónica había un número repetido muchas veces. "¿Se trata de una chica? Sea lo que sea, tu madre y yo estaremos a tu lado", le dijo.

El joven Aaron interpretó esa frase como una invitación a declarar su condición sexual. Y lo hizo. Aquel fue el inicio de su infierno, con amenazas, golpes e insultos por parte de su padre, que no aceptaba un hijo gay.

Después de someterse a "terapias de conversión" y sufrir malos tratos físicos y psicológicos, su padre le dijo que iba a llevarle a estudiar con la mejor violinista de Seúl. Fue un engaño. Lo que hizo fue encerrarlo en una isla, en la celda de una iglesia, incomunicado, hasta que cambiara.

Aaron sólo pensaba en escapar, pero cada vez que lo intentaba recibía más palizas. Al cabo de un tiempo, cambió de estrategia y, un día, les anunció a sus padres que ya no era gay.

De tocar en la calle a la Orquesta Nacional
Después regresó con su familia a Madrid y, al poco tiempo, se desencadenó el episodio final porque su padre descubrió discos y material que le delataron de nuevo. Entonces, y sin contemplaciones, le echaron de casa. Tenía 18 años.

Con sus ahorros de 700 euros, se quedó solo en Madrid. Para sobrevivir hacía bolos musicales, trabajó de camarero, doblando ropa en una tienda y tenía 30 euros mensuales para comida. Hasta que, un día, Aaron se atrevió a tocar en la calle y recaudó 120.

Cuando cumplió 20 años, consiguió ser el músico más joven en entrar en la Orquesta Nacional de España, donde estuvo seis años. Lo dejó porque sintió que su pasión se volvía rutina.

Hoy, toca como solista, se define como emprendedor social, tiene inversiones inmobiliarias, ha escrito su autobiografía, "Yo soy el que soy" (Letrame), ha creado la Fundación Arte que Alimenta, para proteger a los adolescentes LGTBI, a mujeres maltratadas y niños en situación de riesgo, e investiga la música española de los siglos XIX y XX.

Todo lo ha conseguido contra viento y marea y habiendo sido capaz de perdonar a sus padres. "Nunca he sido rencoroso. No comparto las cosas que hacen ni su forma de comprender la vida. Lo que sí hago es preguntarme qué habrá detrás para que respondan de esta manera tan dura", comenta con una serenidad sorprendente.
 
Y TAMBIÉN...
>
Secuestrado y torturado por su familia: historia de Aaron Lee, un prodigio del violín español.

Aaron Lee fue el integrante más joven de la Orquesta Nacional, adonde logró llegar después de vivir un infierno personal que se desató al declarar su homosexualidad. Una dura historia con música clásica y una pincelada almodovariana.
Ulises Fuente | La Razón, 2020-10-21
https://www.larazon.es/cultura/20201021/gkpvfmrawrehxbvvnuqofzjnju.html
>
Homofobia y tortura: Aaron Lee saca a escena su infierno personal.

El músico, castigado por su padre por ser homosexual, actúa con su violín en la obra ‘Yo soy el que soy’, que relata su biografía y echa el cierre a la sala Pavón Kamikaze.
El País, 2021-01-11
https://elpais.com/cultura/2021-01-11/homofobia-y-tortura-aaron-lee-saca-a-escena-su-infierno-personal.html

2022/07/07

LIBROS | García-Mauriño Múzquiz, Javier | Picospardo's

García-Mauriño Múzquiz, Javier (2021) [07-01]. Picospardo’s. Madrid: Sial Pigmalión.

[.es] En 1993 el comité del Premio Lope de Vega declaró ganador a Javier García-Mauriño Múzquiz, y en aquel momento arrancó una historia de teatro que dura hasta hoy día. Ya que han pasado casi treinta años desde que fuera premiada, la obra merece una investigación crítica de su relevancia en el teatro español de la época y una revisión del impacto de haber llevado el tema de la homosexualidad a las tablas. Asimismo, lo que el lector tiene entre sus manos ahora es una reexaminación de una obra teatral que bajo la pluma de un dramaturgo revela de manera mimética un momento de transición social y política en España.

García-Mauriño escribió ‘Picospardo’s’ a principios de los noventa, basándose en un guion de cine original previo titulado de la misma manera, en el cual trabajó entre 1987 y 1988. Como trasfondo, está viviendo aún en un ámbito político perplejo. No hay una manera definitiva de establecer en qué momento finaliza la transición del país, no se puede especificar si ha terminado un periodo de ajustes, y en la trama en ‘Picospardo’s’ el autor pone el reflector en otra transición social tan silenciosa como imparable. Va más allá de mostrarnos los efectos que un accidente tiene en la vida de los personajes, los cuales son piezas sueltas de un rompecabezas que no será armado sino hasta el momento en que se revela el elemento en común que los une.

Javier García-Mauriño Múzquiz (Madrid, 1948) es autor teatral y guionista cinematográfico. Licenciado en Ciencias de la Información (rama Imagen). Sus cortometrajes son premiados en Madrid, Calviá, Málaga, Huesca y Alcalá de Henares. Premio SIMO de periodismo 1983. Guionista de Radio Exterior de España. Trabaja para Filmoteca Española. En 1987 dirige el Festival de Cine de Huesca. Realiza labores de supervisión lingüística, doblaje y subtitulado para TVE y Canal Plus. Formó parte de la Junta de Calificación de Películas del Ministerio de Cultura. Coguionista de largometrajes dirigidos por Fernando Huertas, Fernando Fernán-Gómez y José García Hernández. En 1994 obtiene el Premio Lope de Vega de teatro 1993, con su obra ‘Picospardo’s’. Cuenta en su haber con numerosos estrenos teatrales y distintas publicaciones. En 2020 inicia su relación con la editorial Sial Pigmalión con la publicación de ‘Monólogos’ y la participación en la obra colectiva ‘Puro teatro’.

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // Este trabajo, no podría ser de otra manera, está dedicado e...