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2022/11/28

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | LA DESMEMORIA LGTBI Y LA TRANSICIÓN

La desmemoria LGTBI y la Transición.
Jordi Petit / Ximo Cádiz | El Diario, 2022-11-28

https://www.eldiario.es/comunitat-valenciana/opinion/desmemoria-lgtbi-transicion_129_9749922.html 

La Generalitat Valenciana ha puesto en marcha ‘L’armari de la memòria’, un interesante (y necesario) proyecto que se presenta como un archivo para recuperar la memoria e impulsar la difusión de la historia del colectivo que conformamos las personas lesbianas, gais, trans, bisexuales e intersexuales. Esta iniciativa tiene origen en la Ley valenciana 23/2018 de igualdad de las personas LGTBI. Una de las primeras grandes actividades de ‘L’armari’ ha sido la organización, en colaboración con las universidades públicas valencianas, de las jornadas “Memòries invertides” que reunió a especialistas que han investigado y reflexionado sobre la realidad LGTBI desde distintas perspectivas. Se pueden ver los vídeos de las distintas sesiones en su canal de youtube y hay que felicitar a los promotores por el alto nivel de las ponencias y la variedad de enfoques. La primera se dedicó a repasar el apasionante período de la Transición.

La tarea de los frentes de liberación gay, al final de los 70 e inicio de los 80, fue muy útil. Conseguir que en enero de 1979 salieran de las cárceles homosexuales y transexuales (entonces, para la opinión pública y las leyes, todo era lo mismo), fue un gran avance para la comunidad LGTBI de nuestro país. ¿Cuántas personas fueron excarceladas? La agencia EFE dijo 300 y la COFLHEE (Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español), afirmó que eran 700 (una cifra inventada, pues nadie tenía certeza del número). Aquella victoria de las organizaciones (de espíritu revolucionario) también coincidió con el inicio de su declive. En 1980, cuando se consiguió la legalización de las asociaciones homosexuales, se vaciaron esos frentes mientras se llenaban las pistas de baile de las discos y locales de ambiente gay lésbico. Al mismo tiempo, las mujeres transexuales quedaron a merced de la represión policial, a pesar de encabezar las manifestaciones de aquellos años y haber sido la más visible resistencia bajo el franquismo. En aquellos años fueron incomprendidas por gais y feministas y eso no cambió hasta bien avanzados los 80.

En esa primera jornada de “Memòries invertides” también se habló de la relación del activismo LGTBI con los locales de ambiente gay-lésbico, el ejemplo fue El Forat, en Alacant. La revuelta del bar Stonewall, en Nueva York, en 1969, liderada por Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera (dos mujeres trans), defendía el derecho de reunión por afinidad en respuesta al acoso policial. Aquel primer Gay Liberation Front propugnaba no conformarse con el circuito de esos locales, pero tampoco los rechazaba (como aquí se quiso interpretar). Existía una contradicción evidente: se denostaban aquellos locales (era el capitalismo) y a la vez la militancia LGTBI (también la más radical) se encontraba en esos mismos lugares. En 1969 se inició el camino por la visibilidad. Se rechazó aquello de ser personas discretas y ejemplares, sumisas al sexismo, machismo y heterosexismo. Los trabajos del Informe Kinsey (1947) y la investigación de Evelin Hooker (1957) fueron decisivos para que, finalmente, en 1973 la Asociación Estadounidense de Psiquiatría dejase de considerar a la homosexualidad como enfermedad.

Por otro lado, la irrupción del VIH/SIDA supuso una urgente transformación del movimiento de liberación gay que ya estaba debilitado. La militancia, tarde o temprano, devino en voluntariado de emergencia y cuidados y hubo que inventar servicios para atender las nuevas demandas a medida que la pandemia avanzaba. Hubo muchas víctimas, pánico... mientras las fuerzas conservadoras, con Margaret Thatcher, Ronald Reagan y Juan Pablo II a la cabeza, predicaban el “castigo divino” y reforzaron el estigma que todavía hoy permanece. Se soportó una doble discriminación, por el VIH-SIDA y por nuestra sexualidad, que hubo que combatir insistiendo en la prevención de las prácticas de riesgo y la solidaridad con las personas afectadas. La crisis del SIDA, las muertes, las parejas que no eran nada (desde el punto legal) en los hospitales, los contratos de alquiler, en las herencias... abrió un una nueva necesidad y así empezamos a luchar por las primeras leyes de parejas, aun sabiendo que no sería suficiente. Se aprobó la primera (ya en 1998) en Catalunya y al día siguiente empezamos a reivindicar el matrimonio igualitario. Así fuimos pasando de unos objetivos más modestos a otros más contundentes. Paso a paso, con mucha pedagogía, fuimos avanzando: la salida de las cárceles, la legalización de las asociaciones LGTB, la reivindicación de derechos, luchar contra el SIDA, el matrimonio igualitario, el cambio registral para las personas trans... Haber exigido desde el primer minuto el matrimonio igualitario (y hubo quien lo hizo) hubiera sido un error estratégico.

Sobre el momento histórico de aquellos años, en el acto que abría este ciclo, se hicieron algunas afirmaciones que, sin ser novedosas, sí nos generan cierta preocupación. Para abordar la historia del movimiento LGTBI es necesario hablar del contexto y eso nos remite a la Transición democrática. Así se dijo y es un detalle imprescindible para cualquier análisis histórico mínimamente riguroso. Y hablando de la Transición, se aprovechó para sacar a pasear el discurso que denuesta el denominado “régimen del 78”. Para empezar, se sentenció que en la historia de la España moderna-liberal se podían identificar tres momentos en los que las clases dominantes podrían haber perdido su poder en favor de las clases populares; a saber, el sexenio liberal y su revuelta cantonal; la revolución social que germinó en la zona republicana durante la Guerra Civil y, finalmente, la Transición (sic). A continuación se afirmó que “la Guerra Civil y la Transición las ganaron los mismos” (sic) así como que la española “no es una transición a la democracia” (sic) y que aquello fue, simplemente, una reforma del régimen franquista hacia una forma política homologable con el entorno europeo del final del siglo XX (sic).

Somos partidarios convencidos de la libertad de expresión, incluso de aquello que no compartimos o detestamos, pero también esperamos un mínimo de rigor (histórico) en espacios que se financian con recursos públicos y que cuentan con el aval de las universidades públicas valencianas. El revisionismo sobre la Transición desde ciertos sectores de la izquierda tiene evidentes problemas históricos, desde la perspectiva académica, y consecuencias políticas en el debate público. Sobre esto también queremos reflexionar.

La Transición no debería ser santificada ni demonizada. Analizarla desde parámetros políticos actuales solo conduce a la distorsión de su estudio. Tuvo contradicciones, perfectamente identificables y, por ello, pensar que la Transición podría haber sido, potencialmente, un momento de cambio revolucionario resulta una afirmación, como mínimo, osada.

Manuel Vázquez Montalbán escribió aquello de que fue el resultado “más que de una correlación de fuerzas, de una correlación de debilidades”. El dictador murió en la cama, pero el franquismo ya estaba en declive (en lo económico, en lo social, en lo político...) y, por otro lado, después de 40 años de represión atroz, la oposición a la dictadura tampoco tenía fuerza suficiente para iniciar una ruptura. Fruto de esas condiciones fueron las cesiones: unas Cortes franquistas que se inmolaron, la legalización del Partido Comunista, pero también aceptar continuidades en muchos ámbitos claves del país (recordemos la asunción del PCE de la bandera y la corona y la certera expresión de Santiago Carrillo sobre que el dilema real del momento no era monarquía o república, sino dictadura o democracia). Convertir aquellas cesiones de la izquierda en una derrota o claudicación supone ignorar la tensa e incierta coyuntura de entonces: el golpismo militar, el riesgo de evolucionar a una “dictablanda” (o no tan blanda), la represión policial, la persecución contra los sindicatos y los movimientos sociales, el poder opresor de la jerarquía católica, los insaciables poderes económicos, el terrorismo (de todo signo)...

La ahora criticada transición llevó a una democracia que, con todas sus limitaciones, es la misma que ha permitido a España crear un sistema de bienestar aceptable, siempre mejorable y siempre en peligro, pero que garantiza el acceso a la sanidad y la educación, que nos ha permitido conquistar (nada se regala) derechos sociales que van desde el aborto al matrimonio igualitario y, sobre todo, que nos permite elegir quien nos gobierna. Otra cosa es que cuando la ciudadanía vota, no siempre respalda aquellas opciones políticas que nos parecen que son las más adecuadas (pero esa es la esencia de la democracia). Tanto es así que, con esta denostada democracia, el mismo Pablo Iglesias ha sido vicepresidente del gobierno y hoy hay ministerios liderados por personas afiliadas al Partido Comunista.

Una parte de la izquierda ha renunciado a defender la Transición, cuando, con todos sus defectos e insuficiencias, forma parte del patrimonio político e histórico de las gentes progresistas y demócratas de nuestro país. Aún peor, con ese abandono, es la derecha quien saca pecho con la Transición cuando la asumieron a rastras y con muchas reticencias. ¿Acaso alguien puede pensar que el resultado de aquel proceso no hubiera sido peor sin la participación de las izquierdas políticas y sindicales del momento?

Volviendo a la memoria LGTBI, nos surge la duda de quién está escribiendo su historia. En la misma jornada sí hubo ejemplos de investigación y análisis con rigor; pero parece que las interpretaciones que se hacen desde los márgenes, poniendo el foco (y dando relieve) a las expresiones minoritarias del asociacionismo LGTBI son más atractivas. Hablar de la Radikal Gai o el colectivo de lesbianas LSD en Madrid o del CGB (Col·lectiu Gai de Barcelona) y, en el caso valenciano, de Gais Lliures o Granota (pequeños grupos que existieron en los 90, cuya trayectoria es respetable y admirable) es más emocionante que fijarse en aquellas entidades que hicieron un esfuerzo para organizarse, articular estrategias, trazar complicidades con partidos, sindicatos e instituciones para ampliar apoyos, siendo pragmáticas (con las contradicciones correspondientes) y, sobre todo, avanzar en las reivindicaciones consiguiendo, poco a poco, logros. Sería el caso del Col·lectiu Lambda y la Coordinadora Gai-Lesbiana de Catalunya y tantas otras asociaciones en toda España. Esto también lo percibimos en la jornada inaugural de “Memòries invertides”.

No estamos planteando que se invisibilice a esas expresiones del movimiento LGTBI, pero sí nos gustaría que se prestara la debida atención a aquellas organizaciones que, sin ese ‘glamour’ de la radicalidad, contribuyeron de manera decisiva a transformar la sociedad y la vida de miles de personas LGTBI desde aquellos lejanos años 80 ¿Hay algo más radical y revolucionario que eso?

  • Jordi Petit, fue secretario general de ILGA (International Lesbian, Gay, Bisexual, Trans and Intersex Association, coordinador del Front d'Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) y cofundador de la Coordinadora Gai-Lesbiana de Catalunya.
  • Ximo Cádiz, fue coordinador del Col·lectiu Lambda y secretario de organización de la FELGTB (Federación estatal de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales)

2020/04/28

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | 1981, EL AÑO DE LA PRIMERA HUELGA DE LOCALES GAIS EN BARCELONA

1981, el año de 1ª huelga de locales gays de la historia.
Jordi Petit | Arco Iris, El Obrero, 2020-04-28

https://elobrero.es/recursos/arco-iris/47811-1981-el-anyo-de-1-huelga-de-locales-gays-de-la-historia.html 

Para un movimiento que estalló en 1977, solamente cuatro años después las cosas comenzaron a mejorar. En 1981 ocurrieron varios avances importantes y una huelga única en la historia.

Los seis primeros meses de 1981 ya denotaban la fuga de militantes que abandonaron los efímeros frentes de liberación para llenar la pistas de las discos gays. Varios de estos grupos se fueron disolviendo, pero no fue el caso del FAGC en Catalunya.

El intento de golpe de estado de Tejero el 23 de febrero fue desarticulado. Este guardia civil justificaba aquella toma del Congreso de los Diputados, -entre otras cosas-, por el auge de “la pornografía y de los invertidos” (en declaraciones al diario ABC). El Mundial de fútbol iba a realizarse en 1982 en el Estado español, y todo apunta a que el gobierno de la UCD inició una ofensiva en 1981 para frenar a la comunidad LGTB e intimidar a los locales de encuentro, que no cesaban de multiplicarse. Quizás para dar una imagen “limpia y moral” de nuestro país, ante la previsible llegada masiva de aficionados al fútbol. Era la puesta de largo de España ante el mundo.

Durante ese primer semestre se dieron numerosas redadas policiales en los locales de ambiente gay de Barcelona. Viví personalmente una de éstas intervenciones ya en octubre de 1980 en el disco-bar “La Luna” de Av. Diagonal.

De pronto se abrieron todas las luces y cesó la música. Varios policías nos hicieron salir a todo el personal, seríamos unas 80 o 90 personas. Estábamos muy asombrados. Iban pidiendo el DNI a cada cliente, quienes no lo llevaban fueron puestos de cara a la pared con las manos apoyadas en la fachada. Los demás nos pudimos marchar. Un par de furgonetas se llevaron a los no identificados a comisaría. De inmediato en calidad de coordinador general del FAGC, avisé al turno de guardia del Colegio de Abogados, quienes de inmediato iniciaron gestiones.

Me presenté en nombre del FAGC en la comisaría más cercana, tal como deduje que estarían los detenidos. Una vez allí los vi a todos en una sala. Pedí explicaciones al comisario en jefe, quien dijo que se trataba de una actuación para detener a “posibles delincuentes”, pero que no los habían “retenido” por ser homosexuales. Le informé de que el Colegio de Abogados ya estaba avisado. Me aseguró que pronto sería solucionado y que podía irme tranquilo. Fueron saliendo de madrugada tras verificar la identidad de cada cual. Tras esa tensa conversación, -pues exigí su puesta en libertad-, el trato de los detenidos fue mucho más formal y sin desprecios, según me informaron varios de ellos al encontrarnos días después de nuevo en La Luna. Como sea que fuera, estas redadas de “búsqueda de delincuentes” se fueron repitiendo en otros pubs y discotecas.

El Parlamento de Catalunya contra las redadas
La prensa reflejó cada vez con mayor relieve estas acciones policiales. Intervino ante el gobernador civil, la presidenta de la Comisión de DDHH del Parlament de Catalunya, Mª Dolors Calvet (del PSUC). Incluso con ella visitamos algunos locales de ambiente como La Luna. La manifestación del 28 de junio de aquel año fue bastante más concurrida que en 1980; había mucho malestar por las actuaciones policiales y el lema era contra las redadas policiales. El Noticiero Universal (29/06/1981) informaba que la manifestación partió de Pl. Urquinaona hasta Portal del Angel de Barcelona y que se guardó un minuto de silencio en memoria de las víctimas homosexuales de los campos de exterminio nazi.

El Consejo de Europa contra la discriminación por homosexualidad
El 1 de octubre de 1981 el Consejo de Europa realizó la primera declaración internacional contra la discriminación de las personas homosexuales, incluido el ámbito laboral y la prohibición de las terapias aversivas. El primer gran triunfo de ILGA [entonces IGA, hasta 1986], pues habíamos coordinado desde muchos países europeos el apoyo a esa moción. Por parte del Estado español intervino en el pleno del Consejo de Europa, el diputado del PSUC, Gregorio López Raimundo quien votó a favor, así como la representación socialista.

La actuación del gobernador civil cambió de táctica. La emprendieron con el cierre de pubs y discos gays, tras exhaustivas inspecciones de las condiciones técnicas de los locales. Eso generó de nuevo alarma y malestar. El detonante de esta segunda ofensiva partió de una denuncia del Gremio de Discotecas y Salas de Fiestas, contra los locales gay por “competencia desleal”.

El inicio de estos cierres, multas y revisiones venía ya de finales de 1980. Reproduzco parte del texto del Gobierno Civil de Barcelona -secretaría general- de 19 de diciembre de 1980, con el núm. 2038/80 dirigido al domicilio particular del sr. Gunter S. “Visto el expediente que se tramita en este Gobierno Civil en relación con la denuncia formulada por la Jefatura Superior de Policía, dando cuenta de que el Bar Keops sito en C/. Bruch 62 de Barcelona, del que Vd. es titular, tiene 3 dependencias comunicadas entre sí y separadas solamente por cortinas encontrándose el día de la inspección totalmente a oscuras, funcionando dicho Bar como Discoteca sin autorización”. Daba un plazo de 15 días para de conformidad con una ley de 17 de julio de 1958 realizase las oportunas alegaciones, etc, etc.

La huelga del ambiente del 9 de diciembre de 1981
Otra vez intervino la Comisión de DDHH del Parlament de Catalunya, que se entrevistó con el Gobernador Civil de Barcelona. Este adujo que nada tenía contra los homosexuales y que se limitaba a la revisión técnica de estos locales. Prometió estudiar caso por caso, pues el número fue creciendo hasta acumular 8 cierres. También en Madrid y otras ciudades sucedía lo mismo. Desde el FAGC nos movimos y pusimos en contacto a los gerentes del ambiente gay con la asociación ACAPIC (Asociación de Comerciantes Autónomos y Pequeños Industriales de Catalunya) para asesorarse. Quedó claro que ningún local de la ciudad, fuera del tipo que fuese, no resistiría una revisión tan exhaustiva. La motivación era pues discriminatoria.

Finalmente, y contando con el apoyo del Parlament de Catalunya y de la prensa, se convocó a los medios desde la sede de la Asociación de la prensa, para anunciar públicamente un cierre o huelga acordada de todos los locales de ambiente gay de Barcelona, la noche del 8 al 9 de diciembre de 1981. En aquel momento estaban cerrados el Sant Louis y el 5y7 de la Riera de Sant Miquel, La Luna (terminaba de cumplir seis meses de cierre) y El Ciervo de Av. Diagonal, Keops en calle Diputación, Bronx en calle San Marcos, entre otros... (El Periódico de Cataluña, jueves 8 de diciembre de 1981). En la mencionada y concurrida rueda de prensa convocada por el FAGC, se distribuyó una declaración de apoyo a los locales de ambiente gay, que redactamos el compañero Guillem Quatre y yo mismo ( El Periódico de Cataluña, jueves 10 de diciembre de 1981). La nota del FAGC, decía, entre otras cosas: “Lejos de favorecer ningún negocio, el FAGC llama a defender nuestro derecho de reunión, que también pasa por los locales que están siendo cerrados”.

Esa huelga fue un éxito tanto por el eco mediático previo como posterior y la participación de 30 locales. El Periódico de Cataluña de 10 de diciembre de 1981, en una información firmada por Julián Peiró, destacaba que las normas que se exigían es estos locales se apoyaban en “una orden ministerial de 1946 y en el reglamento de espectáculos públicos de 1935 (el que exige a las discotecas tener escupideras a cada paso). ../.. Curiosamente la calificación de pub no existía cuando esos bares fueron abiertos, adjudicándoseles la de bar especial B, que sigue figurando en el pago de impuestos y bajo la que, sólo hace una semana pagaron la nueva licencia fiscal”. Julián Peiró, seguía indicando, “los bares cerrados tienen permiso de la Jefatura Superior de Policía, para tener música y pagan trimestralmente los derechos a la Sociedad de Autores. Es por ello que se preguntan todos: ¿qué se esconde detrás de tales cierres” (Datos contrastados en el Infogai núm. 24 de diciembre'81-enero'82).

Con cierto retraso la Comisión de DDHH del Parlament de Catalunya, a 31 de diciembre de 1981, respondía oficialmente a las cartas de queja enviadas por el FAGC y daba razón de la entrevista realizada por dicha comisión con el Gobernador Civil, diciendo que éste “ha afirmado que las sanciones se deben a motivos recogidos en el Código Penal vigente”. Firmaba la nota Joan Colomines, Secretario de la Comisión de Derechos Humanos. Ciertamente el viejo Código Penal que provenía del franquismo, podía aplicarse contra éstos locales por aquello de la “moral y las buenas costumbres”. No fue hasta la reforma de 1988, en que el delito de escándalo publico fue reemplazado en su redacción, de manera que ya no se podía usar más contra la comunidad lgtb.

Finalmente, tras el apoyo unánime de los medios de comunicación y del Parlament de Catalunya, los cierres fueron levantados paulatinamente durante 1982. Ganamos una batalla más.

2015/03/12

DOCUMENTACIÓN | CUESTIÓN | DANIEL GUÉRIN, EN LA ENCRUCIJADA DE LAS LUCHAS

Daniel Guérin, à la croisée des luttes.
Max Leroy | Revue Ballast, 2015-03-12

https://www.revue-ballast.fr/daniel-guerin-a-la-croisee-des-luttes/ 

Poète, essayiste, théo­ri­cien révo­lu­tion­naire et his­to­rien, cap­tif en Allemagne en 1940, anti­co­lo­nia­liste de la pre­mière heure et par­ti­san du droit des femmes et des homo­sexuels, Guérin fut de toutes les luttes du XXe siècle. Le noyau dur de son œuvre ? Fusionner deux frères enne­mis : l’anarchisme et le mar­xisme. Portrait d’un pen­seur mécon­nu hors des cercles militants.

Le jeune Guérin s’affirma d’abord contre. Sa classe, son milieu, ses ori­gines, sa famille. Qui vécut dans les flancs de la bour­geoi­sie n’ignore rien des igno­mi­nies qu’elle char­rie. L’adolescent, cœur vif-argent et lec­teur de Lamartine – à qui il consa­cra sa thèse –, savait qu’il n’y aurait jamais rien à attendre des pos­sé­dants et des pri­vi­lé­giés. Il en vint, vit et n’en dou­ta plus : il lui fau­dra vaincre jusqu’à ses propres racines. Traître à ses gènes ; par­jure à sa lignée : l’héritier se pré­fé­ra citoyen. « Mes rap­ports avec ma mère sont pro­ba­ble­ment le point le plus déran­gé de mon psy­chisme. » Matrice amère. Ventre sec. Il eut donc les yeux plus gros que ce der­nier : embras­ser le monde entier, celui qui tourne si mal. On quitte tou­jours une famille pour en fon­der une autre, ailleurs, la sienne, où le sens sup­plante le sang, où les frères sont ceux que l’on élit du doux nom de « cama­rades ». Son clan ? Celui que son rang mépri­sait : les sans-grades, les oubliés, les réprou­vés, les colo­ni­sés et les maudits.

Pour un communisme libertaire


Guérin eut une intense vie de mili­tant : il fut tour à tour membre de la Gauche Révolutionnaire, du Parti socia­liste ouvrier et pay­san, de l’Organisation révo­lu­tion­naire anar­chiste et de l’Union des tra­vailleurs com­mu­nistes liber­taires. Il fut éga­le­ment syn­di­qué, son exis­tence durant, auprès de la CGT. Sa vie poli­tique, donc sa pen­sée, peut se résu­mer en trois temps forts : anti-sta­li­nien féroce, Guérin appar­tint d’abord à la gauche mar­xiste, proche du mou­ve­ment trots­kyste (il connut en per­sonne le fon­da­teur de l’Armée rouge, qui le char­gea de la rédac­tion d’une étude), avant d’opter pour l’anarchisme à la fin des années cin­quante, moins auto­ri­taire et plus à même à ses yeux de lut­ter contre la domi­na­tion éta­tique. Il s’orienta ensuite vers une syn­thèse entre les deux mou­ve­ments de pen­sée – posi­tion qu’il conser­va de la fin des années 1960 à sa mort, en 1988.

Il n’apprit pas la lutte dans les livres. Du moins, pas dans l’immédiat. La rue lui ensei­gna les rudi­ments de la révolte : les salles de boxe, les bou­tiques de vélos, les pavés de Ménilmontant, les bouis-bouis pro­los, les auberges et les routes, sacs de cam­ping sur le dos… Il par­ta­geait la vie de ceux qui n’avaient que leurs bras pour vivre et rame­ner le pain dont lui n’avait jamais man­qué. Il décou­vrait avec émer­veille­ment « leur ins­tinct de classe, leur robuste bon sens, leur mer­veilleuse facul­té d’adaptation au monde, leur ingé­nio­si­té com­bi­narde, leur gaie­té invin­cible en dépit d’une chienne de vie ». Tout ne fut pas tou­jours si rose : on l’accueillit par­fois la gueule aux aguets, avec ses mains lisses, trop lisses, ses mains oisives qui souffrent pour un rien… Il ne serait pas le pre­mier fils de bourge à cher­cher à s’encanailler, on les a vus, les gamins des Messieurs et des Madames, on les a vus se frot­ter au popu­lo puis s’en aller un beau jour, comme ils étaient venus, la bave aux lèvres et pas qu’un peu. Guérin crai­gnait tant que ses cama­rades eussent pu décou­vrir, au hasard d’un étal, l’existence de ses pre­miers romans… Certaines pages ne souf­fraient d’aucune ambi­guï­té quant à son atti­rance pour la gent mas­cu­line : il est des péchés, même de jeu­nesse, que l’on ne par­donne point.

Guérin lut Proudhon, Marx, Sorel, Pelloutier, Lénine et Trotsky sur les mers, dans les navires qui reliaient l’Indochine à la France des années 1930. L’auteur du Capital retint tout par­ti­cu­liè­re­ment son atten­tion. Il décou­vrit plus tard son grand rival, l’ogre russe, bar­bu aris­to­crate et défro­qué qui cou­rait l’Europe de bar­ri­cade en bar­ri­cade : Mikhaïl Bakounine. Un nom comme un coup de fouet. On peut sans peine par­ler d’une révé­la­tion. Guérin réa­li­sa au fil des six volumes com­po­sés par l’anarchiste que le socia­lisme n’avait fon­da­men­ta­le­ment pas voca­tion à emprun­ter les voies de l’autoritarisme. Le jaco­bi­nisme cen­tra­li­sa­teur, le Parti, le chef, la dic­ta­ture du pro­lé­ta­riat ? Impasses. Sacrilèges et culs-de-sac. Le bol­che­visme, qu’il admi­rait, devint pour lui l’un des sym­boles de ce que l’affranchissement ne devait être : tota­li­taire, répres­sif, des­po­tique et absolutiste.

Le tout-venant a trop long­temps, par igno­rance ou mau­vaise foi, assi­mi­lé l’anarchisme à la seule contes­ta­tion, à l’ivresse chao­tique, à la pure néga­ti­vi­té infan­tile et des­truc­trice. L’anarchisme n’est pas, écri­vit-il, « l’émiettement, mais la recherche de la véri­table orga­ni­sa­tion, de la véri­table uni­té, de l’ordre véri­table ». Guérin esti­mait que l’anarchisme avait pour lui son génie pro­phé­tique : il décri­vit bien avant la nais­sance de l’URSS, sur la base des ana­lyses mar­xistes, ce que serait un régime com­mu­niste : le pro­lé­ta­riat subi­rait la dic­ta­ture faute de pou­voir l’exercer (lire ou relire Étatisme et anar­chie de Bakounine). L’anarchisme dénon­ça les pré­ten­tions éli­tistes du léni­nisme – l’idée d’une avant-garde éclai­rée – tout comme il mit en garde contre la dan­ge­ro­si­té d’un État tout-puis­sant (Marx et Engels aspi­raient à son dépé­ris­se­ment, les anar­chistes à son anéan­tis­se­ment immé­diat). L’anarchisme, via Proudhon, a pro­mu l’association ouvrière et l’autogestion – autre­ment dit, la démo­cra­tie dans les lieux de tra­vail. L’anarchisme est fédé­ra­liste, il s’oppose à un pou­voir aus­si fort que cen­tral et fait l’éloge du syn­di­ca­lisme révo­lu­tion­naire. Enfin, l’anarchisme ren­voie dos à dos l’individualisme libé­ral et cer­taines formes, gré­gaires et mou­ton­nières, du com­mu­nisme – il fait l’éloge d’un indi­vi­du auto­nome mais socia­li­sé, affran­chi mais vivant au sein d’une com­mu­nau­té. Guérin pen­sa trou­ver dans cette tra­di­tion, plu­rielle et pro­téi­forme, tout ce qu’il fal­lait pour remettre la Révolution sur les rails. Son ouvrage L’anarchisme, paru en 1965, plai­da ain­si en faveur d’un anar­chisme construc­tif : les pépites noires allaient briller dans le ciel de sang des démo­cra­ties pré­ten­du­ment populaires…

Le temps se flatte d’emporter les pas­sions. Les années passent les cer­ti­tudes à la trappe. Guérin en vint à révi­ser sa posi­tion : le terme anar­chiste lui sem­bla trop réduc­teur. Honteuse pali­no­die ? Le mili­tant réa­li­sa seule­ment qu’il fal­lait net­toyer l’anarchisme de son lot « d’infantilisme, d’utopies, de roman­tismes, aus­si peu uti­li­sables que désuets ». Trop de liber­taires prennent leurs rêves pour une réa­li­té qu’ils ne connaissent que mal. Lyrisme et logor­rhée, chi­mères et caté­chisme, le dra­peau noir a des élans que la rai­son réprouve… Guérin prô­na dès lors, de texte en texte et durant deux décen­nies, une syn­thèse et un dépas­se­ment de l’anarchisme et du mar­xisme (un posi­tion­ne­ment théo­rique que l’his­to­rien anar­chiste Michel Ragon jugea comme une « idée per­ni­cieuse », dans son Dictionnaire de l’Anarchie). C’est ain­si, seule­ment, que l’on pour­rait bâtir une troi­sième voie : ni le réfor­misme social-démo­crate et ses pitre­ries par­le­men­taires, ni le com­mu­nisme de caserne et ses matraques pour tous. Son ouvrage À la recherche d’un com­mu­nisme liber­taire, paru en 1984, rap­pe­la qu’il ne s’agissait ni d’un dogme ni d’un abso­lu mais d’une réflexion sus­cep­tible de nour­rir les pro­chains sou­lè­ve­ments révo­lu­tion­naires. « En pre­nant un bain d’anarchisme, le mar­xisme d’aujourd’hui peut sor­tir net­toyé de ses pus­tules et régé­né­ré », notait celui qui refu­sait d’entériner l’ancestrale que­relle : l’anarchisme et le mar­xisme sont des frères, enne­mis, certes, mais des frères tout de même. Ils par­tagent le même sang, non­obs­tant celui qu’ils firent cou­ler en s’entredéchirant ici ou là — Révolution russe, guerre civile espa­gnole, etc.

En quoi consiste, à grands traits, cette syn­thèse ? Le com­mu­nisme liber­taire (appe­lé par­fois anar­cho-com­mu­nisme) refuse « la pagaille de l’inorganisation tout autant que le bou­let bureau­cra­tique ». Il pré­lève dans le cor­pus mar­xiste (consti­tué par les recherches de Karl Marx et d’Engels) tout ce qui s’avère com­pa­tible avec l’idéal liber­taire et rejette « le vieil anar­chisme démo­dé et fos­si­li­sé ». Il ne croit ni à la toute-puis­sance d’un par­ti ni à l’horizon indé­pas­sable des scru­tins à date fixe. Il n’entend pas s’asseoir à la table de la real­po­li­tik et assis­ter, béat, aux bal­lets diplo­ma­tiques des grandes puis­sances. Il accorde bien plus de cré­dit aux masses qu’aux élites pour régler les crises poli­tiques et s’édifie de bas en haut, par un sys­tème de coor­di­na­tion fédé­ra­liste. Il donne aux tra­vailleurs, via l’autogestion, la pos­si­bi­li­té d’administrer leur propre tra­vail, sans subir l’exploitation patro­nale (et n’abolit pas sur-le-champ la petite pro­prié­té agri­cole, pay­sanne et com­mer­ciale). Il prône, lorsqu’il s’agit d’élire des délé­gués, les man­dats courts, révo­cables et contrô­lables. Il limoge l’oligarchie qui régente les médias de masse, engage un autre rap­port à la nature et réduit la durée du tra­vail. Il entend par pro­lé­ta­riat qui­conque crée de la plus-value ou œuvre aux côtés des tra­vailleurs (intel­lec­tuels ou étu­diants). Il est inter­na­tio­na­liste mais ne compte pas mode­ler les pays dans le même moule uni­fi­ca­teur : chaque peuple dis­pose de ses spé­ci­fi­ci­tés cultu­relles – Guérin avait suf­fi­sam­ment voya­gé pour le savoir.

De l’Indochine aux Black Panthers


1927. Daniel Guérin décou­vrit la Syrie, alors sous man­dat fran­çais depuis sept ans. Le jeune homme avait 23 ans. « Je vis à l’œuvre les colo­nia­listes, mili­taires, civils, ecclé­sias­tiques, leur racisme, leur bru­ta­li­té, leur cynisme, leur fatui­té, leur sot­tise », écri­vit-il plus tard dans Ci-gît le colo­nia­lisme (1973). Il fit la connais­sance de natio­na­listes arabes puis se ren­dit en Indochine. Les auto­ri­tés hexa­go­nales occu­paient la région depuis la moi­tié du XIXe siècle et la métro­pole ran­çon­nait à sa guise les indi­gènes : l’exploitation n’en est plus une dès lors qu’on la farde à la Démocratie. Deux années plus tôt parais­sait Le Procès de la colo­ni­sa­tion fran­çaise, rédi­gé par celui que l’on ne nom­mait pas encore Hô Chi Minh mais Nguyên Ai Quôc – le patriote viet­na­mien y rap­pe­lait des véri­tés fâcheuses : « On voit que, sous le masque de la démo­cra­tie, l’impérialisme fran­çais a trans­plan­té dans le pays d’Annam, le régime mau­dit du Moyen Âge, et que le pay­san anna­mite est cru­ci­fié, par la baïon­nette de la Civilisation capi­ta­liste et par la croix de la Chrétienté pros­ti­tuée. »

Heureux hasard : Guérin arri­va le jour où le Parti natio­na­liste viet­na­mien (socia­liste et révo­lu­tion­naire) orga­ni­sa un sou­lè­ve­ment contre les troupes d’occupation impé­ria­listes : à Yên Bái, des rebelles his­sèrent l’étendard indé­pen­dan­tiste en haut d’une caserne d’infanterie, des sol­dats fran­çais furent tués, d’autres bles­sés ; à Hưng Hoá, un groupe de com­bat­tants ten­ta de s’emparer d’une caserne ; à Lâm Thao, les troupes colo­niales furent désar­mées et le dra­peau bat­tit au vent de la ville libé­rée. Un temps seule­ment. La résis­tance ne man­qua pas d’être écra­sée par l’armée fran­çaise, épau­lée de ses sup­plé­tifs viet­na­miens. L’aviation frap­pa et incen­dia près de soixante-dix habi­ta­tions civiles en guise de repré­sailles. On ne tran­sige pas avec les Droits de l’Homme. Louis Aragon ren­dit hom­mage aux insur­gés dans l’un de ses poèmes : « Yen-Bay / Quel est ce vocable qui rap­pelle qu’on ne bâillonne / pas un peuple qu’on ne le / mate pas avec le sabre courbe du bour­reau ». Quant à Guérin, il ne put sup­por­ter de voir les colons dans les rues, « sang­sues agrip­pées aux flancs de ce pays » qui ne leur appar­te­nait pas mais dont ils se croyaient pour­tant les maîtres. Il ren­con­tra le lea­der natio­na­liste Huyng Thuc Khang et n’oublia jamais cette entre­vue : tout Blanc qu’il fut, l’indépendantiste le trai­ta « comme un frère ».

Son Autobiographie de jeu­nesse témoigne de l’admiration qu’il por­ta à ces jeunes révo­lu­tion­naires asia­tiques « pro­di­gieu­se­ment intel­li­gents et raf­fi­nés ». Le choc fut tel qu’il déci­da, une fois ren­tré en terre natale, de se consa­crer entiè­re­ment à la lutte sociale. Plus de poé­sie, plus de romans, plus d’Art : seule­ment la poli­tique. Écrire, oui, mais à condi­tion que chaque mot ait voca­tion à chan­ger le monde. Planter sa plume dans les plaies. Dégoupiller les syl­labes pour les lan­cer sous les tables des assis et des gens­de­lettres. Creuser dans les nom­brils jusqu’à la terre rouge des dam­nés. Jeter l’encre, par­tout, dans les eaux pro­fondes de la Révolution. Pourquoi faire des livres s’ils ne servent qu’à briller, de salons en prix lit­té­raires ? Chaque page doit prendre le réel à la gorge. Il brû­la ses textes inédits, rom­pit avec son milieu et s’installa dans un quar­tier ouvrier de Paris. « Je reje­tai en bloc tout ce super­flu. » La jeu­nesse n’a pas le goût des com­pro­mis. Guérin entra dans le socia­lisme comme d’autres en reli­gion : foi vorace et zèle au ventre. « La véri­té et la jus­tice » étaient main­te­nant à ses côtés. Il trou­va un emploi dans le bâti­ment puis comme cor­rec­teur et col­la­bo­ra aux jour­naux La Révolution pro­lé­ta­rienne et Le Cri du peuple.

Il se lia au Mouvement natio­nal algé­rien, fon­dé par Messali Hadj, puis ren­con­tra Hô Chi Minh en 1946 afin de l’informer des manœuvres sour­noises de l’esta­blish­ment fran­çais, au len­de­main de la vic­toire contre le nazisme. Deux mois plus tard, le pré­sident viet­na­mien qu’il n’était pas encore écri­vait, dans son texte « Réponse à une mère fran­çaise » : « Les Français ont souf­fert de l’occupation pen­dant quatre années. Pendant quatre années, vous avez fait « la résis­tance et le maquis ». Les Vietnamiens ont souf­fert de l’occupation pen­dant plus de quatre-vingt années ; eux aus­si ont fait la résis­tance et le maquis. Pourquoi les résis­tants fran­çais sont-ils consi­dé­rés comme des héros ? Pourquoi les maqui­sards viet­na­miens sont-ils trai­tés en ban­dits et en assas­sins ? On pré­tend que les Français sont venus en Indochine comme civi­li­sa­teurs. Je veux bien ! Mais on ne civi­lise pas les gens avec des canons et des tanks ! […] Partisans de la fra­ter­ni­té uni­ver­selle, j’aime autant les jeunes fran­çais que les jeunes viet­na­miens. Pour moi, la vie d’un Français ou la vie d’un Vietnamien est éga­le­ment pré­cieuse. » (Hô Chi Minh, Textes 1914–1969, L’Harmattan, 1990).

Diên Biên Phu se révé­la être une vic­toire pour la France : son échec mili­taire fut un triomphe moral — celui de la liber­té, de l’égalité et de la fra­ter­ni­té. Les maqui­sards viet­na­miens redon­nèrent tout son sens à cette Marseillaise qu’ils avaient com­bat­tu : « Quoi ces cohortes étran­gères ! Feraient la loi dans nos foyers ! » Leur suc­cès encou­ra­gea et confor­ta les natio­na­listes algé­riens dans leur désir d’autonomie. Guérin fut l’un des signa­taires du Manifeste des 121, qui sou­te­nait le droit à l’insoumission des mili­taires fran­çais, puis il tra­vailla, un an après l’indépendance de l’Algérie, pour le pré­sident socia­liste Ahmed Ben Bella. Il publia en 1964 L’Algérie qui se cherche, dans lequel il fit part de son expé­rience sur le ter­rain et du « sou­tien cri­tique » qu’il appor­tait au régime. Il livra éga­le­ment l’analyse qu’il effec­tuait de l’autogestion mise en place dans le pays, étu­dia la réforme agraire, le poids de la bour­geoi­sie locale, la situa­tion des femmes ain­si que le rôle de l’armée. Il déce­la dans le nou­veau régime une ten­sion entre deux pôles : l’un auto­ri­taire et conser­va­teur, l’autre socia­liste et liber­taire. Un an plus tard, le pou­voir fut ren­ver­sé par un coup d’État mili­taire fomen­té par le colo­nel Houari Boumédiène. Le pré­sident déchu fut pla­cé en rési­dence sur­veillée jusqu’en 1980 et Daniel Guérin s’impliqua auprès du Comité de défense de Ben Bella.

Guérin vécut éga­le­ment deux ans aux États-Unis et, après l’ouvrage Où va le peuple amé­ri­cain ?, publia en 1973 De l’Oncle Tom aux Panthères, sous-titré Le drame des Noirs amé­ri­cains. Son étude, entre ana­lyse socio­lo­gique, docu­ment his­to­rique et texte mili­tant, appor­tait au lec­teur fran­çais les infor­ma­tions qui lui per­met­traient de sai­sir la nature des luttes afro-amé­ri­caines. Qui était réel­le­ment Malcolm X ? Pourquoi Martin Luther King fut-il assas­si­né ? Quels cou­rants s’affrontaient au sein de l’activisme noir ? Quelle était la place de l’islam ? Que signi­fiait Black Power ? Pourquoi tant de Noirs cre­vaient-ils au Vietnam ? Guérin conclut l’ouvrage en ana­ly­sant les forces et les fai­blesses du Black Panther Party, fon­dé en 1966. Louer leur com­bat tout en dépas­sant le mythe, tel était son objec­tif. Il tint ain­si à mettre en évi­dence « leur ful­gu­rante contri­bu­tion au mou­ve­ment de libé­ra­tion noire » et leur par­ti­ci­pa­tion, aux côtés des acti­vistes blancs, « aus­si cou­ra­geuse qu’active à la dénon­cia­tion de l’impérialisme amé­ri­cain ». Leurs failles ? Le carac­tère uto­pique de leur pro­gramme en dix points, l’existence du culte de la per­son­na­li­té (notam­ment de Huey P. Newton), la rigi­di­té et l’autoritarisme du Parti, sa concep­tion mes­sia­nique de l’avant-garde, son ambi­guï­té quant à l’usage des armes (lorsqu’elles étaient uti­li­sées, par une jeu­nesse mar­gi­na­li­sée, à des fins per­son­nelles) et la sur­re­pré­sen­ta­tion du lum­pen­pro­lé­ta­riat dans ses rangs (dont on sait le peu d’estime que Marx et Engels lui por­taient). Et Guérin de conclure : seule une défaite cui­sante au Vietnam ou une féroce crise éco­no­mique pour­raient être en mesure d’abattre le grand Moloch nord-amé­ri­cain… Une révo­lu­tion natio­nale (à la fois démo­cra­tique, liber­taire et enra­ci­née dans la culture amé­ri­caine) devra sus­ci­ter l’adhésion de toutes les com­mu­nau­tés afin d’écarter les forces libé­rales-capi­ta­listes et cryp­to-fas­cistes du pays – seul un tel mou­ve­ment pour­ra « mettre fin à l’exploitation de l’homme par l’homme » tout en anéan­tis­sant le « racisme qui per­sé­cute les Afro-Américains ».

Homosexualité & socialisme

Longtemps, Guérin se sen­tit « comme cou­pé en deux » : le mili­tant révo­lu­tion­naire, d’une part, et l’homme qui, dans son inti­mi­té, entre­te­nait des rela­tions homo­sexuelles (tout en étant marié et père de famille). Dichotomie cruelle et dou­lou­reuse séces­sion. Garder sa langue et son secret dans sa poche. Faire comme si. Rire, sans doute, des calem­bours et des quo­li­bets des copains. Surjouer, pro­ba­ble­ment, la cama­ra­de­rie virile – bour­rades et coups d’épaule. Guérin confia par écrit les humi­lia­tions qu’il eut à endu­rer : « La mufle­rie des homo­phobes ne connaît pas de bornes. Elle est géné­ra­trice, oui, de révolte. » Il fal­lut Mai 68 pour qu’il osa enfin, soixante ans pas­sés, avouer aux autres qu’il n’était pas tout à fait comme eux – du moins, que son amour et ses dési­rs ne cor­res­pon­daient pas aux canons majo­ri­taires. L’avouer puis l’écrire. Quitte à faire le jeu de l’ennemi ; quitte à fra­gi­li­ser son camp.

Plus sin­gu­lier fut le lien qu’il éta­blit entre ses atti­rances pour le sexe mas­cu­lin et son enga­ge­ment poli­tique. Un lien par­fois mal com­pris, mal per­çu, y com­pris par ses frères d’armes. Il racon­ta à plu­sieurs reprises que sa sexua­li­té le condui­sit au socia­lisme puisqu’elle avait fait de lui « un affran­chi, un aso­cial, un révol­té ». Il décou­vrit l’oppression de l’ordre social, capi­ta­liste et bour­geois, par le rejet qu’il subis­sait au quo­ti­dien. Son désir pour les tra­vailleurs manuels lui per­mit éga­le­ment d’entrer en contact avec la classe labo­rieuse et de par­ta­ger leur vécu, leurs souf­frances, leurs espoirs et leur colère. Sa révolte n’avait pas l’odeur du papier ; elle était « sub­jec­tive, phy­sique, issue des sens et du cœur ». Guérin alla même jusqu’à se jus­ti­fier, dans ‘Homosexualité & révo­lu­tion’, de n’avoir jamais man­qué à ses devoirs révo­lu­tion­naires : ses fièvres et ses fureurs, d’une soi­rée ou d’un été, ne nui­sirent jamais à son militantisme.

Guérin esti­mait que l’homophobie ne pou­vait être com­bat­tue par des lois ou des réformes : seule une révo­lu­tion socia­liste et anti-auto­ri­taire (liber­taire, donc) serait en mesure d’y par­ve­nir. Il se leva contre ce qu’il nom­mait « la com­mer­cia­li­sa­tion de l’homosexualité » : une cer­taine fri­vo­li­té et la jouis­sance pour la jouis­sance, tota­le­ment décon­nec­tées, selon lui, de la lutte des classes. Il s’opposa à cette récu­pé­ra­tion mar­chande de la cause homo­sexuelle et dénon­ça, sans cil­ler, l’apolitisme d’un cou­rant qui n’avait d’émancipation que le nom : à quoi bon s’affranchir de cer­taines chaînes s’il faut ensuite glis­ser dans d’autres ? Guérin vili­pen­da les homo­sexuels issus des classes domi­nantes qui s’attiraient « la pro­tec­tion du pou­voir », s’opposa à la consti­tu­tion de « ghet­tos » com­mu­nau­taires et pour­fen­dit l’homosexualité à ses yeux mon­daine et contre-révo­lu­tion­naire. Son mot d’ordre ? Articuler. Ne pas hié­rar­chi­ser les causes mais les lier ensemble, de concert, en sachant qu’elles servent toutes le même objec­tif final : fou­droyer la classe domi­nante. Ni le radi­ca­lisme chic des beaux quar­tiers qui aban­donne la majo­ri­té à son triste sort ; ni l’orthodoxie du socia­lisme scien­ti­fique qui n’a d’yeux que pour l’économie et foule aux pieds les com­bats qu’elle juge périphériques.

Point n’est besoin d’attendre la Révolution, c’est-à-dire la démo­cra­tie admi­nis­trée par le peuple, pour com­men­cer à œuvrer : le com­bat contre l’oppression est affaire de chaque ins­tant. Il mili­ta un temps aux côtés du Front homo­sexuel d’action révo­lu­tion­naire, fon­dé en 1971, mais ne tar­da pas à le quit­ter : il esti­mait que leur acti­visme, volon­tiers pro­vo­ca­teur, spon­ta­néiste et fes­tif (rap­pe­lons le slo­gan des Gazolines : « Prolétaires de tous les pays, cares­sez-vous »), échouait à s’organiser et souf­frait d’un cruel manque de contacts avec les tra­vailleurs. « Le révo­lu­tion­naire pro­lé­ta­rien devrait donc se convaincre, ou être convain­cu, que l’émancipation de l’homosexuel, même s’il ne s’y voit pas direc­te­ment impli­qué, le concerne au même degré, entre autres, que celle de la femme et celle de l’homme de cou­leur. De son côté, l’homosexuel devrait sai­sir que sa libé­ra­tion ne sau­rait être totale et irré­ver­sible que si elle s’effectue dans le cadre de la révo­lu­tion sociale, en un mot que si l’espèce humaine par­vient, non seule­ment à libé­ra­li­ser les mœurs, mais, bien davan­tage, à chan­ger la vie. »

Guérin était lucide : il savait que le monde du tra­vail n’était pas, tant s’en faut, exempt de pré­ju­gés à l’endroit des homo­sexuels. Il admet­tait même que les milieux culti­vés, pro­gres­sistes bons teints ou libé­raux accom­mo­dants, tolé­raient mieux cette sexua­li­té (après tout, n’a‑t-elle pas enfan­té Rimbaud et Gide, Proust et Cocteau, Wilde et Satie ?) que les couches les plus modestes. Guérin a pu consta­ter, de ses yeux, le mépris que les ins­tances com­mu­nistes et trots­kystes affi­chaient à leur endroit. Il a éga­le­ment condam­né la répres­sion exer­cée par cer­tains pou­voirs sup­po­sé­ment socia­listes : à Cuba, sous Fidel Castro, les homo­sexuels furent durant quelques années enfer­més dans des ‘Unidades Militares de Ayuda a la Producción’ (cela signi­fiait-il que la lutte sociale s’avérait incom­pa­tible avec les droits des mino­ri­tés sexuelles ? En rien, répon­dait Guérin : ces régimes n’étaient pas socia­listes mais capi­ta­listes éta­tiques). Il tint tou­te­fois à pré­ci­ser que le tra­vailleur, pris iso­lé­ment, se com­por­tait fort dif­fé­rem­ment : il ne subis­sait plus le consen­sus ni la pres­sion du groupe. Les ouvriers, par­fois, se don­naient sans y pen­ser, pour le plai­sir et pour l’instant, sans honte ni nom­mer le désir qu’ils avaient res­sen­ti. « Seule une socié­té col­lec­ti­viste de carac­tère liber­taire peut, dans la fra­ter­ni­té retrou­vée, faire sa place aux homo­sexuels. »

Le mar­quis de Sade le répu­gnait. Il aimait mieux Charles Fourier, le phi­lo­sophe fran­çais, le socia­liste uto­pique en quête d’harmonie uni­ver­selle. Guérin aspi­rait à rompre avec le rigo­risme mor­ti­fère des révo­lu­tion­naires. Pourquoi rendre la lutte aus­tère et sèche comme du bois mort ? Pourquoi conce­voir l’activisme comme un sacri­fice ? Pourquoi com­battre le cœur empli d’aigreur ? Guérin oppo­sait la volup­té à la Vertu des grands chefs, qu’ils se nom­massent Lénine, Robespierre ou Proudhon… « Baiser, bai­ser beau­coup, serait-ce nuire à l’action révo­lu­tion­naire ou au contraire l’exalter ? » L’élan vital contre le fiel ; la grande san­té contre le res­sen­ti­ment ; Dionysos contre l’idéal ascé­tique : on ne peut chan­ger le monde qu’à condi­tion de l’aimer. Il écri­vit, en 1969, que la nature était fon­ciè­re­ment poly­sexuelle. Les domi­nants recourent à la bio­lo­gie pour jus­ti­fier leurs pri­vi­lèges : si la Femme est par essence ce que l’on attend d’elle, pour­quoi vou­loir la libé­rer ? Guérin refu­sait que l’on pût, en deux cases étanches, enfer­mer les sexes et les réduire à des défi­ni­tions de dic­tion­naire. L’homme serait éter­nel­le­ment voué à jouer les gros bras, va-t-en-guerre et sans pitié ? La femme devrait se satis­faire de son sta­tut de nymphe, sexy ou mutine, femme au foyer ou objet publi­ci­taire ? Guérin aspi­rait au « dépé­ris­se­ment de la détes­table divi­sion des sexes » telle que la socié­té bour­geoise l’institua en por­tant à « l’excès la dif­fé­ren­cia­tion entre le mas­cu­lin et le fémi­nin » et nour­ris­sait l’espoir d’une socié­té où « l’amour des deux sexes serait admis et recon­nu comme la forme la plus natu­relle, la plus cou­rante et la plus com­plète de l’amour ». Même si le terme genre (for­gé dans les années 1950 et uti­li­sé en France qua­rante ans plus tard) ne se trouve pas sous sa plume, on pour­rait sans doute ins­crire Guérin dans ce champ d’études que les anglo­phones appellent ‘gen­der stu­dies’.

Le citoyen sut rede­ve­nir un fils. « Je vou­drais t’exprimer ma pro­fonde recon­nais­sance pour tout ce que je te dois. […] Je t’ai fait souf­frir au cours de ma vie. Mais sans l’avoir jamais vou­lu. J’ai été vic­time de mon tem­pé­ra­ment trop violent, trop contra­dic­toire, de mon besoin extrême d’indépendance. Et là où je t’ai le plus vio­lem­ment heur­té, c’est par fidé­li­té à des convic­tions qui sont ma rai­son de vivre », écri­vit Daniel Guérin à son père, qu’il pres­sen­tait à l’article de la mort. « Tu as tou­ché mon cœur dans ses fibres les plus pro­fondes en me par­lant comme tu as fait. C’est une conso­la­tion pour moi. […] Mon cher fils que, comme ta grand-mère, j’ai ché­ri plus que mes autres enfants, mon pre­mier-né, la plus grande joie de ma vie, je te serre sur mon pauvre cœur qui t’a tant aimé », répon­dit son aîné. Quant à sa mère, rien n’y fit… Il cor­ri­gea l’un de ses manus­crits tan­dis qu’elle ago­ni­sait d’une embo­lie, à quelques mètres de lui.

Daniel Guérin dis­pa­rut quelques semaines avant la réélec­tion de François Mitterrand – pour qui, tout liber­taire qu’il fut, il avait voté sept ans aupa­ra­vant (sur la base des 110 pro­po­si­tions du Programme com­mun). La France entra dans la « rigueur » en 1983 et l’homme d’affaires Bernard Tapie au gou­ver­ne­ment en 1992. Chacun connaît la suite. Un écri­vain meurt sans jamais empor­ter ses pen­sées ; vingt-sept ans ont pas­sé et tant reste à faire. 


Daniel Guérin, en la encrucijada de las luchas.
Max Leroy / Traducido por Jorge Joya | Libértame, 2022-03-12

https://libertamen.wordpress.com/2022/03/12/daniel-guerin-en-la-encrucijada-de-las-luchas-2015-max-leroy/

Poeta, ensayista, teórico revolucionario e historiador, cautivo en Alemania en 1940, anticolonialista precoz y partidario de los derechos de las mujeres y los homosexuales, Guérin participó en todas las luchas del siglo XX. ¿El núcleo de su trabajo? La fusión de dos hermanos enemigos: el anarquismo y el marxismo. Retrato de un pensador desconocido fuera de los círculos militantes.

El joven Guérin se impuso primero en contra. Su clase, su entorno, sus orígenes, su familia. El que vivió en los flancos de la burguesía no sabe nada de la ignominia que conlleva. El adolescente, lector sagaz de Lamartine -a quien dedicó su tesis-, sabía que nunca habría que esperar nada de los poseedores y privilegiados. Llegó, vio y ya no dudó: tendría que superar incluso sus propias raíces. Traidor a sus genes; perjuró a su linaje: el heredero prefirió ser ciudadano. «La relación con mi madre es probablemente la parte más perturbada de mi psique». Matriz amarga. Vientre seco. Así que tenía ojos más grandes que estos últimos: abarcando todo el mundo, el que va tan mal. Siempre se abandona una familia para fundar otra, en otro lugar, la propia, donde el sentido prevalece sobre la sangre, donde los hermanos son los que uno elige con el dulce nombre de «camaradas». ¿Su clan? El que su rango despreciaba: el humilde, el olvidado, el réprobo, el colonizado y el maldito.

Por un comunismo libertario

Guérin tuvo una intensa vida de militante: fue a su vez miembro de la Gauche Révolutionnaire, del Parti socialiste ouvrier et paysan, de la Organisation révolutionnaire anarchiste y de la Union des travailleurs communistes libertaires. También fue sindicalista de la CGT durante toda su vida. Su vida política, y por tanto su pensamiento, puede resumirse en tres grandes etapas: feroz antiestalinista, Guérin perteneció primero a la izquierda marxista, cercana al movimiento trotskista (conoció personalmente al fundador del Ejército Rojo, que le encargó un estudio), antes de optar por el anarquismo a finales de los años 50, menos autoritario y, según él, más capaz de luchar contra la dominación del Estado. A continuación, se orientó hacia una síntesis entre ambos movimientos, posición que mantuvo desde finales de los años sesenta hasta su muerte en 1988.

No aprendió la lucha en los libros. Al menos no inmediatamente. La calle le enseñó los rudimentos de la revuelta: las salas de boxeo, las tiendas de bicicletas, los adoquines de Ménilmontant, las barriadas proletarias, los albergues y las carreteras, las bolsas de acampada a la espalda... Compartió la vida de los que sólo tenían sus brazos para vivir y traer el pan que nunca le había faltado. Descubrió con asombro «su instinto de clase, su robusto sentido común, su maravillosa capacidad de adaptación al mundo, su ingenio para combinar, su invencible alegría a pesar de la dureza de la vida». No siempre fue todo tan de color de rosa: a veces se le recibía con la boca abierta, con sus manos lisas, demasiado lisas, sus manos ociosas que no sufren por nada... No sería el primer hijo de un burgués que busca convertirse en un baboso, los hemos visto, a los hijos de los Caballeros y de las Damas, los hemos visto codearse con el populacho y luego irse un buen día, como habían venido, con la baba en los labios y no sólo un poco. Guérin tenía tanto miedo de que sus camaradas descubrieran, a golpe de talonario, la existencia de sus primeras novelas... Algunas páginas eran inequívocas en cuanto a su atracción por el sexo masculino: hay pecados, incluso de juventud, que no se pueden perdonar.

Guérin leyó a Proudhon, Marx, Sorel, Pelloutier, Lenin y Trotsky en los mares, en los barcos que unían Indochina con Francia en los años 30. El autor de El Capital le llamó especialmente la atención. Más tarde descubrió a su gran rival, el ogro ruso, el aristócrata barbudo y defenestrado que corría de barricada en barricada por Europa: Mijaíl Bakunin. Un nombre como un látigo. Se puede hablar fácilmente de una revelación. A lo largo de los seis volúmenes compuestos por el anarquista, Guérin se dio cuenta de que el socialismo no estaba destinado fundamentalmente a tomar el camino del autoritarismo. ¿Jacobinismo centralista, el Partido, el líder, la dictadura del proletariado? Callejones sin salida. Sacrilegios y callejones sin salida. El bolchevismo, al que admiraba, se convirtió para él en uno de los símbolos de lo que no debía ser la emancipación: totalitario, represivo, despótico y absolutista.

Durante demasiado tiempo, por ignorancia o mala fe, el público en general ha equiparado el anarquismo con la mera protesta, con la borrachera caótica, con la pura negatividad infantil y destructiva. El anarquismo no es, escribió, «el desmoronamiento, sino la búsqueda de la verdadera organización, la verdadera unidad, el verdadero orden». Guérin consideraba que el anarquismo tenía su genio profético: describió mucho antes del nacimiento de la URSS, basándose en los análisis marxistas, lo que sería un régimen comunista: el proletariado sufriría la dictadura por no poder ejercerla (leer o releer 'Etatisme et anarchie' de Bakunin). El anarquismo denunció las pretensiones elitistas del leninismo -la idea de una vanguardia ilustrada- al igual que advirtió del peligro de un Estado todopoderoso (Marx y Engels aspiraban a su desaparición, los anarquistas a su aniquilación inmediata). El anarquismo, a través de Proudhon, promovió la asociación de los trabajadores y la autogestión, es decir, la democracia en el trabajo. El anarquismo es federalista, se opone al poder fuerte y central y alaba el sindicalismo revolucionario. Por último, el anarquismo rechaza el individualismo liberal y ciertas formas gregarias y borreguiles de comunismo: alaba a un individuo autónomo pero socializado, liberado pero que vive dentro de una comunidad. Guérin creyó encontrar en esta tradición, plural y proteica, todo lo necesario para encarrilar la Revolución. Su libro 'L’anarchisme', publicado en 1965, abogaba por un anarquismo constructivo: las pepitas negras brillarían en el cielo sangriento de las llamadas democracias populares...

El tiempo se adorna a sí mismo para llevarse las pasiones. Los años pasan y las certezas se desvanecen. Guérin llegó a revisar su posición: el término anarquista le parecía demasiado reductor. ¿Una palinodia vergonzosa? El militante sólo se dio cuenta de que era necesario limpiar el anarquismo de su lote de «infantilismos, utopías, romanticismos, tan inútiles como obsoletos». Demasiados libertarios toman sus sueños por una realidad que conocen poco. Lirismo y logorrea, quimeras y catecismo, la bandera negra tiene impulsos que la razón reprueba... Guérin abogó desde entonces, de texto en texto y durante dos décadas, por una síntesis y una superación del anarquismo y del marxismo (posicionamiento teórico que el historiador anarquista Michel Ragon juzgó como «idea perniciosa», en su 'Dictionnaire de l’Anarchie'). Sólo así se podría construir una tercera vía: ni el reformismo socialdemócrata y sus payasadas parlamentarias, ni el comunismo de cuartel y sus porras para todos. Su libro 'À la recherche d’un communisme libertaire', publicado en 1984, recordaba que no era ni un dogma ni un absoluto, sino una reflexión susceptible de alimentar los próximos levantamientos revolucionarios. «Bañándose en el anarquismo, el marxismo de hoy puede salir limpio de sus pústulas y regenerado», señaló el hombre que se negó a ratificar la ancestral querella: anarquismo y marxismo son hermanos, enemigos, ciertamente, pero hermanos al fin y al cabo. Comparten la misma sangre, a pesar de la sangre que han derramado luchando entre sí aquí y allá: Revolución Rusa, Guerra Civil Española, etc.

¿En qué consiste esta síntesis, a grandes rasgos? El comunismo libertario (a veces llamado anarcocomunismo) rechaza «el desorden de la inorganización tanto como el ovillo burocrático». Toma del corpus marxista (constituido por las investigaciones de Karl Marx y Engels) todo lo que resulta compatible con el ideal libertario y rechaza «el viejo anarquismo caduco y fosilizado». No cree ni en la omnipotencia de un partido ni en el horizonte inexpugnable de las elecciones con fecha fija. No pretende sentarse a la mesa de la realpolitik y asistir, dichoso, a los ballets diplomáticos de las grandes potencias. Da mucho más crédito a las masas que a las élites para resolver las crisis políticas y se construye de abajo a arriba, mediante un sistema de coordinación federalista. Da a los trabajadores la posibilidad de administrar su propio trabajo mediante la autogestión, sin estar sometidos a la explotación patronal (y no suprime inmediatamente la pequeña propiedad agrícola, campesina y comercial). Aboga por mandatos cortos, revocables y controlables para la elección de los delegados. Desestima la oligarquía que gobierna los medios de comunicación, entabla una relación diferente con la naturaleza y reduce la jornada laboral. Entiende el proletariado como todo aquel que crea plusvalía o trabaja junto a los trabajadores (intelectuales o estudiantes). Era internacionalista, pero no pretendía moldear a los países en un mismo molde unificador: cada pueblo tenía sus propias especificidades culturales; Guérin había viajado lo suficiente para saberlo.

De Indochina a los Panteras Negras

1927. Daniel Guérin descubrió Siria, entonces bajo mandato francés durante siete años. El joven tenía 23 años. «Vi trabajar a los colonialistas, militares, civiles, eclesiásticos, su racismo, su brutalidad, su cinismo, su fatuidad, su estupidez», escribió más tarde en 'Ci-gît le colonialisme' (1973). Se reunió con los nacionalistas árabes y luego fue a Indochina. Las autoridades hexagonales habían ocupado la región desde mediados del siglo XIX y la metrópoli rescataba a los nativos a su antojo: la explotación deja de serlo cuando se enmarca en la Democracia. Dos años antes, se publicó 'Le Procès de la colonisation française' ('El juicio de la colonización francesa'), escrito por el hombre que aún no se llamaba Hô Chi Minh, sino Nguyên Ai Quôc, el patriota vietnamita recordó algunas verdades desafortunadas: «Vemos que, bajo la máscara de la democracia, el imperialismo francés ha trasplantado en el país de Annam, el régimen maldito de la Edad Media, y que el campesino annamita está crucificado, por la bayoneta de la Civilización capitalista y por la cruz del cristianismo prostituido.»

Una feliz coincidencia: Guérin llegó el día en que el Partido Nacionalista Vietnamita (socialista y revolucionario) organizó un levantamiento contra las tropas de ocupación imperialistas: En Yên Bái, los rebeldes izaron la bandera de la independencia en lo alto de un cuartel de infantería, murieron soldados franceses y otros resultaron heridos; en Hưng Hoá, un grupo de combatientes intentó tomar un cuartel; en Lâm Thao, las tropas coloniales fueron desarmadas y la bandera ondeó al viento de la ciudad liberada. Sólo por un tiempo. La resistencia fue aplastada por el ejército francés, apoyado por sus auxiliares vietnamitas. Las fuerzas aéreas atacaron e incendiaron casi setenta casas de civiles en represalia. Los derechos humanos no deben comprometerse. Louis Aragon rindió homenaje a los insurgentes en uno de sus poemas: «Yen-Bay / ¿Qué es esta palabra que nos recuerda que no amordazamos / a un pueblo que no se aparea / con el sable curvo del verdugo?». En cuanto a Guérin, no soportaba ver a los colonos en las calles, «sanguijuelas aferradas a los lados de este país» que no les pertenecía pero del que se creían dueños. Conoció al líder nacionalista Huyng Thuc Khang y nunca olvidó este encuentro: por muy blanco que fuera, el independentista le trató «como un hermano».

La Autobiografía de su juventud atestigua su admiración por estos jóvenes revolucionarios asiáticos, que eran «prodigiosamente inteligentes y refinados». El impacto fue tan grande que decidió dedicarse por completo a la lucha social una vez que regresó a su tierra natal. No más poesía, no más novelas, no más arte: sólo política. Escribir, sí, pero con la condición de que cada palabra tuviera que cambiar el mundo. Plantar la pluma en las heridas. Sacar sílabas para arrojarlas debajo de las mesas de los sentados y los alfabetizados. Para cavar en los ombligos hasta la tierra roja de los condenados. Arrojando tinta, por doquier, a las aguas profundas de la Revolución. ¿Para qué hacer libros si sólo sirven para brillar, desde los salones hasta los premios literarios? Cada página debe tomar la realidad por el cuello. Quema sus textos inéditos, rompe con su entorno y se instala en un barrio obrero de París. «Rechacé toda esta superfluidad. La juventud no tiene gusto por el compromiso. Guérin entró en el socialismo como otros en la religión: fe voraz y celo en el vientre. «La verdad y la justicia» estaban ahora a su lado. Encontró un trabajo en la construcción y luego como corrector de pruebas y colaboró con los periódicos 'La Révolution prolétarienne' y 'Le Cri du peuple'.

Se unió al Movimiento Nacional Argelino, fundado por Messali Hadj, y se reunió con Ho Chi Minh en 1946 para informarle de las maniobras turbias del establishment francés tras la victoria contra el nazismo. Dos meses después, el presidente vietnamita que aún no era escribió, en su texto «Respuesta a una madre francesa»: «Los franceses han sufrido la ocupación durante cuatro años. Durante cuatro años, hicisteis «resistencia y maquis». Los vietnamitas sufrieron la ocupación durante más de ochenta años; también hicieron resistencia y maquis. ¿Por qué se considera héroes a los combatientes de la resistencia francesa? ¿Por qué los maquisards vietnamitas son tratados como bandidos y asesinos? Se dice que los franceses llegaron a Indochina como civilizadores. No me importa. ¡Pero no se civiliza a la gente con armas y tanques! [...] Como partidario de la fraternidad universal, quiero a los jóvenes franceses tanto como a los jóvenes vietnamitas. Para mí, la vida de un francés o la de un vietnamita son igualmente preciosas.» (Hô Chi Minh, Textos 1914-1969, L’Harmattan, 1990).

Diên Biên Phu resultó ser una victoria para Francia: su fracaso militar fue un triunfo moral, el de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Los maquisards vietnamitas dieron un nuevo significado a la Marsellesa que habían combatido: «¡Y qué pasa con estos cohones extranjeros! ¡Haría la ley en nuestros hogares! Su éxito animó y reforzó a los nacionalistas argelinos en su deseo de autonomía. Guérin fue uno de los firmantes del Manifiesto del 121, que apoyaba el derecho a la insubordinación de los militares franceses, y luego, un año después de la independencia de Argelia, trabajó para el presidente socialista Ahmed Ben Bella. En 1964, publicó 'L’Algérie qui se cherche', en el que compartía su experiencia en el terreno y su «apoyo crítico» al régimen. También analizó el sistema de autogestión del país, la reforma agraria, la influencia de la burguesía local, la situación de las mujeres y el papel del ejército. Encontró una tensión entre dos polos en el nuevo régimen: uno autoritario y conservador, el otro socialista y libertario. Un año después, el gobierno fue derrocado por un golpe militar instigado por el coronel Houari Boumédiène. El presidente depuesto fue puesto bajo arresto domiciliario hasta 1980 y Daniel Guérin se implicó en el Comité de Defensa de Ben Bella.

Guérin también vivió en Estados Unidos durante dos años y, tras el libro 'Où va le peuple américain?' publicado en 1973 'De l’Oncle Tom aux Panthères', subtitulado 'Le drame des Noirs américains'. Su estudio, que era en parte análisis sociológico, en parte documento histórico y en parte texto militante, proporcionaba al lector francés información que le permitiría comprender la naturaleza de las luchas afroamericanas. ¿Quién era realmente Malcolm X? ¿Por qué fue asesinado Martin Luther King? ¿Qué corrientes estaban en marcha dentro del activismo negro? ¿Cuál era el lugar del Islam? ¿Qué significó el Poder Negro? ¿Por qué murieron tantos negros en Vietnam? Guérin concluye el libro analizando los puntos fuertes y débiles del Partido de las Panteras Negras, fundado en 1966. Su objetivo era elogiar su lucha yendo más allá del mito. Se empeñó en destacar «su deslumbrante contribución al movimiento de liberación negro» y su participación, junto a activistas blancos, «tan valiente como activa en la denuncia del imperialismo estadounidense». ¿Sus defectos? El carácter utópico de su programa de diez puntos, la existencia del culto a la personalidad (sobre todo de Huey P. Newton), la rigidez y el autoritarismo del Partido, su concepción mesiánica de la vanguardia, su ambigüedad sobre el uso de las armas (cuando eran utilizadas por una juventud marginada con fines personales) y la sobrerrepresentación del lumpenproletariado en sus filas (por el que sabemos la poca estima que les tenían Marx y Engels). Y Guérin concluye: Sólo una aplastante derrota en Vietnam o una feroz crisis económica podrían derribar al gran Moloch norteamericano...qxr Una revolución nacional (a la vez democrática, libertaria y arraigada en la cultura americana) tendrá que ganar el apoyo de todas las comunidades para desalojar a las fuerzas liberal-capitalistas y cripto-fascistas del país – sólo un movimiento así podrá «poner fin a la explotación del hombre por el hombre» al tiempo que aniquila el «racismo que persigue a los afroamericanos».

Homosexualidad y socialismo

Durante mucho tiempo, Guérin se sintió «dividido en dos»: el militante revolucionario, por un lado, y el hombre que, en su vida privada, mantenía relaciones homosexuales (estando casado y siendo padre). Una cruel dicotomía y una dolorosa secesión. Guarda tu lengua y tu secreto en el bolsillo. Actuar como si. Riéndose, sin duda, de los juegos de palabras y las ocurrencias de los amigos. Probablemente exagerando la camaradería varonil – bofetadas y golpes de hombro. Guérin escribió sobre las humillaciones que tuvo que soportar: «La grosería de los homófobos no tiene límites. Es una fuente de revuelta.» Hubo que esperar a mayo del 68 para que, sesenta años después, se atreviera por fin a admitir ante los demás que no era del todo como ellos; al menos, que su amor y sus deseos no se correspondían con los cánones de la mayoría. Admitirlo y luego escribirlo. Incluso si eso significaba hacerle el juego al enemigo; incluso si significaba debilitar su campamento.

Más singular fue el vínculo que estableció entre su atracción por el sexo masculino y su compromiso político. Un vínculo que a veces era incomprendido y mal percibido, incluso por sus hermanos de armas. En varias ocasiones dijo que su sexualidad le llevó al socialismo porque le hacía ser «un liberto, un asocial, un rebelde». Descubrió la opresión del orden social, capitalista y burgués a través del rechazo que experimentaba a diario. Su afán por los trabajadores manuales también le puso en contacto con la clase obrera y le permitió compartir sus experiencias, sus sufrimientos, sus esperanzas y su ira. Su revuelta no tenía olor a papel; era «subjetiva, física, desde los sentidos y el corazón». Guérin llegó a justificar, en 'Homosexualité & révolution', que nunca había faltado a sus deberes revolucionarios: sus fiebres y furias, de una tarde o de un verano, nunca perjudicaron su militancia.

Guérin creía que la homofobia no podía combatirse con leyes o reformas: sólo una revolución socialista y antiautoritaria (libertaria, por tanto) podría conseguirlo. Se levantó contra lo que llamó «la comercialización de la homosexualidad»: una cierta frivolidad y el disfrute por el disfrute, totalmente desconectados, según él, de la lucha de clases. Se opuso a esta mercantilización de la causa homosexual y denunció, sin pestañear, el carácter apolítico de un movimiento que sólo era emancipación de nombre: ¿de qué sirve liberarse de ciertas cadenas si luego hay que introducirse en otras? Guérin vilipendió a los homosexuales de las clases dominantes que atraían «la protección del poder», se opuso a la constitución de «guetos» comunitarios y condenó la homosexualidad como mundana y contrarrevolucionaria. ¿Su consigna? Articulado. No para clasificar las causas, sino para vincularlas entre sí, sabiendo que todas sirven al mismo objetivo final: derribar a la clase dominante. No el radicalismo chic de la clase alta, que abandona a la mayoría a su triste destino; ni la ortodoxia del socialismo científico, que sólo tiene ojos para la economía y pisotea las luchas que considera periféricas.

No hay que esperar a que la Revolución, es decir, la democracia administrada por el pueblo, empiece a funcionar: la lucha contra la opresión es una cuestión de cada momento. Durante un tiempo fue miembro del Front homosexuel d’action révolutionnaire, fundado en 1971, pero pronto lo abandonó: consideraba que su activismo, voluntariamente provocador, espontáneo y festivo (recordemos el eslogan de los Gazolines: «Proletarios de todos los países, acariciaos»), no se organizaba y adolecía de una cruel falta de contacto con los trabajadores. «El revolucionario proletario debe, pues, convencerse, o estar convencido, de que la emancipación del homosexual, aunque no se vea directamente implicado en ella, le concierne en el mismo grado, entre otros, que la de la mujer y la del hombre de color. Por su parte, el homosexual debe comprender que su liberación sólo puede ser total e irreversible si se realiza en el marco de la revolución social, en una palabra, si el género humano logra no sólo liberalizar la moral, sino, mucho más, cambiar la vida.

Guérin fue lúcido: sabía que el mundo del trabajo no estaba libre de prejuicios contra los homosexuales. Incluso admitió que los círculos cultivados, progresistas de buen talante o liberales acomodaticios, eran más tolerantes con esta sexualidad (al fin y al cabo, ¿no dieron a luz a Rimbaud y Gide, a Proust y Cocteau, a Wilde y a Satie?) que los estratos más modestos. Guérin pudo comprobar el desprecio que las autoridades comunistas y trotskistas sentían por ellos. También condenó la represión ejercida por algunas potencias supuestamente socialistas: en Cuba, bajo el mandato de Fidel Castro, los homosexuales fueron encerrados durante algunos años en Unidades Militares de Ayuda a la Producción (¿significa esto que la lucha social es incompatible con los derechos de las minorías sexuales? En absoluto, respondió Guérin: estos regímenes no eran socialistas sino capitalistas de Estado). Sin embargo, insiste en señalar que el trabajador, tomado aisladamente, se comporta de forma muy diferente: ya no está sometido al consenso o a la presión del grupo. Los trabajadores a veces se entregaban sin pensarlo, por placer y por el momento, sin vergüenza ni nombrar el deseo que habían sentido. «Sólo una sociedad colectivista de carácter libertario puede, en la fraternidad redescubierta, dar cabida a los homosexuales.»

El Marqués de Sade le repugnaba. Prefería a Charles Fourier, el filósofo francés, el socialista utópico en busca de la armonía universal. Guérin aspiraba a romper con el rigorismo mortificante de los revolucionarios. ¿Por qué hacer la lucha austera y seca como la madera muerta? ¿Por qué concebir el activismo como un sacrificio? ¿Por qué luchar con un corazón lleno de amargura? Guérin opuso la voluptuosidad a la virtud de los grandes líderes, ya se llamaran Lenin, Robespierre o Proudhon... «Follar, follar mucho, ¿perjudicaría la acción revolucionaria o por el contrario la exaltaría?» El impulso vital frente a la hiel; la gran salud frente al resentimiento; Dionisio frente al ideal ascético: sólo se puede cambiar el mundo si se lo ama. Escribió en 1969 que la naturaleza es fundamentalmente polisexual. Los dominantes recurren a la biología para justificar sus privilegios: si la mujer es por esencia lo que se espera de ella, ¿por qué habría que liberarla? Guérin se niega a aceptar que los sexos puedan encerrarse en dos cajas estancas y reducirse a definiciones de diccionario. ¿Estarían los hombres eternamente condenados a jugar a la mano dura, belicosa y despiadada? ¿Deben las mujeres conformarse con su condición de ninfas, sexys o amotinadas, amas de casa u objetos publicitarios? Guérin aspiraba al «marchitamiento de la detestable división de los sexos» instituida por la sociedad burguesa al «diferenciar excesivamente lo masculino y lo femenino» y esperaba una sociedad en la que «el amor de ambos sexos fuera admitido y reconocido como la forma más natural, más común y más completa de amor». Aunque el término género (acuñado en la década de 1950 y utilizado en Francia cuarenta años después) no se encuentra en sus escritos, sin duda podríamos incluir a Guérin en el campo de estudios que los angloparlantes llaman 'gender studies'.

El ciudadano sabía cómo volver a ser hijo. «Me gustaría expresar mi profunda gratitud por todo lo que le debo. [Te hice sufrir durante mi vida. Pero nunca quise hacerlo. Fui víctima de mi temperamento demasiado violento y contradictorio, de mi extrema necesidad de independencia. Y donde te he herido más violentamente es en mi fidelidad a las convicciones que son mi razón de vivir», escribió Daniel Guérin a su padre, al que intuía a punto de morir. «Has tocado mi corazón en sus fibras más profundas al hablarme como lo hiciste. Es un consuelo para mí. [...] Mi querido hijo al que, como a tu abuela, he querido más que a mis otros hijos, mi primogénito, la mayor alegría de mi vida, te llevo cerca de mi pobre corazón que tanto te ha querido», respondió su hijo mayor. En cuanto a su madre, no se pudo hacer nada... Corrigió uno de sus manuscritos mientras ella se moría de una embolia, a pocos metros de él.

Daniel Guérin desapareció unas semanas antes de la reelección de François Mitterrand, a quien, libertario como era, había votado siete años antes (sobre la base de las 110 propuestas del Programa Común). Francia entró en la «austeridad» en 1983 y el empresario Bernard Tapie entró en el gobierno en 1992. Todo el mundo sabe lo que pasó después. Un escritor muere sin llevarse su pensamiento; han pasado veintisiete años y queda mucho por hacer.

1997/11/29

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | CHUECA, TERRITORIO HOMOSEXUAL

Territorio homosexual
'Abierto en canal' se adentra en el barrio madrileño de Chueca
El País, 1997-11-29 [MyNews]

Madrid Con una rápida secuencia de imágenes encadenadas se ve en cuestión de segundos que Madrid tiene un declarado y orgulloso rincón gay a plena luz del día. Bajo esa premisa reflejada en pantalla con efectivas imágenes casi fotográficas, arranca el reportaje que emite esta tarde Abierto en Canal (Canal +, 20.00) sobre el barrio de Chueca, una zona en el epicentro del casco urbano hace años atemorizada por la delincuencia y las drogas, y hoy señorío de una parte importante de la comunidad homosexual más reivindicativa. “Es la sala de estar de los gay”, dice un joven a la cámara. Después, dos mujeres se besan en la calle mientras una niña pasa a su lado.

‘Bueno, Bonito, Gay’ muestra en pocos minutos un barrio que se ha convertido en el territorio homosexual español. “Un oasis en el desierto”, señala otro entrevistado. Floristerías, tiendas de regalos, restaurantes, librerías, cafés, despachos de abogados, clínicas veterinarias, tiendas de ropa y un largo desfile de comercios siempre gay, va mostrando que la floreciente economía de esa comunidad -en la zona se abren dos establecimientos nuevos a la semana- es la clave para su normalización. “La lógica del capital es aplastante”, asegura otro de los protagonistas del programa.

En un recorrido de 24 horas se muestra un aspecto positivo del barrio. Las ventas de casas se han disparado en la zona y han aumentado un 60% en los últimos meses. Se obvian, sin embargo, algunos aspectos sórdidos, como la prostitución que existe en alguna de sus esquinas.

1988/06/05

DOCUMENTACIÓN | JORNADAS | CONGRESO DE LESBIANAS "PARA SALIR DE UNA SITUACIÓN VERGONZANTE"

700 mujeres asistieron al congreso de lesbianas "para salir de una situación vergonzante".
Emma Roig | El País, 1988-06-05

https://elpais.com/diario/1988/06/06/sociedad/581551208_850215.html 

Unas 700 lesbianas de toda España se reunieron durante el pasado fin de semana en Madrid para celebrar sus terceras jornadas nacionales con el fin de "salir de la situación vergonzante a que nos someten", según dijo la dirigente feminista Empar Pineda. "Muchísimas mujeres son lesbianas sin saberlo o sin quererlo reconocer, y yo conozco muchos casos de mujeres que, después de oírnos hablar, se han dado cuenta de sus auténticas inclinaciones sexuales", añadió.

Las jornadas concluyeron "con enorme satisfacción por la defensa del lesbianismo del movimiento feminista y por la constatación de que cada vez hay más grupos de lesbianas", según una de las asistentes. En la actualidad existen 15 grupos de mujeres homosexuales en España. Sin embargo, las asistentes reconocieron que el lesbianismo sigue siendo “el tabú de los tabúes”. En las jornadas se ha debatido la situación de las madres lesbianas, la ausencia de lesbianas en la creación artística, los problemas laborales del colectivo y sus fantasías sexuales y la utilización del lesbianismo como acusación en los procesos de divorcio y separación. "Estamos ganando en existencia real; cada vez somos más lesbianas las que nos atrevemos a salir del silencio", explicó Empar Pineda, que resaltó la reacción positiva de los transeúntes que presenciaron ‘la gran besada’ en la que participaron 200 lesbianas el pasado sábado en la Puerta del Sol de Madrid.

Otra de las actividades organizadas fue un taller de defensa personal, que impartieron las lesbianas de Pamplona, para defenderse de las agresiones que sufren en la calle "por demostrar su amor o deseo", según explicó Empar Pineda. A las jornadas, celebradas en un centro escolar de la carretera de Colmenar Viejo (Madrid), asistieron representantes de Suiza, Perú y el Reino Unido.

Estas últimas participaron en un debate sobre la situación que ha creado en su país la aprobación de una ley que reprime la sexualidad de los homosexuales femeninos y masculinos.

Una parodia sobre todo lo debatido cerró las terceras jornadas que celebran las lesbianas en España. La primera edición se desarrolló en 1980, un año antes de que se constituyeran como grupo dentro del movimiento feminista. La dirigente feminista Empar Pineda resaltó que "la opción sexual es privada; pero organizar jornadas como éstas, en las que se sale del gueto, tiene el valor de ser un testimonio público, y eso es importante, porque la mayoría de las lesbianas vive una doble vida".

NOTA: En realidad debieron ser las segundas jornadas, tal y como aparece en diversas fuentes. En el Centro de Documentación de Mujeres 'Maite Albiz' está toda la documentación, incluidas las notas de prensa. La imagen del cartel de las Jornadas, organizadas por la Coordinadora de Organizaciones Feministas del Estado Español (COFEE) está basada en una imagen de una besada realizada como protesta por el caso de la detención de dos mujeres que se dieron un beso en la Puerta del Sol.

1985/12/28

DOCUMENTACIÓN | REUNIÓN Y CONGRESO IGA EN CABRERA DE MAR | CRÍTICA A LA PASIVIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN FRENTE AL SIDA

Las organizaciones de liberación homosexual critican la pasividad de la Administración frente al SIDA.
El País, 1985-12-28

https://elpais.com/diario/1985/12/29/sociedad/504658802_850215.html 

El análisis de la situación de los homosexuales en España centrará el acto de apertura oficial del congreso anual de la Asociación Gay Internacional (AGI), que se inicia hoy en Cabrera de Mar (Barcelona). Jordi Petit, dirigente del Front d'Ailiberament Gai de Cataluña (FAGC), organizador del congreso, leerá un documento que critica la "pasividad, el desinterés y la homofobia" que ha presidido la actuación del Gobierno y del Consell Executiu de la Generalitat en relación al SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).

En la tarde de ayer habían llegado ya a la sede del congreso un total de 70 delegados de organizaciones de liberación homosexual de un total de 13 países europeos. Para últimas horas de la noche estaba prevista la llegada de las delegaciones de Italia, Noruega y Suecia. El documento que leerá Petit, cuyo texto fue dado a conocer ayer a la Prensa, subraya que la próxima entrada de España en el Mercado Común no ha hecho variar "las costumbres tradicionales de doble moral". A modo de ejemplo, el documento recuerda que, un año después de que el Parlamento de Cataluña ratificara por unanimidad los acuerdos antidiscriminatorios del Consejo de Europa, la esposa del presidente de la Generalitat, Marta Ferrusola, declaró que no sabía si la homosexualidad es una tara, un vicio, un defecto, o todo a la vez".

El documento también critica la actuación del Gobierno socialista afirmando que "han hecho una de cal y otra de arena". Es cierto", señala, "que nunca había existido un marco de libertad como el de ahora; pero también es cierto que esta libertad acaba cuando los libros de texto no hablan de la homosexualidad, cuando comienza la doble vida y el gueto, en el que la mayoría de los homosexuales y lesbianas nos vemos obligados a situarnos a causa de la presión social".

La celebración del congreso coincide con el décimo aniversario del FAGC. En este tiempo, según el documento, "hemos conseguido erradicar la represión policial de la homosexualidad, reformar la antigua ley de Peligrosidad Social y obtener la legalización del nuestra organización", entre otros aspectos.

A pesar de que el acto oficial de apertura se celebra hoy, las tareas del congreso ya se iniciaron el viernes con un debate sobre la relación entre el movimiento homosexual y los denominados movimientos alternativos. Ayer se desarrolló la 34 reunión de la Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español (COFLHEE) que aprobó un documento en el que se critica la resolución adoptada por el ministerio de Sanidad y Seguridad Social en la que se aconseja a las personas pertenecientes a los llamados "grupos de riesgo" de contraer el SIDA que se abstengan de donar sangre, y el Régimen Disciplinario del Ejército, que "constituye un castigo encubierto de la homosexualidad".

1980/08/14

PELÍCULAS | Friedkin, William | A la caza

Friedkin, William (Director) (1980). A la caza [Cruising]. Lorimar Television ; CiP - Europaische Treuhand AG.

A la caza [Cruising]. 1980. Estados Unidos. 1980-08-14. 106 min. Dirección: William Friedkin. Guion: William Friedkin, Gerald Walker. Reparto: Al Pacino, Paul Sorvino, Karen Allen, Richard Cox, Joe Spinell, Gene Davis, Barton Heyman, Powers Boothe, Randy Jurgenson, Jimmie Ray Weeks, James Remar, Don Scardino, Jay Acovone, Ed O'Neill, Arnaldo Santana, Larry Atlas, Allan Miller, Sonny Grosso, Michael Aronin, William Russ, Mike Starr, Steve Inwood, Keith Prentice, Leo Burmester, James Sutorius, Richard Jamieson, James Hayden, Robert Osth, Henry Judd Baker, Burr DeBenning, Ray Vitte, Bob Duggan, Dan Sturkie, Linda Gary. Lorimar Television ; CiP - Europaische Treuhand AG.

Un policía (Al Pacino) se ve obligado a infiltrarse en los ambientes gays más sórdidos de Nueva York para atrapar a un asesino de homosexuales.

El cruising en el cine
Javier Parra Sábado | e-cartelera, 2020-02-15

https://www.ecartelera.com/noticias/cruising-en-el-cine-59636/3/

Estrenada hace cuarenta años, 'A la caza' conseguía ser en el momento de su estreno todo un escándalo, contra la cual se alzaron las voces del colectivo gay al considerar que el film venía a perpetuar el cliché negativo hacia los homosexuales. Sin ir más lejos, el paso de los años fue lo que acabó convirtiendo la película en una pieza de culto del thriller y de la representación LGTB, y la cual no era más que la adaptación de una novela homónima ('Cruising', en su título original).

El uso del término "cruising" en el argot gay, vendría derivado del hecho de querer protegerse de la persecución a la que se veía sometido el colectivo, con motivo de crear un lenguaje propio que no entendiesen los heterosexuales, y así poder referirse al cruising de forma abierta en todo tipo de lugares, sin que aquellos que no fuesen homosexuales y/o no estuviesen familiarizados con la palabra y su total significado, pudiesen sospechar que la referencia real era a la búsqueda de una pareja sexual en lugares públicos, normalmente para encuentros furtivos y (casi siempre) anónimos.

Poco explotado
Los tan dispares William Friedkin o Albert Serra han sido algunos de los que se han encargado de llevar a cabo los parámetros del cruising al cine, aunque cada uno a su manera y con diferentes visiones acerca de este, siempre teniendo en cuenta la máxima que supone el sexo libre y la libertad, ya sea desde una perspectiva de thriller que bien podría ser un slasher al uso (el caso de 'A la caza'), o desde un tipo de cine más experimental y totalmente adepto a las corrientes del cine de autor (el caso de 'Liberté', la última obra del cineasta catalán).

Sin embargo, y pese a que el cine queer (y con él, los dramas exentos o no de romance) haya tenido en cuenta algo como el cruising en algunas de sus representaciones, a cuatro décadas desde su estreno sigue siendo la película de Friedkin la que mayor relevancia sigue teniendo en una temática tan concreta como esta (con permiso de la más reciente 'El desconocido del lago'), la cual se ha visto incluso revisitada en forma de falso documental en los últimos años.

  • 'A la caza' / Basada en la novela de Gerald Walker que el propio William Friedkin adaptaría al guion, 'A la caza' pasó a ser una de aquellas películas que en su momento masacró la crítica (incluso le cayeron tres nominaciones a los Razzie), y que a día de hoy ha conseguido el estatus de culto que merece. Protagonizada por Al Pacino y Paul Sorvino, el primero se metía en la piel de un policía que deberá introducirse en el mundo de la escena nocturna de los clubes gays de Nueva York, donde un asesino ha empezado a seleccionar a sus víctimas, mostrando una ciudad absolutamente sórdida y despiadada.
  • 'El desconocido del lago' / Alain Guiraudie conseguía el premio al Mejor Director en Cannes dentro de Un Certain Regard gracias a 'El desconocido del lago', un thriller erótico que causó polémica por sus secuencias de sexo real entre hombres que escandalizaron a cierto sector del público. Su historia nos llevaba hasta un caluroso verano, donde en las orillas de un lago, Franck (Pierre Deladonchamps) se deja llevar por los placeres de la carne en ese espacio frecuentado por quienes hacen cruising. Todo se empezará a torcer cuando un hombre aparezca ahogado.
  • 'Amor eterno' / Marçal Forés presentaba su tercer largometraje en 2014, título enmarcado dentro de los trabajos de la productora #LittleSecretFilm, y el cual nos llevaba hasta un espacio icónico del cruising en Barcelona: Montjuïc. En ella, Joan Bentallé era Carlos, un profesor de la escuela de idiomas que pasa las horas después de su trabajo haciendo cruising. Ahí se topará con Toni (Aimar Vega), uno de sus alumnos, con quien iniciará un idilio de tintes prohibidos.
  • 'Interior. Leather Bar' / Partiendo de la premisa de que más de 40 minutos de metraje de 'A la caza' fueron recortados en la sala de montaje, James Franco dirige junto a Travis Mathews lo que vendría a ser una recreación de aquellos hechos que nunca vieron la luz. Así es como 'Interior. Leather Bar' viene a ser un documental ficcionado sobre el título de culto de Friedkin, con el que Franco sorprendió al público de Sundance y la Berlinale de 2013.
  • 'Beach Rats' / Eliza Hittman escribe y dirige 'Beach Rats', título con el que ganaba el premio a la Mejor Dirección en Sundance dentro de la categoría de Drama. En ella, ensalzada ya como una de las películas queer a tener en cuenta para el futuro, conocíamos a un joven de Brooklyn (Harris Dickinson) que vive rodeado de una masculinidad tóxica, la cual no le acaba de dejarse definir en cuanto a sus verdaderos sentimientos e impulsos, los cuales alivia en brazos de hombres que conoce en lugares de encuentro y vía online.
  • 'Liberté' / Nadie mejor que Albert Serra para firmar una de las películas más radicales que se han podido ver acerca de los años previos a la Revolución Francesa, y por la que Premio Especial del Jurado en Un Certain Regard del Cannes de 2019. En ella, el director nos presenta a tres miembros de la alta sociedad que han sido expulsados de la corte, y cuyas intenciones no son otras que llegar hasta los dominios de un afamado duque alemán, con quien comparten sus ideales de libertinaje, con la intención de promover el sexo libre por Alemania, convirtiendo un espacio en el que pasarán la noche en algo propio de lo que muchos tacharían de Sodoma y Gomorra.
  • 'Fin de siglo' / Lucio Castro escribe y dirige 'Fin de siglo', considerada ya por muchos como la nueva 'Weekend' (con la que Andrew Haigh conmovió al público y a la crítica en 2011) y ganadora del premio a la Mejor Película Argentina en el BAFICI. En esta, y pese a que el cruising aparezca como algo anecdótico, seremos testigos del encuentro de dos hombres en Barcelona, el cual hará que aflore entre ellos una serie de emociones que tienen que ver con el hecho de que ya se conocieron hace años.

1980/05/06

DOCUMENTACIÓN | CUESTIÓN | LUIS ANTONIO DE VILLENA: CONSIDERACIONES A FAVOR DE WALT WHITMAN

Consideraciones a favor de Walt Whitman.
Luis Antonio de Villena | El País, 1980-05-06

https://elpais.com/diario/1980/05/07/sociedad/326498402_850215.html 

La lectura de un libro claro y profundo (‘Homosexualidad: el asunto está caliente’, de Héctor Anabitarte y Ricardo Lorenzo) me vuelve a la médula, a las muchas quisicosas pendientes, de un problema sin problema. Porque -y no es la primera vez que se afirma- la homosexualidad ‘no existe’. O, por mejor decir, es un problema inventado. Un asunto que la sociedad ha urdido para descalificar de sí a quienes no son -hombres o mujeres- ‘estrictamente’ reglamentarios. El ‘problema homosexual’ es una de estas etiquetas descalificadoras. Y es que, si eliminamos la ingente ‘presión social’ que sobre ellos se ha hecho y se hace (por no mencionar la crueldad, el desprecio o las hogueras), el ‘homosexual’ no existiría. Como tampoco, desde luego, los ‘heterosexuales’. Cada ser humano -hombre o mujer-, dentro de ese ‘continuum’ sexual de que hablaba Kinsey, elegiría libremente lo que su libido, su carácter, su necesidad diferente de placer o sus circunstancias le aconsejasen. Lo haría, por supuesto, sin violencia ninguna y con el respeto más absoluto a la decisión y a la libertad de los demás. Lo que a su vez, por ende, sería ‘natural’ en una (hoy utópica) sociedad de hombres libres. Casi podríamos decir que en un mundo tal no habría etiquetas, sino matices. Ya que el homoerotismo no es sino una más de las potencialidades sexuales humanas; una más, esto es, ni mejor ni peor. Una de tantas... Pero se me dirá que qué tiene que ver con la ‘normalidad’ que digo ese mundo exhibicionista, estereotipado y crispado (y potenciado por una, tal vez, efímera moda de ‘destape sexual’) que componen los travestidos y sus espectáculos, algunos chillones bares ‘gay’ y, sobre todo, la imagen -hoy tolerada, pero profundamente despreciada- de la ‘loca, del mariquita de gueto’... (Y conste mi natural respeto por cada una de esas cosas). Porque todo ello parece tan lejano del común, del deseable trato erótico, que uno siente la tentación de creer que sí, que hay un ‘auténtico’ problema homosexual. Y que lo que puede hacer una sociedad liberal como la que buscamos es aceptar ‘eso’, tolerarlo, pero mantenerlo, a ser posible, distante... (Y ‘tolerar’ es, casi siempre, una palabra profundamente racista). Pero el caso es que todas esas ‘manifestaciones’, desagradables para álgunos, y no exentas muchas veces de contenido belicoso (el célebre ‘no quieres caldo, toma tres tazas’), proceden precisamente de la ‘artificiosidad’ del problema homosexual, del haberlo -a sangre y fuego- inhumanamente creado... Es decir, que si las ‘manifestaciones’ arriba dichas (‘el loquerio’) han de ser hoy respetadas y aceptadas como realidad existente -y en absoluto dañina-, no menos cierto es que responden casi siempre a una ineducación o a una carencia, de la que el homosexual no es -hoy por hoy- para nada culpable.

Porque, ¿qué puede hacer un muchacho que comienza a sentir ‘esa’ tendencia sexual de la que nadie le dice nada, si no es para condenarla, escarnecerla o empecatarla, qué puede hacer -digo- ese sufriente muchacho, sino reprimirse ferozmente, o volverse hacia los suyos que, por la presión social que les oprime, y por secular ignorancia, deciden –‘grosso modo’- que si les gustan los hombres, ello es que son -de alguna manera- mujeres y tiene como tal que comportarse?

Ese muchacho, por la ignorancia e ignominia que la sociedad le da de sí, decidirá mal, y resultará por eso (no lo era) ‘deformado’. Al convertir un impulso vivo y natural en una pasión ‘vergonzosa’ o (en el mejor de los casos) crispada, belicosa, falseada... Naturalmente, hay quienes se salvan, quienes tratan de vivir -y viven- la ‘normalidad’ de su sentimiento, pero a costa de grandes dificultades. De orden familiar y cultural, primero, y de orden social, más tarde. Luchando por ‘comprender’ -entre la incomprensión feroz que les rodea- y luego por ‘hacer comprender’. No quiero decir que quienes así obren -personas evidentemente ‘normales’, aunque hagan a veces bandera de su actitud- sean héroes, ni creo que a ellos les guste esa palabra, pero están volcados, eso sí, al heroísmo. Ante las sonrisas, ante los comentarios por la espalda, ante la imperiosa necesidad de estar siempre alerta, luchando...

¿Qué sucedería si no hubiesen existido las persecuciones de la moral judeo-cristiana, el ‘pecado nefando’, las hogueras, la maldición, las cárceles?

La imagen -tópica y real- nos la puede acercar otra del mundo antiguo (hasta que, en 372, Valentiniano II, por presión cristiana, modificó la Lex Julia); unas largas centurias de ‘normalidad’, de pasión estética o de tolerancia clara... La misma imagen (a la que no hay por qué quitar su fervoroso contenido de utopía, de apuesta de futuro) que soñó Gide, o Wilde, o Wincklelmann, o Cernuda, o Walt Whitman... Y digo adrede precisamente estos nombres. Porque si muy cierto resulta, aquí y ahora, que el gueto tolerado es una conquista, los marginados deben aspirar a salir de él -porque les deforma-, es decir, a ser -siendo lo que son- ‘normales’. La vieja historia de los camaradas.

Luis Antonio de Villena es escritor y critico, autor del libro de poemas ‘Hymnica’ y de un estudio biográfico de Oscar Wilde.


Homosexualidad y tapujo.
Alberto Cardín | El País, 1980-05-12

https://elpais.com/diario/1980/05/13/opinion/327016807_850215.html

Curiosamente, frente a la normalidad vigente, el señor Villena propone, en su artículo aparecido en El País del día 7 de mayo, otra en la que, so capa de no ser ya necesarias las perversiones mayúsculas, éstas quedan excluidas. La solución, como todas las que echan mano de un supuesto talismán del futuro, se parece sospechosamente a la que Gramma recordaba hace poco a los «antisociales» cubanos: en la sociedad perfecta nadie tiene derecho a aspirar a la infelicidad. Y esto lo pone Villena nada menos que bajo la advocación de Walt Whitman, que, en su día y mentirosamente, negó a Symonds sus aficiones de todos bien sabidas. ¿Qué nos propone Villena mientras su solución al «falso problema» de la homosexualidad llega? Al parecer, el tapujo.

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // STARS COFLHEE es un trabajo realizado por Julen Zabala Alon...