2019/07/18

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | LA PERTURBADORA DELICADEZA DE HERVÉ GUIBERT

La perturbadora delicadeza de Hervé Guibert.
Una exposición muestra la obra fotográfica del transgresor autor que en los ochenta cuestionó la doble moral de la sociedad francesa frente al sida.
Gloria Crespo MacLennan | El País, 2019-07-18
https://elpais.com/cultura/2019/07/11/babelia/1562849062_797454.html 

“La fotografía es también un acto de amor”, escribía Hervé Guibert (París, 1955 - Clamart, 1991), "y como en todo acto de amor uno se descubre a sí mismo sin concesiones". "Sin piedad pero no sin amor”, como diría su viuda, el autor se apropió de los momentos más íntimos de la realidad, de los propios y de los ajenos, para expresar su arte y hacer de ello una expresión colectiva. Tras su prematura muerte a los 36 años, víctima del sida, dejó un importante legado fotográfico, del cual se puede ver una pequeña, pero evocadora, selección en la exposición organizada por la Fundación Loewe, dentro de la programación de PHotoEspaña.

Conocido sobre todo como escritor, fue también fotógrafo y cineasta. Se dio a conocer en los círculos intelectuales de París con una columna sobre fotografía que escribió para el periódico ‘Le Monde’ entre 1977 y 1985. Con tan solo 22 años publicó su primer libro, ‘La mort propagande’, un perturbador autorretrato que resultará premonitorio sobre su enfermedad y su muerte. Sería el primero de una fructífera trayectoria artística que incluye algunos de los textos más crudos que se han escrito sobre los devastadores efectos del sida, en una época en la que el virus estaba considerado como un azote divino. Tristemente concluirá con ‘La pudeur ou l’impudeur’, un sobrecogedor relato fílmico de sus últimos días. “Su obra contribuiría a transformar los prejuicios que había respecto a la enfermedad y hacia sus víctimas en Francia”, destaca María Millán, comisaria de la exposición.

Al cumplir 18 años su padre le regaló una cámara Rollei 35. De los primeros retratos que tomó se encuentra uno a su madre. “Lo primero que hice fue sacar a mi padre de la habitación donde iba a tomar la foto, alejarle para que la imagen dejara de pasar a través de la que él se había creado de ella... de forma que no quedase nada más que nuestra complicidad”, escribía el autor años más tarde en ‘L’image fantôme’. La fotografía se convirtió en un diario donde anotar tomas visuales. “Quería representar físicamente sentimientos que son invisibles ante la cámara e invitar al espectador a conectar con esas imágenes reconociendo sus propios deseos. Le interesaba el efecto que podía producir la fotografía no solo en la persona retratada y en el espectador, sino también en el propio fotógrafo”, señala Millán.

La vida parecía transcurrir entre polos opuestos para Guibert. Así fue fraguando una obra entre la realidad y la fantasía; el placer y el dolor; la transgresión y el miedo; la palabra y la imagen; la posesión y la libertad; la vida y la muerte. A través de una fotografía muy intimista y poética, que tiene como protagonistas a la gente y a los objetos de su entorno, expresó sus estados de ánimo y observaciones, dando voz a los sentimientos y transformándolos en emociones colectivas.

Fue autodidacta. “Tenía un alto sentido de la estética. Era muy cuidadoso a la hora de componer y de imprimir. Jugaba mucho con los cortes de las imágenes y con las luces y las sombras, colocando a sus personajes con suma delicadeza. Aunque él no imprimía sus fotografías, era muy exigente y controlaba hasta el mínimo detalle”, explica la comisaria. Retrató a muchos personajes del mundo de la cultura, y poco a poco fue desarrollando un cuerpo fotográfico. Aun así, parecía sentirse más cómodo con la escritura. “Las palabras son bellas, las palabras son justas, las palabras son victoriosas”, escribía. “La fotografía y la escritura no eran complementarias en cuanto a su sentido artístico”, matiza la comisaria, “las utilizaba como distintas formas de expresión. Vivió fundamentalmente de la escritura. Es al final de su vida cuando empieza a divulgar más su faceta como fotógrafo”.

En 1980 publicó su segundo libro, ‘Suzanne y Louise’. Compuesto por las imágenes de sus dos tías abuelas, acompañadas por un texto escrito a mano, con tintes tan sádicos como ingenuos, nos adentra en el día a día de dos excéntricas y conmovedoras ancianas. Viven aisladas en una casa acompañadas por su perro, y solo hablan entre ellas cuando las visita su sobrino. El retrato de estas dos mujeres, a través de sus grandezas y miserias, servirá de espejo a su autor. La serie de fotografías dio pie a su primera exposición individual.

En ‘L'image fantôme’, una colección de ensayos en los que el autor profundiza tanto en el proceso artístico de la fotografía como en su propia memoria, se desmarca de las teorías defendidas un año antes por el escritor Roland Barthes en ‘La cámara lúcida’. Guibert describe su libro como “un negativo de la fotografía... [el libro] habla solo de imágenes fantasmas, de imágenes que no resultaron, o incluso de las latentes, imágenes que son íntimas hasta el punto de ser invisibles”. Así sus fotografías no se ajustan a un significado, a pesar de que en apariencia se refieran a una realidad concreta. Conoció a Cartier-Bresson, con quien realizó un viaje y de quien figura un retrato en la exposición. “Admiraba su trabajo, pero no sus teorías”, afirma Millán. “Guibert consideraba que esperar el momento decisivo era una pérdida de tiempo”.

La exposición forma parte de una trilogía comisariada por Millán, a través de la cual la Fundación Loewe se ha propuesto explorar la forma en la que los artistas han abordado cuestiones sobre la identidad y la sexualidad. Comenzó con Minor White, y el pasado año tuvo como protagonistas a Peter Hujar y David Wojnarowicz, todos ellos norteamericanos. “En esta última muestra quise centrarme en cómo se trataba el tema del sida y de la identidad sexual en Europa, en los ochenta y principios de los noventa. Conocía el trabajo de Guibert y me pareció que, aunque la forma de abordar el tema fotográficamente era distinta, compartía el mismo sentir que Hujar y Wojnarowicz”. El fotógrafo francés “vuelve a encarnar una infatigable consciencia, vulnerable a la par que resiliente, expresada en dos espectros entrelazados: la vida y la muerte. Guibert fue capaz de otorgar una duradera resonancia universal a su batalla personal”, escribe la comisaria.

La muerte está muy presente, tanto en su obra fotográfica como en la literaria. “Decía que la fotografía tiene la capacidad de embalsamar un momento de vida que se acaba porque la muerte está siempre presente”, destaca la comisaria. “Sus escritos son mucho más crudos y reivindicativos que sus imágenes”. En 1988, diagnosticado con sida, se abraza a la vida y comienza un periodo de vida muy intenso. Dos años más tarde se publica ‘À l' ami qu en m' a pas sauvé la vi’ (Al amigo que no me salvó la vida). "Sí, mi novela es la historia del sida, del tiempo de la incubación, de la enfermedad y de los años ochenta... Hay en este libro una actitud agresiva, violenta, virulenta, como lo es el sida...", afirmaba el autor.

Ante la inminencia de la muerte, el narrador encuentra una excusa para hacer pública su enfermedad, así como lo que sucede en su círculo de relaciones. Pese a la utilización de nombres ficticios, no resultaba difícil identificar a su amiga la actriz Isabelle Adjani en el personaje de Marine, ni la detallada agonía del filósofo Michel Foucault (con el nombre de Muzil), fallecido en 1984, sin que se conociese su condición de seropositivo. De ahí surgió el debate del derecho a revelar secretos ajenos en nombre del arte, ante lo que el ‘enfant terrible’ defendió su intención de hacer un llamamiento a reconocer a las víctimas del sida como enfermos, no como apestados, y condenar la actuación de quien, sabiéndose portador del virus, oculta a su pareja su condición. “Guibert no se convirtió en un activista hasta dos años antes de su muerte”, señala Millán. “En realidad, ya había expresado en toda su obra quién era sin necesidad de ningún activismo, pero debido al escándalo que genera la publicación toma una postura más notoria”.

Entre los protagonistas de sus fotografías se encuentran Christine, viuda del artista retratada taciturna, con la cabeza recostada en un sillón, y Thierry Jouno (pareja de Christine y padre de sus dos hijos), quien fue amante de Guibert. Formarían un trío sentimental y los tres contrajeron el VIH. De ahí que Guibert, cuya muerte parecía más inminente, pidiera a Christine matrimonio como un acto de amor hacia sus hijos, con el fin de protegerlos económicamente ante la posible desaparición de sus dos padres. Christine fue la única superviviente del trío.

Los últimos ocho meses de su vida los dedicó a la filmación, con una cámara doméstica, de su progresivo deterioro físico y moral. El rodaje de ‘La pudeur ou l’impudeur’ terminó unas semanas antes de morir, pero Guibert no llegó a ver su montaje definitivo. Meses después de su muerte se estrenó el documental en la televisión francesa. Con su desaparición perpetuaba su memoria y la de otros muchos. El mal quedaba conjurado.
 

Y TAMBIÉN…
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Hervé Guibert: Los retratos de la muerte.
La piedra de Sísifo, 2021-12-15

https://lapiedradesisifo.com/2021/12/15/herve-guibert-los-retratos-de-la-muerte/ 

2019/07/07

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | UNOS APUNTES DE ORGULLO OBRERO Y GAY

Unos apuntes de orgullo obrero y gay.
Jorge Matías | La Voz de Asturias, 2019-07-07

https://www.lavozdeasturias.es/noticia/opinion/2019/07/07/apuntes-orgullo-obrero-gay/00031562480495688430440.htm 

No sé si saben ustedes quien fue Mark Ashton, y tampoco sé si soy yo la persona más indicada para hablar de él, pero voy a hacerlo igualmente y sin pedir permiso.

Mark Ashton nació en 1960 en Irlanda del Norte. A finales de los setenta se trasladó a Londres. Trabajó disfrazado de camarera, parece ser, y ya en los ochenta se hizo voluntario de un teléfono de ayuda a lesbianas y gays. Miembro del Partido Comunista de Gran Bretaña, fue secretario general de las juventudes comunistas de su país hasta su temprano fallecimiento en 1987.

Ashton era comunista y homosexual. En aquellos terribles años ochenta, el gobierno ultraconservador de Margaret Thatcher estaba en guerra abierta con los mineros del país. Cuando la National Union of Mineworkers convocó la huelga que duraría nada menos que un año y el gobierno le retiró los fondos, la situación de los mineros en huelga era muy delicada. Mark Ashton y su amigo Mike Jackson pensaron que la clase obrera estaba siendo atacada y oprimida, y que el colectivo LGTBI debía apoyar a los mineros. Mark conocía perfectamente los problemas de los trabajadores, especialmente los del sector textil, que era al que pertenecían sus padres. Así nació Lesbians and Gays Support the Miners, a raíz de la recaudación para apoyar la huelga minera que se hizo en el Orgullo de 1984. La organización llegó a tener once secciones repartidas por todo el Reino Unido. Organizaban viajes a las zonas mineras para apoyar la huelga y recaudaron miles de libras para los trabajadores. A estas alturas de columna, supongo que todos saben que me refiero a la persona real en cuya historia se inspira la divertida y conmovedora película de 2014, ‘Pride’.

Mark luchó toda su corta vida por una alianza entre los trabajadores y el colectivo LGTBI, alianza que defendió valientemente entre sus reticentes camaradas del Partido Comunista y entre el no menos reticente colectivo LGTBI. Cuando un conocido tabloide publicó en su portada que los pervertidos apoyaban a los mineros (‘Perverts support the pits!’) Mark Ashton respondió organizando un festival de música, Pits and Perverts, en el que actuaron nada menos que Bronski Beat, banda liderada en aquel entonces por el gran Jimmy Somerville.

En junio de 1985, una comitiva de 150 mineros de todo el país encabezó el desfile del Día del Orgullo Gay en Londres. Allí, los mineros aseguraron que ahora sabían de los problemas de otros sectores de la población, al igual que Mark Ashton aseguraba que «no se puede ser gay y preocuparte solo de los problemas de los gays». No fue una victoria, ni escribo sobre transversalidad. Los mineros perdieron casi todo y un año después de la muerte de Ashton, en 1988, se aprobó una ley contra la promoción de la homosexualidad en las aulas, sea lo que sea eso, e incluso se prohibió enseñar que se gay es algo aceptable: el tristemente conocido Artículo 28, que no fue derogado hasta 2003. A pesar de todo, esta no deja de ser una historia real de solidaridad, de unirse en lo común, sin chorradas, sin compartimentos ni secciones para cada colectivo en la manifestación, una historia real de apoyo y comprensión, de lucha sin cuartel.

Hoy, aquí, el programa político de Vox, ese partido tan retrógrado que hasta tiene su propio Monasterio, es abiertamente homófobo y terroríficamente antiobrero. Muy Margaret Thatcher, al final. Llegados a este punto, no sé ustedes, pero yo prefiero un Mark Ashton antes que doscientos Fusaros. Prefiero ir de la mano de los pervertidos. Siempre.

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | EL MOVIMIENTO DE INSUMISIÓN EN NAVARRA | 3. FIN DE CICLO

El movimiento de la insumisión en Navarra (y III): fin de ciclo.
La insumisión, que logró en Navarra un apoyo social trasversal sin precedentes, ganó la batalla de suprimir la mili en 2001.
Pedro Oliver Olmo | Noticias de Navarra, 2019-07-07
https://www.noticiasdenavarra.com/sociedad/2019/07/07/movimiento-insumision-navarra-iii-ciclo-2379106.html 

Por si hubiera alguna duda, a partir de 1994, y con una nitidez especial y algo escabrosa desde la dispersión de los insumisos en septiembre de ese año, la singularidad represiva de la insumisión navarra era ya demasiado visible desde todos los puntos del Estado, una imagen que hubo de perseguir constantemente al biministro socialista Juan Alberto Belloch y a sus aliados: ¿cómo podía haber centenar y medio de insumisos presos sólo en Pamplona y apenas unas decenas en el total de las prisiones de España? Todo indica que aquello, lejos de amilanar a los insumisos presos, por la dureza que desprendía y el sacrificio que conllevaba, coadyuvó a aquilatar su capacidad de resistencia. Por su parte, los insumisos dispersados también eran fuente de agitación propia, por los apoyos que recibían y por las visitas (incluyendo las de parlamentarios). La resistencia y la capacidad de nuevas iniciativas que se desplegaron entre 1994 y 1996 fue realmente encomiables, el culmen de una movilización ya veterana, con repercusiones que lógicamente trascendían con mucho las fronteras de la Comunidad Foral.

El rechazo a la mili se generalizaba por toda la sociedad española y más aún en Cataluña, País Vasco y Navarra. Las juventudes de UPN, IU, HB y EA se posicionaron contra el SMO. Por aquel entonces la objeción de conciencia se disparaba ya a cifras gigantescas. Sin embargo, el Estado se mostraba incapaz de dar una solución al colapso: las plazas para la prestación social sólo cubrían un tercio de la demanda. El 60% de los jóvenes navarros dijeron “no a la mili”, o con la objeción de conciencia o con la insumisión. Si el CNOC había reconocido a 4.610 objetores navarros hasta 1995, de los que 1.216 correspondían a 1994, ya en 1997 el número de objetores superaría por primera vez en Navarra al de reclutas.

Así las cosas, por fin, pero de qué manera, parecía hacerse realidad el lema que tanto se gritaba por las calles de Pamplona: “No hay prisión que pare la insumisión”. El Código Penal de 1995 lo ratificaba. En 1996, el nuevo gobierno del PP, por exigencias de sus socios nacionalistas vascos y catalanes, quienes a su vez se veían obligados a contentar la enorme presión ‘antimili’ de sus poblaciones, anunció la abolición de la mili en 2003. La crisis del sistema de reclutamiento entraba en su fase final, y la objeción y la insumisión también.

El movimiento insumiso navarro en pleno (MOC-KEM, Kakitzat, GAS, Nafarroa Intsumitua y AFOINA) rechazó contundentemente las nuevas penas del Código Penal, aquello que sin ambages se llamará “la muerte civil” de los jóvenes insumisos, por las largas condenas de inhabilitación que podrían recibir, un sintagma que, por cierto, ya había sido formulado en el tardofranquismo contra los objetores de conciencia, “muerte civil”, dejar a los jóvenes disidentes inermes por largo tiempo, no aptos para la función pública, con un futuro lleno de dificultades.

Tanto en la cárcel de Pamplona (con la ‘Huelga de frío’, por la que cada insumiso preso iba tan sólo vestido con una manta), como en la calle, se realizaron acciones contra el cambio en la penalización, algunas multitudinarias (caso de muchas manifestaciones, el ‘Intsumisio Eguna’ de Kakitzat en Berriozar y las inagotables marchas a la cárcel de los familiares de AFOINA).

En 1996 se creó EUDIMA, asociación de ayuntamientos insumisos. El Ministerio de Defensa llegó a denunciar a 63 ayuntamientos por no alistar a los reclutas (25 de los municipios tenían alcalde de HB). Se trataba de otra importante cosecha en la socialización del mensaje antimilitarista, aunque no sería la última: por ejemplo, en 1997 se presentó en Pamplona la campaña Insumisión Rosa (o Insumisión Marica), bajo la promoción del colectivo EHGAM, para denunciar el machismo y la homofobia de los ejércitos y para hacer valer la profundidad de ese debate también en el seno del movimiento antimilitarista y de insumisión.

El MOC inició en 1997 a nivel estatal una nueva estrategia, la ‘Insumisión en los cuarteles’. En ella, y en su diseño, participaron varios insumisos navarros. A partir de 1998 volverá la imagen de los Consejos de Guerra: los navarros Tasio Ardanaz y Jesús Belascoain fueron juzgados por tribunales militares en A Coruña y, condenados a dos años y cuatro meses, cumplirían condena en la prisión militar de Alcalá Meco. En 1998, mientras que la movilización amainaba (en general, tanto en Navarra como en todos los territorios del Estado español), o en todo caso se focalizaba en apoyar la insumisión en los cuarteles (incluso con acciones directas muy audaces, como subirse al tejado del cuartel de Aizoáin), entró en vigor una nueva LOC con carácter retroactivo que igualaba la duración del SMO y la PSS y pasaba a la reserva a miles de objetores en situación de espera. Cerca de 2.000 objetores navarros pasaron a la reserva sin hacer la PSS. La bolsa de los pendientes por prórroga superaba ya el millón de personas en todo el Estado. La crisis del sistema de reclutamiento no se aliviaba con paliativos. Así la ‘mili’ no llegaría a 2003. Popularmente se generalizó una idea jocosa: comienza la campaña ‘tonto el último’.

Por fin, en 2001, quedó legalmente “suspendido” el SMO al tiempo que concluía con éxito evidente un largo ciclo de tres décadas de desobediencia civil. No era de extrañar que aquel primer objetor de 1971, Pepe Beunza, quien conoció las prisiones militares del franquismo por su antimilitarismo y ‘noviolencia’, acudiera en 2001 a la prisión militar de Alcalá Meco a recibir y abrazar a los últimos insumisos.

Pedro Oliver Olmo. Profesor de la Universidad de Castilla La Mancha y colaborador del Instituto Navarro de la Memoria.

2019/07/06

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | LA REPRESENTACIÓN LGTBI MÁS INFLUYENTE DESDE LA TRINCHERA DE LA CULTURA

Los 25 gays y lesbianas que cambiaron la historia de España desde la trinchera de la cultura.
Desde que Franco muriese en 1975 hasta hoy. Aquí los creadores LGTBIQ más influyentes de la cultura española que lucharon por la libertad desde su obra o desde su vida: de Eloy de la Iglesia a Los Javis pasando por Gloria Fuertes.
Lorena G. Maldonado | El Español, 2019-07-06
https://www.elespanol.com/cultura/20190706/gays-lesbianas-cambiaron-historia-espana-trinchera-cultura/411459788_0.html 

Decía el poeta Luis Antonio de Villena, no sin controversia, que “una cosa es ser homosexual y otra cosa es ser gay”: se refería el autor a que el primero es aquel “que mueve y dice su condición, pero en ámbitos más privados, y piensa de algún modo que las actitudes personales y culturales pueden llegar a tener más incidencia y fuerza social que las multitudinarias”; y que el segundo es un “homosexual que cree deberse a una militancia”.

En el fondo, lo que quiere expresar Villena es que, una vez fuera del armario, uno puede elegir ser activista o no: adquirir una actitud más política y presente en la conversación pública o limitarse a deslizar mensajes, imágenes, sensibilidades sofisticadas desde la propia producción cultural y la propia manera de vivir. Es imposible decidir cuál de las dos legítimas opciones es más útil para la libertad de todos. Lo único seguro es que ambos caminos son necesarios para alcanzar la igualdad real.

En su caso, Villena se revela, sobre todo, como un esteta, como un hedonista incorregible prendado de las bellezas masculinas más bisoñas, como muestra en su hermosísimo poema ‘Un arte de vida’: “Perseguir y anhelar jóvenes cuerpos, llanuras prodigiosas, / todo el mundo que cabe en tanta euritmia. / Dejar de amanecida tan fantásticos lechos, / y olerte las manos mientras buscas taxi, gozando / en la memoria, porque hablan de vellos y delicias / y escondidos lugares, y perfumes sin nombre, / dulces como los cuerpos”. Todo su imaginario orbita en torno al deseo. A la pasión. A la armonía física. Al gozo intelectual. Al homoerotismo. Pero, afortunadamente, no es el único cerebro privilegiado que ha impregnado su producción de su auténtico sentir.

Lo cierto es que desde 1975, cuando Franco agachase por fin la cabeza, han sido decenas los creadores LGTBIQ que han peleado la homofobia patria -sus obstáculos, sus insultos, sus desprecios- con su discurso, con su obra, y, es más, con su propia vida. Eso sí, cada uno a su estilo. Algunos se han mostrado más silentes, más privados, quizá más individualistas, posiblemente por una cuestión generacional. Todos artistas trascendentes y de corte universal, pero a la vez hijos inequívocos de su educación disciplinada y de su época.

Véanse esos hombres transparentes y paralelos entre identidad y creación, aunque en su discurso no se expongan tanto: ahí Antonio Gala –‘La regla de tres’, obra basada en la bisexualidad-, Eduardo Mendicutti -que fue el primero en incluir una relación leather en una novela- o Álvaro Pombo -ojo a ‘Contra natura’ o ‘Relatos sobre la falta de sustancia’-.

En ellos hay un desvestimiento recatado, si es que no es oxímoron. En ellos hay una sugerencia que no se siente cómoda en la exaltación. Por ejemplo, Pombo contaba en una entrevista a este periódico que él era “pre-gay” porque “lo gay” le parecía “hortera”: “Me llaman homófobo los gays, y no lo soy en absoluto. ¡Es que a veces se pasan unos pueblos…! Sí que me parecen un poco horteras, la verdad, pero eso tiene que ver con mi edad y con que yo he vivido en un mundo muy disciplinado. No soy de grandes fiestas, me gusta estar en pequeños grupos. No me gusta estar en una carroza”.

El de Pombo es un caso interesante porque muestra que hay muchas formas de vivir la homosexualidad: en su experiencia, la relación con sus filias es conflictiva, introspectiva, insatisfactoria y grave en el sentido profundo de la palabra; sin trivialidades. Su postura ante sus afectos es intensa, extrema, culta, severa, sobria, casi dolorosa.

Por su parte, el poeta Jaime Gil de Biedma, siendo él gay mítico, confesaba desconfiar de la poesía homosexual -salvo de la de Cernuda o Cavafis-, porque creía que “el autor, y el lector con él, parecen poner más atención en el sexo de la persona amada o deseada que en el amor y el deseo”. No obstante, se revelaba en piezas como ‘Peeping Tom’, en la que descubría al muchachito atónito al que sorprendió mirándole mientras él se revolcaba junto a otro estudiante en el pinarcillo de la Facultad de Letras: "Así me vuelve a mí desde el pasado / como un grito inconexo / la imagen de tus ojos. Expresión / de mi propio deseo".

Una contradicción similar vivía Juan Goytisolo, Premio Cervantes 2014, padre de ‘Señas de identidad’. De él decía su sobrino, el pintor Gonzalo Goytisolo: "A mi tío Juan nunca lo verás militando en una manifestación gay, no es una persona pública en ese sentido. Lo vive como una experiencia íntima y muy personal. La homosexualidad está tratada con naturalidad, no forzada; es como un comentario sin darle importancia". Por no hablar del emblemático Rafael Chirbes: él comenzó su carrera como escritor en 1988, cuando quedó finalista del Premio Herralde con su novela ‘Minoum’, de temática homosexual. Sin embargo, no volvió a ahondar en la cuestión hasta la impactante París-Austerlitz (Anagrama), publicada póstumamente. Escribió la novela durante 20 años hasta que se atrevió a ‘dejarse ser’.

Nada que ver con Vicente Molina Foix, que además de ser abiertamente gay ha indagado en la temática homosexual en muchos de sus libros: especial mención a ‘La comunión de los atletas’, una obra en dos partes. En primer lugar, ‘Los ladrones de niños’, y, en segundo, ‘El invitado amargo’, escrita conjuntamente con el poeta Luis Cremades, con quien vivió un loco romance décadas atrás.

La experiencia de Gloria Fuertes fue más tenebrosa, dentro de su innegable dulzura: se la infantilizó para siempre, se le arrancó el sexo para convertirla en un producto para todas las edades, se la encerró en sus cuentos como a una mascota torpe, amable e inofensiva. De hecho, sólo desde el año pasado -aprovechando su efeméride- ha salido a la luz su ‘poesía adulta’. No pudo siquiera hacer gala de su lesbianismo, porque temía que los padres de los niños para los que escribía la rechazaran por ello. Su gran amor fue la hispanista estadounidense Phyllis Tumbull.

Sólo muy de vez en cuando hace en su obra un guiño a su homosexualidad, como al escribir “me nombraron patrona de los amores prohibidos”. A la vez, tampoco se disfraza de heterosexual: no se refiere a sus romances en masculino. “No es suficiente, no, soñar contigo / rezar para que vivas / retratarme para darte la foto / escribirte en la noche / con obsesión pensar en tus maneras. / ¡No es suficiente, no, darte la vida / ni decir a la gente que te quiero / ni entregar al mendigo mis ahorros / ni quemar el pasado es suficiente!”. Con sus amigos sí reconocía su inclinación. Como cuando le contó a Vicente Molina Foix una anécdota hilarante: “Fui al metro decidida a matarme. Pero al ir a sacar el billete ligué, y en vez de tirarme al tren me tiré a la taquillera”.

La poeta uruguaya Cristina Peri Rossi se exilió a España en 1972 y desde entonces reside en Barcelona: su gran actividad literaria se ha desarrollado aquí, y, con ella, su aperturismo sexual, su intelectualidad rebelde. En sus versos siempre exploró la temática del erotismo, y, en concreto, la sensualidad lésbica: en este sentido es una pionera, porque en su generación no era tan habitual ese activismo. Véase ‘Once de septiembre’, donde relata cómo fornicaba con una mujer mientras caían las Torres Gemelas: “Y mientras otro avión volaba sobre Washington / con propósitos siniestros / yo hacía el amor en tierra / -cuatro de la tarde, hora de España- / devoraba tus pechos tu pubis tus flancos / hurí que la tierra me ha concedido / sin necesidad de matar a nadie”, escribió.

En su ensayo ‘Fantasías eróticas’ (1991) trató de liberar el placer de la dominación masculina: se refería a que los hombres usan el sexo como poder y humillación y a que debajo de la mirada sexual de las mujeres late siempre siempre humanidad. “El deseo es el motor de la existencia”, aseguró. “Una de las maneras de estar vivo es ser deseante”.

Especial mención a Mar de Griñó y a Mili Hernández, fundadoras de la librería Berkana de Madrid: un local pionero en el que ya en los noventa se acudía a llorar, a hablar, a pedir asesoramiento, a dejar de tener miedo, y, por supuesto, a sentirse avalado por ficciones y ensayos que hablan de la realidad LGTBIQ y que no podían encontrarse en ninguna otra librería. Centro cultural y psicológico donde sus adeptos se han enriquecido intelectualmente pero donde, además, se han evitado suicidios y se ha ayudado gratuitamente a sus clientes a salir del armario. Más sobre su historia y su importancia, aquí.

Una nueva generación (más activista)

Quienes, a diferencia de los brillantes escritores de generaciones anteriores, no han titubeado en incorporar su homosexualidad a su discurso público han sido figuras como Luisgé Martín o Boris Izaguirre.

Del primero es fundamental la lectura de El amor del revés, un testimonio autobiográfico a bocajarro donde desmenuza sus años difíciles: desde su primer amor, Miguel Ángel, en 1977, a Asier, en 1998, su pareja desde entonces. Ahí vive tanto el adolescente silencioso que fue hasta el hombre maduro que hoy es, un intelectual brillante que rompe con el mutismo y grita contra los disfraces. Del segundo, Izaguirre, huelga destacar su trabajo por la visibilidad LGTBIQ desde la televisión, pero también desde la escritura. Ojo a Tiempo de tormentas, una novela autobiográfica donde desgaja “49 años de gran mariconería”, como él mismo contó a este periódico.

Imperdible el filósofo trans -comisario de arte, discípulo de Ágnes Heller y Jacques Derrida y voz lúcida y radical donde las haya- Paul B. Preciado, nacido en Burgos hace 49 años bajo el nombre de Beatriz: “No soy hombre, mujer, heterosexual, homosexual. Soy un disidente del sistema sexo-género. ¡Lo que soy, qué más da, lo importante es cómo puedo ser libre!”. Ninguna de sus obras sobra en ninguna biblioteca: ‘Manifiesto contrasexual’, ‘Testo yonqui’, ‘El deseo homosexual’, ‘Pornotopía’ y ‘Un apartamento en Urano’, su último trabajo, donde recoge sus artículos de ‘Libération’. Sostiene que el sexo es una imposición política.

Desde el 75 hasta hoy, en el mundo musical han destacado nombres como el de Miguel Bosé o Mónica Naranjo. El primero es un caso particular, porque aunque nunca haya hablado de su vida privada -y, de hecho, se ha molestado en más de una entrevista al ser preguntado si era homosexual-, con su faceta artística -su estética, sus formas- mostró en España un nuevo modelo de masculinidad que hasta entonces no se concebía. Ahí su canción ‘Son amigos’, lanzada en pleno 1978, donde habla de la relación de dos colegas enamorados entre sí que esquivan padres, novias y curros para estar juntos, siempre bajo la falsa pátina de la amistad. “Son amigos, mire usted, perdiendo el tiempo, qué insensatez. Es algo que a veces no entiende la gente… tan buenos amigos en el siglo veinte”.

La diva Mónica Naranjo ha sido icono LGTBIQ incluso antes de confesar su bisexualidad -“cuando me acostaba con una mujer, me volvía loca”-, gracias a himnos tan poderosos como ‘Sobreviviré’, con los que el colectivo siempre se sintió identificado. Este año, además, ha triunfado como pregonera del Orgullo. En el mundo del arte, imprescindible el trabajo del gestor cultural Carlos Urroz, quien ha estado casi una década al frente de la feria de arte contemporáneo más importante de España, ARCOmadrid.

Hablemos de la industria del cine y de la interpretación: gracias siempre a Eloy de la Iglesia, que fue el primer director patrio abiertamente homosexual y retrató como nadie la España de heroína y extrarradio. Su cine quinqui hoy es una crónica incómoda e irreverente. De la Iglesia fue un héroe inrreinsertable que quiso airear las cloacas de la Transición y dejó al irse un rosario de esquelas tristes, aunque con él pudo sólo un tumor maligno. Llevaba en la cara los años perros de este país.

Contaba a este periódico Carlos Aguilar, coautor de ‘Conocer a Eloy de la Iglesia’ (editorial Euskadiko), que el cineasta “estaba enamorado hasta las trancas de José Luis Manzano”: “Era tremendamente celoso. Le borraba los mensajes que le dejaban en el contestador. Le pagó los estudios, le enseñó películas buenas, quiso culturizarle, darle cierto bagaje. Eran dos adictos en una relación intensa y destructiva”, explicó.

Pedro Almodóvar: qué decir. El cineasta patrio que mayor eco ha tenido dentro y fuera de España desde Luis Buñuel. Imaginario propio, mundo cañí, relato inclusivo que sólo excluye la existencia de Franco. Su producción ha contribuido enormemente a la visibilidad del colectivo por su forma natural de abrazar a transexuales, bisexuales, lesbianas y gays en sus cintas, “como parte del día a día”, sin aspavientos. Sin desdeñar al soberbio actor Eusebio Poncela, quien protagonizó en ‘La ley del deseo’ la primera escena de sexo anal entre dos gays que se miraban a los ojos, rompiendo todos los estúpidos estereotipos.

Actriz de cine y teatro, cantante, presentadora y modelo: Bibiana Fernández, antes Bibi Ándersen, quizá una de las caras y los talentos más poderosos para la reivindicación del colectivo LGTBIQ. Lo deja claro: “Soy una mujer, no una mujer transexual, como si fuera un sidecar”, declaró. Lleva 65 años demostrándolo y sellando discursos intolerantes.

Última mención: Los Javis, Javier Calvo y Javier Ambrossi, referentes absolutos de la generación millenial. Alegría, desparpajo, visibilidad LGTBIQ, humor, humanidad, talento liberador. Empezaron a señalarse con ‘La llamada’ -donde, como si no pasara nada, nace una historia de amor lésbico en pleno campamento de monjas-, han seguido triunfando con ‘Paquita Salas’ y ahora preparan una serie sobre La Veneno. Arantxa Echevarría, por su parte, acaba de hacerse con el Goya a la Mejor dirección novel por ‘Carmen y Lola’, un filme exquisito sobre un romance lésbico entre adolescentes gitanas.

La lista completa de creadores LGTBIQ que han cambiado la historia de España: Luis Antonio de Villena, Juan Goytisolo, Chirbes, Álvaro Pombo, Gil de Biedma, Eduardo Mendicutti, Antonio Gala, Vicente Molina Foix, Gloria Fuertes, Cristina Peri Rossi, Paul B. Preciado, Luisgé Martín, Boris Izaguirre, Mar de Griñó y Mili Hernández, Carlos Urroz, Mónica Naranjo, Miguel Bosé, Eloy de la Iglesia, Pedro Almodóvar, Eusebio Poncela, Bibiana Fernández, Los Javis, Arantxa Echevarría.

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | CHRISTINE GUIBERT: "ERA TERRIBLE VER A FOUCAULT MORIR DE SIDA TENIENDO LA PREMONICIÓN DE QUE ÉL MISMO IBA A TERMINAR ASÍ"

Hablamos con Christine Guibert, viuda del escritor Hervé Guibert: "Era terrible ver a Foucault morir de sida teniendo la premonición de que él mismo iba a terminar así".
La Fundación Loewe dedica una exposición fotográfica al artista Hervé Guibert.
Ianko López | Vanity Fair, 2019-07-06
https://www.revistavanityfair.es/cultura/articulos/herve-guibert-christine-exposicion-fundacion-loewe/39198 

“La distancia es una de las formas más bellas de respeto”, dijo el escritor, fotógrafo y cineasta francés Hervé Guibert (1955-1991). Él fue en todas sus facetas creativas un hombre pudoroso, que rechazaba el tremendismo y la cursilería aunque tratara los temas más duros: la traición de los amigos, la enfermedad, la muerte de sus allegados y la inminencia de la suya. La exposición que estos días dedica a sus fotos la Fundación Loewe en la tienda que la marca tiene en la Gran Vía madrileña ofrece una buena selección de estas imágenes en blanco y negro, cargadas de una de emoción seca.

De una asombrosa precocidad –publicó su primer libro a los 22 años, y antes de los 30 tenía otra media docena en el mercado, era el crítico de fotografía más influyente de Francia y había obtenido un premio César por el guión de la película “El hombre herido” de Patrice Chéreau-, Guibert vivió con intensidad en lo laboral y lo sentimental, marcado por la convicción de que moriría muy joven. No se equivocó en su predicción, ya que falleció con apenas 36 años, durante el periodo más violento de la crisis del sida. Duele pensar en lo que habría podido ser de él si no hubiera conocido un final tan abrupto, como en realidad le ocurrió a toda una generación diezmada por la enfermedad. Su viuda, Christine Guibert, ofrece una pista. “Él habría querido ser un gran director de cine”, nos ha revelado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Allí Christine ha participado junto a Agathe Guillard (galerista de Hervé Guibert desde los años 80) y el DJ Kiddy Smile en una conversación organizada por la Fundación Loewe. Minutos antes, se ha sentado con ‘Vanity Fair’ para hablar de su relación con quien fue su amigo y marido, pero también amante del padre de sus hijos.

Viendo la exposición uno se da cuenta de su enorme talento. Las fotos son excelentes, lo que sorprende en alguien básicamente autodidacta y que, al menos en España, era más conocido como escritor que como fotógrafo.
Bueno, en Francia era también conocido como fotógrafo. Agathe lleva exponiendo sus fotos desde 1980. Aunque sobre todo era conocido como crítico de fotografía, y a mucha gente no le gustaba que hiciera fotos y crítica al mismo tiempo. Cuando dejó de escribir las críticas le resultó más fácil ser reconocido como fotógrafo. Pero sí, era autodidacta. No hay escuela para eso, como tampoco la hay para ser escritor, en realidad.

Durante unos quince años, Hervé Guibert y usted mantuvieron una especie de trío con Thierry Jouno, el padre de sus dos hijos, que después también fallecería de sida. Me pregunto cómo fue esa convivencia, que corresponde a un modelo que hoy no choca tanto pero que entonces como mínimo no tenía tanta visibilidad.

En realidad no vivíamos juntos. Yo vivía con Thierry y Hervé vivía en su casa, así que no había una convivencia de los tres. Compartíamos vacaciones, eso sí. Y luego Thierry se iba de vacaciones con Hervé por otro lado. Pero nunca tuvimos la sensación de tener dificultades para vivir así, porque era algo natural. Tampoco había ninguna intención de reivindicar nada, simplemente éramos libres.

Y en un momento dado, cuando él estaba enfermo, Guibert y usted decidieron casarse.
Cuando me casé con Hervé no se lo dije a nadie. Tampoco lo hizo Hervé, excepto en su libro de 1991 (“El protocolo compasivo”). Era algo que solo nosotros sabíamos.

Entiendo que la finalidad de ese matrimonio era que su herencia pudiera transmitirse a usted y a sus hijos con Jouno, pero en este libro él dice que se trataba un matrimonio por amor.

Sí, porque el hecho de querer casarse conmigo era para darnos todo lo que pudiera darnos, y así protegernos. Es decir, que nos amaba. Ese es el amor en el más amplio sentido que puede haber.

Y como viuda usted conserva el apellido de él, cuando supongo que podía haber mantenido el de soltera. No sé si es justamente con el fin de conservar su memoria.
Hasta su muerte conservé mi propio nombre. En mi carnet de identidad yo no llevaba el nombre de Guibert, y eso empezó a generar problemas en los bancos, en fin, en muchas cosas, así que cambié los papeles para llevar también su apellido. Pero fue raro perder el mío, aunque fuera por motivos administrativos.

En aquel momento no existía el matrimonio igualitario. ¿Cree que de haber tenido esa opción las cosas habrían sucedido de otra manera?
No podemos decirlo, porque esas son suposiciones que no tiene sentido hacer. “Y si”... “Y si”... Las cosas fueron así, y es así como se hicieron.

En su libro ‘La imagen fantasma’, Guibert escribía que su deseo de fotografiar estaba siempre cerca de la muerte. La muerte está muy presente en sus imágenes. Aunque no siempre sea de forma directa, es algo que puede percibirse.
Bueno, no en todas las imágenes. Y muchas veces en sus fotos, como por ejemplo en las que hizo de sus tías abuelas, lo que hay es una intención de guardar la memoria de esas personas. La fotografía capta algo que existe y que después ya deja de existir, pero que de alguna manera existirá siempre gracias a esa foto.

De nuevo está la muerte. Aunque se trate de una lucha contra ella, que es algo que de alguna manera está en toda fotografía.
Así es. Y es verdad que la muerte era importante para él, como fotógrafo y también como escritor. Ya su primer libro se llamaba “La Mort propagande” (1977). Él estaba fascinado por la muerte, por la enfermedad. Y tenía una premonición sobre su propia muerte, que pensaba que le llegaría siendo joven.

No solo él. He leído que también todos los que estaban a su alrededor compartían esa premonición.
Así es. Hervé también hacía bromas con eso, porque estaba siempre al borde del suicidio. Así que al pasar por una determinada calle le divertía decir cosas como “aquí Hervé Guibert sufrió mucho, aquí se quitó la vida a la edad de tal y tal...”. Así que bromeaba sobre la posibilidad del suicidio, sí. Y por esa premonición de que su vida sería corta también tenía tanta necesidad de hacer cosas... Crear una obra. Por eso trabajó mucho.

¿Y no existe un cierto grado de autodesprecio en ese fatalismo, en ese convencimiento de que la muerte le llegará a uno siendo joven, como si la mereciera?
En el fondo lo que había en él era una gran desesperación, una gran melancolía. Tenía un gran sufrimiento vital, mucho más que nosotros, por ejemplo. Pero también vivió momentos de gran alegría y felicidad.

¿Usted cree que él se quería?
Sí y no. Las dos cosas. Eso sí, estaba muy seguro de su talento. Estaba convencido de que era un gran escritor, aunque dudara de sí mismo en muchas cosas. Por ejemplo, no pensaba que fuera guapo. No entendía cómo alguien podía enamorarse de él.

En todo caso, algo muy característico de él es su rechazo del sentimentalismo, que está presente sobre todo en sus libros. Esto es algo que choca bastante con lo que está en boga hoy en día.
Puede ser. ¿Pero qué quiere decir?

Tengo la impresión de que ahora todo está envuelto en una especie de capa de sentimentalismo, de emoción fácil y primaria. Ya sea un libro, una comedia de televisión o una campaña política, todo incurre en ese registro sentimental que se acerca a la cursilería. El estilo de Guibert, incluso cuando habla del plano emocional, es muy seco, casi clínico.
Sin piedad, sí. Él era duro, y al mismo tiempo extremadamente tierno y generoso. Pero sabía no ir a lo fácil. Pues a usted le digo: detestamos esta época. Nosotros no estábamos para nada en ese registro. Además esta es una época de corrección política, y no era ese su caso para nada. Para empezar era muy duro con sus padres. Y cuando eres duro con tus padres, el resto va de sí.

No solo con ellos. Pienso en el caso de la actriz Isabelle Adjani, que era su amiga, y la trata en términos muy severos en el libro ‘Al amigo que no me salvó la vida’ por el modo en que se comportó con él (Adjani le iba a protagonizar una película que Guibert había escrito para ella, pero después fue dándole largas comprometiendo la capacidad financiera del escritor hasta que sin previo aviso abandonó el proyecto para irse a vivir a Estados Unidos con Warren Beatty, relación que además le había ocultado). De ahí se deduce cierta intención de canalizar su rencor a través de la escritura.
Isabelle Adjani le hizo algo que a él le costó digerir, es verdad. Pero no fue él quien se comportó con dureza, fue ella. Luego sí, pudo ser duro con algunas personas si esas personas hicieron cosas inelegantes o poco apropiadas. También es verdad que en sus libros contó cosas que pudieron molestar a algunos. Porque su prioridad era su obra, eso seguro. Y si esa obra molestaba a alguien, no era su problema.

En el mismo libro está también el caso de otro amigo, el filósofo Michel Foucault, una especie de figura paterna para Guibert. De él cuenta cómo murió de sida, y lo hace de una forma tan fría como conmovedora, porque lo que hace es claramente una prefiguración de su propia muerte.
Exactamente, es así. Es que es como hemos dicho, Hervé escribía sin piedad, pero sin piedad también consigo mismo. ¿Por qué se permitió contar la muerte de Foucault cuando él podía considerarlo como una traición? Porque efectivamente con ella estaba contando su propia muerte. Para él era terrible ver a Foucault morir de sida teniendo la premonición de que él mismo iba a terminar así.

Ese libro explica de manera muy precisa una etapa aterradora, cuando la gente empezaba a caer como moscas a causa del sida pero se hablaba poco de ello públicamente, y además no había mucha información y la que había era contradictoria. En ese sentido puede leerse casi como un libro de terror.
Y además de todo la enfermedad se vivía como algo escandaloso. Con Hervé empezó, al menos en Francia, un periodo en el que al fin se hablaba públicamente de ella. Quizá en los Estados Unidos empezó a hacerse un poco antes, pero por ejemplo Freddie Mercury esperó al último momento para pronunciarse. Hervé lo anunció un año antes de morir, y eso es lo que poco a poco hizo entender a la gente lo que pasaba. Porque sí, se veía a la gente caer, no se hablaba mucho de ello, y ese periodo duró bastante tiempo.

En esa misma línea esta su película ‘La pudeur ou l’impudeur’, un filme donde cuenta las etapas finales de su enfermedad, que resulta muy poético pero también incómodo por su crudeza. ¿Cómo se vivió la realización de esa película en su entorno?

Para empezar todo sucedió en un tiempo muy breve, porque (la productora) Pascale Breugneot, que era amiga nuestra, le propuso hacerlo en el último minuto, cuando estaba ya muy enfermo. Y él aceptó porque su sueño era hacer una película. El rodaje fue muy fluido, muy ligero, él sabía muy bien lo que hacía. La parte más difícil fue el montaje, donde estaba muy débil y telefoneaba mucho a la montadora (Maureen Mazurek), porque no podía ver la mesa de montaje. Tuvo una estupenda conexión con esa mujer, que hizo un trabajo admirable. Es magnífica esa película, ¿no le parece?

La exposición de la Fundación Loewe se ha montado en la tienda de la marca en la Gran Vía. Así que uno puede comprarse un bolso Amazona en el piso de arriba e inmediatamente después bajar a ver las fotografías de Guibert, que son de una gran intensidad emocional y tratan temas muy complejos. Es una decisión desde luego muy valiente por parte de la marca, pero también puede resultar chocante.

Bueno, Hervé tampoco era ningún gamberro que digamos, él era un hombre muy elegante. Aunque en lugar de decir Comme des Garçons (la marca japonesa fundada por la diseñadora de moda Rei Kawakubo, traducible como “como chicos”) dijera “Comme des cochons” (“Como cerdos”). Cuando ganó un poco de dinero se compró cosas elegantes, y también obras de arte. Y que haya una exposición allí no me choca, permite que todo el mundo que entre en la tienda la vea. No va a hacerse en un hospital, o en un cementerio (ríe).

No muy lejos de Loewe, en el Museo Reina Sofía, está a exposición de David Wojnarowicz, que es magnífica, pero que a su paso por Nueva York fue también acusada de hacer de la crisis del sida un asunto del pasado, cuando por desgracia sigue existiendo.

Eso es cierto. Aunque hay que admitir una cosa, y es que, si bien el sida existe hoy, mata mucho menos. Y eso hace que nos olvidemos, porque desgraciadamente la naturaleza humana es así. Ocurre como con la sífilis, que sigue existiendo. Yo todavía estoy sometida a seguimiento médico, y el médico que lo hace me cuenta que los jóvenes ya no toman precauciones porque siguen la profilaxis de preexposición tomando una pastilla. Y luego, como soy militante de este asunto, le digo lo siguiente: si hicieran el test a todo el mundo para ver si son o no seropositivos y a quienes sí lo sean los pusieran en tratamiento, se acabaría el sida. Porque ya no contaminamos si estamos tratados. No hay ningún riesgo para quienes se acuestan con nosotros. Así que, si se quisiera, se acabaría con el sida. Aunque costaría muy caro.

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | EL MOVIMIENTO DE LA INSUMISIÓN EN NAVARRA | 2. EL 'PLANTE'

El movimiento de la insumisión en Navarra (II): el ‘plante’.
El movimiento insumiso respondió al intento de desactivar las protestas del Estado quebrantando el tercer grado de las condenas para devolver el conflicto a las cárceles y las calles.
Pedro Oliver Olmo | Noticias de Navarra, 2019-07-06
https://www.noticiasdenavarra.com/sociedad/2019/07/06/movimiento-insumision-navarra-ii-plante-2380479.html 

El primer “plante” se llevó a cabo el 13 de diciembre de 1993: 4 lo hicieron en Bizkaia, 3 en Asturias, 2 en Tenerife, 1 en Albacete y ¡35 en Pamplona! Antes de la acción de presentación, en la parroquia de la Txantrea, los insumisos que quebrantaban públicamente su condena eran acogidos en los hogares amigos, personalidades y líderes sociales, que de esa manera también se exponían penalmente. El número tan alto de insumisos que quebrantaron el tercer grado en Pamplona de nuevo llevó a la prisión provincial al borde del colapso, sensación que se agravaba sólo al pensar que se preparaban nuevos “plantes” (desde el principio se especuló con el riesgo de una dispersión de insumisos, a veces como un temor, a veces como una amenaza). El contundente “plante” navarro cosechó el beneplácito y la admiración de las organizaciones que apoyaban el movimiento de insumisión. Miles de personas abrazaron emocionalmente a los “plantados” en las calles de Pamplona, dándoles aliento y fuerza. Desde entonces las manifestaciones fueron normalmente multitudinarias, como las marchas semanales a la cárcel de Afoina. El segundo “plante” se realizó el 20 de febrero de 1994, con 13 insumisos encerrados en la UPNA. Desde diciembre de 1993 y a lo largo del período 1994-96, el movimiento insumiso desplegó todo un rosario de iniciativas de agitación política. Volvieron las ocupaciones del balcón del PSOE y de la Cruz Roja, las manifestaciones de estudiantes de la UPNA y de institutos, etcétera.

En esta tesitura de la movilización, mucho más antirrepresiva que nunca, nacieron nuevos colectivos (locales o comarcales, como Erriberako Kakitzat, y otros con vocación coordinadora, como Nafarroa Instsumitua, que albergaba identidades ideológicas de la izquierda abertzale y ‘taldes’ y personas que dentro del movimiento insumiso no se sentían representados por los colectivos centrales del movimiento antimilitarista, KEM-MOC y Kakitzat). Durante la primavera-verano del 94, mientras continuaba la estrategia del quebrantamiento de condena, desde la hacinada cárcel de Pamplona se agitaba la calle: en un sentido plenamente antimilitarista, con la huelga de hambre de mayo, bajo el lema “No des de comer a los ejércitos”; y en un sentido anticarcelario, con la denuncia de las condiciones de vida en la prisión. Se usarán técnicas de desobediencia civil dentro de la prisión, desde “motines no violentos y festivos”, como el que se generó ante el cierre de los patios que pretendía evitar que los insumisos presos disfrutaran del txupinazo alternativo con el que iban a homenajearlos desde la calle el día de la gran fiesta pamplonica, hasta plantarse en comedores y galerías para protestar por distintas muestras de violencia institucional con los presos sociales, sobre todo con los más débiles o debilitados por el propio encarcelamiento, la drogadicción o el sida.

La lucha anticarcelaria conseguía salir a la luz, a través de cartas y artículos y con una publicación propia y manuscrita, el magazín ‘Giltzateko Paranoiak’, que los colectivos de apoyo imprimieron y distribuyeron con provecho. Desde agosto se denunció una “escalada represiva” dentro de la prisión que culminó el 8 de septiembre con la dispersión de 8 insumisos. El movimiento insumiso, pero también buena parte de la sociedad navarra, tragó saliva aquel día, entre la estupefacción y el miedo. Hasta el presidente Alli se dirigió a Belloch para pedirle el retorno inmediato de los insumisos. No faltaron reacciones oficiales de otro tenor. UGT y la dirección de la prisión defendieron la dispersión por el mal comportamiento de los insumisos, incluso violento (una acusación que generó una cadena de reproches contra quienes intentaban criminalizar a los insumisos). Belloch se vio obligado a maniobrar otra vez, preanunciando la futura “despenalización carcelaria de la insumisión” en el nuevo Código Penal.

La asamblea de insumisos presos organizó todo un plan antirrepresivo y en solidaridad con sus compañeros dispersados, en principio, con una huelga de hambre que duró tres semanas. El mejor plan era proseguir la lucha anticarcelaria y agitar la movilización antimilitarista, objetivos que consiguieron mantenerse vivos hasta el final. Mucho más difícil, evidentemente, era mantener el nivel de debate, cohesión y espíritu de lucha en el entorno de los insumisos presos en tercer grado, colectivo a su vez muy numeroso. Pero se intentaba. Los insumisos en 2º grado realizaron un sinfín de iniciativas y movilizaciones exigiendo el retorno de los compañeros dispersados, y muchas acciones desobedientes, como el despliegue de pancartas en el patio y una llamativa “huelga de frío” contra la nueva penalización del Código Penal. En definitiva, acciones directas con mensajes antimilitaristas que en cualquier caso chocaban con la reglamentación penitenciaria, sin dejar de lado la publicación del magazín ‘Giltzateko Paranoiak’ y redactar un anuario y un detallado informe dirigido a la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento foral sobre la realidad de las condiciones de vida en la prisión.

El movimiento antimilitarista persistía en la estrategia del “plante” mientras preparaba el rechazo del nuevo Código Penal. En mayo del 95 se realizó el séptimo “plante” de insumisos navarros, y primero de la Ribera (donde la insumisión se unía a la lucha contra el polígono de las Bardenas), pero la estrategia del “plante” aún continuaría después. De entre 1995 y 1996 son innumerables las iniciativas en barrios y pueblos, las mociones institucionales, los encadenamientos y otras acciones directas no violentas, sobre todo con motivo de presentaciones públicas de insumisos que quebrantaban la condena. En la calle, al calor de la lucha de los insumisos presos, se realizaron ayunos y movilizaciones en institutos y en la UPNA (incluso cosechando el apoyo oficial de la universidad). No faltaron a su cita semanal las incansables madres y familiares de Afoina con sus marchas a la cárcel, como no se apagaba nunca el aliento de la ‘Eguzki Irratia’. El período de movilización del “plante” dio mucho de sí hasta que la excarcelación y el anuncio del fin de la mili trajeron un aire fin de época. Había que cerrar el ciclo.

Pedro Oliver Olmo. Profesor de la Universidad de Castilla La Mancha y colaborador del Instituto Navarro de la Memoria.

2019/07/05

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | EL MOVIMIENTO DE LA INSUMISIÓN EN NAVARRA | 1. EL VERANO CALIENTE DEL 93

El movimiento de la insumisión en Navarra (I): El verano caliente del 93.
Navarra fue desde el principio el epicentro del movimiento de objeción de conciencia e insumisión tanto en compromiso juvenil como en respuesta social y represión policial o judicial.
Pedro Oliver Olmo | Noticias de Navarra, 2019-07-05
https://www.noticiasdenavarra.com/sociedad/2019/07/05/movimiento-insumision-navarra-i-verano-2380380.html 

Un año después de haberse iniciado la campaña de insumisión comenzó a certificarse su impacto político y su éxito social en todo el territorio estatal, y más aún en el País Vasco y Navarra. La intensa actividad desplegada por los colectivos antimilitaristas navarros (KEM-MOC, Kakitzat y GAS) iba ya acompañada de la creación de otros colectivos de insumisión en barrios y pueblos, a veces con una identidad autónoma respecto de los colectivos centrales del movimiento antimilitarista. Desde principios de la década, entre contradicciones y polémicas, se iría notando también la incorporación de la izquierda abertzale a un movimiento que se agrandaba.

En marzo de 1990, mientras que el KEM-MOC destacaba ante la prensa navarra el fracaso político que suponía para la imposición de la ‘mili’ la “no represión fuerte del Gobierno”, Kakitzat conseguía llenar el Pabellón Anaitasuna con un concierto de Tahúres Zurdos, Reincidentes y La Polla Records. La insumisión daba muestras de ser ya todo un fenómeno social y cultural que se extendía. La represión efectiva (aunque minoritaria y selectiva) suponía un alto coste político para el Gobierno. Cada juicio, cada acción frente al Gobierno Militar de Pamplona, cada detención y cada encarcelamiento, multiplicaban los apoyos sociales al movimiento insumiso. Y a todo ese impacto se unirá entre 1990 y 1991 el escándalo de los desertores de las corbetas que participaban en el conflicto del Golfo Pérsico.

En 1991 el Gobierno maniobró cambiando la Ley del Servicio Militar para poner fin a la mala imagen de los consejos de guerra. También comenzó la represión de los insumisos a la PSS. Para finales de 1992 estaban señalados más de 40 juicios en Pamplona. Navarra ya no iba a destacar por el elevado número de insumisos, también lo haría por la represión masiva de la insumisión. Si los señalados antes de la modificación de la ley del servicio militar eran condenados a 1 año, los “nuevos” tendrían que sufrir 2 años, 4 meses y 1 día. Pero los primeros, bajo el lema “o todos o ninguno”, rechazaron el beneficio legal “en solidaridad con sus compañeros”. Y así fue como la cárcel de Pamplona se fue llenando de insumisos: 28 había en junio de 1993, mientras que otros 15 estaban pendientes de ingreso.

En Pamplona, y ya por muchos lugares de Navarra, seguía extendiéndose el tejido de grupos, asambleas y coordinadoras de apoyo a la insumisión. En 1992 se había constituido Afoina, la asociación de familiares que potenciaría la presencia de la insumisión en la calle además de llevarla a las instituciones. Mientras continuaba la intensa actividad judicial contra los insumisos, se reduplicaban las acciones y protestas, los conciertos y las manifestaciones, las autoinculpaciones, las mociones institucionales, los posicionamientos de partidos y sindicatos, y, en fin, un gran ruido mediático que nunca amainaba. Era el verano caliente de la insumisión. Antes de San Fermín 93 una huelga de hambre de insumisos presos espoleó la protesta de manera persistente y multitudinaria. El eco del txupinazo alternativo hubo de escucharse en Madrid. Al término de las fiestas, casi 40 insumisos estaban encarcelados en Pamplona.

Mientras que la justicia navarra procedía con frenesí, las instituciones políticas forales empezaban a resentirse: la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento navarro solicitó reformas legales, UPN y PSN reconocieron la sensibilidad social mayoritaria hacia los insumisos y pidieron al Gobierno de España su excarcelación. Esto último incidía de manera controvertida dentro de un movimiento que estaba practicando la desobediencia civil ‘no violenta’ y encaraba la represión carcelaria como una oportunidad para el cambio político. Distintas culturas políticas de varias generaciones vivas (las izquierdas antifranquistas, radicales, abertzales, los movimientos sociales, autónomos y libertarios) se retrataron en aquella tesitura. MOC y Kakitzat respondieron rechazando cualquier paliativo que no conllevara la abolición de la conscripción, una posición ciertamente difícil de asumir por los familiares de los represaliados.

Con todo, el movimiento insumiso demostraba haberse granjeado un gran afecto social, mientras se empezaba a hacer visible la crisis del sistema de reclutamiento. El Gobierno reconoció que estaba ante un problema de Estado. Faltaban reclutas en algunos cuarteles. Se admitía el fracaso de la PSS: a mediados de 1993, una inspección oficial determinó que “no había actividad” comprobable en el 25% de los casos. El ministro Belloch quiso atajar la crisis en agosto del 93 con un cambio en el Reglamento penitenciario, lo que suponía el pase al tercer grado de los insumisos presos. Intentaba transmitir la imagen de una (falsa) despenalización. Los insumisos presos abandonaron con sana satisfacción la prisión. Eran más de 50 insumisos los que debían presentar cartas de trabajo para justificar su pase al tercer grado, entre polémicas internas, amenazas institucionales e incumplimientos. Las organizaciones antimilitaristas calibraban la respuesta. Mientras tanto, continuaba aumentando el número de insumisos en la prisión pamplonesa que eran declarados en tercer grado con más o menos rapidez. La cifra causaba asombro. Se acercaba al centenar.

El movimiento antimilitarista contestó a nivel estatal con una estrategia radical pero coherente respecto de su trayectoria desde los años 70 y 80: si nunca aceptó ni castigos ni componendas que apuntalaran la conscripción, menos se aceptarían ahora, cuando la “puta mili” estaba en sus horas históricas más bajas. Otra vez el vértigo de la desobediencia. Habrá un antes y un después del primer “plante”.

La apuesta era arriesgada, aumentaba mucho el nivel de compromiso y renuncia del insumiso, y tenía pegas organizativas evidentes, como la disrupción funcional que provocaría la partición entre presos de segundo y de tercer grado. Sin embargo, el hecho de que en algunas prisiones quebrantaran la condena unos pocos insumisos presos, junto con el abultado número de los de Pamplona, iba a desencadenar un impacto profundo en la opinión pública del país y en la política de Estado. El fenómeno de la insumisión no quedó desactivado políticamente después del verano caliente del 93. Al contrario. El “plante” acrecentó la influencia de la desobediencia civil antimilitarista en la crisis final del sistema de reclutamiento.

Pedro Oliver Olmo. Profesor de la Universidad de Castilla La Mancha y colaborador del Instituto Navarro de la Memoria.

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // Este trabajo, no podría ser de otra manera, está dedicado e...