2018/08/24

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | RAFAEL RODRÍGUEZ RAPÚN, EL GRAN AMOR DE GARCÍA LORCA, MURIÓ EN SANTANDER EN 1937

Rafael Rodríguez Rapún, el gran amor de García Lorca, murió en Santander en 1937.
‘Las tres erres’, como acostumbraba a decir Federico al referirse a quien durante algún tiempo había actuado en calidad de secretario particular en el grupo teatral ‘La Barraca’, falleció en el Hospital de sangre nº 4, de Santander, el 18 de agosto de 1937, ocho días antes de caer la ciudad en manos de las tropas franquistas.
José Ramón Saiz Viadero | El Diario Cantabria, 2018-08-24
https://eldiariocantabria.publico.es/articulo/memoria/rafael-rodriguez-rapun-gran-amor-garcia-lorca-murio-santander-1937/20180824201016049560.html

Rafael Rodríguez Rapún (Madrid, 1912-Santander, 1937), el gran amor de Federico García Lorca, falleció en el hospital de sangre nº 4, de Santander, el 18 de agosto de 1937, ocho días antes de caer la ciudad en manos de las tropas franquistas. Hacía dos meses que había cumplido veinticinco años.

Conocíamos este hecho por haber sido incluido en el libro de recuerdos de Luis Sáenz de la Calzada sobre ‘La Barraca’, pero recientemente se ha corroborado y ampliado la información gracias a la publicación de las últimas investigaciones efectuadas por un estudioso de la vida y la obra de Federico García Lorca: el escritor irlandés nacionalizado español Ian Gibson.

Después de morir Lorca –a los pocos días de que también fuera asesinado su amigo Constantino Ruiz Carnero (1887-1936), director del periódico republicano ‘El Ideal de Granada’—, Rafael Rodríguez Rapún (‘las tres erres’, como acostumbraba a decir Federico al referirse a quien durante algún tiempo había actuado en calidad de secretario particular en el grupo teatral La Barraca), tomó la decisión de alistarse en el Ejército republicano. Esta versión, más o menos parecida, la escuchó también Cipriano Rivas Cherif (1891-1967) al salir de prisión en El Dueso, pero nunca supo si era verdad o leyenda.

La escritora María Teresa León (1903-1988), esposa de Rafael Alberti, conocía bien a Rapún y estaba al tanto de la relación que existía entre él y Lorca. Cuando en octubre de 1936 se publicó en los periódicos de Madrid la respuesta del coronel González Espinosa al telegrama de H. G. Wells, quedando confirmado con toda certeza que el poeta había sido asesinado en Granada, María Teresa fue a ver a Rapún. "Nadie como este muchacho silencioso debió sufrir por aquella muerte –escribe en sus memorias—. Terminadas las noches, los días, las horas. Mejor morirse. Y Rapún se marchó a morir al frente del Norte. Estoy segura de que después de disparar su fusil rabiosamente se dejó matar. Fue su manera de recuperar a Federico", dejará escrito en sus memorias.

Después de hacer un curso de artillería –nada menos que en Lorca (Murcia)- Rapún consiguió la graduación de teniente, y en el verano de 1937 se encontraba destinado al frente de una batería no lejos de Reinosa, en la localidad cercana de Matamorosa. Uno de los hombres a sus órdenes lo ha recordado como persona seria, cultivada y que hablaba poco. Eran los días de la ofensiva franquista contra Santander, y la lucha era intensa en toda la zona. La mañana del 10 de agosto la batería entró en acción contra la aviación rebelde y, alrededor del mediodía, ante un fuerte avance del enemigo, Rapún se adelantó con dos soldados para ocupar una nueva posición. Se apostaron en las afueras de Bárcena de Pie de Concha, donde un ataque aéreo inesperado los sorprendió. A diferencia de sus compañeros, Rapún no se echó al suelo, permaneciendo sentado en un parapeto. Una bomba explotó cerca y fue mortalmente herido.

“El certificado de defunción de Rafael Rodríguez Rapún precisa que éste murió el 18 de agosto de 1937 en el hospital militar de Santander, a consecuencia de las heridas de metralla recibidas en la espalda y en la región lumbar. Lorca había sido asesinado exactamente el mismo día hacía un año. Nadie en el hospital sabía la edad, lugar de nacimiento o los nombres de los padres del teniente de artillería fallecido. No hay testimonio alguno acerca de sus últimas horas, de sus últimas palabras. Fue enterrado en el cementerio de Ciriego, en una de las muchas tumbas que se iban abriendo paso loma abajo hacia el mar Cantábrico”.

Diez años más tarde, el 8 de septiembre de 1947 sus restos fueron trasladados por solicitud de su padre, Lucio Rodríguez, y en la actualidad se encuentran en las Urnas Centro 3 norte nº 214, del mismo cementerio.

Una idea nos ronda insistentemente: si Lorca hubiera podido cumplir la promesa hecha en el verano de 1934 en su visita el estudio santanderino del pintor Antonio Quirós de regresar a la ciudad para recoger el cuadro que con que éste quería obsequiarle, su destino quizás hubiera tomado un rumbo bien diferente. Pero en el mes de julio de 1936 negras premoniciones se cernieron sobre un temeroso poeta que prefirió refugiarse en el seno familiar de su Granada, en vez de dirigirse hacia el Norte. El desarrollo de los hechos es bien conocido: en Granada cayó en manos de sus verdugos pronto sublevados, mientras que en Santander hubiera permanecido durante algo más de un año bajo el paraguas protector del Frente Popular. Quizás, también, la decisión desesperada de Rapún no hubiera estado sujeta a la fatalidad de los acontecimientos vividos. En ambos casos, todo ello sometido al quizás de un guerra cruenta y sujeta a un trágico desenlace para las personas de su mentalidad.

"Buen futbolista y socialista apasionado"
Rafael Rodríguez Rapún se incorporó a ‘La Barraca’ en los primeros meses de 1933, cuando el grupo ensayaba la obra ‘Fuenteovejuna’, sustituyendo a Miguel González Quijano en el puesto de secretario del grupo que éste dejaba vacante.

Así le describe Gibson: "Es de constitución atlética, buen futbolista y socialista apasionado. Hace unos meses que se ha incorporado a La Barraca, y es ya su secretario, cargo que desempeña con tanta eficacia y con contabilidad tan transparente que todos lo respetan”. El diplomático chileno Carlos Morla Lynch (1888-1969), que asiste a la función, ha conocido a Rodríguez Rapún hace un mes con motivo del estreno de Don Perlimplín, de Lorca, interpretado por el santanderino Santiago Ontañón (1903-1989), encontrándolo "simpático, de fisonomía franca, insolente y gentil a un tiempo, y lleno de personalidad", impresión que ahora se confirma.

Luis Sáenz de la Calzada (1912-1994), uno de los componentes de La Barraca, nos ha dejado una descripción más completa del aspecto de Rapún: “Cabeza más bien grande, braquicéfala, cabello ensortijado, frente no muy amplia surcada por una profunda arruga transversal; nariz correcta emergiendo casi de la frente, lo que le daba, en cierta medida, perfil de estatua griega; boca generosa de blanquísimos dientes con mordida ligeramente cruzada; ello hacía que, al reírse, alzara una comisura mientras descendía la otra. Barbilla enérgica, cuerpo fuerte con músculos descansados, poco hechos al deporte; me parece que no sabía nadar; solía ir vestido de oscuro, color que hacía más luminosa su sonrisa. Pisar seguro y andar decidido”.

Gibson, recogiendo declaraciones del director escénico Modesto Higueras (1910-1985), afirma que Rapún no era homosexual pero que acabó sucumbiendo a la magia de Lorca y ya no hubo vuelta atrás: "A Rafael le gustaban las mujeres más que chuparse los dedos, pero estaba cogido en esa red, no cogido, inmerso en Federico. Lo mismo que yo estaba inmerso en Federico, sin llegar a eso, él estaba inconscientemente en este asunto. Después se quería escapar pero no podía... Fue tremendo", dice Higueras, ayudante que fue de Federico en ‘La Barraca’.

En 1933 ‘La Barraca’ actúa en Cantabria. No es la primera vez que acude a la provincia de Santander, puesto que ya en el verano de 1932, al regreso de su gira norteña por Galicia y Asturias, por recomendación de Carlos Morla sus componentes estuvieron en Santillana del Mar a finales de la primera decena de setiembre, y ante el mal tiempo reinante se contentaron con visitar la romántica villa, penetrando en las cuevas de Altamira, cuyas pinturas asombraron a Lorca, para después asistir a la lectura de una obra de Federico en la tranquilidad del hotel Pereda, "donde en la noche junto a la chimenea nos leyó Federico "Así que pasen cinco años", obra que nos causó impacto y asombro", recordará una de las más activas componentes del grupo: la actriz Mari Carmen García Lasgoity. Los santanderinos, conocedores de la gira, tenían todavía esperanzas de poder asistir a una de las representaciones, pero no hubo ocasión para ello.

En el verano de 1933, Carlos Morla Lynch, asiduo veraneante de la localidad trasmerana de Somo en una casita situada cerca de la bahía, espera que el conjunto universitario visite el pueblo y que Federico cumpla su promesa hecha en Madrid de montar una representación para sus rústicos habitantes. Con Morla y su mujer Bebe se encuentra otro matrimonio, compuesto por los escritores franceses Marcelle Auclair –que después será biógrafa de Federico— y Jean Prevost, y entre las visitas que reciben está la del historiador Américo Castro, uno de los profesores de la Universidad Internacional de La Magdalena.

Una tarde de agosto desembarcan de una de las lanchas que unen al pueblito con Santander tres muchachos, uno de los cuales es Rafael Rodríguez Rapún: "Los cuatro visten el mono azul que constituye el uniforme del teatro ambulante de Federico". Otro es Luis Sáenz de la Calzada. Ese día Federico no acude a la visita, pero sí lo hace posteriormente vistiendo también el mono azul, en esta ocasión acompañándole el guitarrista Regino Sainz de la Maza (1896-1981), yerno ya de la escritora Concha Espina, con la cual ha coincidido en una noche neoyorkina de 1929. La vuelta a Santander la hacen con el poeta Gerardo Diego (1896-1987), profesor en los cursos de la Universidad Internacional de La Magdalena y que ha caído por el lugar inopinadamente. Calzada, Ugarte, Federico y Rapún fueron a la casa de Gerardo Diego, donde éste tocó el piano para sus visitantes y después lo hizo el propio Federico.

Según Gibson, habría una visita más en compañía de Rafael, porque dice que Lorca va con Rapún a Somo y a Tudanca para saludar a José María de Cossío, donde nombraron a éste "barraquito de honor" entregándole una certificación firmada por todos los componentes; después ‘La Barraca’ cumplirá su gira apalabrada con las representaciones en Santander, sin poder hacer la prometida en Somo, para desencanto de Carlos Morla: debido a un accidente automovilístico, el grupo se ha visto obligado a reducir sus actuaciones en la capital montañesa de cuatro a tres, puesto que en el puerto asturiano de Pajares se fundieron las cuatro bielas del automóvil y perdieron tres días en la espera de la reparación.

En el verano de 1934 Santander recibe nuevamente la visita de ‘La Barraca’, que llega a finales de la primera quincena de agosto. Federico se hospeda esta vez en el Hotel Real, coincidiendo con el ex-ministro Fernando de los Ríos, profesor en esta ocasión en los cursos de la Universidad que tanto contribuyó a crear y por lo cual le había sido otorgado el título de "hijo adoptivo de Santander". El día 13, primero de las representaciones, les llega la noticia de que Ignacio Sánchez Mejías ha muerto en Madrid a consecuencia de una cogida en la plaza de toros de Talavera de la Reina. Dos días más tarde, tenía lugar la representación de ‘El burlador de Sevilla’, en cuyo reparto artístico el joven Rapún –que se ha librado del servicio militar— tiene el papel del pescador Coridón. Carlos Morla también asiste a la representación y dejará escrito en su diario:

"Es tan bonito todo, tan sugestivo, tan lleno de encanto propio; y es tan cautivador el ambiente. Los muchachos con su mono azul -entre los cuales se mueve más que ninguno Rafael Rodríguez Rapún- corrigen los desperfectos: acomodan el escenario, disponen la colocación adecuada de las luces, dirigen el desarrollo del espectáculo, a la vista del público, como en los teatros japoneses. Impresión de algo único, maravillosamente logrado dentro de la espontaneidad de una cosa improvisada" .

El día 18 dan su última representación en Santander, y salen para la localidad de Ampuero, donde por sugerencia de Alfredo Matilla actúan el día 21 en la plaza de la Constitución representando los entremeses cervantinos ‘La cueva de Salamanca’, ‘Los dos habladores’ y ‘El retablo de las maravillas’. Federico se retrata con un grupo de ampuerenses en una comida celebrada en el Café La Juventud, entre los cuales se encontraba el abogado Alfredo Matilla, veraneante en la villa del Asón y principal promotor de esta visita. Después pasan por Limpias y suben el puerto hasta llegar a Medina de Pomar y Villarcayo, itinerario inverso al que unos años antes hiciera Alberti.

Ya habían comenzado a ser bien palpables las dificultades económicas de ‘La Barraca’, puesto que el Gobierno, ahora de Centro-Derecha, no hace efectivos sus compromisos, quizás en un intento de impedir que continuaran su labor los animosos estudiantes. Rapún, consciente de la dificultad en que se encuentran, escribe en el ‘Anuario’ de 1935 sobre las posibilidades existentes. De todas formas, en una tumultuosa junta de la Unión Federal de Estudiantes Hispanos (UFEH) celebrada a finales de 1935, Rapún, que en este año ya había actuado en calidad de secretario personal de Lorca, decide dejar su puesto vacante: desde las fechas posteriores a la fracasada Revolución de Octubre de 1934, algunos componentes de ‘La Barraca’ se habían cuestionado si era adecuado seguir con las representaciones cuando "en España hay tantas viudas".

“El gran amor de Lorca murió en Santander”, ahora revisado, se publicó por primera vez en Crónica de Cantabria, Santander, 12-18 de febrero de 2000, p. 30.

2018/08/18

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | ODA A WALT WHITMAN, ¿EL POEMA HOMÓFOBO DE LORCA?

20 Minutos / Mural que recuerda a Lorca en Fuente Vaqueros //

Oda a Walt Whitman, ¿el poema homófobo de Lorca?

Mosca de Colores | 1 de cada 10, 20 Minutos, 2018-08-18

https://blogs.20minutos.es/1-de-cada-10/2018/08/18/oda-a-walt-whitman/ 

Cuando empezamos nuestra peculiar búsqueda de palabras, no tardamos en encontrar estos versos de la ‘Oda a Walt Whitman’, escrita por Federico García Lorca durante su estancia en América, perteneciente a su obra ‘Poeta en Nueva York’ (1930), calificado en ocasiones como el poema homófobo de Lorca. 

[...]
Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.
Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Ápios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.
¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscadas en yertos paisajes de cicuta.
¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal.

[...] 

Lorca no levantaba su voz contra el niño que escribe nombre de niña en su almohada, una niña transgénero, ni contra el muchacho que se trasviste en soledad, ni contra los que buscan chaperos, ni contra los que aman y desean a otro hombre sin decirlo, pero sí contra los maricas, ¡asesinos de palomas!

Para llegar a entender lo que quiso decir hemos tenido que hacer un largo recorrido por sus experiencias vitales, por sus amores y por su sexualidad, para saber qué tipo de persona era, y el detalle en este caso es importante. Retazos de aquí y de allá nos han servido para comprender un relato completo de este niño, joven y hombre homosexual y que exponemos con mayor detalle en la versión completa de este artículo en nuestro blog.

Es importante señalar que tras su asesinato, se realizaron enormes esfuerzos por borrar la homosexualidad de su obra, tanto por parte de su familia, como por algunos actores del sector editorial y académico, mientras que en realidad, Federico García Lorca prácticamente no habló en su obra de otra cosa que no fuera el conflicto que supuso para él la homosexualidad, en una sociedad tan homófoba como aquella.

Era homosexual y así nos lo contaban al estudiar literatura, pero no se nos hubiera ocurrido pensar que ‘Yerma’ (1934) hablara del amor yermo que no da frutos, como es el que une a dos hombres, y que además, formara parte de una proyectada trilogía junto a ‘Bodas de Sangre’ (1931) y ‘La destrucción de Sodoma’, obra que no pudo ser escrita.

Tampoco nos hablaron de la desaparecida obra ‘La bola negra. Drama de costumbres actuales’, posible título para una obra que empezaba así:

“Una capital de provincia. Un señor tras una mesa de despacho. Llama al timbre y entra un criado:

—Que venga el señorito.

Entra su hijo.

—¿Qué quiere decir esto que sé? —y el padre muestra a su hijo una carta—. ¿Que te has presentado pretendiente a socio en el casino y te han echado bola negra? ¿Por qué?

—Porque soy homosexual.”

Con este texto no sólo había pasado de la poesía más tradicional, que permite decir y ocultar, al ocultador surrealismo teatral de ‘El Público’, sino que explícitamente habla de homosexualidad.

Lorca fue un homosexual fuera del armario, casi todo el mundo lo sabía, y de que se supiera no sólo se encargó él viviendo con libertad su sexualidad, sino también la prensa de derechas que durante los últimos años de la república abiertamente lo insultaban y despreciaban.

Y no fue sólo una cuestión de juventud o de vida adulta, sino que ya de niño las personas que lo conocían advertían su afeminamiento, como sus profesores y compañeros de escuela, que se lo hicieron pasar mal. Al tiempo que, más allá de las burlas y según sus propias palabras, cuando era un crío en la Vega de Granada, había “jugado” con todos los chicos de Asquerosa.

Este comportamiento homosexual fue vivido por Lorca de forma conflictiva, en una época en la que los únicos referentes, la idea que se tenía, la concepción de la homosexualidad, era de enfermedad, crimen y pecado.

Pero es que, además, hay que tener en cuenta que Lorca murió a los 38 años, todavía en su plenitud sexual, por lo que si veía a alguien por la calle que le gustaba, daba igual que fuera hetero, iba a por él y se lo ligaba. Y no sólo hubo sexo, como es natural, también hubo amor e incluso poliamor. Dalí, Emilio Aladrén, Eduardo Rodríguez Valdivieso y Rafael Rodríguez Rapún fueron los grandes, y en ocasiones superpuestos, amores conocidos de Lorca.

La vida de Federico García Lorca estuvo llena de hombres, famosos y anónimos, cuyo relato en muchas ocasiones se pierde en experiencias, cartas y bocetos de obras que se han ocultado, destruido y olvidado con el paso de los años. Tanto en Granada, como en Madrid y, por supuesto, en las Américas, siempre estuvo rodeado de hombres homosexuales o no, con los que compartía vivencias, anhelos, textos y/o sexo.

Con todo, podemos distinguir a dos Lorcas, el de antes de su viaje a Nueva York y el de después de Walt Whitman (1819-1892), célebre poeta Norteamericano y también homosexual. Probablemente Federico ya conocía sus poemas, pero fue allí donde el poeta tuvo contacto más profundo con su obra, lo que fue vital en la resolución del conflicto con su homosexualidad.

El poeta de 31 años, que llegaba triste a Nueva York por el abandono de Dalí y de Emilio Aladrén, además de conferencias y charlas, frecuenta bares de ambiente y disfruta orgías con negros, marineros y soldados. Pongámonos en la piel del joven Lorca, epéntico machi-hembrista, cachondo con frecuencia, que podía desaparecer en cualquier momento para ir de cancaneo. Fuente Vaqueros, Asquerosa, Granada, Madrid, París, Londres, Nueva York, Cuba. Esa búsqueda, ese intentar entenderse, construirse y amarse. Ampliar horizontes seguro que fue un buen revulsivo.

Hemos hablado en muchas ocasiones del carácter performativo del insulto, de cómo los referentes, las etiquetas, construyen la vida de las personas a su imagen y semejanza. En la época que vivió Lorca el referente del homosexual era el ‘Marica’, lo que le “abocaba sin remedio” a ser uno.

El ‘Marica’ era ese hombre afeminado e inofensivo, ridículo, objeto de burlas, poco de fiar, rodeado de mujeres, que era como una mujer y que acababa comportándose como una (estereotipadamente negativa). Era el papel que aquella sociedad homo-cateta y machista tenía reservado para los homosexuales afeminados, los únicos existentes por visibles, de los que no se esperaba, ni se concebía, que pudiesen aspirar a conocer, enamorarse y vivir la vida junto a otro hombre. Los maricas ‘enemigos sin sueño del Amor que reparte coronas de alegría’. Y Lorca tenía un problema con esto. Puesto que no era hetero, era un marica y no quería serlo –‘¿debo renunciar al amor?’–.

Con Whitman todo cambió porque con su obra Lorca encontró un nuevo referente. ‘La virilidad, la fraternidad y la camaradería, la admiración del cuerpo masculino, la aceptación de uno mismo y la expresión propia, la reivindicación de la homosexualidad, la defensa de los oprimidos y de los explotados’ son, en esencia, las características de un nuevo referente que acabó de construir a Federico, dotando de coherencia a su realidad y a sus aspiraciones.

Con este nuevo referente, Lorca pudo cargarse el de marica, pudo cambiar de traje y de cuerpo. Esto es lo que hay en la ‘Oda a Walt Whitman’, el abandono y la destrucción del único referente, de la etiqueta que tanto le había hecho sufrir, la asunción de uno nuevo para él y el anuncio de tiempos mejores con ‘la llegada del reino de la espiga’. No hay homofobia, sino todo lo contrario. Con la muerte del poeta, hoy hace 82 años, el referente lo perdimos lxs demás.

  • Fuentes:
  • “Lorca y el mundo gay”, Ian Gibson, Ediciones B, 2015).
  • Publicaciones de Luis Antonio de Villena
  • Publicaciones de ABC, El País, El mundo y RTVE.

2018/08/15

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | ELOY DE LA IGLESIA, LA CORONACIÓN DEL LUMPEN

Eloy de la Iglesia, la coronación del lumpen.
El cineasta vasco, recuperado ahora en una exposición en San Sebastián, levantó en una filmografía punzante el relato más sórdido de la Transición: drogas, marginación y represión sexual.
José María Rondón | Crónica Global, El Español, 2018-08-15
https://cronicaglobal.elespanol.com/letraglobal/cine-teatro/cine/eloy-iglesia-cine-lumpen_160430_102.html 

Hay algo de poesía salvaje en todo el cine de Eloy de la Iglesia (Zarautz, 1944–Madrid, 2006). Incluso en él mismo: una rara combinación de rigor y militancia comunista, de hedonismo y homosexualidad, de marginalidad y chutes de heroína. A lo largo de cuatro décadas, apostó su talento en trasladar el realismo de lo visual a lo coloquial en un contraidioma de escenas de calle, con lirismo de jeringas y violencia, de amor y suburbios, de amistades feroces y síndromes de abstinencia. Como un espacio en fuga para los biempensantes. Así cuajó un lenguaje propio, que es hoy, en su mayoría, una orla de muertos lampiños. Un álbum de gente quieta como un frío.

Pionero de sí mismo, jefe de expedición de su propia aventura, De la Iglesia se instaló en el mundo del cine en esa frontera que le llevó a ser un Pasolini en Cañorroto o un Fassbinder en El Raval, sin dejar de ser él mismo. Su elegancia estuvo en su disidencia, en el silencio de su educada transgresión, en su buscada marginalidad de señor bien informado: “Siempre ha habido en mí una osadía que, más que osadía, ha sido insensatez”, declaró a su vuelta a la profesión trece años después de rodar 'La estanquera de Vallecas' (1987), tiempo en el que afiló su vocación de abismo. Entonces le trajo de vuelta una versión de Calígula de Albert Camus para Estudio 1 de TVE. Pura dinamita.

Él, que se situó siempre en los márgenes, se coronó con el cine quinqui, aunque antes pisó otros géneros como quien atraviesa un campo de minas. Algunas de sus películas llevan mal los años –la narración caótica, la tosca filmación, las renuncias comerciales–, pero, quizás, hay que volver a ellas para mirar las grietas de la historia reciente de España, aquel país del que Gil de Biedma se lamentaba en una sextina prodigiosa: “De todas las historias de la Historia, / sin duda la de España es la más triste, / porque termina mal”. Así, filmó las atrocidades de su sociedad, la corrupción política y la represión sexual, al tiempo que agitaba sin pudor sus preferencias eróticas.

Ése es el camino que explora 'Eloy de la Iglesia. Oscuro objeto de deseo', la muestra que acoge hasta el 4 de noviembre la sala Kutxa Artegunea de Tabakalera, en San Sebastián. Desde los valores de osadía y de testimonio que conservan sus trabajos, la exposición propone un repaso integral a la obra del realizador vasco, “vinculada siempre a la polémica”, en opinión del comisario, Pedro Usabiaga. Y lo hace a través de 150 fotografías –muchas de ellas, inéditas– que dan cuenta de toda su galaxia: las películas, lógicamente, pero también sus colaboraciones para la televisión y el teatro, donde, como una única inmersión, consta una versión de 'El mago de Oz'.

De todo lo ahí expuesto se saca en claro que De la Iglesia hizo de su arte algo más que una aparente crónica social de sello intransferible. Son relatos y memorias del subsuelo en las que mezcló lo que veía y lo que vivía: la lucha antifranquista, el desencanto de la dictadura, la homosexualidad, la droga, el gusto por aquel mundo suburbial que le era tan ajeno y que estaba tan adentro. Entre el exorcismo de una época y la libertad radical fue dirigiendo sus películas bajo la vigilancia de la censura y el desagrado de los críticos, que apenas veían en sus trabajos “groserías fílmicas”. “Es un cine de destape tanto sexual como político”, dijo Fernando Trueba al poco de ver 'El sacerdote' (1979).

Así, todavía en la dictadura, el cineasta guipuzcoano logró colar títulos como 'Algo amargo en la boca', 'El techo de cristal', 'La semana del asesino' o 'Nadie oyó gritar', que, vistos hoy, tienen algo de secreta coherencia en el derrape transgresor y la potencia comercial. En esta onda está, por ejemplo, 'La criatura' (1977), película protagonizada por Ana Belén y Juan Diego que ocultaba en el sensacionalismo de su argumento –la atracción zoófila de la esposa de un presentador de televisión, afín a un partido de derechas, por el perro abandonado que la pareja recoge en una playa– una reflexión en torno a la monstruosidad como disidencia en un mundo esencialmente monstruoso.

Luego, cuando se consolidó, o casi, la democracia, su cine exploró más abiertamente la política ('El diputado') y los conflictos sexuales ('La mujer del ministro'). Con todo, el lumpen se convertiría en el mascarón de proa de su filmografía, con 'Navajeros' (1980), 'El Pico' (1983) y su secuela, estrenada al año siguiente, donde planteó la relación de dos jóvenes –uno, hijo de un nacionalista vasco, y otro, de un guardia civil– con la droga y la homosexualidad. Este esquema trataría de repetirlo en 'Galopa y corta el viento', un proyecto que no vería la luz, junto al guionista Gonzalo Goicoechea, donde planteaba la historia de pasión homosexual entre un militante abertzale próximo a ETA y un agente de la Benemérita enviado al País Vasco tras su participación en el 23-F.

Sin embargo, aquella atracción por la marginalidad pasó a ser algo más que un argumento de película para entrelazarse con su vida. Comenzaba esa inclinación por las profundidades. Los garitos sórdidos, el picor de la droga, el jardín de los desheredados pasó a ser, también, su infierno predilecto y adoptivo. Hizo protagonistas de sus filmes a chicos de la calle, reclutados en castings estrafalarios, encontrados siempre en las afueras, siempre en la frontera de la delincuencia, como José Luis Fernández, El Pirri, y, sobre todo, José Luis Manzano, a quien conoció en 1978 en unos billares de Madrid donde los chicos del lumpen vendían sexo ocasional. Tiempo después, en 1991, el cineasta encontró el cadáver de su actor fetiche en el baño del piso que ambos ocupaban.

Tuvieron que pasar muchos años para que Eloy de la Iglesia fuera reconocido como un auténtico autor cinematográfico, y comenzaron entonces a lloverle homenajes y retrospectivas que él acogía con el alivio de saberse comprendido al fin. A su muerte, ocurrida en 2006 tras despertar de una operación de cáncer de riñón, le quedaron varios proyectos por realizar, aunque la industria no parecía ya dispuesta a acoger propuestas tan punzantes como las que él ofrecía. O, quizás, el público había cambiado y el lenguaje de su cine parecía superado. “No soy capaz de pensar en el futuro y quizá por eso, he hecho el cine que he hecho”, confesaría.

2018/08/08

DOCUMENTACIÓN | CUESTIÓN | CONTANDO HOMOSEXUALES

20 Minutos / “We are everywhere", estamos por todas partes //

Contando homosexuales.

Moscas de Colores | 1 de cada 10, 20 Minutos, 2018-08-08

https://blogs.20minutos.es/1-de-cada-10/2018/08/08/contando-homosexuales/ 

La idea de que una de cada diez personas es homosexual es quizás uno de los “mitos” más conocidos y recurrentes en torno a la homosexualidad. Ha pasado a formar parte de nuestro imaginario y a pesar de haber sido muy contestado por cierto grupos “conservadores” y de la aparición, cada cierto tiempo, de nuevas encuestas, informes y estudios que lo cuestionan, es difícil dejarlo atrás porque nos lleva acompañando desde finales de los años 70, lo que para mi es toda la vida.

Incluso recuerdo haberme sorprendido alguna vez, de adolescente, calculando “estadísticamente” cuántos, en el metro, en el autobús o en la clase de gimnasia eran “así”. Aunque también recuerdo que por aquel entonces nunca me incluía en el cálculo. Y si bien nunca me planteé de donde salía ese 10% tan reconfortante para algunos e inquietante para otros, en algún momento lo asocie a la figura de Kinsey y sus dos famosos informes sobre el comportamiento sexual, que revolucionaron y escandalizaron a la sociedad de los años 50 al sacar la homosexualidad de las sombras y convertirla en un fenómeno relativamente común. Tanto, que según Kinsey, al menos el 37% de la población masculina y el 20% de la femenina había tenido alguna experiencia homosexual entre la adolescencia y la vejez.

Sin embargo, en sus informes no encontraremos la estadística del 10%, porque si bien es cierto que el dato está relacionado con ese investigador y esos estudios, el hecho cierto, por lo menos según Bruce Voeller, científico y miembro fundador de la National Gay Task Force (actualmente National LGBTQ Task Force), es que ellxs se “inventaron” la cifra haciendo una media entre los hombres (13%) y las mujeres (7%) que según esos informes eran predominantemente homosexuales. Trece más siete, dividido entre dos, igual a diez.

Así nació la famosa estadística que afirmaba que el 10% de la población era homosexual y que sirvió para apoyar una de las grandes campañas a favor de los derechos LGBT de la época que tuvo por eslogan “we are everywhere”. Esta idea de que “estamos por todas partes” apoyada por la mágica cifra del 10% fue un rotundo éxito. Tanto que la cifra, usada una y otra vez, ha llegado a convertirse casi en un hecho aceptado, convirtiendo la estadística y la demografía homosexual en una herramienta y/o un arma en el campo de batalla político entre defensores y detractores de los derechos de las personas LGBT y como derivada poniendo el foco en el espinoso hecho de que tras más de un siglo desde que apareciera el concepto de homosexualidad no se ha conseguido responder a la pregunta de qué es o qué se entiende por homosexual.

A pesar de llevar 70 años contando homosexuales parece que los autores, estudiosos, especialistas y expertos que realizan estos estudios no se terminan de poner de acuerdo sobre el asunto y cada uno suele usar un modelo taxonómico propio que, no solo determina el resultado de la investigación, sino que se termina concretando para el gran público, en titulares más o menos llamativos en los que la población LG, LGB, LGBT, LGBTI, LGBTI+... puede estar tanto por debajo del 1% como por encima del 20%. Si bien podemos ver este baile de cifras como algo casi anecdótico, la realidad es que estos resultados, así como los parámetros usados para obtenerlos, terminan siendo fundamentales a la hora de situarnos en relación con el resto de la humanidad (“normal”) desde un punto de vista sociopolítico e incluso biológico.

Porque en estos estudios no solo se trata de saber cuántos somos, sino de por qué somos diferentes, y al partir de esta premisa de la diferencia estamos asumiendo y reafirmando, un modelo de heterosexualidad hegemónica esencialista que sigue siendo casi intocable, incluso en estos tiempos tan posmodernos. En base a ese paradigma, que se nos cuenta, se nos estudia, se nos define, se nos explica y, también, quizás sobre todo, se nos tolera, integra, persigue o rechaza dependiendo de cuán numerosos o escasos podamos ser.

Porque no es lo mismo perseguir o, en el mejor de los casos, ignorar a un 1% de la población que a ese mágico 10% que gracias a Kinsey, Voeller o quien sea nos convirtió en una minoría y por lo tanto, en sujetos de derechos. Porque ese 10%, real o imaginario, nos asegura el derecho a ser visibles, nos da voz. Pero sin embargo ese 10% también nos obliga existir en relación con un paradigma que ya hace tiempo que ha empezado a hacer aguas.

La idea de que la sexualidad de una persona es dinámica, fluida, cambiante, y versátil, que funciona más allá de una identidad fija, determinada y estable que pueda ser definida mediante un término, es el gran secreto a voces que ya desde los tiempos de Kinsey nos cuesta tanto asumir, porque implica renunciar a la seguridad de las etiquetas. Implica tener que afrontar el mañana sin la seguridad de saber quiénes somos, y por lo tanto qué se espera de nosotrxs.

Conceptos como diversidad sexual se siguen aplicando a nivel de especie, cuando en realidad se deben aplicar a nivel de individuo. La diversidad sexual no es algo que atañe a una parte de la especie humana haciendo que existan diversos grupos de personas con características diferentes, sino que es algo que ha de entenderse como un elemento intrínsecamente unido a cada individuo. No es que existan humanos gay, bi o heteros, sino que todos los seres humanos tenemos la maravillosa capacidad de poder amar y gozar de muy diferentes modos dependiendo de las circunstancias.

Contar homosexuales no hace otra cosa que reforzar esa dicotomía entre lo normal y lo diferente, y si realmente queremos avanzar debemos abandonar ese paradigma, útil durante un tiempo pero que hoy es insuficiente, porque la sexualidad humana, de las personas, de todxs nosotrxs es plástica, y esa es su esencialidad.

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // Este trabajo, no podría ser de otra manera, está dedicado e...