20 Minutos / Mural que recuerda a Lorca en Fuente Vaqueros // |
Oda a Walt Whitman, ¿el poema homófobo de Lorca?
Mosca de Colores | 1 de cada 10, 20 Minutos, 2018-08-18
https://blogs.20minutos.es/1-de-cada-10/2018/08/18/oda-a-walt-whitman/
Cuando empezamos nuestra peculiar búsqueda de palabras, no tardamos en encontrar estos versos de la ‘Oda a Walt Whitman’, escrita por Federico García Lorca durante su estancia en América, perteneciente a su obra ‘Poeta en Nueva York’ (1930), calificado en ocasiones como el poema homófobo de Lorca.
Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.
Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Ápios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.
¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscadas en yertos paisajes de cicuta.
¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal.
[...]
Lorca no levantaba su voz contra el niño que escribe nombre de niña en su almohada, una niña transgénero, ni contra el muchacho que se trasviste en soledad, ni contra los que buscan chaperos, ni contra los que aman y desean a otro hombre sin decirlo, pero sí contra los maricas, ¡asesinos de palomas!
Para llegar a entender lo que quiso decir hemos tenido que hacer un largo recorrido por sus experiencias vitales, por sus amores y por su sexualidad, para saber qué tipo de persona era, y el detalle en este caso es importante. Retazos de aquí y de allá nos han servido para comprender un relato completo de este niño, joven y hombre homosexual y que exponemos con mayor detalle en la versión completa de este artículo en nuestro blog.
Es importante señalar que tras su asesinato, se realizaron enormes esfuerzos por borrar la homosexualidad de su obra, tanto por parte de su familia, como por algunos actores del sector editorial y académico, mientras que en realidad, Federico García Lorca prácticamente no habló en su obra de otra cosa que no fuera el conflicto que supuso para él la homosexualidad, en una sociedad tan homófoba como aquella.
Era homosexual y así nos lo contaban al estudiar literatura, pero no se nos hubiera ocurrido pensar que ‘Yerma’ (1934) hablara del amor yermo que no da frutos, como es el que une a dos hombres, y que además, formara parte de una proyectada trilogía junto a ‘Bodas de Sangre’ (1931) y ‘La destrucción de Sodoma’, obra que no pudo ser escrita.
Tampoco nos hablaron de la desaparecida obra ‘La bola negra. Drama de costumbres actuales’, posible título para una obra que empezaba así:
“Una capital de provincia. Un señor tras una mesa de despacho. Llama al timbre y entra un criado:
—Que venga el señorito.
Entra su hijo.
—¿Qué quiere decir esto que sé? —y el padre muestra a su hijo una carta—. ¿Que te has presentado pretendiente a socio en el casino y te han echado bola negra? ¿Por qué?
—Porque soy homosexual.”
Con este texto no sólo había pasado de la poesía más tradicional, que permite decir y ocultar, al ocultador surrealismo teatral de ‘El Público’, sino que explícitamente habla de homosexualidad.
Lorca fue un homosexual fuera del armario, casi todo el mundo lo sabía, y de que se supiera no sólo se encargó él viviendo con libertad su sexualidad, sino también la prensa de derechas que durante los últimos años de la república abiertamente lo insultaban y despreciaban.
Y no fue sólo una cuestión de juventud o de vida adulta, sino que ya de niño las personas que lo conocían advertían su afeminamiento, como sus profesores y compañeros de escuela, que se lo hicieron pasar mal. Al tiempo que, más allá de las burlas y según sus propias palabras, cuando era un crío en la Vega de Granada, había “jugado” con todos los chicos de Asquerosa.
Este comportamiento homosexual fue vivido por Lorca de forma conflictiva, en una época en la que los únicos referentes, la idea que se tenía, la concepción de la homosexualidad, era de enfermedad, crimen y pecado.
Pero es que, además, hay que tener en cuenta que Lorca murió a los 38 años, todavía en su plenitud sexual, por lo que si veía a alguien por la calle que le gustaba, daba igual que fuera hetero, iba a por él y se lo ligaba. Y no sólo hubo sexo, como es natural, también hubo amor e incluso poliamor. Dalí, Emilio Aladrén, Eduardo Rodríguez Valdivieso y Rafael Rodríguez Rapún fueron los grandes, y en ocasiones superpuestos, amores conocidos de Lorca.
La vida de Federico García Lorca estuvo llena de hombres, famosos y anónimos, cuyo relato en muchas ocasiones se pierde en experiencias, cartas y bocetos de obras que se han ocultado, destruido y olvidado con el paso de los años. Tanto en Granada, como en Madrid y, por supuesto, en las Américas, siempre estuvo rodeado de hombres homosexuales o no, con los que compartía vivencias, anhelos, textos y/o sexo.
Con todo, podemos distinguir a dos Lorcas, el de antes de su viaje a Nueva York y el de después de Walt Whitman (1819-1892), célebre poeta Norteamericano y también homosexual. Probablemente Federico ya conocía sus poemas, pero fue allí donde el poeta tuvo contacto más profundo con su obra, lo que fue vital en la resolución del conflicto con su homosexualidad.
El poeta de 31 años, que llegaba triste a Nueva York por el abandono de Dalí y de Emilio Aladrén, además de conferencias y charlas, frecuenta bares de ambiente y disfruta orgías con negros, marineros y soldados. Pongámonos en la piel del joven Lorca, epéntico machi-hembrista, cachondo con frecuencia, que podía desaparecer en cualquier momento para ir de cancaneo. Fuente Vaqueros, Asquerosa, Granada, Madrid, París, Londres, Nueva York, Cuba. Esa búsqueda, ese intentar entenderse, construirse y amarse. Ampliar horizontes seguro que fue un buen revulsivo.
Hemos hablado en muchas ocasiones del carácter performativo del insulto, de cómo los referentes, las etiquetas, construyen la vida de las personas a su imagen y semejanza. En la época que vivió Lorca el referente del homosexual era el ‘Marica’, lo que le “abocaba sin remedio” a ser uno.
El ‘Marica’ era ese hombre afeminado e inofensivo, ridículo, objeto de burlas, poco de fiar, rodeado de mujeres, que era como una mujer y que acababa comportándose como una (estereotipadamente negativa). Era el papel que aquella sociedad homo-cateta y machista tenía reservado para los homosexuales afeminados, los únicos existentes por visibles, de los que no se esperaba, ni se concebía, que pudiesen aspirar a conocer, enamorarse y vivir la vida junto a otro hombre. Los maricas ‘enemigos sin sueño del Amor que reparte coronas de alegría’. Y Lorca tenía un problema con esto. Puesto que no era hetero, era un marica y no quería serlo –‘¿debo renunciar al amor?’–.
Con Whitman todo cambió porque con su obra Lorca encontró un nuevo referente. ‘La virilidad, la fraternidad y la camaradería, la admiración del cuerpo masculino, la aceptación de uno mismo y la expresión propia, la reivindicación de la homosexualidad, la defensa de los oprimidos y de los explotados’ son, en esencia, las características de un nuevo referente que acabó de construir a Federico, dotando de coherencia a su realidad y a sus aspiraciones.
Con este nuevo referente, Lorca pudo cargarse el de marica, pudo cambiar de traje y de cuerpo. Esto es lo que hay en la ‘Oda a Walt Whitman’, el abandono y la destrucción del único referente, de la etiqueta que tanto le había hecho sufrir, la asunción de uno nuevo para él y el anuncio de tiempos mejores con ‘la llegada del reino de la espiga’. No hay homofobia, sino todo lo contrario. Con la muerte del poeta, hoy hace 82 años, el referente lo perdimos lxs demás.
Para llegar a entender lo que quiso decir hemos tenido que hacer un largo recorrido por sus experiencias vitales, por sus amores y por su sexualidad, para saber qué tipo de persona era, y el detalle en este caso es importante. Retazos de aquí y de allá nos han servido para comprender un relato completo de este niño, joven y hombre homosexual y que exponemos con mayor detalle en la versión completa de este artículo en nuestro blog.
Es importante señalar que tras su asesinato, se realizaron enormes esfuerzos por borrar la homosexualidad de su obra, tanto por parte de su familia, como por algunos actores del sector editorial y académico, mientras que en realidad, Federico García Lorca prácticamente no habló en su obra de otra cosa que no fuera el conflicto que supuso para él la homosexualidad, en una sociedad tan homófoba como aquella.
Era homosexual y así nos lo contaban al estudiar literatura, pero no se nos hubiera ocurrido pensar que ‘Yerma’ (1934) hablara del amor yermo que no da frutos, como es el que une a dos hombres, y que además, formara parte de una proyectada trilogía junto a ‘Bodas de Sangre’ (1931) y ‘La destrucción de Sodoma’, obra que no pudo ser escrita.
Tampoco nos hablaron de la desaparecida obra ‘La bola negra. Drama de costumbres actuales’, posible título para una obra que empezaba así:
“Una capital de provincia. Un señor tras una mesa de despacho. Llama al timbre y entra un criado:
—Que venga el señorito.
Entra su hijo.
—¿Qué quiere decir esto que sé? —y el padre muestra a su hijo una carta—. ¿Que te has presentado pretendiente a socio en el casino y te han echado bola negra? ¿Por qué?
—Porque soy homosexual.”
Con este texto no sólo había pasado de la poesía más tradicional, que permite decir y ocultar, al ocultador surrealismo teatral de ‘El Público’, sino que explícitamente habla de homosexualidad.
Lorca fue un homosexual fuera del armario, casi todo el mundo lo sabía, y de que se supiera no sólo se encargó él viviendo con libertad su sexualidad, sino también la prensa de derechas que durante los últimos años de la república abiertamente lo insultaban y despreciaban.
Y no fue sólo una cuestión de juventud o de vida adulta, sino que ya de niño las personas que lo conocían advertían su afeminamiento, como sus profesores y compañeros de escuela, que se lo hicieron pasar mal. Al tiempo que, más allá de las burlas y según sus propias palabras, cuando era un crío en la Vega de Granada, había “jugado” con todos los chicos de Asquerosa.
Este comportamiento homosexual fue vivido por Lorca de forma conflictiva, en una época en la que los únicos referentes, la idea que se tenía, la concepción de la homosexualidad, era de enfermedad, crimen y pecado.
Pero es que, además, hay que tener en cuenta que Lorca murió a los 38 años, todavía en su plenitud sexual, por lo que si veía a alguien por la calle que le gustaba, daba igual que fuera hetero, iba a por él y se lo ligaba. Y no sólo hubo sexo, como es natural, también hubo amor e incluso poliamor. Dalí, Emilio Aladrén, Eduardo Rodríguez Valdivieso y Rafael Rodríguez Rapún fueron los grandes, y en ocasiones superpuestos, amores conocidos de Lorca.
La vida de Federico García Lorca estuvo llena de hombres, famosos y anónimos, cuyo relato en muchas ocasiones se pierde en experiencias, cartas y bocetos de obras que se han ocultado, destruido y olvidado con el paso de los años. Tanto en Granada, como en Madrid y, por supuesto, en las Américas, siempre estuvo rodeado de hombres homosexuales o no, con los que compartía vivencias, anhelos, textos y/o sexo.
Con todo, podemos distinguir a dos Lorcas, el de antes de su viaje a Nueva York y el de después de Walt Whitman (1819-1892), célebre poeta Norteamericano y también homosexual. Probablemente Federico ya conocía sus poemas, pero fue allí donde el poeta tuvo contacto más profundo con su obra, lo que fue vital en la resolución del conflicto con su homosexualidad.
El poeta de 31 años, que llegaba triste a Nueva York por el abandono de Dalí y de Emilio Aladrén, además de conferencias y charlas, frecuenta bares de ambiente y disfruta orgías con negros, marineros y soldados. Pongámonos en la piel del joven Lorca, epéntico machi-hembrista, cachondo con frecuencia, que podía desaparecer en cualquier momento para ir de cancaneo. Fuente Vaqueros, Asquerosa, Granada, Madrid, París, Londres, Nueva York, Cuba. Esa búsqueda, ese intentar entenderse, construirse y amarse. Ampliar horizontes seguro que fue un buen revulsivo.
Hemos hablado en muchas ocasiones del carácter performativo del insulto, de cómo los referentes, las etiquetas, construyen la vida de las personas a su imagen y semejanza. En la época que vivió Lorca el referente del homosexual era el ‘Marica’, lo que le “abocaba sin remedio” a ser uno.
El ‘Marica’ era ese hombre afeminado e inofensivo, ridículo, objeto de burlas, poco de fiar, rodeado de mujeres, que era como una mujer y que acababa comportándose como una (estereotipadamente negativa). Era el papel que aquella sociedad homo-cateta y machista tenía reservado para los homosexuales afeminados, los únicos existentes por visibles, de los que no se esperaba, ni se concebía, que pudiesen aspirar a conocer, enamorarse y vivir la vida junto a otro hombre. Los maricas ‘enemigos sin sueño del Amor que reparte coronas de alegría’. Y Lorca tenía un problema con esto. Puesto que no era hetero, era un marica y no quería serlo –‘¿debo renunciar al amor?’–.
Con Whitman todo cambió porque con su obra Lorca encontró un nuevo referente. ‘La virilidad, la fraternidad y la camaradería, la admiración del cuerpo masculino, la aceptación de uno mismo y la expresión propia, la reivindicación de la homosexualidad, la defensa de los oprimidos y de los explotados’ son, en esencia, las características de un nuevo referente que acabó de construir a Federico, dotando de coherencia a su realidad y a sus aspiraciones.
Con este nuevo referente, Lorca pudo cargarse el de marica, pudo cambiar de traje y de cuerpo. Esto es lo que hay en la ‘Oda a Walt Whitman’, el abandono y la destrucción del único referente, de la etiqueta que tanto le había hecho sufrir, la asunción de uno nuevo para él y el anuncio de tiempos mejores con ‘la llegada del reino de la espiga’. No hay homofobia, sino todo lo contrario. Con la muerte del poeta, hoy hace 82 años, el referente lo perdimos lxs demás.
- Fuentes:
- “Lorca y el mundo gay”, Ian Gibson, Ediciones B, 2015).
- Publicaciones de Luis Antonio de Villena
- Publicaciones de ABC, El País, El mundo y RTVE.
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