2019/10/30

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | ASÍ FUE EL EXTRAÑO MATRIMONIO DE ELTON JOHN CON UN AMUJER LLAMADA RENATE

Así fue el extraño matrimonio de Elton John con una mujer llamada Renate.
Él era una estrella, supuestamente bisexual y con problemas de adicciones. Ella, una mujer que caía bien a todo el mundo. El enlace duró cuatro años y dejó únicamente arrepentimiento. Lo recuerda el cantante en sus recientes memorias.
Guillermo Alonso | ICON, El País, 2019-10-30
https://elpais.com/elpais/2019/10/29/icon/1572348342_299677.html 

Comienzos de 1984: Elton John (Pinner, Middlesex, 1947) llamó a su amigo Tony King, ejecutivo discográfico, para comunicarle lo siguiente: “Me caso”. King pensó que se trataba de una broma y le espetó: “¿Con quién, si se puede saber?”. La respuesta era: con Renate Blauel, que trabajaba con él como ingeniera de sonido. Elton estaba en Montserrat (isla del Caribe perteneciente al Reino Unido donde grabó gran parte de sus discos de comienzos de los ochenta) ultimando ‘Breaking heart’s, su álbum número 18. Pese a que había llegado allí con un novio australiano que tenía entonces (llamado Gary), pronto labró una profunda amistad con Renate, que era, según él la describe en sus memorias, “concienzuda y caía bien a todos”.

No se acababan de conocer. Su relación profesional venía de lejos: se habían conocido en 1976 durante la grabación de ‘Don’t go breaking my heart’, una de las canciones más populares del artista. Elton, que a mediados de los ochenta pasaba una de sus peores etapas de adicción a la cocaína, valoró positivamente la compañía de Renata durante la grabación de ‘Breaking hearts’: el trabajo con ella era pacífico y fluido y las canciones salían solas. Tenía, según explicó, muchas más ganas de estar con Renate que con su novio Gary.

Aquí surgieron las dudas: ¿sentiría una atracción heterosexual, por fin? ¿Podría ser Renate la mujer que lo salvase de un estilo de vida que no era el más adecuado para él? Es importante señalar que para el mundo Elton John era entonces bisexual, como él había declarado en 1976, y no salió del armario como homosexual hasta 1992 en una entrevista con ‘Rolling Stone’.

Elton le pidió dos veces que se casara con él. La primera, borracho (muy significativo) en un restaurante de Montserrat. La segunda, y la definitiva, en uno de Sidney, donde Elton comenzaba una gira por Australia. Era el 10 de febrero de 1984 y cuando ella dijo sí, a él le entraron las prisas: lo harían allí mismo, el día de San Valentín, en Australia.

La boda fue por la iglesia y se organizó en tres días. Ni los padres de Elton ni los de Renate acudieron. El padrino de Elton fue John Reid, entonces su representante, también su exnovio y también el hombre con el que había perdido la virginidad. Tras un banquete, todos los invitados se trasladaron a la suite que ocupaba Elton John en Sydney, donde “siguió corriendo el alcohol y la coca”.

Elton John aclara en sus memorias que acaban de publicarse (‘Yo’, ed. Penguin Random House) que acordó con Renate no discutir nunca los detalles íntimos de su unión si un día de divorciaban. En sus memorias, el músico solo informa de que se divorciaron cuatro años después –a comienzos de 1988– y deja caer que la hizo bastante infeliz porque “Renate no solo se casó con un drogadicto gay, sino con un drogadicto gay cuya vida estaba a punto de desmoronarse”. Efectivamente, su consumo de cocaína estaba fuera de control en esa década. John ha declarado, por ejemplo, que ‘Leather jackets’, su disco número 20 lanzado en 1986, es el peor de su carrera y lo grabó puesto de cocaína en el estudio.

Si bien Elton ha sido caballeroso y ha omitido casi todos los detalles sobre el misterioso matrimonio, algunos se pueden encontrar en otras biografías del artista. Detalles que, obviamente, no han sido confirmados ni desmentidos por sus protagonistas: Elton ha mantenido silencio al respecto y Renate nunca volvió a la vida pública tras aquella boda rodeada de ‘paparazzi’ (cuando Elton la invitó a conocer a sus hijos, nacidos de un vientre de alquiler en 2010 y 2013, ella declinó la invitación, de modo que no la ha vuelto a ver).

La periodista británica Nina Myskow, a la que une una gran amistad con Elton John, declaró en 2002, para la biografía 'Sir Elton', que la relación tuvo “un lado físico”. Y en ‘Elton John: La historia de uno de los grandes mitos del pop’, de José Luis Martín, se cuenta que el divorcio entre Renate y Elton fue amistoso y ella obtuvo una indemnización de cinco millones de libras (unos 13 millones de euros al cambio en la actualidad).

El 21 de septiembre de 2017, Elton John publicó un texto en su cuenta de Instagram con motivo de su regreso a Australia para una serie de conciertos. “Hace muchos años elegí Australia para casarme con una maravillosa mujer por la que tengo tanto amor y admiración. Quise más que nada en el mundo ser un buen marido, pero estaba negando quién era realmente yo, lo que le causó tristeza a ella y una enorme culpa y arrepentimiento a mí. Para ser merecedor del amor de alguien debes ser lo suficientemente valiente y tener la mente clara para ser honesto contigo mismo y con tu pareja”.

2019/10/27

DOCUMENTACIÓN | TESTIMONIOS | PETER BERLIN, EL ICONO GAY QUE SE HACÍA 'SELFIES' ERÓTICOS EN LOS 60 Y LOS ENVIABA POR CORREO

Peter Berlin, el icono gay que se hacía 'selfies' eróticos en los 60 y los enviaba por correo.
Personaje de sí mismo, este alemán consiguió vivir de sus autorretratos eróticos cinco décadas antes de Instagram y se cruzó con Mapplethorpe, Dalí o Warhol hasta que se retiró tras la epidemia del sida.
Begoña Gómez Urzaiz | Vanity Fair, 2019-10-27
https://www.revistavanityfair.es/cultura/articulos/peter-berlin-icono-gay-selfies-eroticos/41308

“El primer artista gay conceptual”, dice de él el fotógrafo Jack Pierson. “La versión surfera del clásico dios sexual ‘leather’ de Jean Genet”, define la cineasta y performer Kembra Pfahler. “Él fue como Mae West, pero en hombre. Al igual que West, él es totalmente autoinventado, celebrado e influyente”, sentencia John Waters. La obra de Peter Berlin, que no fue otra cosa que él mismo, ha tardado unas décadas en comprenderse pero ahora cobra todo el sentido ¿Acaso hay más actual que alguien que se cambia el nombre, se crea un ‘look’ y un personaje y se dedica incansablemente a autofotografiarse?

Omar Sosa, uno de los fundadores de la revista ‘Apartamento’, ha coordinado ‘Peter Berlin: Artist, Icon, Photosexual’ un libro que edita Damiani dedicado a este pionero de la estética gay que colaboró con Robert Mapplethorpe y Tom of Finland y se cruzó con gente como Valentino y Dalí mientras, como dicen varios de los entrevistados “hizo ‘cruising’ por la vida”.

Musculado, depilado y marcando paquete con ajustados pantalones de cuero, Berlin, contribuyó, a decir del crítico de arte Jonathan D. Katz, a perfilar “una nueva masculinidad gay” que fundía elementos de los machos de las revistas gais de los años cincuenta, que solían posar vestidos de cowboys, policías y pescadores, y de la cultura hippy de los sesenta, con su ropa unisex, estampados florales y cuerpos lánguidos. En los setenta, “Berlin tomó elementos de las dos décadas anteriores, uniendo esas dos polaridades y creando un puente entre opuestos para crear un nuevo tipo de Adonis gay”.

El libro incluye una entrevista con el propio artista que se refiere constantemente a sí mismo como “Peter Berlin”, no tanto porque padezca de esa hybris que lleva a futbolistas y ex concursantes de realities a hablar de ellos mismos en tercera persona, sino porque es perfectamente consciente de su personaje. Berlin nació en Lódz, Polonia, como Armin Baron von Hoyningen-Huene, un nombre que, él mismo remarcó, “apunta al hecho de que no vengo de la miseria. Escojo la miseria”.

De familia acomodada y con inclinaciones artísticas –uno de sus familiares, George Hoyningen-Huene fue un pionero de la fotografía de moda y amante de Horst P. Horst–, en realidad no llegó a disfrutar de una vida fácil porque su padre murió en la segunda guerra mundial, los bienes de la familia fueron confiscados por los rusos y su madre huyó a Berlín con sus tres hijos y casi ningún capital. A los 13 años empezó a remendar su ropa con la máquina de coser de su abuela para hacer que sus pantalones fuesen más ajustados. Su iniciación sexual vino con envoltorio histórico. Al parecer, un día conoció a un hombre del Este que le invitó a ir a su casa. Cuando regresó, a la mañana siguiente, vio enormes rollos de alambre y un ambiente extraño en las calles.

Era el 13 de agosto de 1961 y estaban levantando el muro de Berlín. Su madre, su padrastro y sus hermanos se preocuparon y él terminó confesando qué había estado haciendo esa noche y con quién. Se plantearon llevarlo a terapia de electroshock pero finalmente los Huene optaron por una solución distinta. Le echaron de casa. El joven Armin se fue a vivir con una señora mayor, empezó a trabajar como técnico de fotografía y a pasar las tardes y las noches seduciendo a chicos en los parques y los bares de Berlín. Ya entonces, cinco décadas antes de la era del ‘selfie’, empezó a tomarse fotos eróticas en blanco y negro, vestido de manera provocadora con ropa que se hacía él mismo.

A mediados de los 60, mientras colgaba un poster en el cine, se le acercó un hombre de mediana edad –“tenemos la misma cámara”, le dijo– que resultó ser Jochen Labriola, un pintor que se convirtió en lo que hoy se llamaría “sugardaddy”, su benefactor, pero que Berlin definía con la palabra “camarada”. Le siguió a Roma y después a París, donde Berlin iba causando sensación por las calles. De allí ambos fueron a Nueva York y finalmente al lugar que les estaba esperando, San Francisco. Es ahí donde adopta el nombre de “Peter Berlin” y donde sorprende en el ambiente gay con una estética muy distinta a los vaqueros y camisas de cuadros que llevaban todos por entonces.

Tras filmar la primera de sus dos únicas películas porno, ‘Nights in Black Leather’, Berlin se convirtió en una figura famosa más allá del ‘underground’ y lanzó un negocio que podría definirse como un proto-Instagram: un servicio de envío por correo de fotos eróticas de sí mismo que tomaba con su Hasselblad y que contribuyen a cimentar su estética de pin up contracultural. También grabó algunos cortos que con el tiempo han adquirido estatus de culto y, en 1975, su segunda película, ‘That Boy’.

La ilustradora y Dj Silvia Prada recuerda en el libro el impacto que le produjo ver esa película, que arranca con una famosa escena de masturbación con el canon de Pachelbel de fondo, cuando era adolescente. “Estaba descubriendo mi sexualidad. Sentía fascinación por todo lo prohibido: el fetichismo ‘leather’, el sexo telefónico, público, en grupo, la vida en los márgenes. Crecer como una chica lesbiana en el ambiente católico del norte de España y escuchar esa voz, ver sus jeans y su bragueta abultada por las calles de San Francisco me interpeló directamente”.

Aunque Berlin no se benefició económicamente de ‘That Boy’, la película, que algunos han calificado de “antiporno”, le propulsó al mundo del arte y los reservados vip. Compartió “la montaña de cocaína más grande que jamás había visto”, a decir de Ted Stansfield, que se encarga de escribir su semblanza en el libro de Damiani, con Calvin Klein; Andy Warhol le felicitó por sus fotografías y le ofreció la ‘Factory’; conoció a Valentino, a Nureyev y a Sal Mineo y pasó una tarde con Dalí y Gala, con la que habló en alemán. En aquella época también estableció sus dos colaboraciones artísticas más fructíferas, con Robert Mapplethorpe y con el ilustrador Tom of Finland.

El fotógrafo, que empezaba entonces su carrera, lo utilizó como modelo para varias imágenes y se lo llevó a cenas con gente influyente. Aunque, según su biógrafo, les diferenciaba el nivel de ambición. “Ambos pertenecían al ‘underground’, los dos tenían compañeros ricos. Peter a Jochen Labriola y Robert a Sam Wagstaff, que les financiaban su estilo de vida, aplicaban técnicas rigurosas de estudio a su trabajo y creador fotos que siempre estarán en los anales de la imaginería gay, pero sus instintos eran diferentes. A Robert le impulsaba el dinero y la fama, a Peter no”. Él se lo corrobora: “nunca me importó ser rico y famoso como Robert, solo quería vestirme y follar”. Su fotografía era el efecto secundario de su vida, no al revés.

Cuando estalló el sida, su vida se fundió. “Todos mis amigos murieron. Todos y cada uno de ellos. Cuando falleció Jochen en 1988 mi mundo pasó del color al blanco y negro. Sin él y los otros amigos que me animaban, no veía la razón de seguir trabajando como Peter Berlin”, explica en el libro. Se retiró a California y vivió con un compañero más joven al que fotografiaba. En 2006, un documental, ‘That Man’, de Jim Tushinksi, exploró la mitología en torno a este Greta Garbo de la cultura gay. Ahora Armin, que ya no es Peter, tiene setentaytantos y vuelve a vivir en San Francisco.

En su momento no quiso fama y dinero pero ahora lamenta no haber llegado a tener “villas en París, Roma y Moscú llenas de hombres guapos”. “Hugh Hefner –dice– es la única persona que tuvo lo que yo hubiera querido. Me choca que ningún gay lo consiguiera”. Le gustaría hacer su tercera película, un biopic que explicase su viaje y lo que el “proyecto Peter Berlin” le enseñó sobre el deseo, la estética y la sexualidad. “Echo mucho de menos a Peter”, dice. “He perdido esa energía sexual. No me siento femenino ni masculino. Vivo como una anciana, cuidando a mi gato y a mis plantas”.

2019/10/26

DOCUMENTACIÓN | CINE | LA HOMOSEXUALIDAD EN EL CINE DE LA POSGUERRA

La homosexualidad en el cine de la posguerra.
Leopold Estapé | Arco Iris, El Obrero, 2019-10-26

https://elobrero.es/recursos/arco-iris/35771-la-homosexualidad-en-el-cine-de-la-posguerra.html 

Después del código Hays y la Segunda Guerra Mundial, la homosexualidad en el cine quedó relegada al ámbito de la marginalidad. Gays y lesbianas sólo podían ser los malvados. Pero, ¿siempre fue así?

El código Hays fue un reglamento privado de producción cinematográfico que determinaba, con una serie de reglas restrictivas, aquello que se podía ver en pantalla y lo que no en las producciones estadounidenses. Su autor fue un mediocre y gris político republicano llamado William Hays. Desde 1934 y hasta 1967 fue un sistema real de autocensura sobre la producción cinematográfica. Imponía normas morales y atacaba duramente cualquier forma de representación de la homosexualidad.

En la posguerra fue el neorrealismo italiano el primero en presentar la homosexualidad de forma negativa. Por ejemplo, intentó exagerar la maldad de los nazis añadiendo a los perfiles de sus personajes tics y referencias claramente homosexuales y afeminadas. El nazismo no sólo era malo para los crímenes cometidos, además eran unos sádicos homosexuales, amantes de prácticas recargadas y masoquistas.

Uno de los grandes filmes de la posguerra es sin duda ‘Roma Cittá Aperta’, obra maestra de Roberto Rossellini de 1945. El autor nos presenta el sacerdote como un ejemplo de la bondad humana y el compromiso de lucha contra el fascismo, curiosamente era miembro de una institución con buena relación con el régimen de Mussolini. En cambio en el oficial austriaco exagera sus gestos con un evidente amaneramiento, sugiriendo una posible homosexualidad, su colaboradora era un ser amoral como lo son las mujeres colaboracionistas, tampoco aquí huye de mostrar el lesbianismo de una de ellas. La homosexualidad era una conducta denigrante, caracterizar el malo como tal exageraba sus rasgos negativos. El mismo Visconti lo utilizó en alguno de sus filmes, ‘La Caída de los Dioses’ o ‘Ludwig’ fueron buenos ejemplos.

El cine negro, especialmente el americano, también optó por presentar a los malos como perversos homosexuales o afeminados, formaban parte de una sociedad decadente y corrompida. El homosexual puede ser elegante, amanerado, amante de la buena vida; una tarjeta perfumada o un gesto afeminado lo delatará. Para la industria cinematográfica era culpable de su sexualidad y de su vida depravada, lo que le llevaba a la muerte en la mayoría de las ocasiones.

El personaje de Waldo en ‘Laura’ es un claro ejemplo de ello. A través del plano que se nos muestra al principio del film, descubrimos una estancia perfectamente ordenada, enseña que a Waldo le gusta el arte, la ropa y el buen vino. En un mundo donde reina una cierta incultura, con la presencia incluso de un prostituto masculino, Vicente Price, el refinado columnista homosexual es el asesino.

La motera Mercedes McCambridge en ‘Touch of Evil’ (‘Sed de mal’) encarna el estereotipo de la sádica malvada y lésbica. Este personaje aparecerá en otros filmes, siempre de negro, siempre amargada, siempre llena de odio. ‘Johnny Guitar’ es un buen ejemplo.

Pero no siempre aparece en negativo, un ejemplo es el film ‘El Sueño Eterno’ (1946) dirigido por Howard Hawks e interpretado por Humphrey Bogart y Lauren Bacall. En una de las primeras escenas Philip Marlowe visita al general Sternwood, éste recibe a los hombres en el invernadero, le encanta verlos sudar bebiendo coñac.

El general contrata al detective con el pretexto de investigar el chantaje a una de sus hijas; pronto Marlowe se dará cuenta de que lo que en realidad le preocupa al general es la desaparición de su ‘musculoso’ acompañante. Vivian (Lauren Bacall) será la encargada de señalar, con cierto desprecio, que su padre está más interesado en saber qué le pasó a su ‘acompañante’ que desapareció misteriosamente. Marlowe sigue investigando y se encuentra con un librero traficante de pornografía. Más adelante aparece su cadáver que inmediatamente vuelve a desaparecer. Cuando al final reaparece, un joven ha adornado su cama con velas y flores. No es ni su hijo, ni un familiar, es su amante.

En ‘The Maltese Falcon’ (1941), John Huston añadió su firma a una de las mejores novelas de Dashiel Hammet. Como en ‘El Sueño Eterno’ la homosexualidad aparece de forma más o menos evidente. Para el personaje de Cairo, Huston añade una referencia que aparece en ‘Adiós Muñeca’ de Chandler, donde un abogado con mucha pluma aparece con una tarjeta muy perfumada. Peter Lorre habituado a estos personajes, no dejará dudas sobre su orientación sexual.

Pero Huston va más allá, ‘Fat man’ (‘El gordo’) tiene un guardaespaldas a quien ‘ama como un hijo’, al que Sam Spade le hará ironías sobre el tamaño de sus pistolas. Huston señala seguramente que en realidad se trata de un ‘chapero’ con armas que no sabe utilizar.

La historia de Leopold y Loeb ha sido llevada varias veces al cine. La historia de los dos amantes asesinos fascinó en una industria donde la homosexualidad sólo podía aparecer de forma muy negativa. ‘Compulsión’ (1956) o ‘La Soga’ (1948) son dos de los seis veces que el cine ha tratado el tema.

En el fondo, recordad, es cine: hecho del material con que están hechos los sueños.

2019/10/18

ARTÍCULOS | Díaz, Abel | Los invertidos: homosexualidad(es) y género en el primer franquismo

Díaz, Abel [Universidad del País Vasco UPV/EHU] (2019) [10-18]. Los invertidos: homosexualidad(es) y género en el primer franquismo. Cuadernos de Historia Contemporánea [CHC], 41, 329-349

Ed. digital: Open Access | Revistas UCM [Universidad Complutense de Madrid]

https://revistas.ucm.es/index.php/CHCO/article/view/66118 

[.es] Durante el franquismo se emplearon diversos mecanismos para penalizar la homosexualidad, intensificados a partir de 1954 con la entrada en vigor de una enmienda a la Ley de Vagos y Maleantes de 1933. La apertura de nuevos archivos judiciales a la investigación ha permitido rastrear los significados que tuvo la homosexualidad como supuesto punible durante estos años. En términos generales, ante la ambigüedad que caracterizaba a esta legislación, el criterio de policías, forenses y jueces se decantó más por castigar la “inversión” en términos de género, que por penalizar el deseo y la práctica homosexuales. El mantenimiento del orden de género y una determinada noción del cuerpo invertido marcarían la evolución hacia una mayor regularización y control del sujeto definido como homosexual.

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // Este trabajo, no podría ser de otra manera, está dedicado e...