El tabú sobre la homosexualidad de García Lorca.
Manuel Tirado | Nueva Revolución, 2017-11-20
https://nuevarevolucion.es/el-tabu-sobre-la-homosexualidad-de-garcia-lorca/
Manuel Tirado | Nueva Revolución, 2017-11-20
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La editorial Seix Barral publica ahora una nueva edición de ‘Confieso que he vivido’, las memorias en las que Pablo Neruda trabajó hasta poco antes de su muerte, en 1973, en la que ahora se incluyen textos inéditos del Premio Nobel chileno, entre ellos uno sobre Federico García Lorca titulado ‘El último amor de Federico’, en el que se cuenta la relación que mantuvo el poeta granadino con Rafael Rodríguez Rapún, desencadenante de los ‘Sonetos del amor oscuro’.
Habría que preguntarse la razón por la que Neruda decidió no publicar en los años 70 un texto donde se hablaba libremente y sin ningún complejo de la homosexualidad de Federico. Pues pienso que el chileno, sin duda, creía que la sociedad de aquella época todavía no estaba preparada para conocer esta historia y que sería fatal para la reputación de la obra de Federico. Neruda se hizo la siguiente pregunta: “¿Está el público suficientemente desprovisto de prejuicios para admitir la homosexualidad de Federico?”.
Hoy en día parece que el tema está superado y digo “parece” porque en realidad todavía no lo está. Desgraciadamente seguimos bajo la influencia de cuarenta años del franquismo y de la herencia eclesiástica que todavía hoy, desde los púlpitos, arremete contra los homosexuales. Una herencia que hace que un libro de texto para alumnos de la ESO de una muy famosa editorial nacional no diga que Federico fue asesinado por “rojo y maricón” y simplemente trate de adoctrinar (palabra desgraciadamente muy de moda en estos días) a los más jóvenes en que Federico simplemente “murió” en la Guerra Civil.
Más de ochenta años hace ya de cuando a Federico “se le vio, caminando entre fusiles, por una calle larga, salir al campo frío, aún con estrellas de la madrugada”, como dejó escrito Antonio Machado, otra víctima del régimen franquista, que murió solo y exiliado en Colliure, tres años más tarde del comienzo de la contienda, y desgraciadamente todavía algunos se ruborizan frente a la homosexualidad de Lorca.
Cuando no llegaba ni a los cuarenta años de edad cortaron la vida y la obra de un poeta que había llegado a unas cotas de lirismo excepcionales y con su asesinato no nos dejaron disfrutar de su futuras, y ya imposibles, obras. Con la República pasó lo mismo. No dejaron florecer ese grito de libertad del pueblo, esa explosión de júbilo y cultura que se vio reflejada en las misiones pedagógicas y en experimentos teatrales como ‘La Barraca’, etc., ya que tras unos pocos años de luz reflejados en la República, llegaron más de cuarenta años de oscuridad, de dictadura, de “pan y cebolla”, como diría Miguel Hernández, cuarenta años de nacionalcatolicismo del que desgraciadamente todavía sufrimos las consecuencias.
Porque Lorca representaba todo lo contrario a esa España negra descrita por Solana en sus cuadros, de esa España de incienso y procesión, de achicoria y martes de carnaval, de curas sentados a la mesa del señorito del pueblo dilucidando el futuro de las almas de los pobres jornaleros. ¡Ojo! Y Lorca participó de los clichés que se relacionaban con la España de siempre, esa España de toreros y cantaores de flamenco que tanto buscan hoy en día los guiris en las cuevas del Sacromonte granadino.
Pero la visión de Lorca de España y de Andalucía era totalmente distinta a la habitual. Así lo dejó escrito Francisco Umbral en su libro ‘Lorca, poeta maldito’, donde se esboza la idea de que Lorca fue el único poeta maldito de la poesía española, precisamente porque "es el cantor de las tres grandes razas postergadas de nuestra civilización: los gitanos, los negros y los homosexuales".
Lorca, en Granada, está con los gitanos frente a la Guardia Civil, frente al orden establecido. Lorca, en Nueva York, está con los negros, está con Harlem frente a Wall Street. Lorca, en su ‘Oda a Walt Whitman’ y en sus ‘Sonetos del amor oscuro’, libro póstumo y a la vez mítico, canta a la pasión que no se atreve a decir su nombre. Lorca es, radicalmente, “un hombre en contra”. Y ahí es donde radica la diferencia.
Este es el Lorca revolucionario, el Lorca que mataron por rojo y homosexual, el Lorca tan lejano de esa España que trajeron Franco y los curas, esos mismos que trataron de vestirlo y simplificarlo a la imagen del voluble señorito andaluz que tocaba el piano y escuchaba la guitarra. Y por lo que seguramente Neruda no quiso incluir ese texto en sus memorias, porque la gente no estaba preparada para entender que Lorca es el poeta de los olvidados, de los reprimidos, de los perseguidos, de los que se sienten “asesinados por el cielo”, de los que no caben en esta sociedad por amar distinto, por ser distintos.
¡Cuán necesaria sigue siendo tu voz, Federico! Y mucho más en esta España que sigue siendo un país, como bien dijiste en tu monumental poema ‘Grito hacia Roma’, donde “no hay más que un millón de herreros forjando cadenas para los niños que han de venir”. Las cadenas que desgraciadamente nos ponen los de siempre y que nos impiden pensar libre.
Habría que preguntarse la razón por la que Neruda decidió no publicar en los años 70 un texto donde se hablaba libremente y sin ningún complejo de la homosexualidad de Federico. Pues pienso que el chileno, sin duda, creía que la sociedad de aquella época todavía no estaba preparada para conocer esta historia y que sería fatal para la reputación de la obra de Federico. Neruda se hizo la siguiente pregunta: “¿Está el público suficientemente desprovisto de prejuicios para admitir la homosexualidad de Federico?”.
Hoy en día parece que el tema está superado y digo “parece” porque en realidad todavía no lo está. Desgraciadamente seguimos bajo la influencia de cuarenta años del franquismo y de la herencia eclesiástica que todavía hoy, desde los púlpitos, arremete contra los homosexuales. Una herencia que hace que un libro de texto para alumnos de la ESO de una muy famosa editorial nacional no diga que Federico fue asesinado por “rojo y maricón” y simplemente trate de adoctrinar (palabra desgraciadamente muy de moda en estos días) a los más jóvenes en que Federico simplemente “murió” en la Guerra Civil.
Más de ochenta años hace ya de cuando a Federico “se le vio, caminando entre fusiles, por una calle larga, salir al campo frío, aún con estrellas de la madrugada”, como dejó escrito Antonio Machado, otra víctima del régimen franquista, que murió solo y exiliado en Colliure, tres años más tarde del comienzo de la contienda, y desgraciadamente todavía algunos se ruborizan frente a la homosexualidad de Lorca.
Cuando no llegaba ni a los cuarenta años de edad cortaron la vida y la obra de un poeta que había llegado a unas cotas de lirismo excepcionales y con su asesinato no nos dejaron disfrutar de su futuras, y ya imposibles, obras. Con la República pasó lo mismo. No dejaron florecer ese grito de libertad del pueblo, esa explosión de júbilo y cultura que se vio reflejada en las misiones pedagógicas y en experimentos teatrales como ‘La Barraca’, etc., ya que tras unos pocos años de luz reflejados en la República, llegaron más de cuarenta años de oscuridad, de dictadura, de “pan y cebolla”, como diría Miguel Hernández, cuarenta años de nacionalcatolicismo del que desgraciadamente todavía sufrimos las consecuencias.
Porque Lorca representaba todo lo contrario a esa España negra descrita por Solana en sus cuadros, de esa España de incienso y procesión, de achicoria y martes de carnaval, de curas sentados a la mesa del señorito del pueblo dilucidando el futuro de las almas de los pobres jornaleros. ¡Ojo! Y Lorca participó de los clichés que se relacionaban con la España de siempre, esa España de toreros y cantaores de flamenco que tanto buscan hoy en día los guiris en las cuevas del Sacromonte granadino.
Pero la visión de Lorca de España y de Andalucía era totalmente distinta a la habitual. Así lo dejó escrito Francisco Umbral en su libro ‘Lorca, poeta maldito’, donde se esboza la idea de que Lorca fue el único poeta maldito de la poesía española, precisamente porque "es el cantor de las tres grandes razas postergadas de nuestra civilización: los gitanos, los negros y los homosexuales".
Lorca, en Granada, está con los gitanos frente a la Guardia Civil, frente al orden establecido. Lorca, en Nueva York, está con los negros, está con Harlem frente a Wall Street. Lorca, en su ‘Oda a Walt Whitman’ y en sus ‘Sonetos del amor oscuro’, libro póstumo y a la vez mítico, canta a la pasión que no se atreve a decir su nombre. Lorca es, radicalmente, “un hombre en contra”. Y ahí es donde radica la diferencia.
Este es el Lorca revolucionario, el Lorca que mataron por rojo y homosexual, el Lorca tan lejano de esa España que trajeron Franco y los curas, esos mismos que trataron de vestirlo y simplificarlo a la imagen del voluble señorito andaluz que tocaba el piano y escuchaba la guitarra. Y por lo que seguramente Neruda no quiso incluir ese texto en sus memorias, porque la gente no estaba preparada para entender que Lorca es el poeta de los olvidados, de los reprimidos, de los perseguidos, de los que se sienten “asesinados por el cielo”, de los que no caben en esta sociedad por amar distinto, por ser distintos.
¡Cuán necesaria sigue siendo tu voz, Federico! Y mucho más en esta España que sigue siendo un país, como bien dijiste en tu monumental poema ‘Grito hacia Roma’, donde “no hay más que un millón de herreros forjando cadenas para los niños que han de venir”. Las cadenas que desgraciadamente nos ponen los de siempre y que nos impiden pensar libre.