1981/11/28

DOCUMENTACIÓN | CUESTIÓN | LA CONDUCTA HOMOSEXUAL

La conducta homosexual.
Carlos Castaño | El País, 1981-11-28

https://elpais.com/diario/1981/11/29/sociedad/375836401_850215.html 

La homosexualidad ha sido siempre una cuestión muy controvertida. Los prejuicios morales y las conveniencias sociales han contribuido a oscurecer la comprensión imparcial del tema. La misma investigación científica se ha dejado llevar con demasiada frecuencia por estos juicios de valor más que por la observancia objetiva de los hechos. Tres tipos de determinantes se han hecho intervenir en la génesis de la conducta homosexual, a saber: biológicos, psicológicos y sociales.
 
Factores biológicos. En contra del prejuicio popular que supone a los homosexuales como seres constitucionalmente «diferentes», las investigaciones más recientes muestran que, en la mayoría de los casos, no es posible distinguir estigmas de índole física o biológica que los diferencien del resto de los mortales. Es un hecho incuestionablemente admitido que, en la actualidad, no se puede diagnosticar la homosexualidad a través de ningún examen físico. Así, estudios llevados a cabo con centenares de homosexuales de ambos sexos muestran que, salvo casos excepcionales, no hay posibilidad de distinguir rasgos morfológicos específicos.

Factores psicológicos. El psicoanálisis confirió especial significación a la influencia de los [homosexuales] con [lo] «perverso» sexual caracterizado porque, en el curso de su desarrollo, ha sufrido una «fijación» o una «regresión» hacia estados más inmaduros, propios de la etapa infantil, que la mayor parte de las personas ha sido capaz de superar. Freud relacionó también la homosexualidad con la neurosis. La diferencia radicaría en que, mientras la perversión sexual supondría la aceptación de los impulsos sexuales anómalos, en la neurosis el sujeto ha sido capaz de interponer entre aquellos impulsos y su conducta una serie de mecanismos de defensa que, si bien evitan las manifestaciones de la homosexualidad, se revelan en forma de síntomas neuróticos. «Las neurosis no son sino el reverso de la perversión», concluye Freud.

La hipótesis psicoanalítica ha sido muy criticada. La principal objeción que se le puede hacer es el error de sesgo de que parte. Es un fallo que suelen cometer los clínicos, tanto si se aferran al modelo psicoanalítico como si parten de otros puntos de vista.

Factores sociales. La conducta homosexual, corno la conducta heterosexual, se explica a partir de un proceso de interacción entre el individuo y la sociedad. Como cualquier tipo de comportamiento obedece a las leyes de la socialización o aprendizaje social, mediante el cual cada individuo trata de incorporarse, más o menos adecuadamente, a las expectativas de comportamiento que la sociedad le señala, de acuerdo con su edad, sexo, clase social, profesión, etcétera. Hay una serie de hechos que permiten clarificar el itinerario que el individuo recorre en su proceso de aprendizaje de su conducta sexual, así como de las posibles desviaciones, o «salidas del redil».

Los animales superiores, y, por tanto el hombre, son -al ser concebidos- potencialmente bisexuales. Todos ellos conservan durante toda su vida restos más o menos rudimentarios del otro sexo. El impulso sexual está gobernado por dos sistemas: endocrino y nervioso. Conforme se asciende en la escala zoológica, el primero va perdiendo importancia frente al segundo. En el hombre, situado en la cumbre del proceso evolutivo de «cerebración progresiva», el comportamiento sexual se rige, fundamentalmente, por los influjos nerviosos y, más específicamente, por los mentales, mucho más abiertos a los estímulos culturales.

No es necesario recurrir al argumento histórico para mostrar la influencia de los factores culturales en los comportamientos sexuales.

El aprendizaje social se realiza a partir de dos tipos de influencias fundamentales: la tendencia a la imitación de aquellas personas que nos son ofrecidas como modelos, y el sistema de recompensas y castigos administrados discriminadamente sobre las conductas socialmente adecuadas o indeseables. Nuestro medio social se esfuerza por ofrecer modelos de comportamiento para cada sexo, refuerza positivamente las conductas que se ajustan a ellos. y reprime cualquier manifestación desviada. En estas condiciones, es consecuente que la mayor parte de los individuos se adapten al modelo. Durante el desarrollo de la personalidad, el individuo, en su empeño por incorporarse al grupo social, va incorporando su sistema de valores. Es lo que se llama «conciencia moral». En principio, toda transgresión de la norma es sancionada desde fuera por el grupo social; pero, una vez completado el proceso de introducción de código moral, es también censurado desde el interior por la conciencia. Nacen así los sentimientos de culpa que contribuyen a prevenir la transgresión de la norma.

Este proceso puede, sin embargo, fracasar por inadecuación entre uno o los dos componentes del sistema. Algunas personas se muestran especialmente vulnerables. Se trata casi siempre de individuos que, en el curso de su desarrollo, han vivido una serie de experiencias inadaptativas. Dentro de una misma cultura, por otro lado, la tolerancia de los diferentes grupos sociales a la conducta homosexual es muy variable. Es un hecho comprobado, además, que la incidencia de la conducta homosexual aumenta durante las épocas de crisis.

Mejor que hablar de homosexualidad es preferible, pues, hablar de conducta homosexual, entendida esta como el resultado fallido del proceso de aprendizaje social.

Esta perspectiva dinámica permite adoptar, por el contrario, un enfoque terapéutico: si la conducta homosexual es aprendida, igualmente puede ser cambiada.

Carlos Castaño
es director del Centro de Salud Mental Adolescente y Juvenil de AISN (Administración Institucional de Sanidad Nacional) y vicepresidente de la Sociedad Española de Psicología.

1981/11/27

PELÍCULAS | Garay, Jesús | Manderley

Garay, Jesús (Director) (1981). Manderley. Cooperativa Cinematográfica Manderley.

Manderley. 1981. Estreno: 1981-11-27 [Rodaje, 1979. Zinemaldia, 1980-09-00]. 103 min. Dirección y guion: Jesús Garay. Reparto: José Ocaña, Enrique Rada, Joan Ferrer, Pío Muriedas, Antonio Martín, Montse Esther, Otto Apuy, Jorge Artajo, Felipe de Paco, Enrique Ibáñez, Carlos G. Malléis, Karmele Marchante. Cooperativa Cinematográfica Manderley.

Tres jóvenes, Olmo, Paula y el actor, bajo diversas crisis personales y unidos por su condición homosexual, se van de la ciudad, dispuestos a pasar el verano en un caserón de la cornisa cantábrica. Pero la esperanza de que, con el cambio de medio, todo pueda ser diferente se va diluyendo con la llegada de la lluvia, con la imperceptible frustración que proporcionan los actos nimios y cotidianos. Al final del verano, ningún proyecto se ha llevado a cabo y los tres se aprestan a regresar, tras aquel paréntesis en Manderley, a la vida urbana.

Manderley: La primera tragicomedia gay
Segunda parte sobre joyas LGTBI del cine español a rescatar. Jesús Garay contemplaba a tres arquetipos de la época.
Javi Valera | Cine con ñ, 2021-07-03
https://cineconn.es/manderley-la-primera-tragicomedia-gay/

En la 28 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián de 1980, dentro de la sección de Nuevos Realizadores, coincidieron dos películas españolas de lo más underground: ‘Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón’ y ‘Manderley’. La primera corrió más suerte: fue el primer éxito de Pedro Almodóvar. La segunda, firmada por Jesús Garay, no tuvo tanta repercusión, por desgracia, pero está al mismo nivel.

Los finales de los 70 y principios de los 80, fueron una etapa en la que salieron muchos cineastas con propuestas frescas y de poco presupuesto en España. Y en esa línea se puede enmarcar la cinta de Jesús Garay. La base de muchas película de la época estaba en la improvisación y en unos actores con suficiente carisma como para sostener largas secuencias, para así conseguir horas y horas de grabación y luego poder escoger el material que acabaría en el montaje final. Aunque, eso sí, todo con unas pautas (un guión mínimo) bien marcadas para no desaprovechar mucho rollo de película (‘Manderley’ se grabó en 16mm).

‘Manderley’, balance de vida
Si en el caso de Gay Club – estrenada en noviembre de 1980 al igual que ‘Manderley’– estábamos ante la representación de unos gays de pueblo alegres y reivindicativos, aquí nos encontramos con una visión más densa, profunda y también algo melancólica. No podría decirse tampoco que los tres protagonistas, homosexuales, sean unos tristes, pero sí son reflexivos y se encuentran en una etapa de cierta crisis existencial.

‘Manderley’ cuenta el verano de tres amigos homosexuales que huyen del entorno urbano de Barcelona y se refugian en un caserío del norte de España para hacer un balance de sus vidas y desconectar, con la esperanza de que al acabar ese tiempo veraniego su sensación de hastío cambiará. El filme está protagonizado por el artista y pintor José Ocaña (al que Ventura Pons dedicó el documental de Ocaña, retrato intermitente en 1978) y por otros dos personajes que formaban parte de cierto círculo artístico e intelectual de la Barcelona de aquellos años de la Transición: Paula Rada y Joan Ferrer (el único actor de los tres).

El cartel de la película, y su edición posterior en VHS, llevaba el subtítulo de “la primera tragicomedia gay” y es algo totalmente acertado: España ya estaba en democracia y esa sensación de extrema libertad dio paso a varios títulos (como algunos de Eloy de la Iglesia u ‘Ocaña, retrato intermitente’) donde se pudo hablar abiertamente de la homosexualidad.

‘Manderley’ da un paso más allá y desarrolla sin pudor temas aún poco tratados como el sexo y otros que hoy en día serían totalmente impensables e incluso mal vistos: por ejemplo, desde un punto de vista totalmente ‘naif’, el personaje de Ocaña, que no deja de ser una interpretación de él mismo, plantea actitudes pederastas uniéndolas a la homosexualidad en los niños. Es algo rarísimo, que choca, pero se “entiende” dentro de la locura y el mundo fantasioso del personaje.

Los tres arquetipos gays
El director Jesús Garay declaró hace unos meses en un pase especial de la película en la Academia de Cine que no tenía ninguna pretensión de hacer una película reivindicativa: «Yo los veía como espectador equidistante, y eso la hace quizás un poco fría. Pero pensé que era una manera de ponerse a favor de la naturalidad de las cosas». Eso es exactamente uno de los aspectos que convierte a ‘Manderley’ en un documento histórico bastante especial: se trata de una película que no juzga a sus personajes y solo contempla su modo de vivir y de pensar dando así pie a que se puedan expresar tal y como son. Un retrato de este tipo, que desprende tanta verdad, es muy importante que se diera en esos años, donde había escasez de representación LGTB, aunque el filme no tuviera ninguna pretensión de llegar al gran público general.

La película está protagonizada por tres hombres homosexuales muy distintos entre sí. Ese es otro de los factores positivos del filme: mostrar una diversidad dentro del colectivo LGTB y no exponer a tres personajes idénticos con los mismos problemas e ilusiones. Aquí cada personaje representa un arquetipo distinto dentro de la disidencia sexual: el personaje de Ocaña es el más alocado y divertido, el de Joan Ferrer es el más introvertido, discreto y atormentado y el de Paula Rada el de alguien delirante y fantasioso que no se siente identificado con su sexo.

Con el personaje de Rada entra también la cuestión de la transexualidad, que está tratada con absoluta delicadeza. Por ejemplo, en una escena intenta con empeño ponerse unos tacones sin lograrlo; de esa manera tan sutil se estaba visibilizando el tormento de las personas trans. Hay que recordar que esta película es de 1980 y aún no había demasiada representación, positiva, de la transexualidad en nuestro cine.

Naturalidad, visibilidad e intenciones documentales
Sin duda el principal encanto de ‘Manderley’ es ver cómo estos intérpretes -salvo Joan Ferrer que sí era actor profesional- hacen de ellos mismos. Le da un plus de verdad increíble a la película: el Ocaña es el mismo que el del filme de Ventura Pons ('Ocaña, retrato intermitente', 1978) y, según apunta el propio Garay, en el caso de Paula Rada ocurría igual, en la vida real sufría también al vivir en un cuerpo con el que no se identificaba.

La primera intención del director era la de hacer una película documental donde los personajes pudieran sentirse cómodos a la hora de hablar de sus preocupaciones y sueños. Jesús Garay quiso añadirle algunas coordenadas y un toque cinéfilo a la propuesta. De ahí surge lo de Manderley (por el filme de Hitchcock, ‘Rebeca’): «Es una película hecha a base de azares e improvisación, los diálogos prácticamente eran de ellos. Yo les mantuve un ligero eje dramático. Entonces decidí buscar un lado cinéfilo jugando un poco con el mito de Manderley y de ese fantasma, que realmente Hitchcock jugaba muy bien con él, que nunca se ve y que sobrevuela la historia». Así comienza la cinta, en un castillo, con el personaje de Paula Rada, a modo de fantasma, ya maquillado y vestido como la mujer que se sentía. Es un arranque de película que ya presenta muy bien la fantasía que recorre las mentes de sus protagonistas.

La naturalidad que se quería mostrar en la película está también en los niños, sobrinos de uno de los personajes, que comparten ratos junto a los protagonistas en su estancia veraniega. El director quiso meterles para así visibilizar la diversidad, puesto que los niños no se sorprenden ante ninguna actitud provocativa de los tres homosexuales. Según el director, «los niños tienen una mirada neutral”, limpia, que no juzga ni cuestiona ninguna conducta. Ese gesto en ese tiempo tiene aún mucho más valor: contrapone la visión de los vecinos adultos, que se sienten escandalizados con su presencia, con la de esos niños que no ven nada malo en ellos, ni en su comportamiento ni en su forma de ser.

‘Manderley’ es una joya totalmente desconocida que no tuvo demasiado recorrido comercial (le afectó también que se le pusiera la clasificación S), pero que hay que reivindicar. Durante un tiempo estuvo en la plataforma MUBI y la Filmoteca de Catalunya la ha restaurado, pero actualmente no se encuentra disponible en ninguna plataforma.

Ocaña, de las Ramblas al «estrellato-sub»
«Yo qué sé lo que piensan las modernas del cine»
Alfons Masquerra | Diario de Barcelona, 1980-12-09
Recogido por: Archivo Ocañí
https://larosadelvietnam.blogspot.com/2021/03/ocana.manderley.html

Teatralero y provocador, pero menos. Después de un año lejos de las Ramblas, con mil proyectos, exposiciones y nueva película vuelve a la Plaza Real para pintar. Típicamente barcelonés para unos y revulsivo para otros, Ocaña ha venido al mundo a vivir y no a arreglarlo. Ha pasado, definitivamente, de la brocha al pincel, ha ampliado su escenario de las Ramblas al cine, ha cambiado de parecer en muchas cosas excepto una: los hombres.

Ha entrado en el cine sin enterarse. Del ya lejano «Retrat intermitent» que lo ha paseado por los festivales más «in», aterriza de nuevo en su Barcelona con el film que hiciera con Jesús Garay, «Manderley». Se convierte, a fuerza de abanicarse, en la estrella del underground barcelonés en muchas de sus facetas: de ramblear con Camilo en los cómics de Nazario a buscar como una loca una iglesia para su próxima exposición «naif».

La película estrenada recientemente en Barcelona tuvo una efímera estancia en la cartelera. Esto no sorprende a Ocaña:

—«No es un cine para dar dinero, es un cine para minorías. No es un cine de colas ni de grandes risas. Manderley es amena y divertida, pero tiene su trasfondo. Creo que es bastante interesante, estoy contento de la película».

Hace un año que está terminada pero no había dinero para la única copia que existe por el momento.

—No había dinero. Era una cooperativa de pobres. Lo que pasa en este país, es que cuando hay gente que tiene ideas, le falta dinero; y la gente con dinero no tiene ideas. Pero algún día saldrán adelante porque son buenos y machacan y machacan.

«Manderley» tiene que estrenarse todavía en Madrid y en otras ciudades que ya han pedido la copia. La incidencia de la película no parece preocuparle mucho:

—Yo qué sé lo que piensan las modernas del cine. A los del FAGC no creo que les haya gustado mucho, porque no reivindica nada, y es que estamos hasta el coño de reivindicar. Está bien reivindicar cosas, pero bueno, si estamos todo el día de reuniones creamos una doctrina; como los partidos que tienen su doctrina. Yo no tengo ninguna doctrina.

Encerrado todo el día en su guarida de la Plaza Real, su pequeño burdel como gusta llamar, Ocaña sólo deja el pincel para ir a comprar a la Boquería o dejarse caer de plumífera en cualquier fiesta. Está preparando su propia exposición y piensa hacerla esta vez en Barcelona como lo hiciera este verano en Palma y en el Museu d'Art Contemporani d'Eivissa.

—Estoy buscando una iglesia, un local muy alto, para montar mi exposición que será algo maravilloso. Cincuenta o sesenta muñecos de papel y alambre, repicar de campanas... No quiero hablar, no quiero hablar. Será muy interesante.
En pintura es difícil ganarse la vida si se tienen pretensiones o si se va a parar en un ambiente de capillitas. Esta es la filosofía de Ocaña. Habla decidido y con seguridad, conserva su espontaneidad y su rollo callejero, pero ha refinado las formas y así, cuando habla de arte establece comparaciones entre Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, piensa que el mejor crítico es el pintor mismo y sigue con vírgenes y monaguillos enclavelados:

—En estos tiempos modernos que vivimos, alguien que pinte ángeles es un milagro.

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // Este trabajo, no podría ser de otra manera, está dedicado e...