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2019/07/07

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | EL MOVIMIENTO DE INSUMISIÓN EN NAVARRA | 3. FIN DE CICLO

El movimiento de la insumisión en Navarra (y III): fin de ciclo.
La insumisión, que logró en Navarra un apoyo social trasversal sin precedentes, ganó la batalla de suprimir la mili en 2001.
Pedro Oliver Olmo | Noticias de Navarra, 2019-07-07
https://www.noticiasdenavarra.com/sociedad/2019/07/07/movimiento-insumision-navarra-iii-ciclo-2379106.html 

Por si hubiera alguna duda, a partir de 1994, y con una nitidez especial y algo escabrosa desde la dispersión de los insumisos en septiembre de ese año, la singularidad represiva de la insumisión navarra era ya demasiado visible desde todos los puntos del Estado, una imagen que hubo de perseguir constantemente al biministro socialista Juan Alberto Belloch y a sus aliados: ¿cómo podía haber centenar y medio de insumisos presos sólo en Pamplona y apenas unas decenas en el total de las prisiones de España? Todo indica que aquello, lejos de amilanar a los insumisos presos, por la dureza que desprendía y el sacrificio que conllevaba, coadyuvó a aquilatar su capacidad de resistencia. Por su parte, los insumisos dispersados también eran fuente de agitación propia, por los apoyos que recibían y por las visitas (incluyendo las de parlamentarios). La resistencia y la capacidad de nuevas iniciativas que se desplegaron entre 1994 y 1996 fue realmente encomiables, el culmen de una movilización ya veterana, con repercusiones que lógicamente trascendían con mucho las fronteras de la Comunidad Foral.

El rechazo a la mili se generalizaba por toda la sociedad española y más aún en Cataluña, País Vasco y Navarra. Las juventudes de UPN, IU, HB y EA se posicionaron contra el SMO. Por aquel entonces la objeción de conciencia se disparaba ya a cifras gigantescas. Sin embargo, el Estado se mostraba incapaz de dar una solución al colapso: las plazas para la prestación social sólo cubrían un tercio de la demanda. El 60% de los jóvenes navarros dijeron “no a la mili”, o con la objeción de conciencia o con la insumisión. Si el CNOC había reconocido a 4.610 objetores navarros hasta 1995, de los que 1.216 correspondían a 1994, ya en 1997 el número de objetores superaría por primera vez en Navarra al de reclutas.

Así las cosas, por fin, pero de qué manera, parecía hacerse realidad el lema que tanto se gritaba por las calles de Pamplona: “No hay prisión que pare la insumisión”. El Código Penal de 1995 lo ratificaba. En 1996, el nuevo gobierno del PP, por exigencias de sus socios nacionalistas vascos y catalanes, quienes a su vez se veían obligados a contentar la enorme presión ‘antimili’ de sus poblaciones, anunció la abolición de la mili en 2003. La crisis del sistema de reclutamiento entraba en su fase final, y la objeción y la insumisión también.

El movimiento insumiso navarro en pleno (MOC-KEM, Kakitzat, GAS, Nafarroa Intsumitua y AFOINA) rechazó contundentemente las nuevas penas del Código Penal, aquello que sin ambages se llamará “la muerte civil” de los jóvenes insumisos, por las largas condenas de inhabilitación que podrían recibir, un sintagma que, por cierto, ya había sido formulado en el tardofranquismo contra los objetores de conciencia, “muerte civil”, dejar a los jóvenes disidentes inermes por largo tiempo, no aptos para la función pública, con un futuro lleno de dificultades.

Tanto en la cárcel de Pamplona (con la ‘Huelga de frío’, por la que cada insumiso preso iba tan sólo vestido con una manta), como en la calle, se realizaron acciones contra el cambio en la penalización, algunas multitudinarias (caso de muchas manifestaciones, el ‘Intsumisio Eguna’ de Kakitzat en Berriozar y las inagotables marchas a la cárcel de los familiares de AFOINA).

En 1996 se creó EUDIMA, asociación de ayuntamientos insumisos. El Ministerio de Defensa llegó a denunciar a 63 ayuntamientos por no alistar a los reclutas (25 de los municipios tenían alcalde de HB). Se trataba de otra importante cosecha en la socialización del mensaje antimilitarista, aunque no sería la última: por ejemplo, en 1997 se presentó en Pamplona la campaña Insumisión Rosa (o Insumisión Marica), bajo la promoción del colectivo EHGAM, para denunciar el machismo y la homofobia de los ejércitos y para hacer valer la profundidad de ese debate también en el seno del movimiento antimilitarista y de insumisión.

El MOC inició en 1997 a nivel estatal una nueva estrategia, la ‘Insumisión en los cuarteles’. En ella, y en su diseño, participaron varios insumisos navarros. A partir de 1998 volverá la imagen de los Consejos de Guerra: los navarros Tasio Ardanaz y Jesús Belascoain fueron juzgados por tribunales militares en A Coruña y, condenados a dos años y cuatro meses, cumplirían condena en la prisión militar de Alcalá Meco. En 1998, mientras que la movilización amainaba (en general, tanto en Navarra como en todos los territorios del Estado español), o en todo caso se focalizaba en apoyar la insumisión en los cuarteles (incluso con acciones directas muy audaces, como subirse al tejado del cuartel de Aizoáin), entró en vigor una nueva LOC con carácter retroactivo que igualaba la duración del SMO y la PSS y pasaba a la reserva a miles de objetores en situación de espera. Cerca de 2.000 objetores navarros pasaron a la reserva sin hacer la PSS. La bolsa de los pendientes por prórroga superaba ya el millón de personas en todo el Estado. La crisis del sistema de reclutamiento no se aliviaba con paliativos. Así la ‘mili’ no llegaría a 2003. Popularmente se generalizó una idea jocosa: comienza la campaña ‘tonto el último’.

Por fin, en 2001, quedó legalmente “suspendido” el SMO al tiempo que concluía con éxito evidente un largo ciclo de tres décadas de desobediencia civil. No era de extrañar que aquel primer objetor de 1971, Pepe Beunza, quien conoció las prisiones militares del franquismo por su antimilitarismo y ‘noviolencia’, acudiera en 2001 a la prisión militar de Alcalá Meco a recibir y abrazar a los últimos insumisos.

Pedro Oliver Olmo. Profesor de la Universidad de Castilla La Mancha y colaborador del Instituto Navarro de la Memoria.

2019/07/06

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | EL MOVIMIENTO DE LA INSUMISIÓN EN NAVARRA | 2. EL 'PLANTE'

El movimiento de la insumisión en Navarra (II): el ‘plante’.
El movimiento insumiso respondió al intento de desactivar las protestas del Estado quebrantando el tercer grado de las condenas para devolver el conflicto a las cárceles y las calles.
Pedro Oliver Olmo | Noticias de Navarra, 2019-07-06
https://www.noticiasdenavarra.com/sociedad/2019/07/06/movimiento-insumision-navarra-ii-plante-2380479.html 

El primer “plante” se llevó a cabo el 13 de diciembre de 1993: 4 lo hicieron en Bizkaia, 3 en Asturias, 2 en Tenerife, 1 en Albacete y ¡35 en Pamplona! Antes de la acción de presentación, en la parroquia de la Txantrea, los insumisos que quebrantaban públicamente su condena eran acogidos en los hogares amigos, personalidades y líderes sociales, que de esa manera también se exponían penalmente. El número tan alto de insumisos que quebrantaron el tercer grado en Pamplona de nuevo llevó a la prisión provincial al borde del colapso, sensación que se agravaba sólo al pensar que se preparaban nuevos “plantes” (desde el principio se especuló con el riesgo de una dispersión de insumisos, a veces como un temor, a veces como una amenaza). El contundente “plante” navarro cosechó el beneplácito y la admiración de las organizaciones que apoyaban el movimiento de insumisión. Miles de personas abrazaron emocionalmente a los “plantados” en las calles de Pamplona, dándoles aliento y fuerza. Desde entonces las manifestaciones fueron normalmente multitudinarias, como las marchas semanales a la cárcel de Afoina. El segundo “plante” se realizó el 20 de febrero de 1994, con 13 insumisos encerrados en la UPNA. Desde diciembre de 1993 y a lo largo del período 1994-96, el movimiento insumiso desplegó todo un rosario de iniciativas de agitación política. Volvieron las ocupaciones del balcón del PSOE y de la Cruz Roja, las manifestaciones de estudiantes de la UPNA y de institutos, etcétera.

En esta tesitura de la movilización, mucho más antirrepresiva que nunca, nacieron nuevos colectivos (locales o comarcales, como Erriberako Kakitzat, y otros con vocación coordinadora, como Nafarroa Instsumitua, que albergaba identidades ideológicas de la izquierda abertzale y ‘taldes’ y personas que dentro del movimiento insumiso no se sentían representados por los colectivos centrales del movimiento antimilitarista, KEM-MOC y Kakitzat). Durante la primavera-verano del 94, mientras continuaba la estrategia del quebrantamiento de condena, desde la hacinada cárcel de Pamplona se agitaba la calle: en un sentido plenamente antimilitarista, con la huelga de hambre de mayo, bajo el lema “No des de comer a los ejércitos”; y en un sentido anticarcelario, con la denuncia de las condiciones de vida en la prisión. Se usarán técnicas de desobediencia civil dentro de la prisión, desde “motines no violentos y festivos”, como el que se generó ante el cierre de los patios que pretendía evitar que los insumisos presos disfrutaran del txupinazo alternativo con el que iban a homenajearlos desde la calle el día de la gran fiesta pamplonica, hasta plantarse en comedores y galerías para protestar por distintas muestras de violencia institucional con los presos sociales, sobre todo con los más débiles o debilitados por el propio encarcelamiento, la drogadicción o el sida.

La lucha anticarcelaria conseguía salir a la luz, a través de cartas y artículos y con una publicación propia y manuscrita, el magazín ‘Giltzateko Paranoiak’, que los colectivos de apoyo imprimieron y distribuyeron con provecho. Desde agosto se denunció una “escalada represiva” dentro de la prisión que culminó el 8 de septiembre con la dispersión de 8 insumisos. El movimiento insumiso, pero también buena parte de la sociedad navarra, tragó saliva aquel día, entre la estupefacción y el miedo. Hasta el presidente Alli se dirigió a Belloch para pedirle el retorno inmediato de los insumisos. No faltaron reacciones oficiales de otro tenor. UGT y la dirección de la prisión defendieron la dispersión por el mal comportamiento de los insumisos, incluso violento (una acusación que generó una cadena de reproches contra quienes intentaban criminalizar a los insumisos). Belloch se vio obligado a maniobrar otra vez, preanunciando la futura “despenalización carcelaria de la insumisión” en el nuevo Código Penal.

La asamblea de insumisos presos organizó todo un plan antirrepresivo y en solidaridad con sus compañeros dispersados, en principio, con una huelga de hambre que duró tres semanas. El mejor plan era proseguir la lucha anticarcelaria y agitar la movilización antimilitarista, objetivos que consiguieron mantenerse vivos hasta el final. Mucho más difícil, evidentemente, era mantener el nivel de debate, cohesión y espíritu de lucha en el entorno de los insumisos presos en tercer grado, colectivo a su vez muy numeroso. Pero se intentaba. Los insumisos en 2º grado realizaron un sinfín de iniciativas y movilizaciones exigiendo el retorno de los compañeros dispersados, y muchas acciones desobedientes, como el despliegue de pancartas en el patio y una llamativa “huelga de frío” contra la nueva penalización del Código Penal. En definitiva, acciones directas con mensajes antimilitaristas que en cualquier caso chocaban con la reglamentación penitenciaria, sin dejar de lado la publicación del magazín ‘Giltzateko Paranoiak’ y redactar un anuario y un detallado informe dirigido a la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento foral sobre la realidad de las condiciones de vida en la prisión.

El movimiento antimilitarista persistía en la estrategia del “plante” mientras preparaba el rechazo del nuevo Código Penal. En mayo del 95 se realizó el séptimo “plante” de insumisos navarros, y primero de la Ribera (donde la insumisión se unía a la lucha contra el polígono de las Bardenas), pero la estrategia del “plante” aún continuaría después. De entre 1995 y 1996 son innumerables las iniciativas en barrios y pueblos, las mociones institucionales, los encadenamientos y otras acciones directas no violentas, sobre todo con motivo de presentaciones públicas de insumisos que quebrantaban la condena. En la calle, al calor de la lucha de los insumisos presos, se realizaron ayunos y movilizaciones en institutos y en la UPNA (incluso cosechando el apoyo oficial de la universidad). No faltaron a su cita semanal las incansables madres y familiares de Afoina con sus marchas a la cárcel, como no se apagaba nunca el aliento de la ‘Eguzki Irratia’. El período de movilización del “plante” dio mucho de sí hasta que la excarcelación y el anuncio del fin de la mili trajeron un aire fin de época. Había que cerrar el ciclo.

Pedro Oliver Olmo. Profesor de la Universidad de Castilla La Mancha y colaborador del Instituto Navarro de la Memoria.

2019/07/05

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | EL MOVIMIENTO DE LA INSUMISIÓN EN NAVARRA | 1. EL VERANO CALIENTE DEL 93

El movimiento de la insumisión en Navarra (I): El verano caliente del 93.
Navarra fue desde el principio el epicentro del movimiento de objeción de conciencia e insumisión tanto en compromiso juvenil como en respuesta social y represión policial o judicial.
Pedro Oliver Olmo | Noticias de Navarra, 2019-07-05
https://www.noticiasdenavarra.com/sociedad/2019/07/05/movimiento-insumision-navarra-i-verano-2380380.html 

Un año después de haberse iniciado la campaña de insumisión comenzó a certificarse su impacto político y su éxito social en todo el territorio estatal, y más aún en el País Vasco y Navarra. La intensa actividad desplegada por los colectivos antimilitaristas navarros (KEM-MOC, Kakitzat y GAS) iba ya acompañada de la creación de otros colectivos de insumisión en barrios y pueblos, a veces con una identidad autónoma respecto de los colectivos centrales del movimiento antimilitarista. Desde principios de la década, entre contradicciones y polémicas, se iría notando también la incorporación de la izquierda abertzale a un movimiento que se agrandaba.

En marzo de 1990, mientras que el KEM-MOC destacaba ante la prensa navarra el fracaso político que suponía para la imposición de la ‘mili’ la “no represión fuerte del Gobierno”, Kakitzat conseguía llenar el Pabellón Anaitasuna con un concierto de Tahúres Zurdos, Reincidentes y La Polla Records. La insumisión daba muestras de ser ya todo un fenómeno social y cultural que se extendía. La represión efectiva (aunque minoritaria y selectiva) suponía un alto coste político para el Gobierno. Cada juicio, cada acción frente al Gobierno Militar de Pamplona, cada detención y cada encarcelamiento, multiplicaban los apoyos sociales al movimiento insumiso. Y a todo ese impacto se unirá entre 1990 y 1991 el escándalo de los desertores de las corbetas que participaban en el conflicto del Golfo Pérsico.

En 1991 el Gobierno maniobró cambiando la Ley del Servicio Militar para poner fin a la mala imagen de los consejos de guerra. También comenzó la represión de los insumisos a la PSS. Para finales de 1992 estaban señalados más de 40 juicios en Pamplona. Navarra ya no iba a destacar por el elevado número de insumisos, también lo haría por la represión masiva de la insumisión. Si los señalados antes de la modificación de la ley del servicio militar eran condenados a 1 año, los “nuevos” tendrían que sufrir 2 años, 4 meses y 1 día. Pero los primeros, bajo el lema “o todos o ninguno”, rechazaron el beneficio legal “en solidaridad con sus compañeros”. Y así fue como la cárcel de Pamplona se fue llenando de insumisos: 28 había en junio de 1993, mientras que otros 15 estaban pendientes de ingreso.

En Pamplona, y ya por muchos lugares de Navarra, seguía extendiéndose el tejido de grupos, asambleas y coordinadoras de apoyo a la insumisión. En 1992 se había constituido Afoina, la asociación de familiares que potenciaría la presencia de la insumisión en la calle además de llevarla a las instituciones. Mientras continuaba la intensa actividad judicial contra los insumisos, se reduplicaban las acciones y protestas, los conciertos y las manifestaciones, las autoinculpaciones, las mociones institucionales, los posicionamientos de partidos y sindicatos, y, en fin, un gran ruido mediático que nunca amainaba. Era el verano caliente de la insumisión. Antes de San Fermín 93 una huelga de hambre de insumisos presos espoleó la protesta de manera persistente y multitudinaria. El eco del txupinazo alternativo hubo de escucharse en Madrid. Al término de las fiestas, casi 40 insumisos estaban encarcelados en Pamplona.

Mientras que la justicia navarra procedía con frenesí, las instituciones políticas forales empezaban a resentirse: la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento navarro solicitó reformas legales, UPN y PSN reconocieron la sensibilidad social mayoritaria hacia los insumisos y pidieron al Gobierno de España su excarcelación. Esto último incidía de manera controvertida dentro de un movimiento que estaba practicando la desobediencia civil ‘no violenta’ y encaraba la represión carcelaria como una oportunidad para el cambio político. Distintas culturas políticas de varias generaciones vivas (las izquierdas antifranquistas, radicales, abertzales, los movimientos sociales, autónomos y libertarios) se retrataron en aquella tesitura. MOC y Kakitzat respondieron rechazando cualquier paliativo que no conllevara la abolición de la conscripción, una posición ciertamente difícil de asumir por los familiares de los represaliados.

Con todo, el movimiento insumiso demostraba haberse granjeado un gran afecto social, mientras se empezaba a hacer visible la crisis del sistema de reclutamiento. El Gobierno reconoció que estaba ante un problema de Estado. Faltaban reclutas en algunos cuarteles. Se admitía el fracaso de la PSS: a mediados de 1993, una inspección oficial determinó que “no había actividad” comprobable en el 25% de los casos. El ministro Belloch quiso atajar la crisis en agosto del 93 con un cambio en el Reglamento penitenciario, lo que suponía el pase al tercer grado de los insumisos presos. Intentaba transmitir la imagen de una (falsa) despenalización. Los insumisos presos abandonaron con sana satisfacción la prisión. Eran más de 50 insumisos los que debían presentar cartas de trabajo para justificar su pase al tercer grado, entre polémicas internas, amenazas institucionales e incumplimientos. Las organizaciones antimilitaristas calibraban la respuesta. Mientras tanto, continuaba aumentando el número de insumisos en la prisión pamplonesa que eran declarados en tercer grado con más o menos rapidez. La cifra causaba asombro. Se acercaba al centenar.

El movimiento antimilitarista contestó a nivel estatal con una estrategia radical pero coherente respecto de su trayectoria desde los años 70 y 80: si nunca aceptó ni castigos ni componendas que apuntalaran la conscripción, menos se aceptarían ahora, cuando la “puta mili” estaba en sus horas históricas más bajas. Otra vez el vértigo de la desobediencia. Habrá un antes y un después del primer “plante”.

La apuesta era arriesgada, aumentaba mucho el nivel de compromiso y renuncia del insumiso, y tenía pegas organizativas evidentes, como la disrupción funcional que provocaría la partición entre presos de segundo y de tercer grado. Sin embargo, el hecho de que en algunas prisiones quebrantaran la condena unos pocos insumisos presos, junto con el abultado número de los de Pamplona, iba a desencadenar un impacto profundo en la opinión pública del país y en la política de Estado. El fenómeno de la insumisión no quedó desactivado políticamente después del verano caliente del 93. Al contrario. El “plante” acrecentó la influencia de la desobediencia civil antimilitarista en la crisis final del sistema de reclutamiento.

Pedro Oliver Olmo. Profesor de la Universidad de Castilla La Mancha y colaborador del Instituto Navarro de la Memoria.

MIKEL/A, AQUÍ ESTAMOS Y NO NOS OCULTAMOS

Mikel/a enseña cacho en la 2ª Gayakanpada de EHGAM, 27-29 agosto 1993, Muxika // STARS COFLHEE es un trabajo realizado por Julen Zabala Alon...