1981/04/11

DOCUMENTACIÓN | 23F | TEJERO INTENTA JUSTIFICAR LA REBELIÓN DEL 23 DE FEBRERO EN UN ARTÍCULO PUBLICADO EN ABC

Tejero intenta justificar la rebelión del 23 de febrero en un artículo publicado en "Abc".
El País, 1981-04-11

https://elpais.com/diario/1981/04/12/espana/355874404_850215.html

El teniente coronel Tejero, autor del asalto y secuestro del Gobierno y del Congreso de los Diputados el pasado día 23 de febrero, con la intención de provocar un golpe de Estado militar, publicó ayer un artículo en las páginas de huecograbado del diario ABC titulado Un guardia civil, y bajo el epígrafe de «Tribuna pública». En el texto del artículo, de más de dos páginas del matutino, Tejero se presenta como un patriota y hace un relato de su vida militar y personal con un tono lírico con el que intenta justificar su rebelión y la de sus acompañantes.

La publicación de este artículo ha causado estupor en el Gobierno, que ha decidido remitir el texto al fiscal general del Estado, José María Gil Albert. Fuentes gubernamentales han afirmado que se piensa actuar con firmeza para evitar hechos de esta naturaleza. Por otra parte, el Juzgado de Guardia número 4 de Sevilla admitió ayer tarde una querella por presuntos delitos de apología del terrorismo e incitación a la subversión por medios violentos contra el teniente coronel Tejero y el director de ABC de Sevilla, Nicolás Salas -el rotativo sevillano también publicó el mismo texto que ABC de Madrid-. La querella fue presentada por Isidoro Moreno y Antonio Torres, dirigentes del partido PAU-PTA [Partido Andaluz Unido-Partido de los Trabajadores de Andalucía].

Según fuentes de la dirección del diario ABC, el artículo, fechado en marzo, en la prisión de Alcalá de Henares, llegó a este periódico «por vía directa y a través de una persona del entorno de Tejero hace tres días». La misma fuente señaló que aunque ABC no comparte su contenido, «como se desprende de la puntualización que se le añade -el artículo apareció seguido de un editorial en el que se critica la visión del patriotismo de Tejero-, ha decidido publicarlo dado su interés como documento periodístico». Según un portavoz de ABC, la persona que ofreció el artículo afirmó que si el rotativo de la calle de Serrano no lo publicaba se lo ofrecería a otro periódico. Asimismo, la misma fuente añadió que cree que el contenido del artículo constituye, en cierta manera, un adelanto de las memorias de Tejero, cuya publicación editará Lara. En la tarde de ayer no fue posible encontrar al portavoz del Ministerio de Defensa ni al ministro. En este departamento se señaló que el ministro estaba ilocalizable, mientras en su domicilio señalaban que Oliart se encontraba descansando en su finca de Extremadura. Por ello no pudo conseguirse un comentario oficial de Defensa sobre el artículo de un oficial procesado y recluido en la prisión La Palma, de El Ferrol. Tampoco hubo manera, ayer tarde, de contactar con ningún responsable de la Secretaría de Estado para la Información.

"No soy monárquico"
El artículo de Tejero se inicia con aires festivos: «Ante ustedes, no por voluntad propia, sino por avatares del destino, se presenta Antonio Molina Tejero, militar español para quien ante el sacrosanto nombre de España (...)». Luego el autor da un repaso a la geografía y a la gastronomía hispana y escribe: «El sabor de sus vinos: Jerez, Rioja, Humilla, Priorato, Rueda y Ribeiro, y el gusto de sus guisos: fabada, cocido, escudilla, gazpacho, caldereta, pote, marmitako, sancocho... Comidas y bebidas de una raza bravía cuyos machos han llegado a ser dioses y ejemplo de heroínas sus hembras».

Luego hace Tejero un relato de los peligros históricos de España y arranca desde los Reyes Católicos, para pasar a su autobiografía. Recuerda que nació en Málaga, hace 48 años, que está casado con una hija de un guardia civil, que tiene seis hijos, tres varones y tres hembras, y concluye afirmando que todo ello le permite sacar la conclusión de que es un hombre «completamente feliz».

Luego, añade: «Aunque no soy monárquico, no me importa que mis amigos lo sean, porque acepto cualquier forma de Estado, incluida la Monarquía», y asegura que no está encuadrado en «ninguna ideología».

Se refiere el autor seguidamente a su carrera militar, y escribe: «Fue en 1951 cuando conseguí mis cordones de caballero cadete de la Academia General Militar. Aun ahora, en peligro de poder perder el uniforme, me parece mentira verme con los cordones en la mano en la mano, porque en el corazón los he llevado siempre». Luego re cuerda que sacó varias matrículas de honor en el bachillerato, y dice: «Durante mi permanencia en la Academia, me enseñaron todo lo que ahora pongo en práctica y constituye el eje de mi vida, aunque mis profesores parecen haberlo olvidado». Y añade: «Señores desmemoriados; ¡voy a tener que darles rabillos de pasas! ».

Se refiere Tejero a su ascenso a teniente coronel en 1974, durante su destino en Guipúzcoa. «Y fue allí, ante cada uno de los cadáveres de nuestros hombres, caídos por la insensatez de nuestros dirigentes, donde me hice la promesa de no quedar en paz con aquellas víctimas heroicas hasta no igualar, al menos, su sacrificio».

Señala que arriesgó su vida al no tomar precauciones especiales durante su estancia en el País Vasco, y que sus guardias tampoco se «camuflaban». Informa que participó en la detención de 140 etarras, «todos los cuales salieron en triunfan te libertad gracias a la amnistía», y concluye este capítulo afirmando que besó la sangre de los soldados muertos y que el día de la legalización de la ikurriña constituyó uno de los peores momentos de su vida

Varios arrestos

Más adelante subraya otros traslados y cuenta cómo en Málaga se opuso a una manifestación sobre la mayoría de edad organizada por «escandaleros marxistas», lo que le costó un mes de arresto y el cese en el mando. Relata luego su llegada a Madrid, donde leyó un proyecto de la Constitución en el que «faltaba Dios y sobraban nacionalidades», y fue. de nuevo. arrestado por una carta que escribió al Rey pidiendo que no saliera dicho texto. La llamada ‘operación Galaxia’ la resume de la siguiente manera: «Entonces tomé café con tres amigos y otro más, que, pareciendo serlo, resultó un vulgar delator; tomamos café en la cafetería Galaxia y... diecinueve meses de prisión efectiva, siete de ellos, legal».

Luego vuelve a hablar de los males de la Patria, y añade la droga y el sexo para justificar su asalto al Congreso y su proclama, en la que subraya la obediencia al general Milans del Bosch. Dice que el comportamiento con los diputados «no pudo ser ni más limpio ni más caballeroso», y se declara único responsable de estos hechos.

Autorretrato de un golpista.

Editorial | El País, 1981-04-11

https://elpais.com/diario/1981/04/12/opinion/355874401_850215.html

La proclama del teniente coronel Tejero, publicada ayer por el diario ABC, no posee, en sí misma, mayor interés. A quienes contemplaron, en directo o en video, su violenta irrupción en el hemiciclo del Congreso, la brutal cobardía con que agredió -pistola en ristre y con la protección de una cohorte de hombres armados- al teniente general Gutiérrez Mellado, y la tabernaria manera con que secuestró durante dieciocho horas al Gobierno de la nación y a los diputados no podrá extrañarles el perfil de su autorretrato, pero sí les sorprenderá su grado de fatuidad y primitivismo.Los párrafos en los que explaya sus concepciones patrióticas parecen escritos por la pluma de un vitriólico, caricaturista que se hubiera propuesto avergonzar a los españoles. El paisaje y la gastronomía son las principales notas con que la proclama define la realidad de España, de la que están ausentes los ciudadanos comunes y corrientes, sustituidos por «una raza bravía, cuyos machos han llegado a ser dioses y ejemplo de heroínas sus hembras». Es tan pobre de ideas y tan rico en tonterías todo el escrito que hace temer que sea una baza ideada por los abogados del sedicioso militar, que podrían intentar demostrar, en base a semejante cosa publicada, que Tejero padece deficiencias insuperables que le llevaron a cometer la bárbara tropelía del 23 de febrero.

Tejero narra desde sus éxitos en el bachillerato hasta sus diversos destinos como oficial y jefe de la Guardia Civil. Conocemos así que sirvió en Cataluña, de la que sólo comenta que «era por aquellos años uno de los últimos reductos del bandolerismo español»; en la parte sur de Galicia, sumariamente definida corno «zona contrabandista de duro y sacrificado servicio»; en Vélez-Málaga, en Las Palmas y en Badajoz. Pero fue 1974 el año que «tendría una importancia decisiva en mi vida militar», ya que coincidió con su destino en Guipúzcoa. Por el propio Tejero nos enteramos de que el terrorismo era ya durante la última época del franquismo una plaga de difícil erradicación y de que también en ese período las víctimas de ETA caían «por la insensatez de nuestros dirigentes». Antonio Tejero, que fanfarronea de que acudía a las salas de fiestas «vestido de uniforme», no aduce pruebas de que su política de orden público contribuyera a frenar los crímenes de ETA. En cambio, rememora que la legalización de la ikurriña le hizo pasar «la peor noche» de su vida y que su protesta por esa decisión del Gobierno le costó un mes de arresto y el traslado a la jefatura de la Comandancia de Málaga.

En ese destino disolvió una manifestación pacífica previamente aprobada por el gobernador civil. El nuevo mes de arresto y el nuevo cese por esa insubordinación tuvieron, ni qué decir tiene, una nueva recompensa, esta vez como jefe de la Agrupación de Destinos de la Dirección General de la Guardia Civil, desde cuyo despacho conminó por escrito al Rey para que impidiera. la aprobación de un proyecto de Constitución «en el que faltaba Dios y sobraban nacionalidades». El incidente se saldó tan sólo con catorce días de arresto, y Antonio Tejero, inasequible al desaliento, se dispuso a impedir por la fuerza -con la ‘operación Galaxia’- lo que no había logrado con su escrito: el aborto de la Constitución. A partir de ahí, los hechos ya son conocidos por el gran público: un proceso que termina con unos meses de prisión, el regreso al servicio activo y el golpe de Estado del 23 de febrero del presente año.

Antonio Tejero escribe en su larga proclama un cúmulo de insensateces. El golpista no perdona un solo tópico -«soy católico practicante sin ser beato », « me inclino por el más débil no en una relación paternalista, sino en un plano de igualdad humana, de hombre a hombre», «entre mis grandes preocupaciones está la justicia social, pero sin demagogias»-, y no ahorra una sola frase hecha. Su diagnóstico de la situación actual tampoco discrepa ni un milímetro del que predican los ideólogos del golpismo desde su Prensa, ya se refiera a las autonomías -adjetivadas de «separatistas»-, al desempleo -suprimible «mediante la adecuada utilización de la riqueza que en España existe»-, o a la seguridad ciudadana. Todo esto, sin embargo, sería una anécdota, o mejor, un chiste, si no fuera porque Antonio Tejero, al escribir su autorretrato, revela la impunidad con la que fue trenzando, a lo largo de los últimos cinco años, su conjura golpista. Los arrestos por su comportamiento en Guipúzcoa, Málaga y Madrid, primero, y el procesamiento por la operación Galaxia, después, hubieran sido, en cualquier otro régimen democrático, avisos suficientes para saber que Antonio Tejero, que afirma en su proclama que «después de reculeos y blandengueos es imprescindible la violencia», era un profesional de la sedición y del golpismo, y a este conspirador perpetuo el Estado no sólo le pagaba mensualmente un sueldo, sino que además le permitía disponer de hombres y de armamento, también sufragados por los contribuyentes.

Ahora, el golpe del 23 de febrero parece ser visto por el perpetrador de ese delito de rebelión militar con el mismo optimismo con el que seguramente recibió sus anteriores arrestos o la condena por la operación Galaxia. Tras insultar a sus «desmemoriados» profesores de la Academia de Zaragoza -« ¡voy a tener que darles rabillos de pasas! »- por no prestarle apoyo, ratificar que ocupó el palacio del Congreso «a las órdenes del general Milans del Bosch» y apelar a la conciencia de los complotados que le dejaron en la estacada y no le hacen compañía en prisión -«quienes debiendo no están aquí con nosotros»-, Antonio Tejero inculpa al Gobierno y a la autoridad militar judicial por exigir responsabilidades penales a quienes, infringiendo las Reales Ordenanzas, secundaron su acción sediciosa. «Todo lo que se hizo allí fue por orden mía», «mi fuerza sabe que conmigo no se juega», «soy el único responsable». Antonio Tejero se convierte así enjuez de susj uzgadores, e incluso exonera a sus hombres con la falsedad de que «no pudo ser más caballeroso el comportamiento de la fuerza con los diputados».

Pero si no es un chiste el artículo, entonces pertenece al mundo que el artículo mismo narra: al intento, incomprensiblemente ayudado por un periódico respetable, de desinformar y desorientar a la opinión pública sobre un salvaje atentado a la libertad. Tejero no dice nada interesante, pero es interesante, en cambio, comprobar que hay quien está dispuesto a servirle de altavoz -en forma de artículo o de libro de memorias- a ese mercachifle del patriotismo. Cosas veredes.

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