Jaime Gil de Biedma falleció ayer a los 60 años.
El escritor, que será incinerado hoy en Barcelona, enlazó tradición y modernidad en una obra breve e intensísima.
El País, 1990-01-08
https://elpais.com/diario/1990/01/09/cultura/631839602_850215.html
El escritor, que será incinerado hoy en Barcelona, enlazó tradición y modernidad en una obra breve e intensísima.
El País, 1990-01-08
https://elpais.com/diario/1990/01/09/cultura/631839602_850215.html
La madre de Jaime Gil de Biedma había muerto también hace unos meses. Numerosos amigos del escritor, entre ellos Josep Maria Castellet y Juan Marsé, se personaron anoche en su domicilio para mostrar su condolencia a la familia. El ministro de Cultura Jorge Semprún, y el poeta Jaime Salinas, expresaron su pésame en sendas llamadas telefónicas. Jaime Gil de Biedma nació en 1929 en Barcelona, en el seno de una familia acomodada e ilustrada, en la que la palabra tenía un papel importante. "Yo, de cuando era chico y adolescente, recuerdo que en mi casa se hablaba mucho y bien, se hablaba para entretener y de una manera deliberada, para producir un efecto estético", explicaba el poeta.
Aunque su vocación desde la adolescencia era la literatura, cursó estudios de Derecho en la universidad barcelonesa de finales de los años cuarenta, porque, según contaba, "en aquella época, sólo estudiaban Filosofía y Letras las monjas y los curas. Derecho era una especie de salida para todo y, además, con aquella situación política que vivíamos, era una carrera que tenía gran parte de literatura de ficción, como todas las otras". Finalmente, obtendría su licenciatura en Derecho por la universidad de Salamanca.
Influencias
En los años de universidad, conoció a algunos de sus compañeros de la generación poética de los años 50, llamada también segunda generación poética de la posguerra, como Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, José Ángel Valente y José Manuel Caballero Bonald. En esa época se inició también su relación literaria con Gabriel Ferrater, que Gil de Biedma consideraba importante en el desarrollo de su propia obra. Otros autores que tuvieron una especial influencia en el poeta fueron César Vallejo, Luis Cernuda, Antonio Machado y, entre los extranjeros, T. S. Eliot y W. H. Auden.
A la relectura que sus compañeros de generación hacían de la poesía social de la generación anterior -la de Gabriel Celaya, José Hierro y Blas de Otero, por citar tres de sus exponentes principales- de la que se diferenciaban por rasgos como el tratamiento de la palabra como material estético, la consideración del poema como experiencia (poética, no autobiográfica) y como actitud moral en la línea de la tradición inglesa y la conexión con el europeísmo de la generación del 27, Jaime Gil de Biedma incorporó en su obra una serie de trazos diferenciales, como la peculiar intensidad de su tono, su asimilación de una tradición cultural más amplia que la estrictamente hispánica y su esmeradísima perfección formal.
Por ejemplo, ha sido muy citada por diversos críticos su readaptación a la poesía contemporánea de estrofas clásicas como la sextina y la octava real. El académico de la Lengua Pere Gimferrer lo calificó recientemente como "nuevo avatar de una vasta tradición común".
La aproximación de Gil de Biedma al acto creativo fue siempre de una gran intensidad, hasta el punto de que admitía "necesitar de una relación pasional con cada poema". Tal vez por ello, a la vez que por su cuidadísimo y lento perfeccionamiento de cada obra, su producción es tan exigua como intensa.
Su primer libro, publicado en 1953, fue ‘Según sentencia del tiempo’. En 1959 apareció ‘Compañeros de viaje’, que se inscribe aún en las coordenadas de la poesía social. A partir de entonces, su poética se desplazó hacia una experiencia creativa más individual, que se muestra ya en ‘A favor de Venus’ (1965). En 1966, publicó ‘Moralidades’, unánimemente considerado como el cénit de su expresividad. ‘Poemas póstumos’, del que siempre dijo que sería su último libro de poemas nuevos, data de 1968.
En los años 60 y primeros 70, su vinculación por vía familiar a la Compañía de Tabacos de Filipinas (recordaba que García Márquez le hablaba de "esa compañía tuya de Joseph Conrad") le llevó a pasar largas temporadas en aquel archipiélago, en el que, según propia confesión, "pasé momentos muy importantes en épocas de mi vida en que estuve hundido, perdido en mis problemas".
Manuel Meler, presidente de Tabacos de Filipinas y amigo de Gil de Biedma, expresó ayer a este diario su recuerdo del fallecido: "Ha sido mi colaborador más permanente y efectivo a lo largo de 30 años; era un hombre de un talento inmenso, un cerebro poco común, un hombre de excepción y de cultura singular".
"Con él he viajado por todo el mundo" prosiguió, "era un archivo viviente, yo le tenía por la biblioteca histórica de la empresa". Meler recordó cómo Gil de Biedma se incorporó a Tabacos de Filipinas como secretario general de la compañía, al finalizar su carrera de abogado. "Su padre era el director de la empresa y él continuó en su puesto cuando yo ocupé el cargo". "Tenía una memoria privilegiada y cuando levantaba un acta", evocó Meler, "aquello era como una pieza literaria".
En los últimos años, Gil de Biedma había fijado su residencia en Ultramort (Gerona).
En 1974, publicó ‘Diario de un artista seriamente enfermo’ (Editorial Lumen), unas memorias íntimas escritas en 1956, durante una enfermedad y en momentos cruciales de la formación de su contexto generacional. Seix Barral publicó en 1975 una recopilación de todos sus libros de poesía, bajo el título ‘Las personas del verbo’, que incluía una decena de poemas inéditos. Hacia 1980, apareció un libro en prosa y vagamente autobiográfico, ‘El pie de la letra’ (Editorial Crítica).
Además de su obra creativa, Gil de Biedma fue autor de una antología poética de Espronceda, de brillantes traducciones de diversos poetas ingleses, de un muy aclamado e innovador ensayo de crítica literaria, ‘Cántico: el mundo y la poesía de Jorge Guillén’ (Editorial Seix Barral, 1960) y, en 1955, de un prólogo a la traducción del libro ‘Función de la poesía, función de la critica’, de T. S. Eliot, una de sus grandes influencias y fascinaciones poéticas. Tradujo también la novela ‘Adiós a Berlín’, de Christopher Isherwood.
"Poeta escasísimo"
En los últimos tiempos, Gil de Biedma había abandonado la creación poética. El 12 de diciembre de 1988 declaraba a este diario que "soy un poeta escasísimo. No hay cosecha para escoger. El último poema lo escribí en 1982. No he sentido la necesidad de escribir un solo verso desde entonces y no creo probable que vuelva a escribir poemas. Si en seis o siete años no he sentido la necesidad de escribir y, si en los 15 años anteriores la necesidad era cada vez menor, eso me hace pensar que ya no escribiré más; no se trata de que no tenga nada que decir. En arte, uno no se propone decir, sino hacer. A uno pueden quedarle cosas que decir, pero no cosas que hacer".
"Me es difícil hablar de Jaime Gil de Biedma", dijo ayer el joven poeta Alex Susanna; "conocerle ha sido uno de los más altos privilegios de mi vida. Supongo que con el tiempo me iré dando cuenta de lo mucho que aprendí de él como ser humano y como poeta". "Nos conocimos en el 79 y hace un año, en noviembre, aún fuimos juntos a Granada a un homenaje a Eliot".
Enfermo de Sida, Gil de Biedma "llevó su enfermedad de una manera muy personal y espartana; se rodeaba de pocas personas y cuando supo la gravedad de su estado se cerró aún más". "Había dejado la poesía hace mucho, cuando escribió ‘Poemas póstumos’ y decidió matar el personaje poético que se había construido; lo único que hizo a partir de entonces fue rescribir la primera parte de su dietario". Gil de Biedma llevaba su homosexualidad de una manera discreta; "por edad, generación y trabajo".
Por su parte, el escritor José María Caballero Bonald, declaró que se sentía anonadado por la muerte de Gil de Biedma. "Siento que una parte de mi vida y mi trayectoria se va con él", afirmó. "Es otro duro golpe para los escritores de la generación del 50, primero Costa Ferdas, después Barral, y ahora Gil de Biedma. Para mí, él, más que poeta, fue un magnífico crítico literario".
Aunque su vocación desde la adolescencia era la literatura, cursó estudios de Derecho en la universidad barcelonesa de finales de los años cuarenta, porque, según contaba, "en aquella época, sólo estudiaban Filosofía y Letras las monjas y los curas. Derecho era una especie de salida para todo y, además, con aquella situación política que vivíamos, era una carrera que tenía gran parte de literatura de ficción, como todas las otras". Finalmente, obtendría su licenciatura en Derecho por la universidad de Salamanca.
Influencias
En los años de universidad, conoció a algunos de sus compañeros de la generación poética de los años 50, llamada también segunda generación poética de la posguerra, como Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, José Ángel Valente y José Manuel Caballero Bonald. En esa época se inició también su relación literaria con Gabriel Ferrater, que Gil de Biedma consideraba importante en el desarrollo de su propia obra. Otros autores que tuvieron una especial influencia en el poeta fueron César Vallejo, Luis Cernuda, Antonio Machado y, entre los extranjeros, T. S. Eliot y W. H. Auden.
A la relectura que sus compañeros de generación hacían de la poesía social de la generación anterior -la de Gabriel Celaya, José Hierro y Blas de Otero, por citar tres de sus exponentes principales- de la que se diferenciaban por rasgos como el tratamiento de la palabra como material estético, la consideración del poema como experiencia (poética, no autobiográfica) y como actitud moral en la línea de la tradición inglesa y la conexión con el europeísmo de la generación del 27, Jaime Gil de Biedma incorporó en su obra una serie de trazos diferenciales, como la peculiar intensidad de su tono, su asimilación de una tradición cultural más amplia que la estrictamente hispánica y su esmeradísima perfección formal.
Por ejemplo, ha sido muy citada por diversos críticos su readaptación a la poesía contemporánea de estrofas clásicas como la sextina y la octava real. El académico de la Lengua Pere Gimferrer lo calificó recientemente como "nuevo avatar de una vasta tradición común".
La aproximación de Gil de Biedma al acto creativo fue siempre de una gran intensidad, hasta el punto de que admitía "necesitar de una relación pasional con cada poema". Tal vez por ello, a la vez que por su cuidadísimo y lento perfeccionamiento de cada obra, su producción es tan exigua como intensa.
Su primer libro, publicado en 1953, fue ‘Según sentencia del tiempo’. En 1959 apareció ‘Compañeros de viaje’, que se inscribe aún en las coordenadas de la poesía social. A partir de entonces, su poética se desplazó hacia una experiencia creativa más individual, que se muestra ya en ‘A favor de Venus’ (1965). En 1966, publicó ‘Moralidades’, unánimemente considerado como el cénit de su expresividad. ‘Poemas póstumos’, del que siempre dijo que sería su último libro de poemas nuevos, data de 1968.
En los años 60 y primeros 70, su vinculación por vía familiar a la Compañía de Tabacos de Filipinas (recordaba que García Márquez le hablaba de "esa compañía tuya de Joseph Conrad") le llevó a pasar largas temporadas en aquel archipiélago, en el que, según propia confesión, "pasé momentos muy importantes en épocas de mi vida en que estuve hundido, perdido en mis problemas".
Manuel Meler, presidente de Tabacos de Filipinas y amigo de Gil de Biedma, expresó ayer a este diario su recuerdo del fallecido: "Ha sido mi colaborador más permanente y efectivo a lo largo de 30 años; era un hombre de un talento inmenso, un cerebro poco común, un hombre de excepción y de cultura singular".
"Con él he viajado por todo el mundo" prosiguió, "era un archivo viviente, yo le tenía por la biblioteca histórica de la empresa". Meler recordó cómo Gil de Biedma se incorporó a Tabacos de Filipinas como secretario general de la compañía, al finalizar su carrera de abogado. "Su padre era el director de la empresa y él continuó en su puesto cuando yo ocupé el cargo". "Tenía una memoria privilegiada y cuando levantaba un acta", evocó Meler, "aquello era como una pieza literaria".
En los últimos años, Gil de Biedma había fijado su residencia en Ultramort (Gerona).
En 1974, publicó ‘Diario de un artista seriamente enfermo’ (Editorial Lumen), unas memorias íntimas escritas en 1956, durante una enfermedad y en momentos cruciales de la formación de su contexto generacional. Seix Barral publicó en 1975 una recopilación de todos sus libros de poesía, bajo el título ‘Las personas del verbo’, que incluía una decena de poemas inéditos. Hacia 1980, apareció un libro en prosa y vagamente autobiográfico, ‘El pie de la letra’ (Editorial Crítica).
Además de su obra creativa, Gil de Biedma fue autor de una antología poética de Espronceda, de brillantes traducciones de diversos poetas ingleses, de un muy aclamado e innovador ensayo de crítica literaria, ‘Cántico: el mundo y la poesía de Jorge Guillén’ (Editorial Seix Barral, 1960) y, en 1955, de un prólogo a la traducción del libro ‘Función de la poesía, función de la critica’, de T. S. Eliot, una de sus grandes influencias y fascinaciones poéticas. Tradujo también la novela ‘Adiós a Berlín’, de Christopher Isherwood.
"Poeta escasísimo"
En los últimos tiempos, Gil de Biedma había abandonado la creación poética. El 12 de diciembre de 1988 declaraba a este diario que "soy un poeta escasísimo. No hay cosecha para escoger. El último poema lo escribí en 1982. No he sentido la necesidad de escribir un solo verso desde entonces y no creo probable que vuelva a escribir poemas. Si en seis o siete años no he sentido la necesidad de escribir y, si en los 15 años anteriores la necesidad era cada vez menor, eso me hace pensar que ya no escribiré más; no se trata de que no tenga nada que decir. En arte, uno no se propone decir, sino hacer. A uno pueden quedarle cosas que decir, pero no cosas que hacer".
"Me es difícil hablar de Jaime Gil de Biedma", dijo ayer el joven poeta Alex Susanna; "conocerle ha sido uno de los más altos privilegios de mi vida. Supongo que con el tiempo me iré dando cuenta de lo mucho que aprendí de él como ser humano y como poeta". "Nos conocimos en el 79 y hace un año, en noviembre, aún fuimos juntos a Granada a un homenaje a Eliot".
Enfermo de Sida, Gil de Biedma "llevó su enfermedad de una manera muy personal y espartana; se rodeaba de pocas personas y cuando supo la gravedad de su estado se cerró aún más". "Había dejado la poesía hace mucho, cuando escribió ‘Poemas póstumos’ y decidió matar el personaje poético que se había construido; lo único que hizo a partir de entonces fue rescribir la primera parte de su dietario". Gil de Biedma llevaba su homosexualidad de una manera discreta; "por edad, generación y trabajo".
Por su parte, el escritor José María Caballero Bonald, declaró que se sentía anonadado por la muerte de Gil de Biedma. "Siento que una parte de mi vida y mi trayectoria se va con él", afirmó. "Es otro duro golpe para los escritores de la generación del 50, primero Costa Ferdas, después Barral, y ahora Gil de Biedma. Para mí, él, más que poeta, fue un magnífico crítico literario".
La búsqueda de una poesía moral.
El País, 1990-01-08
https://elpais.com/diario/1990/01/09/cultura/631839601_850215.html#?rel=listaapoyo
José Agustín Goytisolo recuerda que conoció a Gil de Biedma en el patio de Letras de la antigua Facultad de Derecho de Barcelona. "Igual que a Carlos Barral. Antes que un grupo de poetas, fuimos un grupo de lectores. Comentábamos los libros y, después, cada uno empezó a escribir lo suyo. En el fondo la etiqueta de Escuela de Barcelona no es verdad porque para que haya escuela se necesita un maestro y aunque podríamos citar influencias... ese maestro único no existió entre nosotros". "Lo nuestro, lo de Barral, lo de Gil de Biedma, era la poesía. Un ejercicio que entendíamos como instrumento de conocimiento. En literatura ya está dicho todo, lo único que nos quedaba era decirlo de otra manera, con otro tratamiento. Ni Biedma ni el grupo creíamos en la poesía como comunicación. No era esto. Entendíamos la poesía como alguien que intenta averiguar algo escribiendo, el poeta, y alguien que intenta averiguar algo leyéndonos".
Goytisolo cree que Gil de Biedma no quiso escribir más porque pensó que ya había escrito lo suficiente. "Publicó poco, pero nos ha dejado páginas espléndidas. Ahora recuerdo aquel poema suyo donde explicaba cómo le gustaría envejecer...". "Era una persona vivaz, alegre, buen compañero. Por razones de su trabajo viajaba a muchos países pero nunca pasaba por ellos como un forastero, no se contentaba con lo extraño, lo exótico... Quería conocer a los pueblos".
Joan Ferraté, catedrático de literatura, hermano de Gabriel y amigo de Jaime Gil de Biedma, recuerda que aquel grupo de poetas y muy especialmente Gil de Biedma y Gabriel "buscaban lo mismo, tenían una clara complicidad en la búsqueda de lo que llamaban la poesía moral. Un concepto que no tiene nada que ver con los preceptos, sino con la vida. Odiaban a aquellos poetas que se presentaban ante la sociedad como seres diferentes por el simple hecho de ser escritores".
"Gil de Biedma", recuerda Joan Ferraté, "vivía en cierta manera aislado por voluntad propia porque detestaba las animaladas de algunos de sus colegas. Este aislamiento fue mucho más radical estos últimos años. Había dejado de escribir y prácticamente ya no se sentía integrado en la vida de los vivientes. Era muy tímido y eso, a veces, lo hacía agresivo". Ferraté comenta que esta discreción personal no suponía que el poeta ahora fallecido "no hiciera todo lo posible para dar a conocer su obra". "No buscaba, ni lo necesitaba, el éxito ocasional pero él y su grupo fueron los que indujeron la antología de Josep Maria Castellet sobre la poesía española, una antología pensada como una secuencia para que terminara con los mejores, ellos". "Biedma, fundamentalmente, era un poeta serio, ajeno a las payasadas de tantos otros".
Goytisolo cree que Gil de Biedma no quiso escribir más porque pensó que ya había escrito lo suficiente. "Publicó poco, pero nos ha dejado páginas espléndidas. Ahora recuerdo aquel poema suyo donde explicaba cómo le gustaría envejecer...". "Era una persona vivaz, alegre, buen compañero. Por razones de su trabajo viajaba a muchos países pero nunca pasaba por ellos como un forastero, no se contentaba con lo extraño, lo exótico... Quería conocer a los pueblos".
Joan Ferraté, catedrático de literatura, hermano de Gabriel y amigo de Jaime Gil de Biedma, recuerda que aquel grupo de poetas y muy especialmente Gil de Biedma y Gabriel "buscaban lo mismo, tenían una clara complicidad en la búsqueda de lo que llamaban la poesía moral. Un concepto que no tiene nada que ver con los preceptos, sino con la vida. Odiaban a aquellos poetas que se presentaban ante la sociedad como seres diferentes por el simple hecho de ser escritores".
"Gil de Biedma", recuerda Joan Ferraté, "vivía en cierta manera aislado por voluntad propia porque detestaba las animaladas de algunos de sus colegas. Este aislamiento fue mucho más radical estos últimos años. Había dejado de escribir y prácticamente ya no se sentía integrado en la vida de los vivientes. Era muy tímido y eso, a veces, lo hacía agresivo". Ferraté comenta que esta discreción personal no suponía que el poeta ahora fallecido "no hiciera todo lo posible para dar a conocer su obra". "No buscaba, ni lo necesitaba, el éxito ocasional pero él y su grupo fueron los que indujeron la antología de Josep Maria Castellet sobre la poesía española, una antología pensada como una secuencia para que terminara con los mejores, ellos". "Biedma, fundamentalmente, era un poeta serio, ajeno a las payasadas de tantos otros".
Jóvenes príncipes.
Manuel Vázquez Montalbán | El País, 1990-01-08
https://elpais.com/diario/1990/01/09/cultura/631839603_850215.html#?rel=listaapoyo
En mis ojos los tengo como jóvenes príncipes que llegaban desde el país de la cultura y las experiencias envidiables para leernos sus poemas en sórdidas aulas de una, universidad sórdida. Hace un mes me enteré de la muerte de Carlos Barral gracias a un ejemplar atrasado de El País que llegó a mis manos en Santiago de los Caballeros, República Dominicana, y ahora se cumple la muerte anunciada de Jaime Gil de Biedma. José Agustín Goytisolo, Gabriel Ferrater, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, nos parecieron hace 30 años poetas renovadores porque habían perdido el yo romántico, el mesianismo poético, pesimista u optimista, para proponernos un lenguaje donde cultura y experiencia alcanzaban la textura de la música de la lucidez. Sin ellos sería inexplicable el cambio poético en España a lo largo de los años sesenta y a ellos hay que volver por encima de la retórica posnovísima para redescubrir con Jaime Gil de Biedma: "La mejor poesía / es el verbo hecho tango". "Lo que importa explicar es la vida, los rasgos de su filantropía, las noches de sus sábados. La manera que tiene, sobre todo en verano, de ser un paraíso, aunque de vez en cuando...". Al poner en prosa ‘El juego de hacer versos’ de Jaime Gil de Biedma presiento una poética en que la voluntad de comunicar se hace desde la contradicción de saber que poesía es un vicio solitario y, desde luego, un juego. Pero hay juegos y juegos. El de esta promoción consistió básicamente en reconstruir la razón personal en años de usuras y penitencias de todo tipo, tratando de luchar con las palabras contra tanta prohibición de revelaciones, incluida la revelación de uno mismo, y no desde la perspectiva metafísica tan cara a la poesía espiritualista de todos los tiempos y todas nuestras posguerras. Cada uno de aquellos príncipes tuvo su sentido último y así puede decirse que Goytisolo es un intervencionista histórico, mientras Jaime Gil es un intervencionista moral, pero en uno y otro caso para explicarse a sí mismos en relación con todo lo que les había hecho tal como eran. Se autollamaron poetas de la experiencia porque no quisieron contaminarse del ‘raciovitalismo’ de Ortega, pero de hecho fueron, son, poetas sobre su vida desde la razón.
Epitafio prematuro
"Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde / ... cuando tras el paso del tiempo se descubre la verdad desagradable de que envejecer, morir / es el único argumento de la obra". Forzosamente poetas tan vinculados a la reconquista de su vida, tenían que madurar y aún envejecer desde la melancolía del fracaso biológico. Jaime Gil lo hizo tan prematuramente que escribió su epitafio hace más de 20 años y ya consta en la historia de la poesía española como el mejor epitafio poético de todos los tiempos.
En una declaración de necrofilia de urgencia he de decir que considero su poesía la más fundamental de la posguerra, porque enseñó al poeta posterior a situarse ante la materia poética y a narrar según el ritmo poético de la nostalgia por lo que probablemente nunca había sido ni sería como lo esperábamos. Después de Jaime Gil de Biedma, la ridiculez en poesía es mucho más flagrante que antes. Su poesía narrativa ha influido también en la novela española, especialmente en la barcelonesa y muy significativamente en el Juan Marsé definitivo a partir de ‘Últimas tardes con Teresa’. Excelente lector Jaime Gil fue por lo tanto un espléndido crítico imprevisible, adjetivo mayor que se le puede aplicar a un crítico y propuso una apropiación del patrimonio poético anterior desde esa nueva posición de artífice que no perdona la malversación de fondos de palabras.
Recuerdo una fotografía histórica que circuló por Europa en los años de nuestra reconstrucción de la razón. Jaime Gil, Carlos Barral, José Agustín, Castellet, bien equilibrados los volúmenes, las luces, las estaturas, en el ámbito de la antigua editorial Seix Barral.
Me parecían entonces tan necesarios, inaccesibles, poderosos, que asisto a la muerte de dos ellos como si se me muriera una parte de mi mejor memoria.
Epitafio prematuro
"Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde / ... cuando tras el paso del tiempo se descubre la verdad desagradable de que envejecer, morir / es el único argumento de la obra". Forzosamente poetas tan vinculados a la reconquista de su vida, tenían que madurar y aún envejecer desde la melancolía del fracaso biológico. Jaime Gil lo hizo tan prematuramente que escribió su epitafio hace más de 20 años y ya consta en la historia de la poesía española como el mejor epitafio poético de todos los tiempos.
En una declaración de necrofilia de urgencia he de decir que considero su poesía la más fundamental de la posguerra, porque enseñó al poeta posterior a situarse ante la materia poética y a narrar según el ritmo poético de la nostalgia por lo que probablemente nunca había sido ni sería como lo esperábamos. Después de Jaime Gil de Biedma, la ridiculez en poesía es mucho más flagrante que antes. Su poesía narrativa ha influido también en la novela española, especialmente en la barcelonesa y muy significativamente en el Juan Marsé definitivo a partir de ‘Últimas tardes con Teresa’. Excelente lector Jaime Gil fue por lo tanto un espléndido crítico imprevisible, adjetivo mayor que se le puede aplicar a un crítico y propuso una apropiación del patrimonio poético anterior desde esa nueva posición de artífice que no perdona la malversación de fondos de palabras.
Recuerdo una fotografía histórica que circuló por Europa en los años de nuestra reconstrucción de la razón. Jaime Gil, Carlos Barral, José Agustín, Castellet, bien equilibrados los volúmenes, las luces, las estaturas, en el ámbito de la antigua editorial Seix Barral.
Me parecían entonces tan necesarios, inaccesibles, poderosos, que asisto a la muerte de dos ellos como si se me muriera una parte de mi mejor memoria.
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