Amar a los hombres.
No será la primera ley «estrella» que saque Rajoy si llega a La Moncloa: abolir la de los matrimonios gay. Ahora el amor que hay que administrar es el de la gente sin empleo que espera con el corazón encogido que vuelva la alegría a casa.
Martín Prieto | La Razón, 2011-11-12
https://www.larazon.es/historico/9831-amar-a-los-hombres-por-martin-prieto-NLLA_RAZON_411524/
Siento amistad y respeto por el político socialista canario Jerónimo Saavedra desde que me lo presentaron en Las Palmas cuando hacía antifranquismo en vida de Franco. Doctor en Derecho, gran docente, muy ligado a la Universidad, ministro de Administraciones Públicas y de Educación y Ciencia en Gobiernos de Felipe González, y alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, su pueblo, la mejor retirada. En aquellos años, finales de los noventa, a Felipe lo del matrimonio homosexual le parecía un arabesco lateral. Saavedra pasaba unos días libres de fin de año en su casa canariona cuando la noche se alargó hasta hacerse interminable y la Guardia Civil le comunicó que su pareja se había matado en un accidente de tráfico. El ministro se tuvo que beber en secreto todas sus lágrimas para cumplir con la parafernalia del Estado sin que nadie le diera siquiera una cálida palmada en el hombro.
El felipismo no era homofílico; ni siquiera feminista. El Partido Popular, en seguidismo con otros países occidentales, era partidario de la unión civil para los homosexuales con los mismos derechos y deberes que los «hetero» pero reservando para éstos la palabra matrimonio, que es un concepto. De la adopción ya se hablaría porque adoptamos chinos y peruanos al ser la de los españoles un Himalaya burocrático. Además, un soltero paga un vientre extranjero y nacionaliza el fruto como propio. Asunto asaz complejo.
No entendimos a Zapatero cuando nos prometió en campaña «otra forma de amar». Creí que aludía a la sinceridad, a la entrega generosa en la relación sentimental. No: se refería al matrimonio homosexual al que Mariano Rajoy sólo objetaba el nombre que disturbaba la antropología, pero el PSOE aprovechó la ocasión para presentar al PP como homófobo. Desde la tribuna Zapatero le insistía a Rajoy: «Es amor, es una cuestión de amor», derramando cursilería sobre el Derecho comparado. De la telenovela, del culebrón venezolano (los buenos son los brasileños) hizo Zapatero bandera hasta el punto de que llegada la hora de los balances considerara el matrimonio de los homosexuales como el mayor orgullo de su mandato.
En casi ocho años, todo lo que ha pasado por su despacho, crisis, soldados muertos, terrorismo, desfondamiento económico, corrupción, todo lo justifica la boda de dos personas del mismo sexo: éste es el pensamiento profundo de quien nos ha gobernado dos legislaturas. Sus corifeos nos ilustran: «Hay dos Españas, antes y después del matrimonio homosexual». Era inevitable que Rubalcaba en el debate planteara con voz llorosa la angustia de tanto matrimonio gay que ignora en un sin vivir si Rajoy anulará sus uniones. El PP tiene presentado un recurso ante el Constitucional y éste decidirá cuando lluevan ranas. Rajoy es registrador de la propiedad y creyendo en el valor de la continuidad jurisdiccional nunca divorciará a los homosexuales aunque Rubalcaba soliviante al arcoíris en un alarde de bajeza política.
Un socialista decente
Como Zapatero ha sexualizado su política hasta extremos de estudio psiquiátrico, lo que tendrá que ver Rajoy es eso de que las niñas de 16 años puedan tomar píldoras abortivas sin consulta médica y abortar sin conocimiento paterno-materno. Habrá poca moviola excepto para no asfixiar a funcionarios y jubilados, carne de cañón del ahorro socialista.
Mi querido amigo Jerónimo Saavedra (hay socialistas preeminentes y decentes) no pudo casarse porque en los gobiernos que compartió con Rubalcaba de esas cosas ni se hablaba. ¡Pero que le importará al hoy candidato el futuro del arcoíris al que sólo respeta como saco de votos! Saavedra prologó un libro sobre el drama homosexual de los que sólo fueron tenidos por vagos y maleantes, hez urbana y secreto rural, como homenaje a su pareja muerta a la que un socialismo triunfante no quiso sacar del armario.
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