De las listas de éxitos a las páginas de sucesos: la maldición de Las Grecas.
Inventaron el ‘gipsy rock’, hicieron que sus detractores se rindieran a su talento y acabaron con todas las barreras que se encontraron hasta que se toparon con una infranqueable: ellas mismas.
Valeria Vegas | Vanity Fair, 2016-02-17
https://www.revistavanityfair.es/sociedad/celebrities/articulos/las-grecas-tina-carmela-listas-de-exitos-paginas-de-sucesos/21885
Inventaron el ‘gipsy rock’, hicieron que sus detractores se rindieran a su talento y acabaron con todas las barreras que se encontraron hasta que se toparon con una infranqueable: ellas mismas.
Valeria Vegas | Vanity Fair, 2016-02-17
https://www.revistavanityfair.es/sociedad/celebrities/articulos/las-grecas-tina-carmela-listas-de-exitos-paginas-de-sucesos/21885
Las Grecas lo tuvieron todo. Precursoras de la fusión del flamenco rock, saborearon disfrutaron de un éxito que tan rápido como vino se fue. Con un reciente recopilatorio en el mercado, sus canciones perduran en la memoria de todos los españoles, así como el trágico final que la vida les deparó. Hoy la malograda Tina habría cumplido años, quizás acarreando en una bolsa de plástico todas sus pertenencias.
Cenicientas, pero sin tinte
Carmen y Edelina Muñoz, dos hermanas de etnia gitana y provenientes de una estirpe en la que el cante flamenco venía de lejos, pasarían a ser conocidas en la industria musical como Las Grecas. Apodadas familiarmente como Tina y Carmela, y siendo todavía unas adolescentes, no podían imaginar que sus voces desgarradas iban a lograr un éxito sin precedentes en una década que parecía nutrirse de canciones internacionales.
Antes de lograr marcarse tal mérito, Carmela tuvo que recorrer varios tablaos con intención de ver cumplido su deseo de actuar. Pese a que reconocían su talento, siempre recibía un no por respuesta. El motivo de tal constante negativa era su pelo teñido de rubio: los empresarios consideraban que no iba a encajar en la mentalidad de los turistas que acudían a ver unos espectáculos con una idea determinada y muy castiza. La cantante resolvió el problema volviendo a su melena castaña y presentándose a una prueba junto a su hermana Tina. El cantaor Manolo Caracol, compañero de Lola Flores en los inicios de ésta, no dudo en ficharlas. Corría el años 1973 y se avecinaba un fenómeno de los que dejarían huella.
Te estoy amando locamente
Mientras actuaban en Caripén, tablao propiedad de Lola Flores, fueron descubiertas por un productor que supo ver inmediatamente el potencial de las hermanas Muñoz. Su moderna y original forma de interpretar no iba a dejar indiferente a nadie. ‘Te estoy amando locamente’ fue su carta de presentación, y logró conquistar a crítica y público. Sus voces iban acompañadas de un redoble de batería y una guitarra distorsionada, que junto a su singular pronunciación hacían de tal canción algo absolutamente innovador. Había nacido el ‘gipsy rock'.
Las cifras de ventas de su primer disco incrementaban semana tras semana, permaneciendo inamovibles durante más de un mes en un primer puesto que parecía estar hecho para ellas. Aún así las alegrías también escondían amarguras que no confesarían hasta tiempos después. La autoría de esas primeras canciones les pertenecía, aunque en su grabación hubiesen sido ligeramente modificadas, y tuvieron que asumir con resignación que sólo constase el nombre del músico Felipe Campuzano, artífice de sus peculiares arreglos. Teniendo en cuenta que ambas eran menores de edad y apenas contaban con el graduado escolar, los temas legales eran todo un desconocimiento en el que fácilmente podían ser engañadas. Pero el dinero les llegaba en abundancia y eso paliaba cualquier injusticia.
El flamenco se viste con pantalón de campana
Apariciones constantes en televisión, giras interminables, ventas masivas y galas que se caracterizaban por su elevado caché. No es de extrañar que la prensa se volcase con ambas, queriendo retratar su vida cotidiana. Fue así como el público descubrió que Tina estaba casada por el rito gitano desde los dieciséis años, y que pronto nacería su primera hija. La artista debía cumplir con sus compromisos profesionales a la vez que intentaba compaginarlo con su labor de esposa, tarea difícil que acabaría afectando a su matrimonio. Su amargura sentimental era el contrapunto a las joyas, abrigos de pieles y propiedades que estaba logrando, junto a unos ingresos que jamás antes había imaginado.
Como buenas estrellas Las Grecas viajaban en Cadillac y veraneaban en chalets. Incluso sus padres disfrutaban de servicio doméstico y podían permitirse ciertos lujos que distaban mucho de su anterior modo de vida en el humilde barrio madrileño de San Blas. Sus logros materiales venían de éxitos como ‘Anabalina’ o ‘Soy la que sufre por tu amor’, que junto a singulares versiones de ‘Achilupú’ o ‘Dame veneno’, seguían caracterizándose por sus aires psicodélicos y una instrumentalización propia de los mejores grupos del rock progresivo. Habían instaurado el auténtico mestizaje y ellas se alzaban como reinas de la fusión, que además lucían pantalones de campana para contrastar con sus voces aflamencadas.
Un suicidio, un desnudo y un mánager traidor
En 1977 grababan el que sería su cuarto y último disco. Aunque las ventas habían descendido, ahora tomaban las riendas de su vida y aparecían en portada teñidas de rubio, tal y como no fueron admitidas en sus inicios. Pero pronto el destino les jugaría una mala pasada. Tras abandonar a su mánager, del que habían sido víctimas de estafa, se vieron perdidas en una industria que no sabían controlar. Se tomaron un descanso que pese a la intención de ser breve acabo convirtiéndose en eterno. Un año más tarde las galas disminuían y lo compensaban con apariciones en la prensa rosa, para que su popularidad no se viese afectada.
A mediados de 1978 salta la noticia de un intento de suicidio por parte de Carmela, con ingestión de barbitúricos para poner fin a un mal de amores y una crisis económica que se avecinaba paulatinamente. Corrían aires nuevos y la cantante decidió sumarse al carro del destape posando en Interviú. Un desnudo integral que sorprendió por su condición de gitana, y que escondía un intento de prolongar la fama y el dinero, por lo que de nuevo volvería a aparecer en alguna revista de corte erótico.
Comenzaban la siguiente década anunciando su retorno, a través de un reportaje junto a sus hijos, que ya sumaban cinco, y luciendo sus últimas pertenencias. Ambas habían intentado forjarse una carrera en solitario que no llegó a despegar, por lo que recordaron aquello de que la unión hacia la fuerza. Pero el destino no quería darles una segunda oportunidad y el mal que parecía acechar a Carmela, comenzó a cebarse sobre Tina.
“Cogí el cuchillo inconscientemente y no quería pincharla”
Como si no hubiese freno y marcha atrás, se vieron envueltas en el desahucio de sus viviendas, unas casas prefabricadas que ocupaban ilegalmente y que habían sido creadas por el Ministerio para ser habilitadas por otras familias que jamás lo hicieron. Dejaron entonces una grotesca imagen para el recuerdo: la de ellas manifestándose contra su propio desahucio sujetando unas pancartas mientras a su vez vestían sendos abrigos de pieles. Es entonces cuando Carmela ya advierte que su hermana Tina, tres años menor que ella, sufre fuertes crisis nerviosas que sobrelleva a base de sedantes.
Pasados los tiempos de gloria se vieron abocadas a las páginas de sucesos cuando hacia finales de 1983 Tina asestó un par de puñaladas sobre el hombro de su hermana Carmela. Los hechos no fueron esclarecidos, ambas vivían bajo el mismo techo y la agresora aseguró que no sabía lo que hacía. Tina ingresaba en la cárcel de Yeserías, destino erróneo para alguien que sufría esquizofrenia y que pronto sería trasladada a un hospital psiquiátrico. De éste último no tardaría en escaparse, dando así titulares constantes a la prensa del momento.
Meses después encontraron a Tina mendigando por las calles. Pasadas las fiestas navideñas, la inventora del ‘gipsy rock’ regresa al hogar familiar a punto de dar a luz. Un embarazo fruto de su relación con un iraquí con el que se había casado poco antes por el rito musulmán, y que ahora no quería hacerse responsable de su paternidad. El presentador José María Íñigo la invita a su programa “Estudio Abierto” para relatar su drama y su repentina desaparición. Durante la entrevista Tina se negó a aceptar su angustiosa situación, alegando que simplemente le gustaba ser hippy. No tardaría en volver a ser internada a la fuerza, mientras alguna revista plasmaba el momento en que la retenían y era ingresada en la ambulancia. Su historial clínico presentaba alucinaciones auditivas, personalidad paranoica y alteración de la memoria, todo ello incrementado también por su toxicomanía.
Las calles por infierno
En la segunda mitad de los ochenta Carmela se asentó en México, con intención de comenzar una nueva vida y llevarse consigo a su desdichada hermana. Antes de su partida volvió a posar desnuda para el semanario Interviú, aprovechando con resignación el tirón de su nombre. Mientras tanto Tina vivía en un devenir de entradas y salidas en sanatorios varios, de los que escapaba continuamente. Ellas, que habían grabado en Londres y tenían la admiración de rockeros y puristas del flamenco, se veían perdidas en una vorágine que tan sólo diez años atrás jamás habrían imaginado. De tenerlo todo a quedarse sin nada. De una abundante cuenta bancaria, a pedir limosna.
En 1988 la prensa del corazón vuelve a localizar a Tina, que muestra un deterioro irreparable y posa junto a una muñeca a la que trata como si fuese su hija. Sus verdaderas cinco hijas se encontraban entre casas de familiares y hospicios. Las tristes imágenes venían acompañadas del ruego de Tina a ser rescatada por su hermana, con intención de curarse. Un año más tarde sorprendió a todos al subir espontáneamente al escenario durante un concierto de Camarón de la Isla, admirador confeso de ambas artistas, que le cedió un sitio para arrancarse a bailar en ese pequeño momento de lucidez. Su arte se veía eclipsado por su desgracia. En una estampa callejera que ya resultaba habitual declaró que dormía en coches abandonados y que sólo llorarían por ella cuando muriese de frío. Al enterarse, Carmela regresa de México para intentar en vano poner solución a un problema que se les iba de las manos.
Tras vagabundear por las calles de Madrid e incluso ser entrevistada en las escaleras del metro por una reportera del programa que entonces tenía María Teresa Campos, su madre logró que un juez le dé la incapacidad y así volvió a ser internada en un sanatorio mental de Aranjuez, donde fallecería en 1995 con tan sólo treinta siete años. [...]
La historia de Tina es el claro ejemplo de las malas jugadas que otorga el destino. De la estigmatización y la escasez de recursos a la hora de afrontar una enfermedad que por aquel entonces resultaba desconocida. Hoy en día Carmela aparece esporádicamente en televisión honrando la memoria de su hermana, consciente de que marcaron un hito en la historia de la música española.
Cenicientas, pero sin tinte
Carmen y Edelina Muñoz, dos hermanas de etnia gitana y provenientes de una estirpe en la que el cante flamenco venía de lejos, pasarían a ser conocidas en la industria musical como Las Grecas. Apodadas familiarmente como Tina y Carmela, y siendo todavía unas adolescentes, no podían imaginar que sus voces desgarradas iban a lograr un éxito sin precedentes en una década que parecía nutrirse de canciones internacionales.
Antes de lograr marcarse tal mérito, Carmela tuvo que recorrer varios tablaos con intención de ver cumplido su deseo de actuar. Pese a que reconocían su talento, siempre recibía un no por respuesta. El motivo de tal constante negativa era su pelo teñido de rubio: los empresarios consideraban que no iba a encajar en la mentalidad de los turistas que acudían a ver unos espectáculos con una idea determinada y muy castiza. La cantante resolvió el problema volviendo a su melena castaña y presentándose a una prueba junto a su hermana Tina. El cantaor Manolo Caracol, compañero de Lola Flores en los inicios de ésta, no dudo en ficharlas. Corría el años 1973 y se avecinaba un fenómeno de los que dejarían huella.
Te estoy amando locamente
Mientras actuaban en Caripén, tablao propiedad de Lola Flores, fueron descubiertas por un productor que supo ver inmediatamente el potencial de las hermanas Muñoz. Su moderna y original forma de interpretar no iba a dejar indiferente a nadie. ‘Te estoy amando locamente’ fue su carta de presentación, y logró conquistar a crítica y público. Sus voces iban acompañadas de un redoble de batería y una guitarra distorsionada, que junto a su singular pronunciación hacían de tal canción algo absolutamente innovador. Había nacido el ‘gipsy rock'.
Las cifras de ventas de su primer disco incrementaban semana tras semana, permaneciendo inamovibles durante más de un mes en un primer puesto que parecía estar hecho para ellas. Aún así las alegrías también escondían amarguras que no confesarían hasta tiempos después. La autoría de esas primeras canciones les pertenecía, aunque en su grabación hubiesen sido ligeramente modificadas, y tuvieron que asumir con resignación que sólo constase el nombre del músico Felipe Campuzano, artífice de sus peculiares arreglos. Teniendo en cuenta que ambas eran menores de edad y apenas contaban con el graduado escolar, los temas legales eran todo un desconocimiento en el que fácilmente podían ser engañadas. Pero el dinero les llegaba en abundancia y eso paliaba cualquier injusticia.
El flamenco se viste con pantalón de campana
Apariciones constantes en televisión, giras interminables, ventas masivas y galas que se caracterizaban por su elevado caché. No es de extrañar que la prensa se volcase con ambas, queriendo retratar su vida cotidiana. Fue así como el público descubrió que Tina estaba casada por el rito gitano desde los dieciséis años, y que pronto nacería su primera hija. La artista debía cumplir con sus compromisos profesionales a la vez que intentaba compaginarlo con su labor de esposa, tarea difícil que acabaría afectando a su matrimonio. Su amargura sentimental era el contrapunto a las joyas, abrigos de pieles y propiedades que estaba logrando, junto a unos ingresos que jamás antes había imaginado.
Como buenas estrellas Las Grecas viajaban en Cadillac y veraneaban en chalets. Incluso sus padres disfrutaban de servicio doméstico y podían permitirse ciertos lujos que distaban mucho de su anterior modo de vida en el humilde barrio madrileño de San Blas. Sus logros materiales venían de éxitos como ‘Anabalina’ o ‘Soy la que sufre por tu amor’, que junto a singulares versiones de ‘Achilupú’ o ‘Dame veneno’, seguían caracterizándose por sus aires psicodélicos y una instrumentalización propia de los mejores grupos del rock progresivo. Habían instaurado el auténtico mestizaje y ellas se alzaban como reinas de la fusión, que además lucían pantalones de campana para contrastar con sus voces aflamencadas.
Un suicidio, un desnudo y un mánager traidor
En 1977 grababan el que sería su cuarto y último disco. Aunque las ventas habían descendido, ahora tomaban las riendas de su vida y aparecían en portada teñidas de rubio, tal y como no fueron admitidas en sus inicios. Pero pronto el destino les jugaría una mala pasada. Tras abandonar a su mánager, del que habían sido víctimas de estafa, se vieron perdidas en una industria que no sabían controlar. Se tomaron un descanso que pese a la intención de ser breve acabo convirtiéndose en eterno. Un año más tarde las galas disminuían y lo compensaban con apariciones en la prensa rosa, para que su popularidad no se viese afectada.
A mediados de 1978 salta la noticia de un intento de suicidio por parte de Carmela, con ingestión de barbitúricos para poner fin a un mal de amores y una crisis económica que se avecinaba paulatinamente. Corrían aires nuevos y la cantante decidió sumarse al carro del destape posando en Interviú. Un desnudo integral que sorprendió por su condición de gitana, y que escondía un intento de prolongar la fama y el dinero, por lo que de nuevo volvería a aparecer en alguna revista de corte erótico.
Comenzaban la siguiente década anunciando su retorno, a través de un reportaje junto a sus hijos, que ya sumaban cinco, y luciendo sus últimas pertenencias. Ambas habían intentado forjarse una carrera en solitario que no llegó a despegar, por lo que recordaron aquello de que la unión hacia la fuerza. Pero el destino no quería darles una segunda oportunidad y el mal que parecía acechar a Carmela, comenzó a cebarse sobre Tina.
“Cogí el cuchillo inconscientemente y no quería pincharla”
Como si no hubiese freno y marcha atrás, se vieron envueltas en el desahucio de sus viviendas, unas casas prefabricadas que ocupaban ilegalmente y que habían sido creadas por el Ministerio para ser habilitadas por otras familias que jamás lo hicieron. Dejaron entonces una grotesca imagen para el recuerdo: la de ellas manifestándose contra su propio desahucio sujetando unas pancartas mientras a su vez vestían sendos abrigos de pieles. Es entonces cuando Carmela ya advierte que su hermana Tina, tres años menor que ella, sufre fuertes crisis nerviosas que sobrelleva a base de sedantes.
Pasados los tiempos de gloria se vieron abocadas a las páginas de sucesos cuando hacia finales de 1983 Tina asestó un par de puñaladas sobre el hombro de su hermana Carmela. Los hechos no fueron esclarecidos, ambas vivían bajo el mismo techo y la agresora aseguró que no sabía lo que hacía. Tina ingresaba en la cárcel de Yeserías, destino erróneo para alguien que sufría esquizofrenia y que pronto sería trasladada a un hospital psiquiátrico. De éste último no tardaría en escaparse, dando así titulares constantes a la prensa del momento.
Meses después encontraron a Tina mendigando por las calles. Pasadas las fiestas navideñas, la inventora del ‘gipsy rock’ regresa al hogar familiar a punto de dar a luz. Un embarazo fruto de su relación con un iraquí con el que se había casado poco antes por el rito musulmán, y que ahora no quería hacerse responsable de su paternidad. El presentador José María Íñigo la invita a su programa “Estudio Abierto” para relatar su drama y su repentina desaparición. Durante la entrevista Tina se negó a aceptar su angustiosa situación, alegando que simplemente le gustaba ser hippy. No tardaría en volver a ser internada a la fuerza, mientras alguna revista plasmaba el momento en que la retenían y era ingresada en la ambulancia. Su historial clínico presentaba alucinaciones auditivas, personalidad paranoica y alteración de la memoria, todo ello incrementado también por su toxicomanía.
Las calles por infierno
En la segunda mitad de los ochenta Carmela se asentó en México, con intención de comenzar una nueva vida y llevarse consigo a su desdichada hermana. Antes de su partida volvió a posar desnuda para el semanario Interviú, aprovechando con resignación el tirón de su nombre. Mientras tanto Tina vivía en un devenir de entradas y salidas en sanatorios varios, de los que escapaba continuamente. Ellas, que habían grabado en Londres y tenían la admiración de rockeros y puristas del flamenco, se veían perdidas en una vorágine que tan sólo diez años atrás jamás habrían imaginado. De tenerlo todo a quedarse sin nada. De una abundante cuenta bancaria, a pedir limosna.
En 1988 la prensa del corazón vuelve a localizar a Tina, que muestra un deterioro irreparable y posa junto a una muñeca a la que trata como si fuese su hija. Sus verdaderas cinco hijas se encontraban entre casas de familiares y hospicios. Las tristes imágenes venían acompañadas del ruego de Tina a ser rescatada por su hermana, con intención de curarse. Un año más tarde sorprendió a todos al subir espontáneamente al escenario durante un concierto de Camarón de la Isla, admirador confeso de ambas artistas, que le cedió un sitio para arrancarse a bailar en ese pequeño momento de lucidez. Su arte se veía eclipsado por su desgracia. En una estampa callejera que ya resultaba habitual declaró que dormía en coches abandonados y que sólo llorarían por ella cuando muriese de frío. Al enterarse, Carmela regresa de México para intentar en vano poner solución a un problema que se les iba de las manos.
Tras vagabundear por las calles de Madrid e incluso ser entrevistada en las escaleras del metro por una reportera del programa que entonces tenía María Teresa Campos, su madre logró que un juez le dé la incapacidad y así volvió a ser internada en un sanatorio mental de Aranjuez, donde fallecería en 1995 con tan sólo treinta siete años. [...]
La historia de Tina es el claro ejemplo de las malas jugadas que otorga el destino. De la estigmatización y la escasez de recursos a la hora de afrontar una enfermedad que por aquel entonces resultaba desconocida. Hoy en día Carmela aparece esporádicamente en televisión honrando la memoria de su hermana, consciente de que marcaron un hito en la historia de la música española.
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