Zulueta, Iván (Director). Arrebato. Nicolás Astiarraga P.C.
Arrebato. 1979. Estreno: 1980-06-09. 110 min. Dirección y guion: Iván Zulueta. Reparto: Eusebio Poncela, Cecilia Roth, Will More, Marta Fernández-Muro, Carmen Giralt, Luis Ciges, Antonio Gasset, Helena Fernán-Gómez, Teresa Fernández Muro, Olvido Gara "Alaska". Nicolás Astiarraga P.C.
José Sirgado (Eusebio Poncela) es un director de serie B en plena crisis creativa y personal, incapaz de romper con su expareja (Cecilia Roth). Inmerso en una espiral de autodestrucción, y con las drogas como acicate, José recibe noticias de un antiguo conocido, Pedro (Will More). Se trata de un extravagante joven que graba en Super 8 y cuya obsesión por controlar el ritmo de sus películas lo lleva descubrir el fotograma rojo. El hallazgo despertará la curiosidad de José, quien emprenderá un viaje hacia el “arrebato”.
Arrebato: Por qué perdura la película de Iván Zulueta
Ese poder autodestructivo tan conveniente al aura posterior de la película, esa sensación de que la muerte está muy presente sin estarlo, nos seducirá para siempre
Arturo Tena | Cine con ñ, 2020-06-09 [FB]
https://cineconn.es/arrebato-pelicula-critica-40-anos/
‘Arrebato’ se estrenó en Madrid poco antes de que empezara el verano de 1980. Fue el mítico y esquinado Cine Azul, hoy convertido en un restaurante Friday’s, el único que se atrevió a proyectar por primera vez la perturbadora y genial película de Iván Zulueta. Y para la sala de Gran Vía se quedó en eso, en un atrevimiento: los espectadores menguaban a medida que pasaban los días. Despareció del cartel del Azul a las dos semanas para volver a aparecer unos días por Barcelona durante la primavera del año siguiente.
El silencio sobre ella duró años. Un fracaso que, unido también al de la maltrecha carrera de Zulueta, se ha mimetizado con la propia esencia de la película 40 años después de su estreno. Como si el ninguneo que sufrió entonces encajara perfectamente con la fatalidad de sus imágenes. La sugestión que nos provoca verla hoy con las etiquetas ya puestas de «película maldita» y «de culto» es casi inevitable: hay incorporada en cada imagen de ‘Arrebato’ una incómoda sensación autodestructiva que le va como anillo al dedo si conocemos su contexto.
Si ocurre lo que imagino, nadie te mandará la última película
‘Arrebato’ te mete esas malas vibras en el cuerpo desde el principio. Se oyen sirenas de policía, un cuervo y una voz extraña. Un hombre despeinado y con abrigo (Will More) monta una película, prepara su bobina y graba algunas palabras en un piso. Todo lo empaqueta y sella en un envío para un tal Jose Sirgado (Eusebio Poncela). Sin saber que es él, en la secuencia siguiente vemos precisamente a Jose: un director de cine que prepara, insatisfecho y desganado, una película de vampiros junto a su montador.
La primera presentación de estos dos personajes, que son ambos la reencarnación de Zulueta, pone las bases de ese atractivo pesimismo que nos seduce tanto de ‘Arrebato’. Uno anuncia su desaparición y al otro le seguimos más tiempo, viendo cómo vaga sin rumbo; con cosas en su vida que no quiere pero de las que no sabe cómo desprenderse. Y es precisamente el paquete que le envía el primero al segundo el que parece salvar, al menos de momento, a Jose de su propia destrucción.
El contenido de ese envío es la forma que tiene Zulueta de construir un eje inevitable y misterioso para toda la película. Las grabaciones de audio y la película enviadas por ese extraño hombre que vemos al inicio -Pedro- recorre ‘Arrebato’ de principio hasta casi el final. Mientras oímos y vemos el contenido de ese paquete a través de Jose en el presente, descubrimos el vínculo que une a estos dos hombres a través de su pasado conjunto.
El de los viajes a los recuerdos desde el presente de Jose es un recurso perfecto para dar la sensación de que, mientras se producen estos peculiares ‘flashbacks’, el protagonista no está viviendo su vida. Está en un limbo en su casa provocado por la tóxica relación con su exnovia (Cecilia Roth) y su adicción a las drogas. Sólo escuchar a Pedro y ver su última película es lo que le hace mantenerse a flote, lo que le hace seguir adelante.
Estar colgado en plena pausa
Lo que une a Jose y a Pedro es, por supuesto, el cine. O, más bien, el efecto que produce el cine. Ambos se conocen y empiezan a relacionarse por el trabajo de Jose y la obsesión de Pedro por querer «controlar el ritmo» de sus películas. Es aquí donde se conecta todo el concepto del «arrebato» y la película adquiere esa dimensión perturbadora, que Zulueta se preocupa por introducir en prácticamente cada plano que vemos.
¿Qué es el «arrebato»? En varios momentos se intenta poner en palabras el gran motor de la película, pero Zulueta se preocupa también en no terminar de definir este concepto o su proceso. El lenguaje cinematográfico tiene otros cauces, parece decirnos, por lo cual no se puede explicar del todo. El «arrebato» es lo que provoca la fascinación por el arte, un momento de éxtasis que se vive al contemplar algo que está fuera de nuestro entendimiento pero que nos toca, nos agita o nos llama. Este concepto habitual del efecto del arte lo termina de hacer genial Zulueta al darle un matiz de placer físico, adictivo y no intelectualizable.
El «arrebato» es retorcido hasta el límite en el filme, como si fuera una droga más. Esa sensación de «estar colgado en plena pausa», de que el cine nos provoque una reacción primaria, se convierte en una obsesión, en una búsqueda constante que en la película encarna hasta la extenuación Pedro. El proceso de Pedro para llevarnos (Jose incluido) al «arrebato» es a través de tres pasos: el consumo de drogas, una reconexión con la infancia y, finalmente, la proyección de una película. Poco a poco, se convierte en lo único que mueve su vida, que deja de tener sentido cuando pierda de vista esa sensación.
Arrebato y la muerte
A medida que se acerca el final, se acaba la narración grabada de Pedro y volvemos al momento temporal de la secuencia inicial de la película, todo va adquiriendo una dimensión cada vez más tétrica. Pedro se va adueñando de ‘Arrebato’, en búsqueda del «arrebato» que había perdido al estar distraído por los placeres mundanos de la noche madrileña. Lo descubre en un fotograma rojo al grabarse mientras duerme. Ese instante rojo acaba, poco después, impregnando todos los fotogramas. Solo se puede llegar al arrebato ya a través de la muerte (rojo=sangre), nos dice el director donostiarra. Una vez acabadas las películas, ya no hay vida.
El último giro genial que tiene ‘Arrebato’ es que es la propia cámara la que funciona como brazo ejecutor de la muerte, adquiriendo prácticamente vida e influencia propia. Una vez que Jose ha visto la última película de Pedro y finaliza sus grabaciones, sale por fin de su limbo y va -vestido de rojo- al piso de Pedro para ver qué ocurre y descubrir esa última película. Jose siempre había adquirido una cierta distancia con ese «arrebato» de Pedro, más fascinado por el personaje que por el descubrimiento. Pasados unos días en ese piso, acaba él también totalmente absorto por este hechizo y se produce una auténtica «fusión» con su amigo (lo vemos con sus gafas de sol y su característico abrigo).
Estos últimos diez minutos de película son una maravilla terrorífica; la culminación de la escena final está entre las mejores conclusiones que se hayan hecho nunca en el cine español. Se consuma de forma violenta la tragedia que nos había anunciado Zulueta en esa presentación inicial. La sensación después de ver ‘Arrebato’ es de tristeza, mucha inquietud y alguna que otra pregunta sobre sus significados. Ese poder autodestructivo tan conveniente al aura posterior de la película, esa sensación de que la muerte está muy presente sin estarlo, nos seducirá para siempre. Esa es la razón por la que hablamos de ella 40 años más tarde.
Arrebato: por qué la película maldita de la Transición ha conquistado a los veinteañeros
La vanguardista obra maestra que Iván Zulueta rodó en 1979 por fin está disponible en plataformas. La sorpresa es que los jóvenes ya la habían hecho suya.
Daniel Soufi | El País, 2023-01-25
https://elpais.com/icon/2023-01-25/los-jovenes-de-hoy-saben-leer-arrebato-mucho-mejor-que-nosotros-como-una-pelicula-maldita-conquisto-a-una-nueva-generacion.html
Manuel Luque (25 años) vio ‘Arrebato’ (1979) de fiesta. Seguían vigentes las restricciones impuestas por la pandemia, y solo se podía quedar en las casas. Cuando casi todo el mundo se había marchado, un amigo le insistió para verla antes de que terminara la noche. “Estaba muy cansado y me dormí a los diez minutos”. Lo poco que vio bastó para que al día siguiente, venciendo la resaca, se levantará con ganas de terminarla. “La encontré en una página web pirata, porque entonces no estaba en ninguna plataforma. Me impresionó tanto que acto seguido se la quise poner a mi pareja para ver si experimentaba el mismo shock que yo había sufrido. La emoción que sentí en el clímax fue tal que me pasé los siguientes días viendo algunas escenas repetidas una y otra vez”.
‘Arrebato’ está de moda, o quizá siempre lo ha estado. La obra maestra de Iván Zulueta (San Sebastián, 1943-2009) no para de rejuvenecer. De fracaso comercial pasó a película rara, después a obra de culto y hasta hoy, que está considerada un clásico del cine español capaz de entusiasmar a una novísima generación de cinéfilos. Filmin incorporó a su catálogo una versión de la película en 4K el pasado 1 de enero, justo un año después de que lo hiciera FlixOlé. El Artium Museoa, centro dedicado al arte vasco en Vitoria, inauguró en diciembre de 2022 una exposición dedicada a Zulueta. Además, el cantante Jota, de Los Planetas, presentó el pasado viernes ‘Plena Pausa’, un proyecto en el que musicaliza una selección de piezas fílmicas del material inédito del director vasco, que adquirió la Filmoteca Española en 2021. El exdirector, Josetxo Cerdán, describió esta compra como “un verdadero acontecimiento para la institución”.
“Verla en una sala de cine me confirmó que iba a recordar esta película para siempre”. Dos semanas después, Manuel Luque tuvo la oportunidad de asistir a una proyección de ‘Arrebato’ en los cines Doré, la sala de exhibición de la Filmoteca. Recuerda que el cine estaba lleno de gente joven, y que hubo que pelear por conseguir una entrada.
Todo lo contrario sucedió cuando ‘Arrebato’ se estrenó en Madrid, en junio de 1979 [9 de junio de 1980]. Se proyectó en los ya desaparecidos Cines Azul y apenas duró trece días en cartelera. Fue un fracaso comercial, pero obtuvo buenas críticas. Ángel Fernández-Santos escribió en El País: “’Arrebato’ es un instante oscuro del pesimismo. Es cine intrincado, insondable en algún punto de su torcido y tumultuoso recorrido. Y es, sobre todo, cine en carne viva, turbador, doloroso y elevado”.
Diez años antes de ‘Arrebato’, Zulueta había rodado ‘Un dos, tres, al escondite inglés’ (1969), con su antiguo profesor, amigo y productor del filme, José Luis Borau. No la pudo firmar porque no tenía el título de realizador de la Escuela de Cinematografía ni el carné del sindicato. En esta obra materializa el impacto que le produjo su viaje a Nueva York, en el que visitó la Factory y conoció a Andy Warhol, lo que lo convirtió en uno de los precursores del ‘pop art’ y el ‘glam’ en España.
En la década que separa sus dos largometrajes se alejó de la industria y se dedicó a rodar cortos y mediometrajes con una cámara de Super 8. Algunos los conservó su familia y otros se perdieron en una redada policial en el cine California, creyendo que se trataba de un mitin clandestino. “Hicieron registros en mi casa y como no sabían qué llevarse arramplaron con una colección de ‘Playboy’ y el resto de las cintas... Allí desapareció mucho trabajo”, contó en una entrevista.
Fue en esta época cuando se enganchó a la heroína. Era una droga común en aquella época, pero Zulueta se encargó de aclarar que entró de manera consciente y voluntaria en ese mundo: “Yo a la heroína llegué muy tarde. De alguna manera, lo programé. Todo el mundo está aterrado con que un chaval de 15 años se desvíe hacia las drogas y le pase algo. Evidentemente, nadie quiere eso, pero para un adulto las drogas son una elección personal”.
Nunca llegó a abandonar el consumo de opiáceos. A mediados de los años ochenta, tras ‘Arrebato’, Zulueta ya era una leyenda viva. Se le ofrecían los productores y tenía buenos amigos dispuestos a trabajar con él. Pero nunca volvió a rodar un largometraje. Entró en colapso absoluto y pasó el resto de sus días recluido en la casa de su madre, como si el terrorífico fotograma rojo de la película le hubiera vampirizado de verdad. “En ‘Arrebato’ estaba clarísimo que yo no iba a poder hacer otra película porque algunos estábamos descubriendo el cuelgue, el terrible cuelgue, la adicción”, explicó en una entrevista.
Su oscura historia fue determinante para que se colocara sobre ‘Arrebato’ la etiqueta de “película más maldita del cine español”. Pero lo cierto es que a esta obra nunca le han faltado fieles e ilustres defensores. Pedro Almodóvar, que tuvo una pequeña participación en la película, aseguró que Zulueta “nunca filmó una imagen banal”. Jaime Chávarri, director de ‘El desencanto’ (1976), se preguntaba qué se puede rodar después de haber dirigido una obra como ‘Arrebato’.
En una entrevista para ICON, Eusebio Poncela, que en ‘Arrebato’ da vida al director de películas de serie B José Sirgado, narraba una anécdota que ilustra perfectamente el entusiasmo que la película suscita en el público joven. “Estaba harto del confinamiento y, a escondidas, como vivo al lado de la montaña, me fui. Me puse las zapatillas equivocadas y, al ir de roca a roca, me escurrí y me pegué un hostión tan grande que me rompí tres costillas. Llegaron los de la ambulancia con la camilla, estaba a 1.500 metros de altura. Y ¿sabes qué me preguntó el de la camilla mientras me llevaba malherido al hospital? Que si le podía explicar el final de ‘Arrebato’, que no lo había entendido. ¿Te lo puedes creer? Tenía 22 años el pavo, podía ser mi nieto”.
Aarón Rodríguez Serrano (40 años), doctor en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, comparte a través de correo electrónico su experiencia trabajando la película con sus estudiantes. “Muchas veces tenemos que escuchar que nuestros alumnos están menos sensibilizados hacia el cine, o que tienen menos cultura audiovisual. Sin embargo, trabajas ‘Arrebato’ con ellos, lees las cosas que escriben al respecto y te quedas de piedra: saben leer la película mucho mejor que nosotros”.
Rodríguez Serrano también sufrió el hechizo de ‘Arrebato’ en su etapa de estudiante, y recuerda con nitidez la fecha en la que la vio por primera vez. “Fue el 8 de octubre de 2002, en los Cines Verdi de Madrid. Lo recuerdo con precisión porque era mi cumpleaños”. Se estaba planteando cambiar de carrera y meterse en Comunicación Audiovisual. “Fui con mucha curiosidad porque una profesora nos había hablado de ella casi como de una leyenda”. Salió de la sala completamente impresionado, con la sensación de que aquella película venía de otro mundo. “Sin duda, tuvo mucho que ver con que pocos meses después decidiera mudarme de aulas y especializarme en cine”.
‘Arrebato’ tiene muchos elementos que la vinculan con su momento: el ambiente y los personajes de la Movida Madrileña o la adicción a la heroína que atrapó al propio director. Sin embargo, para Rodríguez Serrano la realidad es que la película “se enfrenta a pecho descubierto con problemas que son tremendamente urgentes a nivel universal y contemporáneo”. En su opinión, la película reflexiona, entre otras cosas, sobre cómo gestionar las imágenes, saber qué buscamos en ellas, si nos comen, nos construyen o nos destruyen. “Cualquier estudiante sabe que su vivencia está mediada por imágenes, que hay cosas que nunca podrá compartir en redes porque no hay fotografía o ‘story’ que lo refleje”.
En un entrevista en Sur Exprés en 1987, Iván Zulueta reflexionaba sobre la fascinación que su película producía en los jóvenes amantes del cine. “Igual es porque siempre he trabajado de una forma muy lúdica, jugando con las cosas, probando con las instrucciones de la cámara, usando lo que tenía a mi alrededor. Yo tengo una especie de fe en el cine como forma de plasmar todo lo que vas absorbiendo”.
Diego Quintero (26 años) descubrió la película en su primer año de universidad. Un amigo suyo había publicado una escena en redes sociales. “Era la secuencia en la que Poncela se habla a sí mismo a través de la pantalla, me dejó catatónico”. Cuatro años después se mudó con ese amigo a un “piso vacío y gigantesco”. Compraron un proyector y decidieron de forma unánime que la primera película que iban a ver era ‘Arrebato’. “No teníamos nada, así que enganchamos un palo de escoba y la cortina blanca de la ducha a modo de pantalla, y apañamos un ‘cineforum’ casero. Así entiendo ‘Arrebato’, como el buque insignia de un apartamento de cinéfilos incipientes”.
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