Los derechos democráticos de los homosexuales, derechos de la humanidad.
José Antonio Berrocal | El País, 1981-06-27
https://elpais.com/diario/1981/06/27/sociedad/362440803_850215.html
José Antonio Berrocal | El País, 1981-06-27
https://elpais.com/diario/1981/06/27/sociedad/362440803_850215.html
Los frentes de liberación homosexual no tienen por objetivo, únicamente, la «liberación» y la "felicidad" de los homosexuales y de las lesbianas. Su objetivo va «un poco» más allá. Su objetivo es mostrar a toda la población que el «problema homosexual» -como es llamado- es un problema que afecta a toda la sociedad, y en concreto a esta sociedad «heterosexual», que nos oprime a todos, y, por tanto, es preciso «superar». Pero ocurre que cambiar la sociedad no es una cosa fácil, claro está, ni tampoco es una cosa que nos corresponda sólo a quienes hemos decidido aceptar que nos gustan -deforma exclusiva o no- personas de nuestro propio sexo. Todos y todas, como sujetos agentes o pacientes, sufrimos en esta sociedad en que reina una ideología patriarcal que sólo acepta una sexualidad exclusivamente reproductora. Una sexualidad que, al tiempo que se afirma como la relación entre dos sexos reproductores, mantiene una opresión sangrante contra la mitad de la población del planeta, las mujeres, y una fobia que puede llegar hasta ejecuciones sumarias, según las épocas, contra otra parte numéricamente importante de la población: los homosexuales masculinos. Todo ello enmarcado, obligatoriamente para todo el mundo, en unas relaciones no personales, no entre personas, sino como unas relaciones concebidas como exclusivamente reproductoras.
Los ‘gay’ -movimiento homosexual concienciado por esta opresión-, tal vez por sufrir más en carne propia esta sexualidad alienante y despersonalizada, que niega el derecho al placer, captamos de forma especial la opresión que el sistema ideológico vigente aplica a toda la población.
Ante esta situación, el actual movimiento gay, surgido en torno a 1968-1969, se conformó durante algún tiempo con recluirse en el estadio de acciones minoritarias y de autoafirmación, propias de cualquier movimiento recién nacido. Acciones incomprensibles para el resto de la población, que no se explicaba nuestra testarudez por querer demostrar la «homosexualidad latente» de los heterosexuales. Actitudes como estas -al margen de lo correcto o no de la afirmación- sirven para poco, si no es para continuar siendo eternamente incomprendidos. Por ello, hoy día somos muchos los frentes de liberación que tratamos de buscar otros medios para ser, en primera instancia, comprendidos a escala popular: es decir, luchamos contra la represión que sufrimos en un mundo de oprimidos; luchamos contra unas leyes discriminatorias y homófobas (proyecto de Código Penal) en una sociedad llena de marginaciones; luchamos por la defensa de los derechos democráticos y las libertades civiles de todos, que, por tanto, son también nuestros derechos, y así, por ejemplo, el cartel anunciador del Día Internacional del Orgullo Gay de este año, editado por la Coordinadora de Frentes Homosexuales de nuestro país, la COFLHEE, lleva como primer eslogan el de «Gays contra el fascismo».
Esta es la actitud general que, por ejemplo, el Frente de Liberación Homosexual de Castilla (FLHOC) y los demás frentes gay, peninsulares e insulares, desarrollamos actualmente. Con ello pretendemos potenciar campañas masivas que nos permitan salir del gueto en que se nos recluye y nos autorrecluimos. Que nos permitan entrar en relación con los distintos sectores asalariados, y que nos permita influir positivamente en la evolución de los partidos de izquierda al respecto. Que permita, en fin, al militante gay, en esas campañas por los derechos democráticos, asumirse como tal en su lugar de trabajo. Algunas veces, la petición de una firma contra un caso de represión es una buena ocasión para «definirse» y a continuación abordar más ampliamente el tema de la sexualidad humana.
La información, un medio
En el FLHOC pensamos que la información sobre nuestros derechos democráticos y contra la represión nos son vitales. Son un medio para crear en torno a nuestro colectivo un sector democrático, sensibilizado, más amplio que la minoría homosexual concienciada (‘gay’), evitando así los típicos reflejos -ante lo «dudoso» del momento político del país que nos ha tocado vivir- de repliegue ultraminoritario y marginal ‘gay’. Y también la otra tentación -estéril en ella misma- de otro tipo de reclusión, la del autoanálisis psicoizquierdista de mirarse el ombligo propio.
Al FLHOC, el trabajo de información (charlas de difusión, denuncias de agresiones, crítica del proyecto de Código Penal, proyecto de ley antidiscriminatoria sexual...), junto a la participación en actividades de mayor amplitud social (pro divorcio, comisión anti-OTAN, solidaridad con abortistas juzgadas, defensa de la legalidad civil vigente frente a los enemigos de la democracia...), le están permitiendo no solamente volcarse hacia la población homosexual que acude al gueto comercial madrileño, sino también hacia las clases trabajadoras, el movimiento vecinal..., tratando de desbloquear la situación actual de marginación e insuficiente comprensión entre nosotros y el resto del pueblo.
Ahora bien, un militantismo ‘gay’ que limitara su actuación a reivindicar tan sólo unos derechos democráticos no lograría más que una tolerancia permisiva en grandes ciudades, como sucede en ciudades como Ámsterdam, París, San Francisco, o como parece que se pretende en el madrileño barrio de Chueca. Tal reformismo, a lo único que puede conducir es a una forma de institucionalización del gueto homosexual. Porque ocurre que simplemente la igualdad de derechos no puede hacer desaparecer las causas de opresión, que si bien en su origen se sitúan en la ideología emanante -y que aún perdura- de la familia patriarcal, tiene su principal apoyo hoy día en la ideología burguesa y en el sistema al que sirve dicha ideología. La opresión de los homosexuales y lesbianas no se debe principalmente a las sentencias judiciales, a la represión policiaca o a la pérdida de empleo o vivienda. La opresión se sitúa más en esa herencia religiosa que considera pecado que dos personas del mismo sexo puedan quererse y hagan el amor. O también en esa concepción falsamente médica y acientífica que aún -¡ya está bien!- nos sigue considerando enfermos.
Mientras las normas familiares y sexuales burguesas continúen imponiéndose, los homosexuales y las lesbianas, y con nosotros-as -en diferente grado ciertamente- el resto de la población, seguiremos oprimidos. Si bien es cierto que limitarnos a la lucha contra esas «normas» nos conduciría a un movimiento gay ultraminoritario, encerrado en su marginalidad radical, incapaz de tener un peso en el campo social.
Por eso, en el FLHOC pensamos que es preciso combinar la reivindicación de nuestros derechos democráticos con otras actividades que pongan en causa los límites de la «normalidad» de la familia burguesa y del modelo heterosexual-monogámico, sirviendo todo ello para acercarnos a la construcción de esa nueva humanidad en la que las categorías -las falsas identidades- de «homosexuales y heterosexuales» hayan quedado destruidas y el comportamiento sexual de las ‘personas’ -de forma exclusiva o no- sea el que esas ‘personas’ deseen, dentro de la igualdad, el amor y la felicidad.
Los ‘gay’ -movimiento homosexual concienciado por esta opresión-, tal vez por sufrir más en carne propia esta sexualidad alienante y despersonalizada, que niega el derecho al placer, captamos de forma especial la opresión que el sistema ideológico vigente aplica a toda la población.
Ante esta situación, el actual movimiento gay, surgido en torno a 1968-1969, se conformó durante algún tiempo con recluirse en el estadio de acciones minoritarias y de autoafirmación, propias de cualquier movimiento recién nacido. Acciones incomprensibles para el resto de la población, que no se explicaba nuestra testarudez por querer demostrar la «homosexualidad latente» de los heterosexuales. Actitudes como estas -al margen de lo correcto o no de la afirmación- sirven para poco, si no es para continuar siendo eternamente incomprendidos. Por ello, hoy día somos muchos los frentes de liberación que tratamos de buscar otros medios para ser, en primera instancia, comprendidos a escala popular: es decir, luchamos contra la represión que sufrimos en un mundo de oprimidos; luchamos contra unas leyes discriminatorias y homófobas (proyecto de Código Penal) en una sociedad llena de marginaciones; luchamos por la defensa de los derechos democráticos y las libertades civiles de todos, que, por tanto, son también nuestros derechos, y así, por ejemplo, el cartel anunciador del Día Internacional del Orgullo Gay de este año, editado por la Coordinadora de Frentes Homosexuales de nuestro país, la COFLHEE, lleva como primer eslogan el de «Gays contra el fascismo».
Esta es la actitud general que, por ejemplo, el Frente de Liberación Homosexual de Castilla (FLHOC) y los demás frentes gay, peninsulares e insulares, desarrollamos actualmente. Con ello pretendemos potenciar campañas masivas que nos permitan salir del gueto en que se nos recluye y nos autorrecluimos. Que nos permitan entrar en relación con los distintos sectores asalariados, y que nos permita influir positivamente en la evolución de los partidos de izquierda al respecto. Que permita, en fin, al militante gay, en esas campañas por los derechos democráticos, asumirse como tal en su lugar de trabajo. Algunas veces, la petición de una firma contra un caso de represión es una buena ocasión para «definirse» y a continuación abordar más ampliamente el tema de la sexualidad humana.
La información, un medio
En el FLHOC pensamos que la información sobre nuestros derechos democráticos y contra la represión nos son vitales. Son un medio para crear en torno a nuestro colectivo un sector democrático, sensibilizado, más amplio que la minoría homosexual concienciada (‘gay’), evitando así los típicos reflejos -ante lo «dudoso» del momento político del país que nos ha tocado vivir- de repliegue ultraminoritario y marginal ‘gay’. Y también la otra tentación -estéril en ella misma- de otro tipo de reclusión, la del autoanálisis psicoizquierdista de mirarse el ombligo propio.
Al FLHOC, el trabajo de información (charlas de difusión, denuncias de agresiones, crítica del proyecto de Código Penal, proyecto de ley antidiscriminatoria sexual...), junto a la participación en actividades de mayor amplitud social (pro divorcio, comisión anti-OTAN, solidaridad con abortistas juzgadas, defensa de la legalidad civil vigente frente a los enemigos de la democracia...), le están permitiendo no solamente volcarse hacia la población homosexual que acude al gueto comercial madrileño, sino también hacia las clases trabajadoras, el movimiento vecinal..., tratando de desbloquear la situación actual de marginación e insuficiente comprensión entre nosotros y el resto del pueblo.
Ahora bien, un militantismo ‘gay’ que limitara su actuación a reivindicar tan sólo unos derechos democráticos no lograría más que una tolerancia permisiva en grandes ciudades, como sucede en ciudades como Ámsterdam, París, San Francisco, o como parece que se pretende en el madrileño barrio de Chueca. Tal reformismo, a lo único que puede conducir es a una forma de institucionalización del gueto homosexual. Porque ocurre que simplemente la igualdad de derechos no puede hacer desaparecer las causas de opresión, que si bien en su origen se sitúan en la ideología emanante -y que aún perdura- de la familia patriarcal, tiene su principal apoyo hoy día en la ideología burguesa y en el sistema al que sirve dicha ideología. La opresión de los homosexuales y lesbianas no se debe principalmente a las sentencias judiciales, a la represión policiaca o a la pérdida de empleo o vivienda. La opresión se sitúa más en esa herencia religiosa que considera pecado que dos personas del mismo sexo puedan quererse y hagan el amor. O también en esa concepción falsamente médica y acientífica que aún -¡ya está bien!- nos sigue considerando enfermos.
Mientras las normas familiares y sexuales burguesas continúen imponiéndose, los homosexuales y las lesbianas, y con nosotros-as -en diferente grado ciertamente- el resto de la población, seguiremos oprimidos. Si bien es cierto que limitarnos a la lucha contra esas «normas» nos conduciría a un movimiento gay ultraminoritario, encerrado en su marginalidad radical, incapaz de tener un peso en el campo social.
Por eso, en el FLHOC pensamos que es preciso combinar la reivindicación de nuestros derechos democráticos con otras actividades que pongan en causa los límites de la «normalidad» de la familia burguesa y del modelo heterosexual-monogámico, sirviendo todo ello para acercarnos a la construcción de esa nueva humanidad en la que las categorías -las falsas identidades- de «homosexuales y heterosexuales» hayan quedado destruidas y el comportamiento sexual de las ‘personas’ -de forma exclusiva o no- sea el que esas ‘personas’ deseen, dentro de la igualdad, el amor y la felicidad.
José Antonio Berrocal es miembro del Frente de Liberación Homosexual de Castilla (FLHOC).
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