1988/12/11

DOCUMENTACIÓN | JORNADAS EN MADRID | TOLERANCIA ES REPRESIÓN

"Tolerancia es represión"
Varios grupos de homosexuales buscan nuevas orientaciones y piden una ley antidiscriminatoria.
Ana Alfageme | El País, 1988-12-11
https://elpais.com/diario/1988/12/12/sociedad/597884404_850215.html 

Hace exactamente una semana, a última hora de la tarde, dos jóvenes salían de la estación de metro de Alonso Martínez, en Madrid. Un grupo de 10 o 12 chavales se abalanzó sobre ellos entre insultos. Acabaron en urgencias. Uno de los muchachos, N. A. G., contaba después, brazo en cabestrillo, cómo un policía les había preguntado: "¿Acaso os han pegado los de la manifestación?". Ocurría que la cercana concentración, cuyos 200 integrantes gritaban con vehemencia "Tolerancia es represión" a golpes de bombo, era de homosexuales. N. A. G. y su amigo iban a unirse al grupo.

Esta agresión no fue la única denunciada en las jornadas que la semana pasada reunieron en Madrid a más de 200 homosexuales de todo el país, miembros de la Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español (COFLHEE). En el curso de la manifestación, el portavoz del Colectivo Gai de Madrid (COGAM), José Carratalá, recordaba el ataque que el mes pasado sufrieron varios clientes de un bar de ambiente de Chueca por un grupo ‘ultra’. "La supuesta tolerancia desaparece cuando deseamos mostrar nuestra afectividad fuera del ambiente. Rechazamos que se nos diga que no hay discriminaciones cuando en casa, en el trabajo, en la calle, en el ejército, los gay vivimos diariamente la incomprensión, la burla, el insulto, cuando no, la agresión brutal... "Cuando la policía entró, en marzo pasado, en una sauna barcelonesa y obligó a identificarse a unos 80 clientes. O las 70 denuncias que, en cinco meses, ha recogido una oficina antidiscriminatoria en Cataluña. "La represión ahora es más sutil, pero existe", comentan dos miembros del Front d'Alliberament Gai de Catalunya (FAGC).

Silencio
Y el silencio por doquier. Como en el caso de Quique, un joven maquinista de tren, a quien ni se le pasa por la cabeza la posibilidad de confesar a sus compañeros de trabajo que es homosexual: "Qué dices, por Dios. Yo tengo que pasar noches enteras con otro señor en la cabina de la locomotora. Como todo el mundo cree que sólo pensamos en ‘eso’, nadie querría ‘currar’ conmigo". Y Quique, que no tiene novio, cree en la monogamia y en el amor ‘para toda la vida’. O el de Miquel, concienzudo militante del FAGC, que trabajaba de monitor en un colegio. "Me vieron en una manifestación. A los pocos días me comunicaron que no me renovarían el contrato. Eso sí, en ningún momento citaron la palabra homosexual". El de Patxi, tímido, vasco y (aparentemente) sentimental, que le propuso, ilusionado, relaciones a otro chico. Recibió una puñalada, amenazas y una acusación de intento de violación.

La patética historia de un muchacho ‘de provincias’, "literalmente secuestrado por su familia, después de que su madre descubrir unas revistas ‘gay’. Le han prohibido que coja el teléfono, y sale a la calle acompañado de sus hermanos. Su madre no entiende que su hijo, todo un carpintero, sea ‘marica’", cuenta Jorge, de su misma ciudad. "Nos hemos enterado después que el chaval, que tiene 18 años, había sido puesto en manos de dos psicólogos, un psiquiatra y tres curanderos".

Ejemplos así reflejan cómo actúa cotidianamente un país donde las mitad de sus habitantes considera "condenable" la homosexualidad, según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Un 28% juzga esta conducta sexual "tolerable" y tan sólo un 16% cree que es "aceptable". Esta práctica es habitual, según varias estimaciones, para el 10% de los españoles, y ha sido desterrada de la clasificación psiquiátrica más amplia y consensuada que existe, la DSM III, en la que sólo se recoge el supuesto de quien vive la homosexualidad de forma angustiosa.

La COFLHEE ha elaborado en las pasadas jornadas un documento en el que se pide una ley antidiscriminatoria que revise el escándalo público, el código de justicia militar y que equipare el matrimonio con la pareja estable de personas del mismo sexo.
 
Cuando Pepa es José.
Ana Alfageme | El País, 1988-12-11

https://elpais.com/diario/1988/12/12/sociedad/597884402_850215.html

Los ‘gay’ militantes, evidentemente minoritarios, quieren conectar con la numerosa clientela de los bares de ‘ambiente’. Muchos de esos muchachos que ‘flirtean’ en los bares ‘gay’ y que visitan el cuarto oscuro con frecuencia, se dejarían matar antes de reconocerse homosexuales a la luz del día. "Queremos tender un puente. Impulsaremos el asesoramiento jurídico y el consejo psicológico para los ‘gay’; potenciaremos las denuncias". Eran algunas de las conclusiones de las jornadas que explicaba José Carratala, portavoz del Colectivo Gai de Madrid (COGAM). Se habían celebrado varios talleres -de sexualidad, de expresión corporal, de radio y de Prensa- como los que el colectivo quiere desarrollar en el futuro.

Pero muchos de éstos ‘gay’ militantes, piden, no obstante, que se omita su ciudad, que se altere su nombre, que se desfigure su relato. Cuando la reivindicación choca con lo cotidiano aparecen las contradicciones. Como las cartas que José enviaba cuando su novio hacía la ‘mili’ y que firmaba con un discreto "Pepa".

"Carlos se ha quedado a dormir porque ha perdido el último ‘metro’", es otra frase para justificar a la familia algo que, si Carlos hubiese sido Rosa, provocaría miradas cómplices en más de un padre moderno. La discriminación se construye también con ese ‘no enterarse’ del padre de Miquel, -"lo peligroso no es ser homosexual, sino decirlo", le advierte, prudentísima, la madre a su hijo-; o la peregrina idea de la madre de José, que cree que lo que le ocurre a su hijo es un mal transitorio del que algún día se curará para casarse: "Son las malas compañías, hijo". José, que aparenta como 30 años, se sonríe.

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