El Español / El pub Arny en Sevilla // |
Arny, 25 años del caso en el que ardieron famosos gays inocentes: “Solo quiero olvidar”, dice el dueño.
El Español localiza al culpable de la explotación sexual de menores en el pub de Sevilla. El escándalo se usó para señalar a gente por su condición.
Andros Lozano | El Español, 2020-02-16
https://www.elespanol.com/reportajes/20200216/arny-ardieron-famosos-inocentes-solo-quiero-olvidar/467703639_0.html
Cuando una voz de hombre responde al otro lado del telefonillo del portal, el reportero pregunta. Son las 10 horas de una tibia mañana de esta semana pasada en el centro de Sevilla.
-¿Es usted Carlos Saldaña? Me dicen que vive en este edificio, pero no sé en qué puerta exactamente.
-Sí, ¿qué quiere?
-Soy periodista.
-¿Y qué?
-En unos meses se cumplen 25 años del ‘caso Arny’. Usted era dueño de aquel pub y el que recibió la condena más alta de todos los implicados. Me gustaría hablar unos minutos con usted.
-No tengo ningún interés en hablar de aquello, lo siento.
-No le quitaría más de cinco o diez min… [Aquella voz todavía sin rostro interrumpe de forma brusca sin dejar terminar la frase]
-No me interesa. Sólo quiero olvidar aquello. Lo siento.
Carlos Saldaña, educado, da por acabada la conversación. No quiere remover el pasado para volver atrás un cuarto de siglo, cuando, tras romper con su vida anterior, dejar a su mujer y a su hija, regentaba un pub de ambiente gay en la calle Trastamara de Sevilla. En febrero de 1995, hace ahora 25 años, José Antonio Sánchez Barriga, un adolescente de 16 años, denunció ante la Policía que en aquel local se le indujo a prostituirse entre los clientes. A él y a otros menores.
Aquella denuncia destapó un escándalo que era real pero, a su vez, generó otro: a determinados personajes reconocidos y famosos de la sociedad pública española de aquel momento se les señaló injustamente para manchar su imagen, como se demostraría meses después durante un juicio que llenó horas y horas de televisión, ocupó titulares de periódicos y se coló en las tertulias de las radios.
En una España aún con los prejuicios de una época pasada y homófoba, se acusó directamente al presentador Jesús Vázquez, al humorista Jorge Cadaval, de Los Morancos, al cantante Javier Gurruchaga, a Antonio Tejado (hermano de María del Monte) o al juez de menores Manuel Rico Lara. Su culpa era ser homosexuales. Nada más. Por la calle alguna gente les llamaba pederastas.
Aunque el testimonio de aquel joven aireó una realidad que sí existía, en su declaración había gran parte de mentira. Finalmente, se llegó a juicio dos años después. Todos esos rostros conocidos de la televisión resultaron absueltos. Pero pagaron una factura demasiada cara ante la sociedad. Jesús Vázquez estuvo dos años sin trabajar. “Fue una muerte social y laboral atroz”, reconoció el artista en enero del año pasado en el programa ‘Chester’, de Risto Mejide.
De los 49 procesados, 33 resultaron absueltos. El principal condenado, al que se le impuso una pena de 33 años de prisión, fue ese hombre de pelo canoso que se lo recoge en un coletilla en la nuca y al que esta semana encontró El Español caminando por el centro de Sevilla cuando se disponía a tirar la basura.
El hombre, ya mayor, ha salido de una edificio próximo a la Alameda de Hércules, probablemente la zona más alternativa y moderna de la capital andaluza. Su casa no está muy lejos de donde estaba el pub que acabaría cambiando su vida. A pie no tardaría más de 15 o 20 minutos en llegar.
Tras el no dado a través del telefonillo de su casa, probamos de nuevo en la calle. Pero Carlos Saldaña, visiblemente enfadado por la llegada de un periodista y un fotógrafo, rechaza hablar del caso y de cómo ha vivido estos últimos 25 años.
“Ni un café ni leches. Aquello es pasado y no tengo nada de qué hablar. Déjeme en paz”.
El escándalo
Febrero de 1995. Sevilla, moderna pero antigua, bonita pero cruel, todavía se relamía por el buen sabor de boca que le dejó la feria internacional de la Expo del 92. Tras aquel acontecimiento, volvía a estar en boca de todo el mundo, fuera y dentro de España.
Pero la confesión del adolescente tres años más tarde iba a provocar un seísmo social en la capital andaluza. José Antonio Sánchez Barriga contó que en varios pubs de Sevilla, entre ellos el Arny, Valentino y 27, todos muy cerca uno del otro, se prostituían menores con clientes adultos. El pub Arny era una expresión vital de Carlos Saldaña, su dueño: lo había montado después de confesarle a su mujer que era gay, abandonar la casa y dejar en ella a su esposa y a una hija.
A la declaración de aquel menor, al que se le empezó a conocer como Testigo 1, se sumaron las de otros adolescentes sevillanos. José Antonio Sánchez Barriga señaló, entre otros clientes, al juez de Menores Rico Lara, el mismo que le había retirado la guarda y custodia a la madre de éste y que lo había internado en un centro.
Poco a poco, según iba avanzando la investigación policial y se tomaba declaración a otros testigos, la prensa fue aireando los nombres que daban los adolescentes. La sociedad española quedó atrapada con aquel escándalo.
La historia de ese pub se remonta a los primeros años de la década de los 90, cuando Carlos Saldaña y su amigo Domingo Arnaldo, argentino, decidieron abrir un local de ambiente gay frente a la estación de autobuses de Sevilla. El diminutivo de Arnaldo dio nombre al bar Arny, que pronto extendió su fama en la capital andaluza gracias, entre otras razones, a su llamado bingo loco musical. Se trataba de una especie de sorteo de chicos para mantener relaciones sexuales entre sí. Tuvo un gran éxito entre la clientela del local.
“Los chicos hacían unos seis o siete servicios cada noche, por los que cobraban entre 5.000 y 8.000 pesetas. Allí había colas", declaró un camarero del pub ante la Policía, que llevó a cabo un operativo dentro del establecimiento en octubre de 1995, ocho meses después de aquella primera denuncia.
El germen del caso está en el testimonio de José Antonio Sánchez Barriga, que denunció a un antiguo amante al que había conocido en La Algaba, un pueblo sevillano. El menor, por aquel entonces, tenía 13 años.
La fiscal Marta Valcárcel dijo en su escrito de acusación que el Testigo 1 mantuvo relaciones sexuales con él “a cambio de regalos y dinero". Con sus declaraciones puso en marcha el caso que más morbo levantó en aquella España.
Cuando la Policía comenzó a investigar, Jesús Vázquez recibió una llamada a su casa. Se puso su madre. Alguien de un juzgado de Sevilla le dijo que su hijo debía presentarse al día siguiente si no quería que se dictara una orden de ingreso en prisión contra él de manera inmediata. “Pero hijo mío, ¿qué has hecho?", preguntó la señora. El escarnio público empezó en ese momento. Vázquez nunca había puesto un pie en aquel local.
El juicio
El juicio arrancó en septiembre de 1997 en la Audiencia Provincial de Sevilla. Hubo 49 acusados. 29 de ellos eran clientes. Las vistas se celebraron a puerta cerrada. Sin público ni prensa. Los tres nombres que más impacto habían generado eran los de Jesús Vázquez, Jorge Cadaval y Javier Gurruchaga, que se sentaron en el banquillo de los acusados por supuesta corrupción de menores. Pero hubo otros que también generaban interés, como el de Ramón de Carranza y Villalonga, marqués de Sotohermoso, o el catedrático de Derecho Santiago Oliveros Lapuerta.
Aquel tiempo de martilleo social y mediático por parte de una parte de la prensa española sirvió para que Vázquez y Cadaval tejieran una amistad que todavía hoy perdura. “Jorge me salvó la vida en ese momento porque estuve viviendo en su casa", explicó el presentador ante Risto Mejide. “Nunca supe por qué me imputaron, por qué yo. Al final he querido pensar que fue el último coletazo de la España de la caverna para asestarle un golpe a la homosexualidad".
El caso levantó tanto interés que se mercadeó con la información. Hasta cinco periódicos, entre ellos ‘El País’ o ‘El Mundo’, recibieron llamadas de presuntos representantes de testigos y acusados. Llegaban a pedir 600.000 pesetas por hablar. Los directores de programas televisivos competían por hacerse con el testimonio de algún implicado y se lamentaban cuando aparecía en un canal de la competencia.
Durante el juicio, se constató que era cierto que en aquellos tres pubs, entre ellos el Arny, se prostituían menores de edad a cambio de dinero. Pero también se evidenció que muchas de las acusaciones estaban basadas en mentiras y en una cierta gana de inflar el caso. Algunos de los testigos se retractaron y otros entraron en evidentes contradicciones.
Uno de los testimonios más reveladores fue el del Testigo 10. Cuando llegó el juicio ya tenía 18 años. Le apodaban ‘el Caqui’. Era un ladrón y un consumidor habitual de cocaína. Acusó a 12 clientes. Dijo que se había acostado en un hotel con el cantante y actor Javier Gurruchaga. También reconoció en una foto al juez de Menores Manuel Rico Lara. Aseguró que era "ese médico bajito con barba que salía en la tele" y que iba por el Arny.
Los letrados de la defensa se agarraron a la propia declaración de ‘el Caqui’ ante la Policía. En ella admitió que durante los reconocimientos iba "puesto de coca hasta los ojos". También reconoció que cuando iba al Arny consumía constantemente cocaína y heroína. ‘El Caqui’ era conocido como jefe de una banda de atracadores de repartidores de pizzas. Admitió que en sus “mejores noches” ganaba hasta 40.000 pesetas y que cobraba el servicio a 5.000.
Francisco Baena, letrado del juez Rico Lara, le preguntó si conocía a Jorge Cadaval. El joven ratificó que estuvo a punto de mantener relaciones sexuales con él. “Llegué a bajarme los pantalones", dijo. Pero agregó que Cadaval desistió justo cuando el menor le dijo su edad: “Tengo 16 años". Aquel juicio duró 5 meses. La expectación mediática fue máxima.
La sentencia
El 19 de marzo de 1998, tres años después de aquella denuncia que destapó un escándalo de prostitución de menores, se conoció la sentencia del ‘caso Arny’, de 72 páginas. En ella se reconoció la absolución de los acusados más famosos. La Audiencia de Sevilla no halló pruebas contra 32 de los procesados.
Consideró que las contradicciones y, en algunos casos, la “animadversión" de los testigos hacia varios de ellos obligaba a dejar libre a la mayoría de los trabajadores del Arny y a casi todos los clientes, entre ellos Jesús Vázquez, Javier Gurruchaga, Jorge Cadaval, el juez de menores Manuel Rico Lara y Antonio Tejado.
Sin embargo, en el caso del marqués de Sotohermoso y Villalonga, el tribunal estimó que la “mantenida y sincera declaración" del Testigo 48 “transmitió la convicción necesaria" de que mantuvo un encuentro sexual con el acusado. Ramón de Carranza fue condenado a un año de prisión.
El fallo explicaba por qué se condenó a los seis clientes que se pudo demostrar que mantuvieron relaciones sexuales con menores en el Arny. Uno de ellos, Manuel Mora Waflar, ni siquiera llegó a mantenerlas debido a un incidente con dos chicos sobre quién debía realizar a quién el coito. El tribunal consideró que la mera negociación del precio del acto sexual era en sí misma la incitación a la prostitución.
El Testigo 1, el chico que había dado origen al caso con su denuncia a un antiguo amante, fue castigado en aquella sentencia. El tribunal dijo que no merecía "absolutamente ninguna credibilidad” por las “múltiples declaraciones prestadas y contradicciones en que ha incurrido, ignorándose cuándo ha dicho la verdad, si es que alguna vez la ha dicho".
En la actualidad, a José Antonio Sánchez Barriga se le ha perdido la pista. En noviembre de 2005 admitió una pena de 15 años de prisión por matar a un cliente de 72 años tras golpearle y robarle el coche en el que se vieron.
La condena más dura recayó sobre el dueño del Arny, Carlos Saldaña. Le fijaron 33 años de cárcel. 18 de ellos por haber facilitado en su negocio seis relaciones sexuales entre clientes y menores. Los 15 años restantes, por los cinco actos mantenidos por él mismo con chicos que no tenían la mayoría de edad.
Sin embargo, ese hombre que ahora separa la basura entre los distintos contenedores en el centro de Sevilla sólo cumplió ocho años de prisión. La sentencia fijó el máximo de pena en el triple de la condena por el delito de mayor gravedad. Ahora vive solo en su piso del centro de la capital andaluza y no quiere hablar del caso. Su amigo Domingo Arnaldo Concha, el bailarín argentino que dio nombre al pub Arny, murió de un infarto el 19 de febrero de 2008. Nunca el diminutivo de un nombre levantó un escándalo similar en España.
-¿Es usted Carlos Saldaña? Me dicen que vive en este edificio, pero no sé en qué puerta exactamente.
-Sí, ¿qué quiere?
-Soy periodista.
-¿Y qué?
-En unos meses se cumplen 25 años del ‘caso Arny’. Usted era dueño de aquel pub y el que recibió la condena más alta de todos los implicados. Me gustaría hablar unos minutos con usted.
-No tengo ningún interés en hablar de aquello, lo siento.
-No le quitaría más de cinco o diez min… [Aquella voz todavía sin rostro interrumpe de forma brusca sin dejar terminar la frase]
-No me interesa. Sólo quiero olvidar aquello. Lo siento.
Carlos Saldaña, educado, da por acabada la conversación. No quiere remover el pasado para volver atrás un cuarto de siglo, cuando, tras romper con su vida anterior, dejar a su mujer y a su hija, regentaba un pub de ambiente gay en la calle Trastamara de Sevilla. En febrero de 1995, hace ahora 25 años, José Antonio Sánchez Barriga, un adolescente de 16 años, denunció ante la Policía que en aquel local se le indujo a prostituirse entre los clientes. A él y a otros menores.
Aquella denuncia destapó un escándalo que era real pero, a su vez, generó otro: a determinados personajes reconocidos y famosos de la sociedad pública española de aquel momento se les señaló injustamente para manchar su imagen, como se demostraría meses después durante un juicio que llenó horas y horas de televisión, ocupó titulares de periódicos y se coló en las tertulias de las radios.
En una España aún con los prejuicios de una época pasada y homófoba, se acusó directamente al presentador Jesús Vázquez, al humorista Jorge Cadaval, de Los Morancos, al cantante Javier Gurruchaga, a Antonio Tejado (hermano de María del Monte) o al juez de menores Manuel Rico Lara. Su culpa era ser homosexuales. Nada más. Por la calle alguna gente les llamaba pederastas.
Aunque el testimonio de aquel joven aireó una realidad que sí existía, en su declaración había gran parte de mentira. Finalmente, se llegó a juicio dos años después. Todos esos rostros conocidos de la televisión resultaron absueltos. Pero pagaron una factura demasiada cara ante la sociedad. Jesús Vázquez estuvo dos años sin trabajar. “Fue una muerte social y laboral atroz”, reconoció el artista en enero del año pasado en el programa ‘Chester’, de Risto Mejide.
De los 49 procesados, 33 resultaron absueltos. El principal condenado, al que se le impuso una pena de 33 años de prisión, fue ese hombre de pelo canoso que se lo recoge en un coletilla en la nuca y al que esta semana encontró El Español caminando por el centro de Sevilla cuando se disponía a tirar la basura.
El hombre, ya mayor, ha salido de una edificio próximo a la Alameda de Hércules, probablemente la zona más alternativa y moderna de la capital andaluza. Su casa no está muy lejos de donde estaba el pub que acabaría cambiando su vida. A pie no tardaría más de 15 o 20 minutos en llegar.
Tras el no dado a través del telefonillo de su casa, probamos de nuevo en la calle. Pero Carlos Saldaña, visiblemente enfadado por la llegada de un periodista y un fotógrafo, rechaza hablar del caso y de cómo ha vivido estos últimos 25 años.
“Ni un café ni leches. Aquello es pasado y no tengo nada de qué hablar. Déjeme en paz”.
El escándalo
Febrero de 1995. Sevilla, moderna pero antigua, bonita pero cruel, todavía se relamía por el buen sabor de boca que le dejó la feria internacional de la Expo del 92. Tras aquel acontecimiento, volvía a estar en boca de todo el mundo, fuera y dentro de España.
Pero la confesión del adolescente tres años más tarde iba a provocar un seísmo social en la capital andaluza. José Antonio Sánchez Barriga contó que en varios pubs de Sevilla, entre ellos el Arny, Valentino y 27, todos muy cerca uno del otro, se prostituían menores con clientes adultos. El pub Arny era una expresión vital de Carlos Saldaña, su dueño: lo había montado después de confesarle a su mujer que era gay, abandonar la casa y dejar en ella a su esposa y a una hija.
A la declaración de aquel menor, al que se le empezó a conocer como Testigo 1, se sumaron las de otros adolescentes sevillanos. José Antonio Sánchez Barriga señaló, entre otros clientes, al juez de Menores Rico Lara, el mismo que le había retirado la guarda y custodia a la madre de éste y que lo había internado en un centro.
Poco a poco, según iba avanzando la investigación policial y se tomaba declaración a otros testigos, la prensa fue aireando los nombres que daban los adolescentes. La sociedad española quedó atrapada con aquel escándalo.
La historia de ese pub se remonta a los primeros años de la década de los 90, cuando Carlos Saldaña y su amigo Domingo Arnaldo, argentino, decidieron abrir un local de ambiente gay frente a la estación de autobuses de Sevilla. El diminutivo de Arnaldo dio nombre al bar Arny, que pronto extendió su fama en la capital andaluza gracias, entre otras razones, a su llamado bingo loco musical. Se trataba de una especie de sorteo de chicos para mantener relaciones sexuales entre sí. Tuvo un gran éxito entre la clientela del local.
“Los chicos hacían unos seis o siete servicios cada noche, por los que cobraban entre 5.000 y 8.000 pesetas. Allí había colas", declaró un camarero del pub ante la Policía, que llevó a cabo un operativo dentro del establecimiento en octubre de 1995, ocho meses después de aquella primera denuncia.
El germen del caso está en el testimonio de José Antonio Sánchez Barriga, que denunció a un antiguo amante al que había conocido en La Algaba, un pueblo sevillano. El menor, por aquel entonces, tenía 13 años.
La fiscal Marta Valcárcel dijo en su escrito de acusación que el Testigo 1 mantuvo relaciones sexuales con él “a cambio de regalos y dinero". Con sus declaraciones puso en marcha el caso que más morbo levantó en aquella España.
Cuando la Policía comenzó a investigar, Jesús Vázquez recibió una llamada a su casa. Se puso su madre. Alguien de un juzgado de Sevilla le dijo que su hijo debía presentarse al día siguiente si no quería que se dictara una orden de ingreso en prisión contra él de manera inmediata. “Pero hijo mío, ¿qué has hecho?", preguntó la señora. El escarnio público empezó en ese momento. Vázquez nunca había puesto un pie en aquel local.
El juicio
El juicio arrancó en septiembre de 1997 en la Audiencia Provincial de Sevilla. Hubo 49 acusados. 29 de ellos eran clientes. Las vistas se celebraron a puerta cerrada. Sin público ni prensa. Los tres nombres que más impacto habían generado eran los de Jesús Vázquez, Jorge Cadaval y Javier Gurruchaga, que se sentaron en el banquillo de los acusados por supuesta corrupción de menores. Pero hubo otros que también generaban interés, como el de Ramón de Carranza y Villalonga, marqués de Sotohermoso, o el catedrático de Derecho Santiago Oliveros Lapuerta.
Aquel tiempo de martilleo social y mediático por parte de una parte de la prensa española sirvió para que Vázquez y Cadaval tejieran una amistad que todavía hoy perdura. “Jorge me salvó la vida en ese momento porque estuve viviendo en su casa", explicó el presentador ante Risto Mejide. “Nunca supe por qué me imputaron, por qué yo. Al final he querido pensar que fue el último coletazo de la España de la caverna para asestarle un golpe a la homosexualidad".
El caso levantó tanto interés que se mercadeó con la información. Hasta cinco periódicos, entre ellos ‘El País’ o ‘El Mundo’, recibieron llamadas de presuntos representantes de testigos y acusados. Llegaban a pedir 600.000 pesetas por hablar. Los directores de programas televisivos competían por hacerse con el testimonio de algún implicado y se lamentaban cuando aparecía en un canal de la competencia.
Durante el juicio, se constató que era cierto que en aquellos tres pubs, entre ellos el Arny, se prostituían menores de edad a cambio de dinero. Pero también se evidenció que muchas de las acusaciones estaban basadas en mentiras y en una cierta gana de inflar el caso. Algunos de los testigos se retractaron y otros entraron en evidentes contradicciones.
Uno de los testimonios más reveladores fue el del Testigo 10. Cuando llegó el juicio ya tenía 18 años. Le apodaban ‘el Caqui’. Era un ladrón y un consumidor habitual de cocaína. Acusó a 12 clientes. Dijo que se había acostado en un hotel con el cantante y actor Javier Gurruchaga. También reconoció en una foto al juez de Menores Manuel Rico Lara. Aseguró que era "ese médico bajito con barba que salía en la tele" y que iba por el Arny.
Los letrados de la defensa se agarraron a la propia declaración de ‘el Caqui’ ante la Policía. En ella admitió que durante los reconocimientos iba "puesto de coca hasta los ojos". También reconoció que cuando iba al Arny consumía constantemente cocaína y heroína. ‘El Caqui’ era conocido como jefe de una banda de atracadores de repartidores de pizzas. Admitió que en sus “mejores noches” ganaba hasta 40.000 pesetas y que cobraba el servicio a 5.000.
Francisco Baena, letrado del juez Rico Lara, le preguntó si conocía a Jorge Cadaval. El joven ratificó que estuvo a punto de mantener relaciones sexuales con él. “Llegué a bajarme los pantalones", dijo. Pero agregó que Cadaval desistió justo cuando el menor le dijo su edad: “Tengo 16 años". Aquel juicio duró 5 meses. La expectación mediática fue máxima.
La sentencia
El 19 de marzo de 1998, tres años después de aquella denuncia que destapó un escándalo de prostitución de menores, se conoció la sentencia del ‘caso Arny’, de 72 páginas. En ella se reconoció la absolución de los acusados más famosos. La Audiencia de Sevilla no halló pruebas contra 32 de los procesados.
Consideró que las contradicciones y, en algunos casos, la “animadversión" de los testigos hacia varios de ellos obligaba a dejar libre a la mayoría de los trabajadores del Arny y a casi todos los clientes, entre ellos Jesús Vázquez, Javier Gurruchaga, Jorge Cadaval, el juez de menores Manuel Rico Lara y Antonio Tejado.
Sin embargo, en el caso del marqués de Sotohermoso y Villalonga, el tribunal estimó que la “mantenida y sincera declaración" del Testigo 48 “transmitió la convicción necesaria" de que mantuvo un encuentro sexual con el acusado. Ramón de Carranza fue condenado a un año de prisión.
El fallo explicaba por qué se condenó a los seis clientes que se pudo demostrar que mantuvieron relaciones sexuales con menores en el Arny. Uno de ellos, Manuel Mora Waflar, ni siquiera llegó a mantenerlas debido a un incidente con dos chicos sobre quién debía realizar a quién el coito. El tribunal consideró que la mera negociación del precio del acto sexual era en sí misma la incitación a la prostitución.
El Testigo 1, el chico que había dado origen al caso con su denuncia a un antiguo amante, fue castigado en aquella sentencia. El tribunal dijo que no merecía "absolutamente ninguna credibilidad” por las “múltiples declaraciones prestadas y contradicciones en que ha incurrido, ignorándose cuándo ha dicho la verdad, si es que alguna vez la ha dicho".
En la actualidad, a José Antonio Sánchez Barriga se le ha perdido la pista. En noviembre de 2005 admitió una pena de 15 años de prisión por matar a un cliente de 72 años tras golpearle y robarle el coche en el que se vieron.
La condena más dura recayó sobre el dueño del Arny, Carlos Saldaña. Le fijaron 33 años de cárcel. 18 de ellos por haber facilitado en su negocio seis relaciones sexuales entre clientes y menores. Los 15 años restantes, por los cinco actos mantenidos por él mismo con chicos que no tenían la mayoría de edad.
Sin embargo, ese hombre que ahora separa la basura entre los distintos contenedores en el centro de Sevilla sólo cumplió ocho años de prisión. La sentencia fijó el máximo de pena en el triple de la condena por el delito de mayor gravedad. Ahora vive solo en su piso del centro de la capital andaluza y no quiere hablar del caso. Su amigo Domingo Arnaldo Concha, el bailarín argentino que dio nombre al pub Arny, murió de un infarto el 19 de febrero de 2008. Nunca el diminutivo de un nombre levantó un escándalo similar en España.
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