2021/03/25

DOCUMENTACIÓN | EXPOSICIONES | LOS RELOJES ENAMORADOS DE FÉLIX GONZÁLEZ-TORRES

Los relojes enamorados de Félix González-Torres.
El Macba realiza una lectura política de la obra del artista minimalista, fallecido en 1996, en una exposición con 40 de sus creaciones.
José Ángel Montañés | El País, 2021-03-25
https://elpais.com/cultura/2021-03-25/los-relojes-enamorados-de-felix-gonzalez-torres.html 

‘Perfect Lovers’ es una obra formada por dos enormes relojes de pared idénticos, pegados uno a otro, sincronizados en la misma hora, que, con el paso del tiempo, por el desgaste y la pérdida de energía, empezarán a perder sincronía y acabarán marcando horas diferentes. Lo más terrible sería que uno de ellos se parara para siempre, mientras el otro continuara con su lento caminar. La pieza, realizada en 1991 por el artista Félix González-Torres (Guáimaro, Cuba, 1957 – Miami, 1996), es la sutil y poética representación de una relación de amor entre iguales, amantes perfectos para él, que intentan seguir adelante pese a las dificultades y la enfermedad.

González-Torres, vivió el mundo ‘underground’ neoyorquino de los años ochenta y creó instalaciones minimalistas a partir de bombillas, pilas de papel, montones de caramelos multicolores, espejos, cortinas y vallas publicitarias marcadas por un activismo cultural que buscaba desafiar y provocar al espectador. Sus obras, pocas, por la brevedad de su vida, pero muy conocidas, imprescindibles para entender el arte actual por sus críticas al conservadurismo social y la homofobia, son las protagonistas de la exposición ‘Félix González-Torres. Política de la relación’ que el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, Macba, le dedica hasta el 12 de septiembre.

La vida y la obra de González-Torres son conocidas en España desde que, en 1995, poco antes de fallecer, el Centro Gallego de Arte Contemporáneo, bajo la dirección de Gloria Moure y comisariada por Nancy Spector, conservadora del Guggenheim de Nueva York, le dedicara una gran exposición. De hecho, ARCO le rindió homenaje en la edición del año pasado y en Madrid se pudieron ver media docena de vallas publicitarias repartidas por la ciudad con una de sus obras más conocida ‘Untitled. It’s just a matter of time’ (‘Solo es cuestión de tiempo’) una frase escrita en 1992 en letra gótica (identificada con el nazismo) sobre un fondo negro, que avisa de la amenaza que supone la extrema derecha y el populismo, pero que interpela de forma diferente a quien la lee.

Pero Tanya Barson, comisaria de la muestra y conservadora jefa del Macba, ha reunido 40 de las obras de González-Torres para realizar una nueva lectura más allá de la de un artista neoyorquino de los ochenta, que es como se ha presentado hasta ahora. Las ha agrupado en cuatro ámbitos para poner el acento de su relación con España (él y su hermana vivieron en Madrid a comienzos de los años setenta), con el continente americano y el Caribe, además de cuestiones como memoria, la autoridad, la libertad y la identidad nacional. “Para González-Torres lo que es personal es político y en sus obras explora, de forma sutil, el diálogo entre lo que es privado e invisible y lo que es público. Su obra está llena de capas, que van de lo superficial a lo profundo”, explica Barson.

Como la de los relojes enamorados que, recién colocados, marcan de forma sincronizada la misma hora y presiden la primera de las salas de la exposición en la que se analiza su compromiso político, con obras que denuncian la cultura autoritaria, el fascismo, el conservadurismo social y la represión a la comunidad gay. “Unas actitudes que pueden remitir a los Estados Unidos durante la crisis del sida en los años ochenta y noventa, aunque en España hubo una represión análoga en tiempos de Franco y posteriormente”, comenta Barson.

Muchas de las obras de González-Torres son pilas de papel con imágenes o palabras que tienen que ver con el odio, la censura y la discriminación. De entrada, parecen formas sólidas, pequeños pedestales sin escultura, pero pronto se comprueba que son acumulaciones de cientos de láminas iguales, que, a diferencia de lo que se espera en un museo, el visitante puede llevarse. “Tiene que ver con el concepto de libertad que defendía González-Torres”, insiste Barson. También con su idea de socavar el mercado del arte, en el que se sentía como un espía y un intruso. González-Torres decía: “Necesito al espectador, necesito la interacción. Sin el público estas obras no son nada. Pido a la gente que me ayude, que asuma la responsabilidad, que se lleve parte de mi trabajo”.

Es lo mismo que ocurre con sus montones de caramelos. Como en ‘Untitled (Blue Placebo)’ (1991) en la que 130 kilos de dulces envueltos en celofán forman un enorme mar azul que están a disposición del visitante (se pueden coger previa desinfección con hidrogel). “Azul es sinónimo para González-Torres de amor, belleza, pero también miedo. Esta obra, como la cortina de agua, ‘Untitled (Water)’, de 1995, que hay que cruzar para seguir avanzando, remiten a la idea de viaje, emigración, exilio, turismo y huida y en una ciudad como Barcelona, funcionan como metáforas”, prosigue Barson.

Una pandemia, la del sida, como a muchos otros artistas homosexuales neoyorquinos del momento, le cambió y le costó la vida. En 1991, Ross, su pareja, fallece por esta enfermedad. En los cinco años siguientes, hasta que él fallece por los efectos también del sida, realiza una serie de obras en su recuerdo. Como ‘Untitled (Portrait of Ross in L.A.)’, formada por una montaña de caramelos apilados en una esquina que pesan 79,3 kilos, los mismos que pesaba Ross. Los visitantes pueden cogerlos y comérselos por lo que, como su pareja, el peso va descendiendo, aunque, para él, todo el que coge uno de estos dulces se lleva parte de Ross para siempre.

Esta pieza no ha viajado a Barcelona, pero si ‘Untitled (Para Un Hombre En Uniforme)’, de 1991, una de las pocas obras suyas tituladas en castellano, en la que 100 kilos de chupachups aparecen envueltos en los colores de la bandera estadounidense. Está en la sala en la que se habla de patriotismo, militarismo, machismo y deseo homoerótico, así como del sentimiento nacionalista que generan en la sociedad los monumentos. En este sentido la pieza más sorprendente de la muestra es, quizá, ‘Untitled (Go-Go Dancing Platform)’, de 1991, en la que un go-go baila sobre una plataforma vestido solo con un minúsculo bañador de lamé plateado. Baila al son de la música que solo escucha desde su dispositivo electrónico. Pero solo lo hará cinco minutos al día y a una hora imprevista. Por lo que seguro que, a más de uno, la presencia inesperada del erótico bailarín le hará atragantarse con uno de los caramelos participativos de González-Torres.

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