1977/10/10

DOCUMENTACIÓN | DERECHOS | AMNISTÍA INTERNACIONAL, PREMIO NOBEL DE LA PAZ 1977

Amnesty Internacional, premio Nobel de la Paz 1977.
Juan Cruz | El País, 1977-10-10

https://elpais.com/diario/1977/10/11/sociedad/245372409_850215.html

Amnistía Internacional ganó ayer el Premio Nobel de la Paz, quince años después de su fundación. Las Mujeres de la Paz del Ulster obtuvieron también el suyo, con efecto retroactivo, correspondiente a 1976. Este segundo organismo pacificador comenzó a funcionar hace poco más de un año. El reconocimiento del Nobel le ayudará a seguir su tarea en la provincia británica. El número de sus miembros ha disminuido en los últimos meses y su reciente asamblea, celebrada hace dos días, sólo contó con doscientos delegados. La primera reacción de Amnistía al conocer la noticia de que le había correspondido el premio, fue la de recordar que 1977 es el año de los «Prisioneros de conciencia» y de que el próximo será el de la «Lucha contra la pena de muerte». En ambos casos, España les merece especial atención.

«En realidad -dijo a El País Martin Enrials, secretario general de AI- este premio nos anima tanto a los que trabajamos en Londres como a aquellos que colaboran con nosotros desde todo el mundo. Pero sobre todo, conforta a los prisioneros de conciencia, que con este reconocimiento podrían considerar que han ganado una nueva batalla contra su encarcelamiento»

Martín Ennalg lleva una decena de años al frente de AI. Nos señaló que el triunfo de Amnistía era una victoria de los derechos humanos y de quienes luchan por su respeto.

Pero, sobre todo, dijo: «Es un reconocimiento para nuestros miles de miembros que trabajan en el anonimato en 35 países, entre ellos España, para lograr la liberación de quienes sufren prisión por defender pacíficamente sus ideales»

El Premio Nobel no va a institucionalizar a Amnistía -nos dijo Ennals-. Seguiremos trabajando como siempre, con el único deseo de que en un futuro inmediato nuestra dedicación ya no sea necesaria. Más que la del Premio Nobel, la mejor noticia que podría tener esta organización sería la de que ya no hay más prisioneros de conciencia en el mundo. Ahora bien, es obvio que con las 70.000 libras (unos doce millones de pesetas) que nos van a dar podremos seguir haciendo mucho por esas personas.»

Preocupación por España

Amnistía Internacional sigue preocupada por la situación en España, a pesar de que, nuestro país ha sido motivo de satisfacción en algunas ocasiones recientes. Hace una semana, AI se dirigió a las autoridades españolas para que considerasen la cuestión de los objetores de conciencia que hay en prisión sobre todo, en Figueras, por negarse a la práctica militar. En este momento, hay dieciocho presidiarios en esas condiciones adoptados por Amnistía, que sigue considerando denuncias por malos tratos de detenidos contra policías.

«Por supuesto -dice Ennals- cualquier noticia de que va a haber movimientos favorecedores de la amnistía en España son recibidos calurosamente por nuestra organización. Lo que nos gustaría ver en el caso de los objetores de conciencia, es que el Gobierno Español encuentre fórmulas que impidan que esas personas, tengan que ir a prisión por defender sus convicciones. En ese problema, su país no está solo. Naciones como Suecia, Suiza y Francia, tienen prisioneros de conciencia que nosotros quisiéramos ver liberados este mismo año. Cualquier sociedad debe ser lo suficientemente fuerte como para permitir que coexistan en ella personas que no comparten las creencias de las mayorías. Las minorías tienen derecho a tener a su propia expresión religiosa o cívica.»

El recibimiento del Premio Nobel de la Paz quizá coincida en Estocolmo en diciembre con una conferencia internacional que AI ya ha organizado para proclamar su campaña del año próximo contra la pena de muerte. Habrá españoles entre los asistentes a esa asamblea. España será uno de los países a los que se les va a pedir que revisen con urgencia su Código Penal; en este aspecto, Francia es otro país que lo necesita. Amnistía sigue «sin filosofía y sin Biblia. Defendemos los derechos humanos donde quiera que se violen. Ese es nuestro objetivo», según afirma Martin Ennals. En ese sentido, es obligación de la entidad que ha ganado este año el Premio Nobel de la Paz recordarle a España, como reciente signatario del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que en esa carta se garantiza que los que sufren juicios militares pueden ser defendidos y aconsejados por letrados civiles. AI considera que esa debe ser la práctica común en nuestro país.

Para Amnistía, el Premio Nobel no es sólo la recompensa a una idea, sino a una constancia casi titánica. Grupos que pertenecen a la organización tienen que superar la reticencia de dictaduras para investigar casos de tortura, desaparición de prisioneros y acusaciones generales contra regímenes que reprimen los derechos humanos principales.

No hay un país concreto que Martin Ennals quiera señalar como ejemplo de ser el que olvida más gravemente su compromiso con el respeto a los derechos humanos: «Esta es una cuestión internacional, cuya importancia está reconocida por el Este y el Oeste. El hecho de que este premio se nos haya dado en Occidente no significa que sea Occidente el que más aprecia nuestra labor. El Lenin de la Paz lo ganó este año Sean Machride, que había obtenido el Nobel previamente. Es una cuestión sin frontera la de los derechos humanos y hay que evitar que un bloqueo a un país se identifique a sí mismo como el único guardián de tales derechos.»

El reconocimiento que Ennais y sus 100.000 colaboradores anónimos de todo el mundo recibieron ayer certifica el carácter neutral que Peter Benenson le quiso dar a la organización cuando lanzó la idea de su creación en un periódico inglés, el ‘Observer’. Desde que, en 1961, lanzó la idea, hasta la fecha de la fundación oficial, en ese mismo año, que fue el idealismo de ayudar a los ‘prisioneros olvidados’, se ha convertido en la entidad en la que ponen sus esperanzas torturados, encarcelados y reprimidos políticos y sociales que sufren por pensar libremente.

Mujeres para la paz
Betty Willianis y Mairead Corrigan son las mujeres que iniciaron, el verano pasado, el movimiento ‘Gente para la Paz’, que ahora ha merecido el Premio Nobel de la Paz. Tras una euforia que llenó de manifestaciones pacifistas los pueblos de Inglaterra y de Irlanda, y encontró el apoyo de organizaciones internacionales, incluido el Senado estadounidense, los propios irlandeses se han olvidado de este movimiento y se temía que sus objetivos cayeran definitivamente en el vacío. Quizá el Premio Nobel de la Paz sirva para que aquellas dos mujeres recuperen la esperanza y el coraje con que comenzaron el año pasado. El movimiento nació con la muerte de tres niños, víctimas de un accidente típico del Ulster, un accidente provocado por la lucha entre soldados y terroristas. Desde entonces el esfuerzo de las señoras Williams y Corrigan fue de acabar con la lucha sectaria que hace posible esa guerra. Ayer, cuando ellas recibían la noticia del premio se velaba en el Ulster a una nueva víctima de esta confrontación. Quizá la recompensa que han recibido por otro lado les ayude a resistir, como Amnistía, muchos años en la lucha por la paz.

Los dos Premios Nobel de la Paz.
Editorial | El País, 1977-10-12

https://elpais.com/diario/1977/10/13/opinion/245545202_850215.html

Hay algo de sarcástico en que la fundación que allega los fondos de los que se nutre el Premio Nobel de la Paz tenga su origen en el descubrimiento y comercialización de un poderoso explosivo, que ha sido utilizado también como eficaz arma mortífera contra la vida humana; y también que en las lista de los galardonados con dicho premio figure un maestro tan destacado, en la teoría y en la práctica, de la ‘real politik’ y del uso ilimitado de los medios bélicos al servicio de una gran potencia como es Henri Kissinger. Y resulta muy comprensible que ese premio haya quedado vacante durante buen número de años, a partir del momento en que el Viejo Continente fue asolado por la Gran Guerra. Se diría, sin embargo, que la concesión, prácticamente en el mismo acto, de los Premios Nobel de la Paz de 1976 y 1977 a las fundadoras del Movimiento para la Paz en el Ulster y a la organización Amnistía Internacional marcan el camino para que esa recompensa -honorífica y material- adquiera definitivamente perfiles claros e indiscutibles.

Amnistía Internacional, creada en 1961, es una organización que ha crecido de manera espectacular en sus escasos años de existencia. Dispone de secciones en más de 35 países -la española espera todavía el reconocimiento de la Administración-, cuenta con cerca de 200.000 miembros, y su popularidad aumenta a medida que se conocen su ideario y sus gestiones para defender la dignidad humana en los cinco continentes. Amnistía Internacional es un molesto testigo para quienes ejercen el poder en el mundo entero. Su sistemático no alineamiento con los bloques de poder, las ideologías políticas y los Gobiernos la sitúan éticamente por encima de la sospecha de que sus continuas y fundadas denuncias de las violaciones de los derechos humanos por los Estados persiguen el descrédito de unos sistemas políticos en beneficio de otros. Naturalmente, el Poder siempre tiene la piel lo suficientemente encallecida como para atribuir, con todo descaro, esos aguijonazos a maniobras del enemigo. Las denuncias hechas por Amnistía Internacional de las torturas y persecuciones en los países llamados socialistas son atribuidas a los malvados designios de los servicios de inteligencia del mundo capitalista. Y a la inversa, las indagaciones realizadas sobre las desapariciones y las violaciones de los derechos humanos en el Cono Sur o en el África Austral son desautorizadas como maniobras comunistas.

Pero Amnistía Internacional sigue adelante con sus trabajos, que no hacen sino verificar los temores de sus fundadores. Efectivamente, la tortura se extiende con rapidez acelerada como medio habitual para tratar a los disidentes. Existen escuelas de torturadores; e incluso cooperación intergubernamental para la aplicación de métodos violentos de represión. Son decenas de miles los encarcelados por oponerse a sus Gobiernos, discrepar de la ideología o la religión oficiales, ejercer la libertad de expresión, negarse a aceptar la discriminación racial, y mientras, la pena de muerte sigue vigente en la inmensa mayoría de los Estados del planeta. Tal vez el Premio Nobel de la Paz de 1977 sirva, al menos en los países libres, para que nuevos sectores de la opinión pública conozcan la existencia no sólo de la organización, sino de los terribles hechos que justifican su nacimiento y crecimiento. Asimismo, puede potenciar la autoridad de Amnistía Internacional ante los Gobiernos que practican o toleran la violación de los derechos humanos, aumentar el número de sus socios y colaboradores y dar mayor eficacia a su estructura administrativa.

El Premio Nobel de 1976, por su lado, tiene aleccionadoras enseñanzas para países en los que el desbordamiento de las pasiones, los vínculos emocionales forjados por el recuerdo de los compañeros muertos, la visión deformada y enconada de la historia y la desesperación de los condenados a convertirse en profesionales de la violencia puede mantener viva una irracional guerra a muerte entre dos comunidades dentro del mismo Estado. Betty Williams y Mairead Corrigan crearon, hace poco más de un año, un movimiento contra la violencia y en favor de la reconciliación y la paz en el Ulster, que cuenta ya con miles de seguidores. En más de una ocasión, El País ha mantenido la tesis de que la situación en Euskadi no es comparable con la de Irlanda del Norte. Y es seguro que las posibilidades de que ese fatal parecido llegara a producirse algún día -el crimen de Guernica y la falta de valor cívico de algunos partidos y sectores de opinión vascos para denunciarlo constituyen un mal augurio- desaparecerían si un movimiento como el iniciado por esas dos valerosas mujeres surgiera también en el País Vasco.

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De la amnistía a la retirada de ETA.

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Patxo Unzueta | El País, 2015-11-20
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Gorka Angulo Altube | El Español, 2017-10-12
https://www.elespanol.com/opinion/tribunas/20171011/253594639_12.html

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