Hipodérmicas en Euskadi.
El inmigrante se emborrachaba el domingo; su hijo se pica durante la semana.
Rafael Castellano | El País, 1985-07-06
https://elpais.com/diario/1985/07/07/sociedad/489535207_850215.html
El inmigrante se emborrachaba el domingo; su hijo se pica durante la semana.
Rafael Castellano | El País, 1985-07-06
https://elpais.com/diario/1985/07/07/sociedad/489535207_850215.html
El alcalde de San Sebastián, Ramón Labayen, ha dicho que está dispuesto a llevar a los tribunales a quien afirme sin pruebas fehacientes que dicha ciudad está a la cabeza del consumo de droga en España. Sin embargo, el problema de las narcodependencias crece día a día en Euskadi, está en lenguas y esquinas y se supone que no es sólo debido a su condición consagrada de imparable marco por lo que se ha elegido a Donostia como sede del Congreso Internacional sobre Legislación y Drogas, clausurado ayer sábado y organizado por entidades de ámbito local e internacional.
En el País Vasco el tratamiento de la drogadicción lo aglutina en todas sus facetas el Centro Coordinador de Drogodependencias (DAK). Fuentes consultadas han criticado en este sentido una cierta inercia, que tiende a condensar el conflicto en el sector médico, cuando aquél desborda con mucho el campo estrictamente clínico. Existe cierta unanimidad, sobre todo por parte de familias de afectados, a la hora de propugnar la creación de comunidades de base, de barrio y de movimientos no médicos de tratamiento semejantes al CREA, comuna puertorriqueña de rehabilitación de drogadictos que funciona sin autoridad facultativa. "Eso sí, con fortísimas subvenciones oficiales", nos indicó un especialista vizcaíno. Dichas organizaciones autogestionarias están proliferando al margen o por debajo del DAK: Etorkintza y Dsarraska [¿?] son las más significativas. Pese a lo cual la epidemia se extiende y se hace escurridiza e inclasificable. Andoni Candina, director del sanatorio psiquiátrico de mujeres de Zaldíbar, señala que no hay que confiar en la aparente fijación de las narcosis en territorio urbano, dejándose llevar por una imagen idílica del campesino: "El alcoholismo de la mujer en el caserío es digno de consideración. Y sin ir más lejos tenemos a los arrantzales, que nadie hubiese creído hace unos años que iban a caer, y fíjese lo que está ocurriendo en Bermeo, en Ondaroa". En Ondarroa, hace unos meses, yonquis que querían desengancharse cubrieron las paredes del pueblo con carteles contra los traficantes.
Tierra adentro, José Miguel Calle, antes capitán de la mercante y hoy jefe de la Policía Municipal de Eibar, afirma que "esto se puede erradicar. Yo me los he quitado de encima". Con todo, los trapicheros huidos de la villa armera hallaron nueva guarida a cinco kilómetros escasos, en Elgoibar, otra localidad acribillada por la hipodérmica. Para el jefe de la policía eibarresa -"Es que era descarado, oiga, aquí mismo, en la plaza Unzaga, vendiendo a la luz del día"- es cuestión de infraestructura. Reconoce que los municipales están más introducidos que otros cuerpos en el pueblo, lo cual les facilita información directa. "Es posible", dijo que en otros lugares, en Sevilla, por ejemplo, haya más tráfico; pero aquí la gente está más concienciada, reacciona más contra la droga, y en este sentido resultaría equivocado quitarle, como se ha pretendido, competencias a la Policía Municipal y a la Ertzantza". No cabe duda de que, más que al calabozo o la detención, lo que teme el camello en Euskadi es la notoriedad. Que se le señale por la calle.
El farmacéutico, famoso en el campo de la literatura [Raúl Guerra Garrido], prefiere guardar el anonimato en un tema concreto que conoce bien y al mismo tiempo le desagrada. Recuerda que en un congreso farmacológico celebrado en Madrid en 1973 un norteamericano, Hiram R. Hagger, pronosticó el auge imparable de las drogodependencias en España en breve plazo. "Tienen seis años para defenderse", especificó. Profecía cumplida. Pandilleros y ‘colguetas’ merodean las boticas en la periferia donostiarra: Alza, Pasai Antxo, Rentería. Relata nuestro farmacéutico: "Aunque en el ‘ojo de boticario’ siempre hay ampollas de clorhidrato de morfina, los tíos han llegado a permitirse el lujo de pasar de ellas, de tirarlas, de despreciarlas; lo que se inyectaba nuestro común amigo Sherlock Holmes lo consideran una mariconada". Prefieren los sustitutivos, la metadona, las anfetaminas. "En lo que son expertos es en las mezclas con alcohol. Se hacen ‘cócteles’. Y lo realmente extraño es que de estos mejunjes derive tan poca mortalidad". Luego analiza: "Siempre que se adoptan miméticamente las costumbres de una sociedad de uso y consumo, además de con las virtudes se carga con los defectos. En la generación anterior aquí el inmigrante se emborrachaba el domingo. Pero el resto de la semana tenía que trabajar para comer. Ése era su problema: comer, y no picarse". El hijo de esa inmigración anterior es el que se está drogando ahora. Un cierto estado, según nuestro boticario, se lo permite. "No es que nade en la abundancia, pero tiene cubiertas unas necesidades mínimas de las que el padre, que vino aquí en busca de un futuro, carecía".
'El furgón del gitano'
Luego refiere el caso del llamado furgón del gitano. "En Rentería, los domingos", dice, "la farmacia que está de guardia ve que en un momento dado, de golpe, se le forma una cola pidiendo jeringuillas para insulina. Y se comenta: "¿Qué, ya ha pasado el furgón del gitano?”. Aunque se desconoce a qué o a quién se refiere el remoquete, lo cierto es que "pasa, reparte el género y se nos forma una cola de diabéticos repentinos: es un rito establecido al que sólo faltan los horarios fijos". Días después de esta conversación, en la periferia donostiarra se desarticulaba una banda de presuntos narcotraficantes cuya etnia se correspondía con la aludida por la germanía popular. Azares.
Todo este biombo, al que se podría agregar esa luz permanente en el domicilio social de El Patriarca, en Pamplona, de noche, signo de que allí siempre se vela por lo que pudiera ocurrir, no constituye sino una síntesis de una problemática compleja y oscura que sobre los vascos se cierne. Los alcaldes pueden tomar medidas contra una estadística a veces enojosa, pero ello no eclipsará la realidad cotidiana. Cuando el profesor Antonio Beristain, incansable pionero en simposios y jornadas de criminología, drogadicción y delincuencia juvenil en Pau, Bayona y el propio San Sebastián, sugiere que este congreso internacional acerca de narcodependencias y leyes se celebre en Donostia no hace sino ratificar un escenario idóneo para discutir una vez más un fenómeno que ya empieza a hacerse viejo.
En el País Vasco el tratamiento de la drogadicción lo aglutina en todas sus facetas el Centro Coordinador de Drogodependencias (DAK). Fuentes consultadas han criticado en este sentido una cierta inercia, que tiende a condensar el conflicto en el sector médico, cuando aquél desborda con mucho el campo estrictamente clínico. Existe cierta unanimidad, sobre todo por parte de familias de afectados, a la hora de propugnar la creación de comunidades de base, de barrio y de movimientos no médicos de tratamiento semejantes al CREA, comuna puertorriqueña de rehabilitación de drogadictos que funciona sin autoridad facultativa. "Eso sí, con fortísimas subvenciones oficiales", nos indicó un especialista vizcaíno. Dichas organizaciones autogestionarias están proliferando al margen o por debajo del DAK: Etorkintza y Dsarraska [¿?] son las más significativas. Pese a lo cual la epidemia se extiende y se hace escurridiza e inclasificable. Andoni Candina, director del sanatorio psiquiátrico de mujeres de Zaldíbar, señala que no hay que confiar en la aparente fijación de las narcosis en territorio urbano, dejándose llevar por una imagen idílica del campesino: "El alcoholismo de la mujer en el caserío es digno de consideración. Y sin ir más lejos tenemos a los arrantzales, que nadie hubiese creído hace unos años que iban a caer, y fíjese lo que está ocurriendo en Bermeo, en Ondaroa". En Ondarroa, hace unos meses, yonquis que querían desengancharse cubrieron las paredes del pueblo con carteles contra los traficantes.
Tierra adentro, José Miguel Calle, antes capitán de la mercante y hoy jefe de la Policía Municipal de Eibar, afirma que "esto se puede erradicar. Yo me los he quitado de encima". Con todo, los trapicheros huidos de la villa armera hallaron nueva guarida a cinco kilómetros escasos, en Elgoibar, otra localidad acribillada por la hipodérmica. Para el jefe de la policía eibarresa -"Es que era descarado, oiga, aquí mismo, en la plaza Unzaga, vendiendo a la luz del día"- es cuestión de infraestructura. Reconoce que los municipales están más introducidos que otros cuerpos en el pueblo, lo cual les facilita información directa. "Es posible", dijo que en otros lugares, en Sevilla, por ejemplo, haya más tráfico; pero aquí la gente está más concienciada, reacciona más contra la droga, y en este sentido resultaría equivocado quitarle, como se ha pretendido, competencias a la Policía Municipal y a la Ertzantza". No cabe duda de que, más que al calabozo o la detención, lo que teme el camello en Euskadi es la notoriedad. Que se le señale por la calle.
El farmacéutico, famoso en el campo de la literatura [Raúl Guerra Garrido], prefiere guardar el anonimato en un tema concreto que conoce bien y al mismo tiempo le desagrada. Recuerda que en un congreso farmacológico celebrado en Madrid en 1973 un norteamericano, Hiram R. Hagger, pronosticó el auge imparable de las drogodependencias en España en breve plazo. "Tienen seis años para defenderse", especificó. Profecía cumplida. Pandilleros y ‘colguetas’ merodean las boticas en la periferia donostiarra: Alza, Pasai Antxo, Rentería. Relata nuestro farmacéutico: "Aunque en el ‘ojo de boticario’ siempre hay ampollas de clorhidrato de morfina, los tíos han llegado a permitirse el lujo de pasar de ellas, de tirarlas, de despreciarlas; lo que se inyectaba nuestro común amigo Sherlock Holmes lo consideran una mariconada". Prefieren los sustitutivos, la metadona, las anfetaminas. "En lo que son expertos es en las mezclas con alcohol. Se hacen ‘cócteles’. Y lo realmente extraño es que de estos mejunjes derive tan poca mortalidad". Luego analiza: "Siempre que se adoptan miméticamente las costumbres de una sociedad de uso y consumo, además de con las virtudes se carga con los defectos. En la generación anterior aquí el inmigrante se emborrachaba el domingo. Pero el resto de la semana tenía que trabajar para comer. Ése era su problema: comer, y no picarse". El hijo de esa inmigración anterior es el que se está drogando ahora. Un cierto estado, según nuestro boticario, se lo permite. "No es que nade en la abundancia, pero tiene cubiertas unas necesidades mínimas de las que el padre, que vino aquí en busca de un futuro, carecía".
'El furgón del gitano'
Luego refiere el caso del llamado furgón del gitano. "En Rentería, los domingos", dice, "la farmacia que está de guardia ve que en un momento dado, de golpe, se le forma una cola pidiendo jeringuillas para insulina. Y se comenta: "¿Qué, ya ha pasado el furgón del gitano?”. Aunque se desconoce a qué o a quién se refiere el remoquete, lo cierto es que "pasa, reparte el género y se nos forma una cola de diabéticos repentinos: es un rito establecido al que sólo faltan los horarios fijos". Días después de esta conversación, en la periferia donostiarra se desarticulaba una banda de presuntos narcotraficantes cuya etnia se correspondía con la aludida por la germanía popular. Azares.
Todo este biombo, al que se podría agregar esa luz permanente en el domicilio social de El Patriarca, en Pamplona, de noche, signo de que allí siempre se vela por lo que pudiera ocurrir, no constituye sino una síntesis de una problemática compleja y oscura que sobre los vascos se cierne. Los alcaldes pueden tomar medidas contra una estadística a veces enojosa, pero ello no eclipsará la realidad cotidiana. Cuando el profesor Antonio Beristain, incansable pionero en simposios y jornadas de criminología, drogadicción y delincuencia juvenil en Pau, Bayona y el propio San Sebastián, sugiere que este congreso internacional acerca de narcodependencias y leyes se celebre en Donostia no hace sino ratificar un escenario idóneo para discutir una vez más un fenómeno que ya empieza a hacerse viejo.
La droga nacional.
Congreso en San Sebastián sobre legislación y drogas.
José Luis Barbería | El País, 1985-07-06
https://elpais.com/diario/1985/07/07/sociedad/489535206_850215.html#?rel=listaapoyo
En Euskadi el consumo de alcohol se ha disparado hasta alcanzar niveles de alarma. Un informe elaborado por la Cámara de Comercio de Vizcaya sitúa en 179 litros de alcohol -vino, preferentemente- el consumo anual por persona de la población vasca adulta. Los estudios apuntan a un aumento significativo de las bebidas combinadas en detrimento de los brandis. El 16% de la población es alcohólico o bebedor excesivo, una frontera de límite impreciso, y el 60% puede ser considerado bebedor habitual. En palabras de Javier Aizpiri, director del Centro Coordinador de Drogodependencia (DAK), dependiente del Gobierno vasco, estamos asistiendo al final de la luna de miel de la heroína en un momento en que los alcohólicos aumentan sin cesar y se duplica el número de bares, uno por cada 186 habitantes.
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