1988/02/23

DOCUMENTACIÓN | POLÍTICA | ESCÁNDALO PÚBLICO

Escándalo público.
XXX · Cartas al Director | El País, 1988-02-23

https://elpais.com/diario/1988/02/24/opinion/572655607_850215.html 

El señor Miret Magdalena, un hombre de opiniones generalmente mesuradas y avanzadas en lo social, publica un decepcionante artículo sobre el escándalo público el día 16 de febrero. A estas alturas parece claro que la tipificación penal de dicho delito requiere un cambio urgente, que evite que siga siendo una represión de comportamientos indefinidos aplicada según el arbitrio de cada juez y su particular concepción de la moral pública. Pero, a mi juicio, hay que ir más allá. El mismo concepto de escándalo lo hace depender más del ojo del escandalizado que de la conducta del escandalizador. Un mismo acto puede escandalizar a unos y hacer reír a otros, pero este acto sólo será legalmente reprimido si se desvía de la moral supuestamente generalizada. De tal modo, este tipo de delitos se convierte en una forma de reprimir comportamientos que, sin suponer un daño para los demás (porque caso contrario ya vendrían recogidos en otro tipo penal), son desviados e incómodos para el colectivo. Al mismo tiempo, la existencia de tal delito supone hasta cierto punto la institucionalización de una moral pública de obligado cumplimiento. Y quizá no esté de más recordar la imposibilidad y la improcedencia de intentar una ecuación automática entre la moral y la ley. No todo lo inmoral debe ser legal, de la misma forma que no todo lo legal es moral a la vez. Y una sociedad avanzada se caracteriza precisamente por la tolerancia de comportamientos discrepantes o infrecuentes. Cada cultura anatematiza ciertas conductas o las reserva para la intimidad, todo lo cual cristaliza en forma de tabúes en los individuos. Pero defender que el Código Penal deba proteger los tabúes podría implicar, por ejemplo, procesar a quien coma cucarachas en público. El señor Miret habla de respetar la decencia. ¿Significa eso que debemos aplicar el Código Penal a los indecentes, a los desagradables, a los maleducados quizá? La coartada de Miret, consabida en estos casos, es proteger a los menores contra desviaciones ‘deseducativas’ como ver el acto sexual, lo cual podría llevar al niño a la tremebunda idea de que eso no sólo se hace en las películas.

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