Muere el diseñador Manuel Piña, víctima del sida.
El modista fue uno de los creadores españoles más conocidos internacionalmente.
El País | 1994-10-08
https://elpais.com/diario/1994/10/09/cultura/781657202_850215.html
El diseñador de moda Manuel Piña falleció en la madrugada de ayer, a los 50 años, en su pueblo natal de Manzanares (Ciudad Real), a consecuencia del sida, enfermedad que él mismo había asegurado padecer hace un año. El cadáver del modista será conducido hoy a Madrid para ser incinerado. Sus cenizas serán trasladadas el lunes a Manzanares, donde recibirán sepultura en el panteón fa miliar. Manuel Piña fue uno de los diseñadores españoles más internacionales. Sus diseños se caracterizaban por un modernismo clásico, utilizando el punto y los colores suaves en sus trabajos.
Desde que se conoció la noticia de la muerte de Manuel Piña, multitud de vecinos y amigos de Manzanares pasaron por el velatorio para mostrar su dolor por la muerte del modisto, que falleció vestido con un traje negro y camisa blanca, y rodeado de sus familiares, informa Luis Navarrete. Antes del verano del pasado año, Piña saltó a las primeras páginas de los diarios nacionales, explicando su deterioro físico a causa del sida. Desde entonces, se apartó por completo del mundo de la moda -con anterioridad había cerrado su industria- y se decidió a colaborar en la lucha contra el sida desde distintas organizaciones.
Su estado de salud se había agravado considerablemente en las últimas semanas. Había perdido prácticamente la visión del ojo que le quedaba sano, debido a un herpes ocular, según informaron amigos del diseñador. El pasado mes de abril, Manuel Piña decidió retirarse a la casa que le vio nacer, en el número 4 de la calle Virgen de Gracia de Manzanares. Allí, junto a su madre y el resto de su familia, pasó los últimos meses de su vida, como comentaba su hermano Felipe, "con fortaleza, costándole abandonar su mundo y sus amigos, pero con dignidad".
Autodidacto
Manuel Piña, uno de los más famosos diseñadores de moda españoles, nació en Manzanares (Ciudad Real) en 1944. Hombre hecho a sí mismo y autodidacta, sin estudios, comenzó a trabajar a los nueve años en una ferretería. A los veinte años marchó a Madrid, donde trabajó como vendedor de El Corte Inglés. Posteriormente se dedicó a vender géneros de punto. Más tarde montó un pequeño taller de fabricación de conjuntos de punto y poco después se lanzó a su diseño. Dedicó ocho años de su vida a este género textil. En 1979 presentó su primera colección en Barcelona. En 1981 abrió una tienda en Nueva York; una tienda neoyorkina le compró dos colecciones, valoradas en 18 millones de pesetas, que nunca le devolvieron. En 1982 fue su presentación en Madrid y en 1983 hizo su primera colección completa para Galerías Preciados. En 1987 se presentó en Italia, Alemania y Gran Bretaña. Un año más tarde abrió tienda en Madrid y al año siguiente se presentó en París y en Japón.
Esta carrera ascendente se vio frenada en 1990: tuvo que liquidar su pequeña empresa de 30 empleados, anunció su decisión de cesar en su trabajo como diseñador de ‘prêt-á-porter’ y cerrar su tienda de Madrid, todo ello a causa de estar inmerso en una grave crisis económica.
Manuel Piña achacó su fracaso económico a la falta de una industria textil nacional seria. La anulación de su contrato con una industria textil española, sólo dos meses después de haber firmado otro de 1.500 millones de pesetas con una empresa japonesa, después de muchos meses de conversaciones, rompió todas sus esperanzas a introducirse en el potente mercado japonés.
Tras la liquidación de su empresa decidió abrir un estudio de diseño y dedicarse a la creación de una colección de zapatos y gafas. En estas mismas fechas recibió el encargo de Correos de diseñar el nuevo uniforme de los carteros españoles.
Mostró siempre una afición particular a celebrar sus desfiles en escenarios poco habituales: utilizó el circo, el ferrocarril, el Liceo de Barcelona, etcétera, creando siempre un espectáculo audiovisual con la incorporación de música, luces y la actuación de las modelos. Ya en su primer desfile, organizado en el año 1979 en el barcelonés teatro del Liceo, dentro del certamen de moda del Mediterráneo, debutó poniendo alto su propio listón y corroborando tres años después, en 1982, en otra de sus pasarelas antológicas, montada en la carpa de la Ciudad de los Muchachos, en Madrid, el instinto de su mano costurera.
Manuel Piña buscó una mujer nueva a la que dirigir sus diseños, una mujer real y fuerte. La mujer que salió de sus manos emergió en la pasarela ungida de belleza, convicción e inteligencia. Se consideró cómplice de la mujer y trabajó en la transformación de la nueva española. Numerosas famosas -entre ellas Bibí Andersen y Rossi de Palma- vistieron sus trajes en la última década. Uno de sus últimos actos públicos tuvo lugar en septiembre de 1993, en su tienda de Madrid, donde organizó un desfile de modelos dedicado a Camarón de la Isla, el cantaor entonces fallecido.
La muerte viva.
Feliciano Fidalgo | El País, 1994-10-08
https://elpais.com/diario/1994/10/09/cultura/781657217_850215.html
Manuel Piña: la vida de cada cual es una sarta de imágenes fijas pegadas al alma si existe el alma, o clavadas con clavos en la memoria, o tatuadas en la piel, etcétera en este mismo sentido. Pues bien, Manuel Piña, para uno, es algo de eso, o de algo que arde así, abrasando durante toda la vida, aunque no durante todos los momentos de la vida, porque de vez en cuando uno se para para beber agua o se para para siempre, para morir quiere decirse. Hoy, uno, a la media noche, cuando le han anunciado, "Manuel Piña ha muerto, intenta decir algo, tú que lo conociste", se ha palpado con las manos y con toda la capacidad que uno tiene de soñar por todo el cuerpo, por todo el alma si existe y hasta por los cojones, que sí existen.
Manuel, ¿te acuerdas de hace poco más de un año, cuando te busqué en tu tienda, en una callejuela que da a Alfonso XII y no estabas en lo que creo que fue tu último sagrario de amor, de diseño loco quiere decirse, y me puse nervioso y caminé sin sentido y por fin di contigo por teléfono en tu casa de la calle Menéndez Pelayo, si no me equivoco, y me abrió tu queridísima madre la puerta? Estoy seguro de que te acuerdas. Pasamos juntos una hora. La única hora de nuestra vida. Yo no soy homosexual pero estuve contigo como si lo fuera. No padecía el sida, pero creo recordar borrosamente que deseé estar borracho de sida para estar más contigo.
Recuerdo, Manuel, que alguien, un chico que te amaba, creo, entró y dijo algo, y tú lo cortaste en seco: "Cállate, que me están haciendo la entrevista más importante". El chico, jovencito y guapo, calló. Y tú me miraste. Y yo te miré. Y tu madre, que nos acompañaba, nos miró. Nunca, Manuel, hablé con alguien tan apasionadamente, tan sigilosamente, tan eternamente. Tú y yo éramos la muerte viva. Fue todo inaudito.
Luego, claro, todo se acabó. Ni tú lo deseabas, ni yo tampoco. Pero los dos queríamos desaparecer, cada cual por su camino. Sabíamos que era el final del principio de nuestro entendimiento. Manuel, me dijiste que la vida estaba delante. Y que tú, con tu sida, se lo dirías al mundo.
Lo llevo en todo mi ser. Luego, Manuel, tu madre, me acompañó, y tú también me acompañaste hasta el ascensor. Tú quedaste allí para siempre.
Y tu madre bajó conmigo en el ascensor y, sólo apretar el botón del piso cero, rompió en sollozos y me dijo: "Él es optimista, pero si usted supiera..."
Ahora mismo, Manuel, he llorado un segundo por la mierda que, a veces, es la vida.
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