2020/06/24

DOCUMENTACIÓN | MEMORIA | NOSOTRXS SOMOS. CAPÍTULO 1. AMARILLO. PELIGROSOS Y ENFERMOS

Nosotrxs somos. Capítulo 1. Amarillo. Peligrosos y enfermos.
Mundo Joven LGTBI, 2020-06-24

https://mundojovenlgtbi.wordpress.com/2020/06/24/nosotrxs-somos-capitulo-1-amarillo-peligrosos-y-enfermos/ 

Un año extraño en el que nuestras reivindicaciones serán fundamentalmente online, es buen momento para recomendar el programa Nosotrxs Somos.

Este programa se estrenó en 2018 y concluyó en 2019. Recoge, a través de los colores de la bandera arco iris, capítulos que recogen la historia del activismo LGBT+ en España desde los años 70 hasta la situación actual.

Avisamos que habrá ‘spoilers’, pero sigue siendo muy recomendable.

Capítulo 1. Amarillo. Peligrosos y enfermos.

Comienza la historia en 1954, cuando se incluye a hombres homosexuales en la ley de vagos y maleantes, y posteriormente en 1970 es sustituida por la ley de peligrosidad social. Lo curioso es que existían dos cárceles en España en la que hombres homosexuales (y mujeres trans, que eran malgenerizadas) eran enviades según si eran actives (cárcel de Huelva) o pasives (cárcel de Badajoz).

Antoni Ruiz, ex preso y Alejandro PE, youtuber, se reúnen para hablar sobre estas leyes y la situación de las personas LGBT+ antes de 1977.

Hacían dos distinciones, aparte de activos o pasivos (las cuales se hacían a partir de identificaciones). La otra distinción era homosexuales por nacimiento y por vicio, que básicamente eran hombres con pluma y hombres sin pluma. Una categorización bastante arbitraria, que se basaba en los roles tradicionales de género, donde el homosexual por nacimiento era el «pasivo» y el homosexual por vicio el «activo». Tampoco tenía mucho sentido, ya que la sanción era la misma. Intentaron hacer esta identificación a través de un equipo de tres psiquiatras de Carabanchel, pero la mayoría le salían «mixtos». Parece que los métodos de identificación no han sido nunca especialmente válidos, ¿verdad?

El planteamiento de la peligrosidad social, frente a la ley de vagos y maleantes era la rehabilitación. Es aquí donde Antoni Ruiz fue encarcelado por peligroso, a la edad de 18 años.

El cambio significativo en los 70 fue que pasó de ser algo moralmente desviado e ignorado, a ser considerada una enfermedad tratable. ¿Cómo se lograba? Conversaciones con curas, trabajo, se planteaban actividades tipo coser balones de fútbol para hacerse “más hombres” o psiquiatras, terapias de conversión por aversión condicionada, que consiste en condicionar el estímulo a extinguir (atracción por los hombres, en este caso), mediante la asociación de este estímulo con unas consecuencias negativas (como nauseas o descargas eléctricas) eran las formas más comunes. Estas formas han seguido existiendo y recuerdan considerablemente a la ya denunciada dos veces Elena Lorenzo y sus «caminos a la heterosexualidad».

En las primeras manifestaciones, en 1977, poca fiesta se planteaban. Y en esta cabecera, no eran hombres gays blancos quienes ponían la cara. Mujeres trans, mujeres lesbianas y hombres gays estuvieron unides por la lucha de derechos. Mujeres gitanas como Myriam Amaya también estuvieron en la organización.

Las mujeres lesbianas también eran (y son) borradas e invisibilizadas. No eran concebidas en las leyes, aunque seguían sufriendo la discriminación. Aunque solo hubo un caso de una mujer lesbiana encerrada por la ley de peligrosidad social, no era extraño que fueran enviadas por las familias a instituciones psiquiátricas.

Dentro del activismo, no se les daba voz. Ellas apoyaban un movimiento conjunto, aunque encontraron mayor apoyo en las asociaciones feministas.

Finalmente el 26 diciembre de 1978 se excluyeron a los hombres homosexuales de la ley de peligrosidad social. Esto por desgracia no implicó que dejaran de ser encarcelados, ya que se escudaban en la ley de escándalo público. No fue hasta 1988, que se derogó el delito de escándalo público. Esta ley se eliminó tras aplicarse a un chico con su novia, que tras ser metido en la cárcel, se acabó suicidando. Al final, todas las personas tenían riesgo de ser consideradas dentro de estas leyes porque no dependía de lo que fueras, sino de lo que parecieras.

Tras la eliminación de estas leyes, los prejuicios derivaron hacia problemas de salud pública, especialmente en los 80 y 90 con la pandemia del VIH/SIDA.

Antoni Ruiz comenta que hasta 22 años después (casi en los años 2000), no se enteró que en su expediente quedaba registrado que fue condenado por homosexual, lo que implicaba que la policía tuviera acceso a dichos expedientes y podría estar en riesgo. Por desgracia algunas cosas no cambian demasiado. Otra de las consecuencias, el tema laboral, claro, que podría condicionar y limitar el acceso a algunos puestos de trabajo.

No fue hasta 2009, que se hizo reparación de la memoria y se pagó a personas encarceladas bajo esta ley.

Las reivindicaciones principales que se hacen en este capítulo van especialmente para todas aquellas personas que lucharon durante los 60 y 70, que serían les mayores LGBT. Son invisibilizades por la juventud y sus demandas siguen considerándose secundarias. Especialmente relevante el tema de las residencias, ya que separan parejas o en múltiples ocasiones implica esconderte para evitar represalias.

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