La luna. 1979. Italia. Estreno en España: 1979-12-14. 142 min. Dirección: Bernardo Bertolucci. Guion: Clare Peploe, Bernardo Bertolucci, Giuseppe Bertolucci. Reparto: Jill Clayburgh, Matthew Barry, Veronica Lazar, Renato Salvatori, Fred Gwynne, Alida Valli, Elisabetta Campeti, Franco Citti, Roberto Benigni, Carlo Verdone, Tomas Milian, Laura Betti. Coproducción Italia-Estados Unidos ; Fiction Cinematografica S.p.a ; 20th Century Fox.
A pesar de la repentina e inesperada muerte de Douglas, su viuda Catherina no puede anular una importante gira. La famosa cantante de ópera tiene que dar un concierto en Italia y toma la decisión de llevarse consigo a su hijo. Decisión que le cambiará la vida por completo.
A pesar de la repentina e inesperada muerte de Douglas, su viuda Catherina no puede anular una importante gira. La famosa cantante de ópera tiene que dar un concierto en Italia y toma la decisión de llevarse consigo a su hijo. Decisión que le cambiará la vida por completo.
'La luna': amor edípico
Más allá del escándalo, Bertolucci firmó un tratado sobre la necesidad de amar con ademanes de ópera total
Guillermo Balbona | El Correo, 2016-05-26
https://www.elcorreo.com/pantallas/201605/27/luna-amor-edipico-20160526133556-rc.html
El rastro de una tiza sobre los muros. La huella de la droga sobre la piel. El amor furtivo con Marilyn al fondo. La luna asomando como una señal, un conjuro, una muesca de hechizo en el cielo protector de las emociones desnudas. Más allá del escándalo, el filme de Bernardo Bertolucci es un hermoso, culturalista, sensual, elegante y lúcido tratado sobre la necesidad de amar. Este cuento lírico, entre bambalinas de ópera, melómano y, a veces, también megalómano, íntimo y desmesurado en su sensualidad abierta, posee un magnetismo especial que se aferra a la mirada. Quizás sea esa textura de Vittorio Storaro, director de fotografía fetiche del cineasta italiano, o la melancolía inherente al tempo de este aria edípica que vocaliza lo oculto y canta la desgarradura.
El director de 'El último tango en París' y 'Novecento' confesaba hace unos años: "Una de mis obsesiones era no repetirme a mi mismo. Mi ojo es mi ojo, siempre estará mi huella dactilar, pero repetir estilo es aburrido. Mi ansiedad por no hacer lo mismo me ha llevado a rodar filmes políticos, de sexo, épicos, pequeños...".
Bertolucci rodó en 1979 esta historia de dependencias, cantante/ópera, joven/ heroína, madre /hijo... que confluyen en un estado emocional, entre la belleza latente, el dolor, las pérdidas y Verdi o Mozart como un narrador sonoro, cómplice de este cine adictivo que discurre por las venas de este relato de sueños, frustraciones, deseos y restos de infancia.
Jill Clayburgh, en un reparto extraño, en el que iba a estar presente Marlon Brando, destaca como la sintonía humana de este hermoso filme mientras suena el aria de 'Leonora', 'Tacea la notte placida', o 'D'amor sull'ali rosee de Il Trovatore' o los ensayos de 'Un ballo in maschera'.
Lejos de la fácil lectura del psicoanálisis, del incesto y la droga, 'La luna' es una ensoñación con carga autobiográfica, con recuerdos fundidos en un montaje de vida y sueño, símbolo del propio cine. Al contrario que otros cineastas Bertolucci acota las explicaciones, interpreta, despeja incógnitas y evita los equívocos. De 'La luna' dijo que nunca abordó la pérdida del sistema de valores de la sociedad occidental (algo nada ajeno a su cine generacional y marcado por el 68), ni describió un mero conflicto juvenil. "La película se refiere a una madre y su hijo". Y la contundencia de la afirmación se revela y refleja en las imágenes, en ese vínculo emocional de afectos, de invalidez y miedos primarios. El director de 'El último emperador' utilizó sus propias casas como decorado de mucha escenas y eligió como escenario una villa ya utilizada en 'Novecento'.
El filme provocó una polémica encendida y fue denunciado por obscenidad en lugares como Palermo (Sicilia) donde se rodó gran parte. Ironía y autobiografía se agitan en torno a un melodrama delicado que solo en su superficie parece discurrir ajeno al mundo de Bertolucci. Donde muchos quisieron ver un guión mal cosido con golpes de efecto hay en realidad la fascinante visualización de un cordón umbilical entre criaturas necesitadas, donde reina la sugestión y la fantasía. La envoltura operística enmarca con mirada culta pero también con juego de representaciones solapadas, la historia de secretos desvelados y juegos ocultos, pero sin afectación ni retórica.
Posee muchos paralelismos con 'El soplo en el corazón' , de Louis Malle, aunque la humanidad y el humor son más patentes en el cineasta francés y Bertolucci se muestra más sofisticado y esteticista. La luz mediterránea alumbra las primeras escenas de 'La luna'. La belleza formal del director italiano se mantiene a lo largo del filme que busca un extraño equilibrio y diálogo interno entre los sucesos dramáticos y los conflictos interiores de los protagonistas y el clímax de las diversas referencias líricas que se suceden como trasfondo y como coda musical.
No es un mero adorno sino un factor en la sombra que va entrelazando, por ejemplo, 'La Traviata' con la protagonista en su paseo callejero; o el Mozart que asoma cuando el personaje que encarna Clayburgh visita a su viejo profesor de canto, quien entonará un fragmento de 'Così Fan Tutte'.
Con un reparto equilibrado en el que asoman rostros fieles a Bertolucci, como Veronica Lazar, Alida Valli y aflora el aún desconocido Roberto Benigni, 'La luna' es en sí misma un escenario que implica al espectador a través de una sutil puesta en escena de detalles, gestualidad y referencias culturales. Lo maternal, la autoridad, lo sensual, lo revelador son factores que emanan de las diversas fases (lunares) sentimentales y de conocimiento por las que discurre la relación madre-hijo.
Censurada en muchos países la cinta es un ejemplo de ejercicio de sensibilidad estética, subrayada por una intensa capacidad simbólica. Un retrato intimista llevado al extremo de lo anticonvencional y de los prejuicios sociales mediante una sencillez empática recordando que cada uno de nosotros formamos parte de una ópera majestuosa y banal, conocida y misteriosa, hecho de pequeños gestos e inabarcable.
El director de 'El último tango en París' y 'Novecento' confesaba hace unos años: "Una de mis obsesiones era no repetirme a mi mismo. Mi ojo es mi ojo, siempre estará mi huella dactilar, pero repetir estilo es aburrido. Mi ansiedad por no hacer lo mismo me ha llevado a rodar filmes políticos, de sexo, épicos, pequeños...".
Bertolucci rodó en 1979 esta historia de dependencias, cantante/ópera, joven/ heroína, madre /hijo... que confluyen en un estado emocional, entre la belleza latente, el dolor, las pérdidas y Verdi o Mozart como un narrador sonoro, cómplice de este cine adictivo que discurre por las venas de este relato de sueños, frustraciones, deseos y restos de infancia.
Jill Clayburgh, en un reparto extraño, en el que iba a estar presente Marlon Brando, destaca como la sintonía humana de este hermoso filme mientras suena el aria de 'Leonora', 'Tacea la notte placida', o 'D'amor sull'ali rosee de Il Trovatore' o los ensayos de 'Un ballo in maschera'.
Lejos de la fácil lectura del psicoanálisis, del incesto y la droga, 'La luna' es una ensoñación con carga autobiográfica, con recuerdos fundidos en un montaje de vida y sueño, símbolo del propio cine. Al contrario que otros cineastas Bertolucci acota las explicaciones, interpreta, despeja incógnitas y evita los equívocos. De 'La luna' dijo que nunca abordó la pérdida del sistema de valores de la sociedad occidental (algo nada ajeno a su cine generacional y marcado por el 68), ni describió un mero conflicto juvenil. "La película se refiere a una madre y su hijo". Y la contundencia de la afirmación se revela y refleja en las imágenes, en ese vínculo emocional de afectos, de invalidez y miedos primarios. El director de 'El último emperador' utilizó sus propias casas como decorado de mucha escenas y eligió como escenario una villa ya utilizada en 'Novecento'.
El filme provocó una polémica encendida y fue denunciado por obscenidad en lugares como Palermo (Sicilia) donde se rodó gran parte. Ironía y autobiografía se agitan en torno a un melodrama delicado que solo en su superficie parece discurrir ajeno al mundo de Bertolucci. Donde muchos quisieron ver un guión mal cosido con golpes de efecto hay en realidad la fascinante visualización de un cordón umbilical entre criaturas necesitadas, donde reina la sugestión y la fantasía. La envoltura operística enmarca con mirada culta pero también con juego de representaciones solapadas, la historia de secretos desvelados y juegos ocultos, pero sin afectación ni retórica.
Posee muchos paralelismos con 'El soplo en el corazón' , de Louis Malle, aunque la humanidad y el humor son más patentes en el cineasta francés y Bertolucci se muestra más sofisticado y esteticista. La luz mediterránea alumbra las primeras escenas de 'La luna'. La belleza formal del director italiano se mantiene a lo largo del filme que busca un extraño equilibrio y diálogo interno entre los sucesos dramáticos y los conflictos interiores de los protagonistas y el clímax de las diversas referencias líricas que se suceden como trasfondo y como coda musical.
No es un mero adorno sino un factor en la sombra que va entrelazando, por ejemplo, 'La Traviata' con la protagonista en su paseo callejero; o el Mozart que asoma cuando el personaje que encarna Clayburgh visita a su viejo profesor de canto, quien entonará un fragmento de 'Così Fan Tutte'.
Con un reparto equilibrado en el que asoman rostros fieles a Bertolucci, como Veronica Lazar, Alida Valli y aflora el aún desconocido Roberto Benigni, 'La luna' es en sí misma un escenario que implica al espectador a través de una sutil puesta en escena de detalles, gestualidad y referencias culturales. Lo maternal, la autoridad, lo sensual, lo revelador son factores que emanan de las diversas fases (lunares) sentimentales y de conocimiento por las que discurre la relación madre-hijo.
Censurada en muchos países la cinta es un ejemplo de ejercicio de sensibilidad estética, subrayada por una intensa capacidad simbólica. Un retrato intimista llevado al extremo de lo anticonvencional y de los prejuicios sociales mediante una sencillez empática recordando que cada uno de nosotros formamos parte de una ópera majestuosa y banal, conocida y misteriosa, hecho de pequeños gestos e inabarcable.
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